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Capítulo Treinta


Capítulo treinta.

Meredith Allen.


19 de julio, 2016.

París podría resultarme romántica si tuviera a alguien con quien compartir momentos especiales y amorosos. Tal vez no a cualquier alguien, simplemente Maximiliano estuviera aquí, pero de nuevo me reprendo por el pensamiento porque se supone que llegué a un acuerdo conmigo misma sobre aceptar lo maravilloso que vivimos y dejarlo ir.

Tuve tres semanas para llorarlo cada vez que estaba sola porque lo extrañaba, siento que construimos algo muy bonito que no todos logran y no fue fácil, no después de tanta lucha. Tuvimos algo hermoso, tanto que incluso el final no fue desagradable, pero sí que tuve un gran despecho.

Lo lloré, vi sus fotos, hablamos poco al principio y lloré otro poco después de colgar en lo que fue nuestra primera llamada telefónica —solo hemos hablado dos veces de ese modo—. Loraine me dijo que eso era normal cuando se está enamorada, cosa que me hizo llorar más, porque me enamoré intensamente de alguien con el que no estoy y eso me dolió.

Estar despechada no me impidió hacer un trabajo increíble, lo he dado todo y con honestidad lo he disfrutado. Puede que mi vida amorosa sea dolor en este momento, pero en la profesional siento que estoy en un buen momento conmigo misma, me gusta lo que hago y me siento cómoda. No estoy siendo explotada, estoy comiendo bien, me entreno y he conocido a personas agradables.

También ha sido un soplo de aire fresco no tener a fotógrafos siguiéndome todo el tiempo, se siente cómo tener algo más de espacio.

Ya no lloro por Max, al menos no más allá de unas lágrimas, porque entiendo que no fue el tiempo ni el momento y porque recuerdo con felicidad lo que vivimos, es la clase de dolor del que no me arrepiento, es sentirte lastimada por algo que quieres volver a vivir incluso si el final es el mismo.

—Tan enamorada —susurro a la noche, con la vista clavada en el cielo—. Enamorada sola.

Pensar en que Maximiliano podría estar teniendo su vida plena y no sentir el tipo de dolor del despecho que estoy experimentando, me alivia, pero no mentiré, también me hace daño porque una parte egoísta de mí quiere que me extrañe locamente cómo yo lo hago, una parte ilusa de mí aun desea que él me amé, porque en serio ¿Qué sentido tiene no admitirme a mí misma que amo a Maximiliano Greene? Es un poco injusto nunca habérselo podido decir, pero supongo que quizá eso fue lo mejor.

Pero el despecho no es eterno y aunque el amor del bueno duele toda una vida, cuando es uno tan bonito te das cuenta de que es una herida con la que gustosamente puedes vivir, te adaptas a que ese ardor te acompañe, a que en momentos inoportunos pienses en ello, a extrañarlo, preguntarte qué estará haciendo y si en un mes logró superarte.

Mi corazón no está roto, por el contrario, mi corazón finalmente se siente completo porque descubrí el amor que temí no vivir, porque me desligué de relaciones toxicas, porque soy feliz con el trabajo que estoy haciendo y porque finalmente siento que reconecté conmigo misma.

Tomo una foto de la horrenda torre famosa que no me gusta para nada, aunque tengo que admitirme que con luces encendidas se ve algo más decente. Sonrío y me arriesgo de manera tentativa a enviársela a Max con un simple: "¿Sabes? No es tan increíble, es fea."

No espero que me responda de inmediato, por lo que me guardo el teléfono, suspiro y luego voy de regreso al bonito y deslumbrante hotel en donde me he estado hospedando. Ray me sigue a una distancia prudente, pero luego camina a mi lado cuando se lo pido, lo hacemos en silencio, pero a gusto, eso me permite pensar mucho.

—Eres un buen amigo, Ray —musito cuando llegamos al hotel.

—Eres una buena niña.

—Una buena niña —repito sonriendo dándole un apretón en el brazo antes de caminar hacia el ascensor.

Apenas las puerta se cierran, suspiro y tomo de nuevo mi teléfono, viendo que de hecho Loraine me ha enviado el itinerario de mañana y la verdad es que no está tan ajetreado incluso sonrío cuando veo que hizo un espacio a las siete de la noche para alguna película francesa apasionada que veremos juntas... Y su ligue actual. El francés que ama las muestras públicas de afecto me cae bastante bien, de hecho intenta enseñarme francés, pero soy realmente mala.

Una vez estoy en mi habitación, me desvisto hasta quedar únicamente en bragas y arrojándome en la enorme cama, vuelvo a suspirar.

Es raro no sentirme cansada físicamente y no estar estresada de una mala manera. No me malinterpretes, tengo un montón de trabajo, pero de alguna manera todo parece organizado, lo mismo que tendía a sucederme en Londres, sin embargo París es el sueño de muchos, no el mío. De verdad me desagrada la Torre Eiffel, es una cosa fea de metal que se ve casi desde todas partes.

—Debería de tomar un baño —murmuro, abrazando una almohada para ponerme más cómoda—, pero prefiero dormir.

Bostezo, estirándome todo lo que puedo para abarcar la cama.

—O darte un orgasmo a ti misma y dormir, lo necesitas —Me digo riendo, pero la verdad es que simplemente cierro los ojos y tarareo en un mal intento de arrullarme a mí misma.

Y casi lo estoy logrando cuando mi teléfono vibra en algún lugar del suelo, en el bolsillo de mi pantalón haciéndome bajar de la cama medio ida por el sueño solo para parpadear mucho en cuanto veo que se trata de una vídeo llamada perdida de Max.

Me veo a mí misma en bragas, aunque el hombre lo ha visto todo en muchos ángulos, tengo decencia, pero también flojera, así que la solución es subir a la cama, cubrirme con la sabana y acostarme dando clic en llamarlo.

Él atiende y a mí se me hacen nudos en el estómago viéndolo despeinado y en lo que reconozco cómo su balcón, vistiendo una camisa básica blanca que le abraza los bíceps.

—Hola —murmuro, acostándome de lado y sosteniendo el teléfono frente a mí.

Me da una pequeña sonrisa.

—Hola...Parece que te agarre a nada de dormir.

—Sí, pero no me perdería esta rareza de tu parte —Bostezo.

—¿Qué tienes en contra de la gran torre?

Por un momento está fuera del foco en tanto veo a sus manos destapar una lata de cerveza antes de volver a enfocarse.

—Es muy fea, Max. Me parece un estorbo feo.

—Esa parece una opinión que decepcionaría a muchos, te quemarían viva por ello, Allen.

—Por eso únicamente te lo digo a ti... ¿Qué haces que no trabajas?

—Trabajo desde casa o algo así, revisaré documentos y haré algunos cambios dentro de la agenda. ¿Qué hace la mejor supermodelo?

—Descanso, hoy salí temprano del trabajo, así que caminé durante un rato, pero al final decidí que aprovecharé para dormir temprano.

—¿Temprano? Es casi la medianoche.

—Simples detalles —desestimo, sonriendo cuando él lo hace—. Te ves bien, Maximiliano.

—También te ves bien aunque no quiero preguntar si llevas ropa debajo de esa sabana.

—Llevo bragas y no me he bañado desde esta mañana, no creo que lo haga, me da flojera.

La conversación es demasiado casual, casi demasiado amable para dos personas que gimieron, se rozaron y tuvieron tanta complicidad hace tan solo un mes, pero ver su rostro me encanta, casi podría imaginar que estamos en la misma habitación.

—¿Por qué me llamaste? —pregunto con suavidad cuando cae un largo silencio.

—No lo sé...

—Estás muy grande para mentir, Maximiliano —sonrío—, al menos podrías hacerlo mejor.

—Vi tu mensaje y pensé...

—¿Qué querías verme? —Completo— Porque sé cómo se siente.

—Incluso si tal vez no deberíamos hacerlo.

Quizá tiene razón, esto no lo hace más fácil, pero es imposible resistirse a estos pequeños momentos.

—Te dejaré dormir, Allen, descansa.

—Igual tú, Max —Le sonrío y me devuelve el gesto antes de que la llamada finalice.

Entonces mi sonrisa se borra y presiono el rostro de la almohada, humedeciéndola con mis lágrimas. Tiene razón, no podemos seguir haciéndonos esto, me duele.

***

28 de agosto, 2016.

—¿Qué es diferente de la Meredith Allen de hoy a la de hace unos años?

Respiro hondo y sonrío. Esa parece una pregunta sencilla, pero para alguien que carga tanto de su pasado, la respuesta es muy compleja. Sin embargo, me apego a mi imagen y finalmente respondo.

—Me gusta pensar que he madurado, bueno, no del todo —agrego esto último y el público ríe—, pero he tenido un crecimiento personal. Empecé en esta industria bastante pequeña...

—Aun eres pequeña —Me dice la presentadora y le guiño un ojo.

—En un principio era fácil deslumbrarme y también estaba muy asustada, era nueva y eso se notaba. Mi primera pasarela fue... Graciosa.

—No es cierto.

—Sí lo es —Me rio—, a veces la veo y digo ¿Pero qué rayos? Sin embargo las críticas me dieron visibilidad. Me gusta creer que ahora soy más fuerte, que he aprendido muchísimo y tomo mejores decisiones. Ya no tengo prisa y aunque aún conservo miedos, ellos no me dominan.

»También tengo más independencia ¿Sabes? Tengo una especie de ligereza con la que antes no contaba, he reconectado conmigo misma y estoy en un buen punto de mi vida.

—¿Eres feliz? —Me pregunta y rio por lo bajo.

—Estoy trabajando en ello, ser feliz no es tan fácil cómo lo hacen ver, pero sé que no es imposible.

—Puedo decir que noto tu crecimiento, hace al menos un año y medio estuviste aquí, puedo ver el cambio e incluso te ves diferente. Te felicito, Meredith, tienes una carrera impecable y puedo decir que eres el tipo de persona que se hace querer, espero tenerte de nuevo por aquí.

—Estoy abierta a invitaciones, me la paso bien aquí.

Ella hace el cierre del segmento y tras unas palabras de despedida de mi parte, salimos del aire por cortes comerciales. Poniéndome de pie acepto el abrazo que me da, es agradable que aun exista programas y presentadoras cómo ella.

—En verdad estoy muy feliz por tu crecimiento, Meredith y que dicha tenerte de nuevo en Los Ángeles.

—Gracias por la invitación, eres de mis favoritas, pero no se lo digas a nadie.

Entablamos una breve conversación y luego ella se aleja para hablar con su equipo antes de pasar al otro segmento. Me tomo dos breves minutos para algunas fotos con el público y luego vuelvo a mi camerino en donde Loraine me alcanza un par de minutos después.

En tanto me retoco el labial, la veo hablar por teléfono y sonrío porque me encanta cómo se ve de poderosa dando órdenes y en modo suprema. Apenas finaliza la llamada, me hace saber que tengo una reunión con una de las marcas que represento y una cena con otra.

—Y tengo buenas noticias —Me sonríe—. Alvin finalmente llamó al equipo.

—¡¿De verdad?! Se siente cómo si hubiese esperado meses para que el chico que me gusta me invitara a salir —Me rio.

Alvin, el sabio hombre de escasos recursos que se sienta todos los días en la entrada del edificio en donde reside Alfredo, finalmente ha llamado para tomar su oportunidad, lo que me emociona de una manera inexplicable.

—Va a reunirse con Claudia y ella determinará que puesto de trabajo puede darle. Le estás dando oportunidad a alguien, Allen.

—A alguien que sé que lo merece.

—Me gustó tu entrevista, estuviste magnifica, esa es mi bebé —Me aprieta el hombro con una mano y luego camina hacia la puerta marcando un número en el teléfono—. Te espero en el estacionamiento, Louis está afuera esperando para escoltarte. Tienes diez minutos.

—Entendido, jefa.

Ella rueda los ojos antes de poner su atención en el teléfono y yo rio por lo bajo.

Me veo de nuevo en el espejo revisando que todo esté en su lugar y sonrío a mi reflejo.

—Ya te toca cortar esto rizos, han crecido —Me digo tocándolos, aun planeo mantenerlos cortos, hacen que mi rostro se vea favorable y es más fácil de peinar.

Hace una semana volví a LA y ciertamente ha sido menos agobiante que otras veces, no menos invasivo, pero menos agresivo. Creo que también influye el hecho de que no he permitido que tía Rochelle me asfixie y que hasta ahora los eventos que he tenido han salido bien. Los dos meses que estuve en París ayudaron mucho a equilibrarme, reconectar conmigo y trabajar mucho en mi salud física y mental. Llevo años con mi terapeuta y de verdad que no bromeo cuando digo que estamos casadas, le agradezco demasiado su ayuda y el cómo ha estado conmigo a través de cada recaída o los momentos buenos, sé que es su trabajo y que pago por ello, pero no todos hacen su trabajo con pasión y tanto compromiso.

Me estiro y acomodo los pechos en el top que estoy usando antes de salir del camerino y sonreírle a Louis, uno de mis guardaespaldas, que de inmediato me escolta hasta el ascensor del canal televisivo.

—Tengo hambre —comento de la nada y creo escucharlo reír por lo bajo.

—Somos dos —dice una voz masculina subiendo al ascensor junto a dos hombres mucho más grandes.

Me pregunto si el ascensor se caerá por tanto peso, además de que me quejo mentalmente al verme obligada a retroceder porque sus guardaespaldas son enormes, cómo una pared.

—Van aplastarme —mascullo en voz baja, alzándome sobre las puntas de mis pies para intentar ver, pero me doy por vencida recargándome y esperando.

Cómo la mujer curiosa que soy, evalúo la espalda ancha y cintura estrecha del hombre alto y fuerte frente a mí, el que al parecer tiene hambre, e inclinándome hacia un lado veo con disimulo su perfil, excepto que me atrapa mirándolo y me quedo paralizada, debí ser más discreta.

—¿Todo bien? —Me pregunta con diversión.

—Exceptuando que fui enviada al fondo por tipos enormes, diría que todo bien.

—Algo de espacio para la señorita —Pide, sacándose la gorra para revelar cabello rubio y moviéndose lo suficiente para que no me sienta sofocada con la presencia de tantos hombres altos.

—Gracias.

—Siempre que gustes —Me sonríe.

Se hace esos raros silencios de ascensor en donde todos evitamos vernos y fingimos que no queremos salir rápido del lugar.

—¿Eres famoso? —pregunto sin pensar y me doy cuenta de que eso es grosero, pero no tengo tiempo de disculparme porque responde.

—Algo así. ¿Eres famosa?

—Algo así.

Ríe por lo bajo y yo sonrío. De nuevo se hace silencio y se coloca una vez más la gorra cuando las puertas del ascensor se abren, voltea a verme, hace una inclinación de la visera de su gorra y me sonríe.

—Espero consigas tu comida, ten buen día, señorita —Se hace a un lado para dejarme salir primero.

—Igual tú, señorito.

Camino con Louis y cuando subo a la camioneta negra en donde Ray conduce y Loraine me espera escribiendo con rapidez en uno de sus teléfonos, sigo con la mirada en la ventana, sigo la trayectoria del hombre del ascensor y sus enormes guardaespaldas.

—Oye, creo que acabo de coquetear de una manera extraña con un hombre rubio bastante atractivo, pero no lo planeé —comento—. Ese que va ahí —señalo.

—La gorra no me deja verle el rostro, pero qué alto y qué espalda.

—No me es familiar, pero va bien escoltado.

—¿Quieres que lo investigue? —Me pregunta Loraine con picardía y rio.

—No, mejor no forzar nada, vamos a dejarlo cómo algo que simplemente ocurrió —Me recargo del asiento.

Cierro los ojos para dormitar y suspiro cuando, desde luego, algún recuerdo al azar de Max me viene a la mente. Sobreviví a mi despecho y estoy bastante bien, no soy infeliz ni siento que no pueda vivir sin él, mi vida no se paralizó y no siento que no pueda seguir, pero tengo que admitir que lo extraño y que en efecto, aun lo amo incluso si nuestras conversaciones han disminuido haciéndome temer que eventualmente nos volvamos unos simples conocidos.

***

22 de septiembre, 2016.

Allen: pero todo está bien?

Dex: solo quedó en un jodido susto ¡Fue realmente horrible!

Doug: Leslie se está recuperando bastante bien...

Doug: lo único "positivo" de esto es que atraparon al asesino de Ally

Dex: y que ahora sabemos que son gemelas *-* ¡Tendremos gemelas!

Allen: qué bonito *-*

Doug: tienes que venir a conocerlas cuando nazcan


Sonrío, nada me gustaría más que conocer a las gemas de Andrew y Leslie, pero no sé cómo funcione eso con mi agenda.


Allen: los extraño

Dex: haces mucha falta. Nos sentimos malditos sin ti

Allen: awww qué dulce

Allen: me envían una foto para extrañarlos menos?


Casi de manera inmediata recibo una foto de Doug que tiene a Jeff dormido sobre el pecho, mi querido amigo está sonriendo de manera exagerada y trae un gorrito tejido rosado, sé que me pagarían un montón por esa foto.


Allen: ESA FOTO SERÁ MI NUEVO FONDO DE PANTALLA

Doug: me parece excelente


Otra foto llega y esta es una selfie de Dexter con una sonrisa que muestra sus hoyuelos y con una tiara de princesa en el cabello.


Dex: juego a que soy la jodida reina de Inglaterra ¡La reina! Joder, sientan envidia

Allen: me da envidia y quiero tu corona

Dex: es de Sky y no creo que te la regale

Allen: cómprame una

Dex: crees que el dinero me sobra o qué?

Allen: no lo creo, lo sé


Abro la aplicación de la cámara y me tomo una foto, mi acompañante se ve al lado en tanto habla por teléfono.


Allen: vine a ver un juego de futbol americano ¡Estoy bebiendo cerveza y todo!

Dex: quién jodidos es ese?

Doug: sí, quién carajos es ese?

Allen: ¡Romeoooooo!

Dexter: Ah, todo bien

Doug: aceptable


Rio y les envío emoticones antes de guardarme el teléfono y beber de mi cerveza. Poco después Romeo se guarda el teléfono y come de sus papas con un montón de salsas.

—Tengo que decir que no sé nada de este juego —Le digo a Romeo, inclinándome hacia él.

—Yo tampoco sé, pero le vamos al equipo de esa camisa —señala hacia abajo—, estamos en su lado, me parece.

—Tiene sentido —Me rio—. Supongo que gritaremos y nos disgustaremos cuando los demás lo hagan.

—Exacto, ese es el plan. Hoy somos muy estadounidenses —choca su puño con el mío.

Esta es la tercera vez que veo a Romeo desde que volví y siempre me la paso increíble con él, además hemos formado una especie de confianza en donde suelo hablarle de mis inquietudes y él me cuenta de su vida, de algún modo cuando nos vemos siempre termino en su casa practicando sus libretos. Es mi amigo y eso me pone feliz.

El juego comienza y en efecto, Romeo y yo no entendemos un carajo, pero nos dejamos envolver por la energía de los demás y celebramos e insultamos junto a ellos, riendo y tomando cervezas. También admito que veo demasiado a los jugadores, nunca pensé que tal uniforme me resultara tan atractivo y estoy impresionada de la destreza de jugadores tan ¿Grandes? ¿Formados? Siendo así de agiles y coordinados, también me sorprende que se ve doloroso cuando impactan o se lanzan, me pregunto cuántas lesiones se acumula durante toda una temporada.

—¡Fue falta! Fue falta—grito, porque todos a mi alrededor lo hacen y Romeo ríe tanto que se le salen las lágrimas, le golpeo el brazo—. Fue una falta, todos lo dicen.

—Una completa falta —Me dice.

Entre medio tiempo me entretengo y como palomitas de maíz viendo la famosa pantalla con personas besuqueándose y no me sorprende cuando nos enfocan a Romeo y a mí. Nos vemos, nos encogemos de hombros y luego me toma el rostro dándome apenas un beso de presión de labios que tiene a todos gritando.

—Ah, ahora sí que vivimos un auténtico sueño americano —Se ríe.

El juego continúa y el equipo al que le vamos pierde. Es impactante la pasión con la que se frustran los seguidores y Romeo y yo luchamos para no reírnos. Luego el personal de seguridad se nos acerca preguntando si queremos reunirnos con el equipo victorioso y cómo unos auténticos traidores, aceptamos bajo miradas juzgonas y celosas.

He bebido demasiada cerveza y Romeo también, por lo que somos un poco risueños mientras somos guiados y nuestro equipo de seguridad nos sigue. Mi lado travieso soñaba con que nos llevarían a los vestuarios, pero simplemente estamos en lo que parece una sala de estar y en donde nos dan más cerveza, también hay otras personas, familias y esposas, la mayoría de ellas le pide foto a Romeo y una parte me la pide a mí.

En algún punto los jugadores salen y Romeo y yo aplaudimos junto a los demás cómo si no hubiésemos estado apoyando al equipo contrario. Sonrío y digo cosas cómo "buen juego" cuando se presentan y ¡Carajo! No sabía que los jugadores pudieran ser tan intimidantes y atractivos, desprenden algún aura.

—Meredith Allen —Me vuelvo a presentar—. Excelente jugada la que hiciste.

—¿Qué jugada? —Me pregunta con diversión quien me estrecha la mano.

Vale, soy pillada por sorpresa y me atrapan en mis palabrerías. Alzo la vista y me encuentro con ojos marrones que me ven con diversión y que luego se entrecierran con reconocimiento.

—¿La algo famosa? —pregunta.

—El algo famoso —Lo reconozco.

—Cole Holland —Me sacude la mano—. Entonces ¿Cuál jugada?

—Pues esa, esa que hiciste, cuando ya sabes...

—¿Cuándo ya sé qué?

Aprieto los labios, luego hago un sonidito, veo alrededor, arrugo la nariz y después expulso el aire por la boca antes de beber de mi cerveza.

—La gran jugada —concluyo y ríe.

—No sabes del juego ¿Verdad?

—Aprendí a insultar bastante bien hoy, un gran aprendizaje, Cole.

No puedo evitar verlo en detalle desde su cuerpo musculoso vestido de manera deportiva con un suéter de su equipo, al rostro de mandíbula fuerte, labios carnosos, nariz recta con una ligera curva en el tabique y ojos marrones, trae la gorra con la visera hacia atrás. Es...Bastante atractivo, muy atractivo y creo que lo sabe.

—Entonces eres famoso —digo sin importarme que me atrapara viéndolo, no es cómo si hubiese hecho una inspección secreta.

—Algo ¿Y tú?

—Soy modelo y esas cosas, humildemente.

Sonríe de costado y me ve con ojos entrecerrados antes de sacar su teléfono y escribir en el, quiero ver, pero tengo recato a la hora de chismear.

—Meredith Allen, parece que eres más que algo famosa —Voltea el teléfono y veo mi cuenta de Instagram.

—Humildemente te digo que unos millones de seguidores no son nada —Bromeo.

—Es un pequeño detalle, mínimo, difícil de notar.

—Exacto —Me rio—. Así qué ¿Cuántas lesiones has tenido durante toda tu carrera? ¿Y no te duele el cuerpo en este momento? Eso se veía bastante violento, pero genial. Tengo que admitir que alenté al otro equipo, pero no porque supiera, la próxima vez aliento al tuyo.

—¿La próxima vez?

—Sí, creo que volveré.

—Si piensas volver entonces deja que te explique el juego, de esa manera no solo aprendes a insultar a los oponentes.

—Cuanta amabilidad.

—Soy un muchacho de buen corazón —Me guiña el ojo sin perder la pequeña sonrisa.

Tan agradable conversación es interrumpida por la cuñada de otro jugador que me da una mirada de advertencia y exige la atención de Cole, alzo la cejas y cómo la auténtica malvada que puedo ser cuando se meten conmigo, me quedo y me introduzco a la conversación, no dejándole espacio para el coqueteo ni para obtener nada. Romeo desde la distancia me ve y aguanta la risa, sabiendo que estoy siendo mala y uniéndose poco después.

La señorita cuñada descubre que no sé nada del juego y comienza a hablar de ello, Romeo y yo solo asentimos sin tener ninguna idea de lo que se habla, pero no queriendo perder esto y porque tragos encima, hablo:

—Ahora no sé del juego, pero Cole se ofreció a enseñarme —Sonrío y Romeo no lo soporta y se ríe, le pellizco el costado—. Solo es cuestión de que él me diga cuándo y nos organizamos, soy buena alumna.

—Es una excelente alumna —asegura mi buen amigo luchando con la risa y acariciándose el lugar en donde lo pellizqué.

—En ese caso, disfrutaré enseñarte —Me asegura Cole.

—O perderás la paciencia, soy demasiado.

—Nunca se es demasiado —Me responde y Romeo me da un ligero codazo riendo por lo bajo.

—Ella estará feliz de aprender, es una estudiante entusiasta —dice Romeo entre risas.

¿Será que está ebrio o que solo quiere molestarme?

Decidiendo que ya he sido muy malvada, sonrío y hago saber que Romeo y yo ya debemos irnos, de nuevo repito que fue un grandioso juego y espero verlos de nuevo antes de que salgamos del recinto.

—Fue divertido —Le digo a Romeo en tanto caminamos con los brazos enlazados hacia su auto.

—Sí, creo que deberíamos repetir y parece que ahora tendrás a un maestro o algo así.

—¿Qué fue todo eso? No dejabas de reír.

—Es que eras malvada y creo que conseguiste cita o algo así.

—Creo que coqueteamos ¿Verdad?

—Lo hicieron y descaradamente.

Proceso sus palabras y luego me encojo de hombros sonriendo.

—Tenemos que repetir esta salida.

—Tenemos —concuerda nuevamente.

—También hay que ir a un juego de básquet, siempre se ve genial.

—¿Sabes algo de básquet? —pregunta con curiosidad.

—¿No y tú?

—Tampoco —Se sincera y ambos reímos.

Esa noche descubro que hay un gran alboroto en Twitter porque Cole Holland me ha seguido en mis redes sociales, porque todos opinan que Romeo y yo somos adorables y aman nuestras fotos en el juego, y porque todos consideran que estoy mucho más hermosa que antes. No está mal, no es nada que me haga llorar o me haga sentir mal.

Me desplazo en mi inicio y luego entro en el perfil de Max, no ha publicado nada nuevo, pero abro un mensaje directo y sonriendo le escribo: «ya es luna llena, toca algún tweet, Maximiliano.»

Salgo de la aplicación sabiendo que por la diferencia horaria él podría estar durmiendo y luego entro en Instagram siguiendo a Cole y viendo que me escribió un mensaje directo que de hecho da inicio a una conversación sin sentido muy divertida de unos quince minutos.

Antes de dejar mi teléfono a un lado para tomar un baño, veo que tengo un mensaje directo en twitter y descubro que se trata de Max: «Tienes razón, llegó el momento de twittear algo nuevo, espero un me gusta ¿Eh?»

Y rio viendo lo absurdo que debe leerse para los demás lo que acaba de publicar:

MaximilianoG: #SoyUnaGalleta experto en sumar y restar.

No solo le doy me gusta, también le respondo:

Mallen_Lynch: @MaximilianoG adjuntar pruebas para poder creerte

Y no me responde públicamente, pero por mensaje directo lo hace:

«Adjunto pruebas:» y es una foto de nosotros dos en el que era mi sofá, con mi cabeza sobre su regazo y su mano tapándome los ojos mientras reímos y yo sostengo el teléfono en una selfie.


MaximilanoG: no creo que hayas olvidado sumar y restar, no necesitas más pruebas

Mallen_Lynch: eres mi galleta favorita

MaximilianoG: pequeña descarada

Mallen_Lynch: siempre


Qué difícil se siente todo. Una foto, un par de mensajes y se me sacude el mundo.

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