III
En fin, luego de recorrer un poco aquella maravillosa ciudad para estirar las piernas, los cuatro buscamos un hotel para alojarnos hasta la mañana siguiente.
Encontramos uno muy bonito en el centro. Tenia las mesas en donde los huéspedes desayunaban, seguido de una sala de estar con una chimenea, un estante de libros, computadoras; sin dudas un espacio muy agradable.
Teniendo ya las llaves de la habitación en mano, entramos para acomodar nuestras cosas y terminar el día.
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