Capítulo 1
Filadelfia, 2028
Moví mis pies tratando de darme un poco de alivio. Aquellos tacones rojos eran completamente nuevos y no haberlos usando con anterioridad estaba desconcentrándome en este momento. Sonreí para disimular mi dolor cuando uno de los hombres me miró un poco raro, necesitábamos poder convencerlos para que se involucraran en el negocio e invirtieran con dinero. La reunión estaba siendo muy productiva y estropearla con mi dolor no era opción.
—Nuestro objetivo es asegurarnos de que todos estemos satisfechos al final, y sus contribuciones basadas en su experiencia son altamente valoradas —añadí al final, lo que hizo que mi hermano sonriera.
—Liang, sabes que estamos dispuestos a invertir en este proyecto. Conozco muy bien tus habilidades, y seríamos insensatos si no colaboráramos contigo en tu restaurante. Es uno de los más populares en Estados Unidos, y el que abrieron en Londres está generando ingresos significativos —declaró Daniel, sus palabras me reconfortaron.
—Solo requerimos un poco más de información al respecto; los datos sobre los lugares y el historial de crecimiento nos inspiran confianza. Han propuesto tres restaurantes, e incluso podríamos considerar la posibilidad de abrir uno adicional —añadió otro de los posibles inversionistas.
El objetivo era abrir nuestro tercer restaurante en Estados Unidos, otro en Australia y por último Perú. Si logramos repartir bien el presupuesto o incluso obteníamos más dinero seguramente el siguiente en la lista sería en México, mi madre estuvo interesada desde el principio en abrir un restaurante en ese país, pero optamos por hacerlo en Londres.
—Nos mantenemos en contacto, es un gusto poder hablar con ustedes. —Mi hermano cerró la presentación desde su computadora y empezó a saludar a aquellos cinco hombres con los cuales nos habíamos reunido desde temprano.
Con cierto malestar que procuré ocultar, me puse de pie para saludar a cada uno de ellos. Todos eran influyentes figuras en la industria, su influencia y capital eran cruciales. Sin embargo, al final del día, eran personas con integridad, y eso era lo que habíamos buscado al involucrar a nuevos inversionistas. Cerré la puerta cuando ya no quedaba nadie y me liberé de los zapatos, dejando escapar un suspiro de alivio.
—Desde que te los pusiste sabía que estabas incómoda. —Tao empezó a guardar todo.
—Mi error, tendría que haberme puesto el otro par. —Me senté. Los tacones negros hubieran sido más favorables en esta ocasión.
—¿Necesitas que te lleve?
—Vine en mi auto, debo retirar el uniforme que encargué y después pasar a buscar a Lucca. —Me masajeé los pies para ponerme de nuevo los zapatos de tortura.
—¿Tienes un par de zapatos en tu maletero? —Acomodó todo lo que habíamos usado en una bandeja. Apenas nos fuéramos la oficina sería limpiada.
—Zapatillas de deporte —hice una mueca y me levanté—, no combinan con mi outfit.
Di una vuelta en mi lugar para que pudiera apreciar mi atuendo. Había adquirido el pantalón negro y los zapatos de tacón rojo apenas dos días atrás, y todo combinaba a la perfección.
—Siempre te vistes bien, pero cometes el mismo error. No es la primera vez que te pasa eso. —Señaló mis pies.
—No me tortures más —gruñí, él tenía razón.
Ambos salimos hasta el estacionamiento y con la mirada busqué mi auto, suspiré al no encontrarlo. Pero cuando mi hermano entró en el suyo y me saludó en el proceso con un poco de memoria recordé que estaba ubicado dos filas atrás. El auto rojo resaltaba a la perfección, era un Chery Tiggo, mi primer y único auto. Dolió pagarlo, pero fue completamente con mi dinero, hace diez años que lo tenía y si bien mi familia trató de persuadirme para que lo cambiara por algo más nuevo, no podía hacerlo.
Abrí el maletero corroborando no haberme olvidado la bolsa de deporte porque allí se encontraban las zapatillas, al hurgar un poco saqué las zapatillas blancas. Miré la hora en mi reloj y gruñí, tenía el tiempo un poco limitado para hacer varias cosas y el trafico podría complicar todo, Filadelfia es una ciudad con una significativa cantidad de personas y salir a esta hora era una sentencia, tal vez necesitaría no acercarme tanto al centro de la ciudad. Tomé el par de zapatillas y dejé los tacones en el maletero.
Salí del estacionamiento mientras rogaba que aquel negocio estuviera abierto, Lucca se encontraba sumamente emocionado por tener el nuevo uniforme del equipo de hándbol. Dentro de cuarenta minutos tendría que buscarlo en la escuela y volveríamos a casa justo a tiempo para poder tener una videollamada con mi madre, debía darle toda la información sobre la reunión.
Paré en un estacionamiento que quedaba cerca del negocio y opté por dejarme el par de zapatillas, no tenía muchas ganas de que mis pies siguieran sufriendo. Tomé mi pequeño bolso blanco donde tenía mi billetera y caminé hasta llegar a la tienda de deporte, apenas abrí la puerta Hugo me sonrió y se fue a la parte de atrás.
—¿Ya tienes mi pedido? —escuché ruido de bolsas como respuesta.
—Lo preparé esta mañana, el nuevo uniforme es lindo.
Mientras esperaba atentamente por el uniforme recorrí la pequeña tienda. En los últimos años junto a Hugo nos hicimos muy amigos mientras esperaba entender que deporte le gustaba de verdad a Lucca.
—Las nuevas pelotas de fútbol entraron esta semana, ¿verdad?
—Si —escuché que respondió.
Me acerqué y me apoyé en el mostrador, esperaba que se apurara, estaba ligeramente atrasada. Miré con atención en donde estaba apoyada, había una nueva foto de su nieta debajo del vidrio, pero mi mirada dejó aquella fotografía para dirigirse a una revista de deporte que tomé para leer la noticia de la portada.
Leonardo Cassiatore obtiene la quinta posición en el ranking mundial
—La sabandija lo logró —gruñí de forma baja mientras ponía la revista del otro lado para no ver la portada.
Intentaba evitarlo constantemente, pero en algunas ocasiones era prácticamente imposible. Ya fuera cuando iba a la tienda de deportes, en las secciones deportivas de las revistas o en el canal de deportes que era una presencia constante en nuestra casa. A Lucca le apasionaba seguir todo eso durante todo el día, estar al tanto de las últimas noticias de ese mundo y especialmente escuchar sobre él. A pesar de mis esfuerzos por evitar que esto ocurriera, parecía que lo vinculaba con Leonardo de alguna manera, y no podía romper ese lazo.
Hablé un poco más con Hugo enterándome sobre algunos jugosos chismes y me despedí de él. Corrí hasta llegar al auto pagando rápidamente el estacionamiento, por suerte la escuela solo quedaba a seis calles desde mi ubicación, llegaría tarde, pero no tan tarde como pensé al principio. A toda velocidad recorrí las calles hasta llegar al frente de la escuela. Lucca estaba esperándome, se despidió de su profesora y se dirigió al auto.
—Llegas tarde —escuché que dijo abriendo la puerta de atrás para poner su mochila y bolso deportivo, después se sentó a mi lado colocándose el cinturón de seguridad.
—Lo sé, cariño —murmuré mirando por el espejo retrovisor, debíamos apurarnos porque estaba mal estacionada.
—Veinte minutos más tarde —volvió a recriminarme.
—Mamá tenía que hacer algunas cosas importantes —traté de defenderme.
Saludé a su maestra que me dio una mirada acusadora, ya lo sabía, no era la primera vez que lo venía a buscar tarde. Pero a comparación del año pasado, estaba haciendo un buen esfuerzo en reducir esas ocasiones.
—Retiré tu uniforme —dije feliz y él colocó música como respuesta. The Great War de Taylor Swift fue la primera canción que sonó a Lucca parecía gustarle lo suficiente para dejarla.
—Bueno —respondió—, me debes veinte dólares.
—Lo pondré en el tarro apenas llegué a casa —suspiré.
No podía evitarlo, llegar tarde era una de mis características, aunque trataba de dar mi mejor esfuerzo para que eso no pasara. Priorizaba mis actividades y Lucca siempre era quien pagaba mis errores y mi familia también.
—Saqué un notable en matemáticas —dijo con orgullo—, un sobresaliente en ciencias.
—Comeremos lo que quieras por esos resultados —sonreí orgullosa.
—Quiero una hamburguesa —me miró y desvié la mirada del camino brevemente. Él se encontraba sumamente orgulloso.
—Le diré al abuelo que preparé dos para que podamos retirarlas ahora —iba a tomar mi celular, pero él me dio una mala mirada y lo dejé donde estaba.
—Primero, sabes que no se usa el celular cuando conduces y...—hizo una mueca—, quiero hamburguesas con carne... las de él abuelo son raras.
—Pero debemos mantener el secreto —lo miré seria y él sonrió.
Tomó mi celular entrando a la aplicación donde solíamos pedir comida que no fuera de nuestro restaurante, a veces queríamos cambiar de aire como en esta ocasión. Concordaba con Lucca esta vez, las hamburguesas de arroz y acelga no se comparaban con una hamburguesa de carne.
—Estarán dentro de veinte minutos.
—Excelente —le sonreí.
Metí el uniforme de Lucca en la lavadora, había hecho un desastre con el queso cheddar y el pantalón gris fue lo que más se ensució. Habíamos disfrutado bastante esas hamburguesas, era bueno comer algo diferente en la semana y era aún más genial cuando no tenía que cocinar nada.
El día fue sumamente cansador. Levantarse temprano, seis de la mañana para ser exactos, para preparar todo mi día y poder llevar justo a tiempo a Lucca a la escuela, por suerte jamás llegaba tarde, era algo con lo que podía cumplir perfectamente. Y todo para terminar tarde y hacer casi la misma rutina toda la semana.
Tomé mi celular que se encontraba en el bolsillo de mi pantalón y chequeé las notificaciones. Todos habían recibido los nuevos gráficos y presupuestos detallados de los nuevos restaurantes, por suerte la mayoría era considerado y mandaba una respuesta confirmando que la información había sido recibida con éxito.
Bajé las escaleras con cuidado, eran las once de la noche y solo podía escuchar la televisión prendida, específicamente en el programa deportivo. Lucca estaba dormido en el sillón con una manta que lo cubría totalmente, sabía que se quedaría hasta tarde mirando el resumen de lo que pasó en el mundo del deporte, pero el sueño había sido más poderoso y terminó por derrumbarse completamente. Era su rutina, él sabía que los días de semana no podía quedarse hasta tarde, pero como era viernes esa excepción se dejaba a un lado.
Escuché los gruñidos en la televisión y tomé el control para apagarlo. Estaban mostrando un resumen de los mejores momentos de un partido de tenis, me mordí el labio tentada a apagarlo al verlo. Pero cuando lo enfocaron festejando al conseguir ganar un sets, solo pude apoyarme en el sofá para poder mirar cómo se movía por la cancha dando su mejor esfuerzo para poder ganar.
No debía hacerlo, obsesionarme con él. El problema era que algunas veces a lo largo del año tenía estos momentos, como el de ahora, donde solo podía mirarlo y quedarme embobada.
«Nada volverá a ser igual»
Era evidente que las cosas nunca volverían a ser como antes. Miré a Lucca y noté su respiración tranquila mientras dormía profundamente. Apreté los labios y volví a enfocar mi mirada en la televisión. Eran sorprendentemente parecidos, especialmente en cuanto a su color de cabello y su amor compartido por los espaguetis con salsa pesto.
Mi celular vibró con la llegada de una notificación, lo tomé con rapidez y verifiqué los mensajes. Tres de mi madre confirmando que dos de los cuatro restaurantes ya habían sido confirmados y que estaba ansiosa esperando por los otros dos, después confirmé la cena con mi hermano mañana por la noche, por suerte volveríamos a comer carne, Lucca estará feliz al saber que volverá a comer empanadas. Sonreí y le mandé algunos stickers que consideraba graciosos a mi hermano como respuesta a su invitación.
Apagué el televisor cuando llegó el momento de las entrevistas, podía ver a Leonardo, solo que no era suficientemente fuerte para escuchar su voz.
¡Hola tulipanes! 🌷🌷
¡Es un placer dar la bienvenida a esta emocionante nueva historia que he estado ansiosa por compartir! Las actualizaciones se publicarán semanalmente los viernes. Espero que la disfruten y les animo a votar y dejar sus comentarios sin dudarlo.
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