22 | ¡Corre, chica salsa, corre!
Aún así no me salvé de las escaleras porque tuvimos que subir unas para al fin salir a la azotea.
Eros empuja la gruesa puerta roja con su hombro, sonriendo forzadamente y haciendo un gesto para que pase adelante. Inevitablemente sonrío meneando la cabeza, agradeciendo su buen gesto con una reverencia de pocos segundos. Aún cuando hacía un sobreesfuerzo era dulce y caballeroso.
No había mentido aquella vez, lo criaron para ser servicial. Ser testigo de esa parte de su crianza me sacó una sonrisita tonta que borré en cuanto me di cuenta que la había esbozado.
La brisa fresca que hacía esa tarde echó hacia atrás algunos de los mechones de mi pelo suelto, desde aquí la vista a la ciudad era increíble. Los rayos del sol se reflejan en las ventanas de los grandes edificios, lo que lo hacía ver como un gran espectáculo de luces, claro que también es algo molesto cuando me daba directamente a los ojos. Los autos, muchos y aterradores metros más abajo, eran solo miniaturas, como bolas de hamster, las personas ni digamos.
Voy hasta el borde y apoyo las palmas de mis manos en la baranda de seguridad, tomé una respiración profunda, todo el oxígeno llenó mis pulmones y salió por mi boca en una lenta exhalación. Si bien la altura era aterradora, estar aquí se siente... bien, como una sensación de libertad.
—Es genial, ¿A qué si? —la voz de Eros suena a mi lado, abrí los ojos para mirarlo de reojo, él en cambio a mí se apoya con los antebrazos y observa el panorama con una sonrisa de lado—. No soy muy fan de las vistas urbanas, sin embargo esto... esto vale la pena.
Me quedé viendo a Eros con la cabeza ladeada unos segundos que fueron los más largos de mi vida. Esa sonrisa le marcaba el hoyuelo y el pómulo, mis manos picaron por querer pellizcarle las mejillas como abuelita, me contuve por poquito. Tenía unos pequeños lunares por la sien y una manchita de nacimiento que tiene la forma exacta de una carita feliz, ¿Acaso eso influencia tanto en su personalidad?
Hipnotizada por esa particular mancha, mi mano se mueve hasta su mejilla para trazar con mi dedo índice la forma, Eros amplía su sonrisa, encogiéndose de hombros por la cosquilla.
—Que particular marca de nacimiento, Eros —comenté, pasando ahora mi pulgar para verificar que no se trataba de una suciedad.
No lo era, la carita seguía sonriéndome desde su mejilla. ¿Cómo no lo había notado antes?
—Sí, es bastante extraña, por eso me gusta —alejo mi mano cuando gira la cabeza a verme—, es otra de mis características particulares.
—Me gusta —salió de mi boca sin pensarlo, Eros arqueó ambas cejas, sorprendido—. D-digo, es... es cool. No... no todos los días se ve u-una marca de nacimiento así.
Él parpadea un par de veces, yo siento el rostro rojo y el estómago cosquilleando de nervios. Idiota, idiota, idiota, ¿Cómo me atrevo a decir algo así? ¡No, Diane, no!
Finalmente Eros se echa una corta risita que imito nada más para poder relajarme.
—Bueno, a mí me gustan tus ojos, son de un verde bastante... particular, no te imagino con otro color.
Si me había relajado, pues al demonio, ya no lo estaba.
Una risa nerviosa, ¡una risa nerviosa! Se me escapa de forma aguda, yo nunca me río así, ¡Nunca! Y aquí estaba este chico, diciéndome que le gustaba el color de mis ojos logrando lo imposible en mí. Tampoco ayudaba el hecho de que seguía viéndome fijamente, mi mente me trajo el recuerdo de cuando estaba anestesiado. «Eso, siempe esta' bonita. Hajes que quera besate'» la forma tan atropellada en que lo había dicho no evitó que me sonrojara de forma furiosa, fue un balbuceo que capaz él ni se debe de acordar, pero yo sí lo hacía, y lo hacía en el peor momento de todos.
—También tus pecas —agregó Eros, paso saliva cuando su dedo índice se acerca a mi rostro y empieza a trazar las pecas más visibles. Él sonríe embelesado, yo ya no sabía qué estaba pasando conmigo o en general.
Muchas cosas pasaron por mi mente para detener lo que estaba sucediendo, en otro momento le habría dado un manotazo, no me gustaba que me tocaran la cara. Sin embargo ahora... no me creí capaz de hacer eso ni de las otras alternativas para alejarlo.
De hecho, una parte de mí ni siquiera quería hacerlo.
Pero la más grande, la necia, para ser sincera, obligó a mis cuerdas vocales a soltar una risita, también a darle la espalda al panorama, obligándolo a quitar su mano de mi mejilla.
Creo que ahora tengo un disgusto a mi lado necio.
Eros imita mi acción, riendo.
—Bueno... ¿Qué tal si pintamos?
Asentí de acuerdo, necesitaba hacer otra cosa para ignorar todo el caos interno que tenía.
—Me parece bien.
Nos aseguramos de que no hubiera nadie antes de sacar nuestras cosas, igual que aquella tarde en la reserva, Eros desdobló una hoja y la sujetó del mismo apoyo, supongo que a de ser plegable, se acomodó cerca del borde y empezó a trazar líneas en su lienzo en blanco. Mientras tanto yo saqué de mi mochila algunos bocadillos y mi cámara, el móvil lo dejé reproduciendo una canción de Taylor Swift al azar.
Eros me mira sobre su hombro con el ceño fruncido, dejando de dibujar por unos segundos.
—Tienes muchas canciones de Taylor Swift, chica salsa.
—Me gusta Taylor Swift —respondí con un encogimiento de hombros.
—Vaya gran dato —alza una ceja, bajando la mirada a mi torso.
Hice lo mismo, riéndome. Se me había pasado decir que llevaba la camisa de Taylor que me regalaron en la reunión después de graduarme que habían hecho mis papás.
—Debí imaginar que eras swiftie —comentó, volviendo a su dibujo.
—¿Por qué? —inquiero con lentitud, acercándome.
—No lo sé, transmites esa energía.
¿Qué?
—¿Cómo que «transmito esa energía»?
—No lo sé, Diane, solo soy yo diciendo tonterías.
Ya debía de estar acostumbrada a eso, lo sé, pero aún me dejaba descolocada y sorprendida. Eros tiene una forma de percibir a las personas bastante particular. Otra cosa que no debería causarme sorpresa.
Decido que es mejor no insistir, Eros no lograría explicarse bien.
—Bueno... sí, me gusta Taylor Swift, un gusto cliché, lo sé.
—No está mal, música es música. Está hecha para disfrutarse, no para juzgar.
—Es irónico que digas eso puesto que no te gusta el K-pop.
—No me hables del K-pop, aún me doy vergüenza por bailar esa canción en el baile.
Me reí enfocando la cámara en su cara de autodesagrado. «Click», ya tenía una foto graciosa de Eros.
Cómo aún el sol no estaba en el punto perfecto para hacer una buena fotografía, solo estuve tomando fotos al azar, de las plantitas que habían en unas macetas, de las mariposas que se paraba en las hojas y los enventuales colibríes. Otras cuantas más de Eros, esas en mayoría no sabía que las había tomado, parecía bastante centrado en su dibujo. Hace un rato empezó a pintar, por lo que ya estaba empezando a tomar forma. De fondo la ciudad en el mismo horario en el que estamos, un par de siluetas diferencié. ¿Una pareja?
Tener esa duda me lleva a otra, ¿Eros alguna vez había tenido novia? Era uno de los chicos populares por su carisma, pero nunca llegué a escuchar algún rumor de Eros con una persona.
—Oye, mesero cogote golpeado, ¿Te puedo hacer una pregunta?
—Claro, ¿Qué es? —responde sin despegar la mirada del lienzo.
Pensé las palabras correctas para preguntarle del tema, no quería parecer una rarita.
—¿Por qué no tienes novia?
Deja de pintar y me mira con la curiosidad brillando en sus ojos.
—¿Disculpa?
—Eso, ¿Por qué no tienes novia? —repetí—. ¿No estás saliendo con nadie?
—Nooo... —respondió con lentitud.
—¿Y no te gusta nadie? ¿Algún crush imposible?
Esa confusión en su mirada se convierte en diversión, se gira de lleno en mi dirección formando una sonrisita divertida con una pizca de picardía.
—¿Por qué la pregunta? ¿Estás interesada?
Ruedo los ojos, ignorando el vuelo de las mariposas en mi estómago.
—No, idiota. Nada más... me da curiosidad —lo analicé un segundo—. Es decir, eras uno de los chicos populares de la preparatoria y nunca se te vio con alguna chica de la mano, o te pillaron en el armario del conserje metiéndole mano a alguien. Siempre estabas con Christopher, y si no estabas con Christopher estabas pintando y si no estabas haciendo eso, bueno —pensé en las últimas semanas de clases—, estabas detrás de mí molestándome, bueno, no molestándome, más bien como un chicle... —meneo la cabeza—, tú entiendes.
—Claro, entiendo, y sí, tienes un punto, nunca me pillaron en esas cosas en la preparatoria, lo cual me hace sentir orgulloso del autocontrol que tengo, la cosa es... que no lo sé —se encoge de hombros—, sí, tengo muchas pretendientes, le gusto a un montón de gente...
—Ay, por favor —me crucé de brazos y lo juzgué con la mirada.
Él pasó de mi comentario.
—También he tenido unas cuantas novias antes, pero no es como que sea... ¿Mujeriego? —hace una mueca—, ugh, esa palabra no me gusta. El caso es que no soy así, me gusta creer que estoy en busca de la persona adecuada, y por eso me doy una oportunidad con quiénes verdaderamente quiero tener una conexión.
—¿Y...? —hice un gesto para que continuara.
—¿Y...?
—Y... ¿Pasó lo de la conexión?
Me da una mirada cansada.
—Diane, por favor, sigo soltero, ¿Crees que pasó lo de la conexión?
Alcé las manos en señal de paz.
—Bueno, pudo haber sido uno de esos amores imposibles.
—Por favor, ni que fuera Romeo y Julieta, por muchos desastres que tenga mi vida, estoy seguro que no es una obra de Shakespeare.
—Ya, vale.
Eros suspira, volviendo la vista a la ciudad.
—No, no a pasado lo de la conexión —respondió por lo bajo, parecía perdido en sus pensamientos—. No... no a habido nadie que de verdad logre transformar mis sentimientos en esa... intensidad con la que describen el amor, nadie quien valga realmente la pena para tener una conexión.
Echa un suspiro al aire.
—Creo que... cuando se trata de amor, en algunas ocasiones se tiene que sufrir.
Parpadeo, procesando esas últimas palabras.
—Tienes un concepto muy... doloroso sobre lo que es el verdadero amor, Eros.
—No, no es eso, si no qué cuando lloramos, significa que de verdad sentimos algo. El dolor nos humaniza, Diane, sentir eso me confirmaría que de verdad encontré a la persona indicada.
Ladeo la cabeza y sonrío, aún me parecía doloroso su concepto amoroso, pero tenía razón, como siempre. ¿Por qué siempre tiene la razón?
—Eso que has dicho fue muy bonito, Eros.
—¿Sabes qué más es bonito?
Lo doy una mirada de ojos entrecerrados.
—¿Qué?
—Yo, ah —y el muy idiota se echa a reír.
Cubro mi rostro con mi mano, negando con la cabeza y soltando un suspiro bajo. Eros seguía riéndose de su mal chiste.
—Ya lo has arruinado todo.
Aún disfrutando de su broma, vuelve a su tarea de pintar el paisaje, yo volví a la mía de tomar fotografías, las canciones de mi playlist seguían reproduciéndose al azar, iban de todos los géneros y cantantes. Yo no tenía inhibiciones musicales como él.
La tarde así se pasó, charlas eventuales, bocadillos, música y fotografías discretas a Eros, logré tomar la mejor foto a eso de las cuatro de la tarde cuando el cielo empezaba a ponerse de un tono naranja, mezclado con el azul y el blanco de las nubes fue todo un espectáculo que quedó inmortalizado en mi cámara.
—¡Listo! —anuncia Eros, enseñándome su pintura con una sonrisa de niño pequeño.
Como la había descrito en pleno boceto, era la silueta de la ciudad que tenemos frente, pero en en dibujo hacía de fondo con el mismo atardecer, tenía la sombra de una pareja frente a frente que se tomaban de las manos. No era nada tan complejo como el retrato que me hizo, pero igual estaba lindo.
—Vaya, está genial, Eros —halagué, tomando una foto.
—Gracias, no suelo pintar cosas así, pero lo ví en un vídeo en Instagram y quise intentarlo —le echa una ojeada—, sí, me gusta como quedó.
Mientras esperábamos a qué la pintura se secara por completo, le enseñé algunas fotos que tomé, obviamente no todas porque no se podía enterar de la existencia de las fotos desprevenido que le hice. Cuando se terminaron, volvimos a apoyarnos de la baranda para ver la llegada del atardecer.
—Me gustaría volver aquí —comenta él de la nada, viendo al cielo—. Es linda la vista.
Miré al frente, encontrándome con el mismo paisaje.
—Sí, no estaría mal.
Estábamos muy tranquilos uno al lado del otro cuando entonces Eros agudizó el oído de la nada, alcé una ceja en su dirección.
—¿Todo bien?
—Escucha.
No entendí a lo que se refería, pero de igual forma hice caso, así que agudicé el oído, prestando atención a los sonidos a nuestros alrededor, el más cercano y fuerte era de la melodía de Thinking Out Loud, la canción de Ed Sheeran que venía de mi móvil.
—Venga, bailemos.
—¿Qué?
De seguro fue mi cara lo que lo hizo reír.
—Sin inhibiciones, chica salsa, diviértete.
No me dió tiempo para pensar, tomó mi mano y me arrastró consigo al centro de la azotea, la canción seguía viniendo de mi móvil, apenas iba empezando. Eros puso sus manos sobre mi cintura, noté que lo hizo con más firmeza que en el baile, dónde su agarre era bastante tímido. Sonreí, poniendo las mías sobre sus hombros.
—De seguro nos estamos viendo raros —dije, moviéndome de un lado a otro a su par.
—¿Y?
—Que si alguien nos está viendo va a pensar que, evidentemente, no somos normales.
—Repito, ¿Y?
Suspiré.
—¿Tan poco te importa lo que digan otros de ti?
—¿Tanto te importa lo que digan de ti?
Lo miré mal.
—Touché.
Eros deja detrás de mí oreja un mechón corto de mi pelo.
—Didi... —mirada de advertencia, suspiro suyo—, Diane, las demás personas no aportan nada a tu vida, ¿Por qué te preocupa tanto lo que piensen de ti?
Eso fue de mala educación, Diane.
Al menos le hubieras dicho que te habló de ella, eso fue descortés.
No seas glotona, Didi, no pidas así.
No, eso no, ¿Qué van a decir de ti? Ve a cambiarte.
Paso saliva pensando en las tantas veces que mamá hizo ese tipo de comentarios, esa inseguridad de pensar más de dos veces lo que iba a decir, tratar de ser educada, no pedir nada a nadie incluso cuando a veces se trata de mis amigos, abstenerme a usar la ropa que quería, todo se debía a esos comentarios. Muchas cosas he aprendido a superarlas, ya podía vestirme como quería sin cambiarme a último minuto, era un gran logro, así y todo, lo que aún no podía superar es creer que la gente que ni siquiera me conoce juzgue cada parte de mí.
Sé que mamá los hizo sin mala intención, aún así... no podía sacarme la vocecita de la cabeza.
Al ver que no daba respuestas, Eros me rodea con sus brazos y yo rodeo su torso con los míos, empieza a darme caricias suaves a la espalda para relajarme. No quería llorar, no iba a llorar, pero sentía el nudo en la garganta.
—Miedo —murmuro con un tono agudo, no me separo de Eros, sé que él me escucha—, miedo a que me juzguen por... por cualquier cosa. Soy un saco de miedos, Eros, todo... todo me aterra, p-pero finjo que no para... para estar bien, finjo que tengo t-todo en orden cuando no es así —la vista se me cristaliza, refuerzo el agarre—, por eso soy tan estructurada, tan... perfeccionista, no quiero que me señalen, que me juzguen...
Me obliga a alejarme, soy incapaz de alzar la mirada, solo la tengo en sus zapatos. Tenis, viejos, sucios, se nota que los usa mucho. Sorbo mi nariz, mi garganta duele por el nudo. No quería llorar, no iba a llorar.
—Hey, Diane —Eros alza mi rostro con delicadeza, me encuentro con sus irises grises llenos de empatía—, no tienes necesidad de ser perfecta, al menos no conmigo.
—Pero...
—Eres genial, chica salsa, no te contengas a ser tú —aprieta los labios en una sonrisa, su pulgar acaricia mi mejilla—. Sí, eres mandona y gruñona, también resentida, pero también eres dulce y risueña, simpática y antipática a partes iguales —nos reímos—, cada una de esas cosas son parte de tu personalidad, y créeme cuando te digo que tú personalidad es de las más increíbles de todas.
Hasta ese momento no había caído en el hecho de que había una distancia bastante escasa entre nosotros, que mi pulso se había acelerado de la nada y que nuestras respiraciones empezaban a mezclarse. Eros aún acunaba mi mejilla en su mano, los sonidos de afuera quedaron bloqueados, solo era conciente de la cercanía y el latir de mi corazón.
Para mí sorpresa, no me sentía incómoda, no quería alejarme, tenía una idea bastante diferente: quería terminar con la distancia.
Por la comisura izquierda siento tantear el pulgar de Eros, causando que mi respiración se volviera un caos peor. Se le habían dilatado las pupilas, no imagino como estoy yo, su mirada fija en el área que tantea su dedo.
—¿Diane? —su voz es un murmuro que me hizo tener un escalofrío.
—¿Mmm? —no me creía capaz de formular verdaderas palabras.
—Yo... quiero...
Nunca había querido que alguien terminara una oración como en ese momento.
Cuando Eros estuvo balbuceando más tiempo del que podía soportar, quise accionar por mi cuenta, y estuve a punto de hacerlo, solo que de pronto, ambos nos alejamos con saltos del otro después de escuchar un fuerte ruido.
—Oigan, ustedes, ¿Quiénes son y qué hacen aquí?
Supe al instante que se trataba de un guardia de seguridad. Miré de soslayo a Eros, él me miró de vuelta. Ambos parecíamos pensar lo mismo.
—¡¡Corre!!
Eros se fue por el flanco derecho y yo por el izquierdo, el guardia se fue por él porque era el más cercano que tenía, yo fui por nuestras mochilas y su pintura, tomé de último segundo mi móvil.
—¡Corre, chica salsa, corre!
Me apresuré como pude con ambas mochilas encima, crucé la puerta y fui bajando las escaleras hasta llegar al ascensor. Presioné varias veces el botón para que se abriera.
—¡Ahí viene! —chilló Eros, bajando de a dos cada peldaño.
Pasaron tres cosas en pocos segundos.
El guardia apareció escaleras arriba, molesto.
El ascensor se abrió con un tintineo.
Eros terminó de bajar las escaleras con tal rapidez que nos echó a ambos dentro del ascensor, antes de que el guardia nos alcanzara, estiré el brazo para darle al botón de bajada.
Cuarta cosa, la puerta se cerró en el momento perfecto. Evadimos al guardia.
Ambos nos echamos a reír como locos sudorosos y sonrojados. Dejé caer ambas mochilas porque mis hombros ya lo suplicaban, Eros se apoyó en la pared hasta resbalarse al suelo.
—Eso... eso fue...
—¡Increíble! —terminé por él con una sonrisa extasiada.
Jamás había sentido tanta adrenalina como ahora, me gustaba la sensación.
—Sí, fue increíble _convino, levantándose y enganchándose la mochila, me pasó la mía—, pero será ya mejor irnos, no vaya a ser que nos reporten con el encargado antes de poder salir.
Guardo mi móvil y cuelgo mi mochila, quito unos mechones de pelo que se pegaron a mi rostro por el sudor.
—No creí que diría esto, pero no estuvo tan mal que nos hayan pillado.
Hay una risa de su parte a la vez que pasa su brazo por encima de mis hombros.
—Bienvenida a la adolescencia, chica salsa.
Aún esa posición, salimos del ascensor seguido del edificio donde nadie sospechó de que no éramos ni residentes ni visitantes.
—————————————
Nota de las autoras:
Miércoles de actualización de nuestros adolescentes favoritos, aún no encontramos un nombre ingenioso para llamarlos :(
¡Y al fin tenemos la siguiente parte de la azotea! ¿Qué dicen de todo lo que pasó aquí? Casi beso, una parte de Diane que hemos dejado pistas a lo largo de la historia y una huida de un guardia.
Ya estamos entrando en la etapa donde Diane... experimenta cositas raras en su panza, ¿Qué tan emocionados están de ver eso?
El siguiente capítulo es algo que nos está encantando por todo lo que tiene, como siempre, esperamos que a ustedes les guste tanto como a nosotras.
Nos leemos la próxima semana <3
Besos y abrazos en la cola con fotografías, canciones de Ed Sheeran y huídas
~Jai
MJ.
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