Hero's Journey
—IN... ¡¡INCREIBLE!! ¡¡EL CABALLERO DE LA NOCHE HA LOGRADO SACAR LA PRIERA GOTA DE SANGRE DEL HÉROE MÁS GRANDE DE LA HISTORIA!!—exclamó Heimdall—. ¡¡EL PUÑO DE LA HUMANIDAD HA ATRAVESADO EL TRONO DE LOS DIOSES!!
Ha bajado el telón maldito, sumiendo la batalla en la oscuridad.
—¡DE VERDAD, UNA MANIOBRA QUE ASFIXIÓ A LOS CIELOS ENTRE LA NEGRURA! ¡¡ÉL ES LA PERSONIFICACIÓN DEL MIEDO Y LA VENGANZA!! ¡¡BATMAN, EL CABALLERO OSCURO!!
Heracles gruñó molesto mientras se ponía de pie.
—¿La personificación del miedo?—escupió, al tiempo que se arrancaba los batarangs incrustados en su cuerpo—. Si este es el alcance de tu malvado objetivo... ¡Entonces lo aplastaré por completo!
El héroe cerró su puño con fuerza sobre los discos metálicos, convirtiéndolos en chatarra torcida e inservible que arrojó despectivamente al suelo.
Desde su lugar, Ares se inclinó en su asiento, mientras que Hermes se llevaba la mano a la barbilla, pensativo.
Un remolino se abrió en el aire sobre ellos, y de allí surgió Loki, levitando de cabeza sobre ambos dioses griegos.
—Oh, cielos~ ¿cómo se sienten?—preguntó el dios nórdico—. ¿No es éste un resultado problemático, mis amigos griegos?
Ares frunció el ceño con molestia, mientras que Hermes permanecía impasible.
Loki se arrastró cual serpiente, quedando su rostro a una distancia incómodamente cercana a la cara de Hermes.
—E incluso después de que dijese tantas increíbles palabras~
—SILENCIO—ordenó Ares.
Tanto Hermes como Loki se volvieron sorprendidos hacia el dios de la guerra, quien por una vez se veía serio, e inclusive, respetable.
—Ese hombre es Heracles, confío en él con todo mi corazón—siguió Ares, decidido.
Hermes solamente sonrió mientras se volvía al combate, Loki, por su lado, miró intrigado al dios de la guerra.
Un trueno resonó una vez más en las alturas, y un rayo iluminó por breves instantes el campo de batalla.
Heracles lo notó de inmediato, el lugar en el que momentos antes había estado el murciélago de Gotham ahora estaba vacío, y no había ningún rastro del caballero oscuro.
El dios se giró sobre sí mismo y lanzó un golpe a ciegas, creyendo que quizá su oponente planeaba atacarlo por su punto ciego.
El garrote de Heracles sacudió el aire, y nada más.
El héroe cerró los ojos para tratar de concentrarse en sus sentidos una vez más, sin embargo, antes de que pudiese tan siquiera pensar en algo, el murciélago aterrizo sobre su rostro, pateándolo con ambas piernas antes de alejarse de un salto.
Heracles retrocedió un par de pasos y aguzó el oído. Podía escuchar el silbido del aire al ser atravesado por un afilado disco metálico, y movió su garrote en respuesta.
En cuanto el dios golpeó el batarang en el aire, supo que algo no iba bien.
La ciudad se ilumino por un segundo cuando una explosión sacudió los edificios.
—¡UN EXPLOSIVO ARROJADIZO!—exclamó Heimdall—. ¡¡INCLUSO SI NO PODEMOS VER GRAN COSA, LA SITUACIÓN NO PARECEN IR BIEN PARA EL DIOS HERACLES!!
El héroe legendario se concentró profundamente, era un guerrero más que experimentado que había enfrentado a decenas de peligros en el pasado. Podía con cualquier cosa que el murciélago le arrojara y más.
Su garrote atravesó el aire de un lado a otro, golpeando las calles y edificios sin conseguir impactar en su enemigo, pero lentamente acorralándolo.
Heracles lo sabía, podía sentir la fría presencia de su oponente a escasos pasos frente a él, evadiendo sus ataques por muy poco con ágiles saltos.
El dios siguió avanzando, empujando a su oponente hacía un callejón, ¿o era acaso que su oponente se estaba dejando llegar a aquel maldito sitio de desgracia?
Heracles lanzó un puñetazo que se estrelló contra una de las paredes del lugar. El héroe sintió confundido como una pegajosa sustancia, alguna clase de gel, cubría todo el muro.
Y antes de alcanzar a reaccionar, una nueva explosión lo mando a volar de espaldas.
—¿Pero qué...?—murmuró el dios, mientras se reincorporaba.
El sonido de metal llamó una vez más su atención. Un batarang se había incrustado en la pared junto a él, a pocos centímetros de su rostro.
El dispositivo era diferente a los demás, despedía un olor extraño que el héroe no supo identificar.
Entonces, una intensa luz anaranjada iluminó el callejón. Antorchas se encendieron en las paredes y los edificios crecieron más y más, adoptando una apariencia aún más lúgubre tenebrosa.
Heracles sintió como si la realidad misma le diera vueltas, el suelo no se sentía sólido, el aire era líquido y podía notar como todo el peso del cielo caía sobre sus hombros.
El héroe se puso de rodillas para soportar aquel abrumador peso, y al alzar la miraba observó como la silueta negra del murciélago lo miraba fijamente con sus brillantes ojos blancos, las alas negras de la criatura estaban envueltas a su alrededor como una capa que hondeaba entre los fuertes vientos de la tormenta que comenzó a azotar a la ciudad.
—¿Qué es lo que me has hecho?—gruñó el dios—. ¡¿Qué es lo que quieres?!
La voz del murciélago resonó por todo el callejón como un aullido infernal:
—Quiero que le temas a lo que no puedes ver.
La criatura abrió las alas, una explosión derribó a Heracles y una gigantesca llamarada con forma de murciélago envolvió al héroe.
Cientos de pequeñas criaturas aladas salieron de entre la capa de la criatura, volando contra Heracles y llenándolo de cortes y mordidas.
La oscuridad se tragó al dios de la justicia, amenazando con arrastrarlo hacia el mismo infierno. Los edificios cayeron a su alrededor y su piel comenzó a caérsele de la piel.
—Tú... no eres un héroe...—gruño Heracles, mientras era asfixiado por el universo entero—. ¡El mundo necesita esperanza y justicia, no miedo y venganza!
Las alas del murciélago se cerraron de golpe, llevándose consigo todo el calor y la luz que alguna vez el cosmos pudiese haber conocido.
—Quizá el mundo necesite un héroe—reconoció la criatura de la noche—. Pero la humanidad necesita al demonio.
La oscuridad se descompuso en miles de murciélagos que revolotearon por el vacío hasta adoptar la forma de una gigantesca figura negra, el caballero de la noche.
En la naturaleza humana, el miedo a la oscuridad está impreso en lo más profundo de todos nosotros, sin importar de quien se trate, estar en una oscuridad absoluta despierta el más profundo miedo. Miedo que tenemos desde tiempos ancestrales, en los que el miedo a la oscuridad era la única forma de sobrevivir a los peligros que la noche traía, y eso era algo que Heracles sabía, su oponente se había convertido en ese miedo.
—¡Yo soy la noche! ¡Yo soy la oscuridad! ¡Yo soy la razón de que los criminales no salgan de sus escondites!
Heracles cerró los ojos, pero la sensación de ser arrastrando por la oscuridad y las voces hablando directamente en su cabeza no desaparecieron.
—Lo que no genera luz, crea sus propias sombras...—murmuró el héroe, antes de abrir los ojos con determinación—. Es por eso que yo soy la luz de la justicia... para iluminar al mundo entero y que nadie nunca tenga que temer a la oscuridad... ¡SOLO LE TEMO A UNA COSA! ¡¡Y ES AL DÍA EN EL QUE ME SEPARE DE LA JUSTICIA!!
Heracles tomó las riendas de su descenso a la locura, sujetó con fuerza su garrote y se abalanzó contra la oscuridad.
—Entonces, te mostraré por qué yo soy la justicia—respondió el demonio murciélago.
Heracles golpeó a la noche, y se quedó parado en seco, helado por el horror.
De un segundo para otro, su garrote se había transformado en un arma de fuego, un revolver.
El sonido del disparo desgarró el corazón del héroe, pero no fue nada en comparación al grito de la mujer que se ahogaba en su garganta antes de caer sin vida al suelo, justo encima del cuerpo de un hombre igualmente asesinado.
Un collar de perlas se deshizo en mil pedazos, y pronto el silencio invadió el callejón, dejando solamente a un niño, no mayor a ocho años, que miraba en total estado de shock los cuerpos sin vida de sus padres.
Heracles retrocedió presa del pánico. En su mano, con cada parpadeo que daba, su arma pasaba de ser un garrote a una revolver y viceversa.
El dios soltó el arma, que cayó estrepitosamente al suelo.
—No...—murmuraba el héroe—. Yo no... yo nunca...
El rostro del pequeño, lleno de lágrimas, se volvió para mirar a los ojos de Heracles.
—Yo... por favor... jamas... no quería...
El niño se deshizo en millones de murciélagos, los cuales envolvieron a Heracles de pies a cabeza y lo arrastraron por la noche hasta quedar nuevamente a los pies del demonio de Gotham.
—Sólo quiero...—murmuró el dios—. Yo sólo quiero salvarlos...
Una voz macabra respondió, no venía de ningún lado y venía de todos a la vez:
—Ustedes los dioses siempre quieren salvarnos a nosotros—dijo—. Pero no necesitamos ser salvados, necesitamos ser liberados. Y el gran secreto es que, al final, ustedes quieren ser salvados de nosotros.
—No...—negó Heracles—. ¡NO! ¡¡NO!! ¡¡Tú no me has escuchado!! Si no hay una luz que ilumine mi camino, yo mismo lo iluminaré, y compartiré mi brillo con todos a mi alrededor. ¡¡No permitiré que los monstruos que aguardan en las sombras le hagan ningún daño a nadie nunca más!!
El aire se arremolinó a su alrededor, el dios se puso de pie, y rugió a los cuatro vientos.
En las gradas, aquellos humanos más sádicos comenzaron a gritar pidiendo sangre:
—¡Ve por él! ¡Toma la cabeza de un segundo dios!
—¡Sí, murciélago! ¡Descuartízalo ya mismo!
—¡¡Muy bien!! ¡¡Miren al dios, está tan asustado que no puede moverse!!
Ares se inclinó para ver mejor su pantalla y bufó molesto.
La cámara estaba fija en un pequeño y sombrío callejón, y aunque apenas y podía distinguirse algo, era claro para los espectadores que Heracles estaba allí, arrodillado en el suelo y rugiendo lleno de ira y determinación, mientras que el caballero de la noche permanecía cerca, invisible, guiando a la mente del dios a través de las alucinaciones provocadas por el gas del miedo al que lo había expuesto.
—¿Asustado?—preguntó Ares, despectivamente—. Deberían poner más atención, estúpidos humanos.
Heracles abrió los ojos de golpe, se abalanzó hacia el frente y lanzó un golpe hacia la oscuridad. Y para sorpresa de todos, menos de Ares, el puñetazo impactó en su objetivo.
—Wow...—se sorprendió Loki, mientras se sentaba sobre el hombro derecho del dios de la guerra.
—El verdadero poder de Heracles no yace en su fuerza—dijo Ares con seriedad—. Su verdadero poder es su voluntad, la cual ni siquiera los dioses pudieron romper.
TEBAS (Grecia)
Aproximadamente 2000 A.C
¿CÓMO FUE QUE EL FIERO DIOS DE LA FORTALEZA, HERACLES, ASCENDIÓ AL OLIMPO?
Entre las calles de la ciudad, un pequeño niño se abrazaba a una cría de vaca con desesperación, mientras otros dos chicos más grandes que él lo golpeaban.
El chico de aspecto mucho más robusto y corpulento le lanzó una patada a la espalda, mientras que otro, más alto y delgado, tomaba las cuerdas del ternero.
El chico más corpulento lanzó un puñetazo a la cara del más pequeño de entre los tres.
—¡Ya ríndete, Cástor!—le gritó molesto.
El chico más pequeño lloró mientras se aferraba al ternero.
—Por favor... necesito esta vaca—lloró—. ¡Es importante! Tengo que intercambiarla por la medicina de mi madre.
El chico más corpulento le dio una patada en la boca.
—¡¡Como si nos importara!!
EL CHICO QUE DESPUÉS SERÍA CONOCIDO COMO HERACLES...
—¡¡DETÉNGANSE!!
ALCIDES.
Los chicos mayores se volvieron hacia el recién llegado, mientras que Cástor lo miraba impotente desde el suelo.
—A-Alcides...—murmuró—. Rápido. ¡¡Escapa...!!
Sin embargo, Alcides se plantó firmemente frente a los agresores.
Era sólo un chico, de aspecto débil y frágil, con un alborotado cabello negro sobre la cabeza, una corta capa sobre los hombros y una túnica rasgada y rota que lo cubría de la cintura para abajo.
—¡¡YO SERÉ SU OPONENTE!!—gritó el joven sumamente molesto.
Los dos chicos abusivos lo miraron, más confundidos que otra cosa, incluso dándoles pena ajena, ¿ese pequeño chico delgado y frágil quería plantarles cara?
Cástor se palmeó la cara con desesperación.
ALCIDES POSEÍA UN CUERPO MÁS DÉBIL QUE EL DE CUALQUIER OTRO.
Algunos minutos más tarde, Alcides y Cástor yacían tumbados en el suelo, uno al lado del otro.
—Ellos... de verdad te golpearon, ¿eh? (Aunque era de esperarse)—dijo Cástor—. ¿Por qué sigues metiéndote en peleas si eres tan débil?
Alcides cerró los ojos.
—¿Acaso no es obvio?—respondió—. Es porque esos chicos actúan mal.
Cástor se levantó con dificultad del suelo.
—Alcides... no sé si eres muy amable, o simplemente muy estúpido.
Alcides se levantó del suelo también.
—Bueno, realmente no me importa lo que creas—dijo—. PERO YO SIEMPRE QUIERO ESTAR DEL LADO DE LA JUSTICIA.
ESE CHICO, QUE ERA MÁS DÉBIL QUE CUALQUIER OTRO...
—Hay que irnos—dijo Alcides.
Cástor lo miró sentado en el suelo.
—¿Y adonde vamos a ir en este estado?
Alcides extendió el puño y sonrió.
—¿Acaso no es obvio? Vamos a recuperar tu vaca.
Cástor se levantó y chocó puños con su amigo.
—Por los dioses...
...AL MISMO TIEMPO, POSEÍA EL ALMA MÁS JUSTA DE TODAS.
En tiempos de conflicto, y durante la cacería,
SIN IMPORTAR EL OPONENTE QUE ENFRENTARA, ALCIDES SIEMPRE SE PONÍA EN GUARDIA Y LUCHABA POR LO CORRECTO.
Algún tiempo ya había pasado, esa noche se estaba celebrando una fiesta en honor a Zeus, durante ese día, los cazadores de la ciudad habían conseguido abatir a un jabalí de proporciones monstruosas y así proporcionar comida a todos los pobladores.
A los escalones del templo del dios padre del cosmos, los ciudadanos celebraban alrededor de una hoguera, mientras el cuerpo del jabalí era cocinado sobre las llamas.
—En este día le agradecemos a Zeus por concedernos este alimento tan necesario—decía el líder religioso de la ciudad—. Ahora, nadie pasará hambre.
Lejos de allí, bajo un árbol, el joven Alcides se ejercitaba incansablemente haciendo flexiones. Su mirada se desvió a la porción de carne que le estaban entregando.
—Toma, asegúrate de comer algo—dijo Cástor, sentado junto a su amigo, con la espalda recargada contra el árbol.
Alcides desvió la mirada y siguió ejercitándose.
—No merezco comer—gruñó—. Necesito volverme mas fuerte... para que pueda ser útil.
Cástor alzó una ceja.
—No puedes volverte más fuerte si no comes.
—¿OH? ¡Ahí está! ¡El autoproclamado héroe!
Nuevamente, el par de chicos abusivos de antes habían llegado a molestar.
El más delgado de los dos se rió mientras bebía un líquido de un vaso de madera.
—Oímos su conversación.
El chico más robusto sonrió burlonamente.
—¿Entonces quieres volverte más fuerte, Alcides? En ese caso, ¿por qué no intentas beber esa cosa de los dioses?
El chico señaló en dirección al templo de Zeus, donde en la palma derecha de la gigantesca estatua del dios, una copa sellada había reposado allí por generaciones.
Ambrosía, la sangre de Zeus.
La leyenda dice que si es consumida por un verdadero héroe, le concederá un cuerpo eterno. Sin embargo, si alguien más la bebe, morirá de forma instantánea. Se dice que el héroe Aquiles obtuvo su fuerza al beber ambrosía.
El par de chicos empezaron a reír descontroladamente.
—Nah, olvídalo, hombre. Si ese chico la bebiera, caería muerto en cuestión de segundos.
—Supongo que tienes razón.
El dúo se alejó riendo entre burlas.
Cástor volvió a ofrecer el pedazo de alimento a Alcides.
—No les prestes atención. Solo es una vieja historia.
Alcides se levantó del suelo y tomó la comida que su amigo le ofrecía.
—Sí, lo sé...—dijo—. No importa cuanto deseé volverme mas fuerte, no tiene caso si muero en el proceso.
Días más tarde, Alcides seguía con su intensivo entrenamiento. En la sima de un pequeño cerro, el chico se dedica a entrenar con un pesado garrote, en su mente, solamente el deseo de fortalecerse para serle útil a los demás.
"Más fuerte"—pensaba—. "¡Más fuerte!"
Ese chico, cuando debía elegir entre dos caminos, siempre elegía el más difícil sin dudarlo, para obtener la fuerza necesaria para proteger a los débiles.
HASTA QUE FINALMENTE
Después de días, semanas y meses de entrenamientos y ejercicios continuos.
Ya no había ningún tonto que se atreviera a menospreciarlo otra vez.
El pequeño y frágil Alcides ya no existía, solamente había un joven poderoso y sumamente fuerte, pero siempre de buen y justo corazón.
SIN EMBARGO... EL AÑO 2000 A.C HABÍA LLEGADO.
CONFERENCIA PARA LA SUPERVIVENCIA DE LA HUMANIDAD:
74% SÍ
26% NO
—Entonces, con esto, la existencia de la humanidad continuará—dijo el viejo Zeus, mientras sostenía a un pequeño bebé dragón entre sus manos—. ¿Correcto?
Los dioses estuvieron de acuerdo con la decisión.
—Dicho lo anterior... me gustaría escuchar la opinión de algunos de ustedes
Desde su lugar, una mucho mas joven Afrodita señaló la pantalla de un dispositivo similar a un teléfono celular.
—Hmmm... sacrifican bastante rápido a todos los animales a su alrededor, y siempre están en guerra. ¿Quizás necesitan un pequeño castigo? Particularmente la gente de este lugar llamado Tebas.
Otra voz estuvo de acuerdo.
—Sin duda, al igual que hicimos con los que hicieron la Torre de Babel... HAY QUE MATARLOS~
Loki, sin duda, estaba emocionado, sus vestimentas eran diferentes, más anticuadas y elegantes. Pero el dios seguía siendo igual de retorcido.
Odín permaneció en silencio, al igual que Thor, quien estaba detrás de él.
Poseidón igualmente se mantenía cayado, vestido con una mezcla perfecta entre una armadura de batalla, un elegante traje de marino y las vestimentas de un rey.
Shiva, quien portaba un atuendo prácticamente igual al actual, variando solo en que portaba un ornamentado collar con joyas, se levantó de golpe y apuntó al dios nórdico con un dedo.
—Loki, siempre llegas a los extremos, no hay necesidad de destruirlos a todos—el dios hindú apretó los puños con emoción—. YO IRÉ ESTA VEZ.
Una enorme mano pidió silencio a la multitud.
—Un momento por favor.
Shiva se volvió molesto.
—Tebas se encuentra en nuestra jurisdicción—dijo el dios griego de la guerra, alzando el brazo derecho al aire—. Por favor, déjenme esto a mí, Ares.
Durante los tiempos en que los dioses y los humanos aún eran cercanos, cuando los dioses determinaban que la humanidad había avanzado demasiado, descendían para destruir elementos clave de la civilización.
En medio de una oscura noche en la ciudad de Tebas. Los cielos se abrieron, mostrando un resplandeciente haz de luz celestial que se abría paso de entre las nubes.
Cientos de carros de guerra descendieron, un ejército divino marchó hacia la ciudad.
Entre la multitud de personas aterradas, un anciano miró el cielo desesperanzado.
—El fin, ha llegado...—murmuró—. Hemos molestado a los dioses.
Ls fuerzas de Ares bajaban del cielo envueltos en luz entre esa oscura noche, con el único objetivo de destruir.
ESE AÑO, EL EJÉRCITO DE LOS DIOSES DESCENDIÓ HACIA TEBAS.
Ares se mostró imponente, montado en un poderoso corcel envuelto en llamas.
—Gente de Tebas, reflexionen sobre sus pecados—dijo el dios con severidad—. RÍNDANSE ANTE LA JUSTICIA DE LOS DIOSES.
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