Hero
TEBAS, GRECIA. 2000 A.C
EL CASTIGO QUE ESPERA A LA HUMANIDAD.
La humanidad cayó en desesperación, rindiéndose ante la voluntad de los dioses, y confiando en nada más que rezos y súplicas.
EXEPTO UN HOMBRE
Alcides se paró frente al ejército de los dioses, interponiéndose él sólo entre las fuerzas de Ares y las murallas de la ciudad.
El dios de la guerra lo miró fijamente algo confundido. A pesar de todo, el chico permaneció firme en su sitio.
—¡¡A-Alcides!!—gritó Cástor desde las murallas de la ciudad—. ¿Qué hace ese idiota?
El joven humano alzó su garrote y se lanzó a la carga de frente y sin dudar, alzando su arma y dando un gran salto, dio un rugido gutural y se dispuso a atacar a Ares.
El dios de la guerra hizo una mueca de aburrimiento, y solamente con estirar su pierna un poco, lanzó una demoledora patada que aterrizó en el rostro de Alcides.
—Hazte a un lado—dijo Ares—. Estás en mi camino.
El joven humano salió disparado contra las puertas de la ciudad, aterrizando allí com gran estruendo.
El resto de humanos gritaban, lloraban y rezaban. Cástor miró impotente como su amigo era fácilmente repelido por el dios.
—¡¡E-ese idiota!!—gritó un hombre del pueblo—. ¡¿Por qué desobedece a los dioses?!
Otro sujeto se tomó la cara, presa del pánico.
—¡¡No empeores la situación, estúpido intento de héroe!!
Ares bufó exasperado y empezó a avanzar hacia las puertas de la ciudad montado en su corcel.
Los humanos entraron en pánico.
—Ahhhhh...
—Ya vienen.
—Por favor...
—Por favor, piedad...
Un garrote golpeó el suelo con fuerza.
—DETÉNGANSE...
Alcides se volvió a poner de pie a duras penas, usando su arma como bastón, volvió a plantar cara a Ares.
El dios lo miró desde arriba de su caballo y desenfundó su gigantesca espada.
—TÚ NO...—Alcides de limpio la sangre de la boca—. PASARÁS...
Ares lo miró sorprendido.
—¿Oh? Parece que tienes algo de potencial, considerando que eres humano—dijo el dios, bajando su espada y apuntando con ella al corazón del chico—. Has despertado mi interés. Arrodíllate ante mí. Hazlo y te perdonaré la vida.
Los humanos veían desde las murallas el intercambio.
—No puede ser...
Alcides se rió amargamente.
—El perdonar una vida es solo un capricho de los dioses—dijo con una voz firme—. No es diferente de tu capricho de considerarnos pecadores, ¿eh?
El joven volvió la cabeza hacia atrás y miró las endebles murallas que protegían su ciudad de la ira de los dioses.
—Los humanos son seres débiles. Esa es la razón por la que, a pesar de esforzarse por hacer el bien, a veces deben volverse malvados. Y después de dudar sobre que hacen con su vida, los humanos continúan creciendo. El espíritu de la justicia yace dentro de la humanidad, en lo profundo de nuestra debilidad innata... y a pesar de sus súplicas de misericordia y su juramento de obediencia, ustedes los dioses deciden aplastarlos bajo sus pies...
Los ojos de Alcides estaban ensombrecidos por la furia que sentía.
—¡¿Y CLAMAN SER JUSTOS?!—gritó el joven con enfado. Alcides hizo esfuerzos y logró levantarse del todo poco a poco—. En ese caso... en ese caso, yo... ¡¡ARRIESGARÉ MI VIDA PARA OPONERME A LOS DIOSES!!
Alcides se levantó totalmente, alzando en alto la copa sellada que solía estar en el templo de Zeus.
Ares miró el objeto levemente asustado.
—Esa es...
Cástor miró completamente aterrado a su amigo.
—¡¡AMBROSÍA!!
Alcides mantuvo la copa en alto.
—Estoy feliz de haberme quedado con esto—volvió la cabeza y miró a Cástor fijamente—. YO SIEMPRE... ESTARÉ DEL LADO DE LA JUSTICIA.
El joven rompió el sello de la copa y vertió todo el líquido en su boca, la copa vacía calló al suelo. Alcides se plantó frente a ares.
El dios esperó alarmado lo que sucedería a continuación.
Entonces, el joven humano fue presa de terribles dolores, se abrazó a su mismo mientas gritaba de agonía y se retorcía. Su piel entró en combustión, sus huesos se convirtieron en arena y cristales de vidrio, su sangre hirvió y su cuerpo quedó reducido a nada en una nube de polvo.
—¡¡ALCIDES!!—gritó Cástor. Acababa de ver a su amigo morir de una forma extremadamente brutal y dolorosa.
Ares bufó.
—Idiota... Ese fue un castigo para aquellos que codician el poder divino—dijo el dios—. No hay forma de que un simple humano pueda beberla y resultar ileso.
El dios empezó a avanzar nuevamente.
—Parece que te sobrestimé...
Un garrote se plantó frente a su rostro.
—¿A dónde vas...?
El dios de la guerra se volvió para ver con sus ojos el poder del mismo Zeus.
Sin embargo, no era su padre el que estaba frente a él, era un joven extremadamente fornido y alto, con una larga cabellera blanca que llegaba hasta su espalda y que sostenía un gigantesco garrote con su mano mientras miraba furiosamente a Ares.
—YA TE LO DIJE—dijo el gigantesco hombre—. NO PASARÁS.
El hombre hizo girar su arma velozmente antes de plantarla con fuerza en el suelo y mirar al ejército de Ares con furia.
—Al... ALCIDES...—murmuró Cástor.
Ares entró en pánico.
—¡¡ESTE PODER!!
Un gigantesco dios con se abrió paso entre el ejército.
—No eres más que un simple humano—dijo confiadamente—. Y sin embargo sigues diciendo estupideces.
El gigante se abalanzó sobre Alcides, alzando una espada más grande que el propio chico. El dios triplicaba la altura del, ya de por sí, descomunal humano, con su capa hondeando al viento tras su espalda y una mirada de furia.
—¡¡TE CERRARÉ LA BOCA POR LA ETERNIDAD!!
Ares intentó detenerlo.
—¡IDIOTA...! ¡DETENTE...!
Muy tarde, el gigantesco dios lanzó un demoledor golpe descendente con su titánica espada, Alcides tomó su garrote firmemente y lo arrancó de la tierra, aún con un pedazo de roca adherido a él, lo balanceó a toda velocidad con una precisión mortal.
Con un golpe ascendente, el humano arrancó la mandíbula del gigantesco dios y lo mandó de espada contra el suelo.
"¡¡No hay ninguna duda...!!"—pensó Ares—. "¡Esa es la fuerza de Zeus!"
Al ver a su gigantesco compañero sin vida en el suelo, los dioses del ejército estallaron en ira.
—¡¡ESE MALDITO HUMANO!! ¡¡ATRÁPENLO!!
Ares estiró el brazo mientras el pánico se apoderaba de él por completo.
—Alto... ninguno de ustedes puede...
Nuevamente, muy tarde.
El ejército se abalanzó sobre Alcides. El humano balanceó su garrote y se lanzó de frente.
Las horas habían pasado, la luna llena era la única luz entre el cielo nocturno.
El campo de batalla estaba manchado de sangre y cubierto de armas y armaduras rotas.
Solamente quedaban dos figuras en pie, los humanos veían con desesperación a su única esperanza de salvación.
Ares y Alcides se miraron fijamente respirando con dificultad, ambos con las ropas rasgadas y cubiertos de sangre, cortes, moretones y más golpes. Ares había perdido su casco y su capa estaba hecha jirones.
El dios de la guerra se lanzó de frente con su puño en alto.
Con un rugido de furia, el dios estrelló su puño contra el rostro de Alcides, quien respondió a ese ataque con un cabezazo. La honda de choque despejo el campo de batalla y levantó polvo a más no poder.
Alcides alzó su puño derecho y lanzó un golpe de frente a Ares, quien lo recibió de lleno en el rostro y fue despedido un par de pasos hacia atrás.
"No... no puedo creerlo"—pensó el dios de la guerra—. "Este hombre, destruyó a todo mi ejército... la vanguardia de los dioses... ¡¡El pensar que existe un humano que puede luchar contra mí...!!"
Ares se reincorporó, pero al mirar a su oponente, sólo distinguió en su rostro los ojos negros con los iris de un brillante amarillo de Zeus.
Ares no se dejó intimidar y se lanzó de frente, alzando su puño derecho para dar un devastador golpe.
Alcides se lanzó en respuesta, también con su puño izquierdo listo para dar el golpe final.
Justo cuando ambos poderosos golpes estaban a punto de chocar, junto con la salida del sol, un pequeño anciano de aspecto frágil atrapó ambos puños con una mano cada uno y se interpuso en el ataque.
—Alto ahí.
Ambos luchadores lo miraron extremadamente confundidos antes de que una explosión cubriera el sitio.
Ambos guerreros se quedaron frente a frente, con el anciano colgando sujeto a sus puños.
—¿Por qué no paramos aquí?—preguntó el viejo—. Ambos han hecho más que suficiente. ¿No lo crees, Ares?
El dios de la guerra retrocedió acobardado.
—Lord Zeus...
"Estoy salvado"—pensó Ares—. "Si esto hubiera continuado, incluso yo habría estado en peligro...."
Alcides miró al pequeño viejo muy sorprendido.
—¿Zeus? ¿Este anciano...?—preguntó, mientras recordaba la estatua del gigantesco e imponente hombre del templo del dios.
El viejo le dedicó al chico una sonrisa sin dientes.
—Veo que bebiste la ambrosía...—murmuró Zeus—. En ese caso, ¿Alcides, cierto? SE CONVIRTIÓ EN UN DIOS.
Todos estallaron en sorpresa, desde los humanos hasta el dios de la guerra Ares.
—¡¿Q-QUÉ?!
Alcides abrió los ojos muy sorprendido.
—¿Puedo... convertirme en un dios...?
Zeus miró el campo de batalla, lleno de cadáveres de dioses aplastados.
—Dejarte vivir en la tierra podría volverse problemático más tarde—dijo Zeus—. Además. Te llamaste a ti mismo un aliado de la justicia, ¿cierto? Suena como el trabajo para un dios, ¿cierto? ¿Hmm?
Alcides bajó la mirada y pensó detenidamente lo que diría a continuación.
—Tengo... una condición.
Ares lo miró furioso.
—B-bastardo...—gruñó—. Cómo te atreves a pedirle algo al todopoderoso....
—Solo una—dijo Alcides con firmeza mientras extendía su brazo frente a las murallas de la ciudad que protegía—. Después de esto, quiero que prometan que nunca volverán a lastimar a la humanidad.
Todos los humanos veían en silencio desde las murallas.
Zeus se rascó la barba complacido.
—Muy buen—accedió—. Y en cambio, ¿tú los llevarás por el camino correcto?
El joven calló agotado al suelo, y mientras se desplomaba de espaldas, logró decir:
—Lo haré... para proteger la justicia... DESCENDERÉ A LA DIVINIDAD.
—¡ALCIDES!—Cástor lo atrapó antes de que su amigo se golpeara contra el suelo—. De verdad... estás loco. ¿Así que ahora serás un dios?
Alcides levantó su puño a manera de saludo.
—Cástor...—murmuró—. Supongo que... estaré lejos por un tiempo.
El par de amigos se despidieron chocando los puños una última vez.
—¿"Descender"?—bufó Ares molesto—. ¿Quién se cree que es...?
—Este es el problema con los chicos testarudos—dijo Zeus con los brazos cruzados tras la espalda.
Los cielos se despejaron y una luz celestial iluminó el mundo.
Ese momento marcó el fin de la era en la que los dioses interferían con los asuntos humanos. Y así, por los siguientes 4000 años, la humanidad no temió de una invasión de los dioses.
Alcides fue aceptado como uno de los hijos de Zeus. Como muestra de respeto a la esposa de Zeus, Hera, él recibió su nombre. Y así se convirtió en...
¡¡HERACLES!!
Loki recargo su cara en su mano derecha.
—Hmm~ pero si quedaron empatados, ¿no quiere decir que ahora está en problemas?—preguntó el dios Nórdico.
Ares lo miró de reojo, frunciendo el ceño.
—La única vez que pude empatar con él, fue en ese momento.
Hermes se volvió hacia la conversación.
—Después de todo, en la actualidad apenas y podrías tocarlo.
Ares miró fijamente la arena de combate.
—Digan lo que quieran—el dios de la guerra apretó su puño izquierdo con fuerza—. Aún siento un gran orgullo por el hecho de que después de esa batalla, ascendió a la divinidad.
Ares miró el cielo y se llevó el puño a la barbilla.
—Y DE QUE ALGUNA VEZ FUÍ CAPAZ DE LUCHAR MANO A MANO CONTRA EL MISMÍSIMO DIOS DE LA FORTALEZA, HERACLES.
En el campo de batalla, una sombra había sido disparada desde el oscuro callejón, y permanecía en medio de las calles, cubierta completamente por su capa negra.
El murciélago estaba encorvado sobre sí mismo, sosteniéndose el pecho, adolorido por el primer golpe directo que recibía.
Heracles salió del callejón mirando al caballero de la noche con furia y determinación.
—No más juegos—dijo el dios—. No más esconderse.
El dios alzó su garrote con fuerza. El viento se arremolinó a su alrededor una vez más, con tanta potencia que el cielo entero tembló, y las nubes de tormenta que cubrían el campo de batalla fueron despejadas de golpe, permitiendo que la brillante luz de la luna llena iluminara la ciudad maldita.
Finalmente, el campo de batalla había alcanzado un equilibrio perfecto entre la luz y la oscuridad, y ambos luchadores se encontraban justo debajo de los reflectores.
Heracles apuntó su arma contra su rival.
—Pensándolo mejor... ¡Desaparece de mi vista, criatura de la noche!
¡¡EL MARTILLO DE LA JUSTICIA SE LEVANTA!!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro