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Capítulo 9

Desperté abruptamente al escuchar golpes en la puerta. No había solicitado el desayuno en mi habitación y no era horario para que vinieran a limpiar, ya que planeaba salir al mediodía. A menos que hubiera sonado la alarma sin darme cuenta. Busqué mi celular a tientas para verificar la hora, eran las nueve y media de la mañana. Me destapé y me froté los ojos, incapaz de mantenerlos abiertos debido a que me había acostado demasiado tarde.

Cuando abrí la puerta, no tuve tiempo de reaccionar; alguien me apartó y la cerró de golpe.

—No quiero que me encuentren, podría haber fotógrafos —dijo la voz, una voz que reconocí de inmediato. Al levantar la mirada, me di cuenta de que estaba en mi habitación, sin previo aviso, irrumpiendo en mi privacidad mientras yo aún llevaba piyama. Absolutamente genial.

—¿Qué haces aquí? —traté de contenerme para no gritar.

—Solo quiero hablar contigo —dijo con un dejo de duda.

Decidí alejarme de él, creando una distancia segura. Podía enfrentarlo, pero la dinámica era diferente cuando estábamos solos y en un lugar tan íntimo. Lo escudriñé rápidamente; vestía de manera deportiva, con una gorra que no conseguía ocultar sus rizos.

—¿Qué necesitas? —traté de mostrarme un poco más abierta. Al fin y al cabo, tendría que hacerlo cuando estuviera frente a Lucca, así que era mejor comenzar a practicar desde ahora.

—Hablar sobre Lucca —pronunció con cuidado—. Planificar cómo introducirme y cuándo lo haré.

—Bueno —hice una mueca—. Lucca ya sabe que vas a verlo, está un poco entusiasmado al respecto. No estoy segura de dónde podríamos planear el primer encuentro.

—Algo casual. Pensé que podría ser en uno de tus restaurantes. Podremos manipular la situación, colocaremos a alguien de nuestra confianza para que saque pequeños fragmentos de lo que suceda y tome algunas fotos borrosas.

—No suena mal —admití.

Un silencio profundo llenó la habitación. Era una conversación que fácilmente podríamos haber tenido a través de una videollamada o con un simple mensaje de texto, pero él se había tomado la molestia de presentarse en mi habitación para abordar el asunto en persona. Bueno, no precisamente con previo aviso, pero opté por interpretarlo como un gesto de querer hacer las cosas de manera relativamente adecuada.

—¿Hay algo más? —pronuncié, esforzándome por no escudriñarlo como él estaba haciendo conmigo ahora mismo.

—Quiero que todo salga bien —hizo una pausa—. Estoy nervioso. No puedo evitarlo, no quiero complicar la situación más de lo que ya está.

Me mordí el labio mientras intentaba organizar las palabras para sonar lo más correcta posible. Comprendía su perspectiva; estaba a punto de ver a su hijo por primera vez, aunque él lo hubiera abandonado. Deseaba que todo saliera bien para que Leonardo desapareciera rápidamente de nuestras vidas, pero no podía evitar sentir un resentimiento latente. Esperaba que le resultara difícil ganarse a Lucca.

—Entiendo que estés nervioso, pero sabes que esto no será fácil para él, ¿verdad? —le recordé, manteniendo mi tono calmado—. Lucca ha pasado la mayor parte de su vida sin ti, y de repente aparecer así puede ser abrumador.

Leonardo asintió, visiblemente afectado por mis palabras. Parecía más vulnerable de lo que había anticipado, y por un momento, me pregunté si realmente estaba preparado para enfrentar las consecuencias de sus acciones.

—Solo asegúrate de ser honesto con él, de explicar por qué no estuviste presente en su vida antes. Si intentas manipular la situación o esconder la verdad, solo empeorarás las cosas.

Él suspiró y se pasó una mano por el cabello. Parecía estar considerando mis palabras.

—Tienes razón. Solo quiero tener la oportunidad de ser parte de su vida, de conocerlo.

Suspiré, sintiendo una mezcla de compasión y escepticismo. Aunque quería darle la oportunidad de redimirse, no podía evitar cuestionar sus motivos y la autenticidad de sus palabras.

—Habla con Lucca con honestidad, pero también prepárate para aceptar sus emociones y decisiones, incluso si no son las que esperas. No puedes forzar una conexión que no está destinada a ser.

—No quiero forzar nada —hizo una mueca—. Perdón por lo que sucedió, no fue mi intención.

Opté por mantener un contacto visual más severo; una simple disculpa no podía deshacer el enredo en el que nos encontrábamos. El escándalo mediático resultaba abrumador, con una exposición excesiva, especialmente para un niño pequeño. No estaba contenta de volver a verlo; no era necesario, y no estaba preparada para ello. Me había convencido a mí misma de que eso no volvería a ocurrir.

—Y aquí estamos —señalé con un gesto a ambos—, debido a tus descuidadas decisiones.

Él me miró confundido por mis últimas palabras, como si no pudiera comprender mi reproche. Estaba ligeramente desconcertado y brevemente cerró los ojos, como si supiera que yo sabía cómo todo se difundió en la prensa. Era sencillo de entender: llevó a una mujer a la cama que resultó ser casualmente una periodista, y esta indagó en sus asuntos hasta encontrar algo de valor.

«¿Todavía conserva esas fotografías?»

Negué con la cabeza ante ese pensamiento estúpido.

—Lo lamento.

—Es lo único que sabes decir —me alejé hasta llegar a la ventana de la habitación.

—Se solucionará y no nos volveremos a ver. Cada uno seguirá con su vida, como me pediste desde que nos separamos.

—Espero que así sea —corrí la cortina blanca para permitir que la luz entrara y poder contemplar el mar.

Escuché el sonido de papeles y observé cómo me entregaba lo que parecía ser el nuevo contrato.

—Thiago lo redactó cuando lo llamaste. No sabía que eras abogada; mi hermano me lo comentó.

Traté de evitar el contacto al recibir los papeles, ganando esta pequeña batalla. Pasé por su lado hasta llegar a mi bolso, tomé el bolígrafo y examiné las nuevas cláusulas.

—Pensé que estudiarías otra cosa —colocó una de sus manos en su bolsillo del pantalón.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí —respondí.

—Lo sé —su mirada adquirió una expresión más triste—. Pensé que querías estudiar... que querías restaurar arte, como me habías comentado... obras dañadas o envejecidas.

Levanté la mirada para observarlo; estaba apoyado en el marco de la ventana, que abrió un poco para dejar entrar aire, mirándome con atención, como si estuviera genuinamente interesado en mi respuesta.

«Como en los viejos tiempos»

—Necesitaba estudiar algo que ayudara a mi familia... al restaurante.

—¿Por qué?

—Después de que Lucca naciera, el restaurante quebró. Nos estafaron y robaron nuestro dinero; el abogado y el contador fueron los responsables. Odio los números y elegí abogacía porque era más factible. No quería que volviera a pasar, necesitaba tener el control. Marcus Collins invirtió dinero y se unió con su hermana como inversores; su madre era fanática de nuestra comida y lo hicieron como un favor para ella. El restaurante volvió a brillar.

—No lo sabía —hubo un breve silencio—. Marcus es un buen tipo, un poco serio... pero me alegra que esté involucrado. ¿Cómo se encuentra tu familia?

Ignoré su pregunta firmando los papeles; estaba dentro del marco que había establecido con Thiago y quería que Leonardo se fuera lo más rápido posible de mi habitación. La colonia que llevaba me traía recuerdos; el movimiento que hacía con los anillos era tan característico de él. Estaba nervioso; lo conocía demasiado bien. Su presencia estaba volviéndome loca y necesitaba mantener el control. Demasiado tiempo habíamos estado juntos; era hora de separarnos.

«¿Otra vez?»

—Ajustaremos los últimos detalles cuando la fecha para vernos esté cercana. Gracias por traerme los papeles; me hiciste un favor.

—No hay problema... Liang.

Tomó los papeles y los guardó en una pequeña carpeta azul, despidiéndose con una leve sonrisa que intentó disimular para que no fuera tan evidente. Me alejé de él y abrí la puerta para que pudiera irse rápidamente, lo cual hizo. Al cerrarla, apoyé mi frente en la misma, tratando de procesar nuestra conversación de identificar la razón por la cual había venido y entender si lo que había hecho tendría consecuencias en el futuro. También trataba de descifrar si la colonia que quedó impregnada en la habitación sería suficiente para volverme loca.

2017, Italia

—Algo que me encanta de ti es tu perfume —murmuré mientras acariciaba su cabello, parecía disfrutar ese pequeño gesto—. Tiene una fragancia tan... amaderada, picante y con un matiz de bergamota. Me encanta.

Dejé un beso en su mejilla y él me atrajo más hacia su cuerpo. Estábamos en la playa, ambos acostados en la misma tumbona debajo de una sombrilla. Solo quedaba un día más y tendría que volver a casa, algo que ninguno de los dos quería que sucediera.

—Me alegra que te guste porque fue un regalo de mi madre para mi cumpleaños. Es una tradición para ella.

Una de sus manos reposaba en mi cadera, apretándome de vez en cuando contra su cuerpo o dándome pequeños masajes. Aunque era temprano para meterse al agua y estar expuestos al sol, era un día ideal para disfrutar al aire libre sin que la humedad fuera sofocante; era un regalo de Dios.

Leonardo llevaba un bañador sencillo de color negro, junto a sus gafas de sol. En mi caso, llevaba el único traje de baño que había alcanzado a poner en la maleta: un top con cuello cuadrado y la parte de abajo era de tiro alto, lo que básicamente resaltaba mi figura. Era un modelo al que estaba acostumbrada a usar.

—Vamos a seguir viéndonos —susurré, casi esperando que no pudiera escucharme, pero logrando quitarme ese peso que llevaba en el pecho.

—Sí —dijo con simpleza.

—¿De verdad? —Me levanté para observarlo; él se quitó los lentes.

—No puedo creer que pensaras que no lo haríamos —me tomó suavemente de la nuca para unir nuestros labios—. Será difícil separarnos —pronunció después de besarme.

—Eso espero.

Continuamos besándonos, dejándonos llevar por la conexión que aún persistía entre nosotros. El sonido de las olas rompiendo en la playa y el suave murmullo de la brisa creaban un ambiente íntimo y relajado. La tumbona se convirtió en nuestro pequeño refugio en medio de la extensión de arena dorada. Sus manos recorrieron con ternura mi espalda, y las mías se deslizaron por su torso con familiaridad. Nos separamos por un momento, pero nuestras miradas continuaron hablando el uno al otro, expresando lo que las palabras no podían.

—Esto es complicado, ¿verdad? —murmuré.

—Lo es, pero no puedo negar que te extrañaré. —Él acarició mi mejilla con el pulgar. Una mezcla de emociones se reflejó en su mirada, y supe que compartía ese sentimiento de tristeza por separarnos.

—Quizás podamos hacerlo funcionar —sugerí, queriendo creer en una pequeña posibilidad de seguir estando juntos.

—Lo intentaremos. —Leonardo sonrió, un destello de esperanza brillaba en sus ojos. 

Como saben me gusta dejar algunas imágenes para dar un poco más de contexto a la historia, espero saber su opinión y lamento haber actualizado tarde. ¡Que tengan un lindo día tulipanes! 

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