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🌼Acónitos🌼

Desperté en medio de la oscuridad. Mareado y desconcertado, la cabeza me martillaba con un dolor insoportable que parecía querer abrirme en dos. Mis sentidos aún estaban embotados, pero la sensación de peligro se colaba lentamente entre la niebla.

—Al fin despiertas, florecilla.

El pánico me invadió de inmediato al escuchar a Royce y recordar el encuentro. Tragué en seco, incapaz de respirar bien. Mi mano se aferró al suelo como si pudiera sostenerme de algo, pero no encontré mi bastón en la cercanía.

Intenté moverme, apoyándome contra la pared. Mi corazón latía con fuerza, resonando en mis oídos, y el aire se sentía pesado. Entre las sombras, distinguí apenas su silueta, sentado en una silla de madera desvencijada. Sus manos, manchadas de pintura, sostenían una pieza de arcilla rota.

—¿Dónde estamos? —mi voz salió más baja de lo que esperaba, casi un susurro.

—Mi pequeño estudio —respondió sin mirarme todavía—. Lamento el desorden, no esperaba tener tu visita tan pronto.

Traté de mantener la calma, pero mi mente iba a mil por hora. Al buscar en mis bolsillos, descubrí que mi teléfono había desaparecido. Mis ojos recorrieron el lugar, deteniéndose en una puerta al otro lado de la habitación.

El silencio era como un pozo oscuro y escalofriante.

Miré a mi alrededor; había polvo, láminas y maderas apiladas, pedazos de tela arrugados y varias figuras rotas de arcilla. El lugar olía a humedad y a algo químico que se pegaba en la garganta. Cada pequeño detalle solo empeoraba el ambiente.

—¿Sabes? —volvió a hablar—. De pequeño soñaba con ser un artista, ¿te gusta? Muchas de estas piezas las hice pensando en ti —su voz sonaba perturbadoramente calmada, lo que me hizo estremecer.

En cuanto volteó hacia mí no pude evitar notar la mascarilla que llevaba puesta, lo cual me resultó inquietante y fuera de lugar en aquel sombrío escenario.

El nudo en mi estómago se apretó.

—Quiero irme, por favor —pedí con cautela.

—Claro, ¿por qué no? —respondió con una sonrisa retorcida.

No me moví. Algo en mí me decía que no era tan fácil. Pero si mostraba mis dudas, él podría aprovecharlo.

—¿Solo así? —musité, incrédulo, incapaz de ocultar la sospecha en mi voz.

Royce rió por lo bajo, como si mi desconfianza fuera una broma entre nosotros.

—¿Qué tipo de lunático crees que soy? Claro que puedes irte solo así.

Di un paso hacia la puerta, pero mi pie resbaló en algo suelto. Me tambaleé a punto de caer, y entonces, Royce habló con una voz burlona, casi divertida.

—Tu bastón está por ahí —dijo señalando un rincón oscuro—. No querrás irte sin él, ¿o sí?

Lo miré, sintiendo cómo el pánico subía por mi garganta, pero obligué a mi cuerpo a moverse. Me dirigí con cautela hacia el rincón que me había indicado, con la presión de su mirada sobre mí. Podía sentir sus ojos siguiendo cada uno de mis movimientos, como un depredador observando a su presa.

El bastón estaba cubierto de sangre. Lo tomé con manos temblorosas, tratando de no parecer demasiado ansioso por alcanzarlo. Cuando me enderecé, Royce tenía una media sonrisa en el rostro, casi como si estuviera disfrutando del espectáculo.

Volví hacia la puerta, cojeando y sintiendo el peso del bastón apoyarse contra el suelo con cada paso. Cada fibra de mi ser me pedía que corriera, pero no podía darme el lujo de parecer desesperado.

Justo cuando mi mano se posó sobre el picaporte, una sombra se cernió sobre mí. Royce puso la mano sobre la puerta, cerca de mi cabeza, bloqueando la salida. El aire se me escapó de los pulmones, y el miedo me envolvió por completo cuando la distancia entre nosotros se redujo a un par de centímetros.

—Espera un poco —murmuró—. Todavía hay algo que deseo mostrarte

El aire se volvió más denso cuando su sonrisa se desvaneció, y su expresión se tornó inescrutable. Sin previo aviso, sentí su mano aferrarse a mi brazo. No era un agarre violento, pero su firmeza dejaba claro que no tenía opción. Intenté retirar el brazo, pero mi cuerpo parecía demasiado lento para reaccionar.

A cada paso, mi mente luchaba mientras mi cuerpo se dejaba guiar. Mi pulso martillaba contra mis sienes; la única señal de que, por dentro, todo en mí estaba rogando por correr.

Royce empujó lentamente la puerta con una mano y me dio un leve empujón para que siguiera. La habitación estaba en penumbra, pero pude distinguir una figura en el suelo, encogida contra la pared. Mi corazón se detuvo por un segundo al reconocer la silueta.

—¡Ash! —mi voz salió rota, apenas un susurro que contenía todo el terror que sentía.

Di un paso hacia Asher, pero Royce me detuvo, su mano aún aferrada a mi brazo con una fuerza que ahora sentí casi dolorosa.

—Despacio —dijo, con burla—. No querrás alarmarlo, ¿verdad?

—¡Ash! —exclamé con más fuerza, pero él no reaccionó, se mantuvo con la mirada fija en la nada, como si no me escuchara.

—Antes de que te vayas, quería darte esto —susurró— una cosa que he robado.

Royce acarició con la yema de sus dedos la mascarilla, y cuando la bajó, la tenue luz reveló una rosa roja en su mejilla derecha. Un entumecimiento se propagó por mi pecho y sentí el mundo detenerse.

Era la marca de Ash. Y si Royce la llevaba, significaba que...

Dejé de ser dueño de mis acciones. Mi brazo se movió por sí solo, como si toda la rabia contenida encontrara una única salida. Sin pensar, levanté el bastón y golpeé a Royce con todas mis fuerzas. Sentí el impacto reverberar en mis manos, y escuché el crujido de la madera al partirse. Royce se tambaleó hacia atrás, riendo con esa risa baja y burlona que parecía disfrutarse del caos.

—Maldición —refunfuñó entre risas—. No esperaba eso.

Con la mente estaba nublada por el desconcierto, me arrojé sobre él.

—¡Eres un monstruo! —grité, con la voz quebrada por la ira.

Él solo siguió riendo y se movió aturdido por la herida que no dejaba de sangrar. Sin el bastón para sostenerme, aprovechó la oportunidad y me golpeó. Perdí el equilibrio y caí al suelo.

—Y tú eres tan divertido, no sabes cuanto agradezco haberte conocido.

Mis emociones se desbordaron en un torbellino de ira y dolor. Sintiéndome más insignificante que nunca me arrastré hasta donde estaba Asher y me arrodillé a su lado.

—¿Por qué? ¡¿Por qué lo hiciste?! Ash no hizo nada malo, ¿por qué lo involucraste? —le recriminé lleno de rabia.

Pero Royce nos miró con desprecio y cinismo, sin mostrar el menor rastro de arrepentimiento.

—¿Qué esperabas que hiciera? Tienes tanto que aprender, florecilla...

Levanté la mano y la llevé a la mejilla de Ash que ahora lucía vacía sin su marca. Las lágrimas brillaban en sus ojos opacos como un cielo sin estrellas.

El silencio se transformó en una ola que me ahogaba en ira y dolor. Y entonces la realidad me golpeó y me hizo añicos: Royce había herido a Asher de una manera que no podía reparar.

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Hoy no hay palabras TnT

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