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Un mundo nuevo

7:00 am, 17 de Junio de 2023. Royal Woods, Michigan. Casa Loud.

No sabía si soltar una sonora carcajada o sonreír con dulzura ante tal escena, las conocía perfectamente, tenían la costumbre de ser lo suficientemente cariñosas como para provocar cierto fastidio, aunque con el mundo al filo de la extinción, no culpaba su actitud. Mas, no entendía cómo habían podido quedarse dormidas en el porche, esa calurosa noche, sin importar lo incomodo que era. El chico no se preguntaría más, quería dejarlas tal y como estaban para que despertaran con el natural barullo de la casa, pero el noticiero estaba por comenzar y era mejor que todos se enteraran cuanto antes.

—Tienen suerte de que mi sentido del humor no sea tan cruel como para tirarles un balde de agua encima, tortolitas —dijo el chico con voz potente mientras sacudía a las mujeres—. Es mejor que despierten antes de que algún vecino los vea...

—¿Lincoln? —gruñó Luna con tedio, parecía salida del quinto sueño, aunque al moverse resintió las consecuencias de dormir en el porche—. Carajo...

—Sí, soy Lincoln y no el presidente. Ahora entren, que necesitarán un quiropráctico las dos.

El joven albino rodeo a las adormiladas mujeres e ingresó a la casa, sabía que la puerta estaba abierta y esa costumbre había prevalecido desde hacia casi 3 años, pero al momento de cruzar el portal y mirar el desierto recibidor, un escalofrío sacudió su cuerpo. "Cualquiera puede entrar sin problemas" se dijo mentalmente. Hubo un tiempo en el que entrar a la casa Loud era una sentencia de muerte, pero ahora eran tan vulnerables como antaño. Con una mueca espero a que las dos mujeres entraran y cerró la puerta tras de sí. "Simon tiene llave."

No escuchó los reproches de las mujeres, eran las típicas quejas de personas recién despiertas, por lo que era casi obvio lo que dirían. Lincoln estaba centrado pensando en otras cosas, cosas más importantes como el destino de los héroes en la batalla. Si seguían ahí, lo más probable es que los Vengadores hubieran triunfado, pero el costo era la verdadera cuestión. Como imaginaba y casi como un flashback de hace 5 años, todos los canales de televisión se habían enlazado en una sola transmisión, en el fondo se veían los restos del Triskelion. Había una conferencia de prensa, parecía que las consecuencias de esta batalla habían sido menos catastróficas que el primer ataque de Thanos.

Los Héroes Más Poderosos del Planeta estaban sobre un podio improvisado, no eran los mismos que estuvieron hace 5 años, esa vez eran el Cap, Thor, Reed Richards y el Dr. Bruce Banner. Frente al micrófono, con el uniforme sucio y el rostro agotado, el Capitán Steve Rogers miraba a cámara. Tras él, una gran cantidad de héroes se encontraban en condiciones similares, muchos eran conocidos y otros pocos más un total misterio, pero la ausencia notoria era la de Anthony Stark. Rogers, con esa voz que podía representar a América, habló sobre los sucesos acontecidos las últimas horas.

Con una sombría alegría, el Cap narró el absurdo pero efectivo plan del nuevo Antman y como habían logrado su cometido al traer las gemas del pasado. Contó los infortunios que vivieron en el pasado, sumado a la perdida de Black Widow y Wonder Man en el proceso. "Dieron sus vidas por nosotros, para que las gemas llegaran a este tiempo. Murieron como los héroes que fueron" dijo el Cap con notoria tristeza. Siguió contando las complicaciones que tuvieron para crear un nuevo Guantelete y la redención de Thanos.

—Es increíble que confiaran en él —murmuró Lincoln con molestia. Aquel titán había segado la vida de una gran cantidad de criaturas en el universo, trajo caos y miedo al universo entero, y aun así le permitieron usar el Guantelete una vez más. Aunque las palabras del Cap fueran emotivas, y las justificaciones contundentes, el joven seguía reacio a perdonar los errores de Thanos por su última acción. Un tercer chasquido de tal magnitud acabó con su vida, pero trajo de vuelta a las personas que asesinó aquel oscuro día de abril.

Captain America continuó con su declaración, narrando la llegada de un joven y ambicioso Thanos, que cegado por la ira, acometió en contra de los héroes con tal de lograr lo que su versión avejentada no logró, corregir los "errores" de los mortales. Sin entender lo que su contraparte del futuro entendió, se proponía a borrar toda la vida en el universo y recrearlo a su imagen y semejanza. Sin embargo, gracias al tercer chasquido héroes como el misterioso Dr. Strange  logró reunir a todas las maravillas que fueron posibles en la tierra, y el reducido grupo de superhéroes recibió un gran refuerzo que significó la diferencia contra las huestes de Thanos.

—Cada uno de ellos —decía el Cap mientras su mirada se paseaba entre los héroes que estaban a sus espaldas— dejó cualquier diferencia que pudieran tener. Magia o tecnología, humanos o mutantes, espías o soldados, anoche no hubo distinción. Anoche todos fuimos Vengadores.

La declaración del Cap concluyó mencionando a los caídos durante la batalla (Goliath, Nova, Baron Zemo, U. S. Agent, Mockingbird, Fandral, Swordsman, Psylocke, Havok, Elektra, etc.), pero sería el último nombre que resonaría en los oídos del mundo entero. En una medida desesperada ante la incapacidad de Captain Marvel y Thor de detener a Thanos, Tony Stark arrebató las gemas del infinito al titán loco, y a costa de su vida, borró de este tiempo a todo ser externo a él. No solo regresando a Thanos y su ejercito de vuelta a su tiempo, sino héroes de otras épocas que habían quedado varados en el presente como Cable y el misterioso Spiderman del futuro.

—Tony no solo fue Ironman, sino que era un científico excepcional, un amado esposo, un buen padre y mi mejor amigo... —La voz del Cap se quebró por un momento, se agachó y sollozó por un par de segundos. Con lagrimas en los ojos, Steve Rogers concluyó su declaración—. Él peleó por su hija, por sus amigos y por su mundo. No dejemos que su sacrificio sea en vano y echemos atrás todo lo que se logró en estos 5 años. ¡Unidos venceremos!

Ante los ojos del mundo entero, Captain America entregó su escudo a un desconocido hombre de cabellera larga y brazo metálico. La conferencia de prensa concluyó con Thor, con la barba más abundante y los años encima (aunque sin perder la figura atlética), entregando el Guantelete a un extraño hombre de piel dorada y ropa estrafalaria, que se hacía llamar Adam Warlock. Prometió, hablando en todos los idiomas que existían en el planeta Tierra, que él sería el guardián indicado para proteger los objetos más poderosos del universo. La transmisión se cortó en el momento en que ese hombre desapareció a lado de una especie de trol.

Lincoln apartó su mirada del televisor, el presentador de las mañanas hablaba de lo declarado minutos atrás, una sonrisa de satisfacción cruzaba por sus labios y su mirada reflejaba alegría desbordante. "Bien podría hablar de una masacre de Carnage y su sonrisa no se borraría" reflexionó el Loud con recelo. Al estar absorto en las palabras del Cap, el chico no notó que la sala se había llenado rápidamente de los miembros de la familia. Al inició, se desconcertó al verlos, olvidando por un momento su regreso, pero después solo sonrió con cansancio. "Muchos han muerto y seguirán muriendo, los héroes no dan abasto."

—Ironman murió... —Sería Lana la primera en romper el silencio. Varias miradas se posaron en ella, Lincoln prefirió, casi por instinto, mirar a Lily que estaba a su lado.

—Los héroes mueren —dijo con voz sombría el albino. En los ojos de Lily percibió la tristeza, el hombre de hierro era su ídolo—. Solo así se les puede llamar héroes.

—¿Eso fue una victoria? No lo parece... —dijo LJ con amargura.

—Estamos vivos, con eso nos podemos dar por servidos —concluyó el padre de familia. Realmente el ambiente era desolador.

Las noticias no eran esencialmente malas, de hecho eran grandes noticias. Los superhéroes habían triunfado, no solo revirtieron el daño que hizo Thanos 5 años atrás, sino que mejoraron el mundo en el proceso y detuvieron al titán loco antes de que borrara la existencia misma. Pero no se sentía como una victoria, ésta era amarga. No solo uno de los héroes más importantes del mundo había muerto, sino que muchos otros lo acompañaron a la tumba. ¿Qué más males traerá el regreso de la mitad de la población? ¿Cuántos conflictos no habrá ahora que es statu quo se ha modificado, nuevamente? El solo pensarlo le arrebató los ánimos, y posiblemente eso pasó con todos los adultos en la habitación.

—Lo mejor sería desayunar —sugirió Rita con una pequeña sonrisa en los labios—. Deberíamos llamar a los Sharp para que nos acompañen... Espero que la mesa siga siendo igual de grande.

—No te preocupes, mamá. La mesa es la misma de antes —aseguró Luna.

—Bien, manos a la obra —dijo Lynn padre con una actitud más positiva y entusiasta. El hombre subió las mangas de su suéter, en señal de que empezaría a preparar uno de sus famosos desayunos monumentales. El hombre emprendió camino a la cocina, tarareando una vieja canción, cuando su hijo lo detuvo.

—Papá —dijo el chico con simpatía, aunque las palabras le seguían sonando extrañas en su boca. "Hace años que no llamo a nadie de esa manera" pensó—. Estaba pensando en... Bueno, quisiera que probaran mi comida. Necesito el visto bueno del experto —sonrió con éstas últimas palabras. La reacción de Lynn padre fue la esperada, sus ojos se iluminaron con lágrimas de orgullo y aceptó la propuesta de su hijo con un abrazo.

Cocinar le relajaba. Lincoln, en 5 años, aprendió que los pequeños placeres de la vida hay que disfrutarlos al máximo. Y el estar frente a la estufa, con los utensilios más extraños y elaborados, haciendo que un montón de comida diversa se transforme en un hermoso platillo, era muy relajante. Incluso cuando decenas de pedidos llegan a la cocina, el preparar todo evitaba que pensara demasiado. "Es un lujo apagar tu mente unos minutos al día" se decía cada noche antes de hacer la cena.

Hoy no fue muy diferente. Hizo el típico desayuno americano, algo tradicional y muy exquisito. Huevos, tocino, jugo, pan y leche. Un manjar de los dioses. La complejidad venía en los huevos, mientras el pan se podía hornear y el jugo y la leche ya estaban en el refrigerador, hacer cada variedad de blanquillos era todo un arte. Cada hermana tenía su preferido, sus padres no se quedaban atrás en gustos diversos y con los años aprendió el favorito de Simon y Sam (sus padres se conformaron con huevo estrellado). Así que, si esa mañana pasabas por fuera de la casa Loud, podías ver a un joven hombre de cabellos blancos preparar más de 15 variedades de huevo en tiempo récord (además de calentar lo último de la Lynnsagna para su padre y el Sr. Quejon).

Bon apettit —dijo con orgullo el chico al presentar cada uno de los platos. Algunos comieron con voracidad, otros con calma y deleite. Lincoln comió su huevo y tocino con poco apetito, sin mucha voluntad. "Los cocineros comemos tanto y a la vez tan poco" se dijo recordando las palabras de su padre.

—Lincoln, la comida es buenísima —exclamó Lana con la boca llena.

—Cariño, no hables mientras comas —reprochó Rita con dulzura.

—Lana tiene razón, el desayuno de Lincoln tiene algo diferente al de papá que me gusta más —dijo Lola, aunque su intención no era herir a Lynn, sino elogiar a su hermano. Al albino no le gustó ese comentario.

—De tal palo, tal astilla —dijo Luan con buen humor—. Y creí que era la única que sabía cocinar como papá.

—Bueno, aún eres la única en la familia que entiende mis chistes —guiñó el ojo Lynn padre. La secuencia de chistes malos de padre e hija arruinó un poco el momento, pero no dejaba de ser una mañana agradable.

—Lincoln —le habló su padre en el momento en que la gran mayoría había terminado de desayunar. Aunque todos tenían una conversación propia, se giraron hacia Lynn padre—. No sabes lo orgulloso que me siento ahora de ti... Es la mejor Lynnsagna y huevo revuelto que he comido desde que conocí a tu madre. Haz aprendido bien.

No eran las palabras más profundas de la historia, y es que Lynn Loud padre no se caracterizaba por su elocuencia. Era un hombre sensible, decía lo que sentía, y si no podía, lo expresaba con emociones. Y el abrazo que le dio a Lincoln esa mañana, cuando estaban lavando los platos, lo dijo todo.

8:30 am, 17 de Junio de 2023. Las Afueras de Heartville, Michigan. Carretera 214 a Royal Woods.

La mañana era más fresca de lo que hubiera pensado. En los descuidados pastizales a la orilla de la carretera, con el pálido sol matutino, se podía apreciar el rocío de la mañana. El paisaje era bello, los letreros típicos de las carreteras se perdían con la misma velocidad con la que aparecían en el horizonte, el viento era una suave brisa que entraba por la ventanilla del copiloto y el murmullo de la estación local de Heartville reproducía una vieja melodía de la Nueva York de los 40. "Tierra de gánsters y vicios. La Gran Manzana es la ciudad del amor, nena..." decía Bob Stuart con su voz potente, pero dulce al oído.

No apartaba mucho su mirada de la carretera, pero debía admitir lo aburrido que era mirar siempre las líneas que dividían los carriles, el asfalto y una que otra basura ocasional. Las carreteras libres eran extensas y en el norte del país eran abundantes, era como si Dédalo las hubiera diseñado. Cada vez que viajaba por carretera le gustaba recordar una vieja historia de S. King, la de una mujer obsesionada con encontrar la vía más rápida en el laberinto de carreteras en Nueva Inglaterra. Bobby quería llegar pronto a su destino, pero no planeaba usar la autopista ni arriesgarse a perderse en la carretera. Tomó la confiable, pero larga, 214 al noreste de Michigan.

En el asiento del copiloto, con el codo apoyado sobre la ventanilla abierta y la mejilla descansando sobre su mano, se encontraba Lori. Su mirada reflejaba cansancio, había cierto recelo y molestia en ella, pero también podía percibir preocupación. "¿Por su familia? ¿Por mí y mi extraño comportamiento?" pensó el hombre con incomodidad. Su cabellera rubia estaba algo desarreglada, su melena característica no perdía la forma, pero se notaban varios mechones fuera de lugar. Hacia una hora que ella se había quitado la vieja sudadera que la abuela Rosa guardó de 5 años atrás, por lo que sus hombros y parte de su pecho estaban al descubierto. Sus delgadas piernas carecían de protección, ya que usaba esos pantaloncillos marrones que tanto amaba. Aunque no la veía directamente, a su mente vino el recuerdo de sus formas: su delgado cuello, la forma de sus senos que se adivinaban por la blusa, su cintura delineada con sutileza antes sus caderas no muy anchas, los rubios vellos erizados de sus muslos, su mejilla deformada por la forma en que sostenía el peso de su cabeza sobre su muñeca...

Le costaba aceptar que podía recordar todo eso y más de la chica que estaba a su lado, pero la conocía tan bien que aún podía rememorar la forma de su abdomen, contar los lunares que tenía en la espalda, adivinar la firmeza de sus pechos e incluso recordar su intimidad. No lo hizo, reprimió recordar esas imágenes, mató el pensamiento antes de que acudiera de su subconsciente a la consciencia, esas imágenes a las que tanto recurrió años atrás en medio de sueños y fantasías. Mas, el aroma de Lori, esa leve fragancia que solía usar junto con su propio olor natural, le traía tanto a la memoria a Bobby que no podía reprimirse del todo. Los besos, las caricias, los bailes, las charlas, los susurros, los gemidos, el llanto, los gritos, las sonrisas... Todo volvía a su memoria en fragmentos, como si de un collage romántico y cruel se tratara.

—Bobby, ¿crees que podamos detenernos en la siguiente estación de servicio? —La voz venía de los asientos traseros. Ésta, aunque proviniera de una muchacha de 18, sonaba infantil y juguetona, recordándole los días de antaño cuando él solía hacer esa misma petición a su padre—. Como que tengo algo de hambre.

—Pienso lo mismo que Leni —secundó Lori con voz malhumorada—, literalmente no nos dejaste desayunar.

—Disculpen, chicas, pero quería evitar el trafico matutino —respondió con voz ronca. Era una excusa barata, lo que quería era deshacerse de ellas lo más pronto posible.

La presencia de Lori lo perturbaba, cada movimiento, cada palabra eran un doloroso golpe a su memoria. Un viaje sin regreso en el expreso de la nostalgia, cargado de melancolía y con un toque de culpabilidad para aderezar. Kitty, amaba Kitty, pero donde hubo fuego, cenizas quedan y Lori fue... Es su primer gran amor. Bobby pisó el acelerador, sin importar que estaba por aumentar el limite de velocidad, él también necesitaba llegar pronto a la estación de servicio. "Gracias, Sid. Por ti no me emborrache como un maldito, pero ahora necesito una aspirina" pensó mientras apretaba los dientes, la voz del locutor no era muy agradable para su punzante cabeza, por lo que agradeció el murmullo de la siguiente canción. "No me quiero imaginar cuando pasen el rock 'n' roll de las 8" murmuró mientras miraba por el retrovisor.

En todo el camino hasta llegar a la estación de servicio dio miradas furtivas a Leni. La muchacha era tal y como la recordaba, en la flor de la juventud y la belleza, tal vez fuera la chica más hermosa que haya visto, siendo objetivos. Su cabellera rubia pálida caía, larga, hasta su cadera, perfectamente peinada y cuidada en el más absoluto detalle. Su rostro era delicado, dulce y fino, la nariz era pequeña y puntiaguda, mientras sus mejillas no eran tan abultadas como las de su hermana. Ojos verdes como dos esmeraldas, que resaltaban gracias al vestido verde aqua que usaba, perfecto hasta el detalle más pequeño. Aún tenía la chaqueta azul que Sid le prestó, que curiosamente le combinaba bien. Leni, la hermana más cercana a Lori y tal vez la que fue una de sus mejores amigas en sus años de preparatoria. En su mirada alegre y distraída, percibió algo diferente, un toque de perspicacia inusual en ella.

—Llegamos —anunció con obviedad la mujer más joven. 

Bobby no tardó en aparcar frente a una bomba de gasolina y entrar a la tienda junto con las hermanas. Aunque la noche anterior el mundo había experimentado uno de los más grandes cambios en su historia, a pesar de que los superhéroes habían librado la batalla más importante de su historia (de la que, para el alivio de Bobby y toda la humanidad, habían salido victoriosos), a pesar de todo eso la tienda parecía que no había resentido nada. El empleado, exhausto por el turno nocturno, parecía quejarse por lo bajo en la tardanza de su remplazo; el televisor de la tienda estaba apagado y la radio parecía reproducir la playlist del muchacho (rap y un poco de pop latino). Cuando Bobby, que estaba comprando un par de aspirinas ante la imposibilidad de comprar un medicamento más fuerte, le cuestionó si sabía las nuevas, el muchacho de aspecto desalineado solo respondió con un gruñido negativo.

—Hubo otro blip —anunció el hombre latino usando la terminología oficial, una terminología ridícula a su gusto.

—¿Ahora qué carajos pasó? ¿Acaso solo quedamos 200 putas personas sobre la tierra? —cuestionó hastiado el empleado.

—La mitad que desapareció hace 5 años volvió anoche.

—¡No jodas! ¿Es en serio...? —Su actitud cambió repentinamente, sus ojos pequeños se iluminaron y una mueca de sorpresa pura se dibujó en su rostro.

—No bromearía con eso, amigo. Las chicas que vienen conmigo fueron blipeadas hace 5 años...

—Disculpa, ¿dónde puedo encontrar los sanitarios...? —Lori había aparecido tras de él, su voz seguía teniendo esa molestia de minutos atrás.

—No sirven, pero use el de los empleados, señorita —respondió el muchacho con una enorme sonrisa en los labios. Lanzó una vieja llave a Lori, quien la atrapó sin inmutarse mucho y desapareció de escena con una ceja alzada antes esa inusual muestra de amabilidad. Bobby se limitó a ver al muchacho—. ¡Oh por Dios! No me lo creo, como no he tenido comunicación con el mundo las últimas horas, me sorprende... ¡Oh por Dios! Debo llamar a mamá. Toma lo que gustes, te lo regalo... ¡Gracias, viejo!

El chico salió de la tienda en ese momento, luego de darle un incomodo beso en la mejilla a Roberto, quien con una mueca de fastidio dejó el cambio exacto de sus aspirinas, los hot-dogs de las chicas y la gasolina junto a la caja registradora. Cuando planeaba salir de la tienda en busca de un poco de luz solar, sintió que unos pequeños dedos tocaban su hombro. Sobresaltado, se giró con rapidez y algo de hostilidad... Solo era Leni, con una soda de dieta en la mano.

—¡Wow, Bobby! Qué reflejos —comentó la rubia con una sonrisa risueña en los labios—. Solo quería pagar mi soda, pero casi me das como que un golpe de karate.

—Lo siento, Leni, me tomaste desprevenido y... Olvídalo, yo invito.

—Son tres dólares, los puedo pagar sin problemas... Aunque creo recordar que esta soda costaba 3.99 ayer.

—Eso fue hace 5 años, Leni. Algunos productos bajaron de precio y... Bueno, es complicado de explicar el por qué. —No estaba de humor para hacer gala de sus conocimientos económicos con la distraída Leni.

—Sé cómo funciona la economía, tontito, recuerda que tomé unas clases de Lori por accidente —La muchacha golpeó con delicadeza el hombro de Roberto, éste le abrió paso y vio como dejó el cambio exacto y garabateó unas cuantas cosas en una servilleta—. El chico debe saber qué compramos exactamente para que lo registre ¿no?

—Tienes razón —admitió el hombre con una sonrisa penosa, debía admitir que no se le había ocurrido eso. Miró como la chica terminaba la lista de los artículos que adquirieron y la dejaba junto a la caja registradora. Ella lo miró y le regalo otra de sus sonrisas amistosas.

Leni había sido la muchacha más bella del bachillerato. La gran mayoría de los chicos, y algunas chicas, babeaban por ella, y los demás no podían ni siquiera envidiarla o tenerle rencor, era tan dulce y amable que no tenía enemigo alguno. Junto con su hermana, tenía un grupo numeroso de amigas de todo tipo, ninguna tan cercana como los que serían sus amigos del trabajo y la propia Lori. Cuando Roberto las conoció, fue en segundo año, la novata Leni había llamado la atención de todos y sus amigos no paraban de hablar de ella y de como siempre iba bajo el ala protectora de su hermana.

—Créeme, viejo, si no fuera porque siempre está con Lori Loud, ya la hubiera invitado a salir. Su hermana me da algo de miedo, viejo —le decía Carter, uno de sus amigos.

Roberto sabía tanto de los Loud como cualquier residente de Royal Woods, familia numerosa como ninguna y bastante conflictiva. De Lori Loud escuchó muchos rumores durante el primer año, no compartió clase con ella, por lo que solo sabía su reputación de chica mandona y celosa, además de bastante ingeniosa y parlanchina. Así que solo se interesó en conocer a las Loud por ver a Leni, pero cuando fue al comedor esa mañana y las buscó entre las mesas, quedó enamorado de alguien más...

—Tierra llamando a Bobby. Tierra llamando a Bobby, ¿me escuchas, Bobby? —Dejó su ensueño atrás al oír la melodiosa voz de la segunda Loud. Su mirada era divertida y parecía que encontraba graciosa su cara de confusión, ya que rio por lo bajo. "Eres bella, pero tu hermana me robó el corazón..."

—Perdón, me perdí en mis recuerdos.

—Yo me pierdo mucho. Pienso, pienso y pienso, en tanto que me confundo y termino perdiéndome. Por eso siempre me distraigo, no es porque sea tonta, sino porque pienso demasiado y ya no sé como regresar a la normalidad. —Su voz sonaba diferente, más seria y reflexiva—. ¿Escuchaste lo que dije hace unos segundos?

—No...

—¡Rayos! Me costó trabajo encontrar las palabras... ¿No es curioso cómo las palabras se pierden en tu mente y te toca buscarlas por mucho tiempo? A mí se me complica, casi siempre no las encuentro y termino diciendo lo primero que me topo... Pero ya estoy divagando de nuevo, curiosa palabra divagar ¿eh? Como decía, creo que deberías hablar con Lori.

—¿A qué te refieres, Leni? —dijo con nerviosismo el hombre. La mirada de la chica se volvió más intensa en el momento en que lo encaró.

—Lo veo, Bobby. Sabes perfectamente que las personas son mi especialidad, puedo leerlas como si fueran un libro. Percibo cuando mienten u ocultan algo, y lo sabes. Tus ojos dicen mucho, tu actitud hacia Lori y la aparente molestia que somos para ti...

—Eso no es cierto, Leni, yo...

—Mentir como que no sirve conmigo, ¡es obvio! Así que no lo intentes, Bobby, que lo sabré al instante... O unos minutos más tarde, dependiendo de que tan bueno eres para mentir.

Roberto se veía atrapado entre la espada y la pared. No contaba con la percepción de Leni, alguien muy sensible y capaz de entender a sus allegados como ninguna otra persona, incluso si no se habían visto en años. ¿Qué podía hacer? ¿Qué era lo que exactamente sabía que él ocultaba? Kitty, qué si no es eso. Sonrió nervioso e intentó alejarse con sutileza, pero las palabras siguientes de la hermana de su ex lo dejaron frío, desarmado y sin oportunidad de huir.

—Hay alguien más ¿cierto? Pensarás que soy tonta y no entiendo lo que ha pasado. Admito que me costó entenderlo anoche, pero no dormí recordando tus palabras y sé que realmente pasaron 5 años desde ayer... No sé cómo, pero se nota en ti, en la amiga de Ronnie Anne, en tus primos, en tu madre y en la abuelita Rosa. Así que, tú estuviste solo por 5 años y en ese tiempo uno puede conocer a mucha gente ¿o me equivoco? —Bobby negó con lentitud—. Entonces, ¿hay alguien más?

Apretó los dientes, el dolor de cabeza se intensificó por lo que se llevó las aspirinas a la boca y las masticó, costumbre que adquirió desde que las resacas se volvieron cotidianas en su vida. Leni lo miraba, expectante, sin mostrar muchas emociones más que la seriedad absoluta. ¿Cómo podía decirle a la hermana de su ex que estaba por casarse? ¿Cuáles eran las palabras que se deberían usar en ese tipo de situaciones? Por más que lo pensaba, no creía que nadie en el mundo experimente algo igual, tal vez similitudes como un segundo matrimonio después del blip o una pareja de diferente sexo. No existía la forma correcta de abordar el tema y las palabras adecuadas eran inexistentes. Leni lo presionó más, pero no de la forma que él esperaba.

—Aunque quiera saber, como que no es de mi incumbencia, pero sí de mi hermana. Habla con ella, explícale la situación.

—¿Cómo? No quiero herirla —sonaba suplicante, desesperado.

—Yo tampoco quiero que la hieras, el verla llorar me rompe el corazón. —Tristeza era lo único que reflejaba su mirada, su voz dejó de ser altiva y pasó a una más sosegada y melancólica—. Pero es mejor que la lastimes ahora a que le mientas e ilusiones en vano. Ella cree que aún eres su novio y como que ya no lo eres, Bobby. Dile hoy, ahora o más tarde, pero hoy.

—Lo haré —prometió mientras veía salir a la muchacha de la tienda. Lori se unió a Bobby en el mostrador y con una sonrisa le pidió seguir con su camino. A ella también la vio salir, le había sonreído, como si unos minutos en el baño y un hot-dog le quitaran cualquier rastro de malhumor. "¿O acaso fue porque le devolví la sonrisa? Si se le puede llamar sonrisa a la mueca que hice" pensó con amargura mientras ocultaba sus manos en su abrigo. Lori no usaba, parecía no sentir el frío matutino, pero él se estaba congelado por dentro. El miedo a la reacción de Lori lo dejó frío, sería una mañana muy complicada.

Encendió el viejo Sedan y, mientras veía al empleado de la estación de servicio hablar animadamente por teléfono, regresó a la carretera. Aún faltaban un par de horas para llegar a Royal Woods.

9:30 am, 17 de Junio de 2023. Royal Woods, Michigan. Plaza Central "Henry McCoy".

Disimuladamente encendió un cigarrillo. Ahora tenía más retractores del tabaco en casa y a su lado, por lo que escabullirse entre la multitud so pretexto de hablar con alguien, fue suficiente para alejarse y fumar un poco. El día se tornaba más caluroso conforme la mañana avanzaba, aunque la brisa veraniega era agradable en aquél lugar, gracias al Lago Michigan. El humo ascendía como un hilo zigzagueante, creando formas peculiares conforme movía el cigarrillo, recordándole las curiosas formas que Lola hacía con su listón.

Exhalando el humo vio a su familia a la distancia, tan ruidosa como siempre. Unos se veían maravillados por el aspecto de la Plaza Central, recordaba a las plazas holandesas con una fuente, jardines de tulipanes y la estatua de Henry McCoy. Mientras que aquellos acostumbrados al panorama se limitaban a mirar a sus familias blipeadas, que reaccionaban a los cambios del pueblo. La Plaza Central fue el escenario perfecto para reencuentros emotivos, sorpresas y una que otra escena incomoda. "Envejecimos y ellos no" pensó con una ligera mueca. Tanto había cambiado.

—¡¿Luna?! —El llamado vino de atrás, muy cercano. La voz removía recuerdos en su mente, recuerdos difusos y casi olvidados. Una sensación de calidez, similar a la que sintió en el momento en que su madre la abrazó, la embargo en el momento de sentir una presencia detrás de ella. Unos brazos delgados, cortos y fuertes la rodearon, sintió como un rostro se encajaba en su espalda y una risa alegre—. ¿Realmente eres tú, Luna?

Se giró, a unos centímetros de ella una muchacha de aproximadamente 14 años apareció frente a ella. "Me recuerda tanto a mí" pensó al ver su vestimenta atrevida, la blusa carmín dejaba al descubierto su ombligo perforado, sus mallas púrpuras estaban rotas en varias partes de forma intencional y el chaleco de cuero negro parecía un par de tallas más pequeño de lo usual. La reconocía, muy en el fondo había guardado su imagen en su memoria, pero sería el cabello lo que la distinguiría en la penumbra de su mente. Rojo, azul, negro, amarillo y rosado. Ese era el orden en que las puntas de su cresta estaban teñidas, dejando el resto de su cabello pegado al cuero cabelludo, corto, de color castaño. La sonrisa de labios negros de Tabby alegró su corazón.

—¡Vaya qué sí has cambiado mucho! —dijo la chica de cresta con emoción genuina y curiosidad. La miraba con detenimiento, como si intentará escarbar en la mujer de ahora, a la que alguna vez fue su mentora en el mundo de la música, su "heroína" personal. Luna sonrió melancólica, ella ya no era más la Rockstar de su juventud, solo era una simple mujer de oficina.

—Me alegro mucho de verte, Tabby —dijo en voz baja, acercándose poco a poco a la chica. La rodeo con sus brazos y la atrajo hacia ella, era un abrazo tan cálido como el de una hermana mayor. "Esto la debe desconcertar, pero es la única forma que tengo de probarme que es real" pensó mientras sentía la duda de la muchacha. Finalmente, le correspondió el abrazo.

—Yo no sé qué decir... Digo, no puedo sentir lo mismo, para mí ha pasado una semana desde que nos vimos en la cafetería de Roy y...

—Tranquila, lo sé. Solo necesito sentir que estás aquí.

—Ok...

Luna se sentía algo avergonzada, parecía más su hermana que su amiga. ¿Qué no siempre había sido así? Recordaba lo protectora que era con la pequeña Tabby desde el momento en que la conoció, una niña curiosa con gran pasión por la música pero mucho pánico escénico. Ella fue su mentora, siempre aconsejando y evitando que los demás se metieran con ella. "Evité que se burlaran, que probara el alcohol y las drogas. Soy como su jodida hermana" pensó feliz, mas eso duró poco al recordar lo que tenía entre los dedos.

—Lo siento, no debería fumar esto. —Se separó de la niña para arrojar el cigarrillo al suelo.

—Descuida, Luna. Si esa mierda me va a matar va a ser por culpa de mi padre y no tuya... Aunque creo que dejó el cigarro —comentó quitada de la pena mientras se acomodaba el chaleco—. En serio no me puedo creer que tanto ha cambiado todo. Imagínate estar escuchando una buena rola de los jodidos Sex Pistols y que de un momento a otro estás en el suelo, con un mocoso de 4 años llorando a un lado.

—Supongo que no fue muy agradable, chica —comentó más relajada, sin reprochar las malas palabras como debería hacer cualquier adulto. "¡Al diablo! Es mi amiga".

—¡Fue un maldito susto! —exclamó moviendo con violencia las manos en ademanes—. Mis padres no perdieron el tiempo, desaparezco por 5 años y ahora tengo dos hermanos más... ¡Ja! Chunk también se sorprendió en el momento en que me vio de nuevo, el tipo cada vez se ve más gordo ¿no crees? Pero es agradable ver a mi tío realizado, aún no creo que sea un artista consolidado. Supongo que en estos 5 años los estándares bajaron.

—¡Hey! Chunk es muy bueno.

—¡Bah! Tú y Sam son mejores... ¿Ella también desapareció o se...?

—Ella se quedó aquí, al igual que yo. —Luna miró su mano, el anillo resplandecía con los rayos del sol matutino—. De hecho, ella y yo somos, ¿cómo decirlo? Pareja legal. Esposas suena ridículo, pero sí, eso somos.

—¡Wow! Pues muchas felicidades, debe ser genial estar con alguien por tantos años...

—Fue bueno para ambas. —A veces se preguntaba si las circunstancias moldearon su relación. Si no hubiera sucedido el Blip ¿ella y Sam seguirían siendo pareja? ¿Acaso hubieran durado lo suficiente como para contraer matrimonio? ¿La falta de familias las orilló a refugiarse en la otra?

—¡Luna! Respóndeme, chingada madre...

—¡Cuidado con tu vocabulario, chica! Seré tu amiga, pero sigo siendo mayor que tú... Mucho mayor.

—Está bien, mamá... Es que no me respondías. —En sus ojos, ocultos tras unos pupilentes rojos, vio a la niña de 11 años que conoció en el café de Roy.

Lo recordaba perfectamente.

—Es mi sobrina. Quiere ver a su genial tío rockear —dijo el regordete hombre que había creado una pequeña amistad con una no tan novata Luna de 14 años.

—¿Qué tal, chica? Así que te gusta el rock —dijo con esa sonrisa engreída de adolescente y voz estridente.

—Un poco. —Era una niña tímida, algo retraída.

—¡Vas a quedar con la boca abierta, niña! —exclamó con orgullo subiendo al escenario.

Y así sucedió, Tabby quedó tan impresionada con la presentación de Luna que jamás se separó del mundo del rock. 

—Sigues sin escucharme, Luna —comentó con fastidio la muchacha de cresta colorida.

—Perdón, solo recordaba. Lo hago mucho estas últimas horas, chica.

—Te decía que si tú y Sam cambiaron de género o por qué se visten así.

—¿Cambiar de género?

—Ya sabes, pop o esas mierdas comerciales. No me digas que vendiste tu alma y eres Lulú...

—¡No! En lo absoluto, niña. Por mis venas corre el rock 'n' roll, ¿recuerdas? —Un dejo de esa sonrisa arrogante apareció en sus labios. Solo duró un instante—. Hemos dejado la música, por lo menos de forma profesional. No teníamos el tiempo...

—¡¿Qué?! ¡Tú dejando la música! Eso es imposible.

—Lo imposible sucede, chica. Ahora calla, que la alcaldesa llegó.

En el podio improvisado que se instaló frente a la estatua de Henry McCoy, apareció la joven alcaldesa Cooper. La mujer de cabellos cobrizos, caderas envidiables y vestimenta siempre elegante, sonreía de lado a lado y hablaba con voz llamativa. Sabía imponer respeto y ganarse el aprecio de los habitantes de Royal Woods. Cuando habló, tanto los que la conocían como los que no, guardaron absoluto silencio.

—¡Buenos días, damas y caballeros. Queridos conciudadanos, la noche de ayer se ha vuelto una de las más raras y únicas que hemos vivido desde hace 5 años. ¡Es dichosa! Todos hemos recuperado a familiares y amigos, una nueva oportunidad se nos presenta y puede que todo mejore de aquí en adelante. Pero todo gran cambio, por más bueno que sea, trae consecuencias perjudiciales al statu quo.

"Ustedes saben que no tengo los rasgos conservadores de los republicanos, por algo soy demócrata. —Rio un poco, varias carcajadas del público, incluida la de Luna, la acompañaron—. Veo al cambio con buenos ojos, lo abrazo como a un hijo. Mas no puedo hacer oídos sordos a las voces de la razón, ni negarme a ver los problemas nuevos. La población aumentó un 100% de golpe y eso siempre es un problema.

"Anoche movilicé a toda la policía de Royal Woods para reacomodar a los blipeados. Unos aparecieron en sus casas, con su familia; otros más tuvieron la mala suerte de aparecer en lugares inusuales o en situaciones peligrosos, dos blipeados están en el hospital con heridas leves. La gran mayoría, cuyas casas ya no existen, ya no son suyas o simplemente no tenían un lugar donde quedarse, se alojaron en un Centro de Refugiados que construimos en ésta administración. De hecho, toda una calle llegó por su propio pie a él —Luna sonrió, plan de Sam.

"Así que, como hace 5 años lo hizo mi homónima, la alcaldesa Davis, planeo poner en orden este pueblo lo más pronto posible para que todos regresemos a nuestras vidas normales y los blipeados se reintegren a la sociedad del 2023. Es por eso que los cité tan temprano a la Plaza 'Henry McCoy', ya que no dormí en toda la noche con mi equipo para crear un plan de contingencia.

"En primer lugar, aquellos blipeados que no cuenten con hogares o cuyas familias ya no residan en este pueblo, vivirán en el Centro por el tiempo que sea necesario. Se les ayudará en una reubicación temprana, ya sea con sus familiares o en el pueblo. Segundo, todos los tribunales trabajarán en tiempo extra para arreglar los líos legales que pueda haber. Escrituras, papeles de tutela, propiedades o cualquier conflicto. Tercero, se empezará a crear un programa de ayuda económica para que los blipeados tengan tiempo de conseguir un nuevo trabajo o recuperar los viejos empleos con los que contaban.

"Les pido a todos los no blipeados ayuden en lo posible, con donaciones o dando empleos a los blipeados. Debemos ser unidos y solidarios como hace 5 años, fuimos el primer pueblo de los Estados Unidos en encontrar orden sin ayuda de vigilantes, deseo que lo volvamos a hacer. Eso es lo que podemos hacer de forma pronta, por lo menos hasta que el gobierno federal dé más instrucciones. Agradezco su apoyo y atención. ¡Unidos venceremos!"

Con el lema de los políticos post chasquido, citando a los Vengadores, la alcaldesa Cooper bajó del podio con aplausos ahogando el sonido de sus tacones contra la duela. La mujer sabía expresarse con claridad, no ensalsaba sus discursos con propaganda política (no más de la necesaria) y lograba ganar el afecto de todos. Luna realmente admiraba a esa mujer, sabía que el pueblo estaba en buenas manos, por lo menos hasta que fueran las elecciones el próximo año. "Debería decirle a Sam que se postule, todo el jodido pueblo la conoce" pensó la Loud con una sonrisa entre los labios.

—Vaya montón de líos que hay ¿no? —comentó una voz masculina a lado de ella. El regordete vocalista de Weapon Z, Chunk, hizo acto de aparición seguido de los padres y hermanos de Tabby.

—Y que lo digas, viejo. Esto va a ser un dolor de culo para los burócratas —se burló Luna cruzando sus brazos. Extrañaba el cigarrillo que había pisado.

—Veo que Tabby te reconoció. ¿Cómo está tu familia?

—Completa, Chunk. Eso es lo único que importa.

—Ya lo creo. Vuelvo al pueblo de vacaciones y aparece medio mundo de vuelta. Ha sido una semana de locos.

—Creo que sería bueno hacer una reunión en el viejo café de Roy, volvieron todos y un par de idiotas me deben unos cuantos dólares.

—Tenlo por seguro, nena. Te llamaré.

Tanto Chunk como la familia de Tabby se despidieron de ella, la chica le dio un abrazo antes de irse. Luna se sintió desolada por unos segundos, veía a todas esas familias reunidas, tratando de adaptarse al nuevo mundo, pero también veía a muchas personas solas. Blipeados sin familia y los viejos habitantes que nunca se fueron preguntándose en dónde se encuentra la persona que creían desvanecida. "Tengo a mi familia y a mi esposa. ¿Por qué me siento tan sola?" Concluyó que era su empatía trabajando y derramó un par de lágrimas. Muchos no tenían su suerte o la de su familia.

—Hey, linda. No creí que fueras tan sentimental con los discursos de Dayana. —Nuevamente sintió como unos brazos rodearon su cintura, mas éstos no eran cortos ni agresivos. Había ternura, conocimiento y firmeza en ese agarre; sumado al cálido aliento que chocaba con su oreja y la voz que derretía su corazón.

—Somos afortunadas, Sam —murmuró en el momento en que la barbilla de la rubia se apoyó en su hombro—. Unos no vivieron para ver a su familia de nuevo.

—Lo sé y no dejo de pensar en ello. —El agarre se volvió más estrecho, más cercano—. Debemos ser agradecidas, sería tonto no disfrutar de esto. Tenemos una nueva oportunidad, Luns, una única.

—¿Lo crees?

—Lo sé. Es un mundo nuevo para ellos y debemos ser sus guías, somos su futuro y ellos son nuestro pasado. Creo que será un largo verano de buenos momentos.

—Tienes razón. —Se giró. Como amaba sus bellos ojos verdes—. Te amo.

—No más que yo, Luns.

El beso fue más tierno de lo usual, mas eso no apagó las dudas del corazón de Luna. "¿Y si...?"

10:30 am, 17 de Junio de 2023. Royal Woods, Michigan. Franklin Avenue.

El auto se detuvo en la esquina, el motor seguía encendido y la radio reproducía ahora la estación local de Royal Woods. Solo pasaban música y cortes comerciales, sabía que no había ningún locutor en cabina y el técnico había programado horas de música con comerciales. "Creo que ahora muy pocos están trabajando en el pueblo. Tal vez solo Flip" pensó la rubia mientras se acomodaba en el asiento.

¡Cuántas cosas no pasaron por su mente durante esas horas en la carretera! Es indescriptible la cantidad de emociones que la embargaron, la confundieron y le hicieron llegar a muchas conclusiones. Tantas posibilidades, tantos escenarios, tantos cambios. Era complicado asimilar toda esta situación, mas cuando se sentía tan sola... Miró a Roberto de reojo, el hombre apretaba los dientes, parecía concentrado.

¡Cuánto no se molestó al verlo tan frío aquella mañana! Ni siquiera pudo despedirse como debía de los Casagrande. ¿Acaso no le agradaba la idea de su regreso? El solo pensarlo la dejaba fría, esa idea era tan absurda y ridícula como los chistes malos de Luan, mas prevaleció en su mente. El comportamiento errático, el olor a alcohol, su indiferencia, todo eso era una mala señal para la Loud.

Pero lo perdonó. Estuvo molesta la mayor parte del viaje, sin siquiera dignarse a hablarle. Todo cambió en la estación de servicio, al ver a Bobby darle las nuevas al empleado, dejar el cambio exacto y no rechazar el acercamiento del individuo peculiar. Ese era el Bobby honesto y considerado que conoció en la preparatoria, del cual se enamoró. "Tal vez sigue en shock" concluyó en ese momento y se comportó de forma más cálida con él, más cariñosa.

Logró una conversación, corta, pero con bastante buen humor. No lo interrogó, no estaba en condiciones para dar explicaciones. Solo recordaron, parecía que eso no le desagradaba del todo. La guerra de selfies de Carol y Lori fue el tema que ocupó la mayor parte de la conversación, tanto Leni como Bobby la recordaban muy bien. Pero se puso sombrío al hablar de Carol y su paradero.

—Ella no se desvaneció —le informó el chico con seriedad—. Te extrañó mucho, Lori, tanto que no pudo seguir en Fairway y se mudó a Boston. Creo que está por recibirse de abogada este año.

Carol abogada. Una visión tan rara para la joven Loud, que sabía la aversión que la chica tenía hacia la profesión de su padre. "¿Por qué lo hiciste, Carol?" se preguntó con tristeza. Fue en ese momento cuando, en medio del silencio, comprendió todo lo que habían pasado aquellos que se quedaron. Vio a Bobby con dolor, cuánto no había sufrido él por su ausencia. Se compadeció y con melancolía pensó en su familia. "Luna, Lincoln, Lily... Debieron haberse sentido miserables, solos. Si tan solo yo me hubiera quedado..."

¿Qué es lo que hubiera hecho? No lo sabía, pero no tuvo tiempo de seguir reflexionando. Regresando al presente escuchó el movimiento incómodo de Roberto en su asiento. Había apartado su mirada de la calle y la miraba a ella. Sus ojos marrones eran fríos, oscuros y carentes de emoción alguna. Creyó ver dolor, pero no podía asegurarlo.

—Leni... —Su voz era ronca, mucho más madura de lo que recordaba. Su acento era menos notorio, como si su pronunciación fuera más controlada. Mas, era imposible leerlo, o por lo menos para ella. "Esa no es una cara de póquer, pero no me dice nada" meditó con una mueca.

—¿Qué sucede, Bobby? —secundó su hermana con su tono amable y despreocupado. "Te conozco, Leni" notó algo peculiar en su tono, Leni tenía conocimiento de algo que ella no. También lo leyó en su mirada que percibió a través del retrovisor.

—¿Crees que puedas dejarnos a mí y a Lori un rato, a solas? —pidió el hombre con ese tono pausado, casi doloroso.

—Por supuesto. Me iré adelantando —aceptó, trataba de aparentar ignorancia. La amante de la moda salió del vehículo y anduvo sin mirar atrás por la calle. "Llegará a casa primero."

—¿Qué sucede, Bobby? —dijo finalmente Lori después de ver a su hermana lo suficientemente alejada. No quería sonar insistente, molesta, quería apelar al Bobby que conoció.

El chico apagó el motor y abrió su portezuela, el viento cálido del verano entró por la puerta, haciendo que la chica se estremeciera. Él miraba a la nada, pero en su rostro vio mucho. Había duda, remordimiento, confusión, molestia, tristeza y dolor, mucho dolor. "¿Qué es lo que te atormenta, osito bubu? —pensó con impotencia la rubia—. ¿Y por qué no me lo dices?" Esperó paciente, silenciosa, dándole su tiempo. Él soltó un suspiro y la miró, sus ojos le dijeron todo mucho antes que sus palabras.

—Lo siento mucho, Lori —murmuró el hombre con voz lastimera. Ese no era su Bobby, la barba oscura, el rostro delgado y el cuerpo semi robusto eran de un desconocido.

—¿Qué es lo que sientes, osito bu...?

—¡No me llames así! —exclamó saliendo de su auto. El hombre le dio la espalda y comenzó a rebuscar algo en sus bolsillos.

Ni corta ni perezosa, la chica salió del vehículo lo más rápido posible, intentando averiguar qué diablos sucedía con su novio. Se estaba volviendo errático, irritable. Y no le agradaba en lo absoluto la manera en que ingería esas aspirinas. "Las mastica cual dulce" pensó con sorpresa. Se acercó con cautela, veía alivio en su rostro, un alivio momentáneo que se esfumó cuando la percibió cercana a él. No huyó, aunque su cuerpo parecía querer hacerlo. Así que, Lori aprovechó e hizo lo que creyó más conveniente. "Tiene miedo, no sabe cómo lidiar con los cambios. Pero aún somos novios, la edad no cambia nada..."

Lo besó. Sus labios, con torpeza, lograron unirse con los de él. Sus brazos, hábiles, se deslizaron tras el cuello del hombre y lo atrajo hacia ella. Cerró los ojos, deseando sentir el cálido abrazo de Roberto y la dulzura de sus labios. Sin embargo, lo único que encontró fue el horrible sabor de las aspirinas, unos resecos labios inmóviles y el pronto empujón. Él la rechazó pasados un par de segundos, no con la delicadeza que hubiera querido, ya que Lori retrocedió unos pasos tras el empujón. Sorprendida, dolida y atónita abandonó toda intensión de ser cautelosa y comprensiva.

—¿Qué diablos te pasa? —masculló con molestia y dolor, sus ojos azules empezaron a lagrimear.

—No puedo besarte, Lori... Nosotros ya no podemos ser nada —dijo con pena, sin mirarla.

—¿De qué estás hablando? Bobby, tú y yo somos novios. Nosotros...

—¡Ya no lo somos!

—¿Qué...? ¿Por qué?

Él guardó silencio, pero las palabras no son lo único que comunican cosas. Su rostro lo decía todo. Entonces comprendió lo que Leni ya sabía, lo que era tan obvio desde el día anterior y que no vio. Cegada por la felicidad de verse viva, de que esa horrible experiencia de sentirse morir ya había quedado atrás. Cegada por el amor, no supo verlo. Su sexto sentido, ese que solo una mujer tiene, se entumeció por sus sentimientos. Él ya no la amaba.

—Hay alguien más... —dijo, no había ni un ápice de pregunta. Era una dolorosa y contundente afirmación.

El silencio de Bobby y su mirada cargada de pena fueron respuesta suficiente.

—¡¿Acaso no signifique nada para ti?! Fue tan fácil olvidarme, me dejaste...

—No seas tonta, Lori. Yo no sabía que volverías, te creía muerta y en un lugar mejor. Fueron 5 jodidos años, ¿acaso no lo entiendes? 5 malditos años donde tú te fuiste...

—¡Lo sé, carajo! ¿Crees que no me doy cuenta todo lo que ha cambiado? No soy tan estúpida, Roberto.

—¡Ves! ¡Si lo haces, debes entender porque hay alguien más! No podía esperarte toda la vida, tienes que entender lo que yo sufrí...

—¡¿Y yo no sufro?! Creí que eras más sensible y comprensivo, Roberto Santiago. Eres tan egoísta que no puedes entenderme, no puedes ni siquiera imaginar lo que yo siento. Para ti pasaron 5 años desde la última vez que me viste, para mí fue ayer... Ayer desperté a lado de mi novio y hoy me entero que está con otra... ¡Para mí solo pasó un maldito día, imbécil!

Temblaba, sus ojos estaban enrojecidos y las lágrimas corrían por sus mejillas. Él no era el Bobby que amó, era un hombre egoísta y solitario, un jodido misántropo que se lamenta de sí mismo. Lo vio una vez más, intentando encontrar al viejo chico amable y considerado de hace 5 años/un día, no lo encontró. Solo vio una estúpida expresión de sorpresa y duda.

—Lori, entiéndeme... Tú te fuiste, me dejaste solo... Fueron 5 años...

—¡Cállate! —gritó con los nervios crispados—. Ayer tenía novio y ahora no... —se rio nerviosa, se estremeció dolorosamente. Sus músculos entumecidos por el viaje ardieron ante sus espasmos. Con torpeza, mientras se alejaba, habló una vez más—. Yo no quería irme, nunca quise irme... Sé feliz con ella, quien quiera que sea. Te deseo lo mejor, Roberto... Olvídate de mí, de nuevo.

—Lori, por favor...

—¡Adiós!

10:00 am, 17 de Junio de 2023. Great Lake City, Michigan. Departamento de Rosa Casagrande.

Añoró el desayuno de ayer. Extrañó el rumor de la televisión, las conversaciones entre sus tíos, los ronquidos del abuelo, las bromas entre Bobby y Carlota, y las notificaciones en su celular. Ahora solo estaba ella en el comedor, con un plato de chilaquiles enfriándose lentamente y un poco de jugo de naranja. Ronnie Anne no podía entender del todo lo que había cambiado, pero sabía que no le agradaba ese cambio.

Su madre se había vuelto insufrible, muy cariñosa y protectora desde el momento en que apareció en el suelo la noche anterior. No dejaba de decirle lo mucho que la quería y la abrazaba casi en todo momento. Su ducha matutina le dio un respiro a la chica, quien deseaba tranquilidad para poder digerir todos los cambios que vio a su alrededor.

El ruido de la radio era lo único que armonizaba el ambiente, a la abuela siempre le había encantado escuchar las canciones que pasaban en la estación latina, casi siempre transmitiendo boleros, corridos y varias canciones de su infancia en México. Pero no era lo que escuchaba ahora, la voz potente y dulce de Frank Sinatra llenaba el silencio, y su abuela cantaba al ritmo Come Fly With Me. Una sonrisa curiosa se percibía en sus resecos labios, y sus pequeños ojos marrones brillaban de forma peculiar. "Si no la conociera, diría que está enamorada" pensó extrañada Ronnie.

Comió sin apetito y escuchó a diferentes canciones de La Voz, meditando todo lo que sabía respecto a este nuevo mundo. Un chasquido, la mitad del universo desaparece por más de 5 años y deben vivir en medio de un caos; otro chasquido y las cosas vuelven a la relativa normalidad, solo que unos son más viejos y otros más jóvenes. Era todo un rollo de película de ciencia-ficción, muy enredoso y poco comprensible. Pero, lo que más le molestaba eran los cambios en su vida. En su familia, en su statu quo. Todo era tan jodidamente diferente.

—¿Bobby volverá a casa? —dijo en voz alta la chica, All Or Nothing At All moría entre los últimos acordes y su abuela borraba cualquier rastro de su sonrisa.

—No lo sé, mija. Es un viaje muy largo y puede que decida ir directo a su casa —respondió con cierta reserva, centrando su atención en los platos que estaba lavando.

—Ya no vive aquí, eh. ¿Dónde está su casa? —La sola idea de que su hermano ya no viviera en el departamento la molestaba. "Odio los cambios" masculló con recelo.

—Detroit, vive cerca del centro con... Su prometida. —Su voz era dudosa, casi temerosa de la reacción de su nieta.

La abuela Rosa pareció predecir la reacción de Ronnie Anne, ya que en la brevedad se sentó a su lado. La niña se quedó muda, no solo su hermano era un adulto, sino que se había mudado y estaba comprometido. Casi como una broma de mal gusto, My Way inició con su melodía esperanzadora pero triste. "Él se ha comprometido, pero Lori... ¡Oh Dios santísimo!"

—¿Qui-quién es? Su prometida —preguntó helada.

—Luego la conocerás, mija. Se llama Katherine Pryde —le contó la anciana con voz amigable, una sonrisa dulce intentaba tranquilizarla. Los cambios comenzaron a enfermarla.

—¿Qué tanto ha pasado estos años, abuela? ¿Qué tanto ha cambiado todo? —preguntó con nerviosismo, sudor frío corría por su espalda y el sabor de los chilaquiles en su paladar parecía cada vez más repulsivo.

—Muchas cosas, querida... Muchas cosas han cambiado —dijo en un suspiro mi abuela.

—¿Por qué mi madre no ha ido a trabajar?

—No creo que nadie esté trabajando en lo absoluto, cariño.

—Pero, los hospitales son necesarios. Debería estar...

—No ha trabajado en el hospital desde el día en que desapareciste, Ronnie. Ella ya no se dedicó a eso.

—¿Cómo...?

—Tu hermano y yo pagábamos las cuentas antes de que el Mercado reabriera. Fue costoso, pero ganamos buen dinero...

—¿Tú trabajaste?

—En el restaurante que era de Lynn Loud, la Mesa de Lynn, que tuvo menú mexicano por casi dos años.

"Loud" repitió mentalmente. Es curioso como la mente selecciona lo que le conviene de una oración, y de eso crea un nuevo pensamiento con el cual divagar. Sus pensamientos, confusos, se inclinaron en las personas que tenían el apellido Loud. Lori, la que fue su cuñada hasta darse cuenta de que Bobby sale con una tal Pryde, no era la persona más importante para ella de esa familia. La quería, pero había otro Loud en su mente. Su novio, su mejor amigo, Lincoln Loud. "Él no se desvaneció" concluyó con horror.

—Todo cambió —masculló atónita, a nada de devolver el desayuno.

—¡Ronnie Anne! ¿Estás bien? Te pusiste terriblemente pálida —dijo con preocupación la abuela, intentó acercarle un vaso con agua. Este terminó en el piso, roto.

—¡Todo cambió! Bobby, mamá, Lincoln... ¿Por qué...? ¿Por qué cambiaron?

—Ronnie Anne, tranquila. Las cosas no son tan diferentes, solo es cuestión de acostumbrarse y...

—¡No! No lo entiendes. Ayer tenía a un hermano en casa, a una cuñada que quería mucho, a mi mamá con un trabajo estupendo y un novio... ¡¿Qué carajos es lo que tengo ahora?!

—¡Ronalda!

—¡Odio los cambios! Quiero todo como antes...

El golpe de gracia. Era casi una burla a su comportamiento explosivo, una mala broma de la casualidad. Cuando la chica estaba furiosa, dejando que su frustración escapara de su pecho y el miedo se apoderara de ella, una persona la dejó fría. Todo su mundo se desmoronaba, su familia era totalmente diferente, su novio posiblemente era un joven adulto y ella no había crecido en lo más mínimo. Era horrible y esa presencia solo reafirmó su postura, pero la dejó más dolida de lo que estaba. "Ella también cambió."

—Abuela, cree que pueda darme un poco de azúcar... —decía con una sonrisa, incauta, sin saber lo que vería. La mujer de rasgos finos, ojos pequeños, castaña, de piel pálida y cuerpo atlético se frenó al ver la escena en el comedor—. Cre-creo que no-no es buen mo-momento...

—Sid... —murmuró Ronnie Anne viendo a la mujer. Era ella, no tenía dudas de ello, pero ya no era una niña. Recordó sus recientes conversaciones, aunque no habían variado mucho desde que se conocieron, por alguna razón se inclinaban a conversar de sus pasatiempos, chicos, ropa y sus inseguridades. Ambas compartían el deseo de desarrollarse pronto, querían dejar atrás su niñez y ser unas bellas mujeres. Sid lo era, a Ronnie apenas le había venido su primer período una semana atrás (o 5 años atrás, de cierta manera retorcida).

—Je, je. Hola, Ronnie Anne —saludó con nerviosismo la mujer, sus ademanes se volvieron exagerados, torpes—. Creo que podré preparar café sin azúcar, negro y amargo como se debe ¿no? Bueno, luego nos vemos. Te ves bien, chica... ¡Adiós!

De un portazo Sid Chang desapareció de escena, dejando mudas a las dos Casagrande. Ronnie Anne sintió como su estómago se revolvía, su mandíbula temblaba y su cabeza punzaba. Este no era su departamento, no era su familia, no era su amiga... Este no era su mundo, ella ya no pertenecía a ese lugar. "Mi hermano se ha ido, mi madre está loca, mi novio posiblemente ya no lo es y mi amiga... Ella ya es una mujer." Su estómago no pudo soportarlo más.

Hizo caso omiso a Rosa, quien intentó hablarle con cautela. Su madre intentó detenerla con un abrazo, salía recién del baño y parecía ansiosa por seguir pegada a su hija. Mas, Ronnie Anne la esquivó y entró al cuarto de baño. Aún había vapor, los espejos estaban empañados y el piso algo húmedo. Casi se resbala, pero aprovechó el desequilibrio para inclinarse sobre el inodoro, levantó la tapa y vomitó su desayuno junto con lo que no sabía que aún tenía en el estómago. Su cuerpo tembló ante el esfuerzo, se sentía cansada y enferma. El estómago le ardía como infierno y sus ojos no paraban de lagrimear. "Uno no llora cuando vomita" reflexionó antes de vomitar agua y bilis.

Jaló la cadena, y mientras su vómito se iba junto con el agua residual, lloró con desconsuelo. Ella odiaba los cambios y este era el más grande de su vida. No se acostumbraría nunca.

10:30 am, 17 de Junio de 2023. Royal Woods, Michigan. J. F. Kennedy Avenue.

Ver a un niño llorar a media calle era un espectáculo común, dependiendo de la edad podía ser conmovedor, molesto o sorprendente. Lily estaba en esa edad en que dejaba de ser sorprendente a pasar a ser molesto, ya que era una niña mayor hecha y derecha, por lo tanto esos shows eran de muy mal gusto. Mas, para cualquier persona, ver a un hombre de mediana edad lloriquear era un espectáculo lamentable e incomodo. Uno podía sentir pena por el desdichado, pero seguía siendo incomodo de ver. Por lo que, en el momento en el que Luna le explicó a su padre que la vieja Vanzilla era chatarra, Lily pudo presenciar ese show incomodo en persona.

La historia la conocía en fragmentos, era un episodio traumático que afectó profundamente a todos y de la que no solían hablar sus hermanos mayores. Por lo que, en esta ocasión, no fue diferente. Lincoln insistió en dar el menor número de explicaciones posibles, alegando que los detalles se darían después, en un mejor momento, ya que no quería arruinar el ambiente generado por las conversaciones entre todos. Su padre, que era el más afectado, se recuperó rápidamente al escuchar las palabras de su hijo, las cuales explicaban que Vanzilla corrió como nunca el día en que dejó de funcionar. "La camioneta se hizo añicos ese día, lo recuerdo, pero Linc no lo quiere decir" pensó la pequeña con perspicacia..

La niña no estaba muy acostumbrada al barullo que podían provocar los Loud. Tenía vagos recuerdos de su primera infancia, recordando vagamente las interminables tertulias de sus hermanas, los discursos de Lori y Lisa, las peleas de las gemelas y los chistes de Luan. Pero, como casi todos los recuerdos de cualquiera a esa edad, eran borrosas imágenes e ideas cortadas. Por lo que, la mayor parte de sus hermanas le eran algo desconocidas, y prefería mantener un poco de distancia hasta que se adaptara del todo. Este no era el caso de sus padres, a ellos los tenía tan frescos en su memoria como si nunca se hubieran desvanecido, por lo que podía andar a lado de su madre sin sentir incomodidad o desconfianza.

Luna andaba a lado de su padre, parecía contarle sobre su carrera universitaria cursada por internet. Sam y sus padres andaban por delante, conversando distraídos del ruido de los Loud; podía ver las miradas furtivas que su cuñada y hermana se daban. Las gemelas andaban por detrás de los Sharp y delante de su padre, discutían como era habitual, solo que en esta ocasión usaban a Lisa de mediadora. Junto con su madre y ella, taciturna y silenciosa, andaba Luan; iban algo rezagados, pero a buen ritmo. Lucy andaba un poco más atrás, junto con Lynn, ambas parecían atentas a la conversación que Lincoln tenía con Simon, que iban muy alegres. "Creo que están más atentas en Simon que en la conversación" reflexionó la niña con una sonrisa burlesca, debía aceptar lo bien parecido que era el chico Sharp.

—Cariño, cumpliste 8 años recientemente ¿verdad? —la pregunta de su madre la tomó desprevenida, estaba viendo con gracia como LJ se sonrojaba ante una breve mirada de Simon.

—¿Eh?... ¡Sí! Fue hace un mes, más o menos —respondió la niña dubitativa. No celebró su cumpleaños exactamente en su día, por problemas de logística, sino una semana después.

—Ya 8 años, eres toda una niña grande... —comentó su madre con melancolía.

—¿Sabes qué dicen de los 8, Lily? —preguntó de pronto, con una sonrisa payasesca, su hermana Luan. Lily se limitó a negar—. Es la edad en la que a los niños les crece la nariz.

—¿Por qué...? —Lily no había escuchado sobre tal cosa, estaba fascinada y aterrada con la idea de tener una enorme nariz como uno de los amigos de Lincoln.

—Por que ocho rima con pinocho... ¿Entiendes? Si mientes te crece la nariz como a pinocho —Una risa estruendosa acompañó a lo que era una broma de Luan. La pequeña quedó confundida, pero a la vez irritada ante tal respuesta. Ella creyó que sería información vital y terminó siendo un pésimo, un muy pésimo chiste.

Su madre también lo creyó así, ya que interrumpió sus reflexiones para mirar a su hija con tedio. Mas, secundo la risa estruendosa de la comediante al ver el rostro de confusión de la pequeña. Lily sabía que era raro que mamá se riera de los chistes de Luan, eso lo podía recordar, por lo que se ganaron las miradas de todos.

—¿Luan ha contado un chiste bueno? Eso es imposible —expresó Lola con reservas.

—De seguro fue por algo que dijo Lily —secundó Lana.

—Luan sí cuenta chistes buenos, de vez en cuando. Recuerden que salvó de la humillación a Linc en el club de comedia —contraargumentó LJ con cierta simpatía.

—Suspiro. Lincoln no tiene sentido del humor.

—¡Oye, esa vez lo hice apropósito!

—Lincoln, chico, tus chistes sí son malos —dijo con un risita Sam.

—Simon sí que los entiende, ¿cierto, hermano?

—No me metas en tus discusiones, hermano...

—¡Simon!

Todos prorrumpieron en carcajadas, incluso ella, ante tal escena espontanea y única. El ambiente era agradable y muy familiar, todos parecían llevarse excelente y las bromas se seguían gastando entre todos. Para Lily, ese momento fue único, ya que revivió memorias casi olvidadas de un pasado similar, en el que su familia estaba completa y la convivencia era muy similar. Se sintió como parte de esa gran familia, momentáneamente, ya que aún perduraba esa desconfianza y extrañeza en sus ideas más profundas. Temía no encajar.

Era su familia, se supone que el cariño salía natural y las personas se terminan entendiendo. Mas, aunque fueran de su sangre, no los conocía y temía no entender la nueva dinámica. Durante la mayor parte de su infancia, Luna fue como su madre, al igual que Sam; mientras que Simon y Lincoln se comportaban como sus molestos hermanos mayores. Ellos fueron su familia durante más de 5 años, era todo lo que conocía a consciencia. Sería difícil ser una Loud, de nuevo, cuando los que fueron su familia no estuvieron la mayor parte de su infancia.

—¿Tuviste fiesta, cariño? —preguntó nuevamente su madre. Lily vio en sus ojos un cariño indescriptible, era una cálida mirada y un tono de voz suave, como una caricia.

—Algo así —respondió con sinceridad, con voz relajada y reflexiva—, casi nunca me celebran mi cumpleaños. Estoy acostumbrada a reuniones pequeñas, pero Lincoln insistió en que ésta vez fuera una fiesta mucho más grande. "Solo se cumplen 8 una vez en la vida" me dijo, aunque cada edad solo se cumple una vez ¿no?

—Es una expresión, normalmente los 8 años son importantes. Ya eres una chica mucho mayor —expresó su madre con solemnidad—. Es, de cierta manera, una edad especial. Simbólica, si lo quieres ver así.

—¿Qué es simbólica? —preguntó con extrañeza.

—Que representa algo, no sé cómo explicártelo. Son desvaríos de una escritora frustrada, hija, no me hagas mucho caso. Mejor sígueme hablando de tu fiesta, cariño.

"Escritora frustrada" era algo que Lily jamás había oído hablar. Cuando entró en primaria, Lily tuvo que hablar sobre su familia, tanto la blipeada como la que no. Muchos niños rompían en llanto, era una dinámica delicada que solo se hacía cuando los niños estaban seguros de hacerlo. Lily fue la primera en su clase, le habían enseñado a sentirse orgullosa de su familia, sin importar que se hubieran desvanecido. Habló de sus hermanas, todas y cada una de ellas, se centro en Lincoln y Luna, narrando sus cualidades y sacrificio. Habló de su abuelo, de quien estaba muy orgullosa, además de Simon y Sam. Cuando llegó a sus padres, se sentía orgullosa al decir: "Papá fue un gran chef, dueño de su propio restaurant que aún sigue vendiendo. Y mamá, ella era una gran escritora, sus libros se venden muy bien."

No entendía porque se autodenominaba como una escritora frustrada, cuando sus libros se vendían muy bien. Pero no hizo revuelo de eso, y le contó a su madre de su graciosa y divertida fiesta de cumpleaños. Contó, con la emoción genuina de una niña, como Lincoln y Simon hicieron lo imposible por tratar de conseguir un inflable y un payaso. Flip se presentó como: "Flip Flap, el avaro", y estafó a los chicos con un inflable de baja calidad que estalló dejando aturdidos a todos. Luna tuvo que traer y llevar a todos los invitados de Lily, amigos de su escuela, ya que hubo un malentendido con las madres y terminó aceptando eso sin querer. Sam se dispuso a decorar sola la casa, cabe aclarar que su gusto decorativo para fiestas no era muy bueno y la decoración no fue la mejor. El pastel del tío Kotaro terminó en el suelo y solo la comida de la abuela Rosa se salvó del asalto de Flip a la mesa de bocadillos. Era demasiado picante.

—... Comimos tamales verdes, el inflable dejó sordos por un día a la mitad de mis amigos y no hubo pastel. Pero, fue la mejor fiesta de mi vida —concluyó la niña recordando lo mucho que se había divertido. Los regalos, los juegos, las risas... El beso con Carlitos, aunque fueran unos niños, había sido muy especial. "Aunque él se desmayó después" pensó con gracia.

—Ojalá hubiera estado ese día contigo, cariño... Suena todo fantástico. —Los ojos de su madre se llenaron de lágrimas. Esa mirada "apachurró" el corazón de Lily, se veía tan dolida.

—Estarás en el próximo cumpleaños —le dijo con una sonrisa infantil, dulce y amorosa. La manita de Lily apretó la de su madre, intentando transmitir calma al corazón de su progenitora. "No me gustaría verla llorar, no por mí" se dijo.

—Gracias, cariño —la mujer la abrazó fuertemente, solo por unos segundos, mas eso bastó para que Lily sintiera de nuevo ese amor incondicional que su madre irradiaba.

El abrazo fue breve, no llamó la atención del resto, y si lo hizo nadie lo exteriorizó. Lily solo notó la atenta mirada de Luan, quien se movía con facilidad con las muletas que el Sr. Quejón le dio, era tan sombría que sintió un escalofrío. "¿Ella no era alegre y burlona?" se preguntó extrañada, las historias de Luna y Lincoln eran tan precisas que ver esa contradicción la descolocaba. Aunque se sintiera cómoda con su madre, la presencia de Luan era bastante gélida, quería llegar pronto a casa.

—¡Simon! Hay que ganarle a Lincoln —dijo la niña dejando a su madre y retrocediendo a la altura de los dos chicos. Quienes más se sorprendieron fueron Lynn y Lucy, embobadas con el rubio.

—Sabes que no puedo ganarle a Lincoln contigo en la espalda —se excusó el muchacho. Con mirada cansada, esperó lo inevitable.

—Lincoln puede cargar a Lola y Lana —dijo con ingenio la niña. Quería agradar a las hermanas más cercanas a su edad, las gemelas serían fáciles de conocer y ganarse su simpatía.

—¿Que yo qué? —dijo el albino, sacado de onda, quien había permanecido silencioso y burlesco ante la petición de su hermanas. "Creyó que ganaría fácil" concluyó la niña con sonrisa arrogante.

—Sí, ¿de qué hablas, Lily? —dijeron al unísono las gemelas, que al escuchar sus nombres retrocedieron a la altura en la que se encontraba la discusión. Todos se habían detenido y los miraban.

—Cuando estamos próximos a llegar a casa, Lily se sube a la espalda de Simon e intentan ganarme en una carrera.

—Tú nunca haces un esfuerzo extra como yo —se quejó el rubio.

—Ahora les ganaremos, Simon —dijo decidida la niña. Sin esperar reclamo alguno, saltó a la espalda del rubio y el chico, casi por instinto, arrancó.

—¡Tramposo! —escuchó la voz Lincoln desde la distancia. La niña decidió olvidar ese reclamo, era justo que Simon tuviera ventaja, ya que esas carreras eran su único ejercicio.

Su rostro infantil, asomado sobre el hombro del chico, recibía la cálida ventisca de una mañana de verano, sentía como se agitaba con cada zancada de Simon e iban ganando velocidad conforma pasaban por las casas. El camino era recto hasta que llegaron a la altura de Franklin Avenue, con una precisión increíble, el rubio se giro hacia la derecha y, esquivando a los transeúntes de esa avenida, retomó la velocidad con la que andaba. Los brazos de la niña aflojaban su fuerte agarre en el cuello, él sostuvo con mayor firmeza sus delgadas piernas y, entre las risas y vitoreos de la chiquilla adelantaron al pobre Lincoln. 

Lily amaba ese juego. Ella podía correr sola contra su hermano, tenía una buena condición física y gran resistencia, pero el peligro de las calles era una realidad. Así que, al estar con Simon, se sentía más segura. Se sentía volar sobre su espalda, no importaba a qué velocidad fuera, la risa y la adrenalina de la competencia hacían que su mente le dijera que estaba en una pista de carreras. El mundo a su alrededor era borroso y difuso, el viento siempre acariciaba su rostro haciéndole cosquillas y la respiración del chico la emocionaba. "Él también se divierte" pensaba.

Se giró momentáneamente, jamás lo había hecho, ya que Lincoln siempre iba a la delantera. Su hermano, con un rostro que expresaba sorpresa, cargaba a duras penas a ambas chiquillas. No es que fueran muy pesadas para él, sino que no se dejaban de mover, dificultando su tarea de correr. Lola y Lana reían al igual que ella, pero en sus miradas veía el deseo de triunfar, decían muchas cosas que se perdían entre risas y, por un momento, a Lily le parecieron menores que ella. Su felicidad era más espontanea, más egoísta, ellas no pensaban en solo divertirse, había un profundo deseo de ganar y regodearse de ello. Lincoln solo se divierte, no le molestaría perder, y a ella, aunque deseaba ganar, su prioridad era sentir la adrenalina y reír un rato. "Somos muy diferentes" pensó de forma fugaz antes de volver su mirada al frente, su mente se distrajo en la diversión y ansió llegar a casa.

Mas, cuando pasaban por delante de la casa del Sr. Quejón y su casa se visualizaba en todo su esplendor, Simon se detuvo en seco. Su respiración agitada se cortó y de sus labios se escapó un jadeo. Mudo, el chico contemplaba el porche de la renovada casa Loud. Para Lily ver tan cercano el triunfo y no obtenerlo la dejó estupefacta, no entendía porque se detenía el chico, ella solo veía su triunfo escaparse. No se enojó, no era su objetivo ganar, pero sí se extrañó. ¿Qué era lo que Simon miraba con tanto ímpetu? La respuesta fue más rápida de lo que creyó.

—¡Jah, ganamos! —presumió Lincoln tras pasar al estático rubio y bajar a las gemelas de su espalda frente a la casa. Las niñas reían de emoción y hacían un ridículo baile hasta que se detuvieron en seco al mirar el porche. Lincoln también se quedó mudo.

Serían las gemelas las primeras en reaccionar, justo en el momento en que Lily bajaba de la espalda de Simon. Con alegría, las niñas corrieron al encuentro de las mujeres, que hasta hace unos momentos, permanecían sentadas en las escaleras del porche. Al levantarse para abrazar a las gemelas, las vio con detalle y curiosidad. Eran idénticas a las fotos, mas su belleza era aún más deslumbrante en persona que en Instagram. La sonrisa sincera, rostros dulce y maneras amigables de Leni eran cautivadoras, casi conmovedoras, haciendo que ella sonriera de forma casi automática. Su vestido verde aqua, pulcro y coqueto, resaltaba su cabellera rubia pálida y sus ojos brillantes. Sabía que era Leni, Lincoln la había descrito tan bien, que al ver la forma amorosa en que recibió a Lana la hizo adivinar.

Lori no se quedaba atrás en belleza, mas sus ojos eran tristes y su rostro, aunque sonriente, más duro. Su ligera ropa revelaba su cuerpo de mujer, su madurez se notaba con sus maneras y su comportamiento más correcto (en contraste con las maneras infantiles de Leni). Lily sintió tristeza al ver rastros de llanto en aquel rostro tan hermoso, y se dijo que nadie tan bello debería llorar. Su melena rubia era tan llamativa para Lily, que pronto olvidó su tristeza y se perdió en sus recuerdos. Eran sus hermanas mayores, de las que tanto hablaban Lincoln y Luna, sobre todo esta última, que las recordaba con mucho cariño. Se encontraban de vuelta en casa luego de 5 años, aunque para ellas solo eran meses, y eran tal y como sus escasos recuerdos le permitían recordar.

—Se comportan como si no nos hubieran visto en años —dijo con una sonrisa de lado Lori a las gemelas. Aunque su comentario era con intensión cómica, la pequeña mueca que hizo después evidenció su conocimiento del Nuevo Mundo.

—Pues sí fueron años, pero para nosotros meses que parecieron años —dijo Lana, algo enredada por lo que acababa de expresar.

—¡No entiendo porque querías pasar las vacaciones con los Casagrande y no con nosotros, Lori!  —dijo con molestia la princesa.

—Solo iba a ser la mitad... —intentó excusarse la mujer con una sonrisa que no tenía nada de alegre.

—Como que ya estamos aquí, así que no hay mucho problema... ¡Hola, Lincoln! —La bella Leni se encaminó a la acera, su andar gracioso y confiado era curioso, no porque tuviera un paso extraño, sino por la forma en que replegaba sus brazos contra ella.

—Leni... ¿Cómo supiste que era yo? —preguntó sorprendido el chico, hablando con dificultad. 

—¿Cuántas personas con cabello blanco hay en Royal Woods, Linky? —dijo con una enorme sonrisa la chica. Mientras el albino se quedaba estático, la rubia aprovechó el momento y lo abrazó con fuerza. La chica escondió su rostro en el pecho de él, mientras que sus brazos rodeaban con dificultad el torso de Lincoln, ya no era tan delgaducho como antaño. Al chico le costó reaccionar al abrazo, pero terminó por corresponderlo y apretar con fuerza a su hermano mayor.

—Leni, realmente eres tú...

—¿Pues quién creías que era?

—Solo es una expresión —sonrió como lo hizo la noche anterior, esa sonrisa desbordante de felicidad—. No has cambiado nada.

—Y tú como que estás más alto que Lori y yo —le respondió con una cálida sonrisa separándose de su hermano—. Míralo, Lori, es como si tuviera mi edad o la tuya.

—Si no me equivoco Lincoln ahora es de tu edad —comentó con voz calma y seria la rubia mayor. Su andar era más determinado, aunque parecía estar en control de sus emociones, vio en su rostro una sonrisa sincera. Los ojos de la mujer se iluminaron al ver a su hermano y sin dudarlo lo abrazó en silencio. Lincoln le murmuró algo que Lily no escuchó, pero pudo ver una complicidad entre los dos que nunca vio en su hermano con otra persona.

—¿Y dónde está Bobby? Creí que él las traería...

—Se acaba de ir... —respondió de manera inmediata Lori—. ¿Dónde están los demás...?

La mirada de Lori se topó con Simon y Lily, mientras intentaba encontrar al resto de los Loud. Su expresión cambió, ya no había solemnidad sino sorpresa. Cuando sus hermosos ojos se toparon con Simon percibió en la cara de su hermana cierto interés, como el que uno tendría por algo desconocido pero interesante de ver. Mas, cuando sus ojos se posaron en Lily, la expresión fue más notoria y poco sutil. Se asombró, en sus facciones veía la duda, pero a la vez el reconocimiento. Sabía quién era ella y no lo entendía bien, Lily estaba temerosa al creer que no la reconocería, pero en ese momento solo deseaba que aceptara su identidad. En un par de pestañeos, toda duda se desvaneció y la mujer reconoció a la niña a la que alguna vez cuidó como si de su hija se tratara. Ya no era una bebé, sino toda una niña.

—¡Mira lo grande que estás, Lily! —la exclamación de Leni rompió con toda tensión, al segunda hermana mayor la había reconocido enseguida.

Con timidez, la niña se acercó a ellas. Las recordaba, tan poco como al resto de sus hermanas, pero aún había ese primitivo amor que uno siente por alguien que conoces y no lo recuerdas. Las abrazó a ambas, más tarde intentaría luchar contra sus recuerdos borrosos y su desconfianza natural, ahora solo quería dejarse llevar por ese sentimiento. Su familia estaría reunida nuevamente y todo estaría bien a partir de hoy.

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