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Kings of the Sea



—¡¡EL TRIDENTE DE POSEIDÓN HA PERFORADO EL COSTADO DE PERSEUS!!—exclamó Heimdall.

Incluso el mejor espadachín en los últimos trescientos años no puede alcanzar a los dioses.

—PARECE QUE INCLUSO EL ÚLTIMO HÉROE DEL OLIMPO NO ES MÁS QUE UN INOFENSIVO PEZ FRENTE AL SOBERANO DE LOS MARES.

Percy le dedicó una nueva sonrisa torcida a su oponente y volvió a alzar su guardia.

—Je... Esto no va a ser tan fácil, truchín.

El agua bajo los pies del chico empezó a subir por su cuerpo, cubriendo su herida y, antes de que nadie alcanzara a reaccionar, la sangre dejó de fluir, y su carne se cerró, dejando únicamente una pequeña cicatriz.

Poseidón alzó una ceja con algo de intriga, pero siguió guardando silencio.

A pesar de ello, incluso tras ver aquel truco curativo por parte del semidiós, una cosa les había quedado clara a las deidades. Poseidón era simplemente mucho más veloz que su adversario.

—¡¡Whooooa!!

—¡¡Muy bien!!

—¡¡Por eso Lord Poseidón es el Dios de Dioses!!

—¡¡El Dios de Dioses!!

—¡¡Luchen todo lo que quieran, malditos humanos!!

—¡¡Jamás se acercarán a la cima!!

—¡¡Dios De Dioses!!

—¡¡Dios De Dioses!!

—¡¡Dios De Dioses!!

—¡¡Dios De Dioses!!

—¡¡Dios De Dioses!!

—¡¡Dios De Dioses!!

—¡¡Dios De Dioses!!

—¡¡Dios De Dioses!!

—¡¡Dios De Dioses!!

—D...

Poseidón volvió la mirada hacia las gradas con exasperación. Y solamente eso bastó para que los dioses se atragantaran con sus propias palabras y empezaran a temblar mientras se apresuraban a guardar silencio.

—Mierda... eso fue demasiado.

—No lo mires a los ojos.

—Barrerá el suelo con nosotros...

Brunhild observaba todo en silencio y con los brazos cruzados, pero ni siquiera ella fue capaz de evitar que una gota de sudor nervioso se deslizara por su rostro.

Geir empezó a temblar sin poder contenerse.

—El aura de Poseidón... es otra cosa...

El tirano de los mares se volvió una vez más hacia su oponente, dándole la espalda a las gradas, y murmuró despectivamente:

—Hmph, inútiles parásitos.

Percy hizo una mueca de incomodidad tras presenciar aquel pequeño espectáculo.

—Mierda... das mucho miedo—murmuró—. El Poseidón que yo conozco jamás habría rechazado esa clase de ovaciones por parte de sus seguidores.

La mirada del soberano de los mares era sombría y tranquila mientras se dirigía hacia el semidiós.

—¿Seguidores...?—preguntó con desprecio—. No necesitamos al "rebaño", no necesitamos maquinar nada, y no necesitamos ayuda, así son los dioses. Los seguidores son completamente innecesarios para los que ya han alcanzado la perfección.

En los ojos del dios brillaba un inmenso desprecio y sentimiento de superioridad mientras miraba despectivamente a su oponente.

Percy frunció el ceño y sujetó con más fuerza la empuñadura de su espada.

—Alguna vez un dios me dijo que los "seres inferiores" hacen muchas cosas horribles en nombre de los dioses. Y eso no quería decir que los dioses lo aprobaran. La forma en que sus hijos e hijas actúan en su nombre, por lo general dice más sobre ellos que sobre ustedes—dijo el semidiós—. Sin embargo, por lo que he visto de este pequeño y retorcido mundo, parece ser al revés. Los dioses hacen muchas cosas horribles que los "seres inferiores" desconocen, y es por ello que los idolatran... no es como que sea muy diferente de mi mundo tampoco. Pero al menos allí no tratan de esconder su hipocresía.

Poseidón abrió mucho los ojos mientras, enfurecido, se inclinaba hacia delante y flexionaba las piernas poniéndose en posición de ataque.

El dios saltó, impulsándose únicamente con los dedos de sus pies, y se elevó varios metros en el aire mientras comenzaba a desatar una nueva tempestad de ataques con su lanza, ahora todos desde las alturas.

—¡Desaparece!—ordenó Poseidón, mientras su oponente comenzaba a desviar los ataques con su espada.


¡¡¡QUÍONE-TIRO-DEMÉTER: RAYO DIVINO QUE AZOTA LOS MARES!!!


Las aguas se sacudieron salvajemente, golpeando las paredes de las gradas y amenazando con inundarlo todo mientras la tierra se sacudía sin control.

—¡¡COMO UNA TORMENTA, LOS ATAQUES DE POSEIDÓN CAEN DESDE ARRIBA!!—exclamó Heimdall—. ¡¡PRETENDE ACABAR CON ESTE COMBATE AHORA MISMO!!

Ares observó con la boca abierta el despliegue de poder del tirano de los mares.

—¡Qué ataque más violento! ¡¡Qué velocidad!!—se asombró.

—Si sólo se tratara de la velocidad, el chico podría preverlo y reaccionar—añadió Hermes—. Pero, todo lo que ha visto ese mestizo hasta ahora, no es más que una pizca del verdadero poder de Lord Poseidón.

La verdadera profundidad del dios de los océanos, sigue siendo un misterio, incluso para los mismos dioses.

Así que la idea de que un mortal sondee las profundidades, es inimaginable.

Las valquirias se inclinaron para mirar la batalla desde más cerca. Brunhild apretaba los puños y dientes con desesperación mientras Geir comenzaba a llorar una vez más por el estrés.

—No... ¡¡No pierdas, Percy!!—rogó.

Más y más ataques caían desde el cielo, y mientras la espada del semidiós echaba chispas al extremadamente veloz contacto con el arma de Poseidón, poco a poco los movimientos del joven se volvían más erráticos, simplemente se sentían diferentes.

"MIENTRAS MÁS USE SUS PODERES, MÁS RÁPIDO SE AGOTARÁN, Y SERÁN REEMPLAZADOS POR UN EQUIVALENTE MÁS ACORDE A ESTA REALIDAD"

Las aguas lentamente dejaban de ayudar al semidiós, ya no le prestaban su fuerza y ya no tiraban de él lejos del peligro. El huracán que envolvía su cuerpo fue perdiendo intensidad. Pero a cambio de todo ello, nuevas habilidades surgían en el cuerpo semidivino de Perseus Jackson.

Incluso si en aquella realidad Poseidón no contaba con el impresionante dominio sobre las aguas que sí tenía en el mundo del semidiós. Sí era una de las criaturas más veloces en la existencia, capaz de cubrir todo el campo de batalla con sus reflejos de velocidad y atacar desde varios ángulos al mismo tiempo sin dificultad alguna.

Y como su hijo, el Último Héroe del Olimpo comenzó a manifestar facultades similares.

—Imposible...—exclamó Ares—. ¡¡Un simple mortal a empezado a igualar sus ataques!!

En ese momento, Perseus Jackson se encontraba en un perfecto equilibrio entre aquella realidad y la suya propia. Contaba con una velocidad y reflejos semejantes al del tirano de los mares, aún mantenía, aunque con algo de esfuerzo, su control sobre el clima y los mares, además de sus sobrenaturales sentidos capaces de ubicar en todo momento a su rival.

El semidiós se agachó mientras avanzaba hacia delante, pasando centímetros por debajo de las puntas del tridente del dios, y trazó un arco de izquierda a derecha con su espada, que estuvo a milímetros de dar con su objetivo, más no fue suficiente.

Poseidón se movió una vez más a toda velocidad. Percy sintió las aguas a su alrededor, observó cómo se tensaban los músculos del cuerpo de su rival, y predijo su siguiente movimiento.

"¡Ya te tengo!"

LASTIMOSAMENTE PARA PERSEUS JACKSON...

Al observar directamente a los ojos del soberano de los mares, se sorprendió al ver como sus pupilas e iris se habían fusionado en un par de agujeros negros que parecían atravesarle el alma.

Cuando el semidiós lanzó su golpe, únicamente consiguió abanicar el aire.

SU OPONENTE ERA POSEIDÓN

El sudor chorreaba del rostro del joven mientras observaba cómo Poseidón alzaba su tridente, con sombras cubriendo sus ojos, dispuesto a terminar con todo de una sola vez.

El dios atacó una vez más. Percy logró sentirlo momentos antes y consiguió reaccionar a tiempo, volviéndose sobre sí mismo y desviando el ataque hacia un costado.

"Previó mi movimiento..."—se sorprendió el chico—. "¡¡Y pretende atacar mi punto ciego!!"

El semidiós lanzó un ataque a la desesperada hacia su espalda. Con Contracorriente habiéndose convertido en un arco de inigualable destrucción mientras cortaba el aire a toda velocidad.

Y aún así, no consiguió golpear a nadie.

Poseidón evitó el ataque con un salto. Ambos oponentes se miraron a los ojos, mientras el dios se alzaba varios metros por encima de la cabeza de su rival.

Y entonces, los ataques llovieron una vez más.

El equilibrio que Percy había alcanzado momentos antes se rompió finalmente. Sus poderes terminaron de adaptarse a su nueva realidad.

Ya no controlaba los mares, ya no sentía a su oponente, ya no tenía una tormenta protegiéndolo a su alrededor.

Era más rápido, más fuerte, tenía mejores reflejos y movilidad, pero simplemente no se sentía como un intercambio justo.

Ademas, por regla general, un mestizo jamás sería tan poderoso como lo era su padre, por lo que incluso con su físico mejorado, Perseus Jackson no era nada al lado del tirano de los mares.

El semidiós lo sabía, la única cosa que lo mantenía vivo en ese momento era su habilidad, años de práctica y experiencia que aquel universo no había conseguido quitarle.

A pesar de ello, Percy Jackson sintió una sensación que ningún hijo del dios del mar debería de poder sentir en su vida.

Sentía que se ahogaba, arrastrado por las furiosas corrientes marinas, diminuto e impotente ante la inmensidad del océano, un simple pececillo de agua dulce que era golpeado por las profundidades.

Pero, mientras miraba directamente hacia el abismo, en el rincón más oscuro de éste, el semidiós consiguió divisar una pequeña pero brillante luz de esperanza.

Nadando a contracorriente, la espada del joven comenzó a moverse más y más rápido, mientras una inexplicable fuerza parecía tirar del corazón del último héroe del Olimpo, dándole un impulso de poder como el que ya había sentido una vez en el pasado.

Poseidón abrió los ojos con sorpresa cuando le espada de su rival pasó a centímetros de su rostro.

El dios evitó el embate arqueando tranquilamente la espalda hacia atrás, y ante la furiosa mirada del semidiós sonrió con superioridad.

Sin embargo, Percy aún no había terminado.

Plantó sus pies firmemente sobre el suelo, y con todas sus fuerzas, incluso resquebrajando el suelo bajo sus pies, tiró de su cuerpo hacia delante una vez más.

—Ya lo tienes, Percy—murmuraba el hombre con la gorra de Neptuno en las gradas—. Sólo un poco más...

"¡Puedo alcanzarlo!"—pensó el semidiós, mientras veía como el filo de su hoja ya estaba a milímetros del rostro del dios.

Todo el estadio quedó en un profundo silencio.

Percy respiraba agitadamente mientras permanecía agachado a espaldas de su oponente. Poseidón seguía parado firmemente con el rostro totalmente ensombrecido.

Entonces, el soberano de los mares movió su tridente a toda velocidad. Percy giró sobre sí mismo e interpuso su espada.

Con un golpe seco, la lanza del dios arrancó de sus manos a Anaklusmos, que salió despedida por los aires girando a toda velocidad y se perdió entre las gradas.

—No seas tan arrogante, pececillo—advirtió Poseidón, mientras Percy miraba con incredulidad sus manos ahora vacías.

Las valquirias guardaron un silencio de muerte. Geir cayó de rodillas al suelo y miró desesperanzada el campo de batalla.

—¡¿QUÉ ES ESO?! ¡¡LA ANAKLUSMOS DE PERSEUS JACKSON HA SALIDO DESPEDIDA LEJOS DE LA ARENA!!

Desde su trono, Ares se cruzó de brazos y observó el campo de batalla con seriedad.

—Se acabó—sentenció.

Neptuno frunció el ceño, sabiendo que, si bien no todo estaba perdido, las cosas realmente estaban mal para su hijo.

Brunhild agachó la cabeza, igual de resignada a la derrota que su hermana menor.

YA ESTÁ DECIDIDO.

En un movimiento que nadie pudo predecir, Percy perdió su arma divina, su derrota está asegurada...

—Mierda...—murmuró el semidiós—. Aún no sé en qué Hades estaba pensando al venir aquí...

Poseidón se mantenía en silencio frente a él. El dios se limitó a alzar su tridente para dar el golpe de gracia.

Sin embargo, ante todos aquellos que ya habían dado por hecho su derrota, Perseus Jackson sonrió descaradamente, y comenzó a reír en la cara de Poseidón con la insuperable irreverencia que lo caracterizaba.

—Puedo sentirlo... ¿sabes?—dijo—. Puedo sentir como arde mi sangre. Siento mis huesos convertirse en arena y mi piel estallar en llamas...

Poseidón frunció el ceño con molestia. Pero antes de dar su golpe final, se detuvo al observar con total sorpresa como el cuerpo de Percy estaba echando humo.

—Te recomiendo...—murmuró Percy, con el dolor siendo notorio en su voz—... que termines conmigo de una vez... o podrías arrepentirte más tarde.

Poseidón no respondió. Se limitó a bajar su tridente a toda velocidad.

En las gradas, Neptuno cerró los ojos con fuerza, incapaz de mirar lo que sucedería a continuación.

Sin embargo, con el pasar de los segundos, el sonido de la sangre derramándose o la carne siendo atravesada jamás llegó.

Todo el estadio exclamó en asombro al observar cómo Percy había detenido el ataque del dios únicamente con su mano derecha, atrapando la base de los horcones y forcejeando contra Poseidón, quien estaba igualmente sorprendido.

El semidiós observó las gradas a través del reflejo de las cuchillas del tridente. Sus ojos relucieron al encontrarse con Neptuno, quien lo miraba asombrado desde la primera fila.

—A qué esto no lo viste venir, ¿verdad, papá?

El cuerpo de Percy estalló en llamas. Y el joven comenzó a gritar de dolor mientras seguía forcejeando contra el soberano de los mares, quien era incapaz de comprender lo que veía.

—¡¿QUÉ OCURRE?!—preguntó Heimdall—. ¡¿PERSEUS A COMENZADO A CONSUMIRSE EN FUEGO?!

En las gradas, Neptuno comenzó a temblar furiosamente.

—¿Qué es...? ¿Qué está pasando?—gruñó—. Percy... tú... ¡¡Percy!!

La piel del semidiós comenzó a derretirse sobre sus huesos, y pronto lo único distinguible de él fue un pilar ardiente que se extinguió de golpe en una gran explosión, dejando únicamente una gran nube de humo detrás de sí.

Poseidón retrocedió un par de pasos, sumamente confundido por lo que acababa de ver.

Y mientras todos en las gradas se preguntaban qué era aquello que recién habían presenciado. Un único hombre comenzó a temblar mientras recordaba, pues Ares, dios de la guerra, ya había visto en el pasado lo que venía después de aquella dolorosa experiencia.

—Imposible...—murmuró él—. ¿Cómo es que ese chico...? ¿En qué momento...?

El humo se despejó de golpe. Tanto humanos como dioses quedaron completamente anonadados ante lo que veían, a Ares se le cayó su taza de café de entre los dedos, Geir sonrió de oreja a oreja, derramando lágrimas de alivio, y Brunhilde se relajó una vez más mientras la emoción se apoderaba de su rostro.

Poseidón observó en silencio a su oponente, y al mirarlo a los ojos reconoció el poder que ahora fluía por sus venas, el poder del mismísimo Zeus.

Perseus Jackson se alzó frente a él, igualmente confundido, habiendo prácticamente duplicado su tamaño y musculatura, al tiempo que su cabello, anteriormente negro, se había tornado de un blanco puro y había crecido hasta superar el metro de largo en las hebras más largas.

—La maldición rota por los romanos...—murmuró el joven, mientras apretaba el puño derecho—. No sé qué te dieron de comer en este mundo, Aquiles, pero creo que me gusta...

El chico miró fijamente a los ojos de su oponente y le dedicó una nueva sonrisa torcida.

—¿Estas listo para el último round, papá?

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