🌼Begonia🌼
Apenas abrí los ojos, mi mirada se posó en la ventana. Afuera, los faroles comenzaban a apagarse, y los charcos reflejaban tenues destellos del amanecer. Sin embargo, los rayos cálidos aún no alcanzaban nuestra ventana, y la casa permanecía envuelta en un frío persistente.
Me cubrí con una sudadera y tomé el teléfono de mi buró. Una mirada fugaz confirmó que la pantalla estaba vacía, sin mensajes de Ewart. Un nudo se formó en mi estómago, pero me esforcé en evitar que la decepción se arrastrara demasiado profundo en mis pensamientos.
Pasaron varios minutos antes de que bajara a la cocina donde mi abuelo y tío Jonathan preparaban café y tostadas con huevo y queso.
—¡Buenos días, Dom! ¿Cómo estás? —saludó mi tío.
—Bien —respondí automáticamente—. Sé que tal vez esté un poco fuera de mí, pero estoy bien.
A pesar de mi respuesta, sabía que notaban mi desconcierto. Mi tío Jonathan intercambió una mirada significativa con mi abuelo, como si estuvieran sintonizados en mi estado de ánimo.
—No te obligues a mostrarte fuerte, ¿de acuerdo? —pidió mi abuelo con su tono amable.
Quise mantener mi fachada de fortaleza, pero su presencia cariñosa me hizo sentir que no tenía que forzarla.
Finalmente asentí y me dirigí a la escuela, adentrándome en la niebla que se disipaba lentamente.
Una extraña inquietud se apoderó de mí mientras me acercaba a la jardinera donde Ash solía esperarme. Sentía una necesidad urgente de hablar con él, como si quisiera evitar que también se distanciara.
«Basta ya. No es sano».
—Dom, ¿estás bien? —preguntó Ash al verme.
—Sí, yo —mi voz se detuvo, negué con la cabeza y aparté la mirada—. Lamento no haberte escrito anoche, no me sentía bien.
—¿Te sientes mejor ahora?
Tardé un momento en responder. Luego dije:
—No lo sé, de hecho, sobre el proyecto, si no te molesta prefiero llevarlo a mi casa y terminar la parte que falta.
—Entiendo, no te presiones —respondió comprensivamente.
—¿No preguntarás qué ha pasado?
Él abrió la boca para hablar, pero fue interrumpido por el sonido del timbre que indicaba que teníamos cinco minutos para llegar a clase. Se puso de pie y comenzó a andar a mi lado.
—Es evidente que tiene que ver con Ewart, ha tenido la misma cara que tú, aunque en él es más o menos común. Es algo que no me corresponde, pero si puedo hacer algo para ayudarte solo dímelo.
Me quedé sin palabras, sin saber cómo procesar las emociones que me abrumaban. Hasta ese momento, solo pensé en cómo yo afrontaba la separación, pero no había considerado que Ewart también podría estar sufriendo.
Una ráfaga de aire con olor a tierra mojada y flores dulces impregnó el aire y a lo lejos se escuchó el tintinear del reloj que marcaba el cambio de hora.
—Gracias. Todavía me siento tan confundido y no sé bien qué debería decir —admití.
—Ambos parecen estarlo, tomen su tiempo para encontrar las palabras adecuadas. Tal vez haya cosas que cambien, pero el hecho de que le importas a Ewart es innegable —respondió Ash, mostrando una pequeña sonrisa que disipó mis dudas e inquietudes.
Más tarde, después de las clases, Ash y yo fuimos a su casa para recoger mi parte del proyecto: la mitad que representaba la ausencia del arte. Trabajé en él el resto de la tarde para distraer mi mente.
Utilicé todo lo que se me ocurrió: CD's rotos, hojas en blanco, descargué algunos bocetos que arrugué o rompí y los coloqué en la base. Y en el monumento de palillos sin forma dejé caer pintura gris sin cuidado.
Cuando no supe qué más agregar, simplemente tomé una cubeta con agua para limpiar las manchas del piso y caminé hacia la puerta. Al abrirla, me sorprendió encontrarme cara a cara con Rebeca. Estuve a punto de soltar un grito, pero ella se me adelantó.
—¡Ay, por Dios, Dom! Lo siento mucho, quería darte una sorpresa, pero parece que la sorpresa fue para mí. ¿Hice mucho ruido?
—No, en realidad no sabía que estabas tras la puerta, ¿qué pasa? —pregunté con el pecho todavía martillando.
—Lo hablé con Jonathan y tu abuelo, y ambos estuvieron de acuerdo. ¡Así que aquí tienes!
Me extendió una jaula y miré dentro de ella a un reptil que me devolvía la mirada con sus inquietantes ojos claros.
—¿Una iguana? —pregunté, confundido por su inesperado obsequio.
—Es realidad, es una pogona. Las iguanas necesitan mucho espacio y son más agresivas —me explicó Rebeca.
Lo observé detenidamente: sus escamas suaves y los tonos marrones y grisáceos mezclados con un brillante amarillo. Acaricié su lomo con cuidado y cerró los ojos.
—Me encanta. Muchas gracias, Rebeca. Pasé mucho tiempo convenciéndolos para que me dejaran tener una mascota.
—Puedo imaginármelo. Me alegra que por fin accedieran.
—Te llamarás Lucius —dije, dirigiéndome al nuevo miembro de mi hogar.
—En realidad es hembra.
—Oh, vaya. En ese caso, serás Lucy.
Rebeca asintió con una sonrisa mientras se acercaba más.
—Si tienes alguna duda sobre su cuidado, puedes preguntarme. Estaré encantada de ayudar.
Agradecí su oferta y regresé a la habitación, pero antes de cruzar por completo, su voz me detuvo.
—En realidad, no me importaría si acudes a mí en cualquier situación —añadió con sinceridad.
Me giré hacia ella, confundido por la gentileza.
—No quisiera ser desconsiderado o molestarte más de lo necesario. Sería como abusar de tu amabilidad.
Ella sonrió con una mirada cálida en sus ojos.
—Ahora que salgo con Jonathan, siento que somos como familia, ¿no crees? Así que, piensa en mí como tal.
Sin saber cómo responder, asentí suavemente y cerré la puerta tras de mí. Coloqué la jaula encima de una mesita donde solía poner mis suculentas. Seguido a ello, le tomé una foto con el teléfono y la envié a Ash.
De: Dominick
"Mira, la novia de mi tío me la ha regalado. ¿No está genial?"
Poco después, y, seguido de muchos emoticonos expresando sorpresa, llegó su contestación:
De: Ash
"Es increíble, como un dragón en la vida real. Si llegas a invitarme a tu casa tal vez se pierda. Solo advierto"
De: Dominick
"Pero dijiste que no te gustaban los dinosaurios"
De: Ash
"Sí, pero no es lo mismo un dragón que un dinosaurio, tienes que dejarme jugar con ella alguna vez"
Coloqué el celular en la esquina para grabarla fuera de la jaula. Sin embargo, en ese momento, vibró con un mensaje entrante. Estaba a punto de tomarlo cuando la pogona se removió inquieta, haciendo que mi teléfono cayera dentro de la cubeta de agua. Pasó tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar.
—¿Dom? —llamó tío Jonathan tras la puerta—. ¿Puedo pasar?
—Adelante —respondí, abrumado por lo que acababa de ocurrir.
—Rebeca y yo hemos cocinado, ¿te gustaría acompañarnos?
—Tío yo... —tartamudeé y él enarcó las cejas—. En realidad, más bien ella —señalé a Lucy que nuevamente permanecía muy quieta.
—Oh, sí, tu nueva mascota. ¿Qué te parece? ¿Habrías preferido escoger una tú mismo?
—Habría preferido que me advirtieran sobre su afición por el mal —respondí mientras la levantaba para volver a ponerla en su jaula.
—No entiendo.
Mientras le contaba lo que había sucedido, mi voz se llenaba de vergüenza y empeoró cuando, en lugar de desconcertarse, estalló en risas.
—¿Cómo se te ocurrió hacer eso? Espera, tengo que contárselo a Rebeca —exclamó divertido.
—¿No fue ya mucha humillación? —pregunté avergonzado.
—Cierto, cierto. Bien haremos esto: llevaré a reparar el teléfono. Si no tiene arreglo, iremos por uno nuevo. Solo dime si tienes algún plan para mañana o moriré de preocupación si noto que te demoras.
—Ahora que Ewart y yo terminamos, no lo creo —mis palabras hicieron desaparecer su sonrisa, sumergiéndonos en una atmósfera de melancolía—. Sin embargo, tengo que pasar por algunos materiales para el proyecto. Si logro terminar pronto, tal vez vaya a ayudar a Ash.
Él asintió, comprensivo y nuestros ojos se encontraron en un silencio cargado de significado. La voz dulce de Rebeca rompió el momento, llamándonos desde la cocina.
Era reconfortante saber que, a pesar de las tormentas emocionales que atravesábamos, todavía existían momentos de tranquilidad.
Antes de bajar, dirigí una última mirada a la jaula de Lucy. Allí estaba, con su aspecto exótico, como si simbolizara una nueva etapa en mi vida llena de sorpresas y cambios.
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