
The Number of the Beast
Lex Luthor no siempre gozó del prestigio y poder del que hoy en día alardea.
En sus inicios, no era más que un chico pobre en los barrios marginados de metrópolis, con un padre alcohólico y una madre a quién no le importaba.
Nacer en un entorno como ese significaría casi con total seguridad estar condenado al fracaso y miseria por el resto de la vida para cualquier otro, pero Luthor no era cualquier otro.
EL joven había nacido con un intelecto de nivel genio que superaba con creces todo aquello que el universo había atestiguado hacia el momento.
Fue a una corta edad que urdió el asesinato de sus padres, haciéndolo pasar como accidente para así cobrar su seguro de vida. Acto seguido, uso todo su dinero en una serie de fríamente calculadas inversiones que prácticamente de la noche a la mañana lo convirtieron en el hombre más poderoso de Metropolis.
DINERO
"Cuando el dinero habla, el corrupto y la gente escucha"
Habiéndose hecho con recursos virtualmente ilimitados, lo único que quedaba por encima de Luthor no podía ser nadie más que el propio Dios.
El estadio del Valhalla había quedado sumido en un profundo silencio, el polvo, el humo y los escombros volaban por el aire y el cielo oscurecido se había despejado cuando una fuerza de magnitudes bíblicas lo había atravesado.
—ESTO... NO PUEDE SER—murmuró Heimdall—. ¡¿ESTO TAMBIÉN ES CIENCIA?! ¡¡LUTHOR HA INVOCADO UN ATAQUE QUE HA CAIDO DESDE LOS CIELOS COMO SI DE UN RAYO DIVINO LANZADO DESDE EL OLIMPO SE TRATASE!!
En medio de un humeante cráter Belcebú yacía de rodillas, respirando con dificultad, con sus ropas desgarradas y la piel cubierta de quemaduras.
En el lado izquierdo de su pecho era visible un tatuaje negro en forma de rosal que se asemejaba a un corazón, la última orden de Lilith.
—Él sólo... ¿acaba de hacer caer un mega-rayo del cielo?—preguntó Lester en su habitación.
Percy se rascó la cabeza.
—Solamente se me ocurre que tenga un satélite dando vueltas por ahí, pero... ¿de dónde demonios podría haber sacado un satélite?
Meg bufó.
—Nunca subestimes el amor que tienen los multimillonarios a las súper-armas.
En el palco VIP, Ares se volvió hacia su hermano.
—Oye, oye, ¡¿Qué acaba de pasar?!—preguntó—. Hermes, ¡¿cómo hizo eso?! De repente esa cosa sólo cayó del suelo y...
El dios mensajero lo silenció presionándole una mano contra el rostro.
—Yo tampoco lo entiendo del todo—confesó—. Pero, parece que él sí lo entendió.
En el campo de batalla, Belcebú levantó la mirada con dificultad.
—¿Un rayo satelital...?—murmuró—. ¿Instalaste un arma de ese calibre alrededor del planeta?
Luthor soltó una carcajada y se irguió imponente.
—Así es, y debo de decir que no fue difícil en lo absoluto—rió—. A decir verdad, me sorprendió que tu mundo no contase ya con esa clase de armas, pero nada me impidió improvisar una mientras aguardaba mi turno para combatir.
¡¡¡COORDINATES RECEIVED: ORBITAL STRIKE!!!
El humano comenzó a reír una vez más, lo que inquietó profundamente a los espectadores.
No obstante, siempre calmado, Belcebú se limitó a alzar una mano y apuntar tres dedos hacia su oponente.
—Esa... técnica... tiene tres restricciones, ¿cierto?—advirtió—. La primera... "el tiempo que necesita para cargarse y activarse". Si justo ahora volvieras a lanzar una descarga de esa magnitud, hay muchas posibilidades de que acabes conmigo... sin embargo, no lo haces. Al contrario, mantienes tu distancia, lo que me da a entender que no puedes volver a hacerlo al instante... no debería sorprenderme... esa cantidad de energía debe de salir de algún lado... y no puede ser obtenida a la ligera...
Luhtor alzó una ceja, esperando a que el dios continuase.
—La segunda...—siguió el señor de las moscas—. "Es un ataque muy lento". Pudiste lanzar ese ataque en cualquier momento, pero decidiste esperar a inmovilizarme... Tu traje tiene que tardar lo suyo en concentrar ese rayo en un sólo proyectil para evitar que parte de la energía se pierda... y eso me da tiempo de sobra para reaccionar. Es por eso que lanzaste tantos ataques... y me desequilibraste con tus "Gravity Mines", buscabas abrir mi guardia por un tiempo prolongado.
Los cuervos de Odín aletearon nerviosos.
—¡¿Lo estaba preparando con sus ataques?!
—No hay forma. ¡¿Qué clase de truco fue ese?!
Loki suspiró.
—Jum, qué tipejo tan ingenioso.
Luthor trató de replicar, pero Belcebú se le adelantó.
—Y la tercera... "eres muy arrogante"—se burló—. Me diste la espalda tras atacar, creíste imposible que sobreviviese y decidiste que había sido suficiente. Pero aquí estoy, lo que me lleva a que los controles de tu satélite están en tu mismo brazo. Cerca de la única persona en la que confías, tú mismo. Lo que al mismo tiempo los pone cerca de mí...
Un breve silencio se hizo en el estadio antes de que Luthor sonriese condescendiente y empezase a aplaudir.
—¡Muy bien!—felicitó con falsedad—. Qué increíble percepción. Algunos pueden leer "La Guerra y la Paz" y pensar qué es un simple cuento de aventuras. Otros pueden leer una envoltura de caramelos y encontrar el secreto el universo. Tú, autoproclamado Dios, leíste mis gestos y te creíste capaz de analizarme.
—¿Crees que te estoy tomando el pelo?—respondió el dios—. Puedes creerte todo lo especial que desees por tu inteligencia, pero eres tan calvo que se te ven las ideas. Eres un libro abierto, lleno de amargura y obsesión.
Luthor, lejos de enfurecerse, volvió a estallar en carcajadas.
—En eso nos parecemos tú y yo, Señor de las Moscas—dijo—. Te crees muy misterioso, rodeado por tu aura de oscuridad. Pero te veo claramente. También estás obsesionado con algo, asumo que algo relacionado al amor. Pero permíteme advertirte algo, lo divertido de las obsesiones es que lo superan todo, incluso el amor.
Belcebú sonrió levemente y se rió por lo bajo mientras trabajosamente se ponía en pie, apoyándose en su bastón.
—El ser humano es... una criatura habladora.
Se encorvó y vomitó un chorro de sangre sobre su mano izquierda.
—El daño en Belcebú es más de lo que aparenta—murmuró Hermes—. Es muy grave.
El señor de las moscas miró su propio tejido carmesí y respiró cansadamente mientras su mente era transportada hacia el pasado.
"Este dolor..."—pensaba—. "No había sentido esto... desde aquella vez..."
CASTILLO DE HADES (INFRAMUNDO)
Las murallas exteriores del palacio habían sido demolidas, los guardias asesinados y las puertas destruidas.
A través de la oscuridad de los pasillos, una demacrada figura cubierta de mugre y sangre se arrastraba hacia la sala del trono, vistiendo únicamente con botas, pantalones y una capa harapienta hecha jirones.
Cuando las puertas se abrieron, el gobernante del Helheim sonrió levemente mientras leía un libro sentado en su trono de piernas cruzadas.
—No parece que simplemente hayas tropezado con la recámara del rey—dijo Hades, mientras dejaba su libro y se volvía hacia el intruso—. ¿Qué deseas Señor de las Moscas Belcebú?
El dios maldito respiró con dificultad mientras miraba fríamente al rey de los infiernos.
—Así que tú... eres Hades...—siseó—. Traigo una petición... yo... lo desafío.
Una ráfaga de viento azotó la habitación, haciendo hondear la capa del señor de las moscas.
Hades se llevó una mano a la barbilla, pensativo.
—Había oido ciertos rumores... de un temerario que bajó del cielo para desafiar a todo el Inframundo a una pelea. Dicen que es un "demonio demente".
Belcebú extendió su brazo izquierdo, creando con sus vibraciones su temida espada.
—Eso lo hace más simple... Si sabe quién soy... responda rápido.
Hades le sostuvo tranquilamente la mirada.
—¿Osas desafiar al Rey del Inframundo estando en un estado tan lamentable?—observó—. ¿Acaso... quieres morir?
Belcebú lo miró con sus ojos llenos de algo similar a la súplica.
—Hazlo... mátame.
Hades lo analizó por uno segundos antes de sonreír y quitarse su monóculo del ojo izquierdo, dejándolo en una mesa junto al libro que había estado leyendo momentos atrás.
Se puso de pie y tomó desde un trípode su confiable lanza bidente.
—Soy Hades, el Rey del Inframundo—anunció mientras alzaba su arma—. Y acepto tu desafío, Señor de las Moscas.
EL GRAN CHOQUE DEL SEÑOR DE LAS MOSCAS VS EL REY DEL INFRAMUNDO
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