Capítulo I
Lebannon, Kansas.
Sam y Dean Winchester estaban revisando unos libros de los Hombres de Letras por si encontraban algo con lo que poderse enfrentar a Amara.
-Esto es inútil -se quejó el rubio soltando el libro que había estado mirando-. No vamos a encontrar absolutamente nada.
-Y, ¿qué quieres que hagamos, Dean? No tenemos otra cosa más que hacer. No podemos ir a por ella sin saber cómo matarla.
-Ya lo sé, Sammy. Podríamos mirar a ver si hay algún caso para distraernos un poco.
-Ya lo he hecho -contestó el moreno abriendo el portátil y enseñándole a su hermano lo que había encontrado-. Es en Toledo, Ohiao. Varios niños enfermos de lo que parece ser neumonía.
-¿En serio, Sam? ¿Neumonía?
-Escucha, creo que puede ser una estriga. Hay cuatro parejas de hermanos, Dean. Y sólo afecta a los niños, los padres se libran. No sé tú, hermano, pero a mí me recuerda a la que matamos en Wisconsin.
-Bueno, si estás tan seguro, vamos. Todo sea por salir de la monotonía. Prepara las cosas, voy a ducharme y nos vamos.
Y dicho eso se fue a su cuarto a coger ropa limpia y después al baño a ducharse. Mientras, Sam estaba recogiendo todos los libros que habían estado mirando antes de ir a preparar todo tal y como le había dicho su hermano, cuando sonó el móvil de éste. Se acercó a donde había estado sentado el rubio y lo cogió. En su trabajo, una simple llamada de teléfono podía significar la vida de alguien.
-¿Diga? -preguntó.
-¿Dean Winchester?
-No, soy su hermano Sam. ¿Quién eres?
-Oh, perdón. ¿Dónde...? -de repente, la chica que había llamado pareció asustada por algo- Oh, Dios mío, ¿está bien?
-Sí, sí, tranquila. Está duchándose.
-Ah, vale. Menos mal, qué susto me has dado. Oye, Sam, ¿puedes decirle que se ponga, por favor? Es muy importante.
-Sí, claro. Espera un segundo -le contestó él mientras iba hacia el baño donde su hermano se duchaba y, a juzgar por las voces, cantaba una canción de Metallica-. ¿Cómo te llamas?
-Oh, sí, perdón. Soy Susan, Susan Johnson.
-Vale, pues espera un poco, Susan -respondió justo antes de tocar a la puerta-. ¡Dean, al teléfono!
Oyó cómo su hermano cerraba el grifo del agua antes de abrir un poco la puerta. Aún estaba lleno de jabón y tenía el pelo lleno de champú.
-Joder, tío -le reprendió Sam al mayor-, podías ponerte una toalla, por lo menos, ¿no?
-Anda, trae el teléfono y déjame tranquilo, mojigato -Sam le pasó el móvil antes de que Dean le cerrase la puerta en las narices- ¿Sí, quién es? ¿Susan? Eh, yo, lo siento, pero no sé... Ah, coño, sí, ahora sí sé quién eres. ¿Qué pasa? ¿No me lo puedes decir por teléfono? No, por nada, es que estamos algo liados. Sí, un caso. Creemos que una estriga. Sí, ya. Pues, mira, cuando terminemos con esto vamos para allí, ¿vale? Sí. No a ti, adiós. Nos vemos pronto -a Sam no le dio tiempo a marcharse de ahí antes de que Dean abriese la puerta-. No te molestes en disimular, sé que lo has oído.
-¿Qué quería?
-No lo sé. No me lo ha querido decir por teléfono. La he dicho que vamos cuando matemos a la estriga. Toma, cógeme el móvil, me estoy quedando helado.
Y tras eso se metió de nuevo en el baño a terminar de ducharse.
~~~~~~~
-Oye -preguntó Sam a su hermano dentro del coche-, ¿no me vas a decir quién era esa tal Susan? -Dean le miró sonriendo antes de volver su atención a la carretera-. Venga, tío. Tiene que ser algo más del lío de una noche para que te llame.
-Bah, no fue nada del otro mundo, lo mismo de siempre. Fue hace seis años, cuando lo del trato y el año de vida.
-Me sorprendes, hermano. Y, ¿te acuerdas de su nombre?
-Si te soy sincero, no me acordaba de ella hasta que no me ha dicho dónde y cuándo nos conocimos.
-Eres de lo que no hay, Dean.
-Lo sé. Eso es lo que me hace especial -respondió el mayor sonriendo a su hermano.
Sam sonrió mientras negaba con la cabeza.
-Y -le preguntó a la de un rato-, ¿no te ha dicho por qué te llamaba?
-No, sólo me ha dicho que tiene algo muy importante que decirme, que es urgente y que no me lo podía decir por teléfono.
-¿Sabes? No sé qué me sorprende más, si el hecho de que te haya llamado o que supiese quién eres y a qué te dedicas.
-El mundo es muy pequeño, Sammy.
-Y, ¿qué se supone que significa eso?
-La conocí en el bar de Ellen. Nos fuimos a su motel y ya sabes el resto.
-Y, ¿la diste tú teléfono?
-Es cazadora, en aquél momento pensé que podría ayudar. Ya sabes, con lo de Lilith.
-Ya.
-Venga ya, Sammy -le dijo su hermano echándole una rápida ojeada antes de volver la vista a la carretera-. Deja el tema, ¿vale?
-Pero...
-Cuéntame algo más del caso, anda.
Sam sacó el portatil del bolso en el que lo guardaba y buscó lo que había investigado hasta ese momento.
Llevan ya cuatro parejas de niños, todos con los mismos síntomas. Todos están ingresados en el hospital general de Toledo. Van cayendo uno tras otro. Primero el más pequeño de la familia y luego el hermano. Uno tras otro. Nadie puede explicar por qué sólo afecta a los niños, por qué los padres no se contagian.
-¿Quién es el médico que lleva el caso?
-Médica, la doctora Smith. Sé lo que estás pensando y eso nos haría el trabajo más fácil, pero la doctora se mudó a Toledo hace una semana. Y esto lleva pasando durante casi un mes.
-Bien, doctora tachada de la lista negra. ¿Es que es mucho pedir que algo sea fácil para variar?
-Bueno, a lo mejor sí que es fácil. Hay una enfermera que se ha mudado hace poco más de tres semanas a Toledo. Podríamos estudiarla a ella a ver si coincide con otros casos en otras ciudades.
-Bien. ¿Cuánto nos queda?
-Unas tres horas. ¿Quieres descansar y que conduzca yo lo que queda de viaje?
-Pararemos en la siguiente gasolinera y hacemos el cambio.
-Vale.
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Hospital General de Toledo, Ohiao.
Dean se acercó a la recepcionista y, con una sonrisa en los labios, le preguntó por la planta de pediatría. La chica le miró a los ojos sonriéndole y mordiendo el boli que tenía en la mano antes de responderle.
-Tío -le dijo Sam cuando el rubio llegó a donde estaba su hermano esperándole-, ¿es que hasta en un hospital tienes que ligar?
-Oye, yo no tengo la culpa de tener esta cara.
-Desde luego que tienes cara.
-No será que me tienes envidia, ¿no?
-Seguro que sí, ¿dónde es?
-En la cuarta planta. Pero, ¿estás seguro que quieres ir?
-¿A qué viene eso ahora?
-Es que me ha dicho que hay unos payasos en pediatría visitando a los niños...
-¡Déjame en paz! -le dijo Sam mientras se metía en el ascensor seguido por su hermano quien no paraba de reír.
~~~~~~~~~
Motel Blue Night, Toledo, Ohiao
-Hey, Dean. Mira esto, tío.
Dean se levantó de su cama y se acercó a la mesa en la que estaba su hermano sentado con el portátil.
-¿Qué?
-La enfermera Reid estuvo el año pasado en Round Valley, Oregón, donde una extraña neumonía afectó a los niños y que esta cesó en cuanto se fue.
-Entonces está claro que es ella. A ver, ¿quién ha sido el último crío a por el que ha ido?
-A ver... Cría, Amanda Smith. Ostia, tío.
-¿Qué?
-Que es la hija de la doctora Smith.
-No jodas. Bueno, pues habrá que aprovechar que tiene turno de noche para ir a por la estriga.
-Esta noche irá a por la hermana, Amelia.
~~~~~~~
Casa de los Smith, habitación de Amelia.
La pequeña Amelia no podía dormir. Estaba segura que esa noche el monstruo que había hecho enfermar a su hermana iba a ir a por ella. Estaba a punto de levantarse de la cama cuando oyó abrirse la ventana. Se giró hacia ella y lo vio. Ahí estaba el monstruo que había atacado a Amanda. Cerró los ojos con fuerza y se cogió a las mantas esperando el momento. El repulsivo ser se acercó a la aterrorizada niña y se dispuso a alimentarse con su esencia vital. Ya lo estaba consiguiendo cuando los Winchester entraron sin hacer ruido en la habitación disparando a la estriga sin pensárselo dos veces.
El monstruo cayó muerto en el acto, convirtiéndose en humo. Dean se acercó a la niña para asegurarse de que estaba bien.
~~~~~~
Motel Blue Night.
-Pues al final sí que ha sido fácil.
Ambo hermanos estaban recogiendo las cosas para irse.
-Sí -contestó Dean-, lo echaba de menos.
-¿El qué?
-Esto, la vida fácil. Matar un monstruo normal. Un caso sencillo sin ángeles ni apocalipsis de por medio.
-Sí, ya.
Se quedaron en silencio un buen rato, que duró hasta que llegaron al coche y Sam le preguntó al mayor a dónde iban.
-La he llamado mientras estabas duchándote y me ha dado su dirección. Si quieres te puedes echar una siesta. Tenemos que ir a un pueblecito de Nueva Inglaterra. Cuando lleguemos te aviso.
-Llámame a mitad de camino para conducir yo y que tú descanses.
-Como quieras, Sammy.
~~~~~~~
Long River, Nueva Inglaterra
Dean y Sam estaban en la puerta de la casa de Susan esperando a que esta les abriese. Acababan de llegar habiendo parado sólo para cambiar de conductor y para comer algo. Ambos hermanos estaban agotados. Dean parecía nervioso, pocas veces le había visto así Sam. El rubio iba a volver a llamar cuando puerta se abrió dando paso a una mujer de unos veinticinco años, morena y ojos marrones, que él suponía que era Susan.
-Dean, Sam. Me alegro de ver que estáis de una pieza.
-Susan -le saludó Dean.
-Pasad -respondió ella haciéndose a un lado para dejarles pasar-, ¿queréis una cerveza o algo?
-Una cerveza estaría bien, sí.
-Sentaos, enseguida vuelvo.
Ambos se sentaron en un sofá de dos plazas que había junto a la chimenea. Dean cogió un marco que había con una foto de una niña rubia que sonreía feliz a la cámara. Aún tenía la foto en la mano cuando Susan regresó de la cocina.
-¿Tienes una hija?
-Sí, se llama Samara.
-Lo siento -se disculpó Sam-, pero la verdad es que estamos agotados.
-Sí, lo siento, chicos. Es que, yo... Ni siquiera sé cómo decirte esto, Dean. Estoy enferma. Tengo un tumor cerebral inoperable. Quiero que sepas que siento mucho habértelo ocultado. Cuando me enteré creí que era mejor que no supieses nada, te quedaba menos de tres meses y te ibas a ir al infierno, así que, ¿qué podía hacer yo? Y luego, cuando me enteré que habías vuelto, bueno, pensé que ya era tarde para decirte nada. Pero ahora que soy yo la que tiene el billete de ida para el otro lado... Necesito hacerlo bien, al menos esta vez.
-Susan -la interrumpió Dean por primera vez sin saber a dónde quería ir a parar la chica-, no tengo ni idea de lo que quieres decir.
-Es Sammy, Dean. Es tuya.
Dean se quedó paralizado. ¿Suya? ¿Él tenía una hija? No se lo podía creer. Miró desconcertado a su hermano por sí él había oído mal, pero, a juzgar por la cara que tenía Sam, había oído perfectamente.
-¿Mía? Y, ¿me lo dices ahora?
-Dean, de verdad que lo siento. Y más que te enteres así. No... Yo no tengo a nadie. Sólo estamos Sammy y yo.
-Sammy -dijo Dean a su hermano-, ¿nos puedes dejar solos un momento, por favor?
-Sí, te espero en el coche. Susan... encantado.
La aludida asintió con la cabeza antes de que el moreno saliese por la puerta de su casa.
-Dean, sé que estás enfadado. Y con toda la razón del mundo. Sé que debería habértelo dicho, lo sé. Pero ahora la niña te necesita. Yo me muero, me han dado dos meses de vida como mucho. No quiero que Sammy me vea así, no quiero que Sammy recuerde a su madre de esa forma. Sólo te tiene a ti. Sé que te pido demasiado...
-¿Quieres que me lleve a la niña conmigo? ¿En serio? ¿Con la vida que llevo?
-Eres su padre, Dean. Sé que lo harás bien. Prácticamente criaste tú a tu hermano y mira lo bien que ha salido.
-Sí, ya. Y, ¿qué quieres que le diga? ¿Crees que con decirle que soy su padre ella querrá venir con nosotros?
-Sabe quién eres. Le he estado siempre enseñando unas fotos de vosotros que me dio Bobby cuando te fuiste al infierno y fui a su casa...
-Espera un momento. ¿Bobby sabía que Sammy...? ¿Sabía que yo tenía...?
-Sí.
-¿Sabía que yo tenía una cría y no me dijo nada?
-Yo le hice jurar que no dijese nada nunca a nadie. Y, luego cuando volviste, le dije que era mejor no decirte nada. Él quería decírtelo, Dean. Pero yo tenía miedo.
-¿Dónde está ahora?
-En el colegio. El autobús llegará enseguida. Ella sabe que se tiene que ir contigo. Le he dicho que estoy enferma y que me voy a ir al Cielo con mis padres y que tú vendrías a buscarla.
Dean iba a decir algo más cuando se oyó el timbre. Susan fue a abrir y se encontró con Sam que tenía a la niña en brazos. El rubio se quedó mirando a la niña embobado. Entonces, la pequeña le miró a los ojos y él supo en ese momento que ella sabía quién era él.
-Sammy -le dijo su madre-, este es tu papá. Salúdale, cielo.
-Hola, papi. ¿Has venido a buscarme?
A Dean le costó bastante reaccionar. Se había quedado paralizado.
-Sí, cielo -respondió por él Susan-. Voy a tu cuarto a por tus cosas, ¿vale?
-Vale mami.
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