2 "De regreso"
La adulta vestida de blanco corrió dentro de la sala de un sitio a otro, y tomó un par de tijeras. Otra muchacha, agarró con sus manos enguantadas unas extrañas botellas transparentes con sustancias coloridas, una tenaza, toallas, una navaja y un peine.
- ¡Ten valor Flopy!¡tu puedes!- Florentino estaba acostado a lo largo de una camilla, detrás de él, amigos y amigas lo alentaban mientras él sudaba adolorido -¡tu puedes!¡un poco más!- gritaban en coro.
- Le prometí a mi hermana ¡aaaah! - gritó pellizcando a una de sus compañeras que se hizo hacia atrás al ver lo peligroso de la situación - que le daría un regalo muy especial para su boda, y no me rendiré ahora - nervioso, miró hacia sus piernas, allí, la mujer adulta vestida de blanco estaba tendiendo a lo largo de sus vellos una cera ardiente, que al ser retirada, lo envió a las estrellas, a él y a la ayudante que se encontraba junto a la camilla quedando inconsciente, cuando Florentino en su renacer femenino estiró en reflejo al dolor su pierna ya depilada.
- ¿Florentino? - un niño de altura no muy considerable para sus ocho años y pecas pintorescas, se coló en la habitación de mujeres chismosas, tres en los secadores, dos en maquillaje.
- Damián, ¿no deberías estar en la escuela? - Flopy, ya estaba envuelta en una bata, en una de aquellas sillas giratorias, tiñendo su cabellos de chocolate que en esos ultimo dos años le había rebasado los hombros, mientras una muchacha le hacia las manos.
- Es que debo consultarte algo muy importante - comentó en tono angelical causando la sonrisa de las mujeres presentes.
- Siéntate tesoro - le pidió Flopy cunado le alcanzaron un pequeño banquito - habla aquí estas en confianza - al fin, abandonó la revista de apuestos modelos.
- En la escuela, hay una niña muy linda, de ojos azules, trencitas- una anciana que ocultaba su cabeza dentro de un secador asomó su rostro - yo me enamoré de su sonrisa amarillenta, de como se come las uñas, sus enormes anteojos, pero - todas lo miraban extrañadas - ¡hoy se mudó! - quienes estaban de espaldas a él pegaron un brinco, la rabia brotó de su boca.
- Respira hondo - Flopy, alejó su mano, no quería que la mordiera - lamento que se vaya del pueblo - agregó con un poco de lastima hacia aquel demonio tierno.
- Se mudo junto a mi casa - de pie, su voz se volvió gruesa haciendo temblar los espejos.
- Por eso mismo, es bueno ¿verdad? - temblándole la voz, Flopy intentó comunicarse con él mientras las demás intentaban no existir frente a sus ojos.
- Los otros niños del barrio- se volvió a sentar siendo una vez más un ángel enamorado- le han llenado los oídos de blasfemias sobre mi comportamiento - todas suspiraron horrorizadas - le dijeron que tapé el desagüe del baño provocando que se ahogara el gato de mi madre, que le oculté durante tres días su bastón a Don Fermín, causando que cayera incontables veces, también que le robé la ropa interior a tu hermana - la muchacha que hacia las manos de Flopy, cerró su blusa al notar que se le había desabotonado un botón.
- Pero todo es verdad - susurró Flopy.
- ¿Cómo logaré que se fije en mi? - enojado se fue hasta la puerta - la enamoraré - se marchó y tras eso, las mujeres del salón de belleza pudieron volver a respirar.
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Damián, salió furioso hacia la calle de arena pisándose los cordones, a pocos metros de él, una moneda resplandecía en el piso bajo el sol del mediodía. Llamó también su atención, a otros pocos metros de él, una mujer alta, delgada y muy coqueta que observaba lo mismo, la moneda.
El tiempo pareció detenerse, el resto de la gente que pasaba dejo de existir para ambos, respiraron profundamente, una leve capa de polvo se levantó cuando corrió una brisa por el lugar, y en ese momento ambos se lanzaron al ataque. Damián salió victorioso de aquella batalla, gateando por debajo de la falda de la mujer para luego alejarse veloz.
- ¿Angelica?, ¿Qué haces en este pueblo? - Erika, no se bajó de su auto deportivo, bajó el vidrio del acompañante y le hablo desde allí mientras la mujer caminaba como podía hacia ella y se subía al auto.
-¿Tu cuñada que haces aquí? ¿me estas siguiendo? - respondió con una pregunta recobrando poco a poco el oxigeno.
Los caminos de arena y tierra enlentecían al coche y manchaban su blancura, lo que enfurecía a su dueña.
- ¡Maldito pueblo! - Erika, miró por la ventanilla, y vio campo abierto lleno de canola.
- Ya relájate - Angelica abrió su cartera para retocarse el maquillaje - no puedo creer esta coincidencia, vine hasta aquí por el casamiento de una prima, y tu de un primo, debe ser la misma boda, seremos aún más familia de la que ya somos.
- No entiendo porque no le dijiste a mi hermano que venias a una boda, le dijiste que te ibas a Europa, ¿por qué le mentiste? - Erika estaba muy seria.
- Tú mejor que nadie me entenderás, esta gente es incivilizada, ¿viste como ese niño me robó mi moneda?, no quería que Lucas supiera que tengo familia de esta calaña - lágrimas de cocodrilo colmaron su rostro.
- Mira, nuestro primo es adinerado pero es de esa calaña, además, Lucas ya se involucró muy de cerca con esta gente - Erika volvió a mirar por el cristal, pero esta vez vio a través de él campos extensos de manzanos.
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Sofia se detuvo tras aquella columna, y miró hacia la cancha de tenis del Club Azul, el club de deportes y eventos del pueblo, allí estaba Lucas, con su tradicional equipo de deporte blanco y una raqueta inmóvil en su mano mientras conversaba con un sujeto. Sofia lo miró bien, el tiempo había destruido aquella rabia que había sentido cuando se separaron, pero aún así no quería verlo y menos que él la viera, igual no pudo evitar pensar en que seguía siendo atractivo y que aquellos dos años lo habían convertido en un hombre.
- Creí que él nunca volvería a este pueblo - susurró.
- Disculpe - detrás de ella, apareció un hombre de su altura, calvo de cabellos blancos, mejillas pronunciadas y cuerpo gordito, muy elegante.
- Señor Azul - exclamó Sofia entre sonrisas- vine a ultimar detalles de la boda, falta solo un mes
- Claro que si, será un placer - sonrió dulcemente - tenemos que hacer también unos ajustes al precio - Sofia suspiró insegura, la noticia de que su prometido tenia dinero había llegado a sus oídos eso era seguro y además tenia miedo de salir de atrás de esa columna y que Lucas la viera.
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Lucas apoyó la raqueta sobre la red y miró a su amigo, entonces se puso su gorro blanco para que el sol no lo molestara.
- Creí que no vendrías a esta boda, primero, nunca te llevaste del todo bien con tu primo, y segundo, aquí vive Sofia Altamirean.
- Demasiada elegancia para un apellido - comentó Lucas, pateando suavemente el suelo.
- En serio amigo, que agallas para aparecerte en este pueblo.
- A pesar de todo, Merlo es mi primo, y no me voy a esconder toda la vida de Sofia.
- Bien dicho amigo - agregó Cal.
- ¡Cariño! - chilló una voz en el viento - ¡he vuelto a tus brazos!- Angelica saltó del auto de su cuñada y corrió por las tribunas hasta alcanzarlo - te extrañé mucho- decía mientras le besaba el rostro.
- Ange, ¿pero que haces aquí preciosa? - preguntó Lucas viendo a lo lejos a su hermana de brazos cruzados de pie junto a su coche.
- Un gusto - dijo Cal llamando la atención de la mujer que ni siquiera se había percatado de su presencia.
- Discúlpame - exageró sus gestos al darle la mano para que Cal se la besara - soy Angelica, su prometida - comentó abrazando a Lucas volviendo a besarlo.
- ¿Qué haces aquí- Lucas giró bruscamente entre sus brazos, y vio asomada tras una columna aquella cara que nunca había podido olvidar, sintió un escalofrió recorrerle la piel, y un ardor invisible en los labios, solo una vez la había besado - ya vámonos a la casa de campo, así descansamos y comemos algo - Lucas cambió su tono, rodeó la cintura de Angelica con su brazo y la miró enamorado - ¿Cal?
- Y si, iré con ustedes - Cal lo miró resignado - alguien me llenó la casa de músicos, un peculiar regalo de bodas.
En todo el trayecto hasta el auto, Sofia no dejó de observarlos, y no podía dejar de respirar nerviosa después de esa cálida mirada que había recibido hacia apenas un momento.
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