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Capítulo Diecinueve


Advertencia: el siguiente capítulo trae consigo contenido delicado y explícito sobre abuso de sustancias, físico y emocional, también descripción gráfica violenta. Si consideras que esto perjudica tu salud o paz mental, no lo leas o de hacerlo por favor hacerlo bajo responsabilidad 🧡

Capítulo diecinueve.

Meredith Allen.


6 de marzo, 2016.

No esperara que me recibiera un cartel de "bienvenida a Los Ángeles", pero tampoco espero la "cálida" bienvenida de fotógrafos por todas partes gritando mi nombre y pregunta tras pregunta mientras un equipo de seguridad, además de los pocos que siempre van conmigo, me rodean evitando que lleguen hasta mí.

En Londres y otras muchas ciudades en las que estuve fui fotografiada muchísimas veces, pero hay algo sobre lo invasivo y agobiante que resulta serlo en esta ciudad, es no tener descanso y siempre estar bajo algún foco. Paso tanto tiempo fuera de esta ciudad que siempre es un choque aterrizar de nuevo en ella.

No es que los fotógrafos supieran que llegaría en un vuelo temprano, es que siempre hay varios de ellos en el área esperando a ver qué famoso atrapan y esta vez me ha tocado a mí.

— ¡Meredith! ¿Qué de cierto hay sobre posible reconciliación con Dallas? —grita alguien.

Ni siquiera he hablado con mi exnovio desde hace tal vez unos cuatro meses, no entiendo de dónde nace el rumor y tampoco pienso preguntar. Los lentes de sol me están ayudando con los flashes, pero aun así mantengo la vista baja para evitarlos. Mi equipo me ayuda a no tropezar y me guía en el camino hacia el auto esperando por mí. Desearía que Loraine estuviese aquí, pero ella no llega hasta dentro de un par de días porque se quedó en Londres dando la cara por mí ante este viaje tan improvisto que me sacó de compromisos laborales.

No me quito los lentes y dejo ir un poco de la tensión en mi cuerpo hasta que la puerta del auto se cierra detrás de mí. Con los dedos me masajeo las sienes sin creerme este cambio brusco de escenario que había sido mi vida los últimos meses. En un momento estaba conversando con Leslie sobre galletas mientras esperaba a Maximiliano que mantenía una conversación privada con Andrew Wood y al siguiente mi tía estaba llamándome diciéndome que se encontraba en el aeropuerto a instantes de volar a verme porque teníamos mucho con lo que lidiar y yo estaba evadiendo sus llamadas. Pensé el persuadirla y encontrar excusas, pero cuando mencionó el problema entendí la urgencia y antes de que pudiese subirse a un avión le hice saber que estaría aquí lo más pronto posible. Esa es la razón por la que estuve volando durante toda la madrugada sin poder dormir y con una ansiedad terrible que me tiene mordisqueándome las uñas y moviendo algún miembro de mi cuerpo sin parar.

También lloré mucho, eso explica mis ojos hinchados y lo mucho que me duele la cabeza. En el asiento de copiloto escucho a Ray hablar con Loraine por teléfono y cuando quiere extendérmelo, sacudo la cabeza en negación.

—Dile que estoy bien, sobreviví al caos en el aeropuerto, pero ahora no quiero hablar por teléfono.

—Ya la escuchaste, Loraine... Sí, estaré atento de mantenerte informada... De acuerdo —Se guarda el teléfono y voltea a verme—. ¿Directo a tu casa?

Mi casa.

Esa no es mi casa, solo es un lugar hermoso y espacioso en el que habito por pocas semanas y en el que suelo sentirme una extraña.

—No, vamos directo a la casa de la tía Rochelle —respondo dejándome caer de manera desordenada a lo largo de todo el asiento e intentando dormir unos pocos minutos.

—Loraine dice que Kris  llegará en unas cuatro horas.

Murmuro un sonido de que lo escuché, Kris es la asistente de Loraine y estoy suponiendo que cuidará de mí mientras ella consigue tomar un vuelo.

—Por favor vamos a detenernos primero en una farmacia, necesito algo para la migraña y mantenga la voz baja —pido, tomando el abrigo que traía durante el vuelo y cubriéndome el rostro.

Diez minutos después me encuentro tomándome dos píldoras y de camino a casa de mi tía en medio de un tráfico terrible que al menos me permite dormitar un poco. Cuando llegamos al destino, siento que la tensión vuelve a mi cuerpo y estoy inquieta.

No importa cuánto huya, siempre termino volviendo.

Puesto que por alguna milagrosa razón mi tía me permitió tener la llave de su casa, no tengo necesidad de tocar el timbre. Esta no es la casa en donde crecí durante mi adolescencia o antes de volverme una modelo reconocida, esa casa de tres habitaciones quedó atrás hace mucho tiempo, siendo reemplazada por esta enorme casa de dos pisos, seis habitaciones y siete baños, una piscina y un salón de cine. No entiendo cómo una persona no se aburre o intimida viviendo sola en este lugar. Porque mi tía podrá ser muy excéntrica y derrochadora de dinero, pero odia la idea de extraños viviendo en su casa incluso si es para atenderla.

Tiene servicio de limpieza que viene dos veces a la semana y otro tipo de personal para la jardinería que viene una vez a la semana. Su chef personal cocina y congela todos los días lunes y su instructora de aerobics viene tres veces.

En cuanto abro la puerta, múltiples ladridos llegan a mí y no pasa mucho tiempo para que dos chihuahuas estén mordiéndome los bordes del jean mientras un tercero se dedica a ladrarme de forma histérica.

—Oye, no sean tan crueles, soy amiga —digo agachándome para tomar el del pelaje marrón que me ladra, pero se calma cuando lo acaricio.

No logro recordar el nombre de cada uno de ellos porque los veo muy poco, pero sé que son la adoración de mi tía. Al caminar con uno en brazos, los otros dos me siguen ladrando cómo si me robara al tercer perrito por lo que al final lo dejo en el suelo y camino en la casa en busca de mi tía. Sé que se encuentra en casa porque me debe de estar esperando y no estoy equivocada cuando paso la puerta corrediza que lleva al jardín y la encuentro acostada en una tumbona con una mascarilla en el rostro y alguien masajeándole los pies.

No es capaz de verme por las rodajas de algún vegetal que le cubren los ojos, pero su masajista, una joven de tal vez unos veinte, sí lo hace y parece reconocerme porque su boca cuelga abierta de la impresión.

—Hola, tía Rochelle —digo cuando estoy de pie a su lado.

Con lentitud se quita las rodajas de los ojos y me da una larga mirada. No hay abrazos o grandes sonrisas y mucho menos felicidad.

—Medie —dice entrecerrando los ojos y con un tono de voz crítico—. ¿Por qué tienes el rostro así de hinchado? Te ves desaliñada ¿Qué pasa si eres fotografiada de esa forma? La imagen lo es todo para ti.

No respondo, en lugar de ello le doy una larga mirada a su masajista e intento darle una sonrisa porque parece una seguidora, pero ahora no tengo los ánimos o la energía para ser una persona decente y entablar algún tipo de conversación.

—Alicia, puedes retirarte —La despide con una sacudida de manos mi tía—. Te transferiré tu pago y no, no puedes tomarte una foto con Meredith. Ahora, por favor retírate.

Con pesar expresado en el rostro, Alicia sale del lugar dejándonos a solas y me encuentro sentándome en la tumbona de al lado mientras ella se retira la mascarilla y se incorpora a una posición menos reclinada. Ahora la detallo más y encuentro que ha decidido ser castaña rojiza por encima de su rubio miel anterior, tiene algún bronceado no natural y definitivamente obtuvo unos retoques en su rostro que con honestidad le quedaron increíbles. Se ve joven e incluso saludable, tiene mal gusto para vestir, pero con prendas caras.

—Te ves bien, tía —intento sonreírle.

—Alguna de las dos tenía qué hacerlo. ¿Viniste sola?

—Afuera tengo seguridad, Loraine aún no toma su vuelo ¿Cómo has estado?

— ¿Cómo crees que estoy luego de ser olvidada e ignorada por la sobrina a la que le di todo?

—Tenía trabajo.

—Tenías muchas ofertas de trabajo aquí, pero cómo siempre, tomaste decisiones espantosas. Todos saben que las modelos vienen a las mejores ofertas en este país y tú en ese horrible lugar frío desperdiciando tu tiempo en trabajos mediocres.

— ¿Mediocres? —Me rio de forma irónica—. Me pagan un montón por ello y veo que vives muy bien gracias a eso.

— ¿Qué dijiste?

Suspiro y me masajeo de nuevo las sienes. No creo que mi tía sea capaz de comprender que me guste más hacer trabajos editoriales que pasarelas de alta costura, porque todos siempre esperan que la última sea la meta final y paga muchísimo más.

—Dime qué fue lo que sucedió —pido con un tono de voz demasiado tranquilo, porque mientras más rápido hable más pronto podré irme.

—Si esto no nos explotaba en la cara ¿No pensabas en venir?

—Por supuesto que iba a hacerlo, pero primero tengo que cumplir con mis contratos. Desde el inicio me inculcaste que fuese el tipo de modelo sin escándalos y que fuese buena con mis contratos, eso es lo que hago.

Parece analizar mis palabras, posiblemente buscando si hay algo que deba corregirme. Meses sin vernos y así sucede nuestro reencuentro, es triste.

—En un principio solo eran solicitudes de llamadas de Puerto Rico —comienza—, las rechacé todas, pero indagué qué podría estar sucediendo y te llamé para contarte de ello.

Asiento porque sí lo hizo.

—El proceso no se detuvo. Entonces, volviendo de una reunión con amigas, lo encontré en la entrada esperándome y exigiéndome saber de ti. Lo corrí y con una voz demasiado pausada me hizo saber que no descansará hasta hablar contigo.

»Ese maldito bueno para nada quiere aparecer y arruinar todo lo que hemos construido. Un egoísta total, pero no lo permitiremos. Irás directo a la policía y...

Me desconecto de sus palabras.

Él está libre. Su hogar ya no es una celda en Puerto Rico.

Pensé que este día nunca llegaría y no sé cómo sentirme al respecto. Soy una de las razones de su encarcelamiento y una parte de mí siempre vivió con la culpa y otra con mucho resentimiento.

En un principio era pequeña y no podía hablar con él, no me dejaban visitarlo y luego estaba en casas hogares hasta llegar manos de mi tía quien apenas me sacó de Puerto Rico, nunca más me dejó poner un pie en el lugar mientras me quitaba la cultura con la que había crecido. Después tuve toda esta nueva vida y me desprendí del pasado aunque por dentro siempre ardía y en mi mente siempre volvía para atormentarme.

Tía Rochelle repitió tantas veces que él era un criminal con el que no debía vincularme que terminé por repetirlo y temer, también estaban esos horribles recuerdos de la última vez que nos vimos. Se volvió un secreto más sucio que el de mi madre, que el de su muerte, que el de mi infancia. No me interesé en saber de su sentencia, de cómo estaba, me obligué a olvidarlo, porque hay cosas que te marcan.

Pero ahora está libre y lo cambia todo.

—...De esa manera no podrá acercarse y con suerte conseguimos que vuelva de donde nunca debió salir —Escucho esas palabras finales.

—Quiere hablar conmigo —repito con lentitud, sintiendo el peso de las palabras—...Es todo lo que quiere.

—Y no lo hará, he trabajado mucho para que...

—Todo lo que quiere es hablar...

—Y no lo conseguirá.

—Quiero hablar con él —La corto—. Necesito hablar con él, yo...

—No.

—Hablaré con él —digo con lentitud para que lo entienda—. ¿En dónde está?

— ¡¿Es que te ha vuelto loca?!

—No, no me he vuelto loca ¡Solo quiero tener la oportunidad de hablar con mi maldito padre!  Preguntarle por qué me dejó a mi suéter ¡Solo quiero saber por qué hizo lo que hizo! Él solo hizo...

—Él hizo lo que hizo porque es una basura y siempre lo será.

Aprieto los labios y miro hacia el suelo, todo lo que puedo escuchar "él es una basura al igual que tú siempre lo serás." Me muerdo el labio interior dándome cuenta de que estoy muy cerca de llorar y me pongo de pie sabiendo que ella no me dirá en dónde se encuentra él.

—No es tu decisión, es mía —Es la primera vez que soy firme sobre algo frente a ella— y hablaré con mi padre te guste o no, tía Rochelle.

»Quiero respuestas y él va a dármelas. Ya no soy una niña indefensa y asustadiza y él ya no es el hombre fuerte destrozado por perder a mamá...

— ¿Quién te lo garantiza? No lo conoces.

Y duele la verdad de sus palabras porque no lo conozco y el último encuentro entre nosotros fue terrible, asqueroso e incluso traumático, pero necesito respuestas, yo...Quiero dejarlo atrás y para ello necesito verlo.

—Quiere tu dinero, Meredith.

—Quizá solo quiere verme.

— ¿Por qué querría verte? —Escupe.

— ¡Porque soy su hija! Porque tal  vez...

— ¿Qué? ¿Te ama? —Se ríe y me estremezco— ¿Cuándo vas a entender que las personas te buscan por algún interés? Quítate el sentimentalismo y crece de una maldita vez.

Sus palabras me duelen porque de alguna manera han contribuido a la desconfianza e inseguridad de relacionarme con muchas personas, pero decido guardar eso para después.

—Dime dónde encontrarlo.

—No te dejaré dañarte así.

—Si me tienes el más mínimo aprecio, por favor dime dónde encontrarlo.

—No participaré en que destruyas nuestro futuro, Meredith.

Asiento con lentitud decidida a irme porque por hoy no creo que pueda hablar mucho más con ella.

—En todo caso es mi futuro, tía, no el tuyo. Es mío —Le digo antes de irme.

***

7 de marzo, 2016.

—Allen ¿Quieres que nos retiremos? —pregunta Ray desde el asiento de conductor.

No respondo, mantengo la vista en el deteriorado y terrible edificio lleno de filtraciones; en las escaleras de la entrada, sentado, se encuentra un vagabundo. Queda claro que este viejo edificio se encuentra ubicado en una zona peligrosa, sucia, descuidada y nada glamurosa de la ciudad y en alguno de esos apartamentos en malas condiciones se encuentra el hombre al que llamé papá.

— ¿Allen? —insiste Ray y suspiro.

Hoy no puedo hacerlo, no puedo.

Tengo miedo de verlo, tengo terror de mis reacciones, de las suyas, de la conversación, de que nos reencontremos.

No puedo hacerlo hoy ¿Por qué tengo que ser tan cobarde?

Ahí estaba ayer, diciéndole a mi tía sobre que era mi futuro, sobre querer hablar con él y solo me tomó horas descubrir su paradero, pero ahora no tengo la valentía para hacerlo.

Llevo de nuevo la vista al vagabundo que todos ignoran, ese que está sumido en la pobreza en la que viví. Tal vez esa pude ser yo o quizá él solo se perdió en vicios, nunca lo sabré, porque todo escondemos y llevamos en la espalda el peso de nuestras historias.

—Dame un minuto, Ray.

Meto la mano en la bolsa y tomo un par de billetes antes de bajarme de la camioneta y a paso rápido cruzar la calle. El vagabundo me da una mirada que nada tiene que ver con vicios, parece una mirada inteligente y nostálgica, alguien que tuvo una vida muy diferente a esta. Pude ser yo.

Agachándome me encuentro sonriéndole.

—Hola, soy Mary Alena —Extiendo mi mano hacia él que la ve con dudas.

— ¿Es una broma? —Sacudo mi cabeza con negación ante sus palabras y su mano sucia estrecha la mía—. Alvin.

—Pareces tener toda una vida por contar —comento y giro su mano para dejar caer en la palma los dos billetes de cien—. No te darán una vida nueva, pero sé qué harás algo bueno con ello ¿Puedo confiar en ti?

Parece desconcertado incluso conmovido mientras me da un asentimiento leve. Rebusco en mi bolsillo, logrando conseguir una de las tarjetas de presentación que Loraine siempre me hacer cargar conmigo y se la entrego.

—No prometo que pueda contestar, pero siempre hay oportunidades. Toma, si llamas y preguntas por Mary Alena podré ayudarte a tener una nueva oportunidad, pero solo si quieres esforzarte en ello.

—Eres un ángel.

—No, pero sé lo que es estar muy abajo —Le doy un apretón a su mano—. Espero saber pronto de ti, Alvin.

Me incorporo y camino de regreso a la camioneta, Ray estaba en estado de alerta al igual que el auto de seguridad que venía detrás de nosotros. Cuando me encuentro de nuevo en mi asiento, bajo la ventanilla y me despido con la mano de Alvin, deseando algún día que mi equipo reciba su llamada, no para que le den limosnas o dinero gratis, pero sí para que lo asesoren y encuentren algún área en la que pueda ingresar cómo empleado.

Subo la ventanilla, recargando la cabeza del asiento y de nuevo me encuentro suspirando. Tal vez mañana encuentre las fuerzas para hacerlo.

Saco mi teléfono abriendo de nuevo los mensajes de Maximiliano, esos que no he respondido y me debato demasiado sobre hacerlo por qué no sé qué decir y en este momento me siento un caos emocional.

Meredith: Lo siento tuve que irme

La no galleta: ¿Qué sucede?

Me sorprende que su respuesta llegue tan pronto siendo él un hombre tan ocupado. Debe de pensar que soy una autentica loca, un día estábamos coqueteando en ese bonito lugar y al siguiente simplemente desaparecí sin dejar rastros y lo peor es lo que digo a continuación.

Meredith: siempre supimos que me iría, solo no pensé que sería tan rápido

La no galleta: ¿Qué se supone que significa eso?

La no galleta: ¿Te fuiste de Londres?

Meredith: estoy en Estados Unidos

Y porque en este momento soy una cobarde y realmente estoy en un lugar bastante inestable emocional, escribo el siguiente mensaje.

Meredith: no puedo hablar, lo siento.

— ¿A casa, Allen?

—No tengo una de esas, Ray. No tengo una casa a la que ir.

Y dándome cuenta de cuán patética me escucho me aclaro la garganta para volver a hablar.

—Llévame a alguna playa, creo que me gustaría ver el mar unos minutos, pocas veces tengo tiempo libre y la oportunidad, es de las pocas cosas que me gustan de la ciudad.

Y cuando llegamos a la playa y la veo desde lejos con la ventana del auto abajo, sintiendo los rayos del sol impactarme y el calor hacerme transpirar no puedo evitar pensar que pese a la hermosura del mar que proyecta la playa, extraño el frío y ambiente en el que estaba viviendo en Londres, extraño a mi apartamento alquilado.

Extraño a Loraine. Extraño que el volante esté del lado derecho, extraño perderme yendo a todas partes y sí, también extraño mi loca amistad o lo que sea con Maximiliano Greene.

***

8 de marzo, 2016.

— ¿Te sientes lista? —Me pregunta Loraine dándole un apretón a mi mano.

Agradezco que ella se encuentre aquí, porque no soy tan valiente y tenía tanto miedo de venir sola. Estoy segura de que mi equipo de seguridad jamás me dejaría entrar a este lugar sin su compañía, pero tener a mi mejor amiga conmigo me da fuerzas y un sentimiento de seguridad que no sabía que necesitaba tanto.

—Nunca estaré lista, pero no he podido dormir desde que supe que estaba libre y aquí. Necesito hacer esto.

—Muy bien —Se gira para ver a los tres hombres de seguridad que nos acompañan—. Dos permanezcan afuera de la puerta, tú te vienes con nosotras cuando entremos —señala al más musculoso— y Ray se encuentra en la entrada de este edificio. Seguridad completa.

—Estamos preparados ante cualquier situación que amanece la integridad de la señorita Lynch —dice uno de ellos.

—Sí y también están preparados a perder la memoria de todo aquello que puedan llegar a presenciar —Les recuerda Loraine antes de darme una mirada a la que asiento.

Lo próximo es que ella golpea su puño contra la puerta y a mí el corazón se me acelera. Veo la hora en el reloj en mi muñeca, son las seis con siete minutos de la tarde y lo sigue siendo cuando la puerta se abre.

Retrocedo chocando con uno de los muchachos de seguridad y trago viendo al hombre frente a mí que se ve tan diferente, pero a su vez tan parecido al hombre que llamé papá y que en su auto me consoló cuando le pregunté qué era el SIDA.

Creo que en mi mente esperaba ver a un hombre acabado, pequeño, encorvado y absorbido en la miseria, pero no es lo que encuentro.

Sigue viéndose alto cómo en el pasado incluso su postura es mucho mejor, ahora es fornido y se ve saludable cosa que no sucedía cuando el alcohol era su mejor amigo. Trae barba, eso es nuevo y su cabello va tan bajo que casi no tiene, piel más oscura que la mía y los mismos ojos avellanas que de pequeña preguntaba por qué no heredé. Tantos cambios y al mismo tiempo la misma persona.

Parece que también me está asimilando y me abrazo a mí misma cuando mi cuerpo comienza a tiritar. Un nudo se instaura en mi garganta y siento que si quisiera hablar ni siquiera podría.

Veo el reconocimiento en sus ojos y tantas otras emociones que me hacen sentir dolor. La última vez que me vio era una niña en exceso delgada, maltratada, descuidada y estaba cubierta de tanta sangre.

—Mary Alena —dice con voz quebrada y es un impacto escucharlo luego de tantos años.

Es un golpe darme cuenta de que nunca olvidé el sonido de su voz, su acento fuertemente marcado y lo gutural que puede ser su entonación.

No puedo hablar, abro la boca, pero ninguna palabra sale, solo un sonido lastimero que oculto con la palma de mi mano mientras trato de asimilar que esto es real.

— ¿Podríamos entrar? Creo que deberíamos tener cualquier tipo de conversación adentro, señor Alfredo —sugiere o más bien ordena Loraine tomando control de la situación—. Será  lo mejor y es mi deber hacerle saber que alguien de seguridad entrará con nosotras y dos permanecerán en la puerta ante cualquier inconveniente que pudiese presentarse.

Él asiente con aturdimiento haciéndose a un lado y la mano de Loraine en mi brazo instándome a caminar es lo que consigue que me mueva mientras no le quito la mirada de encima.

El sonido de la puerta cerrándose detrás parece demasiado fuerte entre tanto silencio. No sé cuántos segundos pasan o si se trata de segundos, pero no lo soporto. Lucho y lucho hasta conseguir las fuerzas suficientes para decir dos simples palabras:

— ¿Por qué?

—Lo siento —susurra con la voz quebradiza y yo sacudo la cabeza en negación.

—No es así de fácil, no lo es —Mi voz suena cruda, emocional y afectada.

» ¿Por qué? ¡Dime por qué! —Le grito lo último y la mano de Loraine se posa en mi brazo.

—Tu madre había muerto y...

— ¡Perdiste a tu esposa! ¡Tu esposa! —Me libero del agarre de mi amiga mientras tiemblo—. Yo perdí a mi mamá ¡Era mi mamá! Y era la única de mis padres que me amaba, que me cuidaba ¡La perdí y eras todo lo que tenía! Pero fue cómo tener nada. No te importaba, no te importé ni un poquito, estaba sola.

»Vivía un puto infierno en esa horrible escuela e ignorabas cuando te lo decía. Me rompieron la muñeca y no me creíste cuando te dije que eran los niños de la escuela. Me atosigaban las vecinas burlándose de mi madre muerta y no lo escuchabas. Tenía hambre y preferías comprar toda esa porquería de licor en lugar de tener la decencia de comprarme tan siquiera un pedazo de pan duro.

»Me enfermaba y ni siquiera lo sabías, me tenía que cuidar sola y solo era una niña —No me doy cuenta de que estoy llorando hasta que mi voz se quiebra.

Siento la angustia de hace unos años, el de pensar que moriría cuando enfermaba y no tenía medicamentos para cuidar de mí o alguien que me ayudara ni siquiera podía contar con las vecinas. La desesperación de comenzar a menstruar y no contar con lo necesario para mi cuidado, para no manchar todo a mi paso. La soledad ¡Dios! Muchas veces me encontré pensando que quería desesperadamente irme con mi mamá y sí, era consciente de que para ello era necesario morir y aun así se veía cómo la mejor solución.

Sentí que el mundo estaba en mi contra, que estaba sola, que estaba cansada, que dolía demasiado. Era muy duro, demasiado.

Necesito tranquilizarme, pero es difícil controlar la respiración cuando te encuentras llorando. Intento limpiarme el rostro y tomar respiraciones profundas mientras evaluó el deplorable estado del apartamento.

Se ve que él se ha esforzado en mantenerlo en buen estado, pero hay daños permanentes en el lugar: la humedad y filtraciones en las paredes, yeso cayendo de las paredes, muebles desgastados y viejos...Es deprimente y me recuerda tanto a la pequeña casa en Puerto Rico, que me abrazo a mí misma mientras me estremezco.

La cerámica del suelo color blanco con manchas amarillentas me recuerdan a la de mi pequeña casa de infancia y luego simplemente puedo ver carmesí en ella, visualizo el enorme charco de sangre que se iba formando la última vez que él y yo estuvimos juntos en esa casa. Y aunque sé que no es real, siento el mismo asco.

—Estaba perdido. Tu mamá era mi vida incluso ante su infidelidad, la amaba y lo que ese hombre le hizo...

Me queda claro que el amante de mamá tuvo más de una pareja para contraer el SIDA, pero también me queda clarísimo que mamá dejó de cuidarse. Hasta el sol de hoy no tengo claro si ese hombre sabía de su enfermedad cuando contagió a mamá y nunca lo sabré porque hasta dónde sé, murió años después.

—Ya, es que habías perdido a tu esposa —Recuerdo con una risa irónica—. Imagina, tenías la bebida y las drogas ¿Qué tenía yo? ¡¿Ah?! ¡¿Qué tenía yo?!

»Te diré lo que tenía: hambre y necesidades que me llevaban a la calle a mendigar. Golpes de las personas que no querían a una niña sucia molestando; correr porque incluso en medio de mi inocencia me incomodaban las miradas lascivas de los viejos asquerosos ¿Y no era eso suficiente? ¡¿No lo era?!

»Llegaba a casa tarde y no te importaba, golpeada y no lo veías, hambrienta y no lo notabas. Y luego tenías a esos inservibles asquerosos en la casa igual de drogados o bebidos que tú, a veces peor.

—Perdón, perdóname, por favor.

Volteo a verlo y lo encuentro llorando, puedo ver su dolor crudo en la mirada, pero no sé qué hacer con ello.

— ¿Te has preguntado alguna vez si esa fue la primera vez? —No grito las palabras, pero tienen la misma fuerza y dolor— ¿Si alguna vez tuve que encerrarme en mi habitación o si no alcancé a hacerlo?

»Estaba aterrada, tan asustada ¡Incluso pasé meses sin poder recordar esa noche! Y desearía que hubiera permanecido así.

Me doy cuenta de que mis palabras son una mezcla de inglés y español, pero no me importa porque en este momento solo puedo pensar en que sus amigos de bebida y droga siempre me asustaron. En un principio las bromas se trataban de que yo era un palo, chistes sobre que papá ni siquiera podría venderme porque nadie pagaría por mí, que me veía mucho más niña de mi verdadera edad, pero que tenía una cara "bonita". Después vinieron las miradas lascivas, encerrarme en mi habitación para que no me alcanzaran y la angustia de si alguno conseguiría entrar. Siempre tenía que ver detrás de mí para asegurarme que no me seguían.

En la escuela eran todos esos imbéciles golpeándome o intentando manosearme, en las calles eran los malditos pederastas que me hacían correr y en casa encontraba todos esos hombres intimidantes que pasaron de las burlas a miradas viciosas sobre mí.

Así que una madrugada salí al baño y cuando iba de regreso a mi habitación encontré a papá en su propio vómito y pensé en ayudarlo cómo otras tantas veces hasta que alguien me tomó desde atrás tapándome la boca. Durante mucho tiempo logré bloquear el recuerdo de mi desesperación, sus palabras, las manos errantes y los gritos desesperado cuando su mano no estaba en mi boca.

Pensé que había conocido todo lo malo que la vida podía ofrecerme a una corta edad hasta que estuve tirada a pocos metros del cuerpo de papá con un hombre mucho más grande que yo con manos errantes por todas partes, palabras sucias e intenciones fatales. Me oriné encima y eso paralizó las cosas unos segundos, porque entonces estaba furioso y los golpes vinieron. Uno tras otro, había tanto dolor.

No dejaba de llamar a papá y pedirle al hombre que parara. Me golpeó tanto que en algún momento ya no sentí dolor y estuve ahí lánguida, tal vez la droga o su perversión lo alentaron a tocar a una niña cubierta de sangre y orina, quizá solo era su maldad haciéndose cargo, pero desgarró mucha de mi ropa y cuando vi sus ojos, se sintió cómo ver la muerte.

Entendí que no quería morir, pero tampoco quería vivir si él seguía con sus planes sobre mí.

Y luego un disparo sonó y más sangre estuvo sobre mí al igual junto a algo viscoso y que el peso de su cuerpo. Grité demasiado mientras intentaba quitármelo encima y pude conectar con la mirada de papá, quien sostenía un arma. Le grité que me lo quitará de encima, lo llamé llena de desesperación, le rogué que me ayudará mientras sentía que el cuerpo inerte lleno de sangre me asfixiaba y él solo parecía aturdido antes de vomitar, dejar caer el arma y huir, dejándome en ese suelo con un cadáver sangrante encima de mí. Grité tanto que me quedé sin voz y solo supe que estuve trece horas con un cadáver encima de mí cuando la policía llegó.

Desde ahí las cosas fueron un borrón, estuve en un hospital durante días, no volví a ver a mi papá, pero supe que lo habían conseguido y sería condenado por asesinato. Declaraciones, servicios infantil, psicólogos. Fue todo muy duro, no importa cuánto me bañaba sentía que siempre olía a sangre.

Y siempre miré hacia la puerta esperando que él viniera por mí y cuando se hizo evidente que no sucedería, comencé a recordar la manera en la que nuestras miradas conectaron y me dejó tirada en suelo con el cuerpo de alguien sin vida sobre mí mientras huía. Me abandonó.

Alguien podía alegar que me salvó de ser violada, pero en primer lugar nunca debió  exponerme a tal peligro.

—Perdóname, por favor perdóname —Cae sobre sus rodillas frente a mí—. No hay día en el que no piense cómo te fallé, el daño que ocasioné. Debí cuidarte, protegerte, amarte.

»Ni siquiera haber asesinado a ese maldito que te lastimaría cambia esto...

— ¿Qué me lastimaría? Me lastimó —Lo corto con ira—. No fui violada, pero fui abusada y golpeada esa madrugada. Fui abandonada con un cadáver sobre mí cubriéndome de sangre y sesos ¿Y si la policía no llegaba? ¿Iba a pudrirme junto a los gusanos que comenzaran a salir al pudrirse el cuerpo?

»Pasé horas con un hombre que pesaba mucho más que el triple que yo, una niña desnutrida golpeada de gravedad que no podía moverse ¿Tu borrachera y estado de drogas no te dejaron pensar en ello?

—He pasado años en la cárcel pensando sobre todo, torturándome y castigándome por lo que te hice, por lo que te dejé vivir. No hay día en el que no resienta el pasado y en el que no le pida perdón a Dios.

»Encontré mi fe en la comunidad, Dios fue mi refugio y en él fui capaz de reflexionar y conectar conmigo, darme cuenta de que me necesitabas y no estuve. Durante años intenté comunicarme contigo y no podía.

»No pude reconocerte, Mary Alena, no eras la misma y cuando supe que la mujer en fotos eras tú, mi niñita, no podía creerlo y odié perderme la persona en la que te has convertido.

—No te necesité —Digo sacudiendo mi cabeza—. No me hiciste falta, pude avanzar sin ti y sin nadie, porque siempre estuve sola ¡Me dejaste sola!

»Qué suerte para ti que encontraste el camino de Dios y que encontraste el perdón, pero yo...

—Al salir de la cárcel intenté contactarte, pero no podía, no lo lograba. Me uní a una comunidad dedicada a Dios y ellos me han ayudado a venir hasta acá a verte, he venido con un pequeño grupo, necesitaba verte y pedirte perdón de rodillas, necesitaba pedirte otra oportunidad, por favor...

Retrocedo liberándome de su agarre y viendo a un lado.

—No te daré dinero, no te daré ni un puto dólar ni tampoco te pagaré por silencio.

Es evidente que no quiero que nada de esto salga a la luz, pero no caeré en un juego de chantaje. No puedo.

—No quiero dinero, hija, no me importa, no correré a la prensa a perjudicarte. Pude vivir sin el durante años; lo que quiero es tu perdón y la oportunidad de estar en tu vida. Eres el producto de mi amor con Alejandra, lo único bueno que tengo en esta vida. Lo eres todo.

—Pero antes para ti fui nada —Aprieto los labios que no dejan de temblarme, reuniendo fuerza para poder volver a hablar—. No puedo...No puedo.

Y odio no ser cómo esas personas que encuentran el perdón tan fácil, que se desprenden del pasado y simplemente avanzan. Yo traigo esa amargura conmigo, esas heridas que no cicatrizan y hoy, viéndolo de rodillas, escuchando que no le importa el dinero y que todo lo que quiere es ser mi padre, no encuentro la voluntad de decir que lo perdono.

—Estuve ahí y no me viste, te imploré que me amaras y me cuidaras. No creo que entiendas cómo me sentí o lo mucho que pasé luego de que fueras a la cárcel. Hoy me ves aquí de pie, pero no sabes cuánto me costó levantarse ni cuantas crisis emocionales he atravesado, cuántos días hay en los que no quiero levantarme, los terapeutas que he visto y la soledad que siempre me alcanza.

»Durante años he sentido que no soy suficiente, me he sentido huérfana y tan pérdida —Me es difícil controlar mi respiración—. He tenido pesadillas sobre el pasado, siempre pienso que un día puedo perderlo todo e incluso a veces como y mi estómago me recuerda la sensación feroz del hambre de no haber comido en días.

»No sabes que estaba tan afectada que durante los primeros dos años, me robaba los sobres de azúcar de los restaurantes o cualquier cosa por miedo a algún día quedarme sin comida. La sensación de que no puedo confiar en nadie, que los hombres mucho más grandes que yo me intimiden. Sentirme sofocada cuando alguien está sobre mí.

»Durante años no pude vestir rojo porque me recordaba a estar bañada en sangre y la primera vez que me obligaron a hacerlo en el trabajo, lloré. No tolero algo tan simple cómo que me extraiga sangre porque me aterra. Perdí mi vesícula y mi apéndice por esa golpiza incluso uno de mis ovarios.

»Renuncié a mi cultura y siento que no pertenezco a ningún lugar. Vivo con el constante temor de que sepan de ese horrible pasado. Viví años con una persona que no me ama y he sido explotada de forma laboral porque parece que siempre tendré que partirme la espalda para poder comer —Me quiebro aún más—. Yo...Ni siquiera he podido llevarle flores a mamá, ni siquiera puedo recordar en qué lugar exacto se encuentran sus restos.

Y hay mucho que no digo. La forma en la que en un principio me costó explorar mi sexualidad e incluso cuando disfruto del sexo, todavía siento conflicto inicial cuando siento el peso de alguien sobre mí. Crecí dándome atracones de comida cuando mi tía no veía porque tenía miedo de quedarme sin comida y por el constante recuerdo de que me llamaran un palo también porque no quería resultarle atractiva a nadie.

Tuve unos años turbulentos. No amanecí un día sonriente y con una actitud positiva de dominar el mundo y tomar las riendas de mi vida, llevó trabajo y entonces, cuando comencé a viajar sin parar para no estar nunca tanto tiempo en un mismo lugar, me sentí mejor, me reencontré conmigo misma y me sentí más ligera. No quise volver, no pude quedarme en un mismo sitio por mucho tiempo.

Respirando por la boca intento controlar mi respiración y de limpiarme las lágrimas del rostro.

—Quiero agradecerte que me salvaras de ser violada, pero es que entonces pienso que en primer lugar nunca debiste ponerme en una posición tan vulnerable...

—No sabía qué...

— ¿Qué esperas que suceda cuando expones a una niña a un grupo de hombres borrachos y hasta arriba de coca? No puedes ser ingenuo y pensar que ese no fuese un escenario real, solo te escudaste con que yo cerrara con seguro mi puerta, que era astuta para cuidarme porque llevaba haciéndolo desde que mamá murió.

»Lo siento, pero es que yo —Hago un movimiento con mis manos y una mueca mientras lágrimas descienden— no puedo perdonarte, no ahora. No te deseo ningún mal y de verdad me alivia ver que estás fuera de esa cárcel, pero no puedo lidiar contigo ahora, no me siento lista.

»Vine aquí esperando encontrar respuestas a todo el dolor que cargo conmigo y resulta que no lo hallo, no puedo y es horrible —Me quiebro con un sollozo y presiona el dorso de la mano contra mis labios—. Es horrible sentir que nunca sanaré, que no olvido, que no puedo perdonarte.

»Quiero dejar todo atrás y no puedo, no lo consigo y no sabes cuánto me duele.

Lo miro con pesar, con molestia conmigo misma por no poder hacer las paces, por creer que vendría y encontraría la paz o alguna mierda cómo esa.

—Por favor levántate, Alfredo —pido y se estremece ante el hecho de que lo llamo por su nombre.

—No importa cuánto tenga que esperar, cuando te sientas lista, así sean treinta años o miles, estaré aquí, siempre te esperaré, Mary Alena —Se pone de pie, aun llora—. Siempre voy a esperarte.

—Por favor cuídate —murmuro con la voz quebrada pasando por su lado y saliendo del apartamento.

Bajo las escaleras a toda prisa y al llegar a los escalones de la entrada del edificio me encuentro a Alvin sentado, casi me lo llevo por el medio, pero soy capaz de detenerme a tiempo y luego me dejo caer a su lado mientras continúo llorando.

—Los ángeles no lloran.

—Claro que sí, por eso es que llueve —digo entre lágrimas y él ríe de forma baja, como si nunca lo hiciese.

—Tiene sentido.

Me decepciona ver que sigue con la misma ropa sucia, me hace cuestionarme qué hizo con el dinero, pero no pregunto.

—Estoy ahorrando —Sin embargo me dice—. Llamaré a la tarjeta, tomaré un baño en un motel y compraré ropa. Tomo un poco para comer, pero espero el momento para darle uso.

— ¿Qué momento?

—El momento exacto para llamar, cuando lo sienta, cuando esté listo. Las cosas suceden en nuestros términos, a nuestro paso.

Tal vez tengo que esperar por eso, el momento exacto, cuando me sienta lista. En mis términos, a mi propio paso.

Permanezco ahí, sentada junto a un vagabundo, sintiendo a mi equipo de seguridad detrás de mí junto a Loraine y con Ray respaldándome de frente. No pienso, solo me hago compañía junto a un vagabundo que con su silencio me da consuelo y que al igual que yo, espera por ese momento en el que se sienta preparado para enfrentar el futuro.

Siempre digo que él pude ser yo, pero en este momento siento que en realidad soy yo. Emocionalmente, estoy desbastada.


Hola :( La verdad es que me costó escribir el capítulo porque lo sabía todo, pero me parecía muy rudo darle diálogo sin que se viera tan crudo o llegase a afectar a alguien que pudiera haber atravesado o estar atravesando una situación similar.

Espero pronto tener el próximo capítulo, pero necesito dejar ir las emociones de este capítulo porque no sé si es porque le tengo mucho cariño al personaje que me sentó mal escribirla y leerla (al editar) así de quebradiza y dolida. Además en el próximo capítulo puede que haya bajones, pero también habrán escenas muy geniales (según mis planes).

Fuera de eso, pese a que es un capítulo bastante dolido, espero logren conectar con ello para comprender la magnitud de fortaleza que tiene Mary Alena o Meredith Allen, porque ella es ambas y es bien pinche fuerte y por ello es que le daremos a la sabrosura de papi Max (obvio por más pero ajá jajajajaj)

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Espero les guste.

Un beso.

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