Decisiones
9:00 pm, 20 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan. La estancia de la Casa Loud.
El silencio reinaba en la estancia. El sonido de los autos a la lejanía, el viento entrando por las ventanas y la televisión de los vecinos eran amortiguados por los pensamientos de todos los presentes. Sharon y Sylvester estaban en el portal que conecta al recibidor con la estancia, meditabundos, sus sonrisas de entusiasmo se esfumaron para dejar caras de cansancio. Rita tenía los ojos llorosos y el maquillaje corrido, el conocer las circunstancias de la muerte de su padre le habían pegado con dureza, a pesar de que Lincoln intentó ser ambiguo con los sucesos. Lynn padre escondía su rostro entre sus manos, agotado y frustrado por su ausencia. Simon, Sam y Luna miraban con compasión al narrador de la mayor parte de los acontecimientos de su pasado. Lincoln estaba en un estado de melancolía pura, aunque sus últimas palabras fueron alegres y sus ojos adquirieron un brillo esperanzador, las lagrimas aún se podían adivinar en sus mejillas. Lisa fue la única que se mantuvo seria, sin mostrar rastro alguno de emociones.
—Las cosas después de ese año fueron más tranquilas —concluyó Lincoln con la voz ronca—. Poco después de eso los gobiernos tomaron control, los superhéroes se reorganizaron y los villanos siguieron su costumbre de perder. Algunos cambiaron de bando, otros están en prisión, el asunto importante es que estadísticamente estábamos mejor. Kitty solo estuvo con nosotros un año antes de mudarse a Detroit con Bobby, ella... Bueno, es historia para otro día. Logan estuvo un año más, pero también tuvo que marcharse, ya éramos lo suficientemente mayores para cuidarnos y cuidar de Lily. Los Casagrande volvieron a Great Lake City poco antes de que Logan se marchara. Desde entonces solo fuimos nosotros 5.
—¿Todo eso solo pasó en un año? —cuestionó sin poder creerlo Lynn padre—. Todo eso tuvieron que pasar...
—Fue un año difícil, pero lo sobrevivimos —contestó Luna con mirada cariñosa, intentaba calmar a su padre. Él suele ser un hombre gracioso e infantil, pero cuando se ve sobrepasado por el mundo, cuando cree que no puede proteger a su familia, se altera—. De entonces solo fue para mejor, Lincoln y Simon terminaron sus estudios con éxito, Lily ha tenido una dulce infancia, Sam y yo pudimos seguir juntas y contraer matrimonio. Sí tuvimos que trabajar para mantenernos a flote, pero eso forjó nuestro carácter.
—Entonces, todo eso de que vendieron nuestras cosas por dinero, no era cierto ¿verdad? —la agudeza de mamá la tomó desprevenida.
—Algunas cosas si, otras fueron destruidas —respondió Lincoln.
Sylvester cuestionó un par de cosas a su hija en voz baja, cosas que Luna no pudo escuchar, pero se sintió aludida. Pero aún faltaba mucho por responder, mucho por contar, lo sabían todos. Sin embargo, Lincoln agotado por el tema lo zanjó, y volcó su atención a un asunto más importante: Lisa.
—¿Sabías que tú y Lucy eran diferentes?
—Por supuesto, querido hermano mayor, nuestra sangre era peculiar. Si no fuera por los característicos genes de nuestros padres, y las similitudes leves que tenemos con el resto de nuestros consanguíneos, podría jurar que éramos adoptadas. Ahora que comprendo lo qué es el gen mutante, no me queda más que aceptar esa conclusión para nuestra peculiar genética.
—¿Lisa y Lucy son mutantes? —cuestionó Lynn padre, más tranquilo.
—Los dos mutantes más poderosos de Royal Woods —respondió Lincoln con voz más seria, determinada—. Desarrollaron sus poderes a muy temprana edad, eso solo se ve en mutantes que tienen un futuro muy prometedor.
—Según el profesor Xavier soy una tecnopata... Mejor les explico lo que sucedió. —Lisa habló con palabras grandilocuentes y rimbombantes, tecnicismos y locuciones latinas, para después simplificar la presencia de los X-MEN en su mente y la de Lincoln esa tarde. Las características de sus poderes y la fascinación por su potencial—. He comprendido más sobre la genética con el profesor Xavier que en mis años de estudio.
—No quiero sonar aguafiestas, pero ¿no crees que eso fue una estrategia política? —dijo Sharon de pronto.
—¿De qué habla? —Se giró Rita un tanto a la defensiva.
—Hemos oído que el Dr. McCoy es senador de California —explicó Sam con mayor cautela que su madre—. Su política pro mutante intenta impulsar la presencia de su gente en puestos del gobierno. Que el profesor X le pida a Lisa, una de las personas que la presidenta Kamala desea en el congreso, su participación no parece ser coincidencia.
—Eso lo averiguaremos mañana, vendrán por la tarde —concluyó Lincoln poniéndose de pie—. Logan no está con ellos, son de los X-MEN que no conocemos —aclaró Lincoln ante las miradas, tanto suya, como las de Simon y Sam.
El silencio volvió a reinar en la estancia, las explicaciones estaban dadas y muchas decisiones fueron tomadas en una tarde. Los miembros de aquella reunión improvisada estaban exhaustos, no había rastro alguno de que quisieran probar bocado pero con el regreso de las gemelas y Lily a la estancia quedó claro que las niñas no estaban dispuestas a renunciar a su cena. En pocos minutos, la familia Loud estaba completa en la casa, las hermanas mayores regresaron a casa y las menores abandonaron su cuarto. Una docena de pizzas fueron encargadas por una extrañada Lori, y con un ambiente pesado cenaron.
Lincoln anunció su ausencia a la cena, con la excusa de ir a la casa del viejo Sr. Quejón a ver un partido de los Lions, Simon pensaba unirse a ese plan que Luna captó al instante, pero la voz de Lynn Jr. frustró su escape. Al parecer la deportista estaba más que interesada en retomar su tradición de ver los juegos con el vecino, una tradición que Lincoln logró preservar en sus años de ausencia. Más que entusiasmada, e ignorante a la conversación en la estancia, insistió a su hermano (ahora mayor) ir con él y Simon.
—Está bien, Lynn, ve... —respondió con voz cortante, aunque en un tono de disimulada tranquilidad, sus ojos denotaban fastidio y un toque de rabia.
—¿Estás bien, Lincoln? —preguntó la chica de playera deportiva en un susurro, genuinamente preocupada.
—Día pesado en el trabajo, hermana —intervino con voz más dulce Luna llamando la atención de su hermana. Aún no se acostumbraban a su nueva apariencia, por lo que en el instante que tocó su hombro LJ se estremeció.
Sabía que Lincoln y Lily sufrían lo mismo, eran unos completos desconocidos para sus propias hermanas, y aunque disimulaban muy bien su extrañeza, la incomodidad aún era notoria. Es incomodidad que uno tiene cuando se reencuentra con una persona de su pasado, una persona que los conoció con una actitud y apariencia diferente, y ahora que han cambiado no saben cómo comportarse con esa persona, o no recuerdan qué tan bien se llevaban.
Lynn Jr. aceptó la explicación de Luna con rapidez y tomó una pizza partiendo con Simon a la casa del Sr. Gruñón. Si había algo que realmente la incomodaba del regreso de su familia, de forma más cómica que trágica, era la extraña atracción que sus hermanas tenían por el hermanito de su esposa. Le recordaban un poco al comportamiento de todas con Hugh, el tutor británico y bien parecido de Lincoln, sin duda era un galán hecho y derecho. Pero Simon, bueno lo rubio le daba puntos y tiene el encantador rostro de su hermana, mas no entendía la fascinación de Lucy y LJ. La deportista lo había tomado de su mano y lo llevó casi a rastras, muy valiente de su parte.
Luna miró con complicidad a su hermano, pero Lincoln parecía no estar de humor. Tomó otra pizza y salió de la casa sin mediar palabra alguna con nadie. Luna se sentía impotente ante el estado de su hermano, él la había ayudado tanto en los años difíciles, y ella había sido incapaz de rescatar a su hermano de ese hoyo. La culpa aún lo carcomía por dentro, como si la muerte de su abuelo y las demás desgracias hubieran sido orquestadas por él. Recordó esa corta temporada el año pasado, fue en el verano, en que él estuvo en Great Lake City. Parecía tan taciturno los días previos, apenas comía y no decía palabra por voluntad propia. Miraba las noticias todo el día y su permanencia en su habitación era más que en la escuela. Cuando regreso algo en su mirada había cambiado, aunque parecía feliz, sus ojos ya no brillaban y, en conjunto con su cicatriz, adoptó un perfil más grave y rudo.
—¿Y, hay alguna novedad? —preguntó de pronto Lori. La joven parecía ahogarse en la incomodidad.
—Es una extensa y muy pesada historia, hermana mayor —contestó Lisa con voz neutra—. Pero en esencia, mañana me iré a Washington a una cumbre mundial de científicos para salvar el mundo. Nada especial.
—Eso es muy lindo, ¿no lo crees, Lori? —dijo Leni con inocencia.
—Sí, nada extraordinario —soltó Lori con sorpresa y un sarcasmo muy flojo.
10:00 pm, 20 de junio de 2023. Detroit, Michigan. Departamento de Bobby y Kitty.
Recuerdos. Es una simple palabra: recuerdos. Cada idioma le da su significado, que idea abstracta representa la palabra, en algunas lenguas incluso se usa este termino para los objetos que compras en un lugar determinado para recordarlo: souvenir, es la forma francesa de llamarlos. Tomando en cuenta que en el idioma que estamos leyendo, "recuerdos" es una palabra en plural, es necesario borrar la "s" para quedarnos con el concepto puro. Recuerdo. Representa a las memorias de un hombre, a las imágenes, palabras, olores, sabores o pensamientos de su pasado que acuden a su mente con vivacidad o de forma borrosa. No importa cómo acudan, o sí solo es una frase, o toda una película de una escena de su vida. Los recuerdos son símbolos de nuestro pasado, de lo que somos, de nuestra forma de ser. Los recuerdos son poderosos.
Un recuerdo puede traer la felicidad a un hombre moribundo, reviviendo en sus últimos momentos el día en que aprendió andar en bicicleta, su primer juego de beisbol, su primer beso, su primer auto, el día de su boda, la luna de miel y el nacimiento de sus hijos. Pero, también pueden ser la máxima tortura. Si hay algo que un hombre atormentado sufre más que una paliza es recordar, cada memoria es un cuchillo en su corazón y a diferencia de las heridas físicas, no puede sanar. Roberto es uno de estos hombres atormentados, de los que sus recuerdos más que películas hermosas o cintas reproductoras de un pasado idílico, son fantasmas. Sombras que lo persiguen cada vez que su mente queda desocupada y los pensamientos tienen permitido divagar. Errores, malos momentos y buenos momentos manchados por la tragedia.
El mayor amigo de un hombre atormentado es una botella de Jack Daniels, una caja de cervezas y uno que otro tequila barato del supermercado. Otros prefieren el tabaco, y algunos más las drogas duras. Pero Bobby era un hombre de la sociedad del siglo XXI, el whiskey funcionaba para él. Tenía derecho a dejarse llevar por el alcohol, su vida dio un vuelco total 5 años atrás, y no pudo hacer un duelo como Dios manda, ¿por qué no podía ahora que su vida volvió a cambiar de golpe? Estaba en el país de la libertad, había trabajado como burro desde los 16 y se hizo cargo de su familia desde los 19, estaba en todo su derecho de beber. Es más, el mundo se lo debía.
Su pasado era una tortura, sus decisiones nunca fueron buenas, pero no podía ser tan duro consigo mismo, no era el chico listo del barrio. Pero había logrado mucho, ahora tenía un puesto importante como uno de los contadores de una empresa de electrónicos, no había hombre en la oficina que no recurriera a él. Y cuando creía que todo se arreglaba, cuando su pasado había quedado enterrado y el futuro relucía, ella volvió. La creía muerta, a ella como a su hermana, enterradas en lo más profundo de su memoria, pero no. Volvieron y eso lo hacía sentir culpable. Pero ¿por qué? Si él no fue el culpable de su desaparición, por qué se sentía tan mal con la idea de su regreso. El solo pensar en ellas lo atormentaba y el whiskey fue una buena salida de su miseria.
Bobby no era muy diferente a su padre, incapaz de enfrentarse a sus problemas, huyendo y escondiéndose tras una botella de Jack Daniels. El muy cobarde no lidiaba con su presencia y la de Ronnie Anne, lo más fácil fue irse del país y dejar a su mamá sola. Fue incapaz, por años, siquiera de visitarlos, y cuando decidió regresar a sus vidas fue aun más dañino. Su alcoholismo, esa horrible escena que hizo en la fiesta de cumpleaños número 12 de Ronnie, frente a los Loud, los Chang, todo el jodido edificio en Great Lake City. Pero eso no fue lo peor, ya que su necesidad de arruinar sus vidas no se limitó al divorcio, el rechazo y la vergüenza publica. Sus amoríos eran más conflictivos.
Ronnie Anne, su hermanita, tal vez fue la más afectada por la incapacidad de su padre de controlar su lívido. Sin contar esa extraña interacción de su padre con Leni cuando la conoció, Arturo Santiago se había mantenido alejado de su círculo social. Pero con su hermana empezó bastante fuerte al relacionarse con su maestra, avergonzándola, y eso solo es la punta del Iceberg. Ronnie nunca se enteró de los intentos de Arturo de coquetear con varias de las madres de sus amigos, ni de la vez que tuvo éxito. El chasquido fue oportuno, casi como un milagro, al desvanecer a Ronnie Anne antes de que se enterara, pero la verdad salió a flote. Arturo Santiago le confesó a su hijo, en la primera borrachera que tuvieron juntos, que fue el amante de Becca Chang, la madre de Sid.
Después de ese terrible incidente, la relación de Bobby con su padre se rompió por completo. No fue muy agradable saber los detalles, pero Sid insistió. Su madre y la abuela no saben en lo absoluto, aunque tienen una idea muy vaga de porqué Bobby y Sid lo desprecian. Y a pesar de ese odio, del rencor y asco que le tiene a Arturo Santiago, él es igual. Un borracho que en cualquier descuido puede hacer una escena, un desalmado que trató mal a su ex novia, un pésimo hermano al dejar su casa sin ofrecer algo de consideración para Ronnie, un mal amigo al dejar a Sid en Great Lake City con todos y, si el destino es más cruel e irónico, un pésimo esposo para con su prometida. ¿Qué podía esperar de un borracho? Solo miseria.
Esa noche, la misma en que los Loud y los Sharp tenían una tensa cena luego de una charla dolorosa y reveladora, Bobby había tenido un ataque de pánico. Nunca creyó que las secuelas del Blip se manifestarían a esas alturas del partido, pero lo hicieron, y Kitty a penas si pudo calmarlo. Cuando paró de sollozar, entre los brazos de su prometida, levantó la vista y miró la botella de etiqueta negra, estaba casi vacía. Se quedó estático, en completo silencio, al punto que asustó a la mujer. La respuesta fue tan clara como el agua, pero su mente turbada por el alcohol no lo notó, hasta que las consecuencias se hacían presentes frente a él.
Se separó de Kitty y la miró directamente a los ojos. Debía haber tenido una mirada de loco, porque los ojos de ella reflejaban miedo y preocupación, sus primeras palabras después de su epifanía tampoco fueron de mucha ayuda para tranquilizarla. Con voz ronca, totalmente ajena a su persona, y fría dijo:
—Fui yo quién mató a Albert.
—¿De qué hablas, Bobby? —cuestionó con preocupación justificada la mujer.
—De que yo provoqué la muerte de Albert Millar —respondió con simpleza, como si dijera la cosa más obvia del mundo—. Cuando Pyro llegó a la casa de los Loud, hace casi 5 años, en busca de indicaciones fui yo quien convenció a Albert de alojarlo en la cochera. "Podremos ganar unos cuantos dólares si la rentamos" le dije. Él confiaba en mi criterio, al punto que me hizo caso a mí y no a su nieta.
—Tú no sabías que trabajaba para Magneto, amor —trató de consolarlo mientras acunaba su rostro entre sus brazos—. Ni siquiera nosotros sabíamos que él buscaba a AJ, si nosotros hubiéramos actuado antes...
—Es que no solo le fallé esa vez, Katherine. Sino que sigo fallando a mi promesa, manchando a su memoria. Le prometí que cuidaría de su familia, y qué es lo primero que hago cuando me reencuentro con Lori, le destrozo el corazón con mi insensibilidad. No soy mejor que mi padre...
Kitty se quedó mirándolo por un rato, él parecía totalmente sumido en su culpa, fuera de ese plano de la existencia. La vio alejarse, consternada, hacia la cocina. La sala de su departamento estaba separada de esa habitación por un simple desayunador, así que la miró en todo momento mientras rebuscaba en el refrigerador sin decir palabra. Las latas de cerveza y una botella de vino fueron a dar al desayunador junto la botella de whiskey, luego les siguieron otras botellas más guardadas en las alacenas e incluso una caja de chocolates con ron. Ninguno de los dos dijo nada cuando ella arrojó el licor por el fregadero, tiró los chocolates y las botellas en una bolsa de basura y la fue a llevar al cuarto de lavado con el resto de la basura que sacaría él mañana en la mañana para llevar al contenedor del edificio. Cuando ella volvió a la estancia, tomó asiento junto a él, tomó su mano y con voz de reproche le dijo:
—Tú no eres tu padre, Roberto. Pero tampoco eres el hombre del que me enamoré. La vida te ha cambiado y no para bien, la simple presencia de tu familia te destrozó, le temes hasta tu propia sombra. Huyes de ti mismo, de lo que fuiste, de lo que viviste, te aferras a una absurda idea de que es mejor olvidar. Te equivocas, amor, todas esas personas que reaparecieron en el departamento de la abuela Rosa son parte de ti, son los que te definieron como persona y te hicieron el hombre que conocí en un pueblito perdido en Michigan. ¿Por qué huyes de ellos?
—¡Porque los olvidé! —respondió con dureza el hombre—. Olvide lo que fueron por miedo a sufrir, decidí darlos por muertos e ir apagando cada memoria que tenía de ellos con tal de no sentir dolor. Como un maldito cobarde, me adormecí con la cantaleta de "están en un mejor lugar, no volverán". Pero sí volvieron... Y la culpa me carcome.
—¿Y por eso te haces tanto daño? ¿Por la culpa te inventas cualquier absurda lógica para compararte con tu padre? No necesito leer mentes para saber qué es lo que piensas cuando bebes. Te estás matando lentamente.
—Tal vez eso sea lo mejor...
—No-digas-estupideces... —respondió con dureza Kitty marcando cada palabra—. Solo te gusta atormentarte a ti mismo, la mitad de la culpa que cargas es un invento de tu mente intoxicada. Sí, lastimaste a personas como Lori, pero no es para que desees la muerte.
—Entonces, ¿qué hago? —dijo a forma de suplica el latino.
—Enmendar tus errores —le respondió ella con una sonrisa casi angelical—. Deja la bebida, ahora mismo, y comienza de nuevo. Amor, en unas semanas te prometeré estar ahí para ti en las buenas y en las malas, hasta que la muerte nos separe, quisiera hacerlo hoy.
—¿Hacer qué...?
—Decirte mis votos, tontito. —Era aún más hermosa cuando reía, sus ojos reflejaban tal tranquilidad que lo contagiaban—. Roberto Alejandro Martínez-Millan Luis Santiago Jr. prometo amarte y respetarte, permanecer contigo en las buenas y las malas y todas esas tonterías que dicen las parejas de Hollywood... Bobby, prometo ser tu amiga y hacerte reír hasta que no puedas ni respirar, prometo ser tu novia aún tratando de impresionarte en cada cita improvisada en una cafetería del centro, prometo ser tu amante en esas noches de deseo y pasión, prometo ser tu esposa para hacer eso y mucho más. Cuidarte de mi pasado y del tuyo, ser tu musa y tu consuelo. Bobby, prometo que te amaré cada día de mi vida hasta que mi cuerpo aguante y la muerte nos separe. Desde hoy y para siempre, amor mío, seremos uno.
Kitty lo besó, con la ternura de la primera vez. La suavidad de sus labios lo hizo estremecerse y recordar, no solo la vida antes del Blip, sino lo que construyó cuando el mundo era un caos. Ella y él, juntos, fue su más grande logro. Y mientras él retomaba la iniciativa correspondiendo el beso casto con uno apasionado, Bobby decidió enmendar sus errores. Solo era el inicio, pero el día en que se casaran, cuando dijera sus votos, sería un hombre capaz de cambiar.
2:00 pm, 21 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan. Casa Loud.
Un mensaje de texto recordó la primera cita de esa tarde al albino, una tan decisiva como importante. El día de ayer, tanto la presidenta de los EE. UU. como el grupo de superhéroes conocidos como los X-MEN aseguraron la resolución de sus encuentros para la tarde de ese día. Lisa, como siempre, recordaba a la perfección las dos citas por lo que el recordatorio de Lincoln le fue innecesario, pero si cimentó un nuevo tema a debatir en la mente del chico.
En la mañana, de forma discreta, le comentó a sus padres sobre su decisión de contarle las nuevas a Lucy, tanto las sospechas como las afirmaciones del profesor. De cierta manera, sentía que era responsabilidad suya guiar a sus hermanas en esta nueva etapa de su vida, una etapa que será difícil de afrontar por la estigmatización de la raza mutante. Aunque sus padres insistieron en frenarlo, él se mantuvo firme en su actuar, aunque las palabras de su padre resonaron con fuerza en su cabeza por toda la mañana: "No es tu deber cargar con el peso del mundo, Linc."
Tocó la puerta de la nueva habitación de Lucy, cada una de las puertas las habían personalizado las hermanas a lo largo de la semana, incluso Luan parecía lo suficientemente cómoda en la antigua habitación de Lincoln como para decorarla. "Lo bueno es que me mudaré pronto a la cochera" se dijo con una sonrisa de lado mientras esperaba la respuesta de su hermana menor inmediata (ya no tan inmediata).
—¿Quién es? —Su voz, dulce, sombría y algo distante, apenas se dejó escuchar en un susurro.
—Soy Lincoln, quiero hablar contigo, Luce —respondió con ánimo, no quería alertarla ni causar malentendidos.
—Pasa.
Lincoln giró la perilla y entro a la, curiosamente, blanca habitación. Era muy común encontrar a un adolescente sentado, mirando al vacío, cuando un adulto entra casi de imprevisto a su habitación; pero la forma en que Lucy miraba al vacío, sentada en la esquina de su cama, no era la común, sino una más escalofriante. Se giró cuando él entro, casi como un acto reflejo, pero apenas comprobó que era quien decía ser, regresó su atención a las paredes desnudas y murmuró palabras que él no logró distinguir. Cerró con cuidado la puerta tras él y se quedó junto a ella, expectante, como si esperara el permiso de ella para hablar. Lucy no dijo nada.
—Veo que aún no has adecuado del todo tu habitación, Lucy —comentó intentando romper el hielo.
—No tengo los materiales adecuados —murmuró de forma apenas entendible, sin apartar su mirada de la pared—. Debo soportar este blanco hasta que consiga pintura negra.
—Tal vez después del trabajo te pueda conseguir un par de galones, creo que con eso sería suficiente.
—No sé pintar adecuadamente las paredes.
—Este... Yo te ayudo, no te preocupes. Agarre mucha práctica cuando reconstruimos la casa, Logan prácticamente me encomendó esa tarea de "niñas", según él.
—¿Cómo era ese tal Logan? —Por primera vez desde que cerró la puerta ella lo miró, o eso creía, sus ojos seguían ocultos bajo su espeso flequillo.
—Bueno, es difícil describir a un hombre como él. —Tomó asiento junto a ella. Aunque hablar de Logan no era parte del plan, el tema caía de perlas, ya que eso encaminaría la conversación al tema principal—. Imagina el carácter del Sr. Quejón, la estatura de mamá y la fuerza de veinte o treinta LJs. Eso era él en resumen, un tipo rudo que siempre se la pasaba quejándose de algo o soltando uno que otro comentario un tanto pesado.
—¿Tan desagradable era?
—Era de esos tipos que por naturaleza son odiosos, pero tienen algo en ellos que te impide odiarlos. Como te dije, es difícil describirlo, mas no puedo negar lo heróico que era.
—¿Heróico?
—Es un X-MEN, un superhéroe...
—Un mutante —soltó, sin una pizca de malicia.
—Sí, en esencia, pero eso no lo limita. Es también un veterano como de quince guerras, un excelente contratista, cazador experto y a veces contaba chistes buenos...
—¿La gente lo veía mal?
—Solo por aspecto un tanto peculiar.
—¿Era... diferente? —Lincoln atisbó el reflejo de sus profundos ojos azules que no recordaba, un escalofrío de emoción lo recorrió y los recuerdos se acumularon en su memoria. Sus ojos eran tan penetrantes que era casi una bendición ese flequillo.
—Bueno, era bajito y de espaldas anchas, además de que tenía un peinado ridículo y demasiado vellos en las manos. Era inusual, mas no diferente.
—Yo soy muy diferente... —apartó la vista de Lincoln y la fijó en el suelo. Él detectó ese temblor tan poco usual en su voz fría.
—¿De qué hablas, Luce? Todos somos peculiares a nuestra manera.
—No como yo, lo sabes perfectamente, soy uno de esos de aspecto raro —dijo con un nudo en la garganta la niña—. Los demás siempre me ven raro, como si fuera de otro planeta, al inicio me dolía pero con el tiempo le agarre gusto a su temor. Me sentía poderosa al provocar sus reacciones de miedo cada vez que aparecía cerca suyo, pero dejó de ser divertido cuando empecé a hablar con ellos.
—¿Quiénes son ellos?
—Los muertos, Lincoln. —La forma en que lo dijo hizo temblar de la impresión al chico, sintió una sensación de malestar cuando su hermana lo miró directamente y su flequillos se hizo a un lado para revelar esa pupila azul. Hechizante, oscura y cautivadora al mismo tiempo, lo aterraba y lo fascinaba—. Ello saben que los veo, no me pueden mentir. Me dijeron lo que soy.
—¿Ellos lo sabían?
—Saben mucho, y si no lo saben lo averiguan. —Lucy se puso de pie y caminó hasta el otro borde de la habitación, tomó un viejo cuaderno con tapas negras y regresó a su lado—. He investigado, esto fue antes de desaparecer. Guardé mi libreta en mi ropa, ellos me avisaron de la desaparición, así que se fue conmigo. Sé que los de mi clase son monstruos o algo así...
—En lo absoluto, Lucy, eso es ridículo —protestó con molestia.
—No, no es del todo ridículo. Los mutantes son odiados por muchos, y aunque muchos de ellos sean personas de bien o héroes, los que hacen el mal se llevan los reflectores: Magneto, Mr. Sinister, Juggernaut y la Hermandad son solo unos pocos. La gente nos odia...
—Técnicamente, Juggernaut no es un mutante...
—¡Eso no es lo que importa! —dijo con dureza la niña, su voz se transformó por completo, el tono gélido y monótono había quedado en el olvido por completo. Notó su voz quebrada, su dolor, su miedo—. Me cansé de que todos me tengan miedo, era un juego divertido, pero ahora es real... Lincoln, no quiero que me odien, no quiero ser diferente.
El chico abrazó con fuerza a su hermana, que en ese momento había dejado atrás toda frialdad para demostrar sus sentimientos. Esta se estremecía y sollozaba con violencia, él solo atino a decir algunas palabras tranquilizadoras para hacerla recuperar su compostura. Le dolía verla así, su temor de hacerla sentir diferente, extraña, se hizo realidad y la pobre niña había vivido la dureza de su realidad y la verdad mucho antes de que si quiera él lo supiera. Con tristeza, él se disculpó por no haberla ayudado antes, y esa palabras parecieron hacer efecto en ella.
—No debes cargar con el peso del mundo, hermano —murmuró entre sollozos.
—Pero podía haberte ayudado...
Lucy parecía calmarse luego de palabras dulces provenientes de la triste pero optimista voz de su hermano mayor, su abrazo se aflojó pero no se separaron en ningún momento. Ella parecía desear todo el afecto que se esforzó en rechazar por años, una especie de reivindicación con su lado aún infantil. Y aún con ella entre sus brazos le hablo de la realidad de los mutantes, que a pesar de ser perseguidos por un sector de la población, sus habilidades no eran una maldición sino una oportunidad de hacer el bien por los demás. Lincoln le habló de las maravillas de ser mutante, y de una oportunidad de aprender sobre ella misma y sus poderes en la escuela del profesor.
—¿Debo irme a San Francisco?
—No aún, pero si quieres aprender de los profesionales estarás más cómoda allá. Por el momento, puedo ayudarte con lo que sé de tus poderes, no son muy diferentes a los de una amiga.
—¿También habla con muertos?
—Con vivos, pero a largas distancias. Creo que algo de lo que ella hace puede serte útil.
—¿Me prometes que nadie de nuestras hermanas me tratará raro?
—Te lo prometo, todo seguirá como antes.
—Quiero que sea diferente, un poco por lo menos, pero que no me miren raro.
—Tenlo por seguro, Luce.
La niña se calmó por completo y agradeció la ayuda de Lincoln, además de aceptar asistir a la reunión con el profesor x. Salió del cuarto con un peso menos, pero con dudas de cómo podría ayudar a su hermana, realmente sabía poco de sus poderes y solo con la investigación del profesor podría averiguar si él sería de utilidad en su entrenamiento.
"El peso del mundo" de nuevo esas palabras, ese comentario parecía regresar una y otra vez a su mente. ¿Realmente hacía eso? No, era absurdo, solo se hacía responsable de lo suyo. Lo de sus hermanas era su responsabilidad, tenía que guiarlas y ayudarlas. Por algo era mayor. Luna hacía lo mismo, cuidó de ellos por años y él la entendía, solo no creía que fuera toda su responsabilidad...
Te contradices mucho, niño.
La voz se alejó en el momento en que su celular sonó, era Kitty preguntando por la reunión. Fue una llamada corta, ella aseguró que Lincoln estuviera preparado para lidiar nuevamente con el profesor, en especial con el desconfiado de Scott Summers que lo acompañaba. También le habló brevemente de Bobby, sus palabras exactas fueron: "Se pondrá mejor. Tiré el alcohol y él lo está sobrellevando". Bien por él, pero Lincoln no podía lidiar con eso por el momento. Se despidió de Kitty y quedó estático en el pasillo del segundo piso.
—¿Lisa debería cargar con tal responsabilidad? —se preguntó en voz alta, mirando las escaleras.
Es una genio, soportará la idea de ayudar al mundo. ¿O es que la quieres libre para tu proyecto personal, Linky?
El timbre sonó y la voz se esfumó entre sus pensamientos, el debate quedaba terminado, era muy tarde para negarse con los X-MEN afuera. La casa había quedado convenientemente sola, Lincoln pidió el turno de la noche en la Mesa de Lynn para estar presente en la reunión y Luna se encargó de que el resto de los miembros de la familia Loud (salvo sus padres y las dos niñas) no estuvieran presentes.
Lincoln miró por un segundo como Lisa y Lucy salían de sus respectivas habitaciones mientras su padre abría la entrada principal. Las voces amortiguadas por las paredes de manera se escuchaban amigables, nada parecido a los ecos autoritarios en el paisaje mental de Lisa. La niña genio miró con un dejo de complicidad a su hermano mayor, y inició el descenso hacia la estancia. Lucy, en cambio, aún desconociendo a los mutantes se quedó a lado de Lincoln.
—Todo estará bien, Lucy.
—Eso me dijo el abuelo, él confía en ellos.
Intentó disimular el miedo, el escalofrío violento que lo sacudió ante la mención de Albert. Fracasó estrepitosamente. Pero Lucy no hizo mención alguna, solo tomó su mano y con una "mirada" le pidió que la acompañara a su encuentro con el destino. Aún en shock, el chico avanzó de forma automática, rígido. Mas, conforme se acercaba a la estancia un calor lo comenzó a inundar, el temor se desvanecía y una llama interior lo reconfortaba. Escuchó en su mente el susurro de Jean.
Verla en la sala, junto con el no tan pintoresco grupo de mutantes, lo alegró de una forma muy poco común. No le agradaba en lo absoluto que alguien entrara en su mente, mucho menos que manipulara sus emociones, pero ella era tan cautivadora que le era imposible negarse. "Cuando la veías simplemente no podías apartar tus ojos de ella" recordó las palabras de Logan en una de esas pocas conversaciones profundas que sostuvo con él.
—El detalle es que Logan solía mirar mucho mi retaguardia, chico. —Era Jean, en su mente. Esa respuesta incomodó al albino, tanto que puso en práctica la técnica que perfeccionó con Emma. Expulso a la telepata de su mente, en el plano físico ella abrió los ojos y miró con sorpresa a su profesor.
—Es bueno que puedas acompañarnos, Lincoln —dijo el profesor reparando por primera vez en su presencia—. Y tú debes ser la señorita Lucy Loud, ya decía yo que me encontraría pronto contigo. —Se dirigió, amistoso, a la pálida niña.
—¿Lo he visto en otro lado, señor...?
—Solo dime profesor, o Charles si lo prefieres. En los sueños, Luce, tal vez ahí nos hemos visto.
El comentario de Charles Xavier no pasó desapercibido por los presentes, mas ese no era el tema de conversación. El profesor invitó a Rita y a Lynn padre, al igual que a sus hermanas y a él, a hablar de lo importante. Explicó las peculiaridades de ambas hermanas, Lisa era una tecnopata con un posible potencial en telepatía y telequinesis. Lucy, era un poco más peculiar, aunque hablar con los muertos y verlos era su principal habilidad, había un potencial escondido que el propio profesor desconocía.
—Existen mutantes con una habilidad mágica —explicó el profesor reflexivo— que me es imposible comprender o descifrar. Una amiga personal de nosotros, popularmente conocida como Magik, es una mutante con esta cualidad en la que su poder no reside en su gen mutante, sino en la magia. Una fuerza que su servidor no comprende, pero respeta. El gen mutante sirve como un factor que facilita el control de la magia, más solo es una causa natural a esa tendencia, el control de las artes místicas requieren estudios de alta gama y una instrucción adecuada.
—¿Usted no puede ayudarla, profesor? —preguntó con genuina preocupación Rita.
—No precisamente, puedo guiarla en el control de sus poderes básicos. Mas, si ella pretende explotar todo su potencial, en un futuro necesitará un profesor adecuado.
—El profesor Xavier es capaz de enseñar las bases a los mutantes mágicos —dijo la mujer de piel oscura y cabellos plateados—. Yo soy un ejemplo de ello.
—Ororo en su país era considerada una diosa del clima —comentó con cierta soberbia Summers.
—Y Emma era llamada la Bruja Blanca, pero sus poderes tenían tanta magia como la que practicaba de niño —soltó con cierta brusquedad Lincoln, se sentía especialmente irritado luego de la intromisión de Jean con sus pensamientos.
—El asunto es, tanto Lucy como Lisa son muy jóvenes, por lo que presentar sus poderes es una señal de su gran potencial —retomó el profesor x—. Al asistir a mi escuela no solo podrán controlar adecuadamente sus dones, también recibirán educación de alto nivel y se sentirán como en casa.
—Es una oferta maravillosa, profesor —intervino Lynn padre con amabilidad—. Solo siento que son muy pequeñas para mudarse a la otra punta del país.
—No tiene nada de que preocuparse, Sr. Loud —dijo con dulzura Jean, su aura cálida hacia a cualquiera tomar simpatía por ella—. Sus hijos son amigos personales de algunos miembros del equipo, tendrán la facilidad de visitar a su pequeñas cuando deseen.
—De seguro Logan los llevará en su moto —soltó burlesco Summers.
—Siendo sinceros, con usted profesor, no estamos seguros de poder pagar una educación privada —agregó Rita, su voz parecía casi un murmullo, estaba avergonzada.
El profesor esbozó una paternal sonrisa, a pesar de su edad avanzada cuando mostraba calidez parecía más joven, más fuerte. Se inclinó un poco, lo físicamente posible, y miró con atención a las hermanas Loud. Nadie se atrevió a romper el breve silencio que reinaba, ni siquiera el insolente Summers o el impaciente Lincoln.
—Cuando un viejo colega y yo fundamos nuestra escuela lo hicimos con un propósito muy claro: darle hogar a los marginados con dones tan maravillosos como los de sus hijas, para guiarlos por el camino del autodescubrimiento y se aceptaran. Con el tiempo, mi viejo amigo se radicalizó, creyendo en una inexistente supremacía, yo preferí adoptar una postura conciliadora. Para mí no hay mutantes y humanos, dos razas, sino una sola con diferencias. Todos somos diferentes entre sí, pero tenemos el mismo origen en este maravilloso planeta, y sé que mi deber es ayudar a todos aquellos que lo necesitan para que vean este camino conciliador. No busco dinero, Sra. Loud, vivimos de la caridad y la ayuda voluntaria, le aseguro que sus hijas estarán perfectamente bien y aprenderán lo necesario... Tal vez lo mejor sería dejar pasar este verano, para que lo mediten, al fin y al cabo la Dra. Lisa Loud tiene asuntos con nuestra presidenta.
—Es muy amable su oferta, profesor... —dijo Lynn padre con amabilidad.
Charles Xavier tomó un poco de té con los señores Loud en la estancia, hablando de temas menos serios y más joviales, mientras que las hermanas Loud se acercaron a Ororo Monroe, mejor conocida por el ojo público como Storm, a cuestionarle cosas sobre la escuela de mutantes en San Francisco. A diferencia de lo que Lincoln pudo prever, las niñas parecía más que entusiasmadas con la idea, sobre todo Lisa al escuchar que conocería a varios genios que en aquella mansión vivían. Parecía que él era el único apático con la reunión, el apestado, pero cambió cuando Jean se acercó a él.
—No dejas de impresionarme, Lincoln —dijo la mujer con una tierna sonrisa dibujada en los labios—. Primero, entras a una comunicación telepática ajena, sin ser un mutante telepata, y ahora logras expulsarme de tu mente sin mucho esfuerzo. ¿Estás seguro de no ser un metahumano?
—Hasta donde yo sé, no me han caído desechos radioactivos —contestó de mejor humor el chico—. Solo no puedo permitir que se metan a mi mente sin permiso.
—Vamos, solo fue una comunicación amistosa.
—Algo invasiva ¿no crees?
—Tus pensamientos son peculiares, muy ruidosos, es difícil para mí no escucharlos. Es como si hablaras constantemente con otras personas.
—Solía hacerlo en voz alta, supongo que esa manía mía solo se trasladó a mis pensamientos.
—Realmente lo siento si te incomodó eso. —Su cercanía era embriagante, su aura llameante lo quemaba, pero en un buen sentido que le constaría un día entero describir en palabras. Era como excitarse, pero sin un deseo sexual de por medio.
—Descuida, de todas maneras no viste mucho hasta donde sé.
—¿Quién te enseñó a controlar tu paisaje mental tan bien? —Se inclinó hacia él, un mechón rizado de llameante cabello cubrió uno de sus ojos, ella lo apartó con un ligero movimiento que hizo que sus dedos rozaran el rostro del chico.
—Creo que tú la conociste como la Bruja Blanca.
—Emma Frost...
—Veo que no es de tu agrado.
—Cuando la conocí era una supervillana, no fue muy agradable conmigo. Solo que, ¿no se supone que solo Logan y Kitty se quedaron aquí?
—Emma venía de vez en cuando a Royal Woods, supuestamente para supervisar a Kitty, pero cuando ella se marchó a Detroit dejó de venir.
—Es impresionante lo que te pudo enseñar.
—Es más disciplina, las clases de Emma fueron un plus.
—Bueno, tal vez pueda ayudarte si gustas, me gustaría que tu impresión sobre mí no fueran únicamente las fantasías de Logan.
—Sería un placer...
Jean se separó bruscamente de Lincoln, quien estaba perdiendo el poco control sobre sí mismo que tenía. En ese momento escuchó la voz de Jean en su cabeza, fue por un instante, pero lo sorprendió de sobremanera: "Te hace falta entrenamiento, chico". La mujer de cabellera roja le sonrió como si hubiera hecho una pequeña broma, y se alejó a lado del hombre de lentes polarizados. Summers estaba mirándolo con una sonrisa burlona, por un momento supo a qué se refería Logan cuando hablaba de ese aire de superioridad que tenía. Aun así, no se quedó con un mal sabor de boca, ya que Jean Grey era una de las mutantes más poderosas del mundo, si pudo bloquearla por un momento, solo significa que su entrenamiento no fue una perdida de tiempo. "Me gustará recibir un par de clases de Phoniex" se dijo mientras los mutantes se despedían de los Loud.
4:00 pm, 21 de junio de 2023. Great Lake City, Michigan. Habitación de Ronnie Anne.
En las novelas juveniles y en las películas de esa misma demografía hay una constante narrativa en los personajes de corte rudo o patea traseros, siempre los presentan como chicos o chicas con los que nadie quiere meterse por su fuerza y poca cortesía a la hora de discutir. A veces son malotes con moto y chaquetas de cuero, en otras son solo bravucones, y en algunas más son tipos duros y que hacen las cosas a su manera. Pero, fuera de esas características tan distintivas, sus personalidades son simples, personajes unidimensionales que están ahí para cumplir un propósito narrativos, mas parecen que no tienen vida afuera de la historia. Ahora, el tropo con el que abrimos esta perorata se usa como una forma de darle un poco de profundidad a estos badass, un giro de tuerca como dicen los expertos en el medio. No son rudos por que sean malos per se, sino que las circunstancias los volvieron así, en realidad son unas almas puras y nobles con un pasado difícil o un drama personal.
Ronnie Anne Santiago puede que entre en ese tropo de chica ruda con un drama personal que la hace tal y como es, pero con las personas que quiere es un pan de Dios, pero limitarla a esas características sería reducirla a un cliché. Ronnie Anne tiene más matices en su personalidad que se pueden explorar si se le presta la atención adecuada. No solo le gustan los deportes rudos y extremos, molesta a los chicos y ama la música asiática, sino que también es una experta planificadora, se le da bien la oratoria y no duda en ayudar al que lo necesite.
Sin embargo, hay algo de cierto en el cliché de chica con pasado difícil, y es que la separación de sus padres la volvió desconfiada y cerrada con sus sentimientos. Ahora que la mitad de la población vivió cinco años más que ella, se siente aún peor de lo que jamás se sintió. Si el divorcio le demostró que los cambios son horriblemente difíciles, esto parece una mala broma de Dios.
Tumbada en su cama, mira el techo descolorido de su habitación. Se pregunta si la abuela se deshizo de la litera en los años en que no estuvo, podría comprobarlo fácilmente, pero no tiene la fuerza como para ponerse de pie. Suspira con pesadez y mira ceñuda por la ventana, normalmente llegaría su amiga Sid desde el piso de arriba, le preguntaría, preocupada, qué le sucedía y tendrían una conversación larga sobre sentimientos. O eso creía recordar Ronnie. Sid parece un fantasma de su pasado, la mujer que a veces ve por los pasillos y en el Mercado, no es aquella chica que conoció en sus primeros días en Great Lake City.
¿Qué podía hacer? Las cosas no volverían a ser como antes. Con su hermano en otra ciudad, su madre en casa y su amiga a punto de ir a la Universidad, se estaba quedando sola. Ya había llorado suficiente, era hora de pensar en su futuro, solitario y bastante difícil. Su novio... O el que fue su novio en aquellas semanas previas al blip, siempre solía pensar en el mejor de los escenarios y hacía un plan para que las cosas salieran tal y como el pensaba. El 90% de las ocasiones fracasaba y el otro 10% solo acertaba por suerte. Pero lo importante era su optimismo.
—¿Qué harías tú, Lincoln? —murmuró para sí misma. Con esas palabras una idea acudió a su mente, una idea que solo el recuerdo del albino le provocó. El chico solía decir que cuando se encontraba en una encrucijada recurría a su padre o abuelo por consejo, ellos solían tener palabras suficientemente sabías cómo para ayudar a su resolución del problema. Ergo, la única persona a la que podría recurrir por consejo era su padre.
Sabía que no se había desvanecido y desde que ella "regresó" solo lo había visto una vez, de forma breve. Así que, sabía que nuevamente se había ganado la enemistad con los Casagrande. Seguía siendo su padre y sus viajes por el mundo le daban cierta sabiduría, por lo tanto era imposible que no tuviera las palabras adecuadas para ella. Solo tenía que averiguar la manera de verlo sin que el resto de su familia se enterara. Su madre se había vuelto tan sobreprotectora como su abuela lo era, por lo que salir por la puerta principal no era una opción.
La escalera de incendios era la respuesta ideal, pero no tenía ni la más mínima idea de dónde vivía ni el medio para llegar. Sin un centavo en los bolsillos y con los cambios que su ciudad sufrió con la llegada de una de las instalaciones de Stark Industries, solo podía pedir indicaciones a alguien que estuviera dispuesta a ayudarla. Fue en ese momento donde supo qué hacer: "Si la montaña no va a Mahoma..."
Se puso de pie, rebuscó en toda su habitación hasta encontrar su vieja sudadera rosa y una dona para el cabello. Con una coleta y su sudadera puesta, abrió la ventana que daba a la escalera de incendios y subió por ella. Con cada paso que daba, su entusiasmo aumentaba y cualquier rastro de duda se borraba, era necesario pedirle ayuda y llegar a su padre. Tal vez era él el único al que podía recurrir, lo vio en sus ojos la única vez que estuvo con él luego del blip, él no se alejó de ella por gusto.
Llegó a la ventana de la habitación del piso de arriba, austera solo contaba con un escritorio, una silla vieja y una cama individual, para nada parecida a la vieja habitación de su amiga. Hasta hace unas semanas, Sid dormía con los Casagrande, así que era de esperarse tal escenario, mas no le quitó lo shockeante. Para Ronnie, se volvió un símbolo de que no era su Great Lake City, sino otro totalmente diferente.
Tumbada en la cama, tal y como ella estaba minutos atrás, se encontraba Sid Chang. Vestía una blusa corta que dejaba al descubierto su cintura delgada y abdomen pálido, y unas mallas de color llamativo. Sí, en definitiva era su amiga, de 18 años. Aún le costaba imaginar la diferencia con la Sid que ella vio ese último día. Tocó varías veces la ventana, con un ritmo característico que rezaba que ella no hubiera olvidado.
Por un momento pensó que su vieja amiga no se giraría, que ignoraría su llamado, pero sus miedos se esfumaron al ver sus ojos pequeños y brillantes mirarla. El rostro de Sid, sombrío, se iluminó al instante y creyó reconocer a su amiga de la infancia. Mas, esa leve sonrisa que se había dibujado en su rostro se borró a los pocos segundos, ahora una mirada de desconcierto y preocupación la reemplazaba. La miraba como un adulto mira a un niño, odiaba que su mejor amiga la mirará así.
—¡Ronnie! ¿Qué sucede? —dijo la mujer abriendo la ventana y permitiendo que el bullicio citadino inundara su habitación.
—Nada, nomás pasaba a saludar —respondió con un ligero sarcasmo, mas rectificó su tono en breve—. ¿Puedo pasar? Quiero preguntarte algo...
—Eh... ¡Claro! Entra, estás en tu casa. —La clásica respuesta adulta. Ronnie Anne le sonrió y entró con agilidad a la habitación de su vieja amiga.
Al pisar la duela desnuda, un poco de polvo entró por su garganta y vio el desgaste y abandono en la habitación. Aunque no estaba al tanto de lo sucedido durante su ausencia, al desaparecer la mayor parte de la familia Chang, Sid no podía vivir sola en ese departamento y quedó totalmente solo. Le sorprendía el esfuerzo de la chica en tratar de hacer habitable esa habitación, aunque los últimos años la había cuidado del vandalismo, seguía notándose algunos grafitis tras la pintura blanca.
—Toma asiento donde quieras, no he terminado de decorar —dijo con una risita nerviosa—. ¿De qué te gustaría hablar, Ronnie?
Ella se había sentado en la cama mientras su amiga había tomado asiento junto al escritorio. Estaba relativamente lejos, pero la sentía tan ajena como si estuviera en otra habitación.
—Quiero hablar de mi padre. —La sonrisa nerviosa de Sid se borró por completo.
—¿De tu... padre?
—Sí, he notado un poco su lejanía. Verás, antes hubiera sido raro que te preguntara por él, pero viviste mucho tiempo con mi familia, creo que puedes explicarme el reciente odio hacia él.
Sid no dijo nada, apartó su mirada de ella y se escondió mirando sus zapatos. Parecía nerviosa, cosa extraña ya que, por más que hubiera vivido con su madre, no podía afectarle lo que sea que hubiera provocado la renovada enemistad entre María Casagrande y Arturo Santiago.
—Creo que no me incumbe —respondió evasiva—, deberías preguntarle a tu madre...
—Lo hice, Sid, pero evitó el tema por completo. —Su voz adoptó un tono irritado—. Mira, se supone que somos amigas ¿no?
—Claro que sí, Ronnie —respondió rápidamente ante la mirada inquisitiva de la morena—. Somos amigas.
—Entonces ayúdame, Sid —rogó desanimada—. Sé que las cosas no pueden ser como antes, ahora eres una adulta y yo una niña. Me siento perdida, necesito un consejo de él...
—¿Por qué de él?
—¡Porque es mi padre! Mi madre parece obsesionada con mi bienestar, no piensa racionalmente. Él sí.
—Créeme, Ronnie. No creo que tu padre te ayude realmente.
—¡Entonces dime lo que sabes! —Como imaginó, volvió a desviar su mirada—. Entonces ayúdame, por favor... Lo necesito.
Sid guardó silencio por unos segundos, que ante la percepción de una adolescente al borde de un ataque de rabia parecieron siglos. Un corta ventisca agitó el cabello oscuro y brillante de la asiática, sus ojos pequeños se humedecieron por su debate interno y su semblante parecía enfermizo. Ronnie apenas si notó estos detalles que hubieran cambiado el panorama, de notar esa lucha hubiera sido más considerada con su vieja amiga. Finalmente. Chang se giró hacia ella, tratando de parecer resignada y poco preocupada, habló despacio con Ronnie Anne del paradero de su padre, sin entrar en detalles, simplemente le informó sobre su última ubicación y que a esas horas lo encontraría.
—Muchas gracias, Sid. No tienes ni idea de lo que significa para mí esto —dijo entusiasmada poniéndose de pie—. Una cosa más, ¿aún tienes tu patineta? Creo que la mía ya es historia.
—Espera —dijo Sid con una sonrisa de lado, soltó una risita que disimuló con un resoplido ante las palabras de la chica. Salió brevemente de la habitación, el departamento parecía estar extrañamente callado, y volvió con una grata sorpresa—. Mi patineta es historia, la tuya en cambio...
Como si fuera nueva, la tabla parecía completamente intacta y el color oscuro parecía pulido, casi brillante. Las ruedas eran blancas totalmente, nuevas y de un material diferente desconocido para ella. Aún se podía distinguir las marcas en la parte interior, hechas con la navaja robada del tío Carlos, letras toscas que decían:
R + L
Sonrió ante ese recuerdo de su pubertad reciente, que enamorada estaba... ¿o está?
—Te debo una, chica —dijo engreída mientras salía de la habitación por la ventana. Estaba por bajar la escalera de incendios cuando la voz de Sid la llamó, aún no se acostumbraba al cambio en su voz.
—¡Ronnie Anne, espera! —Salió de su habitación con gracia, pero con la torpeza propia de un adulto—. Siento que debas pasar por todo esto, pero si vas con tu padre no vas encontrar las respuestas que quieres.
—Eso lo decidiré yo ¿no crees?
—Sí, pero realmente creo que te conviene hablar con Bobby o...
—Apenas si lo he visto, y las únicas noticias que tengo de él es que se casará. —Le dio la espalda a su amiga para que no viera sus lagrimas correr—. ¡Tú organizas la boda y ni una palabra me diriges! Pero puedo ser la que lleve los anillos, que consuelo... Debo irme.
Ronnie ignoró los llamados de su amiga, más dolida que molesta, si la quería detener le hubiera dicho que ella bastaba para aconsejarla. Que sería como en los viejos tiempos, donde hablaban de problemas, chicos y escuela, en sintonía; pero las cosas habían cambiado, ahora la veía como ve a Carl.
Olvidó todo enojo y subió a su patineta, sin casco o protección alguna emprendió camino a casa de su padre. Las calles eran tan transcurridas como las recordaba y los cambios no la desorientaron como pensó Sid, se movió como pez en el agua, sin dificultad alguna. No pensó, dejó que la patineta rodara con suavidad y velocidad, se intoxicaba de adrenalina y emoción, se sentía viva nuevamente. Por un momento pensó que con eso bastaba, pero cuando se detuvo en una luz roja, las inquietudes aún estaban ahí. Continuó su camino sin pensar más.
5:00 pm, 21 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan. Franklin Avenue.
La mujer más poderosa del mundo, en cuestión política, sonrió ante la presencia de Lisa Loud en el jardín. La pequeña niña estaba vestida igual que la última vez que la vio, su suéter verde parecía más limpio que el anterior, pero su cabello era un desastre. "Cosa de genios" pensó la Sra. Harris restándole importancia a la apariencia de la pequeña niña genio, le bastaba con saber que iría con ella de regreso a Washington D.C. Detrás de la niña estaba su madre, mejor vestida de lo que imaginaba, hasta con un maquillaje despampanante, cargaba con cierta dificultad las maletas. Su esposo, menos arreglado y hasta casual, sostenía otro montón de maletas. No había rastros de más miembros del resto de los Loud.
—Veo que están listos —comentó Kamala Harris con animo.
—Mi progenitora y yo nos encontramos en condiciones optimas para hacer el viaje, presidenta Harris —contestó Lisa moviendo rápidamente sus pies—. Espero que su vehículo tenga el espacio requerido por mi equipaje, la mayoría es mi equipo ya que considero más higiénico llevarlo que usar cualquier cosa que me presten ustedes. Otras son maletas vacías, le prometí souvenirs a todas mis hermanas y hermano. —Suspiró con estas últimas palabras, pero la sombra de una sonrisa se asomó.
—Creí que el asunto sería más teórico —comentó el Secretario de Seguridad Nacional Alejandro Mayorkas.
—Posiblemente lo sea —respondió Lisa sin reparar en su tono condescendiente con un miembro del Gabinete Presidencial—. Mas, se suele decir popularmente que una mujer prevenida vale por dos, a mí me gusta darle un giro de tuerca y decir: científico preparado se puede duplicar a sí mismo en un experimento exitoso gracias a su previa preparación. —Soltó una carcajada ante su comentario—. Veo que heredé la habilidad para hacer chistes malos de mi progenitor.
—¡Oye! Yo no cuento chistes malos —aclaró Lynn padre con un tono indignado—. Si es que a eso que dijiste lo llamas un chiste. Déjenme contarles uno muy bueno...
—Ya, ya, amor. La presidenta no tiene tiempo para tus chistes —dijo Rita Loud con una cara de vergüenza disimulada—. Es mejor despedirnos ahora.
La mujer soltó sus maletas y le plantó un largo beso a su esposo, quien por la impresión de ser interrumpido soltó las maletas. Kamala contempló la escena con cierta ternura, que después se volvió pena ajena cuando Lynn comenzó a llorar como un niño en el momento en que se separaba de su esposa. Ella sabía lo que era estar enamorada de un hombre que conoces de toda una vida, deseaba que su amor fuera tan fuerte como el de los Loud, pero gracias a Dios no había sido tan "productivo".
—¿Y tu hermano, Dra. Loud? —preguntó Kamala a la niña.
—Prefirió quedarse —respondió sin usar el tono monótono de siempre, un matiz de tristeza se desveló en esas dos palabras.
—Ya veo, no estarán separados por mucho...
—¿Se cumplirá su parte del trato, presidenta Harris?
—Ipso facto, Doctora. En el momento en que suba al vehículo, el Secretario Mayorkas les dará un cheque.
—Excelente.
Kamala estaba expectante de ver lo que esta niña era capaz de hacer, muchos genios le hablaron de sus capacidades extraordinarias en cualquier campo de las ciencias exactas, incluso se rumoreaba que había hecho una máquina del tiempo antes de que los Vengadores descubrieran la clave de los viajes en el tiempo (y lo ocultaran). Si, por lo menos, la mitad de las cosas que le hablaron de ella se hicieran realidad, sería más que feliz. Con ella como representante de los Estados Unidos en la cumbre de genios, no solo ayudarían a millones de americanos, sino que demostrarían su superioridad.
El viaje fue agradable, cuando Rita perdió el miedo a hablarle como una persona normal, sostuvo una buena charla con ella. Lisa se mantuvo callada, miraba por la ventana del Jet privado, como si esperar a alguien volando a lado del avión. Por un momento creyó escuchar la voz de un hombre, pero solo estaba adormilándose. Sí, Lisa Loud fue una buena elección... La mejor.
5:30 pm, 21 de junio de 2023. Great Lake City, Michigan. Casa de Arturo Santiago.
La primera reacción de su padre no fue la que esperaba, ni siquiera se figuró que podía despertar tal sorpresa en el hombre. Cuando tocó el timbre de esa vieja casa estaba muy emocionada por verlo nuevamente, se sentía como si no la hubiera visto en años, como si se hubiera ido de viaje nuevamente al lejano Perú. Sin embargo, la emoción que esperó ver en sus ojos y la sonrisa enorme que pensó que se dibujaría en su boca no aparecieron, sino que abrió los ojos de forma desmesurada y una mueca deformó su boca por un instante. Tampoco su apariencia era la mejor, una playera sin mangas deslavada y la cabellera hecha un desastre no eran su estilo.
—¡¿Ronnie Anne?! —exclamó aún con extrañeza—. Vaya, creí que tu madre no iba a dejar que me vieras...
—Vine por mi cuenta, Sid me dijo donde encontrarte —respondió con voz extrañada la niña. Otra cosa que no esperaba fue la reacción ante la mención de su amiga, sus ojos se abrieron aun más (si es que eso era posible), y sus nervios irían in crescendo a partir de ese momento.
—Oh, en serio siempre te las arreglas para romper las reglas ¿eh?
—Te extrañé mucho, papá —dijo mientras lo abrazaba con los sentimientos a flor de piel.
Él correspondió el abrazo, tierno como lo recordaba y aunque los años habían hecho estragos en su cuerpo, sus brazos delgados parecían conservar la fuerza de cuando eran robustos. Su barba descuidada le picó en la mejilla cuando él le dio un tierno beso, y con un poco más de tranquilidad la invitó a entrar a su casa. Bueno, decir casa era un poco amable, se podía decir que era un apartamento en la zona más descuidada de la nueva y tecnológica Great Lake City. La casa se encontraba en mejores condiciones por dentro que por fuera, aunque su padre pecaba de investigador: todo tenía un orden muy peculiar, parecía un desastre pero para él todo tenía sentido.
—¿Cómo has estado, pequeña? —preguntó Arturo mientras le daba un vaso de agua, miraba constantemente a la otra habitación, como si estuviera cocinando algo.
—No muy bien, pa' —admitió la chica después de un largo trago—. Por eso viene a verte, me gustaría preguntarte algo.
—Lo que quieras, peque.
—¿Cómo lidias con el cambio? —soltó con mirada esperanzadora.
—Bueno, Ronnie, estas en esa etapa donde el cuerpo de las chicas cambia y...
—¡No, papá! Ese cambio no, creo que he aprendido a lidiar con eso. —Aún tenía muchos cambios de la adolescencia que sufrir, pero Ronnie tenía la loca idea de que sería capaz de lidiar con ellos sin dificultad—. Son otro tipo de cambios... Digo, tú has vivido muchos cambios en tu vida: el matrimonio, ser padre, el divorcio, los viajes por el mundo... Has tenido que cambiar tu estilo de vida muy seguido, ¿cómo puedes adaptarte con tanta facilidad?
—¿Qué cambios has tenido?
—¿Lo dices en broma? —Lo miró incrédula, él ni siquiera parpadeo—. Tal vez sea una exageración, pero ¡desaparecí por cinco malditos años! Nada es igual a lo que yo recordaba, nada en lo absoluto. Mi hermano se va a casar, tú y mamá nuevamente están peleados, mi mejor amiga y novio están por entrar a la universidad...
—¿Novio?
—Es... era Lincoln, no te sorprendas, no duramos ni dos meses. El asunto es que las cosas están cambiando muy rápido para mí, es como un huracán y yo estoy en su ojo, perdiendo el aire, ahogándome en la desesperación.
Ronnie se rompió de nuevo, las lagrimas que cada vez pesaban más tras sus parpados, corrieron libremente luego de un largo sollozo. Se aferró a su padre, quien la recibió con ternura, aunque la tensión seguía en su cuerpo. La dolida chica notó ese detalle, la hirió aún más, como si fuera una desconocida para su propio padre, pero el vorágine de pensamientos la consumió más rápido, más fuerte, dejándola a merced de las heridas viejas y las nuevas quedando en el olvido.
—Cariño, no debes dejar que un montón de mierda como esa te derrumbe —dijo con comprensiva voz el hombre—. Lo que yo hacía para lidiar con los cambios era aferrarme a los buenos recuerdos, saber que estarán en mi memoria y corazón toda mi vida, y que el ambiente nuevo traerá recuerdos igual de buenos y hermosos. Algunos cambios son dolorosos y difíciles, pero siempre son un punto de inicio, una forma de reinventarse y ser una mejor persona.
—Pero aún me duele lo que perdí.
—Lo sé, cariño. Nuestro pasado es el que nos hizo lo que somos, nos puede definir, pero no siempre debemos vivir en él. Mira estos drásticos cambios para ser una nueva versión de ti, una mejor, sin olvidar de donde vienes puedes cambiar hacia donde vas.
Ronnie Anne se escondió en su pecho, a pesar de lo tenso del cuerpo de Arturo, lo encontraba cálido y confortable, como lo recordaba de su primera infancia. Sabía que podía contar con él cuando fuera, aunque su madre no se lo permitiera, ella haría lo posible para no romper su relación con su padre. Como dijo él, las cosas podrían cambiar pero aún conservaría los buenos recuerdos a su lado, y con eso seguiría adelante por ella.
—Gracias, pa'.
—No agradezcas, Ronnie, soy tu viejo y para eso estoy aquí.
La chica no quería importunarlo más, tal vez tenía compañía (algo obvio para alguien de su edad, y los vistazos rápidos a la otra habitación lo delataban). Además, si permanecía mucho tiempo fuera de casa preocuparía a su madre hasta la locura, no estaba lidiando muy bien con su larga desaparición. Se levantó del sofá, agradeció una vez más a su padre, y comenzó su camino de vuelta a casa, sin objeción alguna de su progenitor. Pero antes de salir, se giró una última vez para hacerle una última pregunta, tal vez una muy importante.
—¿Por qué parece que mamá y la abuela no te pueden ver ni en pintura, pa'?
—Es por la boda de Bobby, no la apruebo —contestó sin chistar, casi muy rápido—. Se casará con una mutante, ¿lo sabías? La sola idea me revuelve el estomago, y parece que me toman por un loco.
—No estás del todo mal, a mi tampoco me agrada la idea al 100%.
—Tú sí me entiendes, hija.
Con una última sonrisa por parte de su padre, aún muy tenso, ella dejó su casa. Un poco más tranquila, pero con más dudas. Esa última respuesta le daba vueltas en la cabeza, a ella no le interesaba si su cuñada era una alienígena, mutante o humana, sabía que Bobby tenía buen gusto en chicas. Pero tenía sentido que a su padre le incomodara, y posiblemente sus comentarios molestaron a su familia. "Qué infantiles. Por una bobería se van a pelear, ya lo arreglaré después" y con eso en mente subió a su vieja patineta y solo se dedicó a rodar por la ciudad.
10:00 pm, 21 de junio de 2023. Great Lake City, Michigan. Mercado Casagrande.
En la jerga del negocio de los supermercados y tiendas de conveniencia, esa noche podía llamarse fácilmente como "una noche lenta". Pocos clientes desde que el sol se ocultó hace casi dos horas, lo que para algunos sería una bendición para perder el tiempo leyendo algo o viendo una peli en el monitor, para Sid y su exaltada mente era una verdadera tortura. Horas atrás tuvo que tomar una difícil decisión, pensó que podía ganar tiempo y esperar el regreso de Roberto, pero él ni siquiera se había parado en la ciudad desde el cuarto chasquido.
Se sentía terrible al evitar a la que fue su mejor amiga por tanto tiempo, se alejó por la incomodidad, muchas son las razones de Sid y ella misma se las repetía para no sentirse terrible, pero sabía que muy dentro de ella la razón primordial era que no sabía cómo comportarse con su amiga. Es horrible pensarlo, la sola idea la hacía temblar, la chica con la que compartió todo por dos años y que creía que sería su mejor amiga por siempre, ahora no tenía idea de qué hablar con ella. ¿Tenía la culpa? No realmente, habían pasado cinco años y las cosas cambiaron.
La otra razón latente era el secreto que aún se mantenía entre los Casagrande que se quedaron y ella, una rotura más en la relación de Arturo Santiago con la familia, una rotura que involucraba a la familia de Sid. Por lo menos a su madre. ¿Cómo hablar tranquilamente con su "mejor amiga" si sabía lo que había pasado entre Arturo Santiago y Becca Chang? Ni siquiera podía mirar a su madre a los ojos sin sentirse terriblemente decepcionada, traicionada y dolida. Con Ronnie Anne era lo mismo, solo que tenía miedo de cómo reaccionaría. "Es solo una adolescente, no se lo tomará a bien" pensaba mientras se mordía las uñas.
El solo encuentro con su mejor amiga la había dejado trastornada, su mente necesitaba recurrir a escapes rápidos para que no se ahogara en preocupación. Aunque logró librarse de Ronnie, la envió al encuentro del hombre que no podía ver ni en pintura, a pesar de que regresó con bien la preocupación no se iba.
—¿En qué piensas? —Una voz la salvó de sus nefastas reflexiones.
Sid no sintió la campanilla de la puerta sonar, ni mucho menos notó la presencia del pelirrojo recorrer el mercado en busca de sus frituras favoritas (un sabor asqueroso, pero quién era ella para criticar). Laird la miró con diversión tras esos gruesos lentes de fondo de botella. Ella le devolvió la sonrisa, más amable de su parte, y tomó sus papás para cobrarlas sin decir nada.
—¿No me dirás, Chang? —preguntó aún en burla.
—Son cosas de chicas, Laird. No lo entenderías —respondió con dignidad—. Son 1.45.
—Vaya, quince centavos más, qué robo —dijo sacando el dinero justo de los bolsillos de sus vaqueros—. Déjame informarte que sé mucho sobre chicas, desde que Stephanie y yo salimos...
Laird inició, por milésima vez, una perorata sobre cómo su novia había cambiado su vida por completo y ahora era un experto en cosas de mujeres. Al pelirrojo le sentó bien la pubertad, eso Sid no lo dudaba, el acné desapareció a los 15, creció bastante y su cuerpo embarneció. Pero los lentes y el rojo cabello revuelto aún evidenciaba su pasado como el rarito y nerd. Su novia aunque fue una sorpresa para Nikki, la otra persona de su viejo grupo de la secundaria que no se desvaneció, para ella era solo el producto del cambio drástico en el aspecto de Laird. "Una tenía que caer tarde o temprano" pensó con diversión al recordar ese día.
—Lo sé, lo sé. Ahora eres un experto en mujeres —dijo la chica cortando su discurso.
—Bien, ahora me dices qué pensabas...
—Lo olvidé... De hecho, por tú culpa lo olvidé. Es que tanta charla sobre Steph confunde las ideas de cualquiera.
—Te saldrás con la tuya hoy, Chang.
Ambos rieron un poco, más por compromiso, porque debían reír. Y Laird se despidió de ella excusándose con un partida de rol, o algo por el estilo. Sid, aunque su breve visita la había aliviado de la preocupación, no sé sentía particularmente a gusto con él. Deseaba que se fuera, comenzaba a extrañar su soledad. Mas, como una cruel broma del destino, Laird se detuvo en la entrada y con seriedad se dirigió a ella una vez más.
—¿Has visto a los otros? —No fue necesario especificar a quiénes se refería.
"Otros" ese era un buen término para referirse a todos ellos.
—Solo a Ronnie. He estado un poco ocupada —respondió fingiendo desinterés.
—Yo a ninguno... ¿Es raro...?
—Un poco, sí.
—Ya veo... —Bajó la mirada, el silencio era aun más asfixiante que la soledad de minutos atrás—. Nos vemos, Sid.
El resto de su turno nadie más piso la tienda. El abuelo Casagrande le ayudó a cerrar el mercado, él parecía un poco cansado a pesar de dormir bastante. Desde hacia varios días se le había dado por hablar de Bobby, mientras cerraban le contaba historias de cuando el chico atendía el lugar. Sid escuchaba atenta, silenciosa y muy receptiva. Cuando había de reír, lo hacía; cuando se tenía que sorprender, actuaba una expresión de lo más convincente. Antes hubiera deseado escuchar al abuelo contar esas historias, y usarlas para burlarse de su viejo amigo. Pero su estado de ánimo se lo impedía.
Cuando el local quedó cerrado, Héctor regresó al edificio hablando, sin notar siquiera que Sid no la seguía. "Ya está un poco senil" pensó la chica mientras lo vio alejarse. Ella se volvió, dándole la espalda al edificio, y avanzó hacia el viejo parque. La noche era cálida y las lámparas LED de las calles brillaban con gran intensidad. Los edificios parecían de dos ciudades diferentes, mientras los de su calle estaban impecables y remodelados, por la acera de enfrente los estragos del caos y el vandalismo eran notorios. La reconstrucción de los barrios bajos había costado mucho a la ciudad, y a pesar de la presencia de Stark Industries en el estado, la inversión fue mínima.
Aún había personas deambulando por las calles, trabajadores regresando a su hogar, algunas parejas en paseos nocturnos e, incluso, jóvenes sin mucha supervisión adulta. No era del todo seguro para una mujer como ella estar tan tarde por la calle, pero no tenía ánimo alguno de volver a casa. Se sentía lo suficientemente valiente como para sentarse en un banco graffiteado, y mirar a la nada. Esperar, ¿a qué? No lo sabía. Pero esperaría.
Fue a eso de las 11:30, cuando el viento de la noche comenzaba a calar, cuando supo qué (o mejor dicho: a quién) esperaba. Por el camino del parque, a paso rápido, andaba una mujer de cabellera rubia despeinada, parecía preocupada y con una pizca de pena. Cuando estaba cerca de Sid la distinguió mejor, era la mujer que le dio la vida y la crío por 13 años.
—Al menos volviste —dijo con frialdad en el momento en que Becca pasó frente a ella.
—¡¿Sid?! Dios mío, niña, ¿qué haces aquí tan tarde? —Se giro con sorpresa y la miró, como si no la conociera.
—Bueno, yo trabajo hasta esta hora, madre —dijo altanera—. En cambio tú ya deberías estar en casa ¿no?
—Estaba con unos excompañeros del trabajo...
—No sabía que Arturo y tú trabajaban juntos.
—¿Ar... Arturo?
—Sí, Arturo Santiago. El padre de mi mejor amiga, ex esposo de tu amiga María. Creo lo conoces muy bien.
No sabía porqué lo hacía, su voz no sonaba como la suya, era más potente y cruel. Fueron días enteros donde la miraba, en donde sus sentimientos se encontraban y luchaban en una batalla sin fin: decir algo o callar. Cada vez que la miraba se sentía traicionada, y a la vez conmovida, a pesar de todo seguía siendo su madre y llevaba 5 años deseando que volviera. Fue en ese momento en que ella la miró, ese momento de descuido donde Becca la miró como muchos la miran, con extrañeza y desconocimiento, donde su compasión se adormeció. No ayudo que Becca no hiciera nada por cambiar su expresión, solo le provocaba más irritación.
—No tengo ni la más mínima idea de lo que estás hablando —respondió con dignidad la mujer mientras intentaba seguir con su camino.
—¡Uh ju! Claro que lo sabes —dijo mientras la tomaba del brazo—. Sé que te involucraste con él antes, y sé que estas escapadas nocturnas son su reencuentro apasionado.
—Sid, por Dios, vamos a casa...
—¡No! —Las lagrimas corrieron por su mejilla. ¿Qué le dolía más? ¿La mentira o la indiferencia?
Sid tenía miedo de presionar el brazo de su madre, ese brazo del que se colgaba cuando era una niña. Solo la sostenía, Becca podía soltarse con facilidad y abandonar a la desconsolada chica a su suerte, huir de esa confrontación. Pero se quedó.
—No hablemos de esto ¿ok? —dijo Becca intentando tranquilizar a su hija desconsolada, aún estaba sujeta a su brazo.
—¿Por qué...? —Su voz se quebró, el valor que la impulsó a levantarle la voz se desvaneció tan pronto los azules ojos de su madre la miraron. Todo rastro de extrañeza e indiferencia había sido producto de su mente, o tal vez fueron tan fugaces que para Becca no significaron nada, y Sid había exagerado todo. Había lagrimas en esos ojos.
—Lo siento, bebé... No tengo explicación, ni excusa... Lo siento.
Becca la abrazó. Sid pudo desahogar todas sus emociones negativas: la tristeza, la rabia, el rencor, el miedo. Todo salió de sus sistema en largos sollozos, que estaban acompañados por los de su madre. ¿Acaso eran de arrepentimiento o de desesperación por no saber cómo actuar una vez descubierta? No lo sabía.
—Yo solo me dejé llevar —dijo la rubia con su voz quebrada—. Sabía que estaba mal, pero no podía detenerme, me sentía tan libre... Yo no quería que esto pasara.
Becca Chang, una bióloga respetada en Michigan, su vida parecía estar estancada en un empleo de tiempo completo en un zoológico. Su matrimonio, aunque con el inicio de un cuento de hadas, se veía deteriorado por el demandante empleo de su esposo, turno tras turno nocturno, ella lo esperaba expectante. El cuerpo es débil ante el deseo, pero es aun más vulnerable para un alma solitaria el confort de otro, y la soledad lleva a las personas a tomar malas decisiones. Sid no se enteraría en ese momento, pero Becca solo había querido experimentar un poco de diversión en su vida cliché, pero esa diversión se volvió algo más grande.
Madre e hija, en silencio, regresaron al departamento. Sid haría de tapadera a su madre, un pequeño truco que aprendió cuidando las espaldas de Nikki. Se sentía mal mintiendo a su padre, pero cuando Becca le prometió que el día de mañana quedaría todo aclarado, ella lo aceptó por una última noche de paz. El último vistazo que tuvo de su madre esa noche fue curioso: ella estaba de pie frente a la puerta del baño, dándole la espalda, podía notar su ropa desarreglada y su postura cansada. Una imagen que deseaba nunca haber visto. No la había perdonado, ni siquiera tenía una explicación completa, pero vio el arrepentimiento en sus ojos.
Sid no pudo dormir esa noche, los recuerdos la acosaban.
10:30 pm, 21 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan. La Mesa de Lynn.
—¿No es muy tarde como para deambular sola por la calle? —preguntó él con diversión en su voz, aunque notó el interés en sus ojos.
—Es una linda noche, lo suficiente como para tener una rica cena para llevar —respondió con lentitud, marcando cada palabra, mientras cruzaba la calle con pasos largos y teatrales.
—Es una lástima, ya cerramos —dijo al acortar la distancia entre los dos. Al borde de la acera, se miraron en silencio por un segundo.
—¿Quién dice que hablaba de comida? —dijo con picardía en el momento en que su sonrisa se ensanchaba.
Cualquier persona que los viera de lejos pensaría que era una linda pareja de jóvenes coqueteándose, pero estarían equivocados... Más o menos. Lincoln Loud y Jordan Rosato no eran una pareja como tal, había una química innegable entre ambos, mas ninguno se había animado a dar el siguiente paso. Desde hace un tiempo hacían lo mismo, se veían de forma esporádica y coqueteaban, estaban un rato juntos, algunas veces se abrazaban, pero nada pasaba de un momento. Una vez llegaba uno a su destino, o tenía que irse, se separaban sin decir ni pío. Los mensajes de texto no pasaban de lo común: compartir memes, hablar sobre algo gracioso o criticar día con día a los participantes del Crucero del Amor: edición metahumanos. Tal vez su mayor interacción era jugar ajedrez en línea, alimentando su rivalidad de antaño y manteniendo el marcador parejo con 199 victorias cada uno.
La cálida brisa despeinaba el brillante cabello anaranjado de Jordan, un color tan único como el de sus ojos: un azul pálido imposible de imaginar hasta el momento de verlo. Su madre solía decir que esa belleza le traería tanto problemas como beneficios, algo que con los años confirmo. Bien podría ser una femme fatal o una dulce pueblerina, había aprendido a manejar la situación apoyada en su ingenio y belleza. Sin embargo, cuando estaba con Lincoln sentía que perdía el control de la situación, la influencia del albino era tan fuerte en ella que solo se relajaba y se dejaba llevar; en definitiva eso le gustaba. Incluso si solo se quedaba a unos centímetros de su rostro, jamás sentía que estaba haciendo algo mal, solo vivía el momento.
—¿Te acompaño a casa? —preguntó en voz baja, esperando la respuesta de esos ojos brillantes y tristes.
—Por supuesto —murmuró con voz ronca, una sonrisa coqueta se dibujó en sus delgados labios.
Lincoln le ofreció su brazo, oferta que ella aceptó sin chistar. Mientras las luces de las farolas brillaban con intensidad, y el ruido de la noche los acompañaba, los dos recorrieron las calles hablando de lo mucho que había cambiado el pueblo. Jordan de vez en cuando se detenía a hablar de una casa en particular, su memoria era envidiable y podía detectar los cambios que con la modernización vinieron. Lincoln era mejor recordando personas, sus caras y, si las conocía, sus personalidades. Había chistes de por medio, como los que hicieron sobre el joven novio de Scoots, o la excéntrica clientela de Gus en el Arcade.
—Hace tiempo que no piso el local de Gus —comentó con una sonrisa nostálgica el chico. Sus ojos se perdían en el horizonte, contemplando la calle por la que se llegaba al lugar mencionado—. Era el mejor en la pista de baile, tanto solo como en pareja.
—No lo veo así, Paige era mucho más buena —dijo ella con una risita—. Aunque tú y Clyde, esa es otra historia. ¿Recuerdas el concurso de febrero del 2017?
—¡¿Qué si recuerdo el concurso donde Clyde y yo arrasamos con la competencia?! Claro que lo recuerdo.
—Fue un 14 de febrero, Linc, era un concurso de parejas parejas...
—¿A qué te refieres?
—Mira, Lincoln —dijo tras un suspiro—. Si te pones a pensar un poco te darás cuenta que todas las parejas que compitieron eran mixtas, excepto la tuya y la de June y May.
—¿Y...? —Contra todo pronóstico, y para sorpresa de Jordan, Lincoln no tenía ni idea de lo que estaba hablando.
—Nada importante —concluyó con una sonrisa burlesca. Lincoln podía ser muy astuto y perspicaz, pero había veces que pecaba de ingenuo.
Mientras el camino se acortaba para llegar a Franklin Avenue, Jordan decidió dejarlo hablar a él y disfrutar el momento. Recargó su cabeza en el hombro del chico y se dedicó a responder brevemente y mirarlo. No era consciente de su expresión, tan atolondrada y dulce. Lincoln como el hombre que era comenzó a hablar de una anécdota de la secundaria, de la semana que estuvo en Canadá y tuvo que enfrentar el inhóspito clima del país del norte. La exageración era tierna, le gustaba que él intentara impresionarla, ya que dudaba mucho que hubiera enfrentado a un alce mano a mano con lo flacucho que era en esa época.
—Jordan... —dijo con un tono más serio, parándose en seco.
—¿Si? —atendió aún embobada, mas cuando miró su rostro cambió por completo su expresión y se separó de él.
—Lamento no haber respondido en estas semanas, los cambios son algo... Complicados.
—Descuida, Linc. Entiendo perfectamente, también dediqué mi tiempo en reconectar con mi familia que regresó luego del Blip. Por cierto, ¿cómo están todos? Debió ser muy lindo el ver a tus padres y hermanas de nuevo.
—Fue maravilloso. —Sonrió de nuevo—. Aunque no todo ha sido 100% bueno, algunos problemas se presentaron y no hemos podido reconectar por completo.
—Sí, debió ser difícil hablar de tu abuelo...
—Fue difícil, pero creo que ahora todo está más tranquilo. Bueno, hoy mi hermana Lisa fue a Washington a una cumbre de científicos que tratarán de solucionar los problemas surgidos después del Blip. Como hace años se hizo.
—Recuerdo sus extraños inventos. De seguro le irá muy bien...
—Eso no lo dudo —dijo él mirándola finalmente—. A lo que quiero llegar con todo esto es, antes de que todo esto pasara te comenté que tenía algo importante que decirte.
—No niego que sigo muriendo de curiosidad.
—Lo que te quería decir... Bueno, es más una petición o algo así. —El titubeó se le hacía adorable—. Ni siquiera sé si aún esté invitado pero... Jordan, ¿te gustaría ir conmigo a la boda de un amigo?
A pesar de que Jordan estaba esperando lo inesperado, la pregunta la descolocó por completo. Si algo había aprendido en su corta vida adulta era que una invitación a una boda era algo serio, en muchas relaciones era algo muy importante porque la pareja conocía a la familia extendida, o a las amistades. Pero la forma en que él se lo pidió, esa ingenuidad que a veces él mismo no notaba, la cautivó.
—Ay, nene —dijo mientras acariciaba su mejilla—. Primero invítame un café antes de formalizar todo...
—Tengo una mejor idea.
Lincoln tomó la mano que acariciaba su mejilla, el nerviosismo se había esfumado de su voz, y en su mirada distinguió un brillo único e indescriptible. Ahora era la mano de Lincoln la que acariciaba el rostro de Jordan. Bajó lentamente mientras rozaba con la yema de sus dedos la piel de su cuello, y se afianzó entre los cabellos de su nuca. Jordan contuvo el aliento, era uno de esos momentos en los que se dejaba llevar, y cerró sus ojos mientras sus labios se separaban. Sintió la cálida respiración del chico y la presión de sus labios contra los suyos. Fue breve, casto, pero poderoso. Sintió como si una corriente eléctrica recorriera su cuerpo y encendiera sus mejillas en un calor satisfactorio.
El beso confirmó mucho, pero dejó otras dudas. Lo que no podía negar es que le había encantado, y ahora iría con él hasta el fin del mundo por tan solo besarlo una vez más. Se estremeció en el momento de su separación, y su respiración se aceleró intentando recuperar el aire. Una idea absurda se le ocurrió en ese momento: si respiraba así de rápido era porque intentaba atraerlo hacia ella nuevamente, como si succionando el aire que lo separaba lo pudiera besar a perpetuidad. Sonrió al pensar en eso, y Lincoln, casi como un reflejo, la imitó.
—¿Tan malo fue?
—No, en lo absoluto. Solo pensé en algo tonto.
—¿En qué pensaste?
—No te lo diré, es algo realmente tonto.
—Vamos, nena, dime. —Aunque era común que ambos se llamarán así, la forma en que Lincoln lo dijo era distinta, más significativa, más tierna. Jordan no pudo negarse y se lo contó, provocando una espontánea carcajada en ambos que alivió toda tensión restante.
Lincoln, aún entre risas, le ofreció el brazo a Jordan, que aceptó si dudarlo y enganchados se acercaron a la Casa Loud. Jordan, más en confianza, se apoyó en el hombro de él y con voz ronca, coqueta y susurrante aceptó la invitación de Lincoln. Se podía decir que eran algo tras ese beso, no hacían falta las palabras para asegurarlo, y eso le gustaba a Jordan.
En el momento en que la casa Loud se pudo divisar a la distancia, vieron una escena totalmente absurda. Una maquinaria pesada intentaba hacer entrar un enorme piano de cola mientras tres de las hermanas de Lincoln estaba sentadas sobre él. Lola, Lana y Lily le gritaban al encargado de la máquina instrucciones confusas mientras estaban en el piano, y Leni solo se quedaba viendo desde la ventana del segundo piso, según echando aguas.
—Le dije a esa niña que no tendríamos un piano —dijo con brusquedad el muchacho. En ese momento el piano golpeó contra la pared y el encargado de la máquina dijo: ¡Ya no hay devoluciones!—. Jordan, lo siento pero debo...
—No te preocupes, nene, ve.
Sin previo aviso el chico le plantó un breve beso y corrió rumbo a su casa gritando regaños y tropezándose en el proceso. ¿Acaso había enloquecido por relacionarse con tan excéntrico chico, y por ende, con tan extraña familia? Tal vez sí, pero eso la emocionaba de forma desmedida. Con una mano en sus labios y el corazón acelerado, Jordan emprendió camino a su casa.
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