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Mutantes III: Héroe

12:15 pm, 25 de abril de 2019. Royal Woods, Michigan. Casa Loud

Sam, Franklin Avenue.

Sus pies volaban sobre el asfalto, el aire comenzaba a ser asfixiante, el ardor recorría cada músculo de sus piernas y el camino se volvía borroso. La adrenalina adormecía el intenso dolor de su pierna rasgada por los escombros, pero las fuerzas se escapaban con cada zancada que daba. ¿Acaso debía esconderse, rendirse, pelear? Las dudas eran breves, ideas tan fugaces que no se completaban del todo, ya que cada movimiento de aquel que tenía entre sus brazos eran un veredicto definitivo. Debía seguir huyendo. Sam había recorrido 6 manzanas antes de que sintiera la necesidad de voltear hacia atrás, se creía a salvo, pero el resplandor del hielo y el fuego la hicieron reanudar su carrera al instante.

Su corazón latía con tanta fuerza que era lo único que podía escuchar, junto con el llanto de AJ. Sabía que el bebé de cabellos blancos y mirada cálida era el objetivo de la Hermandad, sabía que John los había traicionado y que en cualquier momento la alcanzaría. "Solo retrasas lo inevitable, Samy" escuchó en su cabeza, dos voces, una eco de la otra. John y Tony, la misma cara de la moneda. Trastabilló con un inesperado cambio de terreno, había un pequeño bache en la avenida que la hizo doblar sus rodillas para evitar caer sobre Albert.

—Mierda... —masculló resintiendo el dolor en su pierna derecha. Notó la rasgadura en sus jeans, la sangre no era abundante pero la herida se veía fatal. Con un gran esfuerzo se reincorporó, pero su carrera se detendría de pronto ante la presencia de nieve frente suyo.

—Será mejor que te escondas, rubia, esto se puede poner feo —una voz juvenil vino de sus espaldas, y sin dudarlo mucho giró hacia la derecha intentando encontrar refugio. Una casa abandonada era lo que estaba frente a ella.

De reojo vio como una llamarada roja impactó contra un camino de hielo a un par de metros del suelo, una figura blanca cayó sobre un montón de nieve. Pyro había logrado derribar al X-MEN conocido como Iceman, que se deslizaba detrás de Sam desde hacia cuatro manzanas.

Sam pateo la puerta, no necesitaba de cortesías en momentos como ese, pero la puerta no cedió. Era casi una broma lo difícil que era entrar a una jodida casa abandonada, parecía que la nueva prioridad de la alcaldía de salvaguardar las pertenencias restantes de los desaparecidos está funcionando a mala hora. Con frustración rodeo la fachada en busca de una entrada, siempre viendo sobre su hombro el enfrentamiento entre los mutantes. Pyro parecía divertirse con rodear de llamas al hombre de hielo, quien no hacía nada más que evitar que el miembro de la Hermandad llegara a Sam.

Cuando perdió de vista la batalla, en el patio trasero, recordó de quien era la casa. Esa pintura desgastada, una ventana del segundo piso sellada, el pésimo gusto en decoración, era la casa de Anthony Collins, su primer novio y el único. Se quedó estupefacta, tratando de asimilar la espantosa cercanía de ese bastardo a la casa de su novia, y por un instante pensó en no entrar. "¿Y si sigue ahí?" pero el deplorable estado de la casa y el moño anaranjado sobre el pórtico evidenciaban su ausencia. Sabía que la ventana de la cocina abría con facilidad, por ahí entraban cuando se saltaban las clases en la secundaria.

Sostuvo con fuerza a AJ y entró. El polvo la sofocó al instante, tapó levemente el rostro del infante y se dirigió al lugar más seguro que pudo encontrar: la habitación principal. El olor a humedad la turbó, el intenso dolor acumulado acudió a ella en shock que recorrió su cuerpo desde la pierna hasta su nuca. Colocó al bebé sobre la cama, algo sucia, y se tumbó sobre la alfombra. Los recuerdos, el miedo, la adrenalina y la preocupación la embargaban como nunca. "AJ, John, Luna, Simon, Tony... AJ, John, Luna, Simon, Tony..." se repetía mentalmente mientras intentaba detener el sangrado, estaba al borde de la desesperación.

"Somos pareja ¿no? Eso es lo que se supone que hacen las parejas, Samy. Anda, sé una buena novia..." Los Recuerdos.

"Es una maravilla, letal pero hermosa, como una mujer ¿o me equivoco, Samy?" El Miedo.

"Estás obsesionada con el niño, ¿acaso te crees su madre?" La Preocupación.

El bate temblaba en sus manos, los golpes dejaron de ser sordos entre más eran, ahora se escuchaba el sonido de salpicaduras. Él ya no se movía. La Adrenalina.

Todo caía sobre ella, su mente colapsaba. Sus manos salpicaban la sangre por toda la alfombra, no tenía ni la más mínima idea de como detener el sangrado. Todo lo que había vivido, todos sus errores y demonios ahora se presentaban ante ella, erguidos y poderosos. El último de ellos, el más grande y aterrador, se presentó ante ella. La Culpa sonreía, poderosa ante su estado anímico. Ya no quería pelear, ya no podía hacerlo. Todo se vino abajo.

—Lo siento... —susurró ante el rostro de La Culpa, era el de sus padres. Ellos lo hubieran hecho mejor, ellos debían estar ahí.

—¡Mamá! —Escapó del hechizo, su mente se alejó de ella y regresó de golpe a la realidad. AJ estaba al borde de la cama, sucio por el polvo, lloroso y aterrado. Sus brillantes ojos la miraban con una intensidad indescriptible, lo que transmitían no se puede escribir ni mucho menos decir. Pero esa mirada bastó para deshacerse de cada demonio, de cada sentimiento tormentoso que la acosaba.

Se puso de pie, aceptó el dolor punzante como una señal de que seguía viva (Adrenalina), con una larga exhalación se liberó de toda idea errónea que tenía sobre su pasado (Preocupación, Recuerdos). Tomó entre sus brazos al niño, le hizo una cara juguetona y le habló para tranquilizarlo (Miedo) y aceptó que, sea lo que sea que hubiera pasado, la había hecho la mujer que era (Culpa). Sus 5 demonios eran un lastre que no estaba dispuesta a cargar, ahora debía preocuparse de asuntos más importantes.

—Saldremos de esta, Albert, te lo prometo —le dijo al niño con una sonrisa de determinación y salió de esa habitación, dejando atrás todas esas memorias de Tony.

Un estruendo sacudió la casa y Sam vio como Iceman atravesó la fachada con su cuerpo. A pesar de ser de nieve reluciente, pudo ver sus facciones agotadas y la gran fuerza de voluntad que tenía. Se acercó con cautela mientras escuchaba una mala broma de John, era un nefasto súper villano. El X-MEN la vio a su lado, sonrió burlesco a pesar de que sus ojos gritaban "frustración".

—No deberías estar aquí, rubia.

—Bueno, si no soy yo quien te ayude, quién lo hará.

—Puedo con esto, no es la primera vez que le pateo el trasero a Pyro.

—No te contengas, nadie lo va extrañar...

—Yo sí, me agrada vencerlo. —Iceman se puso de pie y sus ojos reflejaron determinación—. Pero tienes razón, basta de juegos.

El mutante comenzó a deslizarse sobre una plataforma de hielo que iba creando con sus manos, en unos cuantos segundos rodeo a Pyro y comenzó a lanzarle su "rayo congelador" que expulsaba de sus manos. El fuego de John frenaba momentáneamente los esfuerzos del X-MEN, pero pronto el hielo predominaba sobre el fuego y en menos de lo que canta un gallo la piernas de villano estaban congeladas.

—¡No me detendrás con un poco de hielo, Drake! —gritó el mutante malvado haciendo gala de su poder, un muro de fuego lo rodeo al instante.

—¡Exacto, por eso usaré mucho fuego, Allerdyce! —Fue muy rápido, de los brazos de Iceman salió expulsada una cantidad de energía inimaginable, incluso la temperatura bajó drásticamente. La pared de fuego cambió de colores, su presencia era cada vez más leve hasta el punto que solo era un circulo de llamas azul. John gritaba, su cuerpo se congelaba a una velocidad asombrosa. Con una última mirada a Sam, John quedó confinado en un bloque de hielo que apagó las llamas al agotarse el oxígeno y lo dejó fuera de combate.

Iceman, exhausto, cayó sobre un montículo de nieve y la nieve que lo cubría se derritió revelando a un chico de cabellos castaños, ojos azules y sonrisa dulce. Se le notaba agotado, apenas si era un adulto, tal vez tenía 20, y aun así le había hecho frente a mutantes tan peligrosos como Pyro y Magneto. Sam se acercó a él al momento, intentando ayudarle, esa ropa amarilla se veía ridícula y muy apretada.

—¿Estás bien? —dijo ya a su lado, bajó el cierre de su cuello de tortuga y miraba su cuerpo en busca de una quemadura.

—Sí, solo cansado... Ese idiota solo sabe robar tiempo valioso ¿no crees?

—No tienes idea.

—Por cierto, soy Bobby Drake. —El muchacho extendió su mano para saludarla.

—Sam Sharp —respondió su saludo con un breve apretón de manos—. Y él es Albert Jr. —El niño ya no lloraba, sino que veía al mutante con mucha atención.

—Ese niño sí que debe ser importante como para causar tantos problemas, ¿qué se supone que hace?

—No tengo ni ide...

El aire se le escapó, su pecho dolía como nunca, su vista se nubló y las fuerzas la abandonaron. Había dado todo de sí. Sam tuvo tiempo de dejar a AJ en brazos de Bobby Drake para desplomarse sobre la nieve.

Lincoln, Patio Trasero.

Venganza. Cada paso era un tormento, su alma estaba tan rota como su cuerpo, al borde del colapso. ¡Venganza! Los ruidos de la batallan estaban amortiguados por un pitido constante, el ensordecedor crujir de los huesos de su abuelo aún lo atormentaban. VENGANZA. Solo tenía una idea en mente, una idea que lo mantenía despierto en el estado más deplorable, debía detener a Magneto.

Estar al borde de la muerte cambia a las personas. Esa era una realidad que cada hombre y mujer sabía, te hacía ver la vida de otra manera, la valoras mucho más y tu instinto de supervivencia se agudiza. Mas, ver a alguien morir es algo totalmente diferente. El asesinato de su abuelo no le hacía temer por su vida, sino que su desapego era tal que no le importaba desaparecer por completo con tal de frenar al líder de la Hermandad. Sus instintos estaban totalmente alterados, obedeciendo a su furia, a su más profundo deseo.

Frente a él vio como el demonio azul peleaba con el repugnante Toad. El héroe hacia de las suyas esquivando cualquier ataque errático del villano, sus saltos y patadas eran infructuosas ante la teletransportación. Parecía una lucha de rutina, con los chistes de siempre por parte del X-MEN y las maldiciones del enemigo; un chiste, eso eran las rivalidades entre los héroes y los villanos. De golpe, tan duro como los que recibió en toda la jornada, se dio cuenta de la realidad de su mundo, aquellas maravillas no eran más que actores de una obra tragicómica. Una lucha entre el bien y el mal, un show para la diversión de algún ser ajeno a su realidad, un ser que no sufre de las perdidas. ¿Qué hay de los "daños colaterales"? A nadie le importa la muerte de un anciano en un pueblo de Michigan, solo lo espectacular de una batalla.

Lincoln quería gritar, la desesperación lo consumía. Pero no podía hacer nada en contra del show, era más grande que él, solo le quedaba ser parte de él. Dejar de ser un personaje de fondo y robar un poco de protagonismo, detener a Magneto es la clave para frenar a la Hermandad, y si la Hermandad era derrotada los X-MEN dejarían de actuar y la paz volvería. "La paz... La tranquilidad" pensó el albino cerrando los ojos, deseando que esto fuera una horrible pesadilla.

No era momento de desear, era momento de actuar. Avanzó con prisa, pero torpeza, hacia el otro lado de su casa derruida. El búnker era la solución, había resistido al imbatible ataque de los mutantes y parecía que Magneto no lo había notado. Vivir en un mundo donde las maravillas se enfrentan constantemente hace que los civiles como él conozcan ciertas características de ellos, sobre todo sus debilidades. ¿Quién no sabe que el martillo de Thor solo lo pueden levantar los verdaderamente dignos? ¿Acaso en las escuelas no enseñan que Howard Stark diseñó el mítico escudo de Captain America con Vibranium y Adamantium? Los mutantes no son una excepción. El casco de Magneto era de Vibranium, un metal prácticamente irrompible que evitaba que los mutantes telepatas le lean la mente o lo controlen.

—El Vibranium es sensible a una frecuencia muy especifica. —Recordó Lincoln que le comentó Lisa en uno de sus discursos científicos. Explicó tecnicismos sobre hertz, decibeles y estructuras atómicas que el chico no recordaba, pero si su explicación final y simple—. En palabras simples, mi estimado hermano mayor, muy pocos objetos en el universo pueden generar una frecuencia tan alta como para alterar la estructura del Vibranium, y yo, como la gran genio que soy, he logrado replicarla con este pequeño aparato. Normalmente le pongo nombres técnicos, pero me gustaría saber que nombre te gustaría darle, algo más "súperheroico".

—¿Qué te parece: La Pistola Hiper Sónica Anti Vibranium? —comentó el Lincoln del pasado con una sonrisa.

—Absurdo, largo, pero se queda. Será su nombre para los nerds.

Lisa jamás mostró su invento a alguien fuera de su familia, pronto se dio cuenta que "La Pistola Hiper Sónica Anti Vibranium" era una arma potencialmente peligrosa en manos equivocadas. Más contra los vengadores que recurren al Vibranium como arma o protección. Ahora sería un arma muy útil, sería la forma más eficiente de detener el ataque de Magneto que se erguía frente a los mutantes con un tornado de fragmentos de metal cubriéndolo.

Cuando llegó al búnker el caos estaba in crescendo, la batalla entre los mutantes se tornaba cada vez más cruenta y la destrucción del viejo barrio en Franklin Avenue era notoria. Magneto arrancó de las fachadas y casas cada objeto de metal a 200 metros a la redonda y rodeo su cuerpo con una esfera de escombros y autos. Una mujer de piel de diamante evitaba a toda costa que sus compañeros X-MEN sean derribados por las armas improvisadas del villano, mientras que un hombre con gabardina arrojaba objetos cargados de energía cinética que explotaban.

Puso la clave, cuatro números, su hora de nacimiento. En otro momento hubiera reído ante la ironía de que una de las mentes más prodigiosas del mundo pusiera una contraseña tan sencilla, en su defensa pocos sabían la hora exacta de su nacimiento, pero no era el momento. El búnker admitió su paso y él se arrastró dentro, haciendo acopio de su poca concentración ante el dolor punzante buscó el arma. La puerta se selló tras él, los ruidos de la batalla se amortiguaron y las luces fluorescentes hicieron que se adormeciera. Una computadora hablaba de un sistema de defensa desconectado y la necesidad de sellar totalmente el búnker, con palabras temblorosas Lincoln desactivó toda medida de defensa. Quién sabe qué locuras colocó su hermana como defensa, no quería herir a inocentes, solo necesitaba la pistola.

Entre las chucherías robóticas y experimentos biológicos, Lincoln encontró La Pistola Hiper Sónica Anti Vibranium. Era un artefacto pequeño, de color azul metálico, en forma de una pistola láser sacada de la Star Trek clásica, con una especie de amplificador en vez de cañón. Había un mecanismo de decibeles y un gatillo, lo único que recordaba era que el nivel más alto era el que destrozaría el casco del Amo del Magnetismo. Movió la perilla, sostuvo con determinación el arma y se encaminó al campo de batalla.

Si la entrada había sido relativamente fácil, su salida fue un calvario. Subir la escalera de metal era una tortura para su cuerpo, y con cada punzada de dolor recordaba su pasado. A su familia, a sus amigos, sus sueños y metas, sus anhelos y deseos; todo lo que alguna vez quiso se había esfumado, y lo poco que le quedaba se lo arrebataban. Cuando abrió la escotilla, cuando completó el cielo oscurecido y respiro el aire empolvado, su miedo a la muerte se desvaneció. Solo quedaba la Venganza.

¿El rango del arma era de tan larga distancia? No lo sabía, pero no correría ese riesgo. Debía hallar la manera de acercarse al villano, de entrar en ese círculo de protección para acabarlo. La sangre le hervía, sus músculos se tensaban ante la adrenalina, el dolor se mitigaba y la ansía de pelear crecía y crecía. Nightcrawler era la respuesta, el mutante demoniaco podía acercarlo lo suficiente para disparar el arma, solo quedaba convencerlo de ayudar. Lincoln siempre había sido bueno para encantar a las personas, su labia le había servido en muchas ocasiones, pero en una situación así lo encantador se le había esfumado.

—¡Nightcrawler! —gritó a todo pulmón llamando la atención de casi todos los presentes en la batalla. Era un chico, para nada una amenaza contra la Hermandad, ni una ayuda para los X-MEN. Pero sí era un inocente en medio del fuego cruzado, por lo que sería un objetivo fácil para lo héroes y su tendencia de salvar vidas.

—Niño, no deberías gritar en medio de un campo de batalla —dijo el mutante azul apareciendo a su lado—. Te sacaré de aquí...

—Llévame con Magneto —replicó Lincoln alejándose del héroe, no quería ser transportado aún más lejos.

—Eso es lo contrario a lo que necesitas, acercarte a él es una estupidez...

—Soy el único que puede detenerlo. —Jaló el gatillo de La Pistola Hiper Sónica Anti Vibranium destrozando un pedazo de madera casi al instante—. Esto destruirá el casco de magneto, y con algo de suerte su cabeza, necesito acercarme...

—En lo absoluto. Mira, eso es un arma muy peligrosa, no voy a arriesgar a un niño como tú...

—¡Hazlo! Es la única forma de ganar. —Las lagrimas corrieron por sus mejillas, su cuerpo cedía ante el dolor nuevamente y los recuerdos lo adormecían—. Soy el único que sabe usarla... Solo un segundo es lo único que necesito, Nigthcrawler.

El mutante lo miró por unos segundos en completo silencio, su rostro azul y diabólico reflejaba una absoluta bondad. Aquellos ojos pequeños brillaban con intriga, sus labios dibujaban una eterna sonrisa pequeña y melancólica. No era viejo, tal vez un poco mayor que Bobby. Lincoln vio el miedo en él, el miedo no era exclusivo de los civiles atrapados en el fuego cruzado, sino que era parte de cada maravilla que peleaba contra las fuerzas del mal. Lincoln por fin vio la bondad que tanto caracterizaba a los héroes, una bondad que solo había visto en su abuelo.

—Me llamo Kurt —dijo el mutante extendiendo su mano de tres dedos enguantada.

—Y yo Lincoln. —Estrechó su mano y sintió como su cuerpo era jalado de ese espacio. Era difícil describir qué sintió cuando sus moléculas se desbarataron y se rehicieron en otro espacio totalmente diferente en menos de un segundo. Fue como si lo succionaran y escupieran al mismo tiempo, una sensación que revolvía el estómago.

Kurt y Lincoln aparecieron sobre el techo de una casa aledaña a la batalla, parecía que los X-MEN mantenían a raya a los villanos, pero la batalla entre Magneto, La Dama Blanca y Gambit estaba siendo ganada por el villano. Kurt lo cuestionó brevemente sobre el arma, quería saber si desharía el casco de Magneto. "Si lo logras, Emma podrá entrar a su cabeza y darle tiempo a Forge para dispararle con su arma" dijo el mutante con seriedad. Lincoln dijo que el arma al instante alteraría las moléculas del objeto deseado destrozándolo con vibraciones, solo le tomaría un par de segundos. Kurt miró dubitativo al Amo del Magnetismo por un par de segundos y volviéndose al albino le dijo:

—Muy bien, lo haremos, junger Lincoln. Pero debes ser rápido, te transporté aquí para acostumbrar a tu cuerpo al traslado. ¿Crees estar listo?

—Por supuesto, Kurt.

Perfekt! Te transportaré dentro de la esfera de Magneto, lo suficientemente cerca de su casco tú debes destruirlo cómo sea que lo vayas a hacer. Dos segundos después regresaré por ti y te sacaré de este infierno, lo hayas logrado o no.

—Lo haré.

—Una cosa más, junger Lincoln, estarás en el aire esos dos segundos.

—¿Qué...?

Apenas pudo pronunciar la primera silaba de su pregunta cuando Kurt colocó sus manos sobre los hombros de Lincoln. La sensación de ser absorbido y escupido fue más brusca aún, salió de la nube azul de Nightcrawler y sintió como su cuerpo era arrastrado por la gravedad. No pudo ver más allá del rostro avejentado de Magneto, había sorpresa en sus ojos. Apuntó, fijó su vista en el reluciente casco metálico, y jaló el gatillo. El tiempo se alentó, por un instante Lincoln pudo seguir con la mirada una de esas ondas expulsadas por La Pistola Hiper Sónica Anti Vibranium, esta chocó con el casco resquebrajándolo. Vio como las grietas se extendían por el metal reluciente, contempló cada fragmento separándose, vibrando desde las moléculas. Una onda de vibraciones lo arrojó hacia atrás, seguía en caída libre, cuando sintió que unos delgados brazos lo rodeaban. De nuevo esa sensación de absorción-expulsión, la penumbra azulada y los rostros de su familia. El arma cayó de sus manos, el dolor reclamó su cuerpo y el sueño su conciencia. Lincoln se desmayó entre los brazos de su hermana.

Luna, Patio delantero de los escombros de la Casa Loud.

La batalla había cesado. La confusión prevaleció hasta el final. La luz del cañón fue igual de cegadora que en sus ataques anteriores, el estruendo de los objetos de metal fue ensordecedor y el hedor a sangre y polvo era abrumador. Pero ella no tenía cabeza para eso, con desesperación y, al mismo tiempo, delicadeza sostenía a su hermano entre sus brazos. Su estado deplorable le rompía el corazón, ¿cómo era posible que aquellos héroes permitieran que un niño inocente como Lincoln saliera lastimado? ¿No se supone que su trabajo es salvar a los inocentes? Las lagrimas corrían por sus mejillas pensando en que si Lincoln salió tan herido, ¿cómo estaría el resto de los que no entraron en la casa?

Pasaron pocos segundos de silencio absoluto, una paz extraña y trágica, cuando el ruido volvió a inundar el ambiente. Eran turbinas. Se oscureció todo, y de reojo contempló el aterrizaje de varias naves provenientes de una inmensa plataforma voladora. En un mundo repleto de maravillas, uno nunca se deja de sorprender. La más espectacular de esas naves era un jet negro, bastante llamativo, que aterrizó justo en la calle. Soldados vestidos de negro con azul empezaron a rodear el área.

Más confusión, sabía muy poco de este mundo de los superhéroes, no era una mujer de la Gran Ciudad de Nueva York. El logo de aquellos soldados de ropas azules era un águila, por un momento pensó que era una unidad paramilitar del gobierno, pero el recuerdo de la lucha de Sokovia años atrás le recordó a S.H.I.E.L.D. Pero de aquella impresionante nave negra no bajaron más soldados, sino tres individuos que por su aspecto excéntrico y ropas coloridas pudo identificar que eran parte de los X-MEN. Frente al grupo de los recién llegados X-MEN se erguía una bestia, su pelaje azul era largo y brillante, sus ojos pequeños y su hocico como el de un felino. Tras él una mujer joven, de ropas verdes y amarillas, avanzaba con cierta elegancia y coquetería, un claro mechón blanco destacaba en su melena castaña. Y del otro lado el hombre de cabellos rojos como el fuego, era delgado y su ropa era aun más llamativa por esos pedazos de tela bajo sus brazos.

Todos los civiles presentes durante el ataque de los mutantes se vieron interceptados por los agentes, Luna solo podía limitarse a observar a una marea de personas yendo de un lado para el otro. Pronto ella misma se vio rodeada por los agentes. No quería que la separaran de Lincoln, el ruido se vio apagado por un zumbido atronador, solo veía los labios de una mujer diciéndole cientos de cosas inentendibles mientras se llevaban a su hermano. Sentía que el mundo se le venía encima, impotente negaba y lloraba, pero no escuchaba sus propios lamentos. Fueron los brazos gruesos de la abuela Rosa que la trajeron de vuelta a la realidad.

—Todo estará bien, Luna. —Su voz fue lo primero que escuchó, el zumbido se calmo ante la calidez del seno de la anciana y sus dulces palabras—. Todo está bien ahora, ya terminó, mija.

—Señora, necesitamos revisarlos inmediatamente —la voz de un agente arrebató a Luna de su estado por completo. El estruendo, las voces, las ordenes gritadas, las turbinas y el crepitar de las llamas regresaron.

—¡Está viendo y no ve! Ella está asustada pero está bien, la muchacha que se desaparece y aparece nos cuidó —respondió Rosa cubriendo a la rockera con sus brazos.

—Somos conscientes de su afortunada protección por los X-MEN, señora. La revisión es por otras cuestiones.

—¿Cuáles? Dígame.

—Disculpe, agente... —Cuando separaba su rostro del pecho de Rosa, la chica contempló la figura imponente del hombre peludo.

—Agente Criss Cooper, Dr. McCoy —respondió el agente con cierto respeto.

—Agente Cooper, creo que la señora dejó muy en claro que están bien. No veo la necesidad de un chequeo médico.

—Lo siento, Dr. McCoy, es un procedimiento requerido. Ordenes directas.

—¿Y me podrías informar el por qué de esas revisiones?

—Es clasificado, doctor...

—¿Y quién es su superior, agente Cooper?

—Soy yo, Hank.

Un hombre más se unió a la conversación. No era muy imponente, sino algo bajo, con el cabello peinado de forma un tanto ridícula, pálido y con una enigmática sonrisa. A diferencia del resto de los agentes, aquel hombre vestía un saco negro, casi le recordaban a los míticos Hombres de Negro. Beast, el X-MEN le sacaba dos cabezas de altura y parecía carecer de respeto hacia el agente de alto cargo.

—Coulson, veo que ha evadido la muerte por segunda vez —insinuó el Dr. McCoy con un gruñido.

—No creas todo lo que escuchas, Hank —respondió manteniendo la sonrisa y acercándose a Luna y Rosa—. Además, creí haber dejado en claro que puedes llamarme Phil.

—No somos cercanos, Coulson. No creas que tengo simpatía por ti y tus agentes que cazan mutantes y mutados.

—Preferimos el termino: Metahuamanos, Hank. Y no los cazamos, S.H.I.E.L.D. se encarga de capturar y neutralizar si son peligros potenciales, el resto son reclutados. —Se paró justo enfrente de las dos mujeres—. Una disculpa por la rudeza del agente Cooper, pero solo hace su trabajo, damas. Es necesario una rápida revisión médica dado a su exposición a una potencial fuente de energía radioactiva.

—¿Radioactiva...? —balbuceo Luna intentando adivinar qué lo podría ocasionar.

—¿Acaso insinúas que el arma de Forge es radioactiva, Coulson? —inquirió con molestia Beast.

—En lo absoluto, Hank —respondió con calma el agente Coulson mirando de frente al mutante—. De hecho, proviene de un ser vivo esa energía. Era lo que buscaba Magneto.

—¡Albert Jr! —soltó en un suspiro la abuela, se le veía tremendamente preocupada.

Luna cayó en cuenta en muchas cosas. Aquél niño era un mutante, lo habían comprobado en el momento en que empezó a brillar de la nada, además del malestar que ocasionaba. Pero nunca, ni en el pensamiento más rebuscado, imaginaron el poder que podía tener. Si AJ expulsaba energía radioactiva, eso solo significa la gran exposición que ellos tuvieron por casi un año de estancia del bebé en la casa Loud. Y quien más había estado en contacto con el niño era...

—¡Sam! ¡¿Dónde está Sam?! —Se separó bruscamente de la anciana mujer y se plantó frente a Coulson. Definitivamente no era alto, pero seguí imponiendo una aura autoritaria que hizo que bajara su voz—. Ella... Ella no entró a la casa, creo que puede estar con el niño...

—¿Se refiera a la joven rubia con un par de mechones azules, señorita? —preguntó Coulson con falsa simpatía. Luna asintió—. Ella se encuentra a salvo en una de nuestras naves medicas, pero no me alegra informar que tuvo un colapso por continua exposición a radioactividad. Parece que huyó con el bebé del metahumano conocido como Pyro.

—Iceman fue tras él —dijo McCoy con cierto enojo por quedar fuera de la conversación—. De seguro la chica corrió con mucha suerte.

—Así es, Hank, tu colega detuvo a Pyro antes de que quemara de gravedad a la muchacha, pero su prolongada exposición a la radioactividad fue dañina.

—Ese maldito niño —masculló la castaña con impotencia. La furia nublaba su razón, al punto de maldecir a un infante inconsciente de sus poderes. Se sentía impotente, todo lo que había pasado fue orquestado por la búsqueda de ese niño, si él no hubiera entrado a su vida todo sería mejor.

—Por favor, damas, acompañen al agente Cooper a una de nuestras naves medicas para un chequeo rápido. Queremos creer que su exposición no fue tan grave, pero les aseguramos que S.H.I.E.L.D. correrá con los gastos médicos de cualquier tratamiento.

Sin protestas ambas mujeres siguieron al agente hasta una de las naves donde fueron atendidas rápidamente. Junto con Rosa y Luna estaban María, Carl, Carlitos y Lily. En una nave cercana Luna logró distinguir la silueta de Bobby, Sid, el Sr. Quejón, un par de vecinos cercanos y un malherido Gambit. La situación era grande, los medios comenzaban a llegar y pronto los mutantes dieron un par de declaraciones asegurando el encierro permanente de la Hermandad de Mutantes Malvados. Luna contempló a los arrestados. La mayoría inconscientes como Magneto, el que prevalecía de pie era el imponente Sabertooth. No había rastros de Renfield por ningún lado.

—Agente Cooper —le llamó con voz temblorosa, cansada—. Les faltó un mutante...

—¿De qué habla, señorita? Según nuestros informes eran la totalidad de la Hermandad...

—En esta ciudad AJ no es el único mutante, hay otro. Solo sé su apellido, es Renfield, parece que puede controlar a los animales... Debe encontrarlo.

—Haremos lo posible, señorita.

Luna sabía que no lo harían, pero decidió creer. Era lo menos que podía hacer. Se sentía cansada, había sido un largo día lleno de emociones. Su hermano y Sam seguían con vida, ambos muy lastimados, pero con vida. Por un momento, con Lily en sus brazos, miró al cielo. Era un día realmente hermoso. Paz, por fin la sintió, tan efímera y potente que, años después, aseguraría que nunca había sentido una sensación igual. Fue cuando llegó la noticia. Adormecida, la voz de una mujer resonó en su cabeza, su tono era algo gélido, más sus palabras eran cautelosas y encantadoras. Luna no recordaría exactamente lo que escuchó en su mente, pero la noticia fue tan clara como el agua que no le quedó duda. Su abuelo había muerto.

La voz cesó, la calma se fue disipando poco a poco, su mirada perdida en el cielo claro de la primavera y las lágrimas surcando sus mejillas: "Abuelo".

2:00 pm, 25 de Abril de 2019. Royal Woods, Michigan. Nave Médica no. 15 de S.H.I.E.L.D.

Las naves empezaban a regresar a la enorme plataforma que se posaba sobre el vecindario. Los agentes recolectaban evidencia del paso de los mutantes, rebuscando los escombros de la Casa Loud y las dañadas casas de los alrededores. Las que quedaban eran las naves medicas que atendían a los heridos por el ataque, además de las personas que estuvieron en presencia de Albert Jr. Aunque eran recelosos con la información de los resultados, se las ingenió para saber su resultado con un vistazo a la tabla de la doctora que los atendía. Sabía muy poco del tema, pero podía adivinar que se encontraba fuera de peligro. Temía más por el estado de Lincoln, lo contempló en los brazos de Luna media hora atrás, se veía fatal, por un momento lo creyó muerto.

—Es una verdadera lastima lo de Albert —comentó de la nada el Sr. Quejón. El anciano parecía más tranquilo que el resto de los presentes, al ser un anciano es de casi un hecho que las emociones fuertes lo perturbarían de sobremanera. Pero en todo momento aparentó más molestia que temor—. Era un buen hombre, que muriera protegiendo a su nieto no es de extrañar.

—Habla como si su muerte fuera cualquier cosa, Sr. Quejón —soltó con rudeza, más de la que estaba acostumbrado a emplear. Lo educaron para ser amable, pero todo lo que había pasado lo tenía agotado y la forma en que recibió la noticia... "Malditos mutantes" pensó.

—En lo absoluto, chico. Ambos estuvimos en Vietnam, lo conocía desde muy joven. Ambos nos creíamos muertos en ese entonces, vivimos más de lo imaginado, pero cuando uno llega a viejo simplemente se resigna a lo inevitable... Sí, el viejo Albert Millar, el "Halcón Blanco" de Vietnam. De seguro le darán un entierro militar.

—Basta, por favor —masculló con molestia. La cabeza le zumbaba y no podía parar de pensar en los Loud.

Él había hecho muchas promesas en el último año. Cuando Lori se desvaneció en sus brazos prometió nunca amar a nadie más que a ella, y hoy una chica lo había besado. Cuando vio el estado deplorable de su madre prometió proteger a su familia de cualquier amenaza, y no pudo ayudar en lo absoluto a detener el caos. Cuando llegó a la casa Loud se prometió proteger a la familia de su novia, a la que sería su nueva familia, y ahora Lincoln se encontraba al borde de la muerte. Y cuando conoció a Albert le prometió ser fuerte, por Lori, por su familia y los Loud, y ahora que el viejo había muerto él no podía mantener su promesa. Las lágrimas se avecinaban a sus ojos, la traición, el miedo, la impotencia. Estaba turbado por un centenar de emociones.

"¿Cómo puedo ser el chico positivo de siempre, el chico optimista que siempre sonríe y da ánimos ante la situación más oscura? ¿Cómo puedo ser de nuevo ese chico protector con Lori y su familia?" pensó con frustración. Albert había muerto, una figura paterna más importante para él que su propio padre, él había estado cuando se sentía famélico, débil ante el nuevo mundo. No era de su sangre, pero eso no importaba, le quería. Y su hermanito, aquel chico de cabello blanco con quien pasó muchas cosas, a quien cuidó como si fuera parte de su familia, el hermano favorito de su amada Lori... "Por lo que más quieras, no te lleves también a Linc" el miedo era imposible de contener, la tristeza brotaba con forma de lagrimas y la furia era atenuada por la sangre que se escurrió de sus manos empuñadas.

¡Oye! ¿Te encuentras bien?

La voz parecía lejana en primera instancia, casi como un susurro venido de lo más profundo de su mente. "¿Lori?" pensó al escuchar la dulzura y calidez de esa voz. Pero conforme más habló, notó la claridad y lo real de aquella voz, y bruscamente salió de sus reflexiones. Aún con los sentimientos a flor de piel, miró a la mujer que le seguía hablando. Sus ojos, conmovidos, denotaban inocencia, pureza y calidez. De rostro delgado, nariz pequeña, facciones simétricas, labios rosados y delgados, era tan hermosa como un ángel. "Pero es un mutante".

—Qué cosas digo, esto no es algo que vean todo los días. Debe ser difícil asimilar todo lo que está pasando. Yo estaba igual cuando... —Y siguió hablando, rompiendo aun más el encanto.

—Sí, estoy bien... Gracias —contestó de forma brusca y cortante, su cabeza comenzaba a dolerle. Intentó pararse, quería salir de ese ambiente claustrofóbico en el que se encontraba. Deseaba alejarse de aquella mutante, que después de la Hermandad, era la última que quería tener cerca suyo. Mas, el movimiento brusco hizo que la vista se le nublara, la cabeza empezó a darle vueltas y apenas se sostenía.

—No debes ponerte de pie aún, chico —dijo la mutante tomándolo del brazo y obligándolo a sentarse—. Acaban de sacar mucha sangre de tu organismo, es una pésima idea tratar de irte en este instante.

—Yo sabré qué hacer —cortó con desprecio, mas no se puso de pie de nuevo. Ella tenía razón.

—Disculpa, creo que no vine en buen momento.

—Claro, no creo que sea el mejor momento ahora. ¡Un hombre murió, por el amor de Dios! Y ustedes... Nos lo dicen con un frío mensaje telepático... Y tú, Dios, tú me besaste de la nada.

—Disculpa por eso, pero era la única manera...

—Déjalo, niña, de seguro su novia lo va a regañar por besar a una mutante. —Los ojos de ambos jóvenes se clavaron en la figura de un hombre bajito, con un extraño peinado partido y llamativas ropas amarillas con azul. A pesar de su aspecto contradictorio: rostro huraño pero ropas llamativas, lo más intrigante era su estado desaliñado. Había enormes cortes por todo su traje, manchas de sangre fresca en su cuerpo y rostro, y aun así aparentaba tranquilidad.

—¡Lo...! Wolverine, no debes ser tan grosero —espetó la muchacha mirando con fastidio al sanguinario mutante.

—Grosero es besar a alguien de la nada, niña, cosa que he hecho cientos de veces... Bueno, al menos no doy las malas noticias como la bruja. —Tenía un marcado acento canadiense, hablaba con rudeza, y su rostro mostraba una ira acumulada expresada con burlescas palabras. Pero su segunda frase, esa santurronería se esfumó, sus ojos reflejaban una clara seriedad, casi era una mirada de disculpa.

—Cabe aclarar que tampoco me agrada mucho Emma, pero es lo único que tenemos para usar a Brain —contestó menos altiva la chica—. En serio, lo siento muchísimo, él parecía ser un buen hombre.

—Veterano, de Vietnam, se le nota —comentó Wolverine quitándose los restos de su mascara.

—No se disculpen conmigo —respondió Bobby—, es con su familia con quien tienen que rendir cuentas.

"Rendir cuentas" aquellas palabras parecieron hacer efecto con los mutantes, incluso los agentes de S.H.I.E.L.D. reaccionaron con cierto nerviosismo. Bobby había olvidado los delicados eventos de la Civil War superheroica, en donde el discurso del gobierno empleaba ese mismo termino como argumento concluyente. Pero nadie comentó nada al respecto, solo siguieron con su camino. La chica miró una vez más a Bobby, sus ojos eran tan expresivos que sus disculpas fueron aceptadas sin necesidad de palabras, la miró irse: "Ella es Kitty" pensó en cuanto se alejó lo suficiente.

A los pocos minutos dejaron la nave, con ayuda de los agentes, parecía que las fuerzas de S.H.I.E.L.D. se retirarían pronto, pero los conflictos aún no. Con torpeza avanzó a la última nave en tierra, varias maravillas discutían cercanos a ese lugar con un par de agentes, todo parecía apuntar a más dolores de cabeza para ellos. Él no fue el único en tener curiosidad por lo que estaba pasando, ya que una agotada y llorosa Luna lo siguió de cerca, parecía tener una pequeña caja fuerte chamuscada en sus manos.

—... Sé razonable, Jessica, es nuestra especialidad —argumentaba el Dr. McCoy con irritación—. Me conoces muy bien, ambos fuimos vengadores.

—Y también pasé una dulce temporada en el equipo con Wolverine, no por eso le tengo un especial afecto —respondió una mujer aceitunada, su cabello era oscuro, de figura hechizante, vestía como una agente pero parecía ser más importante.

—Para mí sí fue agradable, nena —respondió burlón el mutante de las garras.

—Ese no es el asunto de esta discusión, señores. El niño fue entregado por voluntad de Iceman a uno de mis agentes. Su nivel de poder es peligroso, no podemos dejarlo a cargo de ustedes en medio de San Francisco.

—Agente Drew, sé que no me conoce...

—No, no te conozco, niña. Pero no me interesa ninguna objeción, S.H.I.E.L.D. es perfectamente capaz de custodiar al mutante...

—No te oyes, Jessica, lo tratas como un criminal más.

—Hank, por favor no te alteres...

—Tú no te metas, Coulson

Cuando parecía que el agente Coulson y Beast iban a iniciar una pelea, una voz se hizo escuchar sobre la discusión. Luna, que se había mantenido a lado de Bobby en todo momento, se adelantó al chico con rostro furico y unos papeles en la mano. El latino solo pudo contemplar boquiabierto todo lo que aconteció a continuación.

—¡Esa no es su puta decisión! —Su mirada estaba clavada en la arrogante agente Jessica Drew—. No es un objeto, es un niño...

—¿Y ella es? —dijo con tedio la agente al hombre del traje.

—Es una de las civiles que vivían en la casa que fue atacada por Magneto —respondió Coulson con brevedad—. Si no me equivoco se llama Luna Loud.

—Cómo sea, no entiendo porque me recrimina a mí...

—¡¿No entiende?! —Soltó una carcajada, el dolor se podía ver a través de sus chispeantes ojos—. El niño, legalmente hablando, está bajo mi custodia. Y a menos que sea parte de una organización terrorista, no lo puede retirar de mi lado sin mi consentimiento. Así son las leyes en Estados Unidos, perra.

Drew estaba a nada de perder su paciencia. Bobby notó los músculos desarrollados de su cuerpo, si era una agente estaría más que entrenada, por lo que de irse contra Luna la derrotaría fácilmente. Instintivamente se adelantó a su amiga, como en señal de protección, él tampoco tendría oportunidad pero... Mejor él que ella ¿no? Aunque prefería que no hubiera más pleitos de los necesarios.

—Tiene razón, directora Drew —dijo Coulson luego de un prolongado silencio—. Sabe que parte del trabajo es el papeleo, por el momento no podemos llevárnoslo.

—Tch... Lo sé. —La mujer parecía realmente afectada por la noticia, como si fuera vital llevarse al pequeño Albert Jr. con ella. Parecía que no solo Bobby notaba ese comportamiento en la agente, sino que un par de los mutantes en el lugar también parecían particularmente incomodos. Entre ellos Wolverine y la Bruja Blanca—. Dile a Patrick y a Martínez que se los traigan.

—Nosotros nos encargamos, Jessica —concluyó Beast con una sonrisa felina.

—¡Ah, no! No harás eso, Hank —contratacó Drew golpeando el pecho del mutante con su palma—. Conseguiré los permisos y volveré por el niño.

—Él estará mejor con nosotros, Drew, es un mutante y en nuestra escuela podrá aprender sobre sus poderes —expuso el X-MEN de hielo que conocían como Iceman.

—¿La escuela de mutantes de Charles Xavier? —Ahora fue Bobby quien llamó la atención de todos. 

—¿Cómo sabes de ella? —inquirió Iceman con recelo.

—Pyro. Él nos habló de ella, nos dijo que ahí estudió para aprender a manejar sus poderes —respondió con cierta naturalidad el chico. El mencionar el apodo de supervillano de John lo hacía sentir un poco más ajeno a él, como un mecanismo de defensa. O una manera de no sentirse tan culpable por confiar en él.

—Olvidaba que el imbécil de Allerdyce estuvo parloteando sobre nosotros —contestó Iceman con una mueca, su tono era especialmente duro. "¿Será el tal Bobby del que tanto habla?" se preguntó Santiago—. Aunque no te mintió en eso, el Profesor Xavier la fundó para ayudar a todos los mutantes que así lo quieran. Normalmente entran de adolescentes, que es cuando presentan sus poderes la mayoría, pero el pequeño AJ es todo un prodigio.

—¿Cómo sabes su nombre? —cuestionó a la defensiva Luna.

—Me lo dijo la chica rubia que lo estaba cuidando del imbécil de Pyro...

—¡Sam!

—Sí esa misma...

Luna pareció recordar la ausencia de su pareja, con desesperación buscó respuestas en el mutante de hielo, cada momento más alterada. Iceman, regresando a su estado humano, quien le explicaría la desventura que vivió la Sharp. Al parecer el niño expulsa su poder radioactivo solo en momentos de estrés, y al estar huyendo de un mutante peligroso como John, el niño no había parado de llorar. Sam recibió una cantidad peligrosa de radiación, pero el cuerpo médico de S.H.I.E.L.D. la lograron estabilizar. Ahora, junto con Lincoln, estaba en Royal Woods Hospital.

Luna tardó un poco en calmarse, aferrada al desconocido se culpaba por lo sucedido, por lo que le tocó a Bobby hablar con los agentes de S.H.I.E.L.D. sobre la decisión de no cederles la custodia. El papel de adopción de Albert Miller estaba acompañado por un acta extraordinaria de la alcaldía, al parecer en el momento en que Luna cumplió 18 se volvió la tutora legal de sus hermanos y de AJ en caso de que su abuelo muriera. Frustrada, Jessica Drew subió a la nave en silencio, sería Coulson quien le diría a Bobby que volverían en dado caso de que decidieran no darles la custodia a los X-MEN.

—Te seré sincero, chico, deberían dejar que el niño vaya a la escuela del Profesor Xavier. —Hizo una pausa momentánea, miró hacia la nave y concluyó—. Ahí estará a salvo, tanto de sí mismo como de los peligros que lo van a perseguir.

La última nave de S.H.I.E.L.D. se alejó hacia la plataforma enorme en el cielo. Con lentitud, aquella mole se alejó de Royal Woods rumbo a un lugar desconocido para los lugareños. Los X-MEN se quedarían una semana para ayudar con las reconstrucciones, y también para convencer a Luna para que les permitiera llevarse a AJ con ellos. Esa tarde, Bobby recordaría la imagen de su madre, desaliñada, cansada y aún asustada, sosteniendo con fuerza al niño con un traje anti-radiación; no pudo evitar pensar que sería mejor que AJ hubiera muerto.

10:00 am, 28 de Abril de 2019. Royal Woods, Michigan. La Residencia Rosato.

—¿En serio nos vamos a quedar todos aquí? —cuestionó el chico estupefacto por la enorme casa a la que habían accedido en el Lincoln Continental. El auto de los Sharp eran de las pocas cosas que se habían salvado del ataque de la Hermandad y el escrutinio de S.H.I.E.L.D.

La casa que alguna vez le perteneciera a Lynn Loud padre estaba casi hecha ruinas, algunas pertenencias habían sucumbido ante el fuego de Pyro y las que habían sido expuestas a Toad fueron confiscadas por la fuerza de la paz de la ONU. Lo más preocupante fue el descubrimiento del bunker de Lisa, desde que Lincoln se enteró que olvidó cerrarlo, se sintió totalmente culpable por la confiscación de la mayor parte de los inventos de su hermana. "Es mejor que estén en nuestras manos que en las de algún científico loco" recordó las palabras que le repitió Luna en tono burlón en sus primeras visitas al hospital. Solo la Pistola Hiper Sónica Anti Vibranium y un par de gadgets y USBs de las investigaciones quedaron bajo su posesión, la primera porque fue destruida por el mismo Lincoln al soltarla en su ataque a Magneto y las segundas por estar en la casa aún.

No solo las noticias del escrutinio y total destrucción de la casa llegaron a oídos de Lincoln en su semana en el hospital, sino los detalles del cortejo fúnebre de su abuelo. Albert Millar, uno de los mejores pilotos en Vietnam, y también un experimentado soldado raso. Fue enterrado bajo los mayores honores militares que el ejército de los Estados Unidos brindan, como un héroe de su nación. Cuando se enteró quedó totalmente abrumado, la historia que se contó para la prensa y que repitieron los mutantes fue que Albert detuvo a Magneto el tiempo suficiente como para que los X-MEN lo derrotarán. "Su valor le costó la vida. Pero hemos de recordar al Sargento Millar no solo como un héroe, sino como un amado abuelo que dio la vida por su familia" declaró el portavoz de los X-MEN: Beast.

—Están mintiendo —murmuró Lincoln al ver por televisión el reportaje, fue el segundo día desde que despertó de su corto coma.

—¿De qué hablas, Linc? —La voz de Sam hizo que apartara su vista del televisor, estaba sentada en su cama, aún con la bata del hospital. Se veía mucho más saludable que el día anterior.

—A mi abuelo no lo mató Magneto, él ni siquiera se le acercó... Nadie podía acercarse. —Su voz era ronca, de ira contenida y descontento—. A él lo mató el bastardo de Toad, y por ocultar la verdad no lo van a juzgar por ese crimen.

—A Toad lo esperan varias cadenas perpetuas ya...

—Pero los registros... El mundo nunca sabrá que ese monstruo le arrebató la vida a mi abuelo.

—Tienes que comprender por qué Luna tomó esa decisión, Linc. —Sam tomó su mano entre las suyas, en su mirada encontró confort—. Tu abuelo fue sepultado con los mayores honores, todo este pueblo no solo lo recordarán por esta acción heroica, sino por lo que hizo en vida por todos ellos. Además, no queremos seguir siendo un objetivo de los super humanos o mutantes, si saben lo que hiciste serás un objetivo fácil para cualquier venganza. Luna tiene miedo de que algo te pase si el mundo sabe que derrotaste a Magneto, yo también tengo miedo de que algo te pueda pasar, Linc.

El chico no pudo responder. La preocupación era genuina, y las palabras de la chica rubia lograron calmar cualquier brote de furia que estuviera por estallar. Una parte suya deseaba decirlo a los cuatro vientos, que el mundo supiera de su hazaña, que tuvieran consciencia del crimen atroz de Toad. ¿Lo deseaba para buscar una justicia simbólica para su abuelo? ¿O era tan ruin como para quererlo por la fama, por el poder que conllevaba ser uno de los pocos en detener al Amo del Magnetismo? La duda lo abrumó tanto que por años decidió guardar silencio al respecto, incluso se prohibió a si mismo pensarlo.

Bajó del Continental frente a las puertas de roble y escalones de mármol. Los pilares con una soberbia decoración neoclásica resaltaban la inmensidad del piso principal, además de que le daban un toque un tanto arrogante a la fachada. Sin pensarlo mucho se encaminó a la puerta, una que había cruzado en varias ocasiones para hacer un trabajo en equipo o para un fiesta de piscina. Ahora, con un par de maletas en la mano, sabía que su estancia en aquella enorme casa sería por un largo período. Luna llegó a su lado muy pronto, aún parecía algo cohibida al llegar a su residencia temporal, a pesar de ya tener casi una semana durmiendo ahí.

Cuando la desgracia acaeció, los habitantes de la casa Loud se vieron desamparados, por lo que necesitaban un lugar donde dormir por una temporada. El Sr. Quejón, que era un viejo con varias residencias en el pueblo, alojó a los Casagrande en su última casa que no había vendido a unas cuadras de Franklin Avenue. Pero era demasiado pequeña para que los Loud y los Sharp durmieran también ahí. Sería la familia Rosato quienes les tenderían la mano. Jordan Rosato era una de las pocas amigas de Lincoln, junto con Rusty y Clyde, en no desaparecer con el chasquido. Cuando se enteró que el lugar del ataque fue la casa Loud, ella misma convenció a sus padres de alojarlos. Luna no pudo negarse, era eso o vivir con los McBride, que solían ser muy intensos.

—¿Pasa algo, Lincoln? —preguntó Luna trayéndolo de vuelta a la realidad.

—Una vez intenté invitar a salir a Jordan chica, será raro vivir en su casa —comentó con nerviosismo.

—Oye, creo que a ella no le molestas, además ¿hace cuánto fue? ¿Dos, tres años?

—Fue poco después del chasquido...

—Que momento de mierda, hermano.

—No pensaba con claridad ¿ok?

Luna rió entre dientes, para ella su hermanito solo era un adolescente con miedo a hablarle a las chicas. Lincoln fue muy torpe al invitarla, pero sería el momento lo que realmente lo atormentaba. Ronnie Anne aún estaba presente en su mente, pero en su corazón se había desvanecido casi después de conocer a Sid, y eso lo confundió con interés por Jordan. "¿Cómo pude olvidarla tan pronto?"

—Vamos, hermano.

La voz de Luna sonó lejana, arrastrándolo a la realidad, una realidad fría y un tanto inquietante. Se había recuperado parcialmente, aún con un yeso en su brazo roto, una venda que salvaguardaba las costillas fracturadas y varios moretones levantó un par de maletas ligeras. La puerta estaba abierta frente a él, la casa se veía aun más grande por dentro, y con nerviosismo cruzó el portal. La residencia Rosato se caracterizaba por una decoración que recordaba a una cabaña al estilo del Medio Oeste Americano. Una cabeza de buey sobre la chimenea, un par de sombreros y un sinfín de posters enmarcados de viejas películas Western.

Contuvo la respiración mientras se familiarizaba con el panorama, los recuerdos acudieron con violencia, eran tan vividos como una película con un mal soundtrack entre britpop y country. Pero no sería solo la visión del recibidor lo que traería recuerdos, sino que la chica de cabellera castaña y ojos azules despertaba más memorias que creía lejanas. Vestía una corta falda azul con una ligera blusa amarilla, su cabellera había abandonado esa característica trenza para caer con elegancia, suelta, sobre sus hombros. Su figura se había alejado de la de una niña, era esbelta, alta y de piernas atléticas. Su mirada tenía un brillo coqueto innato, sus labios eran de un rosado vivido natural, ligeramente gruesos; de facciones simétricas y tersa piel pálida. Era una belleza, que despertaba un poco de atención en el joven Lincoln, pero nada de amor como creyó alguna vez.

Jordan al verlo corrió a su encuentro. Sus cabellos cortos que rozaban con los omoplatos se agitaron ante su carrera, sus brazos rodearon el cuello del chico con una delicadeza que no disminuía su alivio por verlo vivo. Sus pequeños pechos es oprimieron contra el pecho de Lincoln, quien era incapaz de mover un musculo por el dolor y la impresión. La sintió temblar. Por un segundo todo ruido y dolor se esfumaron al escuchar su voz, dulce, que pronunció su nombre. Nunca había caído en cuenta de la belleza de los nombres hasta que una mujer como ella lo pronuncia con cariño absoluto. Nunca escucharía melodía igual a la pronunciación de "Lincoln" por parte de Jordan.

—Gracias al cielo estás bien —dijo su oído, casi en confidencia.

—Me alegro de verte, Jordan.

—Bienvenido, Linc, sabes que mi casa es tu casa —continuó con amabilidad una vez separado de él. Estaba sonrojada, sus ojos brillaban más que nunca y una sonrisa pequeña se había dibujado en sus labios.

—Gracias por la ayuda, pero espero no ser una verdadera molestia —aclaró algo incomodo Lincoln. Intentó buscar ayuda en su hermana, pero de un momento a otro se había esfumado.

—Ya le dije a tu hermana que no es ninguna molestia, y a Sam... y a Simon, creo que solo Lily y Albert Jr. disfrutan estar aquí. —Rio por lo bajo la chica mientras le arrebataba las maletas con un rápido movimiento—. No deberías hacer esfuerzo en esa condición, Loud, déjame ayudarte. —Se dio la vuelta y comenzó a subir por las escaleras, el chico se quedó estático, y al recordar que ella tenía falda se pudo más nervioso, así que alcanzó su paso—. Te mostraré tu habitación.

Jordan no solía ser una chica tan servicial, tampoco era una desconsiderada con aires de superioridad, solo era amable con quien se lo merecía. En la primaria nunca compartió círculo social, los primeros años por la clara brecha entre niños y niñas, los últimos años fue por su acelerada popularidad. En la secundaria era aún mayor la brecha, ya que ella era considerada como una de las más bellas, además de inteligente y un As en los quemados. Podría parecer que en la secundaria su relación sería aun más distante, pero una sola actividad los unía como nadie podría imaginar.

En la escuela secundaria había un moribundo club de ajedrez. Los recursos de la escuela se habían destinado a los deportes por la arrasadora presencia de LJ, que traía trofeo tras trofeo a la Secundaria de Royal Woods. Los alumnos perdieron el interés por los clubes sin recursos y muchos de ellos cerraron, pero el de ajedrez se aferraba a la vida con dos miembros cuando Lincoln entró. Los viernes, cuando la tarde caía y todas sus responsabilidades de la semana habían quedado atrás, asistía al salón número 12 al final del último pasillo del segundo piso. Fuera de Stewart y Dayana, los últimos miembros que conoció en el descanso, estaba ella.

Hablaban poco, se dedicaban a jugar, dejando que su ingenio los guiara en una partida exitosa frente a su rival. Normalmente rotaban, pero los enfrentamientos más duraderos, extensos y apasionantes (si es que se puede dar tal adjetivo a una partida de ajedrez) eran los de ella contra él. El marcador se mantenía equilibrado con constantes empates, una victoria suya seguida por una victoria de ella. 45 a 45, si recordaba bien, con el pacto de que el primero en llegar a las 50 sería el máximo jugador de su club.

Al verla dentro de una pequeña habitación, con una sonrisa infantil y parloteando como una chiquilla se sintió tan cercano a ella como esos días. No solo jugaban hasta muy entrada la tarde, sino que era Lincoln mismo quien escoltaba a Jordan hasta su casa. Caminaba a su lado, conversaban, y este le insistía que la podría llevar más rápido si se subía a su bicicleta. Ella nunca quiso. "Tal vez —pensó con esperanza—, tal vez ahora si quiera subir a mi bici."

La imagen de ella en esa pequeña habitación, sola con él, quedaría grabada en su mente el resto de la tarde. Tumbado, con dificultad revisaba un viejo celular que usaba como remplazo al suyo, era el de su padre. El día se hizo noche y en la cena se encontró con sorpresas menos encantadoras, pero más importantes. Sin saberlo, al tomar asiento junto a Luna y Lily en la enorme mesa de los Rosato, justo frente a unos invitados inesperados y no tan gratos, su vida cambiaría de manera inimaginable. Beast, Shadowcat, Nightcrawler y Wolverine estaban cenando con ellos. Aunque en la cena hablaron de temas amenos y el Dr. McCoy preguntó por su recuperación, una espinita decía que no venían con intenciones agradables.

—La cena estuvo exquisita, Sra. Rosato, debería pasarme su receta de pan de ajo —aduló Beast con una sonrisa felina, en el sentido más literal de la palabra.

—Oh, Dr. McCoy, ya le dije que puede llamarme Selina —contestó encantada la mujer, parecía que el pueblo entero estaba encantado con los X-MEN. El mismo Lincoln se sentía en parte agradecido, pero el rencor seguía dentro suyo, no salvaron a su abuelo.

—Selina, puede llamarme Hank. —Guiñó el ojo, con encanto de político en campaña, para devolver su mirada hacia ellos.

Notó que durante toda la cena los X-MEN ponían su atención en ellos, los más notorios eran Hank McCoy mirando con suma atención a Luna, y la chica que parecía más interesada —y preocupada— en él. Kurt, su "viejo colega" de combate era más discreto y amable en cuanto a sus miradas, mientras que Wolverine estaba más interesado en su jarra de cerveza que en ellos.

—Srta. Loud, tengo entendido que hoy es el día que pactamos para una resolución —comentó de forma amable Beast.

—Sí, hoy les doy respuesta —soltó con algo de brusquedad su hermana. Su mirada parecía intercalarse entre AJ y el mutante. Lincoln sabía hacia donde iba todo esto, quería decir algo para evitarlo, pero decidió dejar el tema a cargo de su hermana. "Es como mi mamá ahora" pensó sarcástico recostándose sobre la silla.

—Así que ya considero mi propuesta, Srta. Loud, creo que el pequeño Albert Jr. crecerá en el ambiente ideal para su condición. La Escuela Xavier para Jóvenes Dotados es una institución de primera calidad, donde nuestra prioridad son los chicos y su desarrollo como lo que son: mutantes. No pretendemos forzar un cambio en el niño, sino que nos encargaremos de que esté seguro y aprenda a controlar su enorme poder, en cambio con S.H.I.E.L.D. solo...

—Creo que me queda claro su posición respecto a S.H.I.E.L.D., Dr. McCoy. Pero es una fuerza pacificadora de la ONU, creo que ellos...

—No conoces a S.H.I.E.L.D. ni lo que hacen con la gente como nosotros, chica —interrumpió Wolverine con una sonrisa animalesca—. Los encierran, para eso existen. Solo los soldados como Captain America trabajan bien con ellos.

—No suelo estar de acuerdo con lo que dice Logan, pero él tiene razón —terció la chica mutante—. No son muy amables con los "Metahumanos" o los mutantes, ni siquiera permiten como tal las acciones de los Vengadores.

Luna dio un largo suspiro mientras miraba a la chica, parecía haber cierta simpatía entre ambas; su mirada se volvió a AJ, notó pesar en su rostro, tristeza, su labio tembló. Lincoln supo en ese momento de que se trataba todo, supo su decisión, y su sangre hirvió de indignación.

—¡¿Vas a permitir que se lo lleven?! —espetó con altanería y molestia, sobresaltando a todos los asistentes—. ¡Por Dios, Luna, es como un hermano para todos nosotros!

—Linc, por favor...

—No, Sam, mi hermana no siempre toma las mejores decisiones —calló a la rubia que intentaba apelar por su pareja, le dolió pero no se detuvo—. Primero el ocultar la verdad sobre la muerte del abuelo y ahora entregando a unos completos desconocidos a AJ. ¿Es que acaso todos se volvieron locos? Si ellos no pudieron salvar a mi abuelo, si ellos no pudieron darle fin definitivo a los bastardos de la Hermandad, ¿cómo creen que cuidarán de AJ? ¡Es un mutante nivel Omega!

Las palabras cayeron como balde de agua fría, más para los mutantes que para el resto de los asistentes. Parecía que Beast no había contemplado el alcance del niño, o por lo menos no era consciente de ello, buscó respuesta en sus compañeros encontrando una mirada significativa de Logan.

—Mira, compa, debes tranquilizarte —dijo Wolverine poniéndose de pie. Su aspecto civil le recordaban a un leñador canadiense, y su baja estatura le restaban puntos de intimidación.

—No voy a tranquilizarme sabiendo que se lo llevaran...

—Compa, dijiste que es nivel Omega, ¿sabes lo que es eso? —preguntó el mutante de las garras metálicas a lo que Lincoln negó—. Es el más alto nivel entre los mutantes, solo gente como Magneto llega a ese potencial. Es más que indispensable que el bebé vaya a la Mansión X, estará a salvo ahí.

—No...

—Sí lo estará, compa. Mis compañeros van a cuidarlo bien, han hecho eso por años salvando a cada alumno a pesar de los ataques.

—Lincoln, en serio lo pensé mucho —dijo Luna colocando su manos sobre su hombro— y es la única manera. Kitty me habló mucho de la escuela, el como evitó que ella y muchos de los chicos ahí fueran atacados y asesinados en sus pueblos por ser diferentes. Es un santuario para los mutantes, y el lugar más seguro para AJ, por favor respeta mi decisión.

Su mirada era fuerte, como la de mamá, su agarre era tan tierno como el que solía tener cuando charlaban. Luna parecía tan dolida como él, tan angustiada por el destino de Albert Jr. como el resto, pero se mantenía fuerte por todos. Con admiración y lagrimas en los ojos asintió. Confiaba en ella.

AJ se fue esa misma noche con los X-MEN que quedaban en el pueblo, pero las sorpresas no acabaron pronto. Cuando se despidieron los héroes hubo un momento en el que Logan se detuvo frente al chico, sus ojos reflejaban una brutalidad indecible, pero a la vez fuerza. Logan era un misterio a pesar de su simplicidad, así que cuando dijo que se quedaría en Royal Woods tomó por sorpresa a todos.

—El chico tiene razón en algo —dijo el mutante con sus manos en los bolsillos de sus vaqueros—. No protegimos a su abuelo, así que le debemos algo... Además, entre los reos corren los rumores rápido, tal vez los acólitos de Erik busquen venganza, necesitan a alguien que los mantenga bajo protección.

—No creo que sea necesario, Sr...

—Solo dime Logan, chica, y les debo esto. Además, creo que necesitan un contratista para arreglar su casa, y no es por presumir pero yo era uno de los mejores en mi país.

—Si Logan se queda, yo me quedo —secundó Kitty con entusiasmo juvenil.

—No es necesario, niña...

—Sí que lo es, necesitarás una mano.

Lincoln en ese momento no supo como tomarse la decisión de los dos X-MEN, pero al recordarlo con una sonrisa en los labios supo lo mucho que significó para sus vidas. Nunca pasaron por un peligro real los siguientes 4 años, pero lo que Logan y Kitty les enseñaron aún lo agradece con el alma. Cuando terminaron de reconstruir la casa y arreglar la del Sr. Quejón, se mudaron con ellos, junto con los Casagrande se volvieron una gran familia.

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