aquella noche la luna no salió, solo las gotas de lluvia presenciaban aquel acto terrible, aquel acto terrible pero necesario, y solo los truenos iluminaban las paredes llenas de sangre, mas no solo eso, también iluminaban mi cuerpo cubierto de aquel líquido vital, como también iluminaban aquel cuchillo afilado, el cual aun no me atrevía a soltar, sujetandole tanta fuerza que lastimaba mi mano.

- ya no me lastimaras nunca mas, ya no me lastimaras nunca más.

repetía una y otra vez, ante el cuerpo agonizante del aquel hombre frente mio.

pero aun así el miedo no lograba desaparecer, sabía que todo era un truco, un vulgar truco y que él pronto se levantaría, y me lastimaria de nuevo.

así que con mi cuerpo adolorido y maltratado,por tantos años a su lado, le tomé de la mano, arrastrándolo como pude por el corredor, hasta llevarle a la cocina.

- perdona, perdome.

decía con dificultad estirando su mano tratando de alcanzarme.

y yo.. yo solo le sonrió con alegría , la misma alegría que el me robo hace mucho y que hoy al verle tirado, desangrándose por mi culpa, ha regresado a mi.

- ¡te perdonare en el infierno.!

el cierra sus ojos con fuerza, ante mi respuesta incrementando más mi enojo.

- no cierres los ojos, tendrás que ver lo que haré contigo hasta el final.

le gritó acercándose mas él, pero el aun tiene sus ojos cerrados.

- que no los cierres mierda, abrelos maldito.

le ordena y el me ignora, sin más y por mas asco que me de, tomo sus cara, cortando sus párpados de golpe viendo la sangre escurrir por sus mejillas como si de lágrimas se tratara y el grita, de dolor.

- ahora lloras, como yo lo hice.

le digo sonriente alejandome de el soltando por fin el cuchillo, tomando con ambas manos otro en su reemplazo, uno grande y por mucho más afilado, como aquellos que solo usan en las carnicerías

le miró una última vez demostrando todo el odio que le tengo.

y es su maldita mirada y mi odio lo que hace que por fin lo haga, que por fin usando todas mis fuerza le golpeó con este, cortando de golpe un trozo de su pierna.

y ahora aquel hombre agonizante, grita con mayor fervor, desesperación y dolor, suplicando piedad.

- hazlo más fuerte, grita, grita aún más fuerte, implora por la misma piedad que yo implore.

nuevamente otro golpe, cortando ahora un trozo de su mano, la cual inútilmente alzó por inercia intentando protegerse, llenándome aún más de sangre.

después de eso no conté cuantas veces más le golpee con el cuchillo, ni en cuantos pedazos había terminado su cuerpo, solo podía enfocarme, en sus gritos de dolor y en su mirada que perdía brillo en cada segundo.

finalmente pasó, su cuerpo dejó de moverse, y de su boca las súplicas dejaron de sonar, por fin había muerto.

y yo admiro su cuerpo, comenzando a retroceder, dejando caer mi cuerpo al tocar la pared, abrazando mis pierna y cerrando mis ojos, repitiendome una y otra vez que no volverá a lastimarme.

es cuando siento que aquellas paredes se vuelven acolchadas, y escucho la puerta abrirse, dejando entrar a hombres con trajes blancos, quienes me miran preocupados.

- pequeño, es hora de tu medicina.