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Capítulo 8

Inicié la videollamada y esperé ansiosamente a que mi madre se uniera. Ella era la única persona a la que podía acudir para obtener orientación en esta situación sin sentirme constantemente juzgada. Sabía que tanto mi padre como mi hermano no dudarían en señalarme como una ingenua por enamorarme de Leonardo.

—Tienes un aspecto un tanto desgastado ahora mismo —fue lo primero que dijo cuando apareció en la pantalla—. Imagino que esa conversación fue difícil, ¿verdad?

—Hola, mamá.

—Hola, hola —mi madre respondió con una sonrisa—. Ser adulto puede ser bastante complicado, ¿no?

—Por favor, no empieces —hice una mueca—. Te elegí a ti para que fueras comprensiva.

—Solo estoy bromeando un poco para aligerar el ambiente. Cuéntame, ¿cómo te fue?

—Horrible, dos contratos. Uno de confidencialidad y otro para modificar la custodia —sentí un nudo en el pecho al pronunciar esas palabras.

—Él quiere modificar la custodia —mi madre esbozó una sonrisa irónica—. No esperaba que sacaran esa carta tan rápido. El otro acuerdo era bastante obvio.

—Fue insultante —corregí—. Fue realmente insultante.

—¿Firmaste alguno de los acuerdos? —mi madre jugueteó con sus anillos.

—Solo uno. El de la custodia... él quiere ver a Lucca algunas veces al mes, supuestamente para mantenerlo a salvo de la prensa, quieren que ambos se vean juntos para que los paparazzi los dejen en paz.

—No suena tan mal —respondió mi madre—. Es interesante, creo que puede ser un buen acuerdo.

No esperaba esa respuesta. No pensé que ella consideraría apropiado que Leonardo, de repente, quisiera establecer un vínculo con Lucca. No quería exponer a mi hijo de esa manera.

—No quiero que Lucca se vea expuesto de esa manera —dije con firmeza.

—¿Le has preguntado a Lucca si quiere conocer a su padre? —mi madre mostró interés en mi respuesta.

—No quiero darles falsas esperanzas para que luego Leonardo decida que no quiere continuar con la relación, que se aleje de nuevo y no vuelva nunca más... No quiero que Lucca sienta que no es suficiente.

—Lucca es curioso, y aunque pueda parecer pequeño, entiende mucho más de lo que crees. Ha visto muchos ejemplos en la escuela: padres ausentes, divorciados, cariñosos. Solo siente curiosidad.

—Tengo miedo de que salga lastimado, es mi deber como madre protegerlo de eso.

—Pero siente curiosidad —mi madre enfatizó—. Me lo ha dicho muchas veces. Solo es curiosidad... Si no es lo que espera, sabe que tiene a su familia aquí para él.

—No modificaré la tenencia —dije segura—. No servirá.

—Bueno, puedes hacer algo más... un acuerdo menos estructurado. Tal vez que ambos se conozcan, beneficia a Leonardo con su imagen y satisface a Lucca con su curiosidad.

—Lo pensaré.

—Habla con Lucca —mi madre me recomendó—. Sé que no te gusta hablar de Leonardo y tu hijo lo tiene muy claro, pero la comunicación es lo mejor que puede pasar en una relación. Ya sabes, compartir lo que pensamos y llegar a un acuerdo.

Lo comprendía y había experimentado muchas instancias de esto a lo largo del tiempo. La falta de comunicación desgarraba todo a su paso como una avalancha incontrolable que te hacía sentir atrapado, luchando desesperadamente por alcanzar la superficie. No tenía la valentía de expresar lo que sentía, lo que había llevado al fin de mi relación con Leonardo, quien tampoco mostró valentía ni disposición en luchar. Quizás esto también había sido la causa de que mis relaciones fallaran, aunque afortunadamente la comunicación había mejorado. Mi disposición para mantener relaciones se veía afectada por el trabajo, ya que requería demasiado esfuerzo intentarlo solo para acabar con el corazón roto.

Esa es la razón por la que quería proteger a Lucca; un corazón roto es difícil de reparar, la decepción y el dolor que conlleva son abrumadores. Amar a alguien y luego sentirse decepcionado es una de las experiencias más dolorosas que puede vivir una persona. Nunca le oculté a Lucca quién era su padre; siempre lo supo y comprendió que Leonardo no estaba dispuesto a conocerlo ni a darle esa oportunidad. No quería que mi hijo se ilusionara con su padre, solo para que Leonardo lo apartara como si nada una vez que la prensa estuviera satisfecha y buscara su próxima víctima.

No sabía cómo manejar esta situación sin atraer más atención y la intromisión de la prensa en nuestra vida, que debería ser privada, pero que ellos consideraban un tesoro para obtener información fresca sobre celebridades y ganar dinero. La reputación de Leonardo ya estaba fuera de control en los últimos tiempos, y la prensa había sido astuta al explotarla. Este nuevo evento era como una dosis adicional de atención para ellos.

Mi atención volvió a centrarse en la computadora cuando escuché un ruido y vi la mueca en el rostro de mi madre. Cerré los ojos y solté un suspiro, consciente de que mi hijo probablemente estaba escuchando la conversación.

—¡Lucca! —exclamé con un tono excesivamente alegre, como si hubiera sido sorprendida haciendo algo incorrecto—. ¿Cómo estás, cariño?

—¡Hola! —respondió con entusiasmo—. Estoy muy bien. La abuela hizo una torta de chocolate y almorzamos lasaña, mi favorita. Mañana comeremos pasta al pesto, ¡me encanta!

Había tantos tipos de comida en el mundo, demasiados. Y mi padre era el responsable en la familia de que probáramos diferentes platos o sus creaciones que combinaban sabores exquisitos. Mi hijo había elegido los mismos platos que a Leonardo le gustaban, sin saber que también eran los favoritos de su padre.

—Me alegra escuchar eso, cariño —dije, moviéndome para que se viera mejor en la cámara.

—Escuché que Leonardo quiere verme.

—Sí —respondí en voz baja—. Pero solo será algunas veces porque está ocupado.

Lucca no pareció preocupado por mi respuesta, lo cual me tranquilizó un poco.

—¿Qué opinas?

—Me parece bien —contestó—. Me gustaría verlo jugar al tenis y que me vea jugar al hándbol.

—Me parece una excelente idea —comentó mi madre.

—Bien —suspiré derrotada—. Hablaré con él y organizaremos.

Continué conversando con mi madre y mi hijo, tratando de evitar mencionar a Leonardo. Lucca estaba emocionado por el próximo partido que tendría lugar mañana, al cual no podría asistir, pero Tao prometió grabar o tomar fotos para que no me perdiera nada. Parecía que tendría que quedarme un día más para resolver este asunto con Leonardo. Lo más probable es que le propusiera a Thiago algo menos formal que un cambio en la custodia, como un acuerdo informal de visitas limitadas durante los próximos seis meses. Esto debería ser suficiente para satisfacer la curiosidad de los paparazzi y hacer que su interés se desvaneciera hasta su próxima víctima.

Después de despedirme de mi madre al finalizar la llamada, tomé mi celular y marqué el número de Thiago. No tuve que esperar mucho, ya que respondió de inmediato, como si estuviera ansioso por mi llamada. Podía percibir un tono de triunfo en su voz.

—Liang.

—Thiago —suspiré—. No voy a cambiar la custodia. Podríamos llegar a un acuerdo menos formal o incluso basarnos en mi palabra. Permitiré que se conozcan, pero solo de manera breve.

—Estableceremos un acuerdo, porque no confío en ti —escuché ruidos de tecleo de fondo—. Me alegra que hayas reflexionado sobre la situación. ¿Quién te convenció de ser razonable?

—Lucca.

Un simple nombre hizo que la línea se quedara en silencio. Lo sabía. Sabía que, aunque la reputación de Leonardo era una prioridad, ninguno de nosotros quería que se encariñaran demasiado, ya que era mejor que cada uno siguiera en su propio mundo. Leonardo seguiría conquistando cada partido y disfrutando del tenis, mientras nosotros seguiríamos con nuestra familia. Estábamos cómodos, no había razón para cambiar.

—¿Lo redactarás?

—Mañana al mediodía dejaré una copia en tu oficina para que Leonardo la firme, y luego me iré a casa.

—Quédate en el hotel. La prensa está tratando de cazarte, ya hay fotografías tuyas afuera de mi edificio. —Era una advertencia para que no empeorara la situación.

—Está bien. —Corté la llamada.

2017, Italia

—Bien, tenemos dos días para disfrutarlos al máximo —Leonardo me agarró la mano mientras caminábamos—. Hay muchas cosas para hacer en Italia. Dejé una nota en la recepción con todos los datos cuando tu madre se despierte.

—¿Me secuestrarás? —pregunté con interés—. Suena que tienes en mente algo interesante.

—Liang, ¿te gusta el vino? —preguntó con un tono divertido.

—Sí, me gusta el vino rosado.

Él me llevó hasta su auto y me abrió la puerta para que pudiera entrar, respondí con una sonrisa. Leonardo tenía la característica de mostrar espontáneamente actos de caballerosidad, abrir la puerta, ayudar con cargas pesadas, me ofrecía el abrigo cuando nos quedábamos hasta la madrugada hablando y el frío era los que nos rodeaba o tal vez era simplemente apreciaba aquellos gestos que no estaba tan acostumbrada a recibir.

—Iremos al viñedo de mi padre, está a algunos kilómetros de aquí. Creo que será un día divertido.

Leonardo había planificado todo nuestro día y parecía realmente feliz de compartirlo conmigo. En el corto camino hablamos de lo que haríamos en el viñedo

—Me alegra que te guste el vino rosado. Mi padre tiene algunas variedades excelentes en el viñedo, estoy seguro de que encontrarás algo que te encante —dijo Leonardo mientras conducía hacia el destino planeado.

El paisaje italiano se extendía ante nosotros, con colinas salpicadas de viñedos. El sol de la tarde iluminaba todo con tonos cálidos, creando una atmósfera encantadora. Llegamos al viñedo, un lugar pintoresco con hileras ordenadas de cepas de uva. Leonardo me llevó a través de los campos, explicándome el proceso de cultivo de las uvas y la elaboración del vino. Su entusiasmo era contagioso, y pronto me encontré sumergida en la fascinante historia de la vinificación familiar.

Después de explorar el viñedo, nos dirigimos a la sala de degustación. Leonardo me guió a través de la selección de vinos, desde los más ligeros hasta los más robustos. Probamos diferentes variedades, y él compartió historias detrás de cada etiqueta.

—Este es uno de mis favoritos —dijo mientras me ofrecía una copa de un vino tinto especial—. Tiene notas intensas de frutas maduras y un sutil toque de roble. ¿Qué piensas?

—Es increíble —respondí, saboreando el rico aroma—. Realmente conoces tus vinos.

Pasamos la tarde entre risas, historias y copas de vino. La conexión entre nosotros se fortaleció mientras compartíamos ese momento especial en el viñedo. La tarde se desvaneció lentamente, y el sol comenzó a ponerse sobre los campos de uva.

—Gracias por compartir esto conmigo, Leonardo. Ha sido un día maravilloso —le dije sinceramente mientras contemplábamos el atardecer.

—El placer es todo mío, Liang. Hay algo mágico en disfrutar de la buena compañía y el buen vino en este lugar especial —respondió, mirándome con una expresión cálida.

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