Capítulo 17
A Snape no le gustaba lidiar con el llanto de los alumnos, pero el jefe de Slytherin, así que estaba obligado a escuchar los lamentos adolescentes de sus mocosos.
Llegar a la sala común y ver a Potter llorando en la mañana, con sus amigas detrás de ella y Nott tomándola de la mano mientras con su mano libre cubría parte de su rostro sollozante. ¿Acaso se le murió su lechuza?
—¿Qué sucede aquí? — preguntó Snape mientras se acercaba al pequeño grupo.
—Profesor Snape— Nott fue quien respondió — Cordelia anoche tuvo castigo con Umbridge.
—¿La profesora Umbridge la castigó de manera física? — Snape la miró fijamente, ella negó con la cabeza agachada. — ¿Entonces qué sucedió Potter?
—El libro que me confiscó lo arrojó al fuego — contestó secándose las lágrimas con un pañuelo que Nott le entregó.
Snape hizo su esfuerzo para no torcer la mirada, todo el drama por un libro.
—Y no era cualquier libro — dijo Granger — Era Cumbres Borrascosas.
—Luego se podrá comprar otro libro, Potter — Snape miró a Potter sollozar todavía — No es el fin del mundo.
—Ese libro era de mi mamá — lo miró fijamente y Snape evitó retroceder ante la mirada de Lily — El que usted le regaló para su cumpleaños hace mucho tiempo.
El libro que le dio a Lily por su cumpleaños quince.
Lily conservó el libro después de que su amistad terminara. Umbridge quemó el libro de Lily.
Esa perra.
—No se preocupe Potter — dijo Snape — Hablaré personalmente con Umbridge sobre este asunto
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En el desayuno, René se sentó en la mesa de los Slytherin junto a Neville al ver a Cordelia con la nariz roja por el llanto.
—¿No hay forma de arreglarlo? — preguntó René.
—Lo quemó por completo — dijo ella mirando su vaso con leche — No es más que cenizas.
—¿Sí te compró otro? —le propuso Neville, René lo vio fijamente. Cordelia no quería otro libro, ese era único.
—No.
—Detesto a esa vieja amargada — dijo René — Si se niega a llamarme por mi apellido.
—¿Por qué? — preguntó Hermione
—Insiste en llamarme Pettigrew — contestó él molesto mientras pellizcaba su pedazo de pan — Le he dicho muchas veces que mi apellido es Luzardo, pero me sigue llamando Pettigrew.
—Qué mujer más horrible — dijo Pansy.
—Exacto — René les dijo molesto — Muchas veces le deje en claro que soy Luzardo. Incluso dijo de modo sutil que mi santa madre es una — él se quedó callado — no es necesario decir lo que piensa la vieja vaca de mi mamita.
Las chicas se quedaron calladas y perplejas.
—Yo que me quede así — René masticó su pan.
—Esa mujer es un peligro — comentó Hermione — Es malvada. No es buena maestra.
—Tanto rosa me quema los ojos — hizo una mueca Daphne.
—Pero cambiando de tema — dijo Cordelia — En dos días al fin habrá la fogata de Samhain cerca del lago. El profesor Snape dice que podrán ir los que quieran.
Daphne empezó a aplaudir contenta.
—¿Quién logró el permiso? — preguntó Hermione.
—El tío Sirius entregó el pedido formal formado por los miembros de la Junta de Gobernadores al director — contestó Neville.
—Bueno, somos magos — dijo René — Es nuestro derecho celebrar los ritos de la Rueda. ¿Por qué debemos dejar de hacerlo solo porque unos no son capaces de aceptar las tradiciones mágicas? Es como si a un vegetariano lo amenaces para que coma carne.
—Esa es la metáfora más rara que he escuchado en mi vida — dijo Hermione.
—Fue la primera que se me ocurrió — contestó René — Pero como decía, si no quieren aceptar las tradiciones mágicas, okey, problema de ellos, pero no deben esperar que una sociedad que tiene miles de años se adapte a ellos.
Al ser criado dentro de Ayllu, la importancia de las tradiciones y el respeto a los antepasados fue lo siempre se les inculcó a los niños nacidos dentro de estos o los nacidos de muggles que llegaban a la comunidad.
—Debe irnos a clase — dijo Hermione — Tenemos encantamientos con Hufflepuff.
—Genial — René se comió de un solo bocado lo que quedaba de pan — Las acompaño. Neville y Eowyn tienen Transformaciones con los Ravenclaw.
René acompañó a las chicas hasta el salón de encantamientos, en el camino ellas hablaron de las coronas de flores para las fogatas, él solo se quedó pensando en que pronto sería el inicio de la temporada de Quidditch y decía darle mantenimiento a su escoba.
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La noche de Samhain llegó y cerca del lago se erigió una pira para ser encendida.
Muchos maestros estaban presentes para vigilar a los chicos. Edith sacó sus cosas de oro, como los hilos para el cabello o las pulseras de oro encantando que le regalaron cuando se graduó de Castelobruxo.
—Va a hacer una noche muy fascinante — sonrió Edith a McGonagall — Me recuerda a casa.
Los chicos estaban ocupados, algunas haciendo coronas de flores mientras reían y los había preparando las ofrendas para lanzarlas al fuego.
—Deja esa cara funeral — le dijo Edith picando a Snape cerca de la costilla.
—Es mi cara de siempre — contestó Snape.
—Que amargado — Edith lo señaló, regresó su vista a los niños de Cordelia. Las niñas se sentaron junto a Cordelia mientras tejían coronas de flores.
El fuego fue encendido por McGonagall, Flitwick colocó su caja encantada que tocaba música. Los maestros observaban a los chicos danzar y lanzar ofrendas al fuego.
El ambiente se podía sentir la magia flotar como un neblina de calidez. El día en que el velo entre el mundo de los vivos se debilita con el de más allá.
La magia de familias antiguas haciéndose más presente.
Los chicos reían alrededor del fuego. Edith sonrió al ver a su hijo danzar junto a la heredera Parkinson. Colin con la señorita Ginny y Dennis riendo con sus amigos.
Algunas chicas tenían sus coronas sobre su cabellos trenzados, danzando en sintonía con lámparas de tela donde un brillo anaranjado brillaba en sincronía con la fogata.
—¿Qué sucede aquí? — Edith giró su cabeza, haciendo que sus arracadas de oro tintineaban en sus orejas. Ahí, con la cara de amargura, como un sapo enorme, estaba Umbridge.
—Una fogata de Samhain — respondió Sybill retorciendo los anillos en sus dedos.
—El ministerio no lo ha aprobado — dijo Umbridge
—Pero la junta de Gobernadores sí — respondió Snape
—Y muchos padres igual — agregó McGonagall.
—Estas son prácticas oscuras — señaló Umbridge a la fogata — Llevarán a los niños a un camino de perdición.
Edith respiró profundamente mientras envolvía sus brazos alrededor de su poncho.
—Estas son tradiciones de miles y miles de años. Los niños tienen derecho a disfrutar de ellas — dijo Edith con firmeza — Esto es parte de su herencia mágica. Así que, tome una ofrenda y lánzala al fuego, o vete al demonio, Umbridge.
La vieja amargada solo la miró con asco y se fue del lugar.
Edith sacó su mano derecha y levantó su dedo del medio mientras Umbridge regresa al castillo.
—¿Y quien tiene hambre? — preguntó Edith sacando la canasta a sus pies revelando muchas guaguas de pan.
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