Nuestra naturaleza
7:00 am, 22 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan. Casa Loud.
Las mañanas de verano tienen un encanto particular en Royal Woods, algo que en sus viajes a diferentes ciudades del estado ha descubierto, y es la forma en que el sol se va posando sobre las casas con una suavidad casi paternal. Cuando se divisa en el horizonte, entre los pinos, la calidez se desliza por cada centímetro del pueblo con una lentitud anormal, casi mágica, como si se tomara su tiempo. El calor no es sofocante, la brisa matutina despabila a cualquier desvelado y el cantar de las aves es hipnótico. Las mañanas en Royal Woods son las mismas desde que tiene memoria, sin importar lo que suceda en el mundo, el sol sigue apareciendo cada mañana tras el bosque, iluminando ese rincón de la tierra.
Lori ha vivido muchos cambios las últimas semanas... Bueno, los últimos años, desde que tuvo que dejar el nido para ir a la universidad. Así que, ver por la ventana de la cocina tan familiar amanecer es un consuelo para su corazón, le da tranquilidad y cierta normalidad a este mundo patas para arriba. Mientras le da un sorbo a su café se pregunta si sus hermanos pensaran lo mismo, si aquellos que se vieron forzados a vivir cinco años de incertidumbre habrán notado que cada día el amanecer es el mismo, que sin importar el ir y venir de las maravillas, el amanecer seguirá igual de lento y mágico. Lo dudaba, ellos son observadores, pero demasiado enfocados en un problema a la vez.
Era curioso como los pensamientos vuelven siempre a ellos, a su sentimiento de culpa por dejarlos con tal problema, pero por su misma salud mental trata de evitarlos. Lori termina su café, el ruido del viejo Fiat rentado de su padre es cada vez menor en el momento que deja Franklin Avenue, rumbo al restaurante, y el silencio de la casa le trae confort. En unos momentos la tranquilidad se esfumará, pero ese pequeño lapsus es suyo... Totalmente suyo.
¡Qué maravilloso es vivir en un lugar tan hermoso! Ahora que las cosas han cambiado tanto, aprecia cada detalle como si fuera la máxima obra de arte o la más ingeniosa innovación. Se siente agradecida de tener a su familia completa, pero sobre todo se siente ansiosa por ver lo que la vida le depara. Aún siente el dolor de la perdida, de que el mundo le arrebató al hombre que más amaba, que alguien más está con él ahora. Ese dolor tardará en irse, pero también la expectativa la tiene fascinada, hace ya bastante tiempo desde la última vez que estuvo soltera, y la sola idea de adaptarse a esa vida le trae sentimientos encontrados. La tristeza es de base, el miedo es su compañero más fiel, pero la emoción y curiosidad son los acompañantes sorpresivos.
—¿Aún queda algo de café en la cafetera? —La voz de Lincoln la sacó de sus pensamientos. Su camisa naranja parecía ajustarse a su cuerpo delgado, algo musculado; era más alto que ella y su cabello blanco estaba alborotado, unos mechones tapaban sus ojos azules.
—Sí, aunque está algo cargado... No me acostumbro a la idea de que eres un adulto —le respondió en voz baja, casi con pesadez.
—Tener 18 no es ser adulto, solo puedo votar e ir a la guerra. Creo que me falta madurar para ser un adulto funcional como tú, Lori.
—Ves, dices cosas reflexivas como un adulto. Es raro...
Ambos rieron un poco, aunque no sabían exactamente por qué, como si tuvieran la necesidad de decir o hacer algo para minimizar el tema de conversación. Hacerlo intrascendente, una broma. Y el silencio cayó por unos segundos, al inicio necesario, pero conforme los segundos pasaban y miraba de reojo a su hermano, se volvían incomodos. Aún no lo conocía bien, no era su Lincoln, era uno totalmente diferente pero con su esencia, algo confuso y muy molesto. Así que tenía esa espinita de conversar, de decir cualquier cosa con tal de que el silencio no existiera entre ellos dos.
—¿Cómo estuvo el trabajo ayer? Hubiera sido bueno que nos acompañaras a hacer las compras, tal vez contigo hubiera evitado lo del piano.
—Era inevitable lo del piano, creo que si no hay un desastre en esta casa una vez a la semana nos cae la mala suerte o algo así. —Le dio un sorbo a su café, la esperada mueca por la amargura le arrebató una sonrisa a la mujer—. Fue una noche pesada, pero es bueno tener una clientela más concurrida —dijo mientras endulzaba su bebida—. Es gracioso que los clientes aumentaran al doble, cosa lógica por nuestra situación, pero fue tan exacto...
—Y que lo digas, arreglar la contaduría ha sido un verdadero lío. Estoy por llegar a este año, pero si tenemos suerte puede que evite a papá una deuda de medio millón.
—¿Entonces no deberías estar ya en el restaurante?
—No cumplo con horarios de oficina, Linc, ventajas de ser la hija del dueño. —Le guiñó el ojo mientras depositaba su taza entre la losa sucia de la noche anterior—. Aunque debería hacerme cargo de estos trastos.
La respuesta de su hermano fue una risa entre dientes y una queja por ser el hijo del dueño y no tener un trato preferencial. Aunque no se habló más del tema, y Lincoln se limitó a beber su café mientras veía su celular, Lori le empezó a dar vueltas al tema mientras lavaba los trastos. Hacerse cargo de un restaurante como la Mesa de Lynn, además de expandir el negocio en una situación económica tan precaria, era sorprendente. Sabía que no había sido un trabajo exclusivo de su hermano, sino que Kotaro y su abuelo también ayudaron en ese ámbito, si no es que hicieron la mayoría. Pero no demeritaba el esfuerzo y dedicación de su hermano. Lo que sí le molestaba era su negativa a asistir a la universidad, aferrándose a la idea de que lo necesitan más en Royal Woods como un cocinero de medio tiempo y con una paga paupérrima. No comprendía la terquedad de su hermano por permanecer en casa, podía deducir fácilmente de que era un deseo por compartir más tiempo con su familia, pero era solo una fachada en algo más que deseaba. Era como si Lincoln estuviera obligado a permanecer por algo que él ve, o sabe, y que los demás ignoran, una fuerza superior o un sentido del deber irracional.
—Lori... —Su voz la sacó de sus cavilaciones, secando el último de los platos se giró hacia su hermano. Este la miraba como solía hacerlo cuando era pequeño, con duda e inocencia, buscando consuelo o consejo de su parte.
—Dime, Lincoln. —Se giró completamente, reduciendo la distancia entre ambos. Al posar sus manos sobre la mesa, en el momento en que sintió el contacto de la tela del mantel y vio a su hermano sentado aún, por debajo de ella, rememoró su vieja vida. Lincoln, a pesar de todo, seguía siendo su hermanito pequeño.
—¿Recuerdas la vez que hablamos en la oficina del restaurante? —preguntó desviando la mirada con inseguridad—. Me preguntaste si había alguien especial en mi vida...
—¿Y lo hay? —cuestionó con curiosidad, sin atosigarlo o expresar mucho su emoción natural. La idea de que su hermanito estuviera enamorado le daba alegría. Tomó asiento frente a él.
—Sí, es una chica que conozco ya desde hace un tiempo y... Bueno, últimamente he estado "saliendo" con ella —comentó con un genuino nerviosismo—. Al inicio creí que no era nada serio, pero ayer cuando regresaba a casa y ella me acompañaba, las cosas cambiaron y yo... ¿Cómo lo digo? —Sus mejillas ardieron con una vergüenza adolescente—. Cuando la bese sentí algo único, como si el tiempo se hubiera detenido y todo empezara a cobrar sentido, los colores se volvieron más vibrantes y la melodía de la noche parecía una orquesta... Pero no estoy seguro de lo que somos, ella aceptó una invitación que le hice, pero no sé si somos algo o... No sé, estoy algo perdido en todo esto.
Lincoln se escondió entre sus brazos, frustrado. Lori lo había escuchado en silencio, viendo los cambios de actitud en su hermano mientras hablaba, escuchando desde sus tonos melosos y embobados hasta los más lúgubres y confundidos. Vio como pasó de mirar con enamoramiento a la nada mientras describía su beso de anoche, a su frustración expresada en sus últimas palabras. Estaba conmovida, no solo por la confianza que él le brindaba y que solo reafirmaba esa complicidad renacida tras su conversación en "su" oficina, sino que también por cómo Lincoln se expresaba tan dulcemente de aquella experiencia y su preocupación por saber lo qué significaba ese beso. La mujer se levantó de su asiento, rodeó los hombres del chico con su mano derecha y habló con dulzura y sabiduría, propia de una experta en relaciones.
—Un beso para muchos no puede significar nada, a veces solo es una expresión más de afecto. Para otras personas es una búsqueda de placer rápido o un juego, un saludo más intimo pero superfluo. Pero, como sabes, los besos son bastante poderosos en el momento en que son dados, pueden generar una complicidad, una afinidad, entre los dos individuos. Son algo tan íntimo, cargado de sentimientos, que por más a la ligera que los tomes, significan algo. Cuando una de las dos partes siente lo que tú sentiste, es porque había una afinidad existente entre ambos antes del beso, un deseo por expresar un sentimiento más allá del simple afecto, de una forma tan intima y personal como lo es besar.
"No conozco a la chica, pero si ambos expresaban un deseo por concretar ese paso, por llegar a tal cercanía, era porque ambos lo deseaban. Supongo que no te aventó o rechazó ¿verdad? —Lincoln negó con la cabeza—. Bueno, eso explica casi todo, Linc. Lo que ella experimentó es tan similar a lo tuyo, incluso más vibrante y poderoso, las mujeres somos un poco más sensibles (además de que eres medio cabeza dura). Si lo que deseas saber es si le gustas, bueno es muy tonto preguntarlo cuando es obvio el sí; pero si lo que realmente deseas saber es qué son después del beso, bueno eso mi querido hermano no importa mucho."
—¿Cómo que no importa? —cuestionó estupefacto el chico.
—Ay, Lincoln, se nota que aún eres un chico. El amor es una danza, que va acomplejándose conforme más tiempo dura, haciéndose más bella y elaborada, llena de un ir y venir constante. Inicia con pequeños pasos, al ritmo de un son lento y emotivo, que es cuando se besa por primera vez, y va en aumento conforme la música lo dicte. El bailarín no puede forzar un ritmo, no si la música no lo concede, así que cuestionarse si son o no pareja en este momento es intrascendente. Lo que deberías pensar es si tú quieres ser novio de esa chica, si quieres bailar la balada del amor junto a ella, desde sus primeros pasos hasta el crescendo.
Lincoln la miró atónito, reflexivo, masticando la información que le concedió. Se sentía segura de sus palabras, aunque no fuera una veterana en las relaciones, sabía que la clave en casi todo era el ritmo. Con Bobby lo aprendió, partiendo de una amistad particular hasta llegar a un noviazgo más que formal; aunque el destino había interrumpido el orden natural de su danza, sabía que nunca había perdido el compás. "Ahora Bobby tiene otra pareja de baile" pensó con tristeza, cada vez menos dolorosa.
—Creo que lo entiendo —dijo su hermano regresando su mirada a la mujer luego de tenerla perdida momentáneamente en el vacío—. Yo realmente quiero algo serio con ella, quiero bailar esa danza con ella...
—Entonces hazlo, permite que la música del amor guíe tus pasos, Lincoln. Y cuando desees hacerle la pregunta, confesar tu deseo, el momento se presentará y tú lo sabrás.
Con un par de bromas respecto a las metáforas que empleaba Lori, el chico lavó su taza y agradeció nuevamente a su hermana. Esa complicidad solo iría creciendo, y ella lo sabía, con un abrazo se despidieron. Mas, justo antes de que ella abandonara la casa Loud rumbo al trabajo, un comentario de Lincoln la hizo sonreír aún más.
—¿Haz notado que los amaneceres de Royal Woods son muy peculiares? Es como si el sol se tomara su tiempo en aparecer y la luz recorriera con suavidad cada metro del pueblo. He visto el amanecer en muchos lugares, pero nunca son así.
2:00 pm, 22 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan. El Centro Comercial.
Las multitudes siempre han sido su pasión, se siente cómoda entre ellas. Un sentimiento de pertenencia nace cuando se mueve al unísono de la masa, sabe que es parte de algo más grande y, en ocasiones, significativo. En los conciertos, esa sensación de ser parte de una gran alma la hacia sentir extasiada, eufórica; la emoción la hacía sentir embriagada, colmada de vibrantes emociones. Por lo que, un Centro Comercial era un lugar donde se podía sentir bien, a sus anchas, se permite dejarse llevar por la multitud y despreocuparse. Aquellos templos del consumismo no la deleitaban por la infinidad de placeres superfluos que ofrece, solo quería ser parte de la congregación, seguir sus ritos consumistas hasta sentirse abrumada de ese sentimiento oceánico (no el de Freud, sino que adoptó el termino para su propia experiencia).
Así que, para Luna, ir al Centro Comercial significa dejar las preocupaciones y disfrutar del ocio, la vagancia y, a veces, de la compañía de otras personas. Sus hermanas solían ser sus principales acompañantes, después lo fueron sus amigos de la secundaria y preparatoria, después Sam, pero le agarró el gusto de ir sola. Sola podía dejarse llevar por la multitud. Ese día fue particular, ya que su intención era divagar por los pasillos, mirar las compras de los otros y pasar a la reabierta tienda de discos, pero cuando visualizó a lo lejos a Leni sus planes cambiaron.
Su hermana mayor inmediata asistía al Centro Comercial de forma casi diaria, como una fanática de la fe del consumismo, siendo parte del rito norteamericano del shopping. Y como parte de esta practica, siempre estaba acompañada por su grupo de amigos, destacando por su belleza y estilo, pero nunca tomando el control de sus amigos, no los sometía a ser un sequito como esos estereotipos de Hollywood de la rubia popular. Leni era un amor de persona, por lo que sus amistades eran genuinas y muy pocas veces se puede encontrar malas intenciones en su actuar. Lo solitaria que estaba ese día, sentada cerca de una fuente mirando el agua caer, sorprendió enormemente a la castaña. Algo no andaba bien.
—¿Puedo hacerte compañía? —preguntó Luna con voz amistosa, una sonrisa amable se dibujo en su rostro.
—¿Luna? —cuestionó la siempre distraída Leni—. ¡Oh, sí eres Luna! Como que aún no me acostumbro a tu nuevo corte, o sea, te queda muy bien.
La rubia le hizo espacio junto a ella y le ofreció de su malteada, una explosión de frutos rojos o algo así, y habló bastante de temas intrascendentes y bastante confusos. Leni era la maestra de la divagación, pasa de un tema a otro sin parar, sin siquiera concluir, o pensar qué es lo que está diciendo. Solo habla, como si la vida se le fuera en ello. Se podía decir que no era muy lista, pero Luna con el tiempo reflexionó sobre la forma tan peculiar de hablar de su hermana, tal vez pensaba muchas cosas a la vez y no sabía cómo estructurar sus frases. Mucha información en pocos minutos.
Las hermanas dejaron su asiento y comenzaron a recorrer el ya familiar Centro Comercial, obviamente había cambiado mucho desde el Blip, pero Leni desde su regreso lo había visitado tantas veces que parecía moverse con más familiaridad que Luna. Leni había dejado de hablar de cualquier cosa que se le pasara por su mente, que tenía un curioso patrón en la que hacía constante referencia a los frutos de su malteada, para hacerle preguntas a Luna sobre los cambios ocurridos en el pueblo. Eso también podía destacar la castaña de su hermana, era muy curiosa, pero también perspicaz.
—... Hubo un boom de tiendas de electrónica hace un par de años, por la presencia de Stark Industries, pero una vez la cede de Michigan se estableció en Detroit, muchos de esos negocios cerraron —contaba la castaña con cierta diversión ante la pasmada Leni.
—¡Vaya! No me hubiera gustado ver eso, las personas que atienden esos negocios como que son raros. No entiendo la tecnología, muchos nombres raros y cables, a veces se me olvida como programar la alarma de mi celular. Lori siempre me recuerda que cómo debo de hacerlo, pero sí sé mucho de Instagram, es divertido ver los comentarios de las personas en mi publicación. Siempre son tan lindos conmigo, aunque hay uno que otro que dice cosas raras, mamá dice que los ignore. Me recuerdan a las personas que atienden los negocios de electrónica, como que se sienten muy listos y son muy fastidiosos.
Divagaba, pero tenía un punto siempre, un hilo conductor en sus diálogos, solo que las personas solían aburrirse antes de conectar todas las frases sueltas de Leni y entender el mensaje.
—¿Te hicieron algo alguna de esas personas, Leni? —preguntó Luna, la preocupación era inevitable. Leni siempre había sido objeto de acoso desde los 12, un tema muy delicado y con el que los Loud han tenido que lidiar en conjunto. Todas las hermanas mayores y el propio Lincoln siempre han estado al pendiente de Leni, evitando que ella sea expuesta a ese reprobable comportamiento de los acosadores, gente repulsiva.
—Solo una vez, o sea, primero me hizo sentir como tonta y luego me dijo cosas feas. —En ocasiones, como esa, Leni podía adoptara un tono de voz lúgubre y melancólico, totalmente ajeno a su personalidad—. Pero Miguel me defendió, fue todo un héroe. —Para después sonreír como si nada hubiera pasado.
Sin embargo, algo había en esa sonrisa que preocupaba a Luna. Antes, cuando su mente estaba centrada en el rock 'n' roll, hubiera pasado por alto esa sombra de melancolía en la mirada de su hermana, pero la adultez la había dotado de cierta agudeza, más empatía que en la adolescencia se solía minimizar. El nombre de su amigo era el que provocaba tan amarga expresión, y no era de menos, Leni recién se había enterado de la enfermedad que lo empezó a acosar poco después del Blip.
Algo que los Loud que se quedaron procuraron durante los 5 años de su soledad era procurar a los conocidos de cada miembro de la familia, varios también se desvanecieron, otros más perdieron el contacto después de un largo tiempo, y algunos más podían decir que se habían vuelto cercanos. Miguel era uno de esos pocos de los que siguieron teniendo noticias, su dramática lucha contra su enfermedad, que los tenía en constante preocupaciones por sus recaídas y breves períodos de buena salud. Años de sufrimiento apagaron su vitalidad, y la ausencia de una de sus personas más queridas lo fueron amargando, haciéndolo un hombre depresivo y taciturno. Luna sabía que el aprecio que Miguel le tenía a su hermana iba más allá de la amistad, por lo que enfrentar esa terrible etapa sin ella, afectó aún más al chico.
—¿Lo has visitado?
—¿A quién?
—A Miguel, sé que tuvo una recaída un tanto fuerte antes de que todos volvieran.
—Sí lo he visitado, pero no me quedo mucho rato con él. No sé, como que me pone muy triste verlo así, me duele. Soy mala con él ¿verdad? Solo pienso en lo incomoda que me siento al verlo en su cama, muy enfermo. —Unas lágrimas brotaron de sus ojos. Luna, con cuidado, la abraza.
—No es tu culpa sentirte así, es algo normal, a nadie le gusta ver a tus amigos así de enfermos.
—Pero no es justo para él. Parece que siempre lo dejo cuando más emocionado está, como que le alegra verme.
—Eres muy importante para él, Leni...
—¡Y por eso no me gusta sentirme así! Lo quiero mucho, pero me no sé qué hacer... Quiero ayudarlo, Luna, quiero que esté bien de nuevo como lo recordaba, pero no sé cómo hacerlo sentir mejor.
—Oh Leni, cariño, no llores —La rubia había escondido su rostro entre el pecho y el hombro de su hermana, quien genuinamente mortificada, no sabía qué decirle para reconfortarla.
—En serio lo quiero, en serio quiero ayudarlo... No miento.
—Lo sé, cariño. Nadie pone en tela de juicio tu preocupación por él...
—No quiero hablar de telas ahora
Leni se apartó, sus ojos rojos, hinchados y llenos de lágrimas le daba un aire trágico a su bello rostro. Una mezcla de indignación, tristeza y culpa se reflejaban en sus facciones, y con cierta torpeza natural en ella, se alejó rumbo al baño más cercano sin esperar siquiera a que Luna hiciera un ademán para acompañarlo. Lección aprendida: no usar expresiones que Leni tal vez malinterprete cuando este llorando. Tomando sus cosas se apresuró a alcanzarla.
La vio frente a los lavamanos, se miraba al espejo con una expresión deprimente, la indignación había desaparecido, pero la tristeza y la culpa parecían arraigadas a su persona. Algo, muy dentro de Luna, le decía que esa mirada fija, el temblor del labio superior y las lágrimas corriendo sin sollozos eran más de furia que de tristeza. Sí, era odio lo que se veía en sus ojos, un odio que jamás creyó ver en los ojos de tan dulce mujer. ¿Odio hacia ella? ¿Odio hacia el terrible destino que su amigo había tenido los últimos años? ¿Qué podía odiar Leni, realmente?
—Mira, Luna, mira cómo me enoja verme al espejo —dijo con una frialdad espeluznante—. Todos esos años y nunca le dije que me gustaba, nunca pude admitir que mis sentimientos por él iban más allá de la amistad. Ahora, no lo puedo ni mirar sin sentir como me rompo por dentro, como su aspecto me hace sentir escalofríos. ¿No se supone que el amor lo puede todo? ¿Entonces qué es lo que realmente siento que no soy capaz de verlo a los ojos? ¡¿Por qué no lo puedo ver a los ojos, Luna?! ¿Por qué...?
Se derrumbó ante la desesperación. Con cada palabra, su voz se quebraba más y más, hasta ser una mezcla de gritos y sollozos. Luna acudió rápidamente en su ayuda, ella se había arrodillado en el suelo mirando a la nada llorando, y solo sus brazos evitaban que ella se cayera por completo. Ojalá fuera tan buena con las palabras como sus padres, Lori o Lincoln, cualquiera de ellos hubieran podido hacer sentir mejor a Leni, pero estaba atrapada con sus torpes palabras.
—Leni, por favor escúchame —le dijo al oído tratando de captar su atención—. Sientes miedo, querida, miedo de lo que le pueda pasar. Por eso sientes esa incomodidad al verlo, porque temes que en cualquier momento te deje. Las enfermedades producen ese sentimiento a los amigos y familiares de los enfermos, es algo normal, no debes mortificarte por eso. Debes enfocarte en cambiarlo, en poder dejar ese miedo por él. Si realmente quieres que se recupere, debes tratarlo como lo hacías antes, ser esa chica que tanto él quería y quiere.
—¿Cómo...? ¿Cómo puedo hacerlo?
—No pienses en cómo se ve, o qué fue lo que pasó, enfócate en el Miguel que conociste durante años. El Miguel que te gusta tanto.
—Yo... Lo intentaré.
—Eso es, Leni. Vamos a casa, que debes tratar de arreglarte un poco. Más tarde te acompañaré a su casa, para que puedas hablar con él y por fin confieses esos sentimientos.
—¿Confesar mis sentimientos...?
—Vamos, Leni, no me digas que te preocupa que te rechaza... Ah, sí te preocupa. Bueno, creo que te llevarás una agradable sorpresa.
—¿Qué sorpresa?
Soltó una carcajada ante la inocente pregunta de su hermana. El llanto había cesado, aunque una lágrima solitaria recorrió su tersa mejilla. Ojalá Dios fuera bueno con su hermana y no le arrebatara a Miguel, que no quería imaginar el día en que él faltara.
10:30 pm, 22 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan. Gimnasio de Roger.
Músculos tensos, reflejos aumentados, la sangre bullendo con rapidez, la respiración agitada. El mundo a su alrededor se veía difuso, casi como un sueño, tal vez se desacostumbró al rigor y ahora veía borroso. No, simplemente estaba en "la zona". Había leído ese termino en algún lado, ¿o lo había visto en una película? En ese momento no lo recordaba, pero eso era lo de menos, lo importante es que estaba en la zona. Fuera de los límites de la consciencia, dejándose llevar por las sensaciones más primitivas que su cuerpo recibía, concentrado en un solo pensamiento: mejorar. Desde que el abuelo murió y Logan se quedó a entrenarlo, lo único en que era constante era en el entrenamiento.
Lincoln Loud había dejado atrás los años en que se rehusaba a hacer ejercicio y se dedicaba a los videojuegos, el mundo cambió y él también tuvo que hacerlo. Su objetivo era más que claro y su maestro se había esforzado por llevarlo a él. sin saberlo del todo. Cada día más rápido, mas fuerte, más ágil, más preciso. Se entrenaba como un militar sin serlo, pero por más que mejorara no estaba a la altura de uno de ellos. "Jamás seré como tan fuerte como ellos" se decía constantemente ante la imposibilidad de llegar a la meta deseada. Y, aun así, podía dar una buena pelea. Ya había tenido varias, pero los resultados fueron algo nefastos para él.
—Lisa... es... mi... única... opción. —Marcó cada palabra con un contundente golpe al saco de boxeo. Este cedió ante la fuerza del muchacho y cayó al suelo, la cuerda que lo sostenía al techo se rompió por su larga vida y condiciones deplorables—. Ojalá hubiera caído por mi fuerza.
Ante tal inconveniente, decidió dejar el entrenamiento por el momento. Recogió sus cosas y se dirigió a las duchas. El Gimnasio de Roger fue su refugio los últimos años, después de que Logan dejara de entrenarlo, se sentía tan a gusto como en casa. En las noches solo estaban los hombres de mediana edad, la mayoría de ellos recién divorciados, compensando años de descuido y desinterés por sus cuerpos. Todos conocían a Lincoln, lo saludaban cuando llegaba y cuando se iba casi a la medianoche, por lo que la partida prematura de este los sorprendió.
—Tengo cosas que hacer —dijo sin más el muchacho antes de entrar a la ducha. La verdad era que no tenía nada especial que hacer, simplemente quería desaparecer de ese lugar lo antes posible, lidiar con su frustración solo, por las calles del pueblo.
La ducha lo calmó un poco. Cuatros años de arduo entrenamiento y apenas era un poco más fuerte que el promedio, apenas si era capaz de aguantar una pelea de doce asaltos con Roger, quien también daba boxeo los fines de semana. "Tengo el nivel de un boxeador amateur" se mofó en silencio mientras su piel se refrescaba con el agua fría. No era suficiente para lo que él necesitaba.
—Lisa, ella es la única que puede ayudarme... Sid lo intentó, pero no logramos nada.
Sid, hacía tiempo que no pensaba en ella. Desde que Jordan estuvo más presente en su vida, el rostro de la chica de Great Lake City empezó a perder protagonismo en sus recuerdos, fantasías y pensamientos. Ella había sido parte importante de lo que tanto deseaba, pero lo había dejado en el camino. "No, no me dejó. Solo tomó la otra desviación en el camino" se repitió mentalmente. Tal vez la vería pronto, en la boda de Bobby, si es que aún era un invitado grato.
Su mente tomó un desvío, una vía secundaria que no esperaba encontrar. Jordan, ella no estaba en sus planes. Si bien el coqueteo y las charlas ocasionales eran comunes en los últimos meses, no pensó que la cosa escalaría tan pronto. La había besado, la había invitado a una boda y en la mañana había asegurado que quería algo serio con ella; eso tampoco estaba planeado. Su objetivo, su meta no era esa. Pero ese beso fue de otro mundo, algo que jamás hubiera imaginado ni en su más profunda fantasía, fue una sensación única que lo hacía dudar: ¿valía la pena seguir por ese camino o podía permitirse tomar ese desvío inesperado?
El crujido de una lampara lo sacó de esa maraña de dudas. El alumbrado público de Kansas Boulevard era deficiente, por lo que las penumbras de la cálida noche de verano eran más profundas cuando uno salía del gimnasio. "Mierda, no dejaría que ninguna de mis hermanas caminara sola por aquí" pensó mientras se ponía en marcha rumbo a Franklin Avenue. Al tampoco le gustaba caminar en total oscuridad, pero ya estaba acostumbrado, incluso era temprano. Se encogió de hombros ante la reconfortante idea de encontrar la cena en un recipiente, calentarla en el viejo microondas del Sr. Quejón y ver un poco de televisión, por lo que se permitió bajar la guardia un poco.
—¡Lincoln! —Tan ensimismado estaba que el escuchar a alguien llamándolo lo alertó más de los necesario. Aún no se disipaba la adrenalina del todo, por lo que tensó los músculos de su cuerpo y se giró con los brazos en alto, esperando evitar algún impacto— ¡Ea, solo soy yo, apestoso! —¿Solo tú? ¿Qué diablos hacía ahí tan tarde?
—¡Lynn! ¿Pero qué haces...?
—Chico, no eres el único que conoce el gimnasio de Roger. Los descuentos están de puta madre...
—Cuida tu vocabulario, niña.
—Venga, hombre, no seas aguafiestas. Sigo siendo tu hermana mayor. —Esta ya había reducido la distancia entre ambos, por lo que Lincoln previó lo que sería su siguiente movimiento con una velocidad que los sorprendió hasta a él. Lynn intentó darle un fuerte, realmente fuerte, golpe en el hombro. Lincoln detuvo su puño en seco, casi sin ningún esfuerzo.
—Técnicamente ahora soy mayor que tú, Lynn, así que...
—¡Diablos! ¿Desde cuándo eres tan rápido, apestoso? —cuestionó ella haciendo caso omiso a su comentario.
—Tú eres muy lenta.
—Viejo, soy la pícher más rápida de este lado del Mississippi, te iba a dar con todo. No creo que sea lenta, en lo absoluto.
—Entonces, supongo que ahora soy más veloz que tú.
Al decirlo en voz alta se daba cuenta que sí había un avance real en su entrenamiento, tal vez no al nivel que deseaba, pero Lynn siendo una de las personas más rápidas y fuertes que conocía (humana común), el haberla superado era un verdadero logro. O tal vez había sobrestimado la fuerza de su hermana mayor en el pasado, al ser tan debilucho una niña atlética como ella debía parecerle una Hércules hecha y derecha.
—Diablos, debes entrenarme.
—No soy entrenador personal, Lynn, no sabría cómo enseñarte a llegar a mi nivel.
—¿Qué tan bueno eres en combate? Digo, si no me informaron mal el abuelo les enseñó un poco mientras vivía. —La conversación continuaba y, casi por inercia, ambos habían retomado el camino rumbo a su hogar, hombro a hombro.
—Me defiendo.
—Venga, con esos reflejos debes ser como el Bruce Lee albino.
—Tal vez. —Le regaló una sonrisa enigmática.
Normalmente eso terminaba todo tipo de discusión o conversación que tenía con cualquier curioso que trataba de indagar sobre su pasado, además de que su sonrisa era encantadora, pero olvidaba lo terca que era su hermana cuando algo se le metía a la cabeza. La mayor parte del camino a casa se la pasó preguntando sobre sus rutinas, su técnica, su constancia e, incluso, su dieta. La verdad es que se estaba volviendo un escenario un tanto cómico.
Lynn y él eran cercanos durante los breves años de infancia, dada a la cercanía de edades, pero cuando llegaron a la pubertad había pocos temas de interés mutuo. Por lo que tener una conversación con ella sobre algo que realmente les gustaba a ambos era, hasta cierto punto, lindo; la nostalgia le ganó al recelo. Cuando tomaron Franklin Avenue ya no era un cuestionario, sino una dinámica charla entre hermanos, con preguntas y respuestas de ambas partes. Incluso las groserías no fueron limitadas por el albino.
—No existe el Karate canadiense.
—Eso es lo que yo le dije, pero estaba muy empeñado en decir que él fue quien lo inventó.
—Dices que era soldado, ¿en qué guerra sirvió?
—Nunca me lo dijo, pero creo que ha visto muchos campos de batalla en su vida. —Y no solo como soldado.
—Ese tal Logan debe ser un gran tipo, no entiendo por qué te aceptó como su alumno.
—Luego te contaré esa historia.
Lynn tenía una forma peculiar de caminar, no había rastro de inseguridad en sus ademanes y casi siempre entrelazaba sus manos en su espalda. Veía a todos con la barbilla en alto y era muy expresiva. Pero, cuando agachaba la mirada y sus manos jugaban su los mechones revueltos de su cabello, sabías perfectamente que algo la preocupaba. Esa noche, Lynn miró sus pies, su paso se volvió lento y sus manos juguetearon con su cabello, todas las señales juntas más una muy particular: lo veía de reojo con cierto recelo acompañado de interés más allá del normal en ella.
—Quiero que me entrenes —dijo con un dejo de duda y pena.
—Ya te dije que puedo pasarte mis rutinas del gimnasio...
—No, no ese tipo de entrenamiento —cortó con brusquedad, ahora lo miraba fijamente—. Quiero que me enseñes a pelear.
—Tú sabes pelear.
—Todos pueden conectar un golpe o dos, pero no sé pelear como tú. —La forma en que dijo la última palabra lo estremeció, sintió un ligero deja vú.
—Necesito aprender a pelear, por él, por ellos... Debo pelear como tú.
Apartó el recuerdo de su mente y se fijó detenidamente en su hermana, ella hablaba con una seriedad poco usual en ella, no solía pedirle nada a él... Nada de importancia. Ese sentido de superioridad física que tienen los deportistas hedonistas como Lynn los hacían sentir que podían con todo, que los demás solo eran sirvientes para facilitarle las cosas más simples. Pero ahora Lynn se tragaba ese orgullo, esa superioridad, para recurrir a él, significaba que algo realmente la molestaba.
—¿Por qué quieres aprender? —preguntó con dureza, una dureza que la muchacha no se esperaba.
—Yo... No me siento muy segura, Linc...
—¿Alguien te ha estado molestando...?
—No, solo quiero prevenir que algo malo pase. Me contaron que en Royal Woods hubo ataques de mutantes, de un jodido supervillano. Si un día nuestras hermanas están en peligro, quiero ser capaz de pelear...
—¿Sabes que no es tu responsabilidad?
—Lo sé, pero por Dios, son nuestras hermanas. No estarás para siempre en casa, Lincoln, ellas necesitan quien las cuide.
Ella era como él hace cuatro años. No pensaba más en ella como un individuo, sino en la seguridad de su familia, de la gente que realmente amaba. Pero, ¿era eso lo que había detonado de pronto ese interés por aprender a pelear? Lo dudaba mucho, había algo que escondía, algo más profundo. ¿Un sentido de inferioridad ante los super?
—Sé que no te tragas eso como mi única razón, lo entiendo —dijo de pronto como si leyera sus pensamientos... Odiaba eso—. Hay alguien que tal vez se merezca una paliza, una que solo yo puedo darle... No tú, Lincoln, es un asunto que yo debo resolver. Por eso necesito tu ayuda.
La venganza, eso también lo motivaba a él. En las películas de artes marciales el maestro siempre se niega a entrenar al protagonista con deseos de venganza, por lo menos hasta que se da cuenta que las artes marciales son para la defensa; sin embargo, también en esas películas el antagonista es un peleador motivado por el hedonismo y la furia, un maestro sin escrúpulos debió enseñarle a él. Lincoln era ese maestro, hasta cierto punto. No se negaría porque uno de los motivos fuera la venganza, pero reconfortaba su moral el saber que también había causas nobles en el deseo de Lynn. Realmente quiere proteger a las niñas, y tenía razón con decir que él no siempre estaría ahí para ellas, por lo que la necesitaban también a ella.
—Te ayudaré, Lynn. —La voz de Lincoln se endureció más—. Pero quiero que tengas en mente algo, lo que te enseñaré será difícil de aprender, no debes cuestionar ninguno de mis métodos. Para que uses lo que yo te enseño, no es de mi incumbencia, pero debes tener en cuenta que las artes marciales están hechas para proteger a los que más quieres, no para iniciar peleas.
—Créeme, protegeré a más gente de la que te imaginas.
¿Acaso ella también...? No, era algo más pequeño que lo que él deseaba. Pero le gustaba su euforia.
—Mañana a primera hora iniciaremos...
—¡¿A primera hora?! ¿Acaso no entrenas por la noche?
—Es mi segundo entrenamiento, niña. —Sonrió ante su expresión de fastidio. Bajaría el paso por ella, le agradaba la idea de compartir eso con alguien, más con Lynn.
1:00 am, 25 de junio de 2023. Detroit, Michigan. La Autopista 244.
Había pasado una buena temporada desde la última vez que se separó por tanto tiempo de su esposa. Era extraño para ella no dormir a su lado por varios días, pero la sangre llama y los familiares de Detroit también habían vuelto con el chasquido. Más extraño era aún ser la conductora designada mientras sus padres dormían, eso no pasaba en los viajes familiares. "Bueno, chica, ya tienes casi 23 y estás casada, creo que eres una joven adulta responsable" se dijo para sus adentros mientras revisaba por enésima vez el retrovisor para ver a sus padres dormidos a pierna suelta, aunque incomodos.
—¿Crees que les moleste un poco de música? —La voz de Simon la tomó por sorpresa, hacia 30 segundos que parecía totalmente dormido.
—Creo que estamos en el punto de la autopista donde solo se escucha pura radiodifusora AM.
Se encogió de hombros mientras encendía la radio, era ese viejo aparatejo rectangular que se manejaba con perillas diminutas, necesitabas la precisión de un cirujano para sintonizar la estación sin estática, sobre todo en la frecuencia AM. Un coro de predicadores, canciones de folk y un poco de country se alternaron con velocidad mientras su hermanos encontraba un sonido agradable. El medio oeste americano podía traer sorpresas en la radio aún, y en un par de minutos pudieron sintonizar un programa de la vieja escuela del rock. Un comentarista de voz profunda, pronunciación pausada y un marcado acento californiano, hablaba con pasión del rock sureño.
—... Y América es un país tan grande que hasta nuestras regiones pueden crear sus propios géneros musicales, algo que los británicos pueden envidiar de nosotros.
Sonrió ante la explicación del hombre, se notaba su visión anticuada de la música, que aunque contradecía lo mucho que había aprendido en los programas de radio en los que había participado como ingeniera de audio, le traía cierta nostalgia por una época pasada. Una que no vivió, solo a través de las historias de su padre. Él era una de las razones por las que prefería sintonizar la radio antes que conformarse con hacer una playlist en uno de los muchos servicios de música. "A veces puedes aprender más de música escuchando a un locutor de radio, que cuatro años en el conservatorio".
—Siempre me he preguntado cuál es la obsesión por Eagles
—Tienen buenas canciones, hermano.
—Lo sé, pero realmente no son tan buenos... No me malentiendas, hay canciones que son icónicas, pero fuera de eso alguien que no sea de california puede identificarse con su música.
—Sí... Tal vez son muy locales.
Había cierta ironía en la idea de que hubiera música muy local, pero era parte de su encanto. El arte en general, para Sam, tenía dos matices claros: ser universal o ser muy local. Uno podía sentirse identificado por las melodías que hablaban sobre el amor, porque casi cualquiera se ha enamorado una vez, pero pocos podía sentirse identificados cuando una banda del sur de Los Ángeles cantaba sobre un bar en el que solían reunirse. Sin embargo, seguía siendo valido no dar mensajes tan universales, ya que permitían a los espectadores transportarse a ese lugar, viajar con la música.
Mientras Desperado de Eagles sonaba, se sentía recorriendo las rutas concurridas de California. El calor de la costa era más húmedo y la brisa que se colaba por la ventanilla despeinaba su alborotado cabello rubio. El ritmo lento, melancólico y, curiosamente familiar, le hacían mover la cabeza de lado a lado, no había más responsabilidades, solo el mundo para ella. Al diablo la formalidad, si quisiera podría teñirse el cabello completamente de azul, o un mechón de cada color del arcoíris. Al diablo el recato del Medio Oeste, se quisiera podría quitarse la blusa y sentir la frescura de la noche sobre su pecho sudado. Al diablo las preocupaciones, podía conducir por siempre... Con ella a su lado.
—No creí que Eagles te gustara tanto, te quedaste absorta toda la canción.
—Solo imaginaba cosas...
—Cosas en California, me imagino.
Tan perspicaz como siempre, el joven Simon. Ella apartó unos momentos las vista de la carretera, nuevamente estaba en Michigan, y compartió una mirada significativa con su hermano. La situación no era desconocida para él, a fin de cuentas sus palabras fueron detonantes para despertar ese deseo de libertad juvenil que había olvidado. Le sonrió de lado con cierto recelo, esperaba no tener que abordar el tema, no hasta que tuviera una resolución.
—Luna aún no quiere ir... Yo me hice la idea de que con el regreso de todos podíamos poner en marcha ese plan, irnos lejos para vivir nuestras vidas, pero parece que aún no puede dejar a su familia... Dios, parecería que yo estuviera ansiosa en dejarlos a ustedes, te juro que no es mi intención...
—Tranquila, Sam, sé a qué te refieres. Aunque las cosas cambiaron a favor de su plan, parece que es un obstáculo más. Yo también pensé en no asistir al primer semestre de la universidad, hasta pensé por un momento que cancelarían las clases por los cambios tan drásticos que vivimos, pero todo va viento en popa.
—Por lo que decidiste seguir con tu plan.
—Sí, me dolerá separarme de ustedes tan pronto. Pero debo vivir mi vida, Sam, como tú y Luna deben vivir la suya.
—¿Cómo lo haces? No aferrarte tanto a las cosas, yo aún tengo tanto remordimiento con mi deseo.
No respondió de inmediato. Miró por la ventanilla las luces fugaces de los poblados que iban dejando atrás. La ciudad de Detroit ahora parecía tan lejana que solo un par de luces se podían distinguir por el retrovisor. La tercera canción de la banda californiana llegaba a su fin en un solo de guitarra intenso, pero sombrío, y la voz del locutor se imponía con un par de exclamaciones sobre su maestría.
—¿No es acaso uno de los mejores solos de guitarra?
—Cuando nuestra casa se quemó comprendí que aferrarme a las cosas solo me causaría más dolor —dijo sin mirarla, la radio pasó a un plano secundario tan pronto que pareció que alguien había bajado el volumen—. No soy precisamente indiferente a las personas u objetos con un valor sentimental, simplemente trato de no generar una dependencia tan fuerte a ellas. Ser un alma libre, como dirían por ahí. Sé que los voy a extrañar, pero a diferencia de nuestra casa, tengo la certeza de que estarán ahí cuando los visite... Bueno, no una certeza, ya no puede haber nada de eso después del Blip, pero sí la esperanza de que cuando decida tomar un autobús desde la Universidad de Michigan hasta Royal Woods, nuestros padres estarán ahí. O en Detroit, si quieren mudarse con nuestra tía.
—Dudo mucho que les quedaran ganas de volver en los próximos dos años —comentó un poco burlona.
—Sí, yo también lo dudo —rio un poco, una risa seca—. También tengo la esperanza de que un día de estos tome un avión, aterrice en el aeropuerto de L. A. y vea a mi hermana esperándome con un cartel con mi nombre junto con un apodo ridículo que tú y Luna hayan inventado. Tal vez haya unos cuantos guardias de seguridad junto con ustedes, y sin olvidar a los fans locos buscando autógrafos. Incluso entre una de ellas puede estar el amor de mi vida...
—Lo pensaste todo, chico.
—El punto es que no es fácil para mí partir, pero creo que será lo mejor. Ya no soy el chico de 13 años que nuestros papás incitaban a salir de casa, tocar el pasto y hacer más amigos. Soy un hombre ahora, que parece disfrutar más de la naturaleza de lo que nunca imaginé. No puedo aferrarme a algo que ya no soy.
La música volvió a ser el centro de atención, junto a la interminable ruta 244. "No puedo aferrarme a algo que ya no soy" repitió en su mente esas últimas palabras, deseaba que se grabaran en lo más profundo de su mente. Una charla no arreglaba todos sus problemas, pero era reconfortante. Se quitó un peso de encima al expresarse con su hermano, el único lazo tan fuerte que se mantuvo con ella después de la tragedia. Él iba iniciar una nueva vida lejos, tal vez ella debía hacer lo mismo.
3:00 am, 25 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan, La habitación de Luna y Sam.
Las gotas de la primera lluvia de verano empezaron a golpear con fuerza la ventana de su habitación. En silencio se aferró a una almohada, cansada del espacio vacío a su izquierda, preocupada por ella. "Viajar con lluvia es peligroso y Detroit parece la jodida Londres americana" pensó, deseando callar sus pensamientos para conciliar el sueño. La oscuridad se vio interrumpida por un relámpago, fue un instante que el color plateado dibujó las formas de su austera habitación. Un par de segundos después el trueno hizo vibrar las ventanas, un retumbar apenas perceptible, pero en su estado era más que molesto.
Solo un par de días lejos de ella y sentía cómo su vida se desdibujaba. ¿Acaso era una dependencia? No, ya que no era la primera vez que pasaban tanto tiempo separadas, solo la primera después de su austera boda. Sin embargo, los términos de su separación fueron diferentes a las otras ocasiones, no bajo una pelea fuerte o un distanciamiento notorio, sino con una pregunta sin resolver: ¿Irse o quedarse?
Se dio vuelta abandonando la almohada y colocándose al borde de la cama. Un nuevo relámpago iluminó la habitación, le permitió ver por un segundo las tejas del techo. Se sentía abrumada. Los cambios eran algo común en su vida, no solo por la constante llegada de nuevas hermanas a su vida durante la mayor parte de su juventud, sino los que ella misma se sometía. Nuevos looks, la experimentación en su música, su sexualidad, su círculo social, el Blip... Ella estaba acostumbrada, de cierta forma, a todos esos cambios constantes en su vida, pero cada uno de ellos los vivió ahí, en Royal Woods.
Si no fuera por los esporádicos viajes a otros estados en vacaciones, su entrada constante al lado canadiense del Lago Michigan y esas extrañas vacaciones en Escocia (de las cuales recordaba muy poco), había salido muy poco de su zona de confort. El Medio Oeste era su reino, en donde su voz llegaba en sus viejas épocas con la banda, cualquier lugar fuera de esa región le era hostil y nuevo.
Fuera del natural miedo de dejar aquello que conocía a la perfección, quedaba la angustia de separarse de su familia tan pronto. "Suena ridículo a mi edad que aún quiera vivir en casa de mis padres, pero el no ver a la mayoría de ellos por años hace que uno reconsidere lo que tiene" pensó con amargura. El frío que se colaba por las esquinas de las ventanas, diseñadas un poco a la rápida por Logan, la hicieron estremecerse. Se sentó, resignada a no conciliar el sueño, y buscó con la mirada en dónde había ido a parar la sabana.
Un tercer relámpago le permitió verla a los pies de su cama. Antes de tomarla un estruendo, que por supuesto no era el trueno, la estremeció. Venía del pasillo. Se levantó sin dudarlo, casi de forma automática salió de su habitación y encendió las cálidas luces del pasillo, un detalle que Lincoln insistió en tener por las dificultades que había por las noches en llegar al baño. Justo en el umbral de la habitación de su hermano vio a la chica bromista en el suelo, se sobaba la cabeza con molestia y entrecerraba los ojos intentando adaptarse a la luz repentina. Un cuarto relámpago, esta vez acompañado casi al instante por un potente trueno, estremeció a ambas.
—Por un momento creí que era Lily, asustada por la tormenta —comentó acercándose a su hermana. Aún no se recuperaba de la fractura de su pierna, tal vez le quedaran un par de semanas con el yeso.
Luan miró con recelo a su hermana mientras la ayudaba a recuperar el equilibrio, parecía más despierta de lo que uno esperaría a las 3 de la mañana. "Tampoco puede dormir, ¿será por el dolor?" se preguntó con preocupación. Sin decir palabra la llevó al baño, notó que las muletas habían cedido al peso de la chica y se habían roto.
—El Sr. Quejón se va a molestar, pero que esperaba, eran muletas de madera —dijo Luna más para sí misma que para Luan.
La dejó en la puerta cuando la chica se las arregló para entrar por su cuenta. No le había pedido que la esperara, nunca lo haría, pero ella se mantuvo afuera. No solo deseaba ayudarla, sino que algo en lo profundo de su mente la obligaba a permanecer ahí, deseando algo... ¿Pero qué? ¿Acaso quería que se disculpara con Luan por el accidente, arreglar todo con ella? Era lo natural, pero algo más estaba implicado en esa decisión subconsciente, algo que no podía descifrar por más que se esforzara.
—Sabes que no necesitas quedarte afuera ¿verdad? —La voz amortiguada y un poco seseante de su hermana se hizo escuchar sobre un trueno—. No te necesito, gracias por la ayuda.
Luna no movió ni un musculo. No era momento de ceder ante su deseo de dejar las cosas para luego, solucionar los problemas al día siguiente, sabía perfectamente que no encontraría la ocasión ya que "tenía muchas cosas por hacer". Era ahora o nunca, y aunque quisiera tomar la palabra de su hermana y regresar a su habitación, le sería imposible. Era dueña de esa idea subconsciente, más fuerte que su propia voluntad en ese momento, que la obligaba a plantarle cara a Luan.
Cuando la comediante salió del sanitario con dificultad y vio a Luna frente a ella, no solo la sorpresa se reflejó en sus facciones, sino una emoción que alcanzó a percibir por un instante: alivio. Fue tan fugaz como la luz de un relámpago, pero la dureza que adoptó el rostro de Luan se extendió como un potente trueno.
—Te ayudaré a llegar a tu cama...
—No, gracias.
—Luan, no estás en condiciones para recorrer el pasillo tu sola...
—Lo he hecho el último mes, si me las apañé antes, puedo hacerlo ahora.
—Pero...
—Gracias, buenas noches.
Justo cuando iba a dar el primer saltito su pierna resbaló y casi cae de bruces sobre la puerta del baño. Luna detuvo esa caída con una velocidad que sorprendió a ambas, parecía que sus reflejos aumentados por el riguroso entrenamiento de su abuelo aún rendían frutos cuatro años después. La chica forcejeó un poco, pero terminó cediendo ante el agarre firme de su hermana, esta vez no apoyó el brazo de Luan tras sus hombros para servir como muleta improvisada, sino que la cargó sobre su espalda.
—No soy una niña...
—Lo sé, solo intento facilitarle las cosas a ambas.
Fueron en silencio a la vieja habitación de Lincoln, le costó un poco encontrar el apagador e iluminar la habitación. Las bombillas de luz de gas, una tecnología de Alchemax que tomaba inspiración de las viejas lamparas victorianas pero con un factor contaminante mínimo y un consumo reducido de energía eléctrica; iluminaban con una potencia moderada por una perilla. En ese momento era una iluminación cálida, que alargaba las sombras de los muebles y molestaba poco la vista, perfecta para no robarte el sueño si necesitabas encenderla por un momento en medio de la noche.
—Gracias —murmuró la comediante una vez Luna de dejó sobre el colchón. Esperaba a que ella dejara la habitación para recostarse, pero Luna no se movió.
Le daba la espalda a su hermana y miraba con cierta impaciencia la pared desnuda. Buscaba las palabras que necesitaba, intentaba darle sentido a esa idea que la forzaba a permanecer ahí, solo quería entender todo para seguir. Paseó su mirada por los escasos muebles, deseando encontrar una clave, una letra que le permitiera hilvanar sus disculpas, pero solo se encontró con una habitación sin personalidad y un armario con un candado de combinación. Un par de meses para Luan, cinco años para ella.
—Lo siento... —dijo sin más. La miro a los ojos—. Siento mucho lo que te hice ese día, fue un estúpido error.
—Arruinaste una oportunidad importante, no fue un error, fue una jodida mala pasada.
—Yo... Ni siquiera sé por qué lo hice, solo se me hizo fácil sabotear tu acto. Un poco más de presión a uno de tus aparatos y... Mierda, no sé que esperaba de todo eso.
—Joderme la vida, me imagino.
Luan apartó la mirada de su hermana. La dureza en sus palabra, la expresión de frustración e ira; todo eso le provocaba un nudo en la garganta a Luna. No, no lo hacía por sentirse mejor, esa idea no se le había pasado por la cabeza, debía encontrar la manera de compensárselo, de arreglar su error. Luna se arrodilló frente a su hermana, tomó sus manos y buscó sus ojos.
—Tienes razón, tenía miedo de que las cosas fueran muy lejos. Unos caza talentos de comediantes en un pueblo perdido por Dios, creí que era un jodida estafa. Y si no lo fuera, aún mejor, porque estaba enojada contigo y joderte un poco sería fantástico. —La expresión de sorpresa en el rostro de su hermana fue de fotografía, sus ojos se abrieron a más no poder y su boca formó una mueca ridícula, que si no fuera por la seriedad del momento, hubiera provocado un par de carcajadas a Luna—. Lo que hice fue de lo peor...
Una cachetada hizo que perdiera la noción de lo que estaba diciendo, solo por unos segundos. Nuevamente se forzó a mirarla a los ojos.
—No pensé en lo que esto haría, no solo arruinarte una oportunidad, sino lastimarte de esa manera... Mierda, ni siquiera creí que funcionaría, pero cuando lo hice casi muero de miedo por ti.
—¿Tú morir de miedo?
—Soy tu hermana, Luan, la preocupación me hizo no poder dormir por días... El arrepentimiento me ha arrebatado el sueño por cinco años.
—¿Y crees que eso va a solucionar todo? ¿Crees que te perdonaré así de fácil?
—No lo quiero, solo quería decirte todo. Que mis celos por tus oportunidades me hicieron actuar como una chiquilla, quise justificarme diciendo que era para protegerte, que tenía miedo de perderte en mi vida, pero solo era una maldita envidia que no creí capaz de sentir. Pero cuando te perdí, cuando realmente me dejaste, entendí cuánto lo jodí.
"Cuando todos se fueron vi toda la imagen completa. Solo no quería quedarme atrás. Con Leni y Lori en la universidad, y tú triunfando en un acto por todo el Medio Oeste, yo solo sería una carga más en la vida de mis padres. Pero al diablo con eso, al diablo con la envidia, todos se fueron de un momento para otro y todo eso dejó de tener sentido. Para ti no ha pasado mucho, pero yo he vivido años pensando en esa enorme estupidez que hice, en ese error que jamás iba poder enmendar.
"Y luego regresaste, regresaron todos, estabas en los brazos de Lincoln tal y como te habías marchado ese maldito día. Te vi forcejear con la idea de hablarme, de siquiera mirarme, temiendo que yo fuera la misma egoísta de siempre. Pero, creo que ya no lo soy, Luan. No soy la misma persona que fui a los 17, tal vez un poco tonta aún, pero jamás te haría daño nunca más. No me perdones, Luan, no lo merezco, solo quería que mi hermana, mi mejor amiga, supiera que ya no soy la misma idiota que cometió ese error. Ya no lo haré más con nadie."
Luna se inclinó sobre las piernas de su hermana, las lagrimas que rodaban por su mejilla cayeron en la piyama nueva de la chica. No sabía cómo iba a reaccionar, pero no importaba mucho. Solo quería sacarlo todo, explicarse, decir la verdad, y que Luan fuera la jueza de todo. Sintió como las manos de su hermana se separaban de las suyas, por un momento pensó en que recibiría un golpe, así que fue una sorpresa enorme sentir como acariciaba su cabello.
—Eres una tonta —murmuró la chica con una risa ahogada.
—La más tonta de todas.
—Sé que no lo hiciste con toda esa malicia que me dices. Mierda, eres mi hermana, dudo si quiera que pensaras tanto antes de actuar.
—Pero...
—Ya hablaste mucho, Luna, es mi turno. —Se miraron nuevamente a los ojos, la dureza en los marrones ojos de Luan había desaparecido, solo había compasión—. Solo fuiste una tonta, eras una adolescente en ese momento y con la envidia a flor de piel, te dejaste llevar. Una mierda de plan que funcionó solo porque yo me descuidé. Los nervios hacen que cualquiera cometa un error y pise ese aparatejo que me derribó del escenario. Tal vez yo misma me sabotee, pero ahora no importa. Así que cinco años de eso ¿verdad? No sé ni porqué seguimos así, solo deseo abrazarte desde el día uno, Luna. Al diablo con lo demás.
La necesitaba a ella, necesitaba ese abrazo. Nada sería como antes del accidente, ni un poco, pero podían ser hermanas, unas más conscientes de los lejos que pueden llegar las bromas de mal gusto y la envidia. Y con ella llorando a la par de su hermana se sorprendió al sentirse liberada, lista para dejar atrás los tormentos de su alma y del pasado. Lista para avanzar.
10:00 am, 25 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan. El televisor de la casa Loud.
Reportando desde la cumbre internacional, estamos en el cuarto día desde que las mentes más brillantes del planeta y los mandatarios de cada nación reconocida, y no reconocida, se reunieran en las nuevas instalaciones de la ONU. Parece que las platicas han llegado a un punto muerto cuando el soberano de Latveria, Víctor Von Doom, acusara al senador de California y científico de gran renombre, el Dr. Hank McCoy de usar la cumbre como parte de sus iniciativas políticas en su estado.
—¿En serio le van a creer a un supervillano?
—Aunque no está tan alejado de la verdad, hermana, según mamá las cosas se tensaron cuando descubrieron que Lisa también es una mutante.
—¡Un momento! ¿Lisa es mutante?
—¿No le dijeron a las niñas, papá?
—No creí que fuera necesario...
—Suspiro, creo que si era necesario
Las discusiones se interrumpieron de forma drámatica durante la tarde de ayer. Aunque no se logró entrevistar a los implicados en este supuesto altercado, la Dra. Juspeczyk habló con CNN sobre la tensa situación dentro de las instalaciones. Se dice que se han creado varias facciones por parte de los políticos, entorpeciendo el manejo de las mentes brillantes en el desarrollo de un plan para contrarrestar cualquier crisis después del Blip.
—Estamos trabajando con mucha presión por parte de algunos líderes de naciones, como el Dr. Doom o la representante de Madripoor, sin embargo no hay grupo más molesto que la OTAN con respecto a la solución rápida e inmediata de los problemas.
Al parecer los representantes políticos de los países aún miembros de esta organización se han agrupado dentro de la cumbre y buscan presionar para obtener un resultado inmediato. Se desconoce si los científicos de estos mismos países apoyan esa moción o es mera politiquería. Lo que sabemos es que la presente cumbre se está asemejando al conclave papal en la demora que puede llegar a tener.
—No me sorprende el resultado.
—¡Oyeron el apellido! ¿No es una de las científicas que se metía constantemente con las personas que criticaban a Lisa?
—Sí, Luna, es ella. Al menos tiene una amiga allí adentro.
—Y que lo digas, hermano. Me preocupa más mamá metida en ese circo, luego con criminales reconocidos como Doom o Mole-man ahí...
—¡Iugh! Está ese rarito ahí...
—No es para tanto, Lola, es curioso.
—Solo dices eso porque te gustan las cosas raras, Lana.
—Niñas, niñas, dejen oír la televisión.
Se esperan que se reanuden las discusiones en las próximas horas, por el momento podemos tener como una buena señal que el soberano de Latveria no haya abandonado el edificio. También se espera que la presencia del Dr. Richards desde el día de ayer sea una medida para encontrar una manera conciliadora de solucionar los problemas. Solo nos queda... ¡Un momento! Charlie enfoca la puerta principal, ¿acaso estoy viendo bien...? ¡Sí, parece que están saliendo varios individuos del edificio! Uno es el Dr. Richards...
—¿Acaso se rindieron?
—¡Ahí va Lisa!
—Encontraron la solución.
Parece que van a dar un discurso... Hay que enfocar bien al que va hablar, creo que será Mr. Fantastic... O Doom, también está ahí. No, parece que ninguno de los dos lo va a dar. ¿Puedes ver quién será...? ¡¿En serio la niña?! Señoras y señores, parece que la científica más joven del país, si no es que del mundo, será la encargada de dar una declaración ante la prensa y los asistentes a la cede de la ONU.
—Apreciables ciudadanos del mundo, es un honor informarles que la cumbre ha sido todo un éxito. Si bien nos enfrentamos a vicisitudes inesperadas, principalmente por colegas reacíos a trabajar con solidaridad y apoyo mutuo, se llegó a un acuerdo la noche pasada y gracias a ello entre la mayoría de nosotros pudimos formar un plan que no solo evitará que haya una crisis a nivel mundial, sino que acercará a las diferentes naciones en una unión digna de recordar.
—¡No me jodas que consiguieron la paz mundial!
—¡Lynn Jr. cuida ese lenguaje!
—Perdón, pa'.
—A continuación, usando mi lenguaje más coloquial posible, para facilitar la fácil comprensión de la situación, les hablaré de los 157 puntos que conllevan nuestro plan... Número 1. Las fronteras...
—Parece que será una larga mañana.
—Ya vieron la cara de ese hombre, hasta él sabe como que será aburrido.
—Leni, es el Dr. Doom, esa es su máscara de metal, siempre se ve así.
—¿En serio? Entonces como que no debe tener muchos amigos, como Lisa. Tal vez deberían hablar más seguido y...
—Definitivamente una mañana muy larga, hermano.
7:00 pm, 26 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan. Sótano de la Casa Loud.
—¿Estás seguro de poder ayudarme?
La voz neutral de Lucy aún le daba escalofríos. No importaba cuanto había madurado, ni siquiera que se había visto cara a cara con la muerte, su hermanita de 10 años podía hacer que se estremeciera con solo pronunciar unas palabras. Lincoln hizo a un lado varias cajas de ropa vieja, algunas eran de los múltiples huéspedes que estuvieron con ellos, otras más fueron cajas que se salvaron del incendio. El sótano había sido la única habitación que salió bien librada de la presencia de Magneto y su Hermandad, por lo que aún conservaba esa vieja aura que creía adecuada para entrenar con Lucy.
—No, pero soy lo mejor que tienes por el momento —dijo con honestidad mientras invitaba con un ademán a su hermana para que tomara asiento—. Lo que estoy seguro es que el entrenamiento físico no te va ayudar por el momento, tu mutación se acerca más a lo mental y espiritual. Al igual que Lisa, es necesario entrenar tu mente para controlarlo.
Había traído un tapete viejo que le prestó Rusty antes de que se fuera a California, no sé por qué creyó adecuado usarlo, pero era especial para el yoga y la meditación. "Tal vez un poco se sugestión en la practica de meditación y Lucy podrá conectarse enteramente con sus habilidades". La idea de que su pequeña hermana tuviera un potencial tremendo con su mutación le generaba un conflicto, le hubiera gustado que presentara sus poderes en la adolescencia como la mayoría, así podría tener una infancia más tranquila. Pero los tiempos violentos en los que vivían, sumado a su potencial, eran razones suficientes para que la niña tuviera que controlar su poder.
Después de su pequeña charla antes de la visita del Profesor X, Lincoln había estado muy involucrado en descubrir cómo se manifestaban las mutaciones de sus hermanas. Con Lisa fue fácil rastrear un origen inmediato, a los dos años había logrado convertir la vieja secadora de cabello de su madre en un laser potente que derritió la televisión de la sala. En cambio, con Lucy fue más difícil. No solo por la poca comunicación que tenía con ella, en parte por la personalidad reservada de la pelinegra, y en otra por su propias reservas ante la rareza de ella. Pareciera que siempre fue igual.
Sin embargo, después de hablar con sus padres, hermanas mayores, y con la propia Lucy, logró formar una cronología que permitía entender el desarrollo de los poderes de la niña. Lucy había sido un bebé diferente, naciendo antes de los 9 meses de embarazo, su piel pálida y unos enormes ojos de iris negra eran algo que los doctores atribuyeron a una especie de albinismo inusual. Sin embargo, con el paso del tiempo sus padres notaron que el diagnostico de los médicos era errado, ya que el cabello le crecía de un negro profundo y la oscuridad de su iris parecía extenderse por la esclerótica.
Ante la incomodidad y el miedo de que la luz le hiciera un daño a sus ojos, que abría de forma inusual, sosteniendo una profunda mirada sin parpadear por mucho rato; optaron por dejar que su cabello cubriera sus ojos con un espeso fleco. Si bien cortaban periódicamente el resto, el flequillo se mantenía intacto a la altura de la nariz. Desde los dos años que nadie había visto los ojos de Lucy, solo un oftalmólogo anciano, muerto durante el Blip, que parecía tomar con naturalidad el hecho de que los ojos de la niña fueran completamente negros. Lincoln los vio recién el día anterior, cuando la niña le habló de cómo eran las citas con el oftalmólogo.
—Nunca entendí por qué era tan diferente, nadie me lo podía explicar. Suspiro, creo que ahora sé que no veo las cosas igual que el resto.
La fascinación de Lincoln con la idea de que las personas puedan percibir el mundo de diversas maneras, dependiendo de cuántos filtros tengan los sentidos, le fascinaba desde su temprana adolescencia. Los sentidos humanos son receptores de los estímulos que el ambiente da, desde las sensaciones hasta los colores y sonidos que percibimos. Cuando uno de nuestros sentidos falla, al percepción del mundo se modifica, creando una nueva versión de los hechos y vivencias. Es por eso que nos es difícil a las personas videntes entender lo que un ciego de nacimiento no ve, no concebimos la nada en el aspecto visual. Así, la misma mutación permite a algunos mutantes percibir el mundo de una forma diferente, una sensibilidad superior a los humanos. Los ojos oscuros de Lucy le permitían ver un mundo diferente al resto de las personas, percibía colores, formas y entidades que están ahí, pero con los filtros visuales que tenemos los humanos no vemos.
Fue en ese punto, cuando se enteró de los ojos de su hermana, que comenzó a entender un poco más el dilema de los mutantes, sobre todo los denominados Morlocks. Había mutantes cuya apariencia no distaba mucho de la humana, simplemente sus habilidades eran lo único que los diferenciaba, con facilidad pueden mezclarse con las personas y sufrir una discriminación menor, o incluso ninguna si sabe ocultar su mutación. En cambio, según le habló una vez Logan, los Morlocks suelen ocultarse de la sociedad debido a que su mutación no solo les dio habilidades, sino que les da un aspecto físico diferente al de un humano común. Su aspecto los hace incompatibles con una sociedad intolerante, por lo que son el foco del odio de los humanos, los consideran monstruos.
La mutación de Lucy parecía manifestarse de forma física desde su nacimiento, sin embargo gracias a unos trucos de sus padres, pudo pasar como una simple niña peculiar desde siempre. Fue la manifestación de sus poderes lo que la hizo distante del resto de sus hermanos y la que la encasilló a una rara. Tenía seis años cuando vio por primera vez a un fantasma. El relato reconstruido a través de los testimonios de Lucy, Rita y Lori le permitieron a Lincoln estructurar el acontecimiento.
5:00 pm, 1 de julio de 2014. Manistique, Michigan. Manistique East Breakwater Light.
En el verano de ese año la familia Loud partió hacia el norte del estado, entusiasmados de tomar un ferry por primera vez los niños se habían comportado de manera ejemplar durante la mayor parte de trayecto en carretera. Lisa, al ser la menor, había cumplido 2 años recientemente y parecía ser mucho más independiente que el resto de los niños de su edad, eso permitía a los padres relajarse un poco y disfrutar de las maravillas naturales de Michigan.
Uno de sus destinos era la población de Manistique, costera en el Lago Michigan, famosa por sus faros de gran envergadura y antigüedad. Para la tarde parecía que su misión de conocer uno de esos faros sería un fracaso, los niños se comenzaban a poner inquietos y ya se empezaban a escuchar las primeras peleas entre las gemelas desde el desayuno. Lana insistía en dormir abrazada a su hermana, sin embargo Lola se negaba al ver el aspecto sucio de su hermana.
—No-me-gusta-la-mugre —Marcó cada palabra con una firmeza digna de una persona mayor.
—Solo es algo de arena y algas... Y lodo... También un poco de baba de sanguijuela.
—¡Que asco, esa es una sanguijuela!
—¡Oh Dios mío, una sanguijuela! —La mención del animalejo puso nervioso a Lynn padre al punto de mover bruscamente a Vanzilla de un lado al otro.
—Tranquilo, cariño, ya se encargan de sacarla de aquí. —Le habló dulcemente su mujer para que dejara de mover el vehículo en zigzag—. ¡LJ quítale eso a tu hermana!
—Ni loca, luego puede chupar mi sangre.
—¿Lori?
—Y arruinar mi hermosa manicura, jamás.
—Leni...
—¿El para qué cosa de quién?
—Luna... ¿Luna...? ¡Luna!
—Está siendo succionada por la música, mamá... ¿Entiendes? Porque estamos hablando de sanguijuelas y ella tiene los audífonos puestos.
—Luan, hazme el favor.
—Soy mejor con mis chistes, no con mis dedos. Además, me dan asco las cosas babosas...
—¡Dijo una mala palabra, una mala palabra!
—Cariño, esa solo es una mala palabra cuando la usas para referirse a una persona, no cuando se trata de animales cubiertos de lava.
—Eso no tiene sentido, ¿por qué una palabra es buena y mala a la vez?
—Solo es así, hijo...
—¿Puedo decirla si le quito la sanguijuela a Lana?
—Pero es mi sanguijuela, ya le puse un nombre. —La niña hizo un puchero monumental, al punto de que el propio Lynn padre dejó su miedo para mirarla a través del retrovisor y enternecer.
—¿Qué dijimos sobre las mascotas que encuentras en medio de la naturaleza?
—Que pertenecen a la naturaleza, ya entendí. Tomalá, Lincoln.
El chico tomó la sanguijuela algo hinchada de la barriga de su hermana, haló de ella y estuvo a nada de hacerla reventar, pero para suerte de él (y su padre, que se hubiera desmayado al ver tanta sangre salir de la nada), el animalejo cedió a su agarre. Bajó la ventanilla de la portezuela de su lado, el mejor asiento del vehículo, y la arrojó a la arena del lago que se extendía a lado de la carretera. Lana se despidió de "Gertrudis" (nombre que nadie supo de dónde sacó) y se resignó a dormir abrazada a Lincoln.
En media hora, y después de una consulta rápida por parte de una aburrida Lori de 15 años al Google maps, llegaron a su destino. El vehículo enorme buscó lentamente un lugar vacío en el estacionamiento, al parecer era tan grande que terminó dando sombra a dos vehículos de su alrededor. La ruidosa familia salió despedida una vez el motor se apagó y los agotados padres solo vieron con frustración como 7 de sus hijos se aventuraban al viejo faro.
—Lori, cariño, ¿crees que puedas hacernos el favor de cuidar a los más pequeños?
—¡Está bien! —gritó alargando la última silaba. Su aspecto de adolescente parecía espantar a las gaviotas que rondaban cerca de las personas, así que sería una buena protección para que Lana no adoptara a otra mascota.
—¿Y yo qué puedo hacer, mamá? —Leni también se había quedado atrás, la miraba sonriente y dispuesta. Todo un ángel, muy linda pero también muy despistada.
—Ayúdame a cuidar de Lisa, cariño —"Aunque creo que Lisa va a cuidar más de ti".
Mientras que Rita subestimaba la inteligencia de la segunda hija del matrimonio, Lucy se había adentrado al interior del viejo faro. Construido a principios del siglo XX, el faro había visto los cientos de cambios de los Estados Unidos durante el siglo, soportando de pie el clima del Lago Michigan y advirtiendo a las pequeñas embarcaciones de la cercanía con tierra. Si bien, para ese momento solo era un atractivo turístico, la cantidad de personas que había pisado y vivido en él se podía contar por centenares, al menos unos cuantos debieron morir ahí.
La curiosidad nata de una infante, sumada a una fascinación que ni ella misma se explicaba por lo desconocido, la hizo entrar sin supervisión y sin ser vista. Dentro la edificación estaba sumida en penumbras, apenas unos rayos de sol de la tarde se colaban por pequeñas ventanas, permitiendo distinguir formas. Subió un par de escalones rechinantes de madera, su deseo era llegar a la punta, deseando encontrar algo interesante.
Sin embargo, en cuanto llegó al quinto escalón, un crujido la hizo titubear, no provenía del escalón que pisaba, si no de más arriba. Un segundo escalón rechinó, luego un tercero, un cuarto... Parecía que alguien, o algo, bajaba con una lentitud teatral las escaleras. Lucy, a través de su espeso cabello intentó distinguir algo entre las penumbras, pero la nada misma la recibía. Una sensación de malestar recorrió su cuerpo, sus músculos se tensaron, la respiración se agitó y el peso de su cuerpo la hizo tambalearse para atrás por unos instantes.
Si esa tarde la niña hubiera huido, tal vez sus poderes mutantes hubieran tardado en desarrollarse, pero el estrés al que fue sometida en ese momento la paralizó. Con cada crujido la niña empezaba a desfallecer, no podía correr y no podía gritar, por lo que una lagrimas silenciosas recorrieron sus mejillas. Cerró los ojos un momento, los pasos se acercaban, los abrió y una silueta se hizo presente a unos 3 metros de ella. Los cerró con más fuerza, mientras mentalmente pensaba en una manera de salir, pero no sabía qué hacer sin que su mamá estuviera ahí.
—Ya soy una niña grande —murmuró para sí mientras abría los ojos llenos de lágrimas. Un hombre se erguía frente a ella.
De aspecto descuidado, piel gris, ropas hechas girones y ojos desorbitados. La miró como si nunca hubiera visto una niña en su vida, ella sintió que un peso enorme le caía encima. No parecía una persona normal, en primer lugar por ese aspecto enfermizo, en segundo por la mirada vacía. En ese momento no lo racionalizó, pero cuando le platicó la historia a Lincoln cayó en cuenta que aquellos ojos eran una sombra para llenar el vacío de sus cuencas, una simple ilusión, ya que al morir la luz y la vida escapa de los ojos.
—¿Por qué lloras, niña? —Habló como si le costara trabajo, las palabras era torpes y lentas, apenas entendibles. No había usado su boca para decirlas, simplemente resonaron en el aire.
—Tengo miedo.
—¿De qué?
—De la oscuridad, quiero salir de aquí.
—La oscuridad no es tan mala. —El hombre se movió con pesadez, como si el caminar le costara todo el trabajo del mundo. tomó a la niña del hombre y con una delicadeza ajena a sus movimientos torpes, bajó con ella las escaleras—. Puedes hacer muchas cosas en la oscuridad, es más fresca, hay amigos... Paz.
—¿Qué es paz?
—La paz es una sensación de tranquilidad, cuando nada te molesta.
—¿Usted está en paz?
—No, por eso estoy aquí, donde hay un poco de luz molesta.
—¿Lo puedo ayudar?
—No, nadie puede. Solo yo...
El hombre dio media vuelta y comenzó a subir las escaleras. Lucy lo vio alejarse, su figura poco a poco empezaba a desvanecerse, como si nunca hubiera estado ahí. Cuando estaba en el escalón donde lo vio por primera vez, Lucy le preguntó una cosa más:
—¿Cómo se llama, señor?
—Olvidé mi nombre, hace mucho tiempo que lo busco.
Sin más se desvaneció. Lucy fue encontrada a los pocos minutos por Lori, desesperada por no verla por ningún lado. No habló mucho de su experiencia, pero Lori notó un cambio significativo en ella. Se veía cómoda en la oscuridad, como si hubiera nacido para pertenecer en ella, y su voz empezó a perder un matiz de emoción con el paso de los días. Lucy no era la misma niña de antes, se volvió meditabunda y apartada, siempre buscando la oscuridad y compañía de personas desconocidas para los Loud, pero que los rodeaban todo el tiempo.
7:30 pm, 26 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan. El sótano de la Casa Loud.
Lincoln la miraba de forma detenida, desde hacia unos minutos la niña había logrado regular su respiración, y con los músculos relajados, parecía por fin entender el punto de la meditación. Habló con voz lenta, casi como un murmullo, guiándola a través de su paisaje mental. El primer paso para entender el funcionamiento de los poderes mentales en los mutantes era reconocer y explorar su paisaje mental, ese donde se guardan la maraña de pensamientos. Es una tarea ardua que le cuesta horrores a cualquiera que lo empiece a practicar.
La sesión de hoy estaba destinada a que Lucy pudiera hacerse consciente de la existencia de su paisaje mental, una misión de entrada y salida. Si bien no conocía la naturaleza misma de los poderes, la historia de cómo los desarrolló sumado a lo poco que Lucy le había explicado de ellos, hizo que Lincoln recurriera a estos entrenamientos mentales. La percepción que Lucy tiene del mundo es diferente, puede percibir a los muertos aferrados a la realidad que compartimos. Al percibir su presencia, la sensibilidad de los fantasmas hacen que la noten, es como una especie de faro en medio de sombras cambiantes. Al estar cerca de ella, los muertos pueden comunicarse, con palabras que van de lo más complejo hasta silabas inentendibles. Lucy también puede comunicarse con ellos.
Su interacción con los muertos le han permitido aprender un par de cosas, la mayoría de ellos se aferran a esta realidad por un capricho, no es posible ayudarlos a dejarla. Los muertos son incapaces de mentir, por lo que puedes preguntarles lo que sea y siempre te responderán con la verdad; algunos tienen un basto conocimiento de la realidad misma, otros a penas pueden recordar un par de conocimientos que tenían en vida. Son capaces de estar en todos los lugares de la realidad en menos de un pensamiento, para ellos las leyes del espacio-tiempo no tienen limitantes. No pueden recordar su nombre, es una especie de ancla que les permite estar entre los vivos, una vez lo recuerdan se separan de esta realidad.
Lucy habla con ellos de forma frecuente, sobre todo con los fantasmas de la familia Loud, quienes parecen decididos a permanecer a lado de la niña, negándose a recordar sus nombres. Ella no se involucra mucho con los demás espíritus ajenos a la familia, a lo mucho si desea saber algo en especifico, normalmente se limita a guiarlos en la búsqueda de su nombre, o hacerles compañía. La fascinación por la muerte y lo tenebroso surge en ella como una respuesta a la interacción constante con los fantasmas, desea reemplazar la cotidianeidad con emociones más intensas a través del terror en lo ficticio.
—Lo veo —murmuró la chica de pronto. Lincoln se acercó a ella, se le veía agotada y muy tensa.
—Ahora, debes relajar tu respiración, si te agitas vas a terminar siendo arrastrada a él.
—Es difícil.
Lo era, la primera vez que Lincoln se enfrentó a su propio paisaje mental casi se pierde, Emma tuvo que sacarlo a patadas de ahí. Él era incapaz de entrar a voluntad, pero puede manipularlo cuando un telepata haga acto de presencia en su mente, como Jean. Temía por Lucy, ya que no había nadie que la pudiera sacar cerca, sin embargo las habilidades de su hermana para el autocontrol eran admirables y sabía que lo lograría.
—Relaja tu cuerpo, debes hacer exactamente lo que te dije, pero al revés.
Su respiración se empezó a regularizar, las facciones de molestia en su rostro se relajaron, y en pocos segundos la niña estaba en un estado de meditación profundo. Poco a poco empezó a moverse, primero sus manos se agitaron, luego sus parpados se abrieron revelando esos ojos negros (había descubierto su rostro para ver las micro expresiones por completo). Movió la boca mientras su cuerpo volvía a moverse con naturalidad, había logrado salir con pocas dificultades.
—Fue espeluznante. —Lincoln sonrió ante la ironía.
—La mente no es un lugar muy bonito de visitar, pero es necesario que la explores para entender la naturaleza de tus poderes. Sabemos que son mayormente sensoriales, pero es tu cerebro el que controla ese aspecto, y tu mente es el mecanismo primordial de cada función.
—Cada vez entiendo menos lo que me quieres decir, Lincoln.
Una fuerte carcajada extrañó a su hermana, seguía siendo una niña al fin y al cabo, toda esa palabrería carecía de significado para ella. Le explicó con términos más simples la idea de que debía tener un control sobre su mente para no manifestar sus habilidades en contra de su voluntad, e ir perfeccionando su capacidad comunicativa con los espectros.
—Sin importar lo que decidas hacer con tus habilidades, Luce, es necesario que puedas controlarlas para poder vivir con tranquilidad.
—Lo intentaré, aunque es algo agotador. Suspiro. —La niña estaba a punto de colocar su cabello nuevamente sobre sus ojos cuando Lincoln la detuvo.
—No deberías esconderlos.
—Incomodarán a todos.
—Eres nuestra hermana, Luce, te vamos a aceptar tal y como eres. Los demás que se vayan al diablo.
La niña sonrió ante el comentario de su hermano, con un suspiro se acomodó la diadema blanca que sostenía su flequillo y salió del sótano, dispuesta a enfrentar al mundo tal y como ella era.
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