39 | ¿Celosa, Reynolds?
No pude evitar buscar sobre la carrera de fotografía.
Internet me dió diferentes respuestas, la mayoría ponían que era una «buena carrera» y que no tenías que estar ocho horas sentado en una oficina ya que casi siempre tienes que estar en el aire libre fotografiando, aunque claro que después tendrás que editar las fotos.
Incluso hubo una página que decían las universidades donde podía aplicar para la carrera, y una de ellas era aquí en la ciudad. Cuatro años de estudio y podía hacer un máster de dos años de duración.
Estuve unos diez minutos viendo esa información, tentada de presionar el enlace que me enviaría a la página oficial de la universidad. Está en Kendall square, una pequeña universidad privada con buenas críticas pero poco conocida.
«Vamos, presionalo» decía la voz de la motivación, haciendo que mi mano se mueva hacia el mouse. «Ya tienes una beca que pronto llegará a ti en un gran internado, no desaproveches esa oportunidad» refutó la obligación, intentando detener a mi mano.
Tuve un gran debate interno solo por querer presionar ese enlace. La emoción decía que podría ser el primer paso para conocer mi verdadera pasión. La obligación me acusaba de ser una malagradecida por todos los esfuerzos que han hecho mis padres, por el propio esfuerzo que yo hice para conseguir la beca en el internado.
Al final cerré la laptop con quizá un poco más de fuerza de la necesaria y la alejé de mí. Resoplo, cruzando los brazos sobre mi pecho intentando estar molesta, consiguiendolo solo unos miseros segundos para pasar a estar triste otra vez.
Triste... no me gusta estar triste. Siento que todo lo deprimente se vuelve más deprimente.
Miro la laptop causante de todos mis males a mis pies. Bien, ella no tiene la culpa, es que necesito tener un objetivo a quien echarle mi mala lengua, y la pobre no es nada más que un objeto inanimado, así que estaba bien para mí. Suspiro por la nariz, abrazando mis piernas y apoyando mi mentón de mis rodillas.
«Algunos hobbies se convierten en pasiones, y de las verdaderas pasiones es que realmente se vive, Diane —recordé lo que dijo Eros en su última visita— sigues teniendo un concepto errado sobre una verdadera vocación, chica salsa»
Su filosofía hace que me cuestione muchas cosas, demasiadas para mí propio bien, ¿Por qué me tienes que hacer esto, Eros?
Él no tiene la culpa.
Sí, esa la tengo yo.
Mi mirada se queda en un punto de mi cama mientras que mi mente divaga entre pensamientos. ¿Y si de verdad la fotografía es algo que se me da tan bien como para volverlo una profesión? Es un simple hobby que desarrollé por ver Pecker con papá, no entro en el cliché de joven neoyorquina en busca de sus sueños entre los snobs, pero por esa película es que empecé a querer ver el mundo a través de una lente, a querer inmortalizar momentos.
A sido un hobby para pasar el rato, no para que se convierta en mi proyecto de vida.
«Arquitectura, esa es la meta» es el pensamiento con el que me convencía todo el tiempo. ¿Por qué era una meta, Diane, si siempre has estado conciente que no te convence del todo? Solo que lo mandabas al fondo de tu cabeza para no pensar en ello.
«es una carrera relacionada con las artes, artes visuales más específicamente» también dijo Eros en su última visita. Artes, yo ni de coña soy artista, eso se le da bien a Eros, a Mónica, incluso Zharick sabe dibujar mejor que yo. «Artes visuales» recordó la vocecilla en mi cabeza, después me preocuparía por eso.
Volví a tomar la laptop.
Salí con prisa de todas las páginas a las que había visitado y escribo en el buscador «artes visuales». Pintura, danza, música, arquitectura también está metida en los diferentes siete tipos de artes visuales, junto a el cine.
Más abajo ponían las preguntas a mis nuevas interrogantes, ¿Qué demonios tiene que ver el cine con la fotografía o viceversa?
"En el cine, la fotografía es básicamente la representación visual de la narración. Puesto que el propio arte cinematográfico deriva del fotográfico, se podría afirmar que el cine es «fotografía en movimiento», a 24 fotogramas por segundo, concretamente."
Volví a presionar en el buscador, escribiendo la pregunta más estúpida.
¿Qué es la fotografía?
Enter.
"La fotografía es un arte que busca reinterpretar la realidad y transformarla en imágenes. Como un pintor sobre un lienzo, el fotógrafo es capaz de expresarse creativamente por medio de la cámara y crear sus obras a través de la luz y su imaginación.
Le permite también expresar sus sentimientos, emociones y percepciones del mundo que lo rodea a través de una fotografía."
Pensé en las tantas fotos que he hecho el último año, tanto las de Baloo y Eros como de gente y animales al azar del parque. Mi percepción del mundo no es ni de cerca como la de Eros, considero que él ve el mundo como un adolescente de doce años, emocionado de explorarlo, conciente de que lo malo abunda en él. ¿Y yo? No lo sé... supongo que veo más allá, no en el sentido literal, sino... más allá de lo simple. Podría explicar porqué mis fotos son de la gente riendo, de Baloo brincando, de colibríes en las flores, veo la escencia que define un momento especial de la rutinaria vida, y lo capturo para tenerlo siempre, para recordar que incluso lo sencillo tiene su momento mágico.
¿Y si tal vez... mi hobby sí sea mi pasión?
No, no, no hago más que tomarle fotografías al azar a mi perro, a mi novio, no soy una artista, hacer fotos no es más que un pasatiempo.
—Concéntrate, Diane —me dije a mí misma, masajeando mis sienes con los ojos cerrados—, deja de soñar con los ojos abiertos.
Inhalo y exhalo como ví ayer en el vídeo que busqué para encontrar relajación, conté hasta diez en mi cabeza sin dejar de respirar. Mi mente se calló y pude por fin tener un rato de silencio.
Más relajada, dejé todo el tema de la fotografía de lado y volví a buscar el internado, algo que hecho mucho los últimos días para obligarme a convencerme de que los próximos cinco años, ese sería mi día a día.
El campus me seguía pareciendo increíble, y aunque a mí imaginación le costaba ponerme ahí, conseguía hacerlo al cabo de unos minutos.
¿En serio te estás obligando a seguir un sueño que se te a impuesto?
Cállate, emoción, no quiero escucharte.
¿En serio quieres pasar tu vida... siendo infeliz?
Te he dicho que te calles.
Escucha a Eros, un hobby se convierte en una pasión. Haz del tuyo una.
¡Cállate, por favor!
Piensa en tu infelicidad, Diane. No es tu sueño, no es lo que quieres. Quieres ir a la univerdad cerca de aquí, quieres estudiar fotografía, quieres estar con Eros y con tus amigos.
—¡Ya, cállate! —grité, molesta.
Por una vez, sé egoísta y piensa en ti.
Escondo mi rostro entre mis manos, sollozando. Quería tranquilidad, quería estar en silencio un rato, ¿Incluso eso se me va a negar? Mis ojos se han quedado secos, ya ni siquiera podía llorar.
Sorbo mi nariz y levanto la cabeza, en la repisa sobre mi escritorio encontré el peluche de delfín que gané con Eros en la feria de la preparatoria.
No pensé muy bien en mis siguientes acciones, quería tener un rato tranquilo y eso lo conseguía estando con mi novio así sea unos minutos. Salí de la cama, calzando los primeros zapatos que encontré, agarré mi móvil y bajé las escaleras con prisa. Parecía un autómata siendo movida por el impulso y no tenía cavidad para aclarar mi mente. Cierro con llave ya que estaba sola en casa, busqué mi bicicleta en el cobertizo y manejé hasta la casa de Eros.
Pude reflexionar mis actos cuando tenía la mano alzada en puño para tocar la puerta.
—¿Q-qué? —balbuceo, viendo la situación en la que la impulsividad me metió. De igual forma meneé la cabeza y toqué la puerta, aún me apetecía ver a Eros.
Su madre es la que abre con su clásica sonrisa resplandeciente.
—Diane, linda —viene a darme un rápido abrazo—. ¿Qué tal estás? Hace un tiempo no vienes de visita.
El día que tuve la pelea con mis papás fue la última vez que vine, podía volver a salir pero me negaba a hacerlo solo para evitar problemas.
—Sí, he... estado un poco ocupada —mentí.
—Tienes que venir pronto, Evie te extraña —se ríe ella—, y Eros ni digamos.
Sonreí a la mención de mi chico.
—Hablando de Eros, ¿Él está en casa?
—Oh, no, linda —mi sonrisa se cae, la señora Jackson tuerce la boca—, salió hace un rato con su padre.
—Comprendo —mascullo, dejando caer los hombros.
Todo un arrebato de impulsividad para nada.
—Pero si quieres esperarlo no tengo problema —intenta animar—, deben de llegar en un rato.
—No, no se preocupe, tampoco quiero molestarla.
—Para nada, cielo.
—De todas formas... —meneo la cabeza—, volveré pronto para hablar, ¿Le parece?
—Claro, linda, esta también es tu casa.
Formo una última sonrisa antes de salir de su porche, desanimada.
Mi camino a casa es bastante deprimente, arrastraba los pies enfundados en el peor par de zapatos que tenía: unas viejas botas de goma con antenas de cuando tenía trece y que aún me quedaban, creí haberlas regalado, pero al parecer siguen en mi armario. Olvidé que mi camisa tenía una mancha de miel del desayuno y que mis shorts son de mi pijama.
Me veía patética.
Llegando a mi jardín noté a una persona sentada con las piernas estiradas en la escalinata de mi pórtico. Pies con sandalias, un pantalón palazo azul que hace juego con su camisa de manga corta estilo princesa color morada, un alocado cabello color naranja es lo más llamativo de ella.
Zharick.
Levanta la mirada de sus pies y me sonríe.
—Hola, Didi.
Voy con ella, dejando mi bicicleta tirada sobre el césped antes de sentarme a su lado y apoyar mi cabeza de su hombro.
—Algo está pasando —no lo pregunta, lo afirma.
—¿Qué no está pasando? —murmuré, volviendome a sentir triste.
No por lo de Eros, o tal vez sí, ya ni sé. Será una mezcla de todas las cosas que me han quitado el sueño los últimos dos días.
—Lamento lo de la última llamada, Didi —dijo, apoyando su cabeza de la mía—, no quise desestimar tu punto, creí que necesitabas un empujoncito para animarte a hablar.
—Tranquila, ya no estoy molesta. También perdóname, no debí colgarte así de feo.
—Está bien, te conozco, sé que se te iba a ir la lengua venenosa.
Las dos nos reímos.
—¿Quieres pasar? —le pregunto, alejándome.
—Vamos.
Dentro subimos a mi habitación dónde me quito las botas, me quedaban pero lastiman a mis dedos pequeños. En serio debería regalarlas. Mi mejor amiga y yo nos sentamos en la cama, ella dirigiendome esa mirada de «puedes confiar en mí» porque ella me conoce tan ridículamente bien que sabe que algo está pasando conmigo.
Y no tenía la fuerza suficiente como para seguir guardandome lo que tenía, así que le conté todo. Desde la discusión a más detalles con mis papás, hasta la supuesta reconciliación que tuvimos, el ataque de pánico, la visita inesperada de Eros y todos mis dudas sobre la univerdad. Zharick me escuchó y tomó mi mano para darme fortaleza cuando vacilaba, creyendo que la estaba agobiando con mis problemas. Para cuando terminé, estábamos en la misma posición que la vez en la que le di consuelo después de su primera charla decente con Christopher.
—... no sé qué hacer.
Acarició mi brazo.
—Esto es abrumador para ti, Didi —resalta lo evidente—, ¿Por qué no me lo habías dicho antes?
—No quería molestarte.
—Por Alá, Diane Margaret, eres mi mejor amiga del mundo, jamás vas a molestarme.
Sorbo mi nariz.
—Lo siento...
—Descuida, no tienes porque disculparte, solo recuerda que me tienes aquí siempre para ti —me apretuja un poco—, tienes un gran dilema encima, ¿Estás cien por ciento segura que no sabes qué hacer?
Asentí contra su hombro.
—Tengo dudas con respecto a las dos carreras, Zhari. Una me asegura un futuro, el orgullo de mi madre, ¿Y la otra que me proporciona? No quiero ser impulsiva he irme directa a un barranco llamado fracaso.
Zharick suspira.
—Bueno, ¿Y qué opina tu corazón?
Fruncí el ceño.
—¿No debería preguntarle a mi mente?
—La mente piensa, Diane, pero el corazón, él siente. ¿Qué siente el tuyo?
No tardé en darme cuenta que estaba usando mis propias palabras contra mí.
—Bueno... él tiene miedo, muchísimo. Él no suele correr riesgos, pero... se cuestiona si este vale la pena.
—Ahora escucha tu conciencia, ¿Qué te dice?
—Corazón estúpido —ella se rió, yo lo hice más bajo—, él no debería tomar decisiones.
—Ahora dime de verdad qué dice tu conciencia, no la obligación, no el miedo, tu conciencia.
Pasé saliva con fuerza.
—Ella quiere escuchar al corazón porque sabe que tiene razón, quiere tener un sueño propio he ir detrás de él. Quiere... tener su propia voz. Quiere vivir el aquí y ahora.
—Ella junto al corazón estarán bien, y si ellos estarán bien, Didi también lo estará, y el momento en que lo estén, empezarán a vivir el aquí y ahora —Zharick me aleja—. No deberías obligarte a algo así, Diane, no solo le haces daño a tu corazón, también a ti, y mucho.
»Sé que tienes miedo, es lo más normal del mundo, lo más normal en ti —le di un suave manotazo—, es normal querer impresionar a nuestros padres, pero no a base de nuestra infelicidad, Diane. ¿Vale tanto la pena?
Agaché la mirada, sabiendo la respuesta.
—No, no lo vale tanto. Tienes dudas, y eso también es normal, vivir es sobre caer y levantarse, si te caes, te levantas. Pero si estás en el camino incorrecto, cada vez que te levantes te caerás hasta llegar al punto dónde no lo podrás volver a hacer.
»Todo va a estar bien al final —asegura, poniendo su mano en mi mejilla y levantando mi rostro—, y si no lo está... es que aún no estás ahí.
-
—¿Chica salsa?
Parpadeo, volviendo a la realidad donde Eros me mira con cierta preocupación.
—Oye, ¿Estás bien? ¿Te pasa algo?
—Estoy bien, Eros —mentí descaradamente-, solo estoy cansada.
—Diane, no tienes porque mentirme.
Apreté los labios.
—¿Sabes? Mamá me dijo que fuiste a casa ayer, ¿Por qué no me esperaste? Literalmente llegué quince minutos después que tú fuiste —se ríe.
También lo hago, más de una forma demasiado fingida.
Baloo aparece en mi campo de vista, dejando su pelota sobre mi regazo toda babeada, ladra y menea la cola, pidiendo que la vuelva a lanzar. Eso hice.
—Fue una visita rápida —le respondí a Eros—, quería saber cómo estabas.
—¿Segura? —me mira no tan convencido.
Y es que yo tampoco me estaba esforzando mucho por ocultar mi pésimo ánimo.
Mi novio suspira, arrastrándose en el césped hacia mí para darme un medio abrazo y un beso en la sien, cerré los ojos unos segundos disfrutando de su compañía.
—Puedes confiar en mí, Didi —dice por lo bajo con el menton sobre mi cabeza—, para lo que sea.
—Es una tontería, Eros.
—Tontería o no, puedes decírmelo. Didi, quiero estar para ti en cualquier situación, no quiero que dudes de que no estaré contigo, porque créeme que si tengo que cruzar el desierto del Sahara lo haría solo para estar a tu lado —acuna mis mejillas entre sus manos, acaricia mis pómulos con sus pulgares. Su mirada es acogedora y transmite un mensaje simple: podía confiar en él—. Eres mi novia, Diane, y quiero estar para ella sin importar qué.
Le abrazo en respuesta, apretando los ojos para no llorar, no lo haría en público, sería caer demasiado bajo. Eros rodea mi torso y me atrae lo suficiente hacia él como para que una de mis piernas quede en medio de las suyas, haciendo que casi esté sentada encima de su rodilla izquierda.
Tal vez estuvimos ahí unos cinco minutos, sin embargo para mí fue el momento más largo de todos, como si el tiempo se hubiera congelado y vuelto a andar cuando nos separamos.
Aparta un mechón de pelo de mi cara, acto seguido deja un tierno beso en la punta de mi nariz, haciéndome reír y sonrojarme.
—Así te ves más linda, me encanta verte sonreír.
—No, no digas esas cosas —oculto mi muy sonrojado rostro entre mis manos, Eros vuelve a reírse.
—Oye, no estoy mintiendo —lo miro entre la separación de mis dedos—, ¿Vas a contarme qué tienes? Quiero entenderte, Diane, y eso puedo hacerlo escuchandote porque lastimosamente aún no puedo leerte la mente.
—No, ese es mi superpoder.
Eros suelta su agarre en mi cintura, por lo que me siento como un Yogui frente a él, pensando en las palabras que podría usar. «No quiero ir a la universidad porque no quiero estudiar eso» es demasiado directo. «Mis pasiones no son más que una mentira que me autoimpuse» muy triste. «Estoy bien, solo problemas en casa» lo hará interrogar más. «...» era tentadora.
—Digamos que... me he estado cuestionando mucho algo.
—Vale, soy todo oídos.
—Antes... ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Todas las que tú quieras, preciosa.
Balbuceo unas cosas antes de poder decir:
—¿Está tan mal que quiera ir por algo que se me da bien en vez de lo que se me a obligado a tener gusto?
—¿Te refieres a que quieres irte por fotografía en vez de arquitectura?
Lo miré, contrariada.
—¿Te olvidas de que este sujeto de aquí es tu novio? Te conozco como nadie, ¿Eso es?
—¿Tal vez? —alza una ceja—. Quizá sí.
Eros agarra mi mano.
—Me vas a golpear por esto, y sé que suena cliché pero, haz lo que te haga feliz, Didi.
Se forma un silencio entre nosotros.
—Sí que suena cliché.
Él se ríe.
—Cliché, claro, pero son palabras con demasiado poder.
—¿En serio crees que deba... correr el riesgo?
—Totalmente, miranos a nosotros, fuimos un riesgo total y aquí estamos, ¿No a valido la pena?
Recuerdo el último tiempo siendo novios, las citas simples pero perfectas que hemos tenido, o los días donde solo estábamos en su casa viendo la tv o junto a su hermana.
La pregunta es absurda, claro que valió la pena.
—Sí, claro que lo valió.
—Entonces, ve por lo que deseas. Te apoyo en lo que te haga feliz —apretuja mi mejilla lo que hizo ganarse varios manotazos míos—. No es lindo, ¿verdad?
—No me caes bien.
—Yo también te quiero, chica salsa —le hago una mueca burlona—, por eso que hiciste me gustas mu... —el sonido de una llamada entrando a su móvil (sé cuándo se trata del mío) le interrumpe sus palabras.
Lo saca del bolsillo de su chaqueta con las cejas fruncidas, cara que cambia en menos de un segundo apenas ve el remitente. Sonríe muy feliz, ahora yo soy la confundida.
—¡Peyton! —saluda mi novio muy feliz a mi parecer.
Por la poca distancia que hay entre nosotros logré escuchar del otro lado una voz aguda, ¿Acaso es una chica? Debía de ser una chica, ¡Peyton es nombre de chica!
—¡Eros!
Lo iba a matar.
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