🌼Agerato🌼
Mis manos se tensaron de inmediato. No esperaba que él mencionara a Asher de esa manera, pero al mismo tiempo, algo en mí lo había anticipado. Alec lo sabía. Tenía que saberlo.
—Sí —respondí, midiendo mis palabras—. Lo conozco.
—¡Lo suponía! —asintió con una sonrisa—. No sé qué tan cercanos sean, pero creo que necesitas saber algunas cosas.
Mi corazón se aceleró, y de pronto todo el aire en la habitación parecía demasiado pesado.
—Sé que hay algo en su pasado que no me ha contado y que tú sabes. No estoy seguro de qué pasó entre ustedes, pero Ash parece triste cada vez que lo piensa. Y ahora que hablo contigo... tú también pareces triste.
Alec parpadeó, claramente sorprendido por mi comentario, luego suspiró y se frotó la nuca.
—Vaya, tú también eres observador, ¿eh? No me lo esperaba.
—Lo último que quiero es causarles más dolor. No quiero que sientas que te estoy usando para obtener información sobre él. No soy ese tipo de persona, y Ash tampoco lo merece. Pero... —suspiré, cansado— no entiendo por qué todo tiene que ser tan complicado.
—Las cosas complicadas tienden a serlo por una razón —dijo—. Mira, no soy la persona adecuada para darte esas respuestas, pero sé que las encontrarás.
Una chispa de incertidumbre se instaló en mi pecho y no fui capaz de ignorarla.
—¿Puedo preguntarte solo una cosa?
—Seguro.
—¿Hay algo en ese pasado por lo que le guardes rencor a Ash?
La confusión ahora era claramente visible en su rostro.
—¿Rencor? —repitió, como si le costara procesar la idea. Su expresión se tornó pensativa—. Para nada. No sé por qué lo pensaste. Ash y yo... no terminamos las cosas de la mejor manera, pero en todo caso seguro él es quien me odia por marcharme.
—No creo que sea así —me apresuré a aclarar—. Todavía no entiendo bien lo que pasó, pero sé que él te necesita. Si ambos deben decir algo, tal vez es momento de que lo digan
—Lo haré —respondió—. Aprecio que hayas hablado conmigo. Es raro encontrar a alguien que entienda por lo que hemos pasado.
Le devolví la sonrisa, sintiendo como si un peso se levantara de mis hombros al saber que lo que siempre creí era lo correcto y me reconfortó saber que Alec era alguien en quien podía confiar.
—Lo mismo digo. Gracias por escucharme.
Le extendí el cuaderno botánico y él lo tomó, no sin antes mirarme con expresión confundida.
—¿Qué es? —preguntó, abriendo el cuaderno y explorando sus páginas llenas de dibujos.
—Es un regalo de Ewart —respondí, observando cómo sus ojos se iluminaban al recorrer las ilustraciones.
Su expresión se suavizó mientras contemplaba cada trazo, como si el cuaderno le evocara recuerdos preciosos.
—Ewart tenía un don para hacer que todas las cosas parecieran mejores —dijo, con una voz cargada de nostalgia.
—¿Él te gusta? —pregunté.
Alec levantó la mirada, sorprendido por mi pregunta, pero luego dejó escapar una carcajada, como si no hubiera esperado ser tan transparente.
—Ewart es especial. No sé si "gustar" es la palabra adecuada, pero siempre estuvo ahí para mí —Su expresión se volvió melancólica mientras permanecía fija en el cuaderno—. Extraño verlo.
—No me sorprende. Creo que él también te extraña, de verdad.
—No lo sé. Me siento un poco perdido después de cómo terminaron las cosas.
—No es tarde para arreglarlas. Estoy seguro de que Ewart y Asher se pondrán felices de verte.
Alec me miró con sorpresa y luego asintió, como si mis palabras hubieran tocado algo importante en su interior.
—Es cierto —murmuró—. Por supuesto que me quedaré. Después de todo, quizás es hora de escuchar lo que otros tienen que decir.
Alec me dedicó una pequeña sonrisa antes de que la voz de mi tío rompiera el silencio, llamándonos a cenar.
Nos miramos por un instante más, como si ambos supiéramos que esa conversación no había terminado del todo, pero por ahora, sería suficiente.
La comida fue agradable, como siempre lo eran mis días con ellos. Había una calidez familiar que me envolvía y me hacía sentir en casa de nuevo, algo que había extrañado sin darme cuenta.
Sentí cómo mi corazón se llenaba de gratitud por estar ahí. Este era un refugio, un lugar al que deseaba volver.
Casi sin notar lo rápido que el tiempo transcurrió, la velada llegó a su fin y Rebeca y Alec debían marcharse. Me despedí de ellos con algo de pesar. Había empezado a formar una conexión con ambos, y me hubiera gustado que la noche se prolongara un poco más. Rebeca me abrazó con afecto antes de salir, y Alec me dio una sonrisa de complicidad.
De vuelta en mi habitación, me senté en el balcón con la ventana abierta, dejando que la brisa fresca acompañara mis pensamientos. Mi mente vagaba hacia Alec y en las pequeñas piezas de su historia que empezaban a conectarse.
Mientras observaba el cielo, las luces del atardecer se mezclaban con una fina lluvia cromática, creando un espectáculo deslumbrante que, por un momento, me hizo olvidar todas mis dudas y preocupaciones.
El sonido suave de unos nudillos en la puerta me sacó de mi ensueño. Era mi tío, que, atento como siempre, me pidió permiso para entrar. Acepté gustosamente su compañía, y ambos contemplamos en silencio la lluvia que caía.
—Te veo más feliz —comentó de pronto—. Me preocupé al verte llegar, parecías apagado y triste.
—Ahora me siento mejor, aunque sea solo momentáneo.
Mi suspiro arrastró una pequeña parte de mi alegría. Sabía que pronto tendría que volver a casa de mi madre, y con ello, dejar atrás la tranquilidad de este lugar.
Mi tío, notando el cambio en mi expresión, se inclinó hacia adelante, preocupado, buscando mis ojos.
—Tu abuelo tiene razón, este siempre será tu hogar y, si sientes que no estás a gusto con mi hermana, puedes volver cuando quieras.
Parte de mí anhelaba aceptar esa oferta sin reservas, pero otra parte, seguía convencida de que yo era un problema.
—Pero —murmuré, desviando la mirada. Mi voz se quebró un poco—. Si vuelvo traeré más complicaciones.
—Dominick —me llamó suavemente, obligándome a mirarlo—, no imagino algo que tu abuelo y yo deseemos más que tenerte de regreso. Nosotros queremos que estés aquí.
Sus palabras me llegaron más profundo de lo que esperaba. Este lugar, donde realmente me sentía en paz, a pesar de todos mis miedos, era lo que más anhelaba.
—Yo también quiero estar con ustedes —admití.
Mi tío me ofreció una sonrisa cálida que me hizo sentir seguro, como si, por fin, todo encajara en su lugar.
—Bienvenido a casa, Dom —respondió, sin dudar, como si esas palabras hubieran estado esperando ser dichas.
En ese momento, supe que estaba exactamente donde pertenecía. Y, esta vez, sin importar lo difícil que fuera, no pensaba huir.
Domi de regreso uwu
Y bueno, ya oyeron a Alec, nuestro Ash no es malo.
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