De regreso a casa
8:00 am, 16 de junio de 2023. Royal Woods, Michigan.
La resolana matutina se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación. Era una mañana cálida, como las de la última semana, haciendo que un par de gotas de sudor cayeran por su frente. Había sido una noche agitada, ahora reinaba la calma en aquella habitación. Con ternura miraba el rostro algo sudoroso de ella, su larga cabellera castaña cubría sus magros pechos como si de una representación de Venus se tratara, su rostro se contraía en puchero y su respiración era pausada. Ella sí que odiaba despertarse temprano.
Pasó delicadamente el dorso de su mano sobre la mejilla de ella, su rostro se relajó y una sonrisa minúscula se dibujo en sus labios. Ella la sentía a su lado, le impresionaba lo conectadas que podían estar. Sin decir palabra alguna miró su desnudez semi cubierta por la delgada sábana, sabía que en tiempos de calor era mejor dormir con poca o nula ropa, sobre todo en esa casa, pero el miedo de que Lily entrara las hacía usar siempre una sábana.
Pasó las puntas de sus dedos por el abdomen ya un poco abultado de ella, había dejado el ejercicio de lado el último año y las cervezas de cada sábado era un poco problemáticas para su cuerpo. A pesar de lo anterior, la encontraba hermosa, casi perfecta. Aquél rostro expresivo y coqueto, sus pecas esparcidas por sus pechos, sus caderas anchas y atractivas, sus piernas aún esbeltas y su sedoso cabello castaño. Pero lo que más amaba de ella eran ese par de ojos marrones, donde la luz de su vida se reflejaba y cada emoción se transmitía. Ella sabía perfectamente lo que sentía con solo ver sus ojos.
Se sonrió una vez más al ver los rosados labios de la castaña murmurar su nombre entre sueños. Su vida era buena a su lado, no perfecta, pero sí buena. Tenía un empleo cercano a su pasión, la música, aún tenía a su hermano a su lado y una familia pequeña con los hermanos de ella. No era lo que soñaba en aquellas noches de verano, sentada en el diván de su habitación, pensando en su primera novia y la experiencia que suponía. Con 15 años, enamorada y pasando por un gran cambio, su imaginación solía dejarse llevar e imaginarlas a las dos en California, como exitosas músicos y tal vez con una familia. Pero estar en Royal Woods no estaba mal.
La rubia se puso de pie dejando al descubierto su propia desnudez, contemplándose de pies a cabeza frente al espejo. Aún era joven, estaba en sus 20 y su hora y media de gimnasio le ayudaban. Pero su rostro cada día se veía más cansado, más como el de una madre suburbana con sus sueños pisoteados por la mediocridad de su esposo y su propia falta de iniciativa. Así, desnuda, expuesta, vulnerable... pensó en la propuesta de su hermano.
Divagó sobre la posibilidad de ir a probar suerte en California, cumplir su sueño de juventud e intentar, junto con el amor de su vida, ser las próximas Rockstars. ¿Cuál era el costo? Perderían la estabilidad que tanto tiempo les costó encontrar, a pesar del desempleo de su pareja, podían vivir bien por los próximos años, sin sorpresas o problemas. Pero la vida americana de los suburbios, aquella estabilidad tan codiciada, jamás fue de su estilo. Ella deseaba aventura, no por nada sabía conducir cualquier tipo de vehículo habido y por haber. Ella deseaba retos, no por nada siempre estaba dispuesta a probar cosas nuevas. Ella deseaba hacer vibrar al mundo, no por nada componía las canciones más ruidosas que el oído humano puede escuchar.
—Quizá deberíamos ir a California —dijo en voz alta. Era casi un murmullo, pero rompió el pacífico silencio matutino que se estremeció. Su piel se erizó y su desnudez le permitió percibir como su piel se contraía en cada centímetro de su ser. Esa voz no era la suya, era la que tenía hace 7 años. La voz de la joven entusiasta.
—¿Sam? —La Loud se había incorporado sobresaltado a la rubia una vez más. Luna parecía aún adormilada, pero su mirada confusa le decía perfectamente que ella también había escuchado—. ¿Tú fuiste la que habló?
—Sí —respondió con su voz de mujer de 22 años, la voz de cada día—. Estaba hablando sola, no me hagas mucho caso.
—Te escuché diferente —comentó la castaña estirándose con pereza. La voz de ambas había cambiado un poco, se había vuelto cansada y ronca—. Por un momento creí que tenías 15 de nuevo. —Soltó una risita poniéndose de pie, la abrazó y sus cuerpos se estremecieron una vez más—. Por un momento pensé que todo había sido un sueño y aún estábamos en tu habitación, luego de nuestra primera vez...
—Por un momento yo también pensé en eso —respondió la Sharp dándole un pequeño beso a su pareja—. Pero luego vi mi viejo cuerpo...
—Tu sexi cuerpo maduro —corrigió con una sonrisa pícara y una tierna mirada. Una expresión muy única de ella.
—No puedo negar que me halaga saber que me sigues encontrando sexi —dijo con una risa algo apagada—. Dicen que el matrimonio vuelve fea a la gente.
—Eso solo pasa con la gente aburrida. —La besó nuevamente para separarse. Ambas se vistieron lentamente, sin ninguna prisa, los domingos eran días tranquilos. Luna rompería de nuevo el silencio—. ¿De qué hablabas?
—Estaba pensando... —Dudó por unos momentos si comentarle sus reflexiones respecto a la propuesta de Simon y Lincoln, pero decidió ser honesta—. Pensaba en la propuesta de los chicos.
—¿Quieres intentarlo? —La respuesta la tomó por sorpresa. Tan solo el día de ayer Luna se había mostrado renuente a hablar del tema, hoy parecía incluso considerarlo.
—Te seré honesta. Me gusta la vida que tenemos, me gusta vivir aquí y mi trabajo no está nada mal. Pero Simon me dijo algo muy cierto, estas no somos nosotras. Ambas no nacimos para una vida "estable" y sedentaria, la vida común de la familia norteamericana... Por lo menos antes del chasquido. Nosotras nacimos para el arte, Luns, para transmitir nuestros más profundos sentimientos en canciones y marcar a cientos o miles de personas. Nosotras nacimos para ser músicos.
—Lincoln me dijo algo parecido.
Con el comentario de Luna la habitación quedó sumida en un total silencio, no era para nada asfixiante o incómodo, sino uno reflexivo. Sam se miraba una vez más al espejo, su ropa de domingo le recordaba a su madre. Una blusa blanca con un dibujo muy femenino, un pantalón deportivo azul y unas zapatillas deportivas. ¿Dónde había quedado la Sam con ropa de cuero y accesorios exagerados?
—Sabes lo que juré —dijo Luna, la podía ver a través del espejo, su ropa no difería mucho de la suya—. Sabes lo que he intentado hacer estos últimos 5 años, desde que vi a mi familia desvanecerse ante mis ojos. ¡Por Dios! Mira que no he tomado un descanso desde entonces... No me gustaría dejar a Lily, pero no puedo dejar de pensar que Lincoln y Simon tienen razón.
—¿También quieres ir? —dijo girándose hacia ella. Era un poco más alta, solo un par de pulgadas.
—Lo he deseado desde que te conocí —dijo Luna con voz melosa, susurrante—. Viajar, rockear por todos los Estados Unidos y el mundo. California solo sería el primer paso... Pero debo quedarme.
—¿Pero no dijiste que Lincoln tenía razón?
—Sí, tenía razón en decir que dejé mi sueños por cuidarlos. Pero no pretendo dejarlos solos, no cuando aún me necesitan... Pero, Sam, tú debes cumplir tu sueño, puedes ir y estaremos en contacto...
—Ni creas que te dejaré, Loud. Recuerda que nos casamos hace meses.
—Cómo olvidarlo si no puedo quitarme el anillo. —Ambas rieron por lo bajo—. ¿Segura que no quieres ir? Es tu sueño...
—Es nuestro sueño, Luns. —Tomó el rostro de la pecosa, sonrió con la dulzura más pura que pudo demostrar, provocando que la castaña imitara esa sonrisa—. Si tu puedes esperar, yo también lo haré... Además, cuando Lily tenga 18 nosotras solo tendremos 32, he oído de bandas de rock que iniciaron más tarde y fueron un éxito.
—Te amo, Sam —dijo con total sinceridad, lo veía en sus ojos.
—Yo también te amo, Luns —le respondió con un profundo beso. En ese beso disipó todo deseo de insistir en el viaje a California, y reafirmó su propio deseo de permanecer junto con ella. "Nunca es tarde para cumplir un sueño, esperaré un poco más" reflexionó—. Estaremos juntas en las buenas y en las malas...
—Hasta que la muerte nos separe... Espero que eso no sea pronto.
11:00 am. Great Lake City, Michigan. Casa de Arturo Santiago.
La plática no había ido como esperaba, pero estaba satisfecho. Acomodó sus lentes de sol, el astro rey golpeaba con fuerza frente al parabrisas, y puso el aire acondicionado al máximo. "La ventaja es que los paneles solares me darán energía de aquí a noviembre, la desventaja es que no sé si moriré de un golpe de calor antes" pensó con una mueca.
Encendió el Sedan y avanzó por Richelieu Boulevard, alejándose de la vieja casa que ahora pertenecía a su padre. El hombre había vuelto, nuevamente, de uno de sus muchos viajes a Perú, por fin se establecería permanente en la ciudad y pretendía reponer su relación con su hijo mayor, y el único vivo, aunque como el resto no perdía la esperanza de que ella volviera.
Bobby no solo lo recibió con cierto afecto, ya que en su naturaleza no existía el rencor, sino con una noticia que dejó estupefacto al viejo hombre. Arturo Santiago era tolerante con muchas cosas, pero como muchas personas, era muy reacio a aceptar a las personas muy diferentes, como Kitty. Así que la noticia de su matrimonio no se la tomó de la mejor manera. No le prohibió nada o le gritó, pero notó en su mirada hostilidad. "No quiere nietos diferentes" pensó Bobby con cierto humor al recordar lo mal visto que alguna vez fueron los latinos en Estados Unidos.
Pero, tanto Arturo como Bobby sabían que él no podía protestar ante la decisión del joven adulto. De hecho, era una verdadera sorpresa que Bobby lo invitara, luego de que prácticamente los dejara de lado luego del chasquido. Luego de lo que Bobby averiguó de su pasado en una noche de copas, una de las pocas que tuvo con su padre de su largo historial de noches en bares. María, Doña Rosa y Sid no lo veían con buenos ojos, sobre todo la muchacha asiática, pero Bobby realmente no quería menospreciarlo.
Mientras subía por Cromwell Place pensó en la posibilidad de que él no fuera, no sería tan descabellado, su padre solía faltar a los eventos importantes de su vida desde que tenía memoria. "Oh, Ronnie, papá siempre estaba más al pendiente de ti" pensó recordando a su hermana menor. No negaba la envidia que alguna vez le tuvo a su hermana, ahora solo sentía melancolía.
Cuando arribaba a la zona Noreste de la ciudad, donde los Casagrande tenían su hogar, el hombre no pudo evitar pensar en las cosas que cambiarían tras su boda. Amaba a Kitty y Detroit era un buen lugar para vivir, pero extrañaría los inviernos en Great Lake City, las decoraciones del Mercado, las cenas de la abuela y la despreocupación de su juventud universitaria. "Ser administrador es un trabajo muy pesado, pero es lo que me tocó ser."
Y casi por inercia, como si su mente estuviera programada para eso, pensó en ella. Por un momento sintió la caricia de sus rubios cabellos sobre sus mejillas, el calor de su cuerpo, la calidez de su aliento, la dulzura de sus susurros y el sabor de sus labios. Lori nuevamente estaba en ahí, solo por un breve instante, y se sorprendió al sentir indiferencia ante ese sentimiento. Hasta ese día, cada momento en que sentía a Lori era seguido por un desconsolado llanto, su deseo de tenerla junto a él siempre fue grande, aún después de conocer a Kitty. Pero ahora, un mes antes de su boda, no lloró.
—Te has ido, Lori —dijo tocándose los labios, el hormigueo seguía ahí, tan vívido—. Te amé como no te imaginas, pero te has ido y yo debo seguir adelante... Sé que eso hubieras querido para mí, bebé, me hiciste el hombre que soy ahora... Siempre estarás en mi corazón.
Estacionó su Sedan y la sensación se desvaneció como si nunca hubiera estado, quitándole un peso de encima a Bobby. "Creo que necesitaba entender que te superé para seguir adelante, Lori" reflexionó Bobby. Se sintió dichoso, ese día sería el último en Great Lake City y por fin había cerrado un ciclo que no creía abierto. Sonriente entró al edificio.
4:00 pm. Royal Woods, Michigan. Parque "Nuevo Comienzo".
El Lincoln Continental dejó de vibrar luego de que ella lo apagara. La brisa cálida golpeó su rostro en el momento en que salió del auto, aún el clima no se estabilizaba luego del proyecto "Gaia" de Stark Industries, en unos años en Michigan no haría tanto calor. Simon imitó su acción y en pocos minutos ambos estaban recorriendo ese parque cerca de la costa.
Recordaba ese lugar como la palma de la mano, a pesar de todo lo que había cambiado, aún seguía viniendo cada semana. Luna una vez le había dicho que era un poco enfermizo ir a ese lugar tan seguido, parecía que ella se aferraba al pasado y no seguía con su vida. La rubia no lo veía así, iba a ese parque a recordar y no a lamentarse. "Me voy a casar contigo, tengo un empleo y una carrera universitaria. He seguido con mi vida, Luna, solo me gusta recordarlos" le dijo un día cuando el sermón de la castaña la había cansado, fue la forma más extraña de comprometerse.
Los hermanos se detuvieron en un joven roble cercano a la costa del frío lago de Michigan. Sam miró aquél cúmulo de agua, era tan extenso que era imposible ver la costa del otro lado, pero sabía que ahí se encontraba Canadá. Recordó sus años de juventud, cuando su padre le enseñó a navegar en aquel engañoso lago, también pescaban y cruzaban la frontera marítima con cierto descaro, más como juego que en serio. Volvió su vista al árbol y miró lo que había tallado años atrás:
Aquí vivieron Sharon (1974 - 2018) y Sylvester Sharp (1970 - 2018). Que Dios los tenga en su gloria.
Cuando el fuego se extendió por todo su barrio, los bomberos no pudieron rescatar prácticamente nada. Había sido una cruel casualidad, solo Simon y Sam sobrevivieron al chasquido de toda su calle. Ni uno de sus vecinos estaba cuando el barrio se incendió y al poco tiempo, cuando se estabilizó todo, el ayuntamiento decidió hacer de ese lugar un lindo parque. "No había herederos o gente que reclamara sus tierras. Solo yo tuve que vender" recordó la rubia con cierta amargura. Aunque se había deshecho del patrimonio de su familia, logró obtener dinero que los ayudó a sobrevivir en esos largos años.
—Es un árbol fuerte —dijo Simon inclinándose y mirando las raíces—. Estará aquí cuando nuestros nietos tengan hijos.
—El tallado se borrará tarde o temprano —dijo Sam sacando una discreta navaja, la cargaba a diario desde hace 4 años—. Sus nombres no durarán cuando nuestros nietos tengan hijos.
—Bueno, pero lo que importa es el árbol —respondió Simon con una sonrisa. Su sonrisa era despreocupada, casi relajada. El contraste entre ese Simon y el de hace 5 años era grande, casi no lo podía reconocer. Terminó de remarcar el In Memorian, y se sentó bajo el árbol.
Ella venía casi cada semana, pero con Simon solo venía cada mes, y cada mes ambos hacían lo mismo. Solo sentarse y hablar de los viejos tiempos, de su infancia en aquél barrio y de sus padres. No lloraban ya, ni siquiera se entristecían, solo era una larga charla amena y buenas anécdotas. Había risas, bromas y momentos bochornosos. Pero ese día fue diferente.
Por unos instantes, todo fue un caos. Hace 5 años, antes de que el Titán loco acabara con la existencia de la mitad del universo, los sobrevivientes por un momento se sintieron diferentes. Se sintieron extrañamente agradecidos, bendecidos por ser los elegidos de seguir existiendo. Todos los sintieron, pero muy pocos lo recuerdan como Sam, que no dejó de sentirse culpable por meses. Pero ahora, la situación era diferente.
De un momento a otro sintieron como el universo se estremecía, se doblaba sobre sí mismo y se despedazaba. Sam y cada miembro de la existencia sintieron como ya no eran los únicos, como si su esencia se dividiera en muchas versiones de sí mismas. El universo parecía negarse a cambiar, como si la existencia misma gritara de dolor por lo antinatural, por lo absurdo. Pocos lo recordarían, pero Sam logró conservar esa fugaz certeza en su memoria, esa certeza de que el universo no era uno solo ahora, y nunca lo había sido. Todo eso ocurrió cuando los desesperados héroes jugaron con la realidad misma, cuando desafiaron a los guardianes del espacio-tiempo e hicieron lo que Kang vaticinó. El universo se estremeció cuando los Vengadores viajaron en el tiempo y cambiaron el rumbo de la historia.
Solo fueron segundos de su ausencia, pero en esos segundos su universo se estremeció por su arriesgada jugada. La mayoría de los héroes volvieron, también el Titán loco que viajo con ellos para expiar sus pecados. Otros no regresaron nunca más. Pero eso ya no tenía vuelta atrás, cuando el universo se relajó y todo volvió a la normalidad, la humanidad olvidó lo que ocurrió y siguió con su vida. Sam, gracias a la agudeza de sus sentidos, no podría dejar de estremecerse. "¿Por qué siento como si mi alma se dividiera en miles de pedazo?" pensó con un escalofrío violento.
—¡Sam! Dios mío, ¿qué te está pasando? —dijo Simon viéndola descompuesta.
—¿No lo sentiste?
—¿Sentir qué cosa?
"Lo ha olvidado, como hace 5 años. Pero si hablo con Kitty o Emma tal vez ellas sí..." reflexionó tratando de tranquilizarse cuando sintió algo nuevo. Paz. Una paz tan profunda y absoluta que se quedó estática. Una voz dulce le aseguró que todo estaría bien, una voz familiar.
—Sam, ¿estás bien? —insistió Simon poniéndose frente a ella.
—Sí, solo fue una sensación horrible —respondió con una sonrisa de lado. Sabía que el resto de la humanidad había escuchado esa voz, pero la gran mayoría lo oyeron en su inconsciente—. Todo estará bien.
Y con las palabras de Sam, a pesar de la insistencia de Simon, los hermanos permanecieron bajo ese joven árbol. En poco tiempo las cosas cambiarían de nuevo, un milagro se haría realidad frente a sus ojos, pero la calma antes de la tormenta fue pacífica y silenciosa. Era como si el mundo estuviera a la expectativa del mayor acto de redención, del sacrificio y el triunfo de los héroes.
7:00 pm. Royal Woods, Michigan. Casa de los Loud.
—Si voy a morir, al menos lo haré comiendo lasagna —dijo el anciano con su característica voz gruñona. Su rostro arrugado se contrajo en un expresión de molestia y con velocidad se llevó una cucharada de su platillo favorito a la boca.
—Para usar dientes postizos mastica rápido, Sr. Quejon —dijo anonadado Lincoln ante la inusual visita de su vecino. No era inusual verlo en ese sofá de vez en cuando, a veces llegaba del trabajo y lo encontraba ahí. Pero ese día no había llegado directamente al sofá, sino que hizo una estrepitosa escala en la cocina y como pudo se calentó los restos de la Lynnsagna que aún quedaba en el refrigerador.
—Ya déjalo, Linc. Carne molida y harina no han matado a nadie...
—Luna, causan obesidad y esa es un de las causas de muerte más grandes en América.
—Como dije, Loud, yo ya estoy más muerto que vivo. Déjame disfrutar en paz mi programa —sentenció el hombre y subió el volumen a la pantalla.
El albino miró la escena, aún extrañado, pero se rindió ante la escena obstinación del anciano. "Reachel me va a matar" se dijo internamente con una cara de fastidio. Había sido un día especialmente pesado para el joven Loud, ante la novedad del viejo platillo insignia de La Mesa de Lynn. "Muchos clientes, muchas Lynnsagnas y demasiadas horas de pie" pensó mientras caminaba con pesadez hacia el comedor. Luna era la única ahí, los Sharp no habían vuelto y Lily se encontraba en su habitación.
—Día pesado ¿eh? —dijo su hermana mayor mientras le pasaba un plato con sopa, una cena bastante ligera, pero perfecta para el asqueado muchacho.
—Ni lo menciones. Creo que jamás había preparado tanta lasagna en mi vida —dijo con una sonrisa cansada—. Lo bueno es que a la gente le gustó la Lynnsagna, tanto los clientes de siempre como los nuevos.
—Papá estaría muy orgulloso, hermano.
—Es lo mismo que dijo el tío Kotaro. —Una sonrisa más alegre se dibujo en su rostro—. Así que... Tú y Sam han hablado sobre mi propuesta...
—Ayer un poco y hoy en la mañana —dijo sin expresar mucho la castaña. Comió un poco de sopa y continuo—: No nos iremos de Royal Woods...
—¡¿Qué?! Por el amor de Dios, Luna. No puedes renunciar a tu vida por nosotros.
—No estoy renunciando a nada, chico. —Su mirada severa acalló su sobresalto—. Simplemente lo estoy posponiendo, eso es todo. Lily cumple 18 y probamos suerte en California.
—Son 10 años, Luna...
—Sé contar, hermano.
—No voy a permitir que olvides tus sueños por nosotros. Los sueños de ambas, Luna, Sam también desea ir a California. Sus vidas...
—¡Nuestras vidas son ustedes! —Con violencia soltó la cuchara salpicando con sopa la mesa. De golpe se había puesto de pie, sus ojos se rozaron y su respiración se agitó. Lincoln quedó mudo ante esa imagen—. Entiéndelo de una vez, yo juré cuidarlos a ambos. Puede que tú ya seas un hombre, pero Lily aún me necesita. Entiéndelo, Linc, ella apenas si recuerda a mamá y papá... Aunque le contemos una y mil historias sobre todos, ella no recuerda sus voces. Somos su única familia, nos necesita a los dos...
—Entonces me quedaré también en Royal Woods —dijo determinado el chico poniéndose de pie—. Nos necesita, sí, así que me quedaré contigo hasta que...
—Lincoln, sabes que no puedes hacer esto. La universidad...
—Solo la pospondré. —La sonrisa maliciosa lo dijo todo. El albino estaba jugando su mejor carta para permanecer en el pueblo, no cedería.
—Tú ganas, solo por un semestre estarás aquí.
—Pero...
—Pero nada, soy la mayor y debes acatar mis órdenes. Ahora termina la sopa antes de que se enfríe.
—Sabes que le falta sal ¿verdad?
—¡Maldita sea! Hago el intento ¿ok?
Una carcajada escapó de los labios del chico y el ambiente se relajó. Lincoln debía admitir que su hermana les tenía un gran afecto, sacrificar tus sueños por alguien es algo muy inusual y a la vez muy noble. Muy pocos tenían el coraje de dejar su vida a un lado por ayudar a alguien más, sobre todo si es un hermano. Los sacrificios de ese tipo los suele dar una madre, y Luna era casi como una segunda madre para ellos. El chico soltó un suspiro y sonrió con melancolía, realmente agradecía todo el esfuerzo de Luna y Sam, todo lo que hicieron por ellos y por más gente a lo largo de estos años.
"Logan tenía razón, ella es más fuerte que el maldito de Magneto" pensó con humor el albino y se empeñó en terminar la sopa de su hermana. Aun así, no pudo evitar pensar en que todo parecía muy calmado, como si la existencia misma estuviera a la expectativa de algo más grande. "El viejo Charles no ha ladrado en horas y Cliff se escondió. Algo raro está pasando."
7:00 pm. Great Lake City, Michigan. Departamento de los Casagrande.
—Saldré después de la cena, abuela —dijo el hombre de piel morena mientras se sentaba en el comedor, en su lugar favorito—. Mañana tengo trabajo y no he visto a Kitty en todo el fin de semana.
—Ya la verás mucho cuando estén casados —dijo la dulce abuela con una sonrisa cariñosa—. Créeme que la verás demasiado, en cambio nosotros, mijo, no nos habías visto en meses.
—Lo sé, abuela. He sido un poco descuidado y... Bueno, el trabajo consume mucho de mi tiempo —se excusó el joven hombre mientras se rascaba la cabeza, una manía suya cuando no sabía qué decir.
—No lo hagas sentir mal, mamá. —La voz de María se escuchó desde su habitación. Bobby desvió la vista hacia su madre, vestida con su pijama y con una expresión relajada se acercaba a la mesa. Se veía distinta al día en que llegó, más tranquila, como si su presencia fuera suficiente para calmarla—. Él ya es un adulto, responsable como siempre, y ahora tiene responsabilidades hacia con su prometida y trabajo.
—Lo sé, hija, pero me duele ver a mi muchachito partir. —Doña Rosa se encontraba de nuevo en la cocina, a través de las puertas podían ver su espalda, claramente estaba decaída—. Y ahora que Sid también se va ir a la universidad no sé qué voy a hacer.
—Aún nos tienes a nosotros, abue —dijo un pequeño de cabellos anaranjados. Carlitos y Carl aparecían en la sala luego de un largo día haciendo prácticamente nada.
—¿Qué libro aburrido estás leyendo ahora, ojos de alcancía? —dijo con rudeza el mayor de los hermanos Casagrande.
—No es para nada aburrido, enano endemoniado —le respondió la mujer asiática desde el sofá. En sus manos tenía un grueso libro de espantado negro. Bobby alcanzó a ver el título, coloreado de todos los colores, se leía: "Marvels"—. Es la biografía de Phil Sheldon, un gran reportero y fotógrafo de Nueva York.
—No sabía que te interesaban las biografías de neoyorkinos, Sid —dijo Bobby con curiosidad mientras prestaba su total atención a la muchacha.
—Es la millonésima vez que lo lee —se quejó Carl tomando asiento—. Por eso ya no ve bien los precios de los productos del Mercado.
—Carl, ¿qué te he dicho respecto a los chistes sobre las etnias de las otras personas? —le dijo María al niño con voz inflexible y dura.
—Que son desagradables y a mí no me gustaría que me los dijeran —repitió con desánimo el chico.
—Descuida, María, así nos llevamos el enano y yo.
Bobby veía aquella escena con curiosidad. Recordaba aquellos difíciles meses en los que Carl apenas si hablaba y Sid lloraba cada noche. Un escalofrío recorrió su piel al recordar la noche en que la vio sobre el tejado de la casa, fue una noche difícil. Todos se habían logrado acoplar como una gran familia, una muy rara, pero muy unida. Él, en cambio, parecía cada día más ajeno a ellos. Como si fuera un extranjero en su propia patria, ese era el sentimiento que se apoderaba de su corazón, tan horrible como el que sintió horas antes afuera del edificio, uno que apenas logra recordar.
—¿Me estás escuchando, Bobby? —La voz de la muchacha lo sacó de sus oscuros pensamientos.
—No, disculpa, estaba distraído —bromeó con una sonrisa más forzada que real—. ¿Qué me decías?
—Respondía tu pregunta sobre mi libro —le dijo con el rostro iluminado de entusiasmo—. Verás, el otro día lo vi en las estanterías de la biblioteca y lo hojee al ver que tenía fotografías. Me gustó tanto que decidí buscarlo en la librería del centro, pero fue difícil dar con él hasta que llegué a una de libros viejos y me lo dieron por 2 dólares, una oferta única. Y desde entonces no puedo parar de leerlo, es impresionante la cantidad de cosas que este hombre ha visto en su vida, y no es para menos, nació justo el día en que se celebró el final de la Segunda Guerra Mundial y en la ciudad de los héroes. Ha visto de todo.
Sid mostró un par de fotos de aquél libro. En la primera se podía apreciar la silueta de un hombre de gran presencia, hombros anchos, cara de pocos amigos, orejas puntiagudas y vistiendo apenas un traje de baño. Al ver el mar tras de él recordó a Namor, el Submariner. Otra foto mostraba a Giantman en todo su esplendor, con su colorido traje rojo, y desde la perspectiva de un hombre común (desde abajo). En una más, tal vez la última que tomó el hombre, era desde las oficinas de un edificio, afuera combatían el Asombroso Spider-Man y el Green Goblin.
—Él ha fotografiado a todos los superhéroes —dijo con emoción Sid—. Incluso logró entrevistar a Thor una vez, cuando se unieron los vengadores en el año 2000.
—¿Te entusiasma mucho ese libro, mija? —dijo la abuela cargando la olla donde tenía la cena de esa noche.
—Mas que el libro, su vida, abuela. —Sid ya no los miraba y parecía hablar más consigo misma que con ellos—. Imagínate estar rodeada de maravillas todo el tiempo, a la vuelta de la esquina puede estar un Vengador o uno de los Cuatro Fantásticos. Surcando los cielos a toda velocidad o columpiándose por ahí... Puede que ya no haya tantos superhéroes como antes, pero sigue siendo fantástico... Él, un simple fotógrafo, ha conocido a los héroes de nuestra Era.
—Jamás te había oído hablar así de bonito, mija —dijo con sonrisa maternal María.
—¡Ya sé! —gritó con emoción la muchacha. De golpe se puso de pie y corrió hacia la computadora de escritorio—. Ya sé a qué universidad iré.
—¿Cuál? —dijo recuperándose del sobresaltó Bobby.
—¿Cómo no lo vi antes? La respuesta estuvo siempre ante mis ojos. —La página de la Universidad de Nueva York apareció en la pantalla—. Estudiaré periodismo en Nueva York, y tal vez algún día sea tan famosa como Phil Sheldon.
—¿Periodismo? Mija, esa profesión es muy peligrosa, sobre todo en Nueva York —dijo María con genuina preocupación.
—Además está muy lejos de nosotros esa universidad —secundó Rosa con tristeza.
—Pero, es lo único que realmente quiero estudiar...
—¿Qué hay de la robótica? En la universidad de Great Lake City tienen un gran departamento de robótica desde que Stark Industries se instaló el año pasado —dijo María.
—No, madre, eso no le gusta a Sid —intervino, cansado de la sobreprotección de su madre y la abuela—. Es peligroso, pero es la vocación de Sid. Es una genio, ella sabe perfectamente lo que hace.
—Bobby, sabes perfectamente lo arriesgado que es ser periodista. ¿No recuerdas los constantes ataques al Bugle por los enemigos de Spider-Man? —El hombre vio una genuina preocupación maternal, una que hubiera mostrado a su propia hija si le dijera lo que Sid dijo. "¿Es tu reemplazo de Ronnie Anne o realmente quieres a Sid, mamá?" Se dijo el hombre con amargura.
—Mi tío Carlos una vez me dijo que si no te arriesgas un poco, la vida es realmente aburrida —empezó a reflexionar Roberto con voz calma—. Él era un gran skater, tal vez el mejor de su generación y por mi tía lo dejó... Pero de vez en cuando se arriesgaba con tal de divertirse. Sid está fascinada con el periodismo y desde que la conocemos admira a los héroes, y siempre busca la verdad. ¿Qué mejor manera de encontrar la verdad que siendo reportera?
María quedó callada ante el sermón de su hijo, a Bobby no le gustaba ese tipo de charlas con su madre, charlas donde él se imponía. Pero, aunque fuera la mujer que le dio la vida, a veces debía hablarle con la cruda verdad o dureza para que saliera de su espiral de negación. El chico vio como la enfermera se acercó con cautela a Sid, que la miraba expectante y algo avergonzada. María acarició el lacio cabello de la muchacha y puso sus manos sobre sus hombros desnudos.
—¿Realmente quieres estudiar eso, mija? —le preguntó con solemnidad, con un suspiro de preocupación resignada.
—Sí, María... Yo quiero estudiar periodismo —afirmó la Chang con eso brillo entusiasta en sus ojos que tenía desde niña.
—¿Entonces que esperas para llamar a los de Nueva York? Ellos nos dieron un lindo paraguas y un jersey. Tal vez nos traigan más cosas cuando aceptes estudiar con ellos —respondió sonriente la mujer madura, entusiasmando a la muchacha que no se reprimió en abrazarla y agradecerle.
La abuela no parecía muy convencida, pero terminó aceptando que la muchachita que cuido desde el día del chasquido tenía que partir a la universidad en el siguiente Septiembre. Bobby, nuevamente miró la escena desde atrás, la escena de todos los Casagrande que quedaban entusiasmados por la decisión de Sid, incluso Carl que le pedía que le trajera el autógrafo de Comandante Rogers. Con una sonrisa de lado se sentó a cenar en silencio, extrañaría vivir aquí, pero con Kitty no le faltaría nada.
—Primero ella y yo. Después uno o dos hijos, aunque tengan poderes y mirada laser, podremos cuidarlos —se dijo mientras se llevaba un poco de los chilaquiles de la abuela sin saber que todo estaba por cambiar.
Royal Woods, Michigan. La casa de los Loud. Minutos antes del tercer chasquido.
Cuando el aburrido programa de deportes del Sr. Quejon estaba a minutos de terminar, fue en ese momento cuando Luna se empezó a preocupar. El alumbrado público, bien programado y exacto, ya estaba encendido. La lámpara de la casa de enfrente fallaba, un parpadeo que Luna apreciaba a través de las ventanas de la sala, era irritante de ver. "Ojalá tuviera a Vanzilla aún —pensó con amargura—. Podría ir por ellos."
Luna se puso de pie, dejando al Sr. Quejon nuevamente solo en la estancia. ¿Cuánto tiempo llevaba viendo la televisión? Apenas fueron unos minutos, pero realmente la preocupación era mucha. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que Lincoln fue a la cocina y no regresó? Dos minutos a lo mucho, pero para Luna fue una eternidad. ¿Cuánto tiempo hace que Sam y Simon salieron de casa? Varias horas, pero para la castaña parecía ser toda una vida.
—¿También lo sientes? —La voz de su hermano la sacó de sus reflexiones. Estaba ahí, en el recibidor, al pie de las escaleras, parado. Su mirada era inquieta, miraba directamente a la puerta y a la cocina, como si esperara a alguien. Luna también tuvo la necesidad de ponerse en un lugar, sin motivo alguno, solo se colocó en el marco de la estrada al comedor, mirando a su hermano.
—Recuerdo sentir algo, es muy vago, como hace 5 años —dijo Lincoln con voz seria, distante.
—Si Kitty estuviera aquí sabríamos qué pasa... O Sam —aseguró la castaña, no pudiendo evitar decir el nombre de su amada con un claro tono de preocupación.
—Emma sería de más ayuda —afirmó sin mirarla—. Tal vez solo estamos cansados, preocupados por ellos... ¿Cuánto ha pasado? ¿Horas? Para mí parecen días, casi semanas.
—Este día se ha vuelto inusualmente largo. —La mujer, con la espalda apoyada en el marco, se deslizó hasta que su trasero tocó la alfombra—. El trabajo te cansa, hermano, y a mí el desempleo. Mañana es lunes, un rutinario lunes más. La Mesa de Lynn no abre, mañana hablo con el director Higgins... ¿Pudes creer que siga siendo el director luego de tantos años? Espero que me recuerde.
—Ya sabes lo que dicen. "Si vives en Royal Woods debes conocer por lo menos a un Loud. Y una vez que lo conoces no lo olvidas." —Lincoln repitió las palabras que su abuelo Albert una vez dijo, él no era un Loud pero sabía perfectamente lo que implicaba ser pariente de la familia más ruidosa de Michigan.
—Extraño al abuelo... —Fue lo único que atinó a decir poniéndose de pie nuevamente—. Solo un año estuvo con nosotros después de... Ya sabes.
—No me lo recuerdes —dijo con brusquedad Lincoln, él había endurecido su mirada y rostro. A Luna le conmovió aquél cambio y a su mente vinieron amargos recuerdos, Lincoln lo había visto morir y desde entonces no fue el mismo. Las circunstancias no pudieron ser más dramáticas que...— él no debía morir ese día, tuve que ser yo.
—Lincoln, ya hemos hablado de eso —le reprochó con cierta dureza—. ¿Qué te dijo la Dra. López?
—Como sea, creo que va siendo hora de llamar a Sam y...
Un destello. Eso fue lo que cegó a Luna y a su hermano en ese momento, un destello plateado que cubrió todo a su vista, como si encendieras una intensa luz en una habitación oscura. No sabía cómo, pero tenía la certeza de que esa intensa luz no solo cubrió aquella habitación, sino la existencia misma. Fueron segundos, un aturdimiento general, pero lo que siguió fue totalmente inesperado.
—¡Lana! —Una aguda voz familiar resonó en el comedor, seguido de un choque y una estrepitosa caída—.¡¿Pero qué rayos te pasa?!
—Maldito pie enyesado. —La voz parecía provenir de las escaleras, el quejido de Lincoln y esas palabras pronunciadas por aquella molesta voz aguda la hicieron regresar a la realidad. Luna vio estupefacta, desde la puerta, a Luan cayendo sobre Lincoln y aferrándose a los hombres del chico. Otrora, ambos hubieran caído estrepitosamente al suelo, pero Lincoln ya no era el delgado puberto de 13 años, sino un joven hombre de 18 con piernas atléticas y la espalda un poco más ancha.
—¿Lynn, estabas llorando? —la sombría voz de Lucy la hizo girarse momentáneamente hacía el comedor. Los pudo ver, toda su familia se encontraba ahí, tal y como los vio por última vez. Comenzó a respirar con dificultad y su cabeza dolía como nunca, nada de lo que estaba pasando tenía sentido alguno.
—¡No, no es cierto! —exclamó con prontitud LJ.
—¿Qué está pasando? Yo... —decía dubitativo Lynn padre.
—Parece que hemos experimentado una alucinación compartida, tal vez efectos secundarios del perfume nuevo de mamá —explicó calmadamente Lisa.
—Para el próximo día de las madres me regalas algo comprado, hija —respondió Rita con voz calmada y risueña.
Luna aún no entendía nada de lo que estaba pasando, hace tan solo segundos ella y Lincoln hablaban de sus preocupaciones y malos recuerdos. Luna estaba completamente segura de que ambos pensaron en su familia desaparecida hace años, y ahora todos estaban de vuelta. La única explicación lógica para la rockera era que todo fuera una alucinación, un juego muy cruel y elaborado de su mente. ¿Por qué torturarla así? ¿No bastaba con las pesadillas que la atormentaron por años? Negando como loca, se recargó en la puerta y miró hipnotizada a su hermano, el único real en aquella locura.
—Gracias por la ayuda, Linc... —Luan paró su agradecimiento cuando cayó en cuenta de quien la sostenía, su rostro adoptó una expresión de sorpresa desconcertante y después se desfiguró en una de miedo—. ¡Ayuda! Hay un extraño sujeto en casa. ¿Quién diablos eres tú y por qué tienes el cabello idéntico a mi hermano?
La rockera notó, en medio de su confusión, la expresión de sorpresa de su hermano. Estaba totalmente estupefacto, más que ella, pero aun así sostenía con fuerza a la comediante. Lincoln soporto como un campeón los golpes de la asustada Luan, temiendo soltarla y lastimar más su pierna rota. Titubeó un poco, a fin de cuentas no era fácil manejar el peso de Luan, menos si se agitaba tanto. Finalmente encontró la manera de bajarla de su espalda en las escaleras, se alejó lo más pronto posible y miró hacia el comedor aún estupefacto.
La castaña deseaba que todo esto terminará, la broma de su mente era demasiado dolorosa, no quería ver a nadie más. Mas su "mente" tenía otros planes, ya que los gritos de miedo de su "hermana" atrajo a todos los miembros de la casa Loud. Con estrepito todos llegaron al recibidor y se detuvieron en seco al ver a Lincoln de pie, cerca de la entrada a la sala. "No me ven —concluyó Luna—. Esta es una de esas malditas pesadillas donde no me ven."
La sorpresa momentánea se fue rápido cuando el padre de familia adoptó una posición defensiva frente a sus hijas y esposa. Lincoln no podía creerlo, Luna lo vio en su rostro desencajado y labios temblorosos, dio un paso hacia atrás en falso y cayó. La mujer no podía evitar mirar a las sombras de su pasado, aquella alucinación tan vivida y estremecedora. Sus "hermanas" veían con desconfianza al albino, a excepción de Lucy que parecía fría e inexpresiva. Rita, a diferencia de su esposo e hijas, no adoptó una postura hostil o temerosa, sino curiosa.
—¿Cómo entraste aquí, muchacho? —dijo con brusquedad Lynn padre—. No fue muy listo de tu parte meterte a robar cuando todos estábamos aquí.
—No... —Fue apenas audible, pero Luna sintió el dolor de su hermano en su voz.
—¿Quién eres, chico? —dijo el hombre ya no tan hostil al ver el miedo en el albino—. Mira, veo que no eres un mal chico, solo dime quién eres para llamar a tus padres y...
—¡Ustedes no deberían estar aquí! —dijo entrando en pánico. La castaña solo pudo apreciar como su hermano se ponía de pie, y como enloquecido, se precipitó hacia "su padre"—. Volvieron, maldita sea, volvieron...
Luna cada vez dudaba más que aquello fuera una alucinación, tal vez era una tortura orquestada por algún supervillano. Aunque no podía encontrar la razón por la que alguien hiciera eso, hace años que ya no se relacionaban con ningún súper... Lo que hizo estremecer a Luna no fue la idea del villano, sino lo que Lynn padre hizo. Cuando Lincoln se acercó demasiado, totalmente fuera de sí, el hombre reaccionó de la peor manera. No lo golpeó, pero le faltó poco, sino que lo aventó con una fuerza increíble provocando que Lincoln cayera.
—¡No te acerques! —le gritó.
—Volvieron... —dijo un Lincoln totalmente roto, se aferraba de forma patética a la alfombra y sus lágrimas brotaron de sus ojos—. Por fin volvieron... Mamá... Papá...
Luna quería parar todo aquello, ponerse de pie y hacer algo para sacar a Lincoln de esa tortura, pero lo que pasó a continuación la dejó fría. Sentada con la espalda contra la puerta principal, agazapada, vio como Rita se adelantó a su esposo. La mujer rubia de anchas caderas tenía una expresión dubitativa, casi infantil, y con pasos lentos pasó junto a su esposo acercándose a Lincoln.
—No, Rita, es peligroso... —dijo Lynn padre con voz autoritaria, sin embargo la aludida hizo caso omiso. Rita se paró justo a un lado de Lincoln, que sollozaba en voz baja, y se inclinó hacia él.
—¿Lincoln, hijo mío, eres tú? —le dijo con dulzura la mujer mientras pasaba sus pequeños dedos por los mechones cortos del albino.
—Mamá, ese no es Lincoln... —dijo Luan desde las escaleras con voz temerosa.
—Sí lo es —aseguró, para sorpresa de todos, Lucy con voz energética—. La bisabuela Harriet me lo dijo...
—Lucy, no es momento para...
—Lincoln, hijo mío, soy yo... Soy mamá, hijito. —Esta vez Rita acarició con suavidad el rostro del chico que negaba una y otra vez—. Ya estoy aquí, cariño, no tienes por que temer...
—¡Mamá! —dijo con brusquedad Lincoln, de forma precipitada se acercó a la mujer y la abrazo como nunca había abrazado a nadie—. Ya estás aquí, mamá... Estás de vuelta.
—Tranquilo, cariño, todo va a estar bien...
—Rita, ¿qué estás haciendo? —dijo con voz cortada el Sr. Loud al ver la escena, Luna sentía su temor y el arrepentimiento apoderándose de él.
—¿Qué no lo ves, Lynn? ¡Es tu hijo! Es nuestro Lincoln —dijo la mujer aferrándose al joven albino—. Lo sé, soy su madre y lo reconocería en cualquier lado.
El silencio reinó entre la gran familia Loud, solo el ruido de la televisión perturbaba aquél ambiente cargado de tensión. Luna, aún fría por todo lo acontecido, veía con estupefacción la escena de Rita y Lincoln abrazándose. No quería creer que aquello era real, su mente no lo aceptaba bajo ningún precepto. Pero ahí estaban todos, o casi todos, frente a ella, y su hermano estaba abrazando con fuerza a la que debía ser su madre. Luna, aún temerosa y temblorosa, se incorporó silenciosamente mientras veía a Lynn padre acercarse a su esposa y mirar con detenimiento al muchacho.
—Lincoln... Dios mío, ¿cómo no lo pude ver? —soltó con dolor el hombre y cayó de rodillas a lado del chico—. Perdóname, hijo, perdóname por favor...
—¡Papá! —A Lincoln parecía importarle poco si el hombre lo había aventado o tratado con hostilidad, estaba rebosante de alegría. Abrazó sin dudarlo a su padre, aún en el suelo, y después a su madre de nuevo—. Los extrañé tanto...
Entre sollozos y risas espontáneas, los tres se pusieron de pie. Luna vio que Lincoln sonreía de oreja a oreja, las lágrimas no eran de miedo o tristeza, sino de alegría pura. "Si esto es una alucinación no está tan mal" reflexionó la castaña al ver a su hermano. Deseaba compartir su alegría, deseaba abrazar a sus padres, pero la parte racional de su mente le recordaba que ya no había posibilidad de traerlos de vuelta. De que aquello no era más que una alucinación o sueño. Tal vez ambos estaban enloqueciendo sin darse cuenta...
—Si él es Lincoln, entonces ¿ella es Luna? —La voz infantil de Lana paró en seco sus pensamientos. Con miedo enfocó su mirada a la niña que la veía dubitativa. "Ella siempre fue pura bondad, nunca desconfía de nadie" pensó, casi por instinto, la mayor al ver la sonrisa que se dibujaba en los labios de la niña—. Se ve muy bonita ¿verdad? Aunque me agradaba más su otro corte de cabello, tenía más estilo.
—Luna, ellos volvieron... —le dijo Lincoln con voz suave, una voz casi infantil que le recordó al viejo Lincoln Loud.
—Hija, te dejaste crecer el cabello. —Rita fue la primera en acercarse a ella, su andar era cauteloso, ya que Luna aún se sentía contrariada. ¿Era realmente su madre? ¿Habían vuelto? No podía creerlo tan fácilmente, no tenía ningún sentido que ellos hayan vuelto si...
Rita la abrazó. Sintió como los brazos delgados de su madre rodeaban su cuello y hombros, sintió la calidez del cuerpo, el aliento de ella y el amor... Fue una sensación abrumadora, casi intoxicante, que disipó toda duda y temor. Solo fue cuestión de segundos para que Luna correspondiera ese abrazo, recordando las muchas veces que aquella mujer la abrazó. De niña, de adolescente y ahora de mujer, cuando ya era un par de centímetros más alta que ella. Las lágrimas no se hicieron esperar y después de unos intensos minutos de conflicto interno, por fin aceptó que la mujer a la que abrazaba y las personas que salieron de aquella cocina eran su familia.
—Volvieron... —dijo con un agudo sollozo de alegría aferrándose a su madre, a la mujer que le dio la vida y la educó.
—Ya estamos aquí, cariño, todo va a estar bien —le susurró con cariño Rita.
El abrazo entre madre e hija fue duradero, lo suficiente para que Luna, sobre el hombro de su madre, viera como Lucy abrazaba fuertemente a Lincoln y unas lágrimas resbalaban por sus pálidas mejillas. Luna sabía que Lucy ya tenía una idea de lo que había pasado, que la absurda teoría de Lisa no era más que una mentira momentánea. "Ambas lo saben, o por lo menos una parte. Pero ¿Lucy sabe lo del abuelo...?" Decidida a aclarar cualquier duda, que serían bastantes, Luna se separó de su madre para abrazar a su padre.
Al poco tiempo la mayor parte de la familia habían abrazado a Luna y Lincoln, los comentarios esporádicos de las gemelas y de Lynn padre provocaron una risa genuina en todos. Serían LJ y Luan las que se mantendrían rezagadas de la algarabía, aún contrariadas y confundidas. Luna notó aún el recelo de su ex compañera de habitación, el enojo perduraba. "Para ella han pasado unos minutos, para mí 5 años" se lamentó Luna.
—Muy lindo y todo, pero esto no tiene el más mínimo sentido —dijo LJ, aún con los ojos enrrojecidos, con su carácter voz ruda—. ¿Por qué diablos ustedes se ven tan viejos? ¿Y quién diablos está viendo el resumen de lo mejor de la temporada del béisbol universitario si estamos en mayo y la temporada aún no inicia?
—Bueno, todo eso tiene una explicación...
—¡Movieron la temporada de meses, niña! —la voz del señor Quejon se dejó escucha desde la entrada a la sala—. Después de los proyectos de Stark Industries, la temporada tuvo modificaciones.
—¿Proyectos de Stark Industries? —dijo confundido el señor Loud—¿Y qué hace aquí, Sr. Quejon, en silla de ruedas?
—Los años no pasan en vano, Loud. —Luna y Lincoln hicieron señas para que no dijera nada, pero la honestidad del hombre era imparable—. Ya pasaron 5 años desde que desaparecieron, me alegra verlos, pero no me dejan ver mi programa.
—¡¿5 años?! —Lynn padre casi cae desmayado si no fuera por Lincoln que lo sostuvo.
—Pero yo tenía un concurso en una semana... —dijo enojada Lola.
—Creo que me levanté con el pie equivocado ésta mañana... ¿entienden? —bromeó Luan con una risa nerviosa—. Ya en serio, no solo me rompen el pie, ahora perdí 5 años de mi vida.
—¡Eso no tiene el más mínimo sentido! —exclamó Lynn Jr.
—No creí que fuera tanto tiempo... —murmuró Lucy aferrándose a Luna.
—¡Tranquilos todos! —Lincoln alzó la voz haciéndose escuchar sobre el escándalo—. Les explicaremos todo a su momento ¿ok? Necesito que guarden la calma y pasen a la estancia, aún debemos enterarnos de qué rayos está pasando.
—Lincoln, Luna... —Rita se hizo escuchar una vez Lincoln calló, se le veía preocupada—. ¿Dónde está Lily?
Great Lake City, Michigan. Departamento de los Casagrande. Minutos antes del tercer chasquido.
—Bien, familia, ya se está haciendo tarde... —Bobby se puso de pie, abandonado la amena conversación que sostenía con su madre y Sid sobre la boda—. Creo que ya va siendo hora de irme.
—¿En serio no te puedes quedar otro día más, Bobby? —preguntó Carlitos con una mueca de tristeza—. No jugamos a todo lo que quería jugar contigo.
—Lo siento, campeón, pero será otro día. —El hombre revolvió los cabellos anaranjados del niño con simpatía, por dentro aún pensaba en cuando realmente regresaría a ese lugar.
—Ya es tarde, mijo, no es seguro que andes solo por la carretera —dijo la abuela poniéndose de pie y yendo inmediatamente a la cocina—. Llevaré un poco de comida a Kitty, pobrecita está muy delgadita, y yo te acompaño a...
—Aceptaré la comida, abuela, pero no puede llevarte conmigo. —El hombre puso sus manos sobre los hombros de la anciana—. ¿Quién le contará los cuentos para dormir a Carlitos? Mamá prácticamente ya está dormida.
—No es cierto... —intentó protestar María, pero al momento de ponerse de pie, se inclinó hacia el sofá y cayó dormida.
—Estaré bien, abuela. Los caminos ya no son tan peligrosos como años atrás.
—Ya no es un niño, abuela, prácticamente ya está por casarse —apoyó Sid—. Y yo voy a ser su organizadora, ya verán que me quedara de maravilla. Ya me imagino una recepción similar a la boda de Mr. Fantastic y Invisible Woman, toda una boda de ensueño.
—Ya te dije que quiero algo discreto, Sid —dijo cansado Bobby.
—¿Con los amigos de Kitty? Discreto va a ser lo último —se burló la muchacha mientras se sentaba a lado de la dormida María—. Una pregunta, Bobby, ¿Logan irá...?
—No lo sé —dijo con sinceridad el hombre—. Nadie sabe nada de él, ni siquiera Emma pudo encontrarlo...
El silencio volvió a reinar en la sala, Sid se dedicó a acariciar la cabeza de María, una mujer que había trabajado toda su vida y que últimamente estaba exhausta y melancólica. Carl y Carlitos se dedicaron a lavar sus platos en silencio, respetando el estado de ánimo de los mayores, aunque Bobby sabía que no entendían la importancia de Logan en sus vidas. "Eran pequeños, no saben lo que él hizo por nosotros... Por los Loud" pensó con seriedad el hombre. Bobby se quedó de pie en medio de la sala mientras miraba a la vieja Rosa de Casagrande, guardaba con resignación un poco de su comida en táppers. A Bobby le dolía irse, pero sus responsabilidades estaban en otro lado.
—No me gusta verlos con caras largas —dijo Bobby sonriendo de lado—. Les prometo que mis próximas vacaciones las pasaré en la ciudad, podremos ir a dónde sea.
—¡Genial! —exclamó Carlitos entusiasmado—. ¿Con Kitty?
—Por supuesto.
—Ella es cool —siguió Carlitos—. Le pediré que me enseñe a...
El destello plateado iluminó todo lo que podían ver y más allá de su visión, o por lo menos eso fue lo que sintió Bobby al verse cegado por aquella intensa luz. Solo fueron unos segundos, unos segundos de confusión total y de una extraña sensación de agradecimiento, una que olvidaría casi al instante. Lo siguiente que percibió fue como unos brazos rodearon su cuello, humedad en su pecho y el calor de alguien que creía muerto. "Esto es otra de esas alucinaciones" intentó razonar, pero esta vez era tan real que su cerebro no aceptó esa absurda propuesta.
—¡Osito bubu, creí que me moría! —Era su voz, tan melosa como siempre. Era su llanto, tan entristecedor como antaño. Era su cuerpo, tan joven y vigoroso como la recordaba. Era Lori.
—Como que me sentí rara —vio a Leni aparecer desde su posición en la cocina, justo a lado de la abuela.
—Creo que estaba dormido, todo parecía tan extraño... —razonó el abuelo desde la cabecera de la mesa.
—¿No estaba sentado hace un momento? —cuestionó un confundido CJ incorporándose del suelo.
—Algún gracioso nos movió la silla —se quejó Ronnie Anne... Su querida hermana Ronnie Anne—. ¡Carl! ¿Dónde diablos estás?
—Esto parece una especie de alucinación general, algo que pasa muy rara vez —dijo con voz sabionda Carlos—. Posiblemente una brujería de los dueños del Supermarket de enfrente.
—Gracias a Dios todo está bien —susurró Lori aún con el rostro escondido en el pecho de Bobby. Él estaba paralizado viendo como, de un momento para el otro, todos los Casagrande y Loud en esa casa habían vuelto de la nada. "Esto es una locura, ellos están muertos" se dijo con una sonrisa nerviosa en los labios. Pero eso no evitó que Lori lo mirara al rostro y fue en ese momento cuando todo perdió el control—. ¡¿Qué diablos te pasó, Bobby?!
La chica, con brusquedad se separó del hombre con un rostro de confusión absoluta, pero había un dejo de curiosidad en sus ojos. Todos los "resucitados" se giraron y vieron con sorpresa al mencionado Roberto. Algunos reaccionaron con desconfianza y otros con curiosidad, pero todos lo veían con extrañeza.
—Te queda bien la barba, Bobby. Pero como que no va ese abrigo con tu estilo —habló Leni rompiendo el silencio general, era la única que no parecía extrañarle la apariencia de Bobby.
Aterrado, él intento alejarse lo más posible de su "familia" y fue cuando notó que Sid no se encontraba en el departamento y la puerta principal estaba abierta. "Esto es un sueño, de seguro la cena me cayó pesada" se dijo mientras retrocedía cada vez más. Dejó de escuchar, un zumbido ensordecedor inundaba sus oídos y lo único que pudo hacer fue observar. Carl y Carlitos hicieron acto de presencia abrazando a sus padres, confundiendo a todos aún más. La abuela imitó la acción de sus nietos y abrazó con ternura a su esposo, mientras que María, que había despertado, llenaba de besos y abrazos a Ronnie Anne. No lo pudo soportar más.
—¿Estás bien, Bobby? ¿Por qué todo está tan...? —Lori se había acercado una vez más, en el momento en que el hombre ocultaba su rostro entre sus manos. Era cariñosa con él, lo intentaba ayudar, pero ella no estaba realmente ahí, ninguno de ellos lo estaba. Él los olvidó, no permitiría que lo atormentaran una vez más.
—¡Ustedes están muertos! —gritó a todo pulmón mientras alejó a Lori de él—. Yo los vi morir hace 5 malditos años, no pueden aparecer así de la nada cuando los he superado. ¡Váyanse, alucinaciones de mierda! ¡Déjenme vivir!
Intentó huir, pero sus piernas cedieron y cayó de rodillas ante la puerta. Afuera escuchaba una algarabía de confusión y felicidad, parecía una fiesta de vecindario improvisada como las de antaño. Todo se estaba saliendo de control y era incapaz de procesarlo adecuadamente. Aún aturdido, apenas pudo sentir la humedad de sus propias lágrimas caer por sus mejillas, el fuerte abrazo de su madre y sus palabras: "Han vuelto".
Él no lo podía creer, ya no quería hacerlo. Miles de noches soñó como ellos volvían, como era el reencuentro entre Lori y él, como la besaba y después abrazaba a su hermanita. Y cada vez que soñaba con eso despertaba llorando al saber que su Lori, su hermana y todos se habían ido para siempre. Perdió la esperanza y ahora el mundo le daba una bofetada en el rostro, él ya los creía muertos. No, ellos estaban muertos. Muertos. Muy muertos. Era imposible ir en contra de la naturaleza... Ellos estaban...
—Vivos —dijo con voz apagada y la garganta cerrándosele. Él se había equivocado y los olvidó.
Bobby lloró como no lo hizo en años, y no lloró de felicidad, sino de arrepentimiento. Él los olvidó.
Royal Woods, Michigan. Parque "Nuevo Comienzo". Minutos después del tercer chasquido.
Sam y Simon dejaban atrás el joven árbol, que simbolizaba el lugar donde alguna vez estuvo su hogar, cuando el cegador destello los frenó en seco. Sam, a diferencia de Bobby o Luna, supo al instante que significaba eso. Minutos antes insistió en quedarse en aquél parque un rato más, pero la insistente cantaleta de su hermano de que era tarde, y el frío razonamiento de este de que Luna estaría preocupada por ellos, la hizo ceder.
Sin embargo, algo muy dentro de ella le decía que debía permanecer en ese lugar. Después de esa sensación horrible de fragmentación que poco a poco se disipaba de su memoria, haciendo casi imposible describirla de nuevo, y la voz de Emma en su cabeza, supo que algo iba a cambiar. Y con ese destello, tal y como lo recordaba de hace más de 5 años, supo que sea lo que fuere a ocurrir estaba pasando.
Ese destello que cubría la existencia misma, incluso más allá —se atrevió a pensar—, solo duró unos pocos segundos. Los suficientes para desorientar momentáneamente a Sam y hacerla perder de vista su árbol. Cuando enfocó nuevamente su mirada vio el parque plagado de personas, viejos rostros de su pasado confundidos.
—¿Pero qué carajos...? —su hermano, pragmático y lógico como siempre, no podía procesar la presencia de tantas personas de un momento a otro. Los gritos de aquellos que cayeron de bruces contra el suelo, los murmullos de confusión y los llamados entre vecinos fueron demasiado para él.
Sam, sin poder hacer mucho, vio como Simon se desmayaba y caía dramáticamente sobre el suelo. Hizo el vano intento de atraparlo, pero fue muy rápido y cayó al pasto. "Lo bueno es que no fue muy dura la caída" reflexionó la mujer haciendo una mueca de dolor. "Pero le dolerá la cabeza mañana".
—¡Señorita! —Esa voz la conocía—. ¡Señorita, estoy por acá!
Aunque Sam lo estaba asimilando bien, escuchar esa voz la dejó completamente fría. Esa voz no había cambiado en tanto tiempo, era la misma que la saludaba cada mañana, la que le contaba cuentos por la noche. Era la voz de la compresión cuando decidió salir del closet y la aconsejó ser fuerte. Esa voz que recordaba de su primera infancia, la que le cantaba canciones de The Beatles. Esa voz autoritaria cuando lo quería, pero siempre amigable, la llamó desde el joven árbol. Sam lloró al volver a oír la voz de su padre.
—¿Usted sabe lo que está pasando, señorita? —Poco a poco giró su mirada hacia él. No había envejecido ni un solo día, aún tenía esos lentes remendados del puente con cinta adhesiva, su polo azul marino y sus vaqueros rotos de las rodillas. Su cabello rubio cenizo estaba despeinado, como si hubiera caído de sorpresa, y su rostro se contraía en una expresión de confusión.
—Han vuelto —respondió Sam con alivio y tratando de controlar su llanto, un llanto de felicidad.
—Disculpe, no la entiendo —dijo mirando a su alrededor—. Hace unos momentos estaba en la cochera de mi casa tratando de apagar un incendio menor, con mi hija, y ahora estoy en medio de un parque con mi esposa...
La madre de Sam hizo acto de presencia a lado de su esposo. Su hermosa cabellera rubia platinada estaba sujeta en una coleta, sus labios aún tenían ese labial de 3 dólares que compró para ahorrar, el mandil que estaba usando para preparar el curry estaba sobre su blusa gris y sus mallas negras. "Apuesto que aún tiene ese penetrante olor a especias que tenía Simon ese día" pensó la joven mujer al verla. Su corazón comenzó a latir con rapidez y ya le era imposible contener la emoción. Deseaba abrazarlos, decirles cuánto los extrañaba y no dejar que se marchen de nuevo, pero alguien se le adelantó.
—¿Sam? ¿Eres tú, Samantha? —Sharon se alejó de un confundido Sylvester y corrió hacia su hija. No hubo necesidad de decir más, la madre envolvió a la hija en sus brazos y la estrecho contra su pecho. Sam era más alta, pero al momento de abrazar a su madre se sintió de nuevo como una niña, amada y protegida.
—Te extrañé tanto, mamá —dijo entre sollozos la jóven mujer.
—Mira cuanto has cambiado, mi Sam, ya eres toda una mujer —le dijo con tremendo orgullo—. No sé lo qué ha pasado, pero no importa, me alegra verte de nuevo.
—¡¿Eres nuestra Sam?! —exclamó sorprendido Sylvester Sharp. El hombre titubeó unos segundos, pero cuando Sam le regaló una de sus características sonrisas, esas que solo le regalaba a su padre, disipó toda duda y el hombre se unió a aquél abrazo familiar.
—¡Hey, Sly! —Una voz ronca y bonachona interrumpió el reencuentro de los Sharp—. Parece que fuimos transportados por alienígenas. No veo más que bancas y juegos para niños... ¿Quién es esa bonita señorita? Se parece mucho a su hija.
—Hanson, ella es Sam —dijo Sylvester a su amigo y vecino mientras se separaba de su hija y esposa.
—¡¿La pequeña Sam?! Eso es imposible, si solo es una muchacha de 17 años —dijo el hombre de patillas canosas y barriga abultada que se llamaba Hanson Butcher.
—Es cierto... —reflexionó Sylvester—. ¿Por qué te ves tan mayor, hija? ¿Dónde está nuestra casa? ¿Y Simon?
—Yo estoy aquí —dijo una voz cansada a unos metros de ellos. Sam vio a su hermano incorporándose con una mano presionando su cabeza—. Esto es demasiado para mí, yo no creí que los vería de nuevo... ¿Son reales, Sam? ¿Todo esto es real una mala broma de Emma o alguien más?
—Son reales hermanito. —La rubia ayudó a su hermano a incorporarse del todo, mientras sentía las miradas estupefactas de sus padres detrás de ella. Si su aspecto de mujer de 22 años las impresionaba, el aspecto del joven Simon delgado y alto era más shockeante—. Ellos volvieron.
Con una sonrisa de lado vio como el chico se acercaba a sus padres, aún con la duda en su corazón, pero cada vez más sonriente. "Él no llora, no desde hace años" recordó la chica al ver sus ojos apenas algo cristalinos. Sería su madre la primera en recibirlo y abrazarlo con fuerza, Sylvester lo seguiría minutos después, lleno de orgullo al verlo. Lo reconocieron, después de un desconcertante momento, lo reconocieron.
—¿Alguien me puede explicar qué está pasando? —preguntó un confundido Hanson—. ¿Por qué todo el barrio apareció en medio de un parque y cómo es que ustedes dos están tan grandes?
—Es algo difícil de decir —empezó Simon separándose del abrazo—. Pero ustedes, prácticamente todo el barrio, desaparecieron por 5 años...
—La calle, todas las casas que había aquí ya no existen —explicó algo decaída Sam al recordar aquél catastrófico día—. Se quemaron por completo hace años.
—¿5 años? ¿Un incendio? —Sylvester comenzó a asustarse—. ¿Hijos, qué diablos ocurrió?
—Hace 5 años...
El celular de Sam comenzó a vibrar con insistencia en ese momento. Por un momento pensó en no responder, no era muy buen momento para una molesta llamada... Luna, Lincoln y Lily. Con el reencuentro con sus padres los olvidó por completo, la que también era su familia y lo había sido por los últimos 5 años. Tomó el celular con prontitud y vio el nombre de Lincoln en la pantalla, decidió contestar sin siquiera imaginar lo que podía llegar a decirle.
—¡Lincoln! ¿Ellos vol...?
—Sí, volvieron, Sam. —La voz de Lincoln era animada, aunque Sam notó la preocupación detrás de ella—. Todos están aquí en casa. ¿Tus padres...?
—Están de vuelta, Lincoln. Sabía que todos regresarían, los Vengadores lo lograron... Y pensar que ya nos estábamos yendo del parque.
—Será mejor que lo hagan. —Ahí estaba la preocupación, tomando control de su voz—. El gobierno de los Estados Unidos acaba de declarar un estado de emergencia.
—¿Qué?
—Lo que oíste, Sam. Sea lo que sea que hicieron los Vengadores, trajeron de vuelta a los chitauri. De la nada apareció una enorme nave sobre el Triskelion y está atacando a la base. Supuestamente también apareció la mitad de los chitauri que estaban en Wakanda hace 5 años. Si los Vengadores vuelven a perder...
—¡No lo harán! Han tenido 5 años para prepararse. Además, sabes que ésta vez no estarán solos. Ironman, los 4 Fantásticos y algunos mutantes estuvieron en el Triskelion hace unos días.
—Lo sé, Sam. Pero el peligro es más grande esta vez. Están en los Estados Unidos, será mejor que lleguen pronto a casa, con sus padres. Estaremos bien en el búnker de Lisa si las cosas se ponen feas.
—Estaremos en 20 minutos allá, dile a Luna que la amo.
—Ya sabes lo que pienso de sus cursilerías, pero también te ama y te espera... Cuídense.
—Ustedes también. —Sam concluyó la llamada y guardo su celular con rapidez en su pequeño bolsillo. El aparato se encogió al tamaño de su bolsillo y quedó perfectamente guardado. Sin mediar palabra rebuscó las llaves del Lincoln Continental en su bolso, tomándolas con prisa y emprendiendo camino a las afueras del parque—. Debemos irnos.
—¿Qué está pasando, hija? —dijo con preocupación su madre.
—¿Fue Lincoln quién llamó? ¿Sabe cómo pasó todo esto? —cuestinó Simon alcanzando a su hermana.
—¿Esas son las llaves de mi Continental? —preguntó asombrado Sylvester Sharp.
—¿Dónde diablos nos vamos a quedar si no tenemos casa? —dijo Hanson siguiéndole a los Sharp.
—Los Estados Unidos están bajo ataque. —Alzó un dedo de su mano derecha—. Sí fue Lincoln quien me llamó y no tiene idea de cómo pasó esto. —Alzó un segundo dedo—. Sí son las llaves del Continental. —Alzó el tercer dedo—. Y la alcaldesa Cooper construyó un Centro de Refugiados hace unos años al norte del pueblo. Junta a todos, Hanson, y podrán ir resguardarse ahí mientras todo se calma —concluyó con voz determinada, alzando el cuarto dedo, la rubia sin dejar de caminar entre las personas confundidas del parque.
Hanson Butcher hizo caso a las órdenes de la chica, sin rechistar, y comenzó a reunir a todos los reaparecidos del parque para emprender camino al Centro de Refugiados. El resto de los Sharp vieron con sorpresa la actitud autoritaria y astuta de Sam, más sus padres que su hermano, así que no le cuestionaron nada hasta llegar al estacionamiento. Sylvester al ver su auto quedó sorprendido por las mejorías que tenía, el auto se había modificado por la rubia y un par de amigos que conoció hace un tiempo.
—¿Por qué tiene olor a tabaco? —preguntó el hombre al entrar al auto en el asiento trasero, los hermanos se habían adueñado de los asientos delanteros.
—Luna —masculló con fastidio Sam mientras encendía el auto—. Tendré que hablar seriamente con ella, después.
—Hija, no quiero ser inoportuna, pero podrían explicarnos ¿qué es lo que está pasando? ¿Adónde vamos? —dijo Sharon con clara confusión, y no era de menos, hace unos minutos estaba preparando curry y ahora se topaba con sus hijos 5 años más viejos. Pero Sam no tenía cabeza para dar explicaciones, la situación se volvía a poner mal y ahora el ataque parecía definitivo sobre la base de los Vengadores.
—Simon les explicara todo mientras llegamos a casa —dijo Sam con su mirada en la carretera.
—¿Casa? ¿No estaba...? —dijo su padre.
—¿Dónde crees que nos hemos estado quedando los últimos años, padre? Vamos a la casa Loud.
Royal Woods, Michigan. La habitación de Lily Loud. Minutos después del tercer chasquido.
El ruido se acalló por unos instantes. Lily regularizó su respiración y sintió como alguien subía los escalones con rapidez. No daba crédito a lo que había escuchado, el coro de voces y gritos, tan familiares como desconocidos. Algo, muy dentro de ella, le decía que conocía a esas personas que hicieron barullo. Pero recordaba la regla que su hermano le enseñó hace años: "No salgas de tu habitación cuando escuches que haya desconocidos afuera, no importa lo que escuches o no escuches. No salgas." Y eso hizo, no se movió ni un centímetro de su cama y abrazó en todo momento al viejo BunBun, el conejo sin una oreja.
Lily era una niña valiente y muy fuerte, sus hermanos le enseñaron a ser así. Pero seguía siendo una niña y había cosas que aún no lograba comprender, como lo que le ocurrió a Albert Jr hace 4 años. Aún no entendía el por qué se lo llevaron si era un niño tan bueno. Lily no quería pensar en AJ, se enfocó en husmear cada rincón de su memoria para saber quiénes eran los inesperados invitados, no había distinguido nada de sus gritos, pero los tonos de sus voces eran tan peculiares.
Lily recorrió toda su memoria en varios segundos y los recuerdos de los últimos 5 años pasaron rápidamente por su mente. Las clases, sus lecciones de música, los juegos, los cómics que había leído, sus entrenamientos, Lincoln, Luna, Sam, Simon, el Sr. Quejon, los Casagrande, Logan, Kitty... Todos sus rostros, sus voces y sus acciones fueron vividas e intensas. Pero más allá había recuerdos borrosos, apenas revividos, y en ellos estaban los rostros de sus padres y el resto de sus hermanas. "No me acuerdo de ellos" se dijo al no poder rememorarlos con claridad, y se sintió culpable.
"Lincoln y Luna me hablan mucho de ellos —pensó cabizbaja—. Me cuentan tantas cosas de cuando yo era una bebé, mis historias antes de dormir son las aventuras de mis hermanas desaparecidas. Sé de Lori y su afición por las redes sociales y el golf, me encantan las anécdotas de moda y romances de película de Leni, conozco los mil y un chistes de Luan, las proezas deportivas de Lynn Jr, he leído los poemas de Lucy, sé de las aventuras de Lana y los concursos de Lola; conozco cada patente de Lisa... Recuerdo los cantos de mamá y la comida de papá. Pero a penas puedo conservar eso, y yo no quiero olvidarlos."
Los pasos llegaron finalmente a su puerta, Lily se sobresaltó cuando quién-quiera-que-fuera llamó a la puerta. No respondió al instante, fingiendo no estar ahí, como su hermano le dijo, pero la voz de Luna calmó cualquier temor. Solo que su voz no sonaba como siempre, parecía más alegre y vivaz. Por un momento pensó que había conseguido un trabajo nuevo, pero al recordar los gritos no le convenció esa idea.
—¿Eres tú, Luna? —Ya una vez habían suplantado a Luna, pero Kitty la descubrió y no duró mucho.
—Soy yo, hermana, lo prometo —dijo la persona tras la puerta—. La que sabe el desastre que eres en ciencias. —Sí era su hermana.
—Voy —anunció la pequeña sin soltar a BunBun y abrió la puerta de madera con prontitud. La Luna que vio tras ella no era la misma de esta tarde, ahora se veía más radiante, aunque la hinchazón en sus ojos delataba llanto y su mirada nerviosa delataba preocupación—. ¿Qué pasó, Luna? ¿Por qué Lincoln estuvo gritando?
—Nada malo, apestosita —le dijo con el apodo con la que solía llamarla cuando la trataba como una bebé. Le desagradaba que su reputación de bebé siguiera perjudicándola ahora que era una niña pulcra y educada.
—¡No me llames así! —se quejó la niña—. Además, tus ojos te delatan. Estuviste llorando. ¿Qué pasa?
—Lo verás cuando bajes, Lily. —Luna la abrazó con fuerza. Era una abrazo lleno de cariño y alegría, se sentía tan reconfortada y las preocupaciones infantiles se desvanecieron. Entre los brazos de Luna sintió como si su madre la estuviera abrazando... Luna prácticamente había sido su madre y por eso la quería tanto—. Ven, pequeña, te tengo una sorpresa.
Ambas bajaron a la estancia tomadas de la mano, una forma de andar que Lily ya no quería hacer, se sentía muy grande como para caminar de la mano con alguien. Pero, en ese momento no le importó, se sentía cómoda y bien protegida. Algo le decía que sea lo que fuere, lo que Luna le mostraría sería genial. Había tenido una sensación de felicidad extraña luego del destello que la confundió unos segundos, pero con los gritos creyó que se había esfumado. Ahora sabía que seguía ahí, muy escondida dentro de ella.
Cuando llegaron al recibidor vio a Lincoln colgando su teléfono celular y soltando un largo suspiro, parecía preocupado. Pero también notó la alegría en su hermano mayor, se veía más relajado y positivo, como si algo maravilloso hubiera ocurrido. No lo pensó dos veces y lo abrazó, se sentía especialmente cariñosa esa noche después del abrazo de Luna. "De seguro me compraron un instrumento, o los Casagrande llegaron de visita, o Logan regresó, o Luna consiguió trabajo, o..." pensaba a toda máquina la niña mientras Lincoln la alzaba en sus brazos y la lanzaba hacia arriba, casi tocaba el techo esa vez, para caer nuevamente en los brazos de su hermano.
—Hola, Lily, ¿desde cuándo tan cariñosa? —preguntó el albino con una sonrisa de oreja a oreja, mientras bajaba a la niña.
—Luna me lo pegó hace rato —comentó la niña con una sonrisa infantil.
—Pues deberías guardar tus abrazos para alguien más, pequeña —le dijo el chico acariciando su cabeza.
—¿Para quién? ¿Vinieron la abuela Rosa, Carlitos y los demás? ¿Volvió Logan...? —preguntó entusiasmada la rubia.
—Algo mejor, hermana —escuchó a su hermana detrás suyo y sintió como puso sus manos en sus hombros. Cuando se iba a girar para mirarla su mirada pasó por la estancia y de ahí no se apartó. Atónita los vio a todos ahí, sonrientes.
Frente a ella estaba una mujer de cabellos rubios tal cual oro, una blusa rosa de botones blancos, caderas anchas y sonrisa dulce. Junto a ella estaba un hombre de escaso cabello castaño, gran nariz y ojos llorosos. Sus rostros los había visto cientos de veces en fotografías, esas mismas sonrisas eran las que ellos regalaban a los bebés que sostenían en las fotos que ella veía. Esa sonrisa de amor incondicional e infinito. No eran los únicos en esa habitación, 8 personas más se encontraban ahí, al anciano Quejon lo conocía perfectamente, pero las demás solo las había visto en fotos. En ese momento solo pudo pensar en una cosa: "Son muy diferentes en todo".
—Lily, ellos volvieron —dijo Luna concluyendo su diálogo anterior—. Papá, mamá, hermanas... Ella es Lily, ha crecido mucho estos últimos años...
La pequeña ya no escucho más, no le importaba en lo absoluto que diría Luna sobre ella y su crecimiento, en ese momento solo quería hacer una cosa. Abrazó a su madre y padre como si no hubiera un mañana mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas, quería verificar que todo eso fuera real y no otro de esos sueños que tenía después de ver tantas fotos. Aunque apenas los recordaba, muy dentro de ella existía aún ese sentimiento que todo niño tiene hacia sus padres. El amor.
—¡Mamá... Papá! —exclamó entre un sollozo escandaloso de infante—¡Los... Extrañé... Mucho!
—Lo sé, cariño, ya no debes preocuparte —le susurró con ternura su madre.
—Jamás nos volveremos a apartar de ti —completó con un murmullo su padre. Y Lily supo que no metían.
Supo que no era un sueño, que realmente ellos estaban ahí y ella gozaba de su compañía. Por primera vez en mucho tiempo se sintió completa. Luna y Lincoln la habían cuidado muy bien, pero ella aún quería a sus padres y verlos ahí, de nuevo, fue la mejor sorpresa de su vida.
—La apestosita sí que creció —dijo con una risa su hermana mayor Lynn. Poco a poco las iba recordando—. Maldición, sí que todo cambió mucho.
—Eso significa que Lisa es la menor ahora ¿verdad? —razonó Lana.
—Solo porque perdí 5 años de la vida en la tierra, querida hermana mayor, pero con mi intelecto soy mucho más sabía que todos en esta habitación —fanfarroneó Lisa, cosa que le hizo recordar a su vieja compañera de habitación con fastidio y cariño.
—¿Y dónde están Lori y Leni? —preguntó Luan desde un sillón.
Lily, quién ya había abrazado suficiente a sus padres, se giró para ver a Lincoln y a Luna. Ella sabía que ellos conocían la respuesta, y mientras hacía memoria para recordar las voces de sus hermanas, sintió la mirada curiosa de alguien.
—Deben de haber aparecido en Great Lake City, con los Casagrande —explicó Lincoln—. Llamaré a Bobby...
—¡Espera, hijo! —Su padre lo paró en seco—. Por favor, dinos lo que está pasando primero. Si están con los Casagrande entonces están bien, pero... Por favor ya no nos dejes con más dudas.
—Yo los llamaré, Linc, explícales lo básico —dijo Luna dándole una palmada a su hermano—. Ya sabes a lo que me refiero, los detalles podemos dárselos después.
—Está bien —dijo con un suspiro el chico. Mientras Luna abandonaba la estancia, Lincoln bajó el volumen de la televisión para sentarse frente a todos. Lily se quedó a lado de su madre, expectante a saber qué tanto iba a contar. Y mientras Lincoln narraba, no pudo evitar ver las imágenes que pasaban por televisión. Los Vengadores parecían recibir ayuda... Una ayuda muy numerosa.
"Tal vez Logan esté ahí. Con él sí que ganarían" pensó mientras escuchaba atentamente las explicaciones de Lincoln.
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