41 | I was Enchanted to meet you...
Último capítulo, preparen los pañuelos.
Estar enamorado de alguien podría significar tenerle el suficiente aprecio y cariño como para desarrollar un sentimiento así de intenso. Tuviste que haber pasado tantas cosas junto a esa persona para estar seguro sin ninguna pizca de duda de que lo que sientes no es solo un gustar físico o una atracción a la sensación que tienes cuando estás con ese alguien.
Eros y yo habíamos pasado muchos momentos juntos, tanto buenos como extraños y algunos relativamente malos. Habíamos convivido la suficiente cantidad de tiempo para sentir algo por el otro, y ese sentimiento de gustar en algún punto se transformó en algo más amoroso.
Y es que no había hecho falta su declaración porque yo sabía que estaba estúpidamente enamorada de ese chico.
Me quería reír de mí misma, la Diane de hace unos meses lo habría hecho sin dudarlo, también me habría dado un guantazo fuerte a la cabeza. Repasando nuestra historia, fueron ciertos acontecimientos lo que nos llevó a convivir más, seguía creyendo que algún ente mítico había sido el marionetista de todo lo que pasó entre nosotros. Habían veces donde no me creía que yo, Diane Reynolds, conocida por tenerle miedo a los cambios y con una extroversión bastante baja se haya hecho la mejor amiga seguido de la novia de Eros Jackson, famoso amante de las nuevas experiencias y que consigue hacer amigos a los cinco minutos de llegar a un lugar.
Éramos la viva descripción de los polos opuestos y una anomalía ya que éramos tan diferentes el uno del otro pero aún así, conseguimos funcionar y hacer que funcione.
Éramos raros, no tan convencionales, sin embargo... éramos nosotros.
Después de la presentación de los chicos, la emoción en el bar bajó unos cuantos niveles, seguían habiendo personas bailando en la pista por la música que salía de los parlantes, ahí seguíamos mi novio y yo, solo haciendo pasos tontos que nos hacían reír.
Un rato después volvimos a la mesa con Asia, que estaba en compañía de la banda, como Eros ya los conocía, fui la única en presentarse.
—Diane, un gusto —dije, sonriendo de labios cerrados.
—Oye, eso se parece mucho a mi nombre —dijo la pelinegra de ojos bonitos, riéndose—, yo soy Dione.
—Eh, que son casi tocayas —comentó el chico parecido a ella—, yo soy Deneb, el hermano de esta tonta.
—Tonto tú —se defiende ella, dándole un manotazo divertido al hombro.
—Alisha, un gusto, Diane —habla la morena de pelo ensortijado.
—Y yo soy Harder, el más cool de todos nosotros —el castaño de ojos chocolate junto a Alisha hizo un gesto rockero para acompañar sus palabras.
—Será el más tonto —Dione pone los ojos en blancos.
—Al menos yo sí veo por donde camino, cabeza de ébano.
Eso desarrolló una discusión entre esos dos, Eros a mí lado se ríe viendo entretenido la situación al igual que Asia, Peyton inhala por la nariz profundamente con una clara expresión de clemencia y los otros dos, Deneb y Alisha parecen esperar que la disputa cese.
—¿Eso es normal? —le susurro a Eros.
Vuelve a reírse, apoyando su brazo del espaldar de mi asiento.
—Como no tienes idea.
Ah, vale.
Esos dos discutieron tonterías, (en serio, tonterías) por unos diez minutos en los que les dejé de prestar atención y me puse a charla con Eros.
—¿Qué tal la pasaste? —me preguntó un rato después mientras jugueteaba distraído con un mechón de mi pelo.
—Fue un gran concierto, gracias por invitarme.
Deja un beso en mi mejilla como respuesta.
—No hay de qué, preciosa.
Estuvimos una media hora más en la ciudad hasta que se hizo el momento en el que ya debíamos de ir de vuelta a casa. Nos despedimos de los chicos de J.5 y salimos del bar cruzando la marea de personas. La emoción había bajado pero seguía habiendo un número significativo de gente ahí dentro.
Para cuando conseguimos llegar a su coche, ambos soltamos resoplidos de alivio y yo tuve la necesidad de revisar mi vestido. Quería creer que eran ideas mías de que había sentido toques demás en la salida.
—¿Todo bien? —Eros me mira curioso.
—Sí, sí, todo bien —alisé la falda y acomodé mis mangas—, ¿Nos vamos? —sonrío para tranquilizarlo.
Le veía la intención en la mirada de ir a reclamar a quien tuviera que ir a reclamar.
—Vale... vamos.
Encendí el estéreo para aliviar el silencio que se había formado, cuando se reprodujo Wake Me Up de Avicii, Eros sonrió como un niñito y empezó a cantar. Le tomé varias fotografías discretamente, se veía muy lindo y feliz.
—Entonces —empecé a decir después de algunas fotos que le hice—, la escuela de artes de Boston, ¿Eh?
Se ríe para después tomar mi mano y entrelazar nuestros dedos.
—Si te soy sincero, no creí que me aceptaran.
—Yo sí, es decir, eres uno de los mejores artistas que conozco, son pocos pero el punto es que eres muy bueno.
Eros me mira un segundo de reojo, el hoyuelo en su mejilla se marca. Me gusta cuando se le marca el hoyuelo, consigue que su sonrisa sea más bonita.
—Tú eres la mejor novia que he tenido.
Sonrojo en 3, 2, 1...
Él se echa una corta risita al mismo tiempo que siento mi rostro caliente.
—También la más tierna, ¿Te he dicho que me gusta mucho cuando te sonrojas?
Me sonrojé más, Eros volvió a reírse.
—¡Deja de decir eso! —pedí, cubriendo mi rostro.
—Vale, vale —acepta, volviendo a tomar mi mano—, pero sí me gusta mucho cuando te sonrojas.
—¡Eros!
No obtuve otra respuesta más que su risa y un pellizco a mi nariz.
Tonto mesero cogote golpeado.
La conversación volvió al punto inicial: su aceptación en la escuela de artes de Boston, Eros no paró de parlotear de lo emocionado que está de empezar el semestre la próxima semana y que su familia le hizo una cena especial cuando recibió la carta. Me alegré muchísimo por él, estudiar artes es su gran sueño, estaba feliz de que ese sueño que tiene desde que es un niño esté empezando a tener más forma.
—¿Y aún nada de tu carta?
Bajé la mirada a mi regazo, apretando incómoda los labios.
—¿Didi?
—Mmmm... tal vez habrá llegado en las horas que estuve fuera —encogí los hombros—, revisaré cuando llegue a casa.
Entrecerró los ojos en mí apenas un segundos antes de volver a concentrarse en el camino.
No se volvió a tocar el tema.
Agradezco en ni interior cuando por fin aparca en mi casa, los últimos minutos habían sido una tortura por el silencio que se había formado que ni siquiera la música de la radio consiguió apaciguar. Conozco a Eros, y sé que no está satisfecho con la respuesta que le di sobre la universidad. Cómo yo lo conozco a él, sé que él me conoce a mí, sabe que oculto algo, pero es lo suficientemente respetuoso como para esperar a que le hable del tema por mi cuenta propia.
Demonios, ¿Por qué tiene que ser así? Hace que lo quiera más de lo que debería de hacerlo.
—Que no...
—... se me olvide de avisarte cuando llegue a casa, lo sé, Didi —completa por mí.
—¿Tan previsible soy?
—Nah', es que llevo saliendo un tiempo contigo y ya te conozco bien —se estira sobre la palanca de velocidades para dejar un casto beso en mis labios—. Te aviso cuando llegue.
—Va, hablamos luego.
—Hablamos luego.
Suelto el cinturón de seguridad y abro la puerta, salgo de su coche sintiendo que hay algo atrapado en mi garganta. No me alejo ni un metro cuando vuelvo a darme la vuelta para dar dos golpecitos en la ventanilla.
—¿Qué pasa? ¿Se te olvida algo?
Meneo la cabeza, hinchando mi pecho buscando valor.
—¿Didi? —Eros me mira preocupado—. Oye, me estás asustando, ¿Todo bien, no te sientes mal?
—No, no, solo... solo quería decirte que... —bueno, esto es más difícil de decir que por mensaje—, te quiero muchísimo, Eros.
Hay un cambio en su expresión, como pasó de la preocupación a la emoción que demostraría un niño si le dijeran que iría de visita a Disneyland, algo sincero y radiante.
—Yo también te quiero muchísimo, Didi.
Y aunque lo sabía, su respuesta igual aceleró mi corazón enamorado como si fuera la primera vez que lo escuchara de su voz.
Porque no solo se trata de sentir algo intenso hacia alguien más, se trata también de tener la valentía de decir y demostrar lo que esa persona te importa.
Nos despedimos con una última sonrisa antes de que recorra el camino a la entrada. Dentro, encontré a mis papás dormidos en el sofá, nada sorprendente. Baloo estaba echado en el suelo con su cabecita apoyada de sus patitas delanteras, alza las orejas al verme entrar.
—Hola, amigo —él viene entre saltitos y meneando la cola—, ¿Me extrañaste? ¿Me extrañaste? ¡Claro que me extrañaste!
Baloo se echó de lomo al suelo para que su panza reciba mimos, y como hace un tiempo no tenía esa gran emoción a mi llegada, no pude resistirme.
Fueron unos cinco minutos de mimos, mis papás seguían roncando en el sofá con la película que de seguro no es ni la que empezaron a ver siguiendo su curso. Fui a lavarme las manos para cenar, mi comida estaba tapada en la mesa, así que cené con la compañía de Baloo pidiendo parte de mis tiras de pollo y mis papás roncando por allá.
Solo se despertaron cuando fui a tocarles el hombro.
-—Mmm, mmm, ¿Qué? ¿Qué? —balbucea mamá con los ojos entrecerrados.
Papá por su lado bosteza antes de mirarme confundido.
—¿Caperucita?
—Tu hija, Louis.
—Ah —volvió a bostezar—. Diane, ¿No?
Alcé una ceja hacia él, se rió adormilado.
—¿Hace cuánto llegaste, Didi? —preguntó mamá, estirándose.
—Hace como media hora, estaban muuuyyy dormidos.
—Cuando llegas a cierta edad, a las nueve de la noche ya tienes sueño —comentó papá.
—Sí, se nota —parpadeo, se nota que quieren seguir durmiendo—, yo me voy a cambiar, si quieren vayan a dormir.
Subí a mi habitación con Baloo siguiéndome el paso.
No sé si es que fueron ideas mías o es que al entrar a mi habitación el ambiente cambió a algo pesado, como si el aire fuera gelatina he intentara caminar por ella. Meneé la cabeza, alejando esa idea tonta. No son más que chorradas mías. Me cambio a un pijama cómodo y fresco y saco mis cosas de mi bolsa de lado, en las notificaciones de mi móvil hay varios mensajes de Eros.
Ya estoy en casa.
Mira, me guardaron una buena cena.
Su último mensaje era una selfie suya con un plato de comida al fondo.
Puse la cámara y tomé una foto a mis pies con calcetines disparejos.
Su respuesta no tarda mucho en llegar.
¡Calcetines de gatitos! ¡Amo los calcetines de gatitos! ¿Por qué no me dijiste que tenías un par? ¡Podríamos estar a juego!
Sonrío como una estúpida a la pantalla.
Tal vez pronto podamos tener calcetines iguales, he visto unos que le sobresalen manitas.
Eros♡: esa idea me agrada.
Ojalá ese día llegue pronto.
Yo: Ojalá.
-
Doy un paso hacia la mesita de noche, me arrepiento y lo vuelvo a dar en retroceso. Me vuelvo a animar, vuelvo a arrepentirme. Muerdo la uña de mi pulgar, indecisa. Después rasco detrás de mi cuello donde había empezado a tener una comezón horrible.
Vuelvo a dar un paso al frente, y otro, y otro más, estiro la mano para tomar la carta. No, no puedo. Retrocedo como la cobarde que era.
Resoplo, dejando caer mis hombros.
Rasco mi mejilla, teniendo muchas dudas. Abrir esa carta sería como una sentencia inevitable.
—¡Guau! —ladró Baloo en mi cama, a sido testigo en primera fila como estoy haciendo esta tontería desde hace veinte minutos—, ¡Guau, guau!
Me tomé su ladrido como un «¡Ay, ya, Diane, abre la carta y ya está!»
—No es tan fácil como crees, amigo —rodé los ojos.
Mi perro chilló como respuesta, un claro tono resentido. «Chorradas» supuse que habrá dicho en canino.
—No te metas Baloo.
Volvió a chillar y finalizó con un resoplido que me ofendió.
Decidí pasar de él, ese perro solo me estaba juzgando.
Dejo ir todo el aire que tengo retenido resoplando, veo la carta que sigue descansando sobre mi mesita de noche. Cierro la mano cuando ésta se estira para alcanzarla. Una parte de mí se negaba rotundamente a abrir el sobre, esa misma parte sostiene el plan de romperla, quemarla y hacer como si nunca hubiera existido. La otra parte, que es más grande y racional, es la que mueve a mis pies al frente he incita a mis brazos a tomarla.
Era todo muy contradictorio, que al final pareciera como si estuviera metida en un bucle de tiempo.
—Ya basta, Diane —me digo a mí misma—, déjate de tonterías, no tienes seis años. Sé madura y ve a abrir esa carta.
Mi autoconsejo no sirvió tanto.
—¡Guau, guau! —ladró Baloo, viéndome cansado, así que no tuve más remedio que ir a abrir el sobre.
Algo en su mirada me decía que si no lo hacía vendría a mordisquearme, y no gracias, él muerde duro.
Después de veinte minutos, me siento en el borde de la cama y agarro la carta con manos temblorosas. Es absurdo el cuidado con la que la abro, Baloo se arrima hasta estar a mi lado, como si quiera leer la carta conmigo aunque claro que él no sabe leer.
Desdoblo el papel escuchando como mi corazón late muy, muy rápido contra mi pecho. Mis ojos recorren las líneas cada vez más miedosos de lo que se puedan encontrar.
Seguía rogando que me hayan negado la beca, pero todas mis esperanzas se fueron al caño en cuanto llegue a la temida parte para mí y a la que otros les habría causado una gran emoción.
«Es de nuestro agrado informar que la señorita Diane Reynolds cumple con todos los requisitos necesarios para aplicar en nuestro programa de becas...»
—No... —soltando un lamento, me dejo caer de espaldas en mi cama cubriendo mi rostro con el papel—. No, no, no...
El párrafo continuó diciendo que cumplía con todo lo que requerían y que sería un «honor» que formara parte de su facultad de arquitectura, finalizó con un «esperamos verla aquí en nuestro nuevo semestre escolar» seguido de los nombres de los directivos y un sello del plantel.
—Maldición -—mascullé por lo bajo, apartando a un lado el papel.
Baloo chilló lastimero, viniendo a poner su cabecita de mi hombro como apoyo.
—¿Ahora qué, amigo? —le acaricio—. No quiero esto, no... es lo que quiero para mi vida.
«—¿En qué crees que soy buena? —le miro sobre mi hombro—, ¿Qué crees que se me da bien?
—Fotografía, ¿Por?»
«Vivir es sobre caer y levantarse, si te caes, te levantas. Pero si estás en el camino incorrecto, cada vez que te levantes te caerás hasta llegar al punto dónde no lo podrás volver a hacer.»
«Haz lo que te haga feliz, Didi»
¿El camino correcto que mencionó Zharick es la fotografía? Mi mejor amiga da consejos buenos aunque no tan claros, algo parecido a una profecía, nada es tan literal como lo dice y tienes que encontrarle el trasfondo a sus palabras, y tal vez... ese sea el trasfondo.
No quiero ir por un camino incorrecto que el destino final sería una vida miserable llena de completa infelicidad. Tampoco me apetece decepcionar a mi madre, sin embargo, ¿Dónde queda la parte donde disfruto la carrera que curse? Pienso que inscribirte a la universidad es optar por lo que te apasiona, y Eros tiene razón, algunos de nuestros hobbies se convierten en pasiones y de ellas se pueden vivir.
Era... era un riesgo grande, enorme, gigantesco, pero como mi relación con Eros... debía de valer la pena.
Recopilo valor y lo deposito en una tacita de té, aunque no era mucho debía de ser suficiente. Me levanto de la cama y antes de salir de mi habitación agarro mi cámara, seguía pareciendo nueva como el día que me la regalaron.
En la sala mis papás estaban sentados en la mesa haciendo sus cosas del trabajo. Es una muy vieja costumbre suya ponerse a trabajar juntos aunque de lo que viven no es ni de cerca lo mismo, disfrutan el tiempo que conviven juntos.
Ellos levantan las miradas de los papeles en cuanto oyen mis pasos bajar de la escalera.
—Hey, Didi —saluda papá, después frunce el ceño al ver lo que llevo en mano—, ¿Qué es lo que lle...
—No puede ser, ¿Es esa la carta de la universidad? —es interrumpido por la emocionada pregunta de mamá.
—Eh... —veo de ella al papel en mis manos—, bueno...
—¡Que emoción, que emoción! —ella se levanta mostrándose muy feliz—, ¿Qué es lo que pone? ¿Te aceptaron?
—Mamá, yo...
—¡Vamos, Diane!
Paso saliva, suspirando por lo bajo.
—Me aceptaron —murmuré cabizbaja, y si bien fue un murmuro no resultó ser tan bajo como para no ser escuchada.
Mi madre empezó a chillar feliz he incluso a dar brinquito de emoción, no paraba de decir lo orgullosa que estaba de mí y lo bien que lo pasaría en el internado. Creí que en este momento todas mis ideas absurdas sobre fotografía se desvanecerían como el humo al tener el orgullo de mi madre, pero... no, la idea seguía flotando en mi cabeza y ni el reiterado «estoy orgullosa de ti» de mamá hizo desvanecer la idea.
Paso mi pulgar por la lente de la cámara, veía un futuro con ella, un futuro profesional.
—... ¡Tenemos que celebrar esto! ¡Mi niña entró a la mejor universidad de todas, es un gran logro! —exclamaba.
—¿Diane? —llamó papá, no tan feliz como ella.
Bebí el valor que había dejado en la tacita de té.
—Yo... tengo algo importante que decirles.
—Claro, cielo, ¿Qué pasa? —papá se levanta de la mesa y se para a mi lado.
Tú puedes, Diane. Tú puedes. Has hecho cosas más atemorizantes los últimos meses, podrás con esto.
—Yo... es que... bueno... —pauso un segundo—. No quiero ir al internado en Miami.
Listo, lo dije, y sacarlo de mi sistema es como si me hubiera quitado una tonelada de los hombros.
—¿Qué? —balbuceó mamá—, ¿Cómo que no...? ¿Qué tonterías dices, Diane?
—N-no son tonterías, mamá —levanto la mirada—, no quiero, no quiero irme lejos. No quiero... estudiar arquitectura.
Su rostro se contrae en confusion pura, me dirige una mirada como si me hubiera vuelto loca.
—A ver, Diane Margaret, ¿Qué quieres decir?
—Eso, mamá, no quiero ir al internado en Miami, no quiero estudiar arquitectura. Yo quiero... —veo mi cámara—, quiero estudiar fotografía.
Vale, la risa que soltó me lastimó mucho.
—¿Fotografía?
—S-sí, fotografía. Me gusta mucho, y-y se me da bien.
—Diane, la fotografía no es más que un hobby tuyo, no puedes tener la ignorancia de creer que eso te dará un sustento para el futuro.
—Pero es que...
—No, la decisión está tomada. Tienes la beca en la facultad de arquitectura, y no la vas a desaprovechar.
Mi dolor empezó a transformarse en molestia.
Por una vez, una maldita vez que era sincera con ellos con respecto a lo que quiero de verdad, ella solo viene a rebajar mis gustos, a rebajar lo que de verdad me apasiona.
No, no se lo iba a permitir.
—No, la decisión no «está tomada» es mi vida —señalé mi pecho—, no puedes seguir creyendo que tienes el control de eso. No voy a ir al internado en Miami, no voy a estudiar arquitectura, ¡Ni siquiera me gusta! ¡Me he obligado todo este tiempo a tenerle gusto a esa carrera por ti, porque es lo que tú querías! ¿Dónde queda lo que yo quiero?
—¡Lo que tú quieres es absurdo! ¿Estudiar fotografía? ¿Quién te a dicho que eres buena?
—¡Eros lo a dicho!
Mamá frunció el entrecejo.
—¿Eros? Todo este capricho tuyo se debe a... ¿Eros?
No conseguí darle una respuesta, mis cuerdas vocales se negaron a hacer sonido.
—Este muchacho es el que te a estado metiendo todas estas ideas ridículas a la cabeza —no es pregunta, lo afirma—, desde que te empezaste a juntar con él es que haz tenido todos estos cambios. Desde que empezaste a salir con él.
Sentí como mi rostro palideció.
—Sí, ¿Creíste que no nos dábamos cuenta?
—N-no es...
—¿Lo que creemos? No nos estés tomando por estúpidos, Diane Margaret —su tono se vuelve de molestia, doy un paso en retroceso—. Toda esta tontería tuya de querer irte por fotografía se debe a este muchacho, tú no pensabas así, tú no eras así y vino este niño a meterte ideas a la cabeza.
—Él no... él no hizo nada de eso —conseguí decir—, yo no pensaba así porque ni siquiera pensaba, me estaba dejando mangonear porque era lo que tú querías. ¿Cuándo te paraste a pensar que eso de verdad me gustaba? ¡Nunca lo hiciste, solo lo asimilaste y ya! ¡Me gusta la fotografía, se me da bien y quiero estudiar esto, quiero hacer algo que me guste a mí!
—¿Y vas a vivir de eso? ¿Cómo vas a hacer? ¿Comer una vez a la semana hasta que te mueras de hambre?
—Dalia... —advierte papá.
—Dices ser mayor pero sigues teniendo el pensamiento de una niña de trece, de los sueños no se vive, Diane. ¡Abre los ojos y ve la realidad, esto —agarra bruscamente la cámara de mis manos. No...—, no es más que una estupidez que este muchacho te a metido a la cabeza!
Lo siguiente qué pasa lo veo pasar en cámara lenta, ella estrella con fuerza mi cámara contra el suelo. Veo todas las piezas separarse y romperse, volviéndose añicos contra la madera, mis ojos se llenan de lágrimas en un segundo y al siguiente están rodando por mis mejillas. Un grito de dolor sale de lo más profundo de mi garganta, como si hubiera recibido el puñal más doloroso en el estómago, me arrodillo junto a todas las piezas de mi cámara. Nada... nada tenía reparación.
—¡Dalia! —exclamó papá molesto—. ¡¿Pero qué demonios te pasa?!
Ellos discuten y no podía importarme menos. Era incapaz de dejar de llorar a moco tendido, mi cámara, el objeto que ha sido mi más grande compañero los últimos meses estaba hecho pedazos frente a mí por un arrebato de mi madre.
La memoria era lo único intacto entre los pedazos rotos.
—¡No hagas como estás de su lado, Louis! —captaron mis oídos—, ¡Necesita aprender una lección!
—¿Lección? ¡¿Lección?! ¡Eso no es una lección, mujer! ¡Estás siendo desalmada, igual que tú...
—No te atrevas, Louis Reynolds.
—¡Igual que tu madre!
Ella dió un pistón, rompiendo otro pedazo que debía de ser la pantalla.
—¡La mala madre aquí no soy yo! ¿Qué es eso de ser fotógrafa? ¡Es una idiotez sin futuro, un fracaso rotundo! No quiero que mi hija esté por las calles pidiendo limosnas.
¿Ella en serio pensaba así de mí? ¿De mi criterio para elegir mi pasión?
—Eres... —sollozo—, eres un monstruo.
—¿Q-qué? —su tono molesto pasa a ser de sorprendida, dolida.
Me levanto del suelo, apretando la memoria de mi cámara en mi puño. Todo mi campo de visión era borroso a causa de las lágrimas pero conseguía ver qué mis palabras le habían dado en un punto sensible, le dolió.
—Eres un monstruo —repetí más firme, limpiando mis lágrimas—, te odio.
—Diane...
—Y esto no te lo voy a perdonar jamás.
Corrí al piso de arriba, encerrandome en mi habitación con un portazo sonoro. Seguía viendo en primer plano como ella destrozó mi cámara, y eso solo hace que no deje de llorar. Era el objeto más preciado que tenía y ahora... ahora solo se redujo a un montón de piezas de plástico sin reparación ni devolución.
No pasa ni un minuto en que escucho los golpes en mi puerta y la voz de ella pidiendo que abriera, la nota dolida seguía puesta ahí, sus golpes se volvieron débiles, conseguí escuchar como dijo por lo bajo un «por favor» lleno de arrepentimiento al que no me inmuté. Me quedé ahí en mi cama, abrazando mi almohada y humedeciendola por la lágrimas que no paran de salir de mis ojos.
—Diane... —insiste por milésima vez—, por favor, Didi...
—¡Vete! —grité desde mi cama—, ¡Vete, no quiero hablar contigo!
—Didi, yo...
—¡Que te vayas! —grité más alto, sorbiendo mi nariz—, y no... no me llames así, no te lo permito.
—Cielo...
—¡¡Largo!!
Los pasos alejándose resuenan por el pasillo.
Consigo calmarme pero ese sentimiento de dolor sigue en mi pecho, ¿Y ahora qué? Vuelvo a sentirme perdida, el motivo por el que arriesgué todo está en el suelo de la sala hecho añicos, he internamente... yo me sentía igual.
Diane nunca consigue lo que quiere, se tiene que aplacar a lo que quieren los demás.
«Algunos hobbies se convierten en pasiones, y de las verdaderas pasiones es que realmente se vive, Diane —recordé lo que había dicho—, sigues teniendo un concepto errado sobre una verdadera vocación, chica salsa.»
Lamento decepcionarte, mesero cogote golpeado, pero no todos los hobbies tienen la evolución de una pasión. Algunos sueños... no están destinados a cumplirse.
Seco mis lágrimas, acto seguido busco móvil donde presiono el ícono de la cámara. Estaba del asco, así y todo, empecé a grabar ya que mi valentía no es la suficiente para enfrentarlo de frente.
—Hola, mesero cogote golpeado...
-
Mi teoría sobre qué el mundo conspira en tu contra se hace realidad cuando el lunes llega y todo el cielo está repleto de nubes grises con una gran probabilidad de que llueva, haciendo que el ambiente deprimente se vuelva aún más deprimente.
El silencio que abunda dentro del auto se puede cortar con una tijera, mis papás están peleados, no le hablo a mamá desde el sábado he incluso Baloo echado a mi lado parece estar incómodo, se sentía como si nuestra pequeña familia pendía de un hilo que estaba encima de un oscuro y profundo acantilado.
Y eso... era de esperarse.
La llovizna empezó a caer cuando papá estacionó en una plaza del aeropuerto.
Esperé a que papá sacara mi maleta en un tenso ambiente entre mamá y yo junto a las puertas del enorme edificio repleto de personas. Sentía su mirada en mi perfil y por el rabillo del ojo veo como intenta decir algo para al final arrepentirse y quedarse con la boca cerrada.
Papá llega con nosotras medio mojado por la llovizna, ella le ofrece su chaqueta para cercarse, no obstante él se niega meneando la cabeza.
Entramos al aeropuerto.
—Entonces... —mamá choca las palmas de sus manos a cada lado de sus muslos, sonríe tensa—, ¿No les apetece algún snack? Corre de mi parte.
—No —respondimos secamente.
—¿Segu...
—Vamos a sentarnos —le interrumpe papá, yendo al área de espera.
Estando ahí cada uno se sienta por su lado, papá está frente a mí, Baloo acostado a mis pies y mamá a tres asientos alejada del mío, cualquiera puede darse cuenta que hay un elefante en medio de nosotros, es como si algo se hubiera roto y, al igual que mi cámara, no tuviera reparación alguna.
Mi mano sube a mi pecho a tomar el dije del collar en forma de media luna, si mis cálculos no fallan, mi mejor amiga estaría de camino a Angelo's y, para cuando todo pase, ya mi vuelo estaría despegando.
¿Estás segura de esto?
No tenía más opciones.
Lo lamento mucho, Diane.
Yo también lo hago.
—Pasajeros del vuelo 298 con destino a Miami, por favor presentarse en la puerta de embarque.
Despedí un suspiro.
—Llegó la hora.
Cuelgo mi mochila al hombro y tomo mi maleta por el asa, sería la primera vez que tomaría un vuelo sola y eso... no es algo que me mantiene emocionada o feliz, no sentía nada.
—Avísanos en cuanto llegues, ¿va? —asentí a la petición de mamá.
Baloo chilló triste, sus ojitos pidiéndome que no me vaya, me arrodillé para estar a su altura y acariciar y dejar un beso en su cabecita peluda.
—Te voy a extrañar mucho, amigo —apoya el hocico de mi hombro, como si me estuviera devolviendo el abrazo—, cuida mi habitación, ¿está bien?
—¡Guau, guau, guau! —tomé sus ladridos como un «¡Sí, mi capitana, será mi misión!
Acaricio detrás de su oreja.
—No te olvides de mí.
Su chillido me dolió, ojalá pudiera llevármelo conmigo pero los animales estaban rotundamente prohibidos.
Volví a mi altura, mirando a mis padres.
—Les aviso cuando el vuelo aterrice.
—Está bien, cuídate, cielo —me doy la vuelta, lista para ir a la puerta de embarque—. ¿N-no hay... no hay un abrazo de despedida?
Miré a mamá sobre mi hombro, decaída, dolida, conocía lo suficiente a esa mujer para saber que si no le daba ese abrazo, de verdad que su mundo se rompería.
Y yo no era tan desalmada como ella, por lo que dejé a un lado mi maleta y la rodeé con mis brazos, di unas palmaditas a su espalda cuando ya había sido suficiente.
—Adiós.
Me duele escuchar los chillidos de lamento que hace Baloo, resuenan por todo el lugar y hacen que un nudo se forme en mi garganta, intento no mirar hacia atrás cuando empieza a aullar, le dolía incluso más que a mí.
—Lo siento tanto —murmuré para mí.
Guardo el asa de la maleta, lista para subir a las escaleras eléctricas hacia el segundo piso, el aullido lastimero de mi perro queda de fondo cuando alguien más grita con fuerza:
—¡Diane!
Mi corazón se saltó un latido, ¿Qué estaba haciendo él aquí? ¡No debería de estar aquí! Debería de estar en Angelo's a punto de recibir mi...
—¡Diane! —su mano atrapa mi antebrazo, siempre tan delicado y cuidadoso—. ¿Qué es...? ¿Qué significa...? —jadea en busca de aire. Está sonrojado y sudoroso—, ¿Qué mierda está pasando?
—Eros, suéltame, por favor.
—No, necesito una explicación de lo que pasa. ¿Por qué estás aquí?
—Tengo que irme, Eros —no soy capaz de mirarlo a los ojos.
—No digas chorradas, Diane, dime la verdad —paso saliva, el nudo en mi garganta se aprieta—, tú no estás... no estás yendo...
—No tengo otra opción —murmuré.
—¡Claro que tienes otra opción! —exclamó—, ¡Tienes millones de opciones! Pero esta... esta no es una de esas. Tú no quieres esto, Didi, esto, esto no eres tú.
—Eso no lo sabes.
—¡Claro que lo sé, te conozco ridículamente bien! Tú no quieres ir a ese internado, no quieres estudiar arquitectura. Quieres ser fotógrafa, esa es tu pasión, tu hobby, entendiste el concepto, ¿Por qué vas a hacer algo que te hará infeliz? —alza mi mentón con su mano temblorosa, sus ojos grisáceos están llenos de lágrimas—. No te vayas, Diane, quédate... quédate conmigo.
No lo pedía, lo estaba suplicando, y nadie más que yo quería quedarse con él, con mis amigos, con Baloo, pero... mi vida no se definiría gracias a mis amigos. Tenía una oportunidad, y no podía... no podía desperdiciarla.
—Lo siento mucho, Eros —mascullé con la voz rota, quitando su mano.
Meneó la cabeza, una lágrima corre por su mejilla, la misma que tiene la mancha de la carita feliz, ahora no hace tanto contraste con él.
—No, esto no está bien. Diane, ¡Abre los ojos! —agarra mi muñeca cuando intento alejarme—, por favor, por favor, no te vayas.
—N-no hagas esto más difícil, Eros —intento soltarme de su agarre, aplica la fuerza suficiente como para no hacerlo sin lastimarme—, ¡A ti no te importa nada, tú mismo lo dijiste, el que yo me vaya no te va a afectar!
—¡Claro que lo hará!
—¿Por qué? No soy más que la chica controladora que tuvo la desgracia de haberse chocado contigo.
Su mirada angustiada en tiempo récord cambió a estar herida, otra lágrima hizo un recorrido por su mejilla.
—Porque tú... tú me importas, m-más de lo que te imaginas —sorbe su nariz—, Diane, yo te...
—No, Eros, solo... no —su agarre se vuelve débil, usé la poca fuerza que tenía para liberarme. Llevé mis manos detrás de mi cuello para soltar el broche—, hay historia que no son para siempre —dejo el collar en la palma de su mano—, y otras que nunca debieron pasar.
—Tú no crees eso.
—No fuiste más que un error en un plan ya trazado.
—Didi...
Paso mi dedo por el rabillo de mi ojo, ya no quería seguir llorando, mucho menos ahora. Acomodé mi postura, pasando saliva.
—Fue un placer conocerte, Eros Jackson.
Aparté mi mano justo antes de que la volviera a tomar, agarré mi maleta para subir a las escaleras eléctricas. Fui hasta mi puerta de embarque con los aullidos de Baloo nuevamente de fondo, le entregué los papeles necesarios a la agente de confirmación.
—Que suertuda, un asiento junto a la ventana —bromea supongo que por la cara que me traigo encima.
—Sí, que suertuda.
Entrar en el avión en busca de mi asiento hace que todo se vuelva más real, estaba por irme de la ciudad donde nací, dónde crecí, dejando a mis amigos de lado, mi valentía había pasado de ser del tamaño de una tacita de té al de un grano de arroz, en cambio mi miedo había triplicado su tamaño.
Encontré mi lugar casi hacia el final.
Un chico que parece ser mayor que yo me ayudó a guardar mi maleta en el compartimento, ocupé mi asiento junto a la ventana, la pista de aterrizaje estaba húmeda y otro avión estaba llegando de algún destino en el país. Decidí conectar mis auriculares a mi móvil para así distraerme, dejando la playlist en reproducción aleatoria.
La melodía de una guitarra acústica llenó mis oídos, trayendome recuerdos que cristalizaron mis ojos. Subí la capucha de mi sudadera.
Your eyes whispered, "Have we met?"
'Cross the room your silhouette
Starts to make its way to me
The playful conversation starts
Counter all your quick remarks
Like passing notes in secrecy
And it was enchanting to meet you
All I can say is, I was enchanted to meet you...
Alguien tocó mi hombro.
Se trataba de una mujer en sus treinta, me dirige una mirada preocupada.
—Oye, linda, ¿Te encuentras bien?
This night is sparkling, don't you let it go
I'm wonderstruck, blushing all the way home
I'll spend forever wondering if you knew
I was enchanted to meet you...
Sorbí mi nariz, negando con la cabeza.
—No.
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