Chasquido
Royal Woods, Michigan. Minutos antes del primer chasquido.
El mundo se había paralizado. Todos los canales de la nación más poderosa transmitían la misma noticia, desde los locales hasta los nacionales y privados. Una enorme nave de extraña forma se había divisado sobre las calles de Nueva York desde la mañana, otra más en Edimburgo horas después y un tercera hacía su aparición en la recién descubierta nación africana de Wakanda. La noticia era tal vez la más importante en la historia de la humanidad desde el 2012, la tierra estaba bajo una amenaza alienígena sin precedentes y ésta vez los Vengadores parecían estar en apuros.
En un mundo donde hay hombres que vuelan en hojalatas súper avanzadas, súper soldados de la Segunda Guerra Mundial, monstruos verdes y dioses nórdicos, la presencia de alienígenas no debía ser ninguna sorpresa. Y no lo era, Luna recordaba que cuando tenía 11 años, pegada al televisor, veía las imágenes del ataque chitauri en Nueva York. En ese momento había pensado en lo increíble que debió haber sido esa batalla entre los recién reagrupados Héroes Más Poderosos De La Tierra y el ejército de monstruos del espacio. Ahora, ya con 17 años, entendía lo grave que todo esto era para la humanidad.
Aunque ella y su familia vivían en un pequeño pueblo perdido en el norte de Michigan, el solo pensar que los alienígenas pudieran iniciar una invasión sistemática la aterraba. Primero las grandes ciudades caerían, el Estado se colapsaría y, cuando menos se lo esperarán, tropas de seres del espacio marcharían por las calles de su pueblo, o reptarían si no tenían pies. Así que, atenta al televisor, como el resto de su familia, esperaba conteniendo el aliento el desenlace de todo esto.
—En mis 25 años como corresponsal de guerra nunca me había tocado cubrir una batalla tan inmensa —dijo el reportero de la BBC—. En éstos momentos me encuentro en el borde de uno de los edificios más hermosos que he visto, con mi mirada atenta a una extensa pradera donde se extiende las fuerzas militares de Wakanda. El rey T'Challa prepara la defensa, los aliens se han reunido frente al campo de fuerza e intentan entrar a la ciudad... ¿Cuáles son los motivos? No tengo ni la menor idea, supuestamente solo el rey y el reducido grupo de Vengadores que se encuentran aquí lo saben. La mayoría son fugitivos, pero aun así pelean... Dios cuide a nuestros héroes y nos proteja, el campo de fuerza se ha abierto.
La comunicación se cortó y el presentador pidió paciencia por la falta de comunicación. Todos quedaron callados y las noticias fueron a un corte. El miedo de que aquella batalla fuera un fracaso para la especie humana era grande, pero lo era aún más la fe a sus héroes. Por la mañana Ironman había combatido valientemente contra los alienígenas de la nave de Nueva York, en Edimburgo se diviso a la Scarlet Witch, Captain America y otros Vengadores detener a los aliens de aquél lugar. Ahora aún más hombres combatían. Todos son héroes.
—¿Qué diablos quieren esos monstruos? —cuestionó Lana con molestia, la pequeña rubia de 8 años parecía bastante agitada—. Ésta es la segunda vez que aparecen.
—Según mis conocimientos y mis fuentes en el gobierno de nuestra nación, los alienígenas han estado buscando desde los años 90 alguna especie de fuente de poder increíblemente importante en el universo —intervino Lisa de 6 años, haciendo gala de sus conocimientos y contactos—. Parece que en esta ocasión han decidido triplicar la apuesta. Aunque no me explicó porque Edimburgo y Wakanda, supongo que el país africano debe resguardar aquella posesión tan preciada.
—Sea lo que sea, Ironman les va a patear el trasero a todos —dijo una despreocupada Lynn Jr.
—Te recuerdo, querida hermana mayor, que no se ha visto a Anthony Stark, alías Ironman, desde el ataque a Nueva York —dijo Lisa.
—Pero el Cap sí está en la escena —intervino una entusiasmada Lola—. ¿Acaso no oyeron al reportero? Todos los fugitivos estaban en Wakanda.
—Puede que también llegue Thor, él también es muy poderoso —dijo Lana.
—Pues tendremos que esperar hasta que termine la batalla para saberlo —dijo Luna apagando el televisor—. No van a pasar nada hasta que termine.
Las hermanas Loud que se habían reunido en la sala de estar, soltaron un largo suspiro que fue acompañado con quejas y gruñidos. La casa Loud estaba sobre la avenida Franklin, se le podía considerar una piedra entre los granos de arroz. Mientras que el resto del vecindario era tranquilo, aquella casa era la quintaesencia del caos y el ruido. Desde que cada niño, adolescente y adulto fuera mandado a casa por la aparición de la nave en Nueva York, la mayor parte de la familia Loud había estado atrincherada en su casa viendo la televisión.
—A comer, niñas y Lincoln —se escuchó la voz del padre de familia—. Puedo encender la radio para estar al tanto.
Luna era la mayor en esos momentos, Lori y Leni se encontraban en Great Lake City por la universidad, por lo que el miedo a que les pasara algo por estar en una ciudad también era un factor de preocupación. "Estamos con los Casagrande —les había dicho Lori—, estaremos bien." Era así como Luna debía ser la responsable de sus hermanas y hermano menores. Adoptando su pose autoritaria, llamó a los hermanos no presentes en la sala, a excepción de Lily que estaba dormida, para que comieran.
—¿Otra vez Gulash? —cuestionó Lola desde una esquina de la mesa.
—Con todo lo que pasó no me dio tiempo de traer más cosas del restaurante —dijo Lynn padre con voz seria—. Me aseguré de traer provisiones por si las moscas, y los documentos importantes.
—Está bien, cariño. Esto será por un día solamente —le dijo con dulzura su esposa Rita. Algo le decía a Luna que eso no era cierto.
Luna se encontraba en el recibidor viendo como Luan bajaba con algo de esfuerzo las escaleras, el yeso en la pierna izquierda era un problema, pero era tan terca que se negaba hablarle a Luna. "Esta estúpida pelea ya ha durado demasiado" pensó con amargura la rockera. Lincoln estaba en la estancia buscando su celular, el muy despistado lo había dejado botado en el momento que subió a su cuarto. Fue en ese momento, mientras Luna daba un vistazo al comedor, cuando todo comenzó.
Lola, haciendo caso omiso a una básica regla de cortesía, se disponía a empezar a comer su Gulash cuando la cuchara que sostenía se cayó al suelo. En primera instancia, Luna tomó eso como un simple error de una niña de 8 años, pero cuando miró bien el horror se apoderó de ella. La mano de Lola ya no estaba. Todos, casi por instinto, se giraron a verla y la niña petrificada veía como su cuerpo se desvanecía lentamente. Los gritos de horror no se hicieron esperar y Lana fue la primera en intentar ayudar a su gemela. Pero cuando la pequeña rubia se acercó cayó de bruces al suelo desvaneciéndose casi de golpe.
—¡¿Qué carajos...?! —soltó Luna mientras corría al comedor. Al entrar vio como Lynn Jr se aferraba a un balón mientras su cuerpo se desvanecía y las lágrimas corrían por sus mejillas. Lucy parecía una estatua, no mostró ninguna señal de miedo o sorpresa, simplemente se hizo polvo en silencio. Lisa corría de un lado al otro balbuceando quién sabe que cosas, hasta que sus piernas fueron historia y cayó para volverse polvo en un instante. Sus padres no hicieron más que abrazarse mientras contemplaban con horror la escena. Con lágrimas en los ojos y abrazados, ambos dejaron de existir.
Luna se giró sobre sus talones y regreso a la estancia. Encontró a Lincoln, el chico se encontraba arrodillado sobre un montón de polvo al pie de las escaleras y lloraba a moco tendido. A Luna le costó trabajo asimilar todo lo que estaba sucediendo, solo pudo procesar que aquel montón de polvo que Lincoln tomaba a puños era Luan. "Ni siquiera pude disculparme." No sabía qué hacer, el miedo comenzaba a hacerla respirar con dificultad. Se tocaba las manos de forma constante, miraba hacia todos lados, intentaba sentirse aún normal, aún viva. ¡¿Qué mierda estaba pasando?!
—Lincoln —balbuceó con voz temblorosa mientras se acercaba al chico. Él aún seguía aquí, todavía estaba vivo, pero ¿por cuánto? No quería perderlo, no podía permitirse perder a alguien más. Sin pensarlo dos veces, se precipitó hacia él y, arrodillándose a su lado, lo abrazó como nunca antes lo había hecho—. Todo va a estar bien —dijo sin creerlo—. Yo estoy aquí, hermano.
—No pude hacer nada —respondió entre sollozos—. Estaba ahí, casi cayéndose de las escaleras cuando... ¡No pude ayudarla, Luna! ¿Qué diablos está pasando? ¿Adónde se fueron todos?
—No lo sé —dijo ella con lágrimas en los ojos—. Los demás... También se fueron, pero aún estoy yo aquí, Linky. Todo estará bien.
Los dos se acercaron más el uno del otro, y lloraron sin tapujos. No entendían nada de lo que estaba pasando, no sabían qué era lo que había provocado todo eso. Solo tenían la certeza de que, sea lo que sea que haya pasado, ellos no volverían pronto. Estaban solos, desvalidos. Sin idea de qué les depararía el futuro. Todo era tan confuso, tan aterrador, que el llanto los tomó por sorpresa. Casi gritan de miedo.
—Lily —dijeron los dos, separándose, se precipitaron por las escaleras y fueron directo al cuarto de su hermana.
La pequeña niña de 3 años se encontraba aún ahí, estaba sobre el suelo y se sobaba el hombro mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Al parecer se había caído, no se acostumbraba a no tener corral. Ésta llamaba a gritos a su madre, a Luna le partió el corazón verla así, ignorante de lo que sea que estaba pasando. Sin pensarlo mucho, e intentando controlar su llanto, se acercó a su hermana. Ella seguía viva.
—Ya, ya, Lily —dijo Luna abrazando a la pequeña—. Todo va a estar bien, solo fue una caída pequeña.
—¡No! ¡También fue un sueño malo! —dijo la niña escondiendo su rostro en el cuello de su hermana—. Había monstruos malos que me querían comer.
—Solo fue una pesadilla, Lily —habló ésta vez Lincoln, dueño de sus emociones y sonriendo con tristeza—. Luna y yo estamos aquí, te vamos a cuidar muy bien.
—Quiero a mi mamá —exigió la pequeña.
—Mamá no está —dijo ya sin aguantar su fachada Lincoln, las lágrimas volvieron a salir de sus ojos tristes—. No está...
Luna tuvo que ser fuerte cuando Lincoln también la abrazó, el chico estaba asustado, tanto o más que ella. "Es apenas un muchacho, y Lily es muy pequeña" pensó mientras las lágrimas de sus hermanos humedecían su ropa. Ella no pudo seguir y también lloró, lloró por no saber qué era lo que estaba pasando, lloró por perder a su familia, pero también lloró de felicidad por tener aún a Lincoln y Lily con ella. "Los cuidaré, hermanitos, lo juro."
Great Lake City, Michigan. Minutos antes del primer chasquido.
La mayor parte de los Casagrande estaban pegados al televisor, más literalmente Carl que el resto. Era una visión un tanto extraña, y era aún más extraño que él se encontrará en el departamento a esa hora del día. "Debería estar en el mercado, puede que Vitto salga de su casa y necesite algo" pensó incómodo, mientras jugaba con un bolígrafo que encontró sobre la mesa. Por el color adivinó que era de Leni, su cuñada y amiga.
Desde que Bobby trajo a las dos Loud mayores al departamento, nadie había salido de él. La abuela Rosa se encontraba en la cocina, junto a la tía Frida y Leni. Las tres hacían lo posible por preparar una rica cena que calmaría los nervios de todos. Lori se encontraba en su celular, a lado de él, por su mirada sabía que estaba preguntando a cada uno de sus contactos si se encontraban seguros. De reojo vio que chateaba con Carol, era gracioso como habían pasado de ser rivales a mejores amigas en tan poco tiempo.
Sabía que su hermana estaba en su habitación, ella se había vuelto algo arisca con la edad y solo pasaba tiempo con Sid, su amiga del departamento de arriba. Ni siquiera su madre podía hacerla salir, por lo que siempre sorprendía cuando Lori la convencía. "Tengo 10 hermanos y la mitad de ellos está en la adolescencia, sé como tratarlos" decía la rubia con cierto orgullo. Lo que ninguna de las dos decía, pero que Bobby notaba, es que Ronnie Anne parecía ver en Lori una hermana mayor, un vínculo que hubiera deseado tener.
Su madre era quién más lo preocupaba en ese momento, ella se encontraba en el hospital de la ciudad, atendiendo a los pacientes de siempre y a muchos que se lastimaron por ataques de pánico. "No los culpo —dijo María cuando llamó por teléfono una hora antes—, ver un par de naves alienígenas en televisión debe ser algo chocante, me pasó en el 2012 lo mismo". Bobby recordaba ese año perfectamente, aún vivía en Royal Woods y los noticieros habían cubierto la batalla de Nueva York. "Ese fue el año en que mis padres se divorciaron" pensó con amargura el joven.
—Creo que ya va siendo hora de cenar, ¿verdad, Rosa? —dijo el abuelo Héctor despertando de su sueño en el sofá, ajeno a las últimas noticias—. ¡Bobby! ¿Qué haces aquí? ¿Quién está en el mercado?
—Papá, estamos en estado de emergencia, Bobby no puede abrir el mercado —explicó el tío Carlos con su característica voz condescendiente y amable.
—¿Estado de emergencia? ¿Pues que está pasando? ¿Es de nuevo ese tal Ultron o los superhéroes se están volviendo a pelear? —preguntó el anciano desconcertado.
—Son alienígenas ésta vez, abuelo —explicó Carl aún pegado al televisor—. ¡¿Vieron lo genial que se ve Wakanda?! Debe ser fantástico vivir ahí.
—Sería lindo ir de vacaciones ahí —comentó Leni desde la cocina—. Como que hay que ir ¿verdad, Lori?
—Aunque hayan abierto sus fronteras no significa que los turistas puedan ir —respondió la rubia mayor con aire distraído.
—¡Lori, Leni! ¿Cuándo llegaron, hijas? —dijo sorprendido el abuelo.
—Hace un par de horas, abuelito —dijo Leni con una sonrisa amable. Bobby recordaba que el viejo hombre les había pedido a los niños Loud llamarlo de esa manera tan familiar luego de la cena de Acción de Gracias en la tienda de Flip.
—Tal vez si no durmieras todo el día te enterarías de las cosas, viejo despistado —dijo la abuela apareciendo sorpresivamente detrás del abuelo y pegándole con leve fuerza con un cucharón de madera—. La cena ya está lista —siguió, cambiando su actitud y dirigiéndose al resto de la familia—. Vamos a la mesa. Quedó muy rica la comida, ¿verdad, Leni?
—Como que sí, abuelita —respondió la chica sonriente.
—La chica tiene un talento natural para hacer enchiladas, no le olvides de comentar la receta a tu padre, Lori
—No lo haré, abuela Rosa —le dijo con amabilidad. Si había algo que le gustaba a Bobby era ver que su novia, el amor de su vida, se llevara tan bien con su familia. Era como una más en la casa de los Casagrande y eso solo lo hacía desear con mayor deseo el día de su boda. "Faltan años, pero el tiempo pasa volando."
Cuando toda la familia se reunió en la mesa, Bobby vio como Ronnie Anne hacía acto de presencia en la sala. Usaba su característica chamarra rosada, pero ésta vez cubría su cabeza con el gorro. Se veía adormilada y de mal humor, ni siquiera saludó al resto, se limitó a tomar asiento junto a Bobby y a picotear las enchiladas que la abuela le había puesto frente a ella.
—Ronalda, primero debemos dar gracias —regañó la abuela a la pre-adolescente irritable.
—Patrañas —masculló la chica comiendo un poco.
—¿Qué cosas dices, Ronalda? —cuestionó el abuelo molesto.
—¿Para qué dar las gracias si no existe Dios? —El silencio que siguió a esa declaración fue total, y muy tenso—. Digo, un dios nórdico con martillo ésta en un grupo de superhéroes, ¿cuándo aparecerá Jesús para ayudar a los Defenders? Digo, con sus poderes de curación podría ayudar al demonio de Hell's Kitchen...
—¡Ronnie! ¿Qué rayos le pasa a tu brazo? —gritó Carl haciendo que todos prestarán atención al brazo de la muchacha. La sorpresa se apoderó de Bobby, su brazo se estaba volviendo polvo a una velocidad impresionante.
—¡¿Qué carajo...?! —exclamó Ronnie inclinándose hacia atrás, esto provocó que la silla se volcara y cayera, haciéndose polvo en un instante. El horror se apoderó del joven, quién se precipitó sobre el montón de polvo que hasta ese momento había sido su hermana. No podía pensar, no podía decir nada. Cuando logró mirar a su familia la pesadilla continuó.
El tío Carlos y la tía Frida, horrorizados, empezaban a desvanecerse. El lugar donde había estado CJ solo tenía un monticulo de polvo. Carlota intentó correr hacia su hermanito pero no dio dos pasos antes de dejar de existir. Los abuelos se abrazaban con fuerza, totalmente estupefactos, pero no evitó que el abuelo Héctor se hiciera polvo.
—Lori, ¿qué me está pasando? —La inocente voz de Leni se dejó escuchar en medio de la confusión. Bobby vio como su amada veía hacerse polvo a su hermana frente a ella. La tristeza era poderosa en Lori, por lo que Bobby se aferró a ella deseando que se quedara a su lado.
—¿Qué demonios está pasando? ¿Dónde están todos?
—Todo va a estar bien, bebé...
—Bobby, no me siento bien. —Al escuchar esas palabras venir de Lori el miedo enloqueció a Bobby, quién abrazó con más fuerza a la muchacha.
—Tú no, por favor, tú no...
—Bobby... —Él la miró, ya no quedaba mucho de ella—. Te amo...
—No me dejes, Lori, no tú. Yo también te amo, no te vayas...
Pero Lori se desvaneció. Bobby no pudo llorar, ese trabajo se lo quitó Carl quién se aferró a él, pisando el polvo de Lori y Ronnie Anne. "Carl, no las pises, son todo lo que me queda" pensó absorto en su dolor. Solo pudo mirar a la abuela que trataba de consolar al pequeño Carlitos y él, inconscientemente, hacía lo mismo con Carl. "Ésta es toda mi familia".
—¡Ronnie Anne! —una voz familiar se escuchó desde la habitación de su hermana. En poco tiempo hizo acto de presencia la mejor amiga de la chica, Sid Chang. Los ojos de la niña asiática estaban rojos, la confusión se apoderaba de sus facciones. Cuando miró a Bobby al borde del colapso la niña lo entendió. Cayó de rodillas y lloró a moco tendido—. ¡Mamá, papá, Adelaine, Ronnie!
Todos lo habían perdido todo, solo había un pensamiento coherente en la cabeza de Bobby: "Debo llamar a mamá."
Royal Woods, Michigan. Minutos después del primer chasquido.
—¡¿Qué carajos está pasando?! —la voz de su hermano era estruendosa, dejándose escuchar sobre el crepitar de las llamas sobre la madera. Lo suficientemente fuerte como para sacarla de su transe—. ¡¿Adónde se fueron todos?! ¿Por qué nadie nos ayuda?
Todo había sucedido tan rápido que no le dio tiempo de digerirlo. Sus padres, minutos antes estaban ahí con ellos, su padre reparaba el cableado en la cochera y su madre cocinaba. Ella salió con una linterna, ya había oscurecido, e iluminaba el viejo transformador. Aunque no le parecía correcto que estuvieran haciendo eso en medio de una crisis mundial, al señor Sharp le pareció una idea maravillosa. Sabía que Simon y su madre estaban haciendo un poco de Currie, la comida favorita del chico, y con la luz de las velas no era muy cómodo cocinar.
—No queremos perdernos cómo los héroes le patean su trasero estelar a esos aliens, ¿o sí? —Ese fue el argumento del hombre para reparar el cableado esa noche. Sam no pudo contradecirlo.
Pero eso había quedado en el pasado, el hombre reconectó la energía pero su labor fue un fracaso. Los cables mal reparados terminaron haciendo corto y el fuego se extendió rápido, el Sr. Sharp intentó llegar al extintor pero fue cuando se tornó extraño. El brazo del hombre desapareció, luego el resto de su cuerpo comenzó a hacerse cenizas hasta no dejar rastro, todo bajo la atenta mirada de Sam. La muchacha quedó helada y el fuego se extendió más rápido de lo que imaginó. No supo nada de ella hasta que entró desesperadamente a la casa. Simon lloraba, mamá también se había ido frente a él y no tenían tiempo que perder. Él salió y Sam sacó unas cuantas cosas importantes. Los documentos importantes, las libretas de Simon, su vieja guitarra, un par de fotos y las llaves del auto. Nuevamente quedó atónita viendo arder su casa, viendo el fuego consumiendo la madera. No hizo nada por salvarla.
—¡Sam! —volvió a gritar Simon, lloraba, estaba asustado y su desesperación era notable—. ¿Adónde fueron papá y mamá?
Sam por fin pudo reaccionar, abrazó a su hermano y al borde del camino que llevaba a la que antes era su casa, lloraron como si no hubiera un mañana. Lloraron por lo que perdieron, lloraron porque nadie acudió a su llamado de emergencia, lloraron por no saber lo que estaba pasando. Estaban solos y lo habían perdido todo, pero Sam debía sacar a su hermano de ahí, debía mantenerlo a salvo.
—Simon, chico, tranquilo —dijo ella recuperando la compostura—. Debemos irnos, debemos salir de aquí.
—Pero ¿la casa...?
—No vendrá nadie, lo que sea que esté pasando, pasó en todos lados. —Sam notó la total ausencia de personas en toda su calle—. No hay nadie aquí y los bomberos no llegarán, no pronto. Debemos encontrar un lugar seguro donde pasar la noche, debemos hacerlo pronto.
—¿Dónde? No tenemos familia en el pueblo y nuestros vecinos también se esfumaron —sollozó el adolescente.
Sam quedó muda ante tal respuesta, la verdad es que no había pensado adonde ir. Su familiar más cercano estaba en Detroit y no estaba segura si seguía existiendo su tía Shayna. Sam debía pensar rápido, la noche se tornaba cada vez más oscura y el fuego era más grande a cada segundo. Simon volvía a llorar y el ruido en el pueblo aumentaba, sirenas se oían a lo lejos pero no venían aquí. Solo había un lugar donde podían recibirlos, pero el miedo a saber la verdad la mantuvo alejada de creer que podía ir ahí.
—Sé dónde nos pueden recibir —le dijo Sam, intentando tranquilizar al chico—. Si sigue Luna viva... Puede que nos reciban.
—¿La llamaras?
—Sí...
Era más fácil decirlo que hacerlo, el celular no la había abandonado en ningún momento de la crisis, brevemente pensó en la gran dependencia que había desarrollado a ese bendito aparato. Pero ahora era su mejor aliado, si las líneas aún funcionaban, ella podía llamarla. Marcó los primeros dígitos de memoria y la inteligencia artificial del celular le brindó la opción que buscaba, la foto de Luna y unos corazones aparecieron en su pantalla. Decidió no perder más el tiempo y la llamo. La espera fue eterna, en el breve lapso en el que el primer timbrazo retumbó en la línea, la mente de la rubia pensó en todos los escenarios posibles. Con el segundo timbrazo, los escenarios se resumieron a 2: que Luna siguiera con vida y tardará en responder o que ella también...
—¡¿Sam?! —Era ella, su voz ligeramente rasposa jamás le pareció tan hermosa. La rubia sintió como él peso del mundo dejó sus hombros y por primera vez desde que se recluyo en casa, sonrió.
—¡Luna! ¡Gracias a Dios estás bien! —dijo con la voz a punto de quebrarse, sus ojos se cristalizaron y los labios le temblaron.
—Lo mismo digo, amor... Tenía tanto miedo de que... ¿Cómo está tu familia? —Notaba su genuina preocupación, aunque odiaba perder la emoción momentánea, recordó su motivo de llamarla.
—Solo estamos Simon y yo... —dijo apesadumbrada.
—Dios mío, lo siento tanto...
—¿Y tú familia, Luna?
—La mayoría desapareció... Solo quedamos Linc, Lily y yo... Aún no sé nada de mi abuelo o mis hermanas mayores...
Los sollozos se dejaron escuchar al otro lado de la línea, reconocía la infantil voz de Lily. Si ella estaba confundida, asustada y muy triste, no se podía imaginar a la pequeña hermana de su novia. Tomó aire antes de volver a hablar, Luna había murmurado un par de cosas respecto a lo sorpresivo que había sido todo, pero no duró mucho esa intención de tocar el tema. Sam finalmente le diría su intención principal, antes que nada debía poner a salvo a Simon.
—Luna, amor, sé que esto puede ser repentino pero... —¿Cómo pedírselo? Acababa de perder a la mayor parte de su familia, pero ¿acaso Simon y ella no estaban en la misma situación? Incluso ellos habían perdido su casa—. Mi casa... Se incendió y parece que hay desastres por toda Royal Woods. Yo quería...
—Vengan inmediatamente, sí pueden quedarse con nosotros... Hasta que todo se arregle. —Luna la había entendido perfectamente, eso la tranquilizaba—. ¿Su auto...?
—Aún intacto, puedo conducir hasta allá.
—Hazlo despacio, el pueblo debe ser un maldito pandemonium. No quiero que les pase nada, estaré afuera esperándolos.
—Gracias, Luna... Te amo.
—Yo también te amo, Sam.
Sam colgó y soltó el aire que había estado sosteniendo durante toda esa conversación. Escucharla le alegraba, no tanto como para olvidar lo horrible que era ver desaparecer a su padre frente a sus ojos, pero por lo menos le traía consuelo. Miró con detenimiento a Simon, veía atentamente a las llamas consumiendo por entero la vieja casa de madera y se esparció hacia la casa contigua. "Esto es como el maldito infierno" pensó con amargura la peliteñida y posó su mano en el hombro de su hermano.
—Debemos irnos, los Loud nos recibirán.
—¿Cuántos de ellos? —preguntó con voz apagada. "Al menos no está de neurótico como hace rato" se consoló.
—Tres. Luna, Lincoln y Lily... Conoces a Linc ¿verdad?
—Sí, vamos a la misma clase...
—Entonces no hay problema, se llevarán bien.
—¿Cuánto estaremos con ellos?
—No lo sé, ahora no pensemos en eso. Vamos, Simon, hay que partir.
Ambos subieron al auto y la chica inició el trayecto rumbo a la Avenida Franklin, conduciendo con relativa lentitud totalmente al pendiente de su alrededor. La mitad de Royal Woods parecía un cementerio y la otra mitad un caos. ¿Qué era lo que había pasado? No lo sabía, pero rogaba a Dios que terminara pronto.
Royal Woods, Michigan. Media hora después del primer chasquido.
Lincoln vio la escena desde la ventana. Lily hacía rato que se había vuelto a quedar dormida, ahora descansaba plácidamente en el sofá grande de la estancia. Lincoln pensó que ella parecía olvidar todo en medio del mundo del ensueño, pero sabía que al despertar se daría cuenta de esa cruda realidad. También agradecía que Lily no hubiera visto a nadie desaparecer, él solo había visto a Luan y con eso bastó para casi enloquecer.
Ya había pasado casi 15 minutos desde la llamada repentina de Sam, las líneas colapsaron poco después, pero los hermanos lograron contactar con un par de personas antes. Bobby les dio más malas noticias, unas muy duras para los Loud, dejando a Luna como responsable de él y Lily. Clyde parecía estar bien, sus padres no se habían esfumado, pero sí unas tías que estuvieron en Royal Woods de visita. Y el abuelo... Bueno, Mirtle era polvo como el resto de los Loud, él fue quien se tomó peor la noticia de la desaparición de casi toda la familia. Llorando les dijo que en la mañana estaría ahí, con ellos. "Cierren todo, no se les ocurra alojar a algún desconocido. Estamos en medio de un maldito caos, deben ser fuertes antes de que llegue... Por favor, cuídense" les dijo el hombre antes de que las líneas se cortarán.
Ahora Luna esperaba a Sam, con un bate de béisbol en la mano por cualquier inconveniente, atenta a la llegada de los hermanos Sharp. "Ellos deben estar pasándola mal, todos lo estamos" pensó Lincoln con amargura. Trataba de controlarse, pero era casi imposible no derramar una lágrima de vez en cuando. Hace tan solo una hora estaba en su habitación, terminaba los últimos toques para el regalo de cumpleaños de su padre. Con la ayuda de Stella había aprendido a tejer y él mismo le había hecho una corbata, era algo repetitivo, pero sería la primera hecha a mano por él. Lo mejor: está tenía una serie de leyendas en las que se leían los platillos favoritos de su padre. ¿Qué haría con eso ahora? "Él se ha ido y yo no sé hacer el nudo a las corbatas" pensó con frustración.
El ruido de un auto lo sacó de sus depresivas reflexiones, con la limitada visión que tenía desde la ventana, observó un viejo Lincoln Continental del 70, negro. El auto era grande, pero se veía un tanto descuidado y torpe al avanzar tan lento entre los coches abandonados en medio de la avenida. "Parece que muchos conductores se desvanecieron" pensó el albino al ver el panorama. Cuando el Continental se estacionó frente a la acera de su casa y vio como Luna abandonaba su posición de defensa, supo que se trataba de los Sharp.
Sam fue la primera en bajar, sin importarle cerrar la puerta tras de sí, se deslizó por el capote como una profesional en el parkur y corrió al encuentro de Luna. Luna había dejado atrás su bate y abrazó como nunca a su chica, amabas parecían conmovidas por su reencuentro, las lágrimas se deslizaban por sus enrojecidas mejillas y por un momento parecían haber olvidado lo que pasaba en el mundo. El beso de reencuentro fue largo, apasionado y lleno de ternura, pero cuando se separaron y notaron la presencia de Simon saliendo del Continental negro, ambas cayeron en cuenta que el mundo seguía ahí, aún de la mierda.
Luna adoptaba, de nuevo, una posición defensiva mientras Sam estacionaba bien su auto, junto a la casi destartalada Vanzilla. Simon, en cambio, parecía renuente a entrar. Avanzaba con las manos juntas, mirando con desconfianza la vieja casa de los Loud. Su rostro era una oda a la tristeza, sus ojos aún estaban enrojecidos por llorar, sus labios temblaban y su piel estaba más pálida de lo normal. Su estado conmovió a Lincoln, quien recordó su relación con el rubio un poco regordete que se encontraba afuera. "Apenas si cruzamos palabra de vez en cuando —se dijo el albino—. Con él solo se puede hablar de videojuegos y comida."
Lincoln, aunque conocía a Sam perfectamente y confiaba en ella, estaba un poco renuente a alojar a los Sharp en su casa. "El abuelo nos dijo que no lo hiciéramos" pensó con cierta amargura. No conocía tan bien a Simon, y parecía que Luna no se había dado a la tarea de concretar una relación de amistad con su cuñado, como Sam lo hizo por lo menos con él y con Luan en su tiempo. Pero no se opuso al ofrecimiento de su hermana mayor, ahora no era momento de ser egoístas.
—Pasen, debemos ponernos a salvo. —La voz de Luna resonó en el recibidor. Lincoln, con paso lento, se alejó de la ventana y se puso en medio de la sala. Veía inquisitivamente a los invitados.
—Hola, Linc —saludó con una sonrisa desganada Sam al chico. La luz artificial de las bombillas resaltaban la palidez de su rostro, cosa que no lograban las lámparas LED de afuera.
—Sam, Simon —dijo Lincoln con voz casada mientras tomaba asiento junto a la pequeña Lily—. No es muy afortunado vernos de esta manera ¿verdad?
—Al menos aún podemos vernos —murmuró Simon con voz apagada, casi sombría.
—Esto es una maldita mierda —masculló frustrada Sam, ocultó su rostro con sus manos—. ¿Qué carajos está pasando? ¿Adónde se han ido todos, Luna? —Se giró hacia la castaña y la miró con gran intensidad.
—No lo sé —fue lo único que pudo responder—. Sea lo que sea que esté pasando, debemos ser cautelosos. Parece que el pueblo enloqueció y esto pasó en todos lados... Bobby llamó desde la ciudad, Lori y Leni también... Ya sabes. Como sea, esta mierda es en todo el mundo.
—¿Todo el mundo? —dijo Simon sin mirar a nadie en específico—. ¿Es el fin? ¿Ellos no volverán...?
—¡Claro que lo harán, Simon! —dijo con brusquedad la rubia con un mechón azul eléctrico—. Debemos ser fuertes y esperar el regreso de todos, ¿o no, Luna?
La castaña se quedó callada, con dificultad le devolvió la mirada a su novia para después apartarla, un suspiro escapó de sus labios. Con la mirada gacha y la expresión de tristeza y confusión, le respondió a la rubia. Todo rastro de esperanza despareció del rostro de Sam y eso fue un golpe duro para su hermano... Y para Lincoln. Para el chico, aquella joven era la representación de la fuerza de voluntad y el optimismo, siempre dispuesta a luchar y no ceder, y sobre todo, nunca perdía la fe. Verla devastada lo dejó sin aliento.
Apartó la vista de aquella triste escena, la voz de Simon murmuró un par de frases derrotistas que Lincoln no quiso oír. Fijo su atención en Lily, la pequeña niña de cabellos rubios pálidos dormía plácidamente. Sus pequeños manos se acomodaban sobre su barriga un poco abultada, sus mejillas era redondas y sus labios infantiles delgados. En su rostro se veía la paz, la inocencia y la ¿felicidad? Sí, una pequeña sonrisa se dibujó ahí. Con cuidado acarició el cabello de la niña y acomodó un mechón rebelde tras la oreja de su hermanita. "Ella suele usar coletas, pero también se ve bien con el cabello suelto" pensó Lincoln.
Al verla tan ajena a las desgracias del mundo, tan tranquila e inocente. Su corazón se calentó, e inconscientemente se dibujó una sonrisa en sus labios. Él creía que las cosas volverían a la normalidad, él debía ser fuerte por ella, por Lily. "No lo perdimos todo, aún te tenemos a ti, Lily."
—Sam tiene razón —dijo de pronto sin apartar la vista de Lily—. Debemos ser fuertes hasta el regreso de nuestras familias. Puede que ésta situación de mierda nos haya arrebatado lo que más queríamos, puede que todo parezca irremediable. Pero si algo nos han enseñado los Vengadores, nuestros héroes, es que siempre hay una esperanza si queda alguien dispuesto a combatir. —Lincoln se giró, los tres lo veían con expectativa—. No importa lo que pase a partir de ahora, nos tenemos los unos a los otros, aún quedamos nosotros para luchar un día más. Debemos ser fuertes, por los que se fueron, debemos seguir adelante... Juntos.
Aquél nefasto día en que los Vengadores se vieron derrotados ante el ataque de Thanos, ese día Lincoln aprendió que si aún quedaba alguien de pie la esperanza no moriría jamás. Aunque los héroes tardarían un poco en comprender eso, Lincoln y su nueva familia lo entendió al instante. Ese día fue el primero de su nueva vida, una llena de retos y experiencias únicas. Pero, sin importar lo difícil que se pusiera la cosa, todos contaban con el resto para ayudarse. Unidos vencerán.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro