Capítulo 83
La comitiva de Durmstrang se instaló en la mesa de Slytherin.
Theo observo como los alumnos de Durmstrang se colocaban estratégicamente entre las chicas y herederos.
Claro que no pasó por alto que los de Beauxbatons pareciesen aun castañear sus dientes por el frío mientas que los alumnos de Durmstrang se quitaron sus pesadas pieles.
Theo estaba contento de estar sentado junto a Cordelia, quien fue desplazada por Krum al sentarse junto a Granger. El que no estaba nada contento que la designación de asientos fue Draco que vea a Krum como si fuese el enemigo.
—Este torneo sera emocionante— dijo Cordelia.
—Y lo bueno es que seremos espectadores—comentó Theo sonriéndole. Hasta el momento, luego de ese episodio en la mordida de la maldita le ardió no había podido retomar su conversación sobre lo sucedido en la Pera.
Ahora había extranjeros en Hogwarts, y debía vigilar que nunca capte la atención de Cordelia.
Theo miró hacia la mesa de profesores. El señor Oscuro en Hogwarts fue una verdadera sorpresa, él estaba sentado a lado de profesora Luzardo, quien mantenía una conversación con el profesor Crouch.
Theo solo debía mantener a Cordelia a salvo y fuera de la vista del señor Oscuro.
La cena transcurrió en una conversación con los de Durmstrang, Cordelia le comentó que dos de los cachorritos ya no estaban con ellas. La señora Tonks se llevó a Pastelito y en una visita a Potter Estate, Corvus Lestrange se llevó a Scout.
—No puedo ser, Beauxbatons tiene a una Veela— dijo Pansy. Theo miró como Cordelia miraba hacia la mesa de Ravenclaw con el ceño fruncido.
Luego de unos minutos, dos invitados más se instalaron en la mesa alta. Ludo Bagman estaba sentado al otro lado del profesor Karkarov, en tanto que el señor Crouch ocupaba el asiento que había al lado de Madame Maxime.
—Deben estar aquí por el Torneo— comentó Daphne. — Son los que han organizado el Torneo de los tres magos. Están aquí para la inauguración del Torneo.
Una vez limpios los platos de oro, Dumbledore volvió a levantarse. Todos en el Gran Comedor parecían emocionados
—Ha llegado el momento —anunció Dumbledore, sonriendo a la multitud de rostros levantados hacia él—. El Torneo de los tres magos va a dar comienzo. Me gustaría pronunciar unas palabras para explicar algunas cosas antes de que traigan el cofre...
—¿Un cofre?— dijo Cordelia confundida. Theo sonrió cuando ella ladeó levemente su cabeza, sus ojos destellaban ese brillo adorable de siempre.
—Para aclarar en qué consiste el procedimiento que vamos a seguir. Pero antes, para aquellos que no los conocéis, permítanme presentar al señor Bartemius Crouch, director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional —hubo un asomo de aplauso cortés—, y al señor Ludo Bagman, director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.
—Los señores Bagman y Crouch han trabajado sin descanso durante los últimos meses en los preparativos del Torneo de los tres magos —continuó Dumbledore—, y estarán conmigo, con el profesor Karkarov y con Madame Maxime en el tribunal que juzgará los esfuerzos de los campeones.
A la mención de la palabra «campeones», la atención de los alumnos aumentó aún más.
Quizá Dumbledore percibió el repentino silencio, porque sonrió mientras decía:—Señor Filch, si tiene usted la bondad de traer el cofre...
Filch, que había pasado inadvertido pero permanecía atento en un apartado rincón del Gran Comedor, se acercó a Dumbledore con una gran caja de madera con joyas incrustadas. Parecía extraordinariamente vieja. De entre los alumnos se alzaron murmullos de interés y emoción.
—Los señores Crouch y Bagman han examinado ya las instrucciones paralas pruebas que los campeones tendrán que afrontar —dijo Dumbledore mientras Filch colocaba con cuidado el cofre en la mesa, ante él—, y han dispuesto todos los preparativos necesarios para ellas. Habrá tres pruebas, espaciadas en el curso escolar, que medirán a los campeones en muchos aspectos diferentes: sus habilidades mágicas, su osadía, sus dotes de deducción y, por supuesto, su capacidad para sortear el peligro.
Ante esta última palabra, en el Gran Comedor se hizo un silencio tan absoluto que nadie parecía respirar.—Como todos saben, en el Torneo compiten tres campeones —continuó Dumbledore con tranquilidad—, uno por cada colegio participante. Se puntuará a perfección con que lleven a cabo cada una de las pruebas y el campeón que después de la tercera tarea haya obtenido la puntuación más alta se alzará con la Copa de los tres magos. Los campeones serán elegidos por un juez imparcial: el cáliz de fuego.
Dumbledore sacó la varita mágica y golpeó con ella tres veces en la parte superior del cofre. La tapa se levantó lentamente con un crujido. Dumbledore introdujo una mano para sacar un gran cáliz de madera toscamente tallada. No habría llamado la atención de no ser porque estaba lleno hasta el borde de unas temblorosas llamas de color blanco azulado.
Dumbledore cerró el cofre y con cuidado colocó el cáliz sobre la tapa, para que todos los presentes pudieran verlo bien.
—Todo el que quiera proponerse para campeón tiene que escribir su nombre y el de su colegio en un trozo de pergamino con letra bien clara, y echarlo al cáliz —explicó Dumbledore—. Los aspirantes a campeones disponen de veinticuatro horas para hacerlo. Mañana, festividad de Halloween, por la noche, el cáliz nos devolverá los nombres de los tres campeones a los que haya considerado más dignos de representar a sus colegios. Esta misma noche el cáliz quedará expuesto en el vestíbulo, accesible a todos aquellos que quieran competir
»Para asegurarme de que ningún estudiante menor de edad sucumbe a la tentación —prosiguió Dumbledore—, trazaré una raya de edad alrededor del cáliz de fuego una vez que lo hayamos colocado en el vestíbulo. No podrá cruzar la línea nadie que no haya cumplido los diecisiete años.
»Por último, quiero recalcar a todos los que estén pensando en competir que hay que meditar muy bien antes de entrar en el Torneo. Cuando el cáliz de fuego haya seleccionado a un campeón, él o ella estarán obligados a continuaren el Torneo hasta el final. Al echar su nombre en el cáliz de fuego estarán firmando un contrato mágico de tipo vinculante. Una vez convertido en campeón, nadie puede arrepentirse. Así que deberán estar muy seguros antes de ofrecer vuestra candidatura. Y ahora me parece que ya es hora de ir a la cama. Buenas noches a todos.
Los murmullos no hicieron esperar, cuando Karkarov se acercó a la mesa para llevarse a sus estudiantes. Krum tomó una de las manos de Granger y besó sus nudillos como despedida.
En el camino de regreso, Theo no pudo evitar sonreír ante dos cosas: la cara de celos de Draco y como Cordelia revoleteaba alrededor de Granger como un colibrí.
Tampoco paso de desapercibida la mirada del Señor Oscuro sobre Cordelia.
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Era de madrugada cuando Edith sufrió una de sus ataques de insomnio.
Hizo lo que siempre hace, limpiar como una demente. Reorganizó sus libros, pulió sus botas, lavó cada vaso y taza que acumuló en la semana en su escritorio .
Estuvo tentada en revisar las viejas cartas que tenia de Peter y las fotografías, pero desistió de eso ultimo.
Se trenzó el cabello y se colocó uno de los jersey que se robó del cajón que Remus tenia en su casa y camino hacia la cocina.
Tal vez necesitaba algo de comida, claro eventualmente se recriminaría de comer en la madrugada sobre todo que nuevamente había entrado en su estricto horario de comida que rompió en su vacaciones, pero el insomnio la volvería loca.
"Que de reminiscencias hay en los sueños míos
Crepúsculos enteros he llorado por ti
Que aún están mis ojos del llanto humedecidos
Evocando esas horas que aún viven en mí"
Cantó Edith mientras caminaba hacia el Gran Comedor sintiendo la magia emanar del Cáliz de Fuego, hasta que sonto una perturbación en la linea limite que trazó Dumbledore.
De un movimiento rápido esgrimo su varita y sacó su navaja del bolsillo de su pantalón e ingresó al Gran Comedor.
Como la luz de una llama danzando levemente sobre el cáliz, la magia rápidamente del Cáliz se restableció.
—Hola— dijo Edith, avanzó lentamente. Como lectora de firma mágica sentía una presencia aquí, algo que nunca había percibido, una firma etérea, que no estaba sujeta a ningún mago o bruja.
Edith cerró los ojos y concentró su don.
El sonido de gotas de agua, una ventisca, una cascada, el aroma a bosque.
Estaba tan inmersa que cuando esa presencia salió del Gran Comedor le quitó un poco el aliento.
—¿Qué mierda acaba de pasar?— murmuró viendo el Cáliz por ultima vez antes de seguir su camino.
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El día de Samhain pasó con normalidad, las clases se volvieron tediosas para todo mundo que solo esperaba la hora del Banquete para poder conocer quienes eran los campeones.
—Los gemelos Weasley usaron una poción de envejecimiento y fueron lanzados por la línea— dijo Daphne mientras trabajan en la tarea de Transformaciones— En Hufflepuff fueron cuatro de ultimo año que lanzaron sus nombres, entre ellos Diggory. Ravenclaw tuvo seis quienes pusieron su nombre y Slytherin dos.
—Creo que ningún heredero se arriesgaría en poner en peligro la supervivencia de su casa en un torneo— razonó Cordelia.
—Viktor Krum puso su nombre en el Cáliz— dijo Daphne mirando a Hermione.
La hora de la cena llegó y todo mundo estaba expectante, Cordelia miraba a todos lados. La mesa alta ya estaba con los maestros ubicados, no paso por alto como la profesora Edith miraba el Cáliz fijamente.
—Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión —anunció Dumbledore—. Según me parece, falta tan sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado —indicó la puerta que había detrás de su mesa—, donde recibirá las primeras instrucciones.
De pronto, las llamas del cáliz se volvieron rojas, y empezaron a salir chispas. A continuación, brotó en el aire una lengua de fuego y arrojó un trozo carbonizado de pergamino. La sala entera ahogó un grito. Dumbledore cogió el trozo de pergamino y lo alejó tanto como le daba el brazo para poder leerlo a la luz de las llamas, que habían vuelto a adquirir un color blanco azulado.
—El campeón de Durmstrang —leyó con voz alta y clara— será Viktor Krum.
La mesa de Slytherin aplaudió a Krum que se levantaba con la frente en alto y caminar hacia Dumbledore. Se volvió a la derecha, recorrió la mesa de los profesores y desapareció por la puerta hacia la sala contigua.
Se apagaron los aplausos y los comentarios. La atención de todo el mundo volvía a recaer sobre el cáliz, cuyo fuego tardó unos pocos segundos envolverse nuevamente rojo. Las llamas arrojaron un segundo trozo de pergamino.
—La campeona de Beauxbatons —dijo Dumbledore—es ¡Fleur Delacour!
La que Daphne señaló como una Veela se puso de pie con una sonrisa resplandeciente entre los aplausos y camino hacia por la puerta donde fue Krum.
Y el cáliz de fuego volvió a tornarse rojo; saltaron chispas, la lengua de fuego se alzó, y de su punta Dumbledore retiró un nuevo pedazo de pergamino.
—El campeón de Hogwarts —anunció— es ¡Cedric Diggory!
La mesa de Hufflepuff estalló en aplausos mientras el Heredero Diggory se levantaba con una amplia sonrisa, y marchaba hacia la sala que había tras la mesa de los profesores. Naturalmente, los aplausos dedicados a Cedric se prolongaron tanto que Dumbledore tuvo que esperar un buen rato para poder volver a dirigirse a la concurrencia.
—¡Estupendo! —dijo Dumbledore en voz alta y muy contento cuando se apagaron los últimos aplausos—. Bueno, ya tenemos a nuestros tres campeones. Estoy seguro de que puedo confiar en que todos ustedes, incluyendo a los alumnos de Durmstrang y Beauxbatons, darán a sus respectivos campeones todo el apoyo que podáis. Al animarlos, todos ustedes contribuirán de forma muy significativa a...
Pero Dumbledore se calló de repente, y fue evidente para todo el mundo por qué se había interrumpido.
El fuego del cáliz había vuelto a ponerse de color rojo. Otra vez lanzaba chispas. Una larga lengua de fuego se elevó de repente en el aire y arrojó otro trozo de pergamino.
Dumbledore alargó la mano y lo cogió. Lo extendió y miró el nombre que había escrito en él. Hubo una larga pausa, durante la cual Dumbledore contempló el trozo de pergamino que tenía en las manos, mientras el resto dela sala lo observaba. Finalmente, Dumbledore se aclaró la garganta y leyó en voz alta:
—Theodore Nott.
Cordelia soltó un jadeo ahogado y miró a Theo junto a ella, un movimiento rápido le tomó de la mano.
N/a: Yo les dije que Cordelia no participaría en el Torneo. Nunca dije de otro cuarto campeón
Deben prestar atención la descripción que Edith sintió ante la perturbación en el Cáliz.
Y si, tome casi en exacto el capítulo del material original.
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