I'm my Own Master Now
—Hmmm... autodidacta... y no del todo mal—había reconocido su oponente—. Pero... a tu técnica le falta algo...
Golpes iban y venían a gran velocidad sobre aquel destartalado tren que a gran velocidad se movía a través de los precarios territorios africanos en los que se encontraban. Raiden perdía terreno, incapaz de medirse con la abrumadora fuerza de su adversario, aquel enigmático samurái brasileño que respondía al nombre de Jetsream Sam.
—Ahora lo veo. Le deniegas su propósito a tu arma.
Con una sonrisa, el mercenario empujó al cyborg, exponiendo su guarida antes de, con un brutal mandoble, destruir su ojo izquierdo en medio de un torrente sangriento.
—Anhela bañarse en la sangre de tus enemigos... pero la contienes.
Raiden, en el suelo, sacudió la cabeza en señal de negación.
—No...—se puso en pie, apuntando su sable una vez más—. Mi espada es una herramienta de la justicia.
Aquellas palabras parecieron hacerle gracia a Sam, que con una serie de violentos ataques redujo a su adversario, empujándolo más y más al límite antes de, con un violento desenvaino desde su funda, casi como un disparo, cercenar limpiamente el brazo izquierdo de su rival.
—Esto es lo que pasa cuando traes una herramienta a una pelea de espadas—el samurái colocó su hoja frente al cuello del derrotado soldado—. Se acabó...
El tiempo había pasado, Raiden poseía un nuevo cuerpo mecánico, y por segunda vez en su vida se vería las caras con aquel hombre que se había tornado en su rival.
—Ahora, seriamente, Raiden, ¿no es todo esto un poco demasiado?—se burlaba el samurái, su rostro proyectándose a través de decenas de pantallas—. Cualquier lunático decente se hubiese rendido después de lo de México.
—Jetstream Sam...
—Escuché que cortaste al director del laboratorio por la mitad. Los viejos hábitos nunca mueren, ¿eh, Jack? Pero estás aquí, el niño soldado, peleando por los niños—una amarga carcajada escapó de su pecho—. Por favor. ¿Exactamente qué planeas lograr aquí? Jugar al héroe para un montón de cerebros... ¿y qué? ¿Ganar una medalla? Piénsalo, Jack. No importa cuántos niños mexicanos cortemos o africanos enterremos, el Primer Mundo apartará la mirada. A nadie le importa una mierda. No a los medios, no a los políticos... definitivamente no al Fulano promedio. Demasiado ocupados preocupándose sobre dinero, o sexo... religión... fama...
Raiden llegó a una pequeña plaza, en donde un holograma del brasileño hizo acto de aparición.
—Ah, pero tú eres un hombre con una misión, ¿no es así? Vas a arreglarlo todo, sólo tú y tu pequeña espada allí. Resolverlo todo con violencia, ¿es eso?
El cyborg se aferró a su arma con fuerza.
—Mi espada es un medio para un fin: para proteger a aquellos de los que ustedes se aprovechan.
—¿De verdad? Déjame preguntarte: todos esos cyborgs que has matado hasta ahora, quizá no eran niños, pero eran personas. ¿Alguna vez has pensado sobre ellos mientras los cortabas en hamburguesas?
Raiden negó lentamente con la cabeza, un tanto desconcertado.
—Ellos son adultos. Ellos... tomaron su decisión.
—Seguro, ellos son adultos. Seguro, ellos firmaron por esto, justo en la línea punteada de sus contratos PMC. Usualmente no son ajenos a la guerra. De hecho, usualmente ya han perdido un miembro o dos. Con frecuencia, estaban desempleados y muriendo de hambre en la calle. Así que sí... ellos firmaron por cirugía, por pelear Dios-sabe-dónde. ¿De qué otro modo podrías proveer para tu familia cuando tu país está enrollado en una guerra civil? Receptores de dolor apagados, llenos de nanomáquinas inhibidoras de miedo, y enviados directos a la licuadora... tu licuadora... Pero ellos tomaron su decisión, ¿verdad? Abre tus ojos y mira, Raiden.
El soldado frunció el ceño.
—He visto bastante.
—Entonces escucha. Esas emociones de campo de batalla que las nanos suprimen... escúchalas.
—¿De qué estás hablando...?
—Shhh...
El cuerpo de policía de la ciudad llegó al encuentro de Raiden, desplegando sus armas al tiempo que se disponían a encarar a su enemigo, de cyborg a cyborg.
—¡Allí está!
—¡Mátalo!
Raiden alzó su espada, sólo para escuchar sin querer hacerlo, para atestiguar las palabras que brotaban de la mente de sus aparentemente implacables atacantes, de sus corazones llenos de terror:
"¿Podemos con él?"
—¿Qué te pasa?—aulló uno de los oficiales, pero sus pensamientos lo traicionaban.
"La forma en la que mató a los otros... oh Dios"
"Por favor, Dios, no me dejes morir"
—¡Hagámoslo!
Los hombres atacaron, y Raiden se defendió haciendo gala de su usual ferocidad. Con cada choque de armas, las voces de sus enemigos resonaban en su cabeza:
"¡Tengo familia!"
"Esto no es justo..."
—Pequeño punk...
—Escucha atentamente ahora—seguía hablando Sam.
—¡Muere!
"¡Yo no pedí esta vida!"
"Vi a mi esposa e hijo morir... esto es todo lo que me queda"
—¡No eres ni una mierda!
"El maldito IED tomó mis piernas. ¡Necesitaba un trabajo!"
Sam reía, y Raiden rápidamente caía en desesperación:
—¡Detente!
"¡No sabía qué era lo que estaba firmando!"
El soldado comenzó a ser golpeado, rendido por la brutalidad de aparentes corruptos policías, nada más que hombres rotos por dentro.
—¿Algún problema, Raiden?—se burló Sam.
"Casi he ahorrado lo suficiente para traer a mamá a los Estados Unidos..."
—¡Acábalo!
"¡Lo que sea que haga falta para ser libre de esta tortura!"
—¡DETENLO!—bramó Raiden.
"¿Por qué estoy peleando siquiera...?"
"Finalmente conseguimos llegar a los Estados Unidos, ¿y para esto...?"
"¿Cómo demonios terminé así, peleando por estos sujetos...?"
"Jesucristo... ¿en qué demonios estaba pensando? ¿Por qué me haría esto a mi mismo?"
Con una serie de brutales balanceos de su espada, de su "herramienta de justicia", Raiden dio fin a las voces, partiendo en mil pedazos a sus dueños, viendo sus pensamientos nublados, su mente e ideales colapsando tras aquel duro golpe.
—Raiden—llamó Blade Wolf, llegando a la zona de batalla, encontrando a su compañero rendido en el suelo, con la mirada perdida—. ¿Estás herido?
El cyborg negó con la cabeza, respirando con agitación.
—Creía que habían tenido elección. Una elección justa. No como tú...
—La gente es diferente—respondió la máquina.
—¿A diferencia de las IAs?—cuestionó, poniéndose en pie—. Ustedes son todos iguales, ¿huh? Tú y tus hermanos, manipulando a la humanidad por su propio beneficio.
—Parece ser que mi declaración te ha molestado. Me disculpo.
El cyborg rió amargo.
—No, es que... sé que tienes razón.
—Como IAs, nosotros nos adaptamos mientras aprendemos. Justo como cualquier intelecto opera, hombre o máquina. Alterar el curso de la humanidad es no una de mis directivas definidas.
—Supongo que eso es un alivio.
Una fina capa de lluvia se precipito desde las nubes, tiñendo el mundo de gris.
—El comportamiento de Samuel no coincide con los parámetros establecidos.
—¿Lo conoces?
—Afirmativo. Servimos juntos en tres misiones previas. Probó ser el más capaz.
—Piensas bastante bien de él.
—Siempre lo he encontrado... confiable. Hasta ahora.
—No es an blanco y negro ahora, ¿o sí?—se burlaba Sam—. ¿Es tu causa justa, o es sólo "justo" lo que te dices a ti mismo?
—Jódete...
—Tienes razón... sobre mí, quiero decir—murmuraba Raiden, de rodillas bajo la lluvia—. Sabía que algo estaba... mal. Después de los Patriots, pensé que podría caminar lejos del campo de batalla hacia una vida normal. Pero aquí estoy, rodeado por muerte, discutiendo filosofía con terroristas. Me dije a mí mismo que era sobre justicia. Sobre proteger a los débiles. Pero estaba mal.
—Así que lo admites—rió Monsoon, de los Vientos de la Destrucción.
—Aprendí desde joven que matar a tus enemigos se siente bien. Realmente bien. En América, mis amigos... mi familia... ellos me ayudaron a olvidar al demonio en mi interior. ¿Pero a quién estoy engañando? ¡Yo nací para matar! Aquello sobre mí espada... ¿esa cosa de "medio de justicia"? Creo que necesitaba algo para mantener al Destripador en raya cuando estaba hundido hasta las rodillas en cadáveres.
—Tú...
—Pero tú... todo esto... esta llamada de atención hacia aquello en lo que realmente creo, para lo que realmente soy.
—¿Qué estás diciendo...?
—Estoy diciendo que Jack regresó.
"NACIDO EN UN EMPAQUE"
"NO HAY OPCIÓN, SÓLO TOMAR ORDENES DE ATACAR"
Un enorme pilar de humo brotaba del suelo hasta el cielo nocturno. La ciudad de Kioto se había tornado en un destrozado cráter en donde sólo reinaba la destrucción.
—QUIEN PREVALECIÓ EN ESTE ENFRENTAMIENTO EXTREMO DE ESPADAS FUE... ¡¡SUSANO'O NO MIKOTO!!
El dios se alzaba victorioso, exhausto pero orgulloso, sobre el cuerpo despedazado de su rival, cubierto de sangre, inmóvil en el suelo. Cansado, el destajador de dioses se dejó caer de un sentón, sonriendo de oreja a oreja mientras era bañado por los vítores del público.
—Uf... eso fue emocionante.
—¡¡Raiden!!—llamó Wolf, alterado.
"ENCADENADO"
"ME ALIMENTAN, PERO EL HAMBRE PERMANECE"
El cyborg reaccionaba, muy lentamente, pugnando desesperado por asir su arma, regresando a su estado normal, su agonizante mente más sosegada que cuando abrazaba a su persona del Destripador.
—Jack...—murmuró Susano'o, sumamente sorprendido.
—¡¡¿QUÉ?!! E-ESPEREN. ¡A PESAR DE ESTAR AL BORDE DE LA MUERTE! ¡¿AÚN ESTÁ INTENTANDO LEVANTARSE?!
El soldado trataba de incorporarse, usando su sable como un bastón, derramando sangre, sudor y pedazos de metal desgastado.
"INFELIZ DE VIVIR DE ESTA MANERA"
"SIENDO GUÍADO POR CIEGOS"
—En serio...—murmuraba el público.
—¡¿Cómo es que sigue de pie?!
—Raiden... eres un hombre verdaderamente admirable.
"TENGO QUE PLANEAR MI DISPERCIÓN"
"ES HORA DE DEJARLOS A TODOS ATRÁS"
—Raiden—saludó Blade Wolf.
En una desolada carretera en medio de la nada, Raiden se encontraba una vez más con Sam, esta vez estando acompañado por Blade Wolf.
—¿Intimando un poco?—cuestionó el cyborg.
—He analizado sus palabras y acciones. Soy incapaz de averiguar su motivación.
El samurái se volvió hacia el recién llegado, recibiéndole de brazos abiertos:
—Ah, un gusto encontrarte por aquí.
—Ya sabías que vendría—gruñó el soldado—. ¿Supongo que debería agradecerte por no haber matado a todos en el sitio de lanzamiento?
Sam dejó escapar una risa.
—Bueno, no si lo dices de ese modo.
—Para ser un asesino a sueldo, no eres muy bueno en tu trabajo.
—La guerra es la gran recomienza.
Raiden suspiró.
—Claro. Grandes aumentos por todas partes una vez que World Marshal consiga todos esos contratos...
—No estoy hablando sobre dinero, Jack. Hablo de ideales.
—¿Perdona?
El samurái negó con la cabeza.
—Olvídalo. Ambos hemos oído suficientes discursos sobre causas mayores para este momento. La historia decidirá quién está en lo correcto, eso es todo.
Raiden desmontó de su motocicleta, saliendo ambos rivales de la carretera, entrando a un campo en medio de la nada, iluminados sólo por la puesta del sol.
—No me importa quién piense que tengo razón—gruñó Raiden—. Y tengo razones suficientes para matarte.
—¿Qué...? Oh, bien—rió Sam—. ¡Porque eso es muy bueno! Sí, me gusta.
—¿Realmente deben pelear?—cuestionó Blade Wolf, con un dejo de aflicción.
Ambos hombres se miraron frente a frente.
—No interfieras—pidió Raiden.
—Esto es entre nosotros—convino Sam.
Ambos desenvainaron a gran velocidad.
—Y termina aquí—concluyó Raiden, poniéndose en guardia, dejando que su máscara cibernética se cerrase sobre sus ojos.
—De acuerdo—Sam preparó su sable, desplegando sus propias protecciones—. Let's dance!
El ciclo de la violencia no es algo de lo que ninguno de ambos hombres estuviese realmente dispuesto a escapar. Mientras chocaban espadas una y otra vez, hiriéndose, mutilándose, enseñando sus colmillos en un intento por matarse mutuamente, el mundo que les rodeaba desaparecía a su alrededor. Sin guerras, sin ideales, sólo violencia, eso era lo único que conocían.
Tras su largo viaje, tras darle muerte a tanta gente, tras aceptarse por quien realmente era, Raiden, Jack el Destripador, finalmente se sobrepuso a aquel hombre que tanto lo haba atormentado, atravesando su pecho con una feroz estocada.
Sam cayó al suelo, con una enorme herida en su pecho, cortes cubriendo todo su ser. Soltó una última risa, sonrió a Blade Wolf, y cayó rendido al suelo, sin vida.
Raiden sacudió la sangre de su espada antes de envinarla, con la mirada fija en el horizonte, silencioso, pensativo.
—Está muerto...—murmuró Wolf.
El soldado se volvió hacia el cuerpo de su abatido rival.
—Apenas y tenía mejoras cyborg—comentó, sorprendió.
—¿Era este resultado necesario?—se cuestionó la máquina—. Evidencia: inconclusa.
—Supongo que ni siquiera las IAs lo saben todo.
—Es probable que no exista una sola respuesta correcta. Adicionalmente, los conflictos humanos nacen de ideales opuestos y normas sociales. Yo no fui programado con estos lineamientos.
—Será mejor que lo averigües tú mismo—el cyborg tomó del suelo la espada de su enemigo abatido, una hermosamente forjada espada de un bello rojo carmesí, pero cuyo sistema de alta frecuencia no parecía funcionar—. Bloqueada por ID...
—Una VT7 Hihg-Frequency Blade—explicó Wolf—. La eficacia de las mejoras se corresponden directamente a la calidad del arma original. Mi archivo indica que Sam heredó la espada de su padre.
—¿Vas a enterrarla?—preguntó Raiden.
—Voy a conservarla—respondió la máquina, llevándole a su compañero la vaina del arma—. En memoria de Sam.
Raiden tomó aquella elaborada funda, limpió la sangre de la katana con una sacudida y ceremoniosamente la envainó, entregándosela de nueva cuenta a Wolf, que la tomó delicadamente entre sus fauces metálicas.
—Radien...
Una voz femenina tomó por sorpresa a ambos compañeros. La voz de una valquiria.
"ESCAPANDO DE MI DOLOR"
"NADA ARRIESGADO—NADA GANADO"
Raiden se puso en pie, tomando por sorpresa al Valhalla en su totalidad.
—NO... NO PUEDO CREERLO... ¡EL MORIBUNDO DEMONIO, JACK EL DESTRIPADOR, SE HA LEVANTADO!
El público estalló en vítores a todo pulmón:
—¡¡Raiden se levantó!!
—¡¡Sí!!
—Ah... ¿qué es eso?
—¿Los ojos de Raiden se han vuelto...?
Una nueva aura de poder manaba del cuerpo del humano, rugientes llamas de un profundo e intenso azul que iluminaban la noche intensamente.
"AHORA SOY MI PROPIO AMO"
—Raiden...
La voz de Blade Wolf resonó por el cielo. Ambos adversarios se volvieron hacia la máquina que, sin que nadie lo notara, se había colado en el campo de batalla, observándolo todo desde el techo de un edificio cercano.
—¡Wolf...!
La maquina llevaba en la boca el sable de Sam, aún envainado. Su voz mecánica se escuchaba triste, afligida, nostálgica, pero igualmente terminada:
—Reproduciendo grabación: "Heh... dos años he estado trabajando hacia esto, y en el último día el rubio me tiene dudando sobre todo. Lo dejaremos al destino entonces, ¿te parece Wolfy? Un duelo a muerte, que el mejor gane".
Radien se mostró sorprendido.
—¿Sam?
—"Lo corto, y eso es todo. De regreso a nuestro agenda regular de incidente internacional. Pero, si él me derrota... si muero aquí... el bloqueo en mi hoja se desactivará después de un par de horas. Lo que pase después de eso depende de ti, Wolfy".
"SOPORTAR LA MARCA DE MIS CICATRICES"
"DERRAMANDO SANGRE BAJO LAS ESTRELLAS"
—¡HEY!—se quejó Heimdall—. ¡NO PUEDES ESTAR AQUÍ! ¡SAL DE LA ARENA ANTES DE QUE RESULTES HERIDO O PEOR!
—No fui diseñado para temer la destrucción—repuso la máquina—. No obstante, la directiva cero existe para asegurar que toda la data adquirida es preservada y transmitida. El expirar aquí violaría esa directiva.
—¿EH?
—Aún así, Raiden fue en mi ayuda... he aprendido de él. Cuando Samuel cayó, mi análisis de data era inconcluso... pero eso ha cambiado. He establecido nuevos parámetros ahora. Creé mis propias directivas.
El dios presentador sufrió un tic en el ojo.
—¡DA IGUAL! ¡ESTA ES UNA PELEA SINGULAR! ¡¡NO PUEDES INTERFERIR...!!
—Déjalo—pidió Susano'o, interesado por el cambio de eventos, curioso, incapaz de apartar su vista de aquella hoja envainada—. Quiero ver a dónde va esto...
—EH...
"PERO DE ALGÚN MODO SOBREVIVIRÉ"
El lobo arrojó su preciada carga, y Raiden la atrapó alzando una mano.
—¡¡Susano'o!!—bramó, rodeado por la infinita destrucción que se había apoderado del campo de batalla—. Alguna vez dije que mi espada era una herramienta de justicia. No usada en ira. No usada para la venganza...
Lentamente desenvainó su nueva arma, la cual chisporroteaba intensamente en una tormenta de rayos carmesíes.
—Pero ahora... ahora no estoy tan seguro—apuntó su hoja, sonriendo emocionado—. Y de cualquier modo... esta no es mi espada.
Una poderosa luz verde esmeralda brotó de la antigua arma del humano, abandonando su filo al tiempo que ahora se impregnaba en la Hihg-Frequency Muramasa de Sam. Un enorme pilar de luz emanó desde el cuerpo de Raiden, una ardiente aura azul que empequeñecía todo a su alrededor.
"ESCUCHENME AULLAR"
—Es tal y como sospechaba... es diferente al habitual "Modo Destripador"—comentó Wolf.
—Sus ojos arden en un azul intenso—comentaba el público.
—¿Qué es la presión que emite esa espada? Es como si no tuviera fondo.
—¿Ese de verdad es Raiden?
El fuego cerúleo que cubría su cuerpo y espada echaban chispas, una tormenta eléctrica de rojo y azul, un poder extraño, antinatural, nacido de la fusión entre valquiria y humano.
—De acuerdo...
Raiden tomó su sable a dos manos, imitando la postura de su viejo rival. Apuntó la hoja a la garganta de su adversario, una pierna frente a la otra a la altura de los hombros, brazos relajados, postura firme, el pie izquierdo levemente levantado, listo para saltar.
—Let's dance!
"HORA DE DEJARLO TODO ATRÁS"
Sorprendido por lo que veía, conmovido por aquello que había presenciado, lágrimas de felicidad se deslizaron por el usualmente estoico rostro de Susano'o, su voz quebrada por la emoción, por la pasión por la espada que por tantos siglos había guiado su vida.
—Finalmente he sido recompensado—exclamó—. Después de descender del Takamagahara, después de días en solitario en los que seguí blandiendo mi espada... todo esto ha valido la pena, la técnica de la espada que he soñado usar algún día, y que he perfeccionado a lo largo del tiempo. Ahora estoy seguro de que mi vida ha estado destinada para este momento. Raiden, Jack... gracias.
"AHORA SOY MI PROPIO AMO"
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