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Especial: un 27 de septiembre del 2022...

Las luces en el estudio se encienden, la chica castaña corre de un lado a otro acomodando cojines y las tazas torcidas en la mesita frente al sofá gris, mientras que la pelinegra acomoda tranquilamente las tarjetas con las preguntas.

La castaña levanta la mirada y observa indignada a la morena.

—¡¿Y tú no piensas ayudarme?! —le pregunta en voz alta. 

Su acompañante la mira, contrariada, luego señala las tarjetas y después a la cámara de su lado derecho.

—Estoy prendiendo la cámara, cálmate —le pidió, con un tono tranquilo que solo hizo a su amiga estresarse más.

—¡No me digas que me calme! —exclamó—, ¡Él está a punto de venir, todo tiene que estar perfecto!

—Ay, no es para tanto —le restó importancia con un gesto—, literalmente ya lo conocemos.

—¡Sí, sí es para tanto!

—Ah, no es nada de otro mundo.

Le dirigió una mala mirada.

—Sí, es de literalmente otro mundo.

Así siguieron discutiendo, olvidándose por completo del próximo invitado que tendrían.

Olvidadizas las llaman.

Eros Jackson

—Muchas gracias —sonrío a la chica del otro lado de la barra que me tiende un vaso con batido de chocolate y crema.

—No hay de qué, estamos al servicio.

Asentí, dando un sorbo y deleitandome del sabor dulce. Amo el chocolate y todo lo que está creado con él. Observo desde mi asiento el pequeño café casi vacío, me había distraído de mi camino solo por el aroma que despedía el lugar, y como soy débil, no me resistí a comprarme algo.

No había tanta gente ahí, unos estaban solos y otros en compañía, como los de la mesa a un metro de mí. Un par de adolescentes de mi edad, capaz un año menor, con una mujer y un tipo, ¿diecinueve y veintiuno? Era mi cálculo. Hablaban entre risas, como si se conocieran de toda la vida.

—... Espera, ¿Eras tú a la que le dieron el pelotazo en su primer día? —oí preguntar al chico, apreté los labios, evitando reírme.

Oigo una risa sarcástica, seguramente de la que fue dirigida la pregunta.

—Sí, desgraciadamente fui yo.

—Ese evento fue icónico —dijo el otro tipo, el pelinegro con lentes.

—Oh, cállate, Wyle, al menos no era yo el que huía de su novia rarita.

Hay una risa femenina.

—No tienes nada que burlarte, bonita, tú te llegaste borracha a media noche a mi casa a citar a Shakespeare.

Eso hizo que se me escapara una risa baja y casi me ahogara con mi bebida.

—Te odio, Jamón.

—¿Qué tal si nos vamos? —cuestiona una de las chicas, tenía un particular mechón blanco a un lado de la cara.

—Sí, dejemos a estos dos idiotas solos.

Disimuladamente miré como las chicas salían de la pequeña cafetería, los chicos aún en la mesa exclamaron al unísono:

—¡Oh, vamos, bonita!

Ellas solos los ignoraron categóricamente.

Ah, relaciones.

Termino mi batido y salgo también de la cafetería, siguiendo los pasillos con las manos dentro de los bolsillos de mi chaqueta. Voy silbando una melodía, notando que ahí todo era muy blanco, tanto color blanco me mareaba. Por los altavoces se reproducía Youngblood de 5 Seconds Of Summer, sin querer queriendo mi silbido se volvió rítmico con la canción. Intento recordar el número de la puerta que me habían indicado para ir.

Claro es, que no lo recordé.

Así que, siguiendo mi sexto sentido, que estaba bien dañado, tomé la decisión más sensata.

Abrir todas las puertas que habían en ese lugar.

Me fui por la primera puerta que estaba del lado izquierdo, noté que en la parte de arriba había una placa que ponía en letras cursivas las siglas «MQC» en tonos amarillos, rojos y naranjas, como un atardecer.

Fruncí el ceño, contrariado. ¿MQC? ¿Qué demonios significa «MQC»?

¿Acaso no es el planeta de Dragon Ball Z?

Yo qué sé, no me van los rollos del anime. Ni que fuera Paige.

¿Paige? ¿Quién es Paige?

¿Qué?

Acabas de decir...

Dejé de escuchar a mi conciencia para abrir la puerta, la manilla estaba caliente, por lo que supuse que alguien la había abierto hace poco. Un olor a pizza mezclado con lo que supuse fue comida árabe llegó a mi nariz, abriéndome el apetito de algo salado. Una brisa fresca me desordenó el pelo, ¿De dónde salió esa brisa?

Pero eso no fue lo más extraño en esa habitación, no solo porque no era el lugar al que tenía que ir, si no también por las personas que me encontré ahí.

Una vez más, fruncí el ceño, viendo al rubio hablando cómodamente con la pelirroja rizada.

—¿Ferb?

Mi mejor amigo se giró, también con la misma expresión que yo.

—¿Phineas?

¿Dónde está Perry?

—¿Qué hacen aquí? —pregunté, ignorando a mi conciencia.

—¿Qué haces tú aquí? —cuestionó Zharick.

—¡Estoy buscando a Diane! —respondí. Tenía miedo por llegar tarde y claramente lo estaba haciendo. No lo digo en voz alta, pero Diane me da un poquito de miedo—. ¡Estoy perdido y no la encuentro por ningún lado!

Zharick acentuó más su ceño.

—¿Diane? Pero si Diane...

Hice un gesto de restar importancia, ya no perderé el tiempo con estos tortolitos, no quiero morir de una forma tan estúpida como llegar tarde. Si voy a morir alguna vez, que sea de forma icónica llegando a tiempo.

—¿Saben qué? Olvidenlo, sigan con lo suyo.

—¡Buena suerte, hermano! —oí exclamar a Christopher, miré de soslayo como apuntaba en mi dirección.

Hice lo mismo, dándome la vuelta un segundo.

—¡Tú también, viejo, en lo que sea que esté pasando aquí!

—¡Son las...

No terminé de escucharlo porque cerré la puerta. Luego me entero, ya no tenía tiempo para charlas.

Fui a la siguiente puerta, esta en cambio a la otra tenía unas siglas diferentes, no eran las del supuesto planeta de Dragon Ball Z, eran una mezcla de letras rellenas y curvas en color blanco, esta placa ponía «ALADLC»

¿Qué son todas estas siglas? ¿Qué significa todo esto?

¿Extraterrestres?

Lo empiezo a considerar.

Abrí la puerta, esperanzado de encontrar a Diane, pero, oh, que suerte la mía, no encontré a mi querida chica salsa. En esta habitación habían dos desconocidos para mí, una mujer que tenía pinta de tener unos veinti tantos, de pelo castaño oscuro, una tez tostada que me recordaron a las tostadas que me comí en el desayuno. Estaban buenas con el queso derretido. Tenía unos ojos verdes que me dirigieron una mirada curiosa en cuanto abrí la puerta.

—Eh... —se me escapó—, puerta equivocada.

Y sin dejar que respondiera algo, cerré y fui hasta la siguiente puerta. Qué fastidio que todas estaban en diagonal a la otra, ¿Acaso no podían estar una frente a otra? Se me haría más fácil.

Deja la flojera y mueve el culo, que vamos tarde.

Sí, sí, ya, mejor continúo.

A diferencia de las otras, esta era una de madera más vieja y descuidada, sobresalían enredaderas de la separación que había entre el suelo, también una especie de humo débil, como neblina. La placa era de un tono marrón diferente al de la madera, las siglas que tenía inscritas eran de un tono gris, no eran cursivas ni rellenas, eran como esas letras que utilizaban en los cuentos de hadas antiguos.

Tenía una sensación extraña, como si algo malo me fuera a pasar, también quería estornudar, por una extraña razón. Acerqué la mano a la manilla con miedo, estaba fría, abrí lentamente, sintiendo ese miedo punzante. Lo ignoré porque mi miedo a a Diane era más grande.

Tan solo estuvo abierta, un rayo de luz verde se aproximó hacia mí. Un chillido nada varonil se escapó de mi garganta mientras mis rodillas se flexionaban para mandarme al suelo.

—¡Ah, mami! —chillé, cubriendo mi cabeza con mis manos. Segundos después escuché un impacto detrás de mí, sentí como el yeso de la pared me caía encima.

¡Demonios, no estamos en Star Wars!

Comienzo a creer que fui secuestrado por los extraterrestres.

Sí, amigo, estamos en el área 51.

Para mí suerte, y la de mi integridad física...

¡Hey!

Y la de mi cerebro, claro, la puerta se había cerrado. Miro sobre mi hombro, sintiendo mi corazón latir fuerte contra mi pecho, la mancha de hollín que dejó el rayo de Buzz Lightyear. Un segundo más, y termino hecho cenizas.

Amaba mí suerte.

Me levanto con algo de miedo, sintiendo las piernas temblar. Me aseguro que ningún rayo saldrá de otro lado para así poder estar en paz. Suelto un suspiro de alivio, llevando mi mano a mi pecho.

—Caray, ¿pero qué acaba de...

No perteneces aquí, mortal, sigue tu camino.

¿Quién dijo eso? ¿Fuiste tú, conciencia?

¿Yo? ¡No, ni loco! ¡Alguien interrumpió el sistema! ¡Nos han hackeado!

—Ay, mamita, yo mejor me voy.

Huí de ahí como la gallina orgullosa que era.

La siguiente puerta era como más cálida, fresca, como aquella madrugada que Eames me levantó a las cinco en punto solo para ver la salida del sol. Casi muero subiendo al tejado de la casa, pero lo admito, valió la pena. La sensación que me daba esta puerta me recordaba a aquel amanecer con mi hermano.

Un olor dulce, como muffins inundó mi nariz, haciendo que inconscientemente tome una profunda respiración. Vaya, ahí olía bien. Estaba bien concentrado en el aroma, cuando mis oídos captaron una voz femenina.

—... me gustaría preguntarle a mamá y papá qué opinan —hay una pausa, yo busco la fuente del sonido—, sobretodo a papá.

—Bueno, E... —el chico frente a mí frunce el ceño y ladea un poco la cabeza, mirándome—. Disculpa, ¿Quién eres tú?

Al tiempo que lo preguntaba, la chica que me daba la espalda se giró. Era castaña oscura con el pelo algo ondulado, sin querer mi mano fue a mi cabello, la chica era muy bonita, sobretodo por sus ojos grises que llamaron mi especial atención.

Eran muy... familiares.

La señalé, ella me señaló de vuelta.

—¿Acaso nos... —estábamos diciendo al mismo tiempo, cuando de pronto, la puerta se cerró de golpe, dejándome descolocado y con la nariz casi golpeada.

—¿Pero qué... —intenté abrir de nuevo, cuando escuché de mi lado derecho un ladrido familiar.

Giré en esa dirección, encontrándome con un cachorro de raza lobo siberiano con un pelaje bastante llamativo, era de colores acrómaticos y con unos ojos de distintos colores. Azul cielo y verde.

Lo reconocí inmediatamente, ¡Era Baloo!

—¡Baloo! —exclamé, emocionado. Me alegra ver una cara cercana después de las últimas dos puertas.

El cachorro ladró una última vez, antes de echarse a correr por un pasillo que no había visto, puse cara de indignación. ¿También me estaba abandonando?

—¡Hey, amigo, vuelve aquí, no me dejes! —salí tras de él, aquella carrera que eché en el parque tras la manada de perros me había enseñado a ser veloz—. ¡Esta gente está loca! ¡Puertas que se cierran solas, rayos que salen de la nada y voces inexistentes! ¡Necesito salir de aquí!

Doblo en un pasillo por el que creí haber visto irse a Baloo, pues resultó que no. Terminé solo frente a dos puerta más.

—Ay, no, más puertas no.

La del lado izquierdo eran letras curvas en blanco que ponían «UNSL» y la del lado derecho era con letras más simples, pero coloridas, que ponía en la inscripción «JEJMJ»

—Oh, mira —señalé las letras, sonriendo—. Eros Jackson. Eames Jackson y James Martin.

¿Qué hace James aquí?

No lo sé, aquí nada tiene sentido.

Buen punto, ¿Pero por qué...?

¡No es tiempo para eso! ¡Sigo llegando tarde!

Bueno, tienes que elegir una de las dos puertas.

Pongo las manos sobre mi cadera, pensando en cuál tomar. Podría ser una persona normal, he irme por cualquiera. Pero como soy Eros Jackson, y normal no está en mi diccionario, no lo hice.

Usé la canción «de tin Marín» para elegir, cuando finalizó, mi dedo apuntaba a la puerta del lado derecho. En cambio mi mirada, estaba en la puerta izquierda. Termino por encoger los hombros y voy hacia ella.

—... ¡Ya está por llegar y no hemos acomodado nada! —oí decir a una voz chillona en la habitación.

—¡Pero si las cámaras están prendidas! —respondió otra voz femenina, como más tierna pero sin llegar a ser infantil.

—¡Todo tiene que estar en orden! —exclamó devuelta la otra chica, me fijé en que era bajita y de tez más blanca que su acompañante.

—¡Pero si ya todo está listo, friki!

Soy testigo de la cara de indignación de la chica bajita, de sorpresa me encontré haciendo la misma cara. Entendía su ofensa en parte, me han llamado friki de películas, no es lindo.

—¡No, no lo dijiste!

—¡Oh, sí, sí lo dije! —afirmó la pelinegra rizada.

—Oh, no, no lo dijo —comenté, aún parado en la puerta.

Ambas chicas se giraron hacia mí, debíamos de tener la misma. La morena pelinegra tenía un abundante cabello rizado y parecía no conocer lo que era peine, sus orejas estaban decoradas con perforaciones, las más llamativas eran unas aretes grandes coloridos. Era regordeta y con unas mejillas parecidas a las mías, de pestañas largas y un particular lunar al lado de la nariz.

Parpadeo, pasando a ver a la otra chica. Su cabello era largo y lacio de color castaño oscuro, con un flequillo que le llegaba a las cejas, era bajita y blanca con un péndulo que le colgaba del cuello y pulceras decorando las muñecas de ambas manos. La miré de arriba a bajo, su cuerpo parecía de alguien de mi edad, exceptuando el hecho de que parecía un hobbit, sin embargo, cuando la mirabas a la cara, parecía que vieras a alguien de unos catorce años, lo cual era una diferencia de edad significativa a la que debía de tener en realidad.

Una de ellas dejó caer unas tarjetas que tenía a la mano, abriendo los brazos a cada lado, dándole sin querer en la mejilla a la chica bajita. De inmediato se ganó un manotazo de su parte.

—¡Nuestro bebé! —exclamó la rellenita, ignorando el manotazo.

—¡Chiquito! —exclamó la otra.

Y, juntas, chillaron:

—¡Eros!

Vinieron hasta a mí para rodearme con sus brazos, apretujandome hasta quitarme el aire. Una mezcla de aromas dulces y cítricos hizo que mi nariz picara, no estaba acostumbrado a ese golpe de olores.

—Sí, ya llegó por quién se morían, chikibabys.

Ambas se separaron y me miraron cada una con una ceja alzada.

—No, Eros, nosotras no somos tus chikibabys —dijo la castaña.

—De hecho, ya tienes tu chikibaby —sonrió pícara la rizada.

—Sí, por cierto, ¿Dónde está mi chikibaby?

—Okey, muchos «chikibabys». No es momento para eso.

—Lo sé, pero quiero saber de...

La bajita me tomó de la muñeca y me arrastró consigo hasta sentarme en un sofá, mi trasero agradeció la suavidad del cojín. La que me arrastró se sentó en una banca al lado de una cámara mientras que la otra vino hacia mí.

—Muy bien, Eros, tienes que presentarte, tú sabes, con tu ánimo, también tienes que decir esto —me susurra un par de cosas al oído a las cuales asentí—. ¿Lo tienes?

—Sí, lo tengo, pero díganme dónde está...

—¡En 5, 4, 3, 2... —la chica fue a sentarse en un banco junto a la cámara recién encendida, unas luces blancas me escandilaron un segundo antes.

—¡Preséntate! —susurró la pelinegra.

Aclaré mi vista, ví a la cámara y sonreí encantadoramente.

—¡Buenas tardes, gente bonita y comadrejas! —no sé de dónde salió eso, pero lo creí bastante oportuno, las chicas sonrieron—. ¡He aquí, por quién se han estado muriendo!

—Bienvenido seas, Eros Jackson —saludó la bajita, sonriendo—, a nuestro programa...

—¡Literal-Mente! —exclamaron al unísono.

—Gracias, gracias —dije, haciendo gestos—, no es necesario las rosas, y los autógrafos los doy al final.

—Sí, yo quiero que me firmes mi taza con tu cara —saltó a decir la castaña.

—Ah, ¿okey?

No sabía que habían tazas con mi cara.

—Yo quiero que me firmes una teta.

Vale, eso me hizo reír.

—Tenlo por seguro, nena —guiñé un ojo, haciéndolas reír, risas que se me contagiaron—. Antes de empezar, quiero decir que este capítulo está dedicado a... —mi mente se queda en blanco, miro a la pelinegra en busca de ayuda—, ¿cómo era?

—¡NiniFont!

—¡NiniFont! —exclamé, volviendo a mirar a la cámara—, sí, nena, este capítulo va para ti.

—Ahora, será mejor empezar —se pasan entre sí unas tarjetas—. Muy bien, Eros, ¿Estás listo?

—Yo nací listo, de hecho, nací antes de estar listo.

—Vale... —meneó la cabeza, riendo—. Esta es nuestra primera pregunta, ¿Qué opinas sobre el cambio en el nombre de Zharick?

Medito la pregunta unos segundos, poniendo mi tobillo sobre la rodilla. Era una buena pregunta para iniciar.

—Sí, me gusta el cambio. El nombre Zaniah sonaba muy... de vieja. Sin ofender a las que se llaman Zaniah, eh.

—¿Y con respecto sobre la religión de Zharick?

—Oh, todo cool, todo cool. Me prepara falafel, y yo amo el falafel. El falafel es vida.

—Dijiste lo mismo sobre el cereal —ella frunció el entrecejo.

—La comida en general es vida.

—¿Y qué te parece el cambio que hubo entre Zharick y Christopher? Recordemos que ellos en un inicio solo iban a tener unas discusiones.

—Me parece bonito la forma en que estén juntos, ambos se merecen un final feliz —las señalé—, espero se lo den.

Lo admito, las risitas malvadas me asustaron.

—¿Y sobre que...

—Oigan, ¿Todas las preguntas son sobre Zharick? ¿Por qué mejor no van y se lo pregunta a Ferb? Él tiene más información que yo.

—Bueno, bueno, vamos con otra —leyeron una tarjeta—. ¿Qué te parece el cambio que también tuvo Diane?

—Perfecto, perfecto, me gustó mucho el cambio porque así yo la pude conocer, y si hubiera estado en esta otra ciudad que no sé dónde remotamente queda no lo habría hecho, y ni siquiera hubiera existido. Además, me gusta más como le queda el Reynolds que el Ross.

—Aaawww —musitaron.

—Aunque le quedaría mejor el Jackson —la pelinegra vuelve a esbozar esa sonrisa pícara, apuntandome.

Me reí.

—Sin dudas —afirmé. 

—¿Y Baloo? —cuestiona la castaña.

—Debe de andar por ahí, justo lo ví hace un rato, si supieran.

—No, idiota, ¿Qué opinas de su importancia en la historia?

—¿No soy yo el personaje más importante?

—¡Eros! —me regañaron.

—Ya, vale, vale —resoplé—, Baloo es tierno, y un buen amigo —sonreí, pensando en como Diane ama a ese cachorro—. También es importante para mí, le agarré cariño. Podrá ser la mascota de Diane, pero ¿Saben? También lo considero algo mío.

—Aaaawww —chilló la rellenita.

—Aaww, me das diabetes —comentó la bajita, haciendo una mueca.

Volví a reírme.

—Sí, supongo que es importante, y aunque me cueste decirlo, creo que muchos lo quieren más que a mí.

—Mejor vayamos con la siguiente pregunta, me moriré de diabetes si seguimos con las frases dulces —ella suspiró, meneando la cabeza, leyendo la siguiente pregunta—: ¿Y qué hay de la familia Jackson?

Me acomodé en mi asiento, animado. Estaba esperando esa pregunta.

—Admito que eso fue lo mejor que pudieron hacer. No me imagino siendo parte de otra familia que no sea la Jackson, mi vida sería muy diferente sin mis hermanos Eames y Evolet, ni digamos con mis primos Peyton, Nate y Posey.

»La forma... particular en que juntaron a todos estos personajes en una sola familia, y de paso en una tarde, es impresionante, ¿Cómo lo lograron?

—Las que hacemos las preguntas aquí somos nosotros, jovencito.

Alcé las manos en son de paz.

—Muy bien, no me digan. Igual sigue siendo sorprendente. Es decir, ¡Eames ni tenía nombre y Evolet era de otra historia! El que nos hayan juntado a nosotros tres como hermanos y nos hayan hecho primos de los Jackson de Boston es una cosa de locos.

Ambas compartieron una mirada de complicidad y un par de risas. Entendí esas miradas aunque no sé qué se dijeron, conocía esa acción, la hacía mucho con mis hermanos cuando hacíamos una travesura en conjunto o pensábamos lo mismo.

Aún no me creía que nos hayan juntados a todos en una sola familia en una tarde, ¡Una tarde! Eso es verdadera dedicación.

—Sí, fue una cosa de locos —convino la castaña, riendo—. Ahora, cuéntanos, ¿qué te parece todo el trasfondo de sus nombres?

—Complejo —respondí sin dudar—, me gustaría preguntarles cómo se las ingeniaron, pero me temo que no tendré respuestas.

—Estás en lo correcto, querido —sonrió con ironía—. Ahora, danos tu respuesta.

Volví a resoplar, recordando todo lo que había leído sobre mi nombre y el de Diane. Fueron demasiados párrafos, y yo que no soy un especial amante de la literatura, me costó aún más.

—El como se las arreglaron con el nombre de Didi fue ingenioso, debo admitirlo —ellas sonrieron con arrogancia, chocando los cinco detrás de la cámara—, cómo relacionar todo con la luna —hice un gesto de explosión con mi mano junto a mi sien—, también fue de locos.

—Bien podrías responder todo con «fue de locos» —comentó la rizada.

Asentí de acuerdo, es que el como planearon todo fue increíble.

—Sabes que hubo un cambio en la edad —asentí, ese era otro detalle que me indignó cuando lo supe—, ¿Te habría gustado tener diecinueve en vez de dieciocho?

Ladeé la cabeza de un lado a otro, pensando una respuesta.

—Creo que sería lo mismo, nada más que habría estado en la universidad.

—Sí, claro, lo mismo —no paso por alto el tono agudo de la pelinegra, la miro con los ojos entrecerrados. Si pudiera haber hecho una pregunta, la haría, pero sé que no me la responderían.

Para otro momento será.

—¿Y qué tal el cambio sobre cómo conociste a Didi? —preguntó ella, cruzando las piernas.

—En una cafetería o en la pizzería, es más de lo mismo, en ambas versiones nos chocamos, la historia sería igual —encogí los hombros.

—Dejaré que creas eso.

Odio la ironía en el tono de la castaña, y odio más no poder tener respuestas.

—Y bueno, Eros, ya hemos hablado de varias curiosidades, cuéntanos de ti.

—Soy un libro abierto, la gente me conoce perfectamente —apoyé mis brazos del respaldo del sofá.

—Hay muchas cosas que no conocen de ti, Eros.

—Bueno, lo sabrán pronto —encogí los hombros—, por ahora, seré un misterio —cubrí la mitad inferior de mi cara con mi brazo.

Ambas alzaron las cejas.

—Eros, tú eres todo menos un misterio.

—Eres más como... un cuento infantil.

¿Es normal que eso no me haya ofendido?

Creo que no.

Diablos.

Les dirigí una mirada cansada.

—Muchas gracias, chicas.

—De nada —sonrieron.

—¡Era sarcasmo!

—Lo sabemos —afirma la pelinegra.

Oh, ahora me caen mal.

Las dos soltaron risitas divertidas, de seguro por la cara que dejó haber puesto, ¡es que no me gusta que me tomen el pelo!

—Será mejor hacer la despedida, ¿Unas últimas palabras, Eros Jackson?

Miré a la cámara, volvieron a sonreír.

—Nos leemos pronto, gente bonita y comadrejas. ¡Adiós!

—Y... ¡Estamos fuera!

—¡Wuh! Eso fue divertido, aunque aún quiero respuestas, chicas.

—Prontos las tendrás, Eros, pronto las tendrás —asegura la rellenita, levantándose.

—Sí, quizá pronto... —hay un sonido de llamada, la bajita saca su móvil y contesta—. ¿Aló? Ajá, sí, soy yo. ¿Qué pasó? —guarda silencio, escuchando lo que le dicen—. Ajá, okey, sí, sí, entiendo —otro silencio—. Con que eso pasó... —tuerce los labios y mira a su compañera, yo tengo una mala sensación—, sí, tranquilo, nosotras lo resolvemos. Está bien, gracias por avisar.

Acto seguido, cuelga la llamada.

—¿Qué pasó?

—Pues resulta que alguien fue andando por ahí abriendo todas las puertas del estudio —mi corazón acelera su pulso, paso saliva—, y vio en una puerta que, en definitiva, no tenía que ver.

—Con que eso pasó...

Ambas giran la cabeza lentamente en mi dirección, me encojo en mi asiento, sintiendo el peso de sus miradas en distintos tonos oscuros de marrón. Solo por eso sé que me metí en un problema.

—Esto... cómo ya terminó la entrevista, me... me puedo ir, ¿verdad? Sí, verdad. ¡Adiós, chicas!

Salto del sofá y voy apurado a la puerta, estoy a un metro cuando el tono serio de su voz me hizo detenerme.

—Alto ahí, Eros.

Mis pies se quedaron plantados en su lugar. Ay Diosito, ay Diosito.

—Fuiste tú, ¿verdad?

Me doy la vuelta, ambas tenían miradas serias, más no mortales. Había cierta tranquilidad y eso me asustó más, una gota de sudor me corrió por la sien.

—Miren, c-comprendanme, ¡Estaba perdido! ¡No sabía a dónde tenía que ir y... bueno, eché a la suerte todo!

Hay un suspiro por parte de la castaña.

—Comprendo, Eros, pero no debiste hacer eso.

—Lo sentimos mucho —dijo la castaña.

—¿Qué... qué me van a hacer? —intento alejarme cuando se acercan, pero mis pies siguen plantados en el suelo—. ¡No me maten, por favor!

—No te vamos a matar.

—Solo mira aquí —de algún lado, la pelinegra saca un aparatito parecido a un lápiz, tenía un punto de luz en el centro.

—Que bonito —segundos después, caí en cuenta—. Espera, ¡¿Eso no es un...?!

—Buenas noches, Eros Jackson.

Lo último que ví fueron sus sonrisa y gestos de despedida antes de que todo fuera oscuridad.

-

Mis ojos pesaban demasiado.

Me cuesta mucho abrir los párpados, pero al final lo consigo. Estaba tumbado en mi cama, no sentía la mitad de mi rostro.

—¿Pero qué...?

La saliva acumulada en mi boca por poco hace que me ahogue, los algodones ayudaron un poco.

Me paso una mano por el ojo, intentando que no se cerrara. Dios, había tenido un sueño rarísimo. ¿Eso era un efecto secundario de la anestesia? Menos mal y las muelas del juicio se sacan una sola vez.

—Tock, tock —le siguieron los golpes en la puerta.

Levanté la cabeza, encontrándome a la persona que en mi sueño no ví.

—¡Didiiii!

—Hola, mesero cogote golpeado ahora anestesiado.

Cuando la tengo tumbada frente a mí en la cama, me alegraba saber que ya no estaba en un sueño y que ella estaba frente a mí.


——————————

Nota de las autoras:

Un 27 de septiembre del 2022 dos chamas zumbadas decidieron crear una historia...

Sí, esas fuimos nosotras.

¡Sorpresa, sorpresa! ¡He aquí al fin el especial que prometimos! Varios días después, pero, hey, lo importante es tenerlo.

Es un poco particular, lo sabemos, pero nosotras no somos normales, como habrán de notar. Este extra es una mezcla de muchas ideas y nos a encantado el resultado. Además, escribir la narración de Eros nos dió mil años de vida.

Ahora, han de tener una pregunta: ¿Todo esto en realidad pasó? ¿Eros se teletransportó a un mundo random? Tal vez no, quizá solo fue un sueño y esto es solo un especial fuera de la línea de tiempo aunque finalice con el capítulo de la cirugía de extracción de sus muelas. O tal vez sí...

Ahí se las dejamos.

Vimos unos cuantos personajes qué si son lectores de nuestras otras novelas, los reconocerán fácilmente.

También pasaron acontecimientos raros aquí...

En fin, ya esto se está haciendo largo, esperemos se lo hayan disfrutado. Esta será la actualización de hoy, ya la próxima semana veremos qué pasa en esa azotea...

¿Tienen teorías? Los leemos <3

¡Adiós!

Besos y abrazos con batido de chocolate, voces raras y puertas que se cierran de la nada

~Jai
MJ.



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