🌼Ciruelo🌼
El nombre resonó en mi cabeza, haciendo eco con una fuerza inesperada. Alec. ¿Podía ser una coincidencia? Alec, el nombre que siempre aparecía cuando algo tenía que ver con el pasado de Ash.
Me sumergí en un denso silencio, buscando desesperadamente una manera de confirmar lo que mi mente ya sospechaba.
Traté de recordar lo que sabía: Ewart había mencionado que Alec estudiaba en la Escuela del Este. Tal vez si lo confirmaba... tal vez no fuera solo una coincidencia.
—Lo siento, no recuerdo si Rebeca me habló de ello, ¿Dónde estudias? —pregunté, intentando sonar casual, aunque el nerviosismo palpitaba en mis palabras.
Alec me miró fijamente, y por un breve momento, juraría que vi un destello de reconocimiento en sus ojos. Mi estómago se retorció con la idea de que no estaba solo en mis sospechas.
—Ahora estudio en el Instituto Flor de Lys —respondió con naturalidad—, pero mi primer año fue en la Escuela del Este.
Fue como si el tiempo se detuviera. Mis sospechas parecían confirmarse, pero no tenía suficiente información para actuar con seguridad.
Antes de que pudiera seguir indagando, la voz de mi tío Jonathan nos interrumpió.
—¡Dominick! —llamó desde dentro de la casa—. Pasa, ¿ya conociste a Alec? Es el hermano menor de Rebeca, tiene tu edad, así que seguro se llevarán bien.
—Sí, nos estábamos conociendo —respondí, desanimado al no poder profundizar más en ese momento. La certeza de que Alec tenía algo que ver con el pasado de Asher se asentaba en mi mente, pero la oportunidad de confirmar todos los detalles tenía que esperar.
Una vez que entré, quité la tapa de la caja y miré a mi abuelo, quien se encontraba en una de las sillas de mimbre. Al verme se puso de pie y se apresuró hasta mí.
—¡Dominick, viniste! Y trajiste un nuevo habitante, ¡qué sorpresa! —exclamó con una sonrisa sincera.
—Perdón por traerla sin avisar. La encontré al borde de la hipotermia y mamá no quiso que la tuviera en casa. Lamento las molestias —dije mientras colocaba la caja en un rincón de la sala.
—No es ninguna molestia, Dom, esta es tu casa. Siempre serás bienvenido aquí —aseguró, haciéndome saber que estaba en el lugar correcto.
—Gracias, abue.
—Adelante, pasa. ¿Tienes hambre? —ofreció atento.
Estuve a punto de negar, pero mi estómago respondió por mí. Desde el desayuno con Asher, no había comido nada más.
—Te agradezco por decirle a mamá sobre los macarrones con queso, pero al final no he sido capaz de probarlos.
—Yo sí, y honestamente, no te perdiste de mucho —respondió, generando una risa cómplice entre ambos. Luego me extendió un chocolate—. Llévalo, pero no le digas a tu tío, ya sabes cómo es, unas cuantas vueltas al tubo y se vuelve enemigo de las calorías.
—Papá, te estoy escuchando —intervino tío Jonathan desde la cocina—. No soy un fanático de las calorías, pero tampoco quiero mal alimentar a Dom.
—Meh, solo es un pequeño refrigerio para que no muera de inanición —bromeó mi abuelo.
Rebeca, con una sonrisa comprensiva, intervino:
—¿Por qué no llevas a Alec a tu habitación un momento? Así pueden conocerse mejor mientras terminamos de preparar todo. Los llamaremos cuando esté todo listo.
No fui capaz de aceptar de inmediato. Un pensamiento cruzó mi mente y, aunque las piezas que tenía no eran suficientes, quería confirmar algo más.
Pese a haber cambiado mi número, repetí tantas veces el del remitente del mensaje que me advirtió sobre Asher que lo tenía bien grabado.
El impulso de marcarlo fue casi automático, con los dedos temblorosos deslizándose sobre la pantalla. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza. Esperaba cualquier cosa, excepto lo que sucedió.
En cuanto el tono de un teléfono sonó a pocos metros, un escalofrío recorrió mi espalda. Mi mirada vagó lentamente hasta detenerse en Rebeca, que sacaba su móvil del bolso. Un gusto amargo inundó mi boca, similar al del amaretto que tanto detestaba.
Entonces, algo dentro de mí se desplomó. La mirada de Rebeca se levantó de su teléfono y se encontró con la mía, con una sombra de culpa y pesar.
El peso de la revelación me hizo dar un paso atrás, y mi espalda chocó contra la alacena, provocando que un florero cayera y se hiciera añicos en el suelo. El sonido del cristal rompiéndose llenó el aire y todos en la sala se giraron hacia mí.
—¡Dominick! ¿Estás bien? —preguntó mi tío Jonathan, visiblemente preocupado.
—Sí, lo siento —murmuré, agachándome para recoger los fragmentos rotos, con la mente todavía atrapada en la confusión.
Rebeca se apresuró a intervenir.
—No te preocupes por eso, yo lo limpiaré —dijo suavemente, pero en su apresurada intervención me corté con un fragmento roto—. Por Dios, Dom, ¿estás bien? Vamos, atenderé tu herida.
Sin darme oportunidad de protestar, me guió a través de la sala. Cada paso que daba se sentía irreal, como si se tratara de un sueño. Al llegar a la puerta de la habitación de invitados, me detuve, sintiendo cómo los latidos de mi corazón se aceleraban.
Eché un último vistazo hacia la sala. Alec estaba parado allí, su expresión de desconcierto, parecía confirmar mis temores.
Me senté en la cama, aún atrapado en un estado de shock. En silencio, Rebeca comenzó a limpiar la herida en mi mano.
—Rebeca...
Ella detuvo su movimiento un segundo.
—Lo siento —susurró.
Cerré los ojos por un instante, tratando de calmar la tormenta en mi pecho. Pero no había alivio.
—Por más que intento, no logro comprenderlo —dije, con la voz rota por la frustración y la confusión que sentía.
Las lágrimas ya se asomaban por los bordes de mis ojos.
—Dominick, sé que esto es confuso, pero necesito que entiendas por qué lo que hice —comenzó, su voz temblaba ligeramente.
Las palabras de Rebeca se clavaron en mí como agujas, desmoronando las esperanzas a las que me aferré en un vano intento de negar la verdad. Mi garganta se cerró, y el dolor en el pecho se hizo casi insoportable.
—¿En verdad has sido tú? ¿Por qué?
—Porque Alec es mi hermano y, aunque no conozco todos los detalles, sé que lo que pasó con Asher lo ha dejado profundamente herido. No quería que tú pasaras por lo mismo.
—Debe haber un malentendido, Ash no es así. Es amable, compasivo y siempre se preocupa por los demás —respondí. El dolor en mi interior se hacía insoportable.
Rebeca bajó la mirada y soltó un suspiro.
—Alec pensaba lo mismo... —sus ojos se empañaron—. Dom, hay muchas maneras en que alguien puede herirte. Cada vez que veo a mi hermano, sé que el dolor sigue ahí, y eso no se lo deseo a nadie.
Sus palabras dejaron un rastro de melancolía en el aire. Me hizo pensar en las cicatrices que todos llevamos en el alma y cómo esas heridas del pasado pueden moldear nuestras vidas.
—La gente buena también ha lastimado a otros. Nadie está exento de cometer errores. Pero alejarnos del dolor no siempre es la solución.
Rebeca dejó de limpiar mi herida y me miró fijamente. Por un momento, el silencio entre nosotros se sintió tan denso que apenas podía respirar, pero pronto, vi cómo su expresión se suavizaba.
—Tienes razón, no puedo protegerlos de todo. Nunca debí pensar que podía hacerlo, ni a ti ni a Alec. Solo... quería evitar que sufrieras. Te quiero, Dominick. Y tal vez no tengo derecho a decirlo, pero lo único que deseaba era mantenerte a salvo.
Sentí un nudo en la garganta, uno que no sabía cómo deshacer. Sus palabras eran honestas, pero eso no disipaba el dolor ni las dudas que seguían clavándose en mi pecho. Pasó un instante antes de que pudiera hacer la siguiente pregunta:
—No te acercaste a tío Jonathan solo para advertirme sobre Ash, ¿cierto?
Ella negó, su rostro reflejaba la angustia de ser malinterpretada.
—Sé lo que puede parecer, y tienes todo el derecho a no creerme. Pero amo a Jonathan, y también los amo a ti y a tu abuelo.
—Quiero creerte, pero no logro entender cómo es que todo sucedió... parece tan irreal, tan conveniente.
Rebeca tomó mi mano y comenzó a vendarla con cuidado.
—Hace más de un año, me mudé a Gardenville con mi hermano. Fue una época difícil, él solo quería alejarse de todo. Allí conocí a tu tío. Jonathan solía hablar mucho de ti y de tu abuelo. Sentía que, aunque no te conocía, ya sabía tantas cosas sobre ti.
Rebeca hizo una pausa, mientras sus ojos se humedecían con recuerdos que claramente le dolían.
—Un día, Jonathan llegó más alegre que de costumbre. Me dijo que habías hecho un nuevo amigo, y lo noté tan emocionado por ti. Luego me mostró una foto, y en cuanto vi quién era, mi corazón se detuvo. En ese instante, Jonathan se distrajo con algo, y, en mi desesperación... tomé tu número de su teléfono para advertirte. Solo quería protegerte. No pensé en las consecuencias.
Su disculpa resonó con sinceridad y pesar. Sentí cómo sus palabras comenzaban a desmoronar las barreras de mi incredulidad.
—Te pido perdón, Dominick. Nunca quise causarte dolor —dijo ella, con los ojos llenos de lágrimas.
La angustia en su rostro y el tono tembloroso de su voz me hicieron sentir que su sinceridad era innegable y que solo quería protegerme.
—Te creo —dije finalmente.
Su rostro se mostró sorprendido ante mis palabras. Podía ver que realmente nos apreciaba, que su preocupación era genuina.
—Gracias, Dom. Eres muy valiente por perdonarme, más de lo que yo merezco. De verdad lo siento, y por favor, cuídate. No puedo pedirte más que eso —dijo con un hilo de voz.
—Alec no sabía sobre esto, ¿cierto?
—Por favor, no lo...
—No diré nada. Prometo no involucrarlo.
Ella asintió y sin dejar de dedicarme una mirada gentil se levantó.
—Dejaré que descanses un poco. Si necesitas cualquier cosa, estaré aquí.
Asentí y la vi salir de la habitación. Me quedé unos momentos a solas, luego, cuando salí, encontré a Alec sentado en el sofá, hojeando una revista. Al verme, levantó la mirada y esbozó una sonrisa.
—¿Estás mejor? —preguntó.
—Sí, vamos —respondí, tratando de igualar su tono.
Alec miró a su alrededor con curiosidad mientras yo cerraba la puerta detrás de nosotros. Caminamos en silencio hasta que, de repente, Alec rompió la quietud con algo que no esperaba.
—Dom, hay algo que he querido decirte desde que te vi hoy... —susurró, sin mirarme directamente.
Me detuve, sorprendido por el cambio en su tono.
—¿Qué es? —pregunté, aunque algo en su voz ya me indicaba de qué se trataba.
Alec suspiró profundamente antes de hablar.
—Sobre Asher. Creo que... lo conoces, ¿verdad?
。・。。・゜❁ ・❁ ・❁゜・。。・。
Me pierdes, Rebeca. Pero te perdono.
Ahora a ver qué pasa con Alecsito
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