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Green

Somos responsables de lo que sentimos.

Robin engañó a Marian.

Estaba plenamente consciente de eso, pero no tenía el valor de admitirlo. 

Se sentía extraño, más liviano y como si pudiera ver sus recuerdos, no era su vida pasando frente a sus ojos, se sentía como una prisión, había una salida pero no quería irse. 

Robin tenía la voz suave y un talento especial para hacer sentir bien a la gente con las cosas que decía.

- Vamos Rob - se dijo a si mismo - Caminemos por ahí.

Rob era solo un apodo que usaba consigo mismo cuando pensaba en voz alta, a Marian y a él no les gustaban los apodos, no los usaban, la mayor parte del tiempo se hablaban como si fueran amigos, sobre todo el público. Por eso Amyra pensó que eran solo amigos cercanos con rumores de relación a su alrededor. Ha vivido en la misma ciudad toda la vida y conoce a todos y todos a él, pero en realidad no todos saben que está en una relación.

No era un problema. Él sabía cuándo era un problema, lo sentía en su espalda, como si cargara con ello. 

Robin era alguien muy perceptivo, y notó con facilidad el cambio de Marian apenas un día después de la dichosa fiesta a la que asistió, pero como ella no deseaba hablar él siguió con lo suyo, era más sencillo darle apoyo desde lejos que seguir insistiendo. Con sus amigos se mostraba más extrovertido y vivaz, simpático para la mayoría de sus conocidos y un líder para sus amigos cercanos, tal como era siempre. Su paciencia e inteligencia se ponían a prueba cuando pasabas los días y Marian no iba a hablarle, ni siquiera por casualidad o necesidad, fue generoso con los obsequios que le hizo llegar, sincero con las palabras que escribió en sus cartas pero todo fue en vano, Marian ni siquiera se molestó en regresarlas o abrirlas, así que Robin, tan despreocupado y terco como era pensó que las cosas regresarían a la normalidad, su novia era mucho de guardar secretos y cuando se enojaba seguía más o menos el mismo patrón, así que en poco tiempo, pensaba, estaría de regreso contándole todo.

Sin embargo lo dudaba en el fondo. 

El inesperado cambio de conducta de Marian y su alejamiento le recordaron de pronto a su padre, nunca lo miró dos días seguidos en la casa y venía a él cada vez que sus ocupados negocios lo permitían, pero no se permitía pensar que era un mal tipo, al contrario se sentía fascinado con la manera en la que todos lo apreciaban y respetaban y pronto aprendió a ser así, aprendió a comportarse de la mejor manera posible en cualquier situación, sus conductas optimistas eran algo aprendido a la fuerza para ser como su padre, como si quisiera que él se sintiera orgulloso y no se fuera nunca más.

También era bueno en los deportes y sus notas jamás eran malas, tampoco impecables, eso se lo dejaba a Tuck y Marian, pero podía mantener un buen promedio y era tan divertido que su trato y conversación se transformaban en algo ameno siempre. 

Conocía a todos pero no encajaba en el estereotipo de futbolista popular, se conformaba con tener muchos amigos y ayudar a todos, jamás negaba un favor a nadie y jamás se lo negaban a él, era su pequeño secreto para mantener su vida en orden siendo un alumno destacado y capitán del equipo de fútbol.

Los deportes eran algo suyo, no lo aprendió de nadie, era la manera de pasar el tiempo estando tan solo. 

Su madre había muerto cuando él era muy pequeño y como su padre no podía estar se defendió como pudo durante sus primeros años estando al cuidado de niñeras o alguna vecina que accediera a hacerse cargo de él, no fue hasta que su tía Matilda y su prima Scarlett se mudaron a su casa que alguien se quedó con el permanentemente, su padre enviaba dinero regularmente y sus vidas eran tranquilas y felices.

Las personas que lo conocen dirían que es bueno en deportes, estudiando idiomas, en matemáticas y tocando instrumentos y todo era culpa de su padre, a Robin no le molestaba estudiar exhaustivamente todas las tardes si con eso lograba acercarse a las altas expectativas que tenía su padre y  él mismo.

También le gustaba salir a caminar, era una buena manera de mantenerse despejado y alejado de la vigilancia del  conjunto residencial donde vivía, sobre todo después de clases.

Marian. 

Observar sus recuerdos lo había hecho olvidarla, como si no fuera la única salida de su monótona existencia. 

Marian era el tipo de persona que hace lucir todo fácil, hasta las cosas más complicadas porque es buena en todo. 

No estaba en sus planes decírselo, pero fue ella quien lo ayudó a lidiar con pensamientos autodestructivos en el pasado, cuando más lo necesitaba, era incómodo enfrentarse a ellos, pero era mejor que ignorarlos. 

Aún así, era muy independiente y poseía una habilidad casi sobrenatural para tranquilizarse y darle calma a los demás, posiblemente eso se debía al tiempo que ha pasado solo.

Su padre no fue capaz de crear un vínculo afectivo con él, jamás estuvo cuando lo necesitó y con el pasar de los años se fue acostumbrando a no verlo y a estar solo. 

Era tonto, su gusto masoquista por estar solo lo conducía a un laberinto sin salida donde solo podía esperar su propia muerte, como una cárcel, a veces lo hacía con la intención de recordar un poco a su padre, pero también para recordarse a si mismo que las personas podían ser como él y dejarlo. En otras ocasiones se rodeaba de tantas personas como fuera posible, porque lo único a lo que su ansiedad le temía era a estar acompañado y rodeado de amor, así que su mente no podía traicionarlo. No puede culparse a si mismo, las emociones contradictorias que ha recibido toda su vida sobre amor y compañía son las que causan este complejo doloroso y son sus amigos los únicos capaces de ayudarlo, no podía decir que estaba solo, era mentira, a cualquier hora y cualquier situación, no podía dudarlo, siempre había alguien ahí, como una luz en la oscuridad que da calor y reconforta, un grupo de amigos que estaban junto a él sin importar qué. 

Nunca imaginó que pudiera encontrar personas tan especiales. Cuando era niño soñaba con pasar largos días al lado de su padre, porque lo extrañaba como solo un niño pequeño puede extrañar a un padre luego de que su madre ha muerto. 

- Somos responsables de lo que sentimos, Rob - se decía a si mismo, quería pensar que era su culpa sufrir de ese modo y no de su padre. 

Las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos, pero no lo permitió, Tenía algo mucho más importante en qué pensar: Marian, todo era por ella, estaban en ese extraño parque de atracciones para pedirle perdón, porque aunque podía no ser cierto, sospechaba que ella ya sabía de su engaño, pero ahora ni siquiera sabía donde estaba. 

Amyra lo quería para ella, era un capricho porque nunca la miró con otros ojos y era el primer chico que no la deseaba y el video que tenía fácilmente podía destruir su relación, en realidad ya se la había enseñado a Marian, el día después de su fiesta cuando él no llegó. En la salida se reunió con sus amigos pero Marian tenía un semblante sombrío que prefirió no perturbar, sobre todo porque sucedió bajo la influencia del alcohol todavía no lo recordaba. 

Detestaba los lugares con mucha gente desconocida, pero estaba ahí por ella, para que lo perdonara.

Amyra no soportaba a Marian, la odiaba a muerte y sin razón alguna, así que su engaño fue más un golpe para ella, en los días anteriores la retó, pero Marian, como la persona madura que era simplemente siguió su camino y la ignoró, después le advirtió a Robin que tuviera cuidado, él estaba invitado a la fiesta y ella no, pero no podía prohibir que fuera, solo le explicó lo insegura que se sentía al respecto y dejó que él se encargara del resto con su propio criterio. 

- Ven aquí Robin, debo mostrarte algo - le dijo la misma voz femenina que escucharon todos en los altavoces, solo que ahora sonaba amigable y cercana - ¿Ves al hombre de ahí?

Todo lo que estaba viendo antes se esfumó, apareció un hombre de edad madura en el parque temático donde estaban. 

- Es tu abuelo - le anunció la voz. Robin lo observó con atención, tenía ciertos rasgos parecidos a su padre, pero casi imperceptibles. 

- No lo parece - dijo el chico dudando. 

- Pero lo es. 

- ¿Y por qué me enseñas esto? - preguntó sin despegar la vista del hombre que caminaba con algunos papeles bajo el brazo izquierdo. 

- Porque es la razón de que estés aquí. 

El abuelo de Robin esperó a que todos los trabajadores salieran, al menos todos los que estaban a la vista. La nueva atracción principal de la ciudad fue un completo fracaso, los niños no estaban interesados en jugar entre los descoloridos puestos y comer el mismo aburrido algodón de azúcar que no tenía sabor en realidad, los adultos tampoco estaban interesados y los adolescentes, escépticos a todo no le encontraban gracia, de modo que cerrarlo fue la opción correcta para que no generara más pérdidas. 

Los gastos de luz eléctrica que reportaba eran cifras exorbitantes porque todo el parque funcionaba con esta, además poseía un anticuado modo de funcionamiento donde todo debía esperar un tiempo para calentarse y después funcionar, así que apagar el lugar por completo solo haría que perdieran tiempo y ventas. Sin duda era un lugar que nadie extrañaría.

Se veía un trabajador más, cerrando la puerta del pasaje de terror, justo donde estaban. 

- ¿Estás seguro de que no queda nadie? - preguntó el abuelo de Robin. 

- Seguro, revisé todo.

- Creo que voy a llamar a Christine, ella quería que revisaran ese lugar - dijo apuntando el pasaje del terror - No quiero que alguien se quede aquí por mi culpa. 

- Ella no vino hoy, me llamó esta mañana para pedirme que me encargue de todo. 

El abuelo de Robin guardó el teléfono y le creyó, dejó que siguiera cerrando la puerta y salió. Los dos hombres se sonrieron con amabilidad y una vez afuera el hombre mayor dió la orden para que el parque se apagara. Las puertas se cerraron y los dos hombres, mirando el interior del lugar desde el corredor a través de los barrotes de metal que simulaban a una celda de prisión se miraron entre ellos y luego de una despedida cada uno tomó un camino diferente. 

- Tu abuelo tuvo la culpa, Rob - escuchó una risa suave - Tiene la culpa de que todos estemos atrapados aquí. 

- Mi abuelo no hizo nada, solo cerró un parque de diversiones que nadie usaba, ¿por qué no culpas al otro sujeto? Fue él quien cerró la puerta. 

- Porque tu abuelo dio la orden sin molestarse en escuchar mis gritos, todas mis súplicas antes de morir. 

Robin se quedó estático, incapaz de siquiera pensar en una respuesta. Algo raro pasaba desde que entraron al parque, pero no podía esperar eso. 

- El sujeto que mencionas hizo lo correcto, les dijo a todos que tu abuelo podía tener algo que ver con nuestra desaparición, pero nadie le creyó, ahora, después de tantos años, puedo vengarme. Voy a acabar contigo Robin.

La voz desapareció. 

Las personas se esfumaron y apareció la figura de Robin, como si se tratara de un espejo, solo que lucía muy triste, con un pequeño balón de aspecto costoso bajo su brazo y en completo silencio. 

Robin resultaba atractivo a la primera impresión, con su complexión atlética y ojos verdes, su cabello naranja es poco común y resulta llamativo. El otro Robin se vestía igual, con las mismas sudaderas cómodas que les gustan a los deportistas, pero le faltaba un detalle para ser su reflejo exacto, no tenía la pulsera compartida en su mano derecha. 

Su memoria parecía traicionarlo, pero diría que Marian se la regaló antes de su primer partido, después de mucha insistencia de parte de ella y de sus amigos de que presentara la prueba para entrar en el equipo, a pesar de que él se negaba porque temía no tener tiempo para cumplir con todo y descuidar a Marian, pero al final no fue así. 

Su puesto como defensa le gustaba, le daba algo más en lo que pensar y distraerse, porque estar solo en casa era agobiante. 

Su personalidad amable y sus habilidades en el juego hicieron que sus compañeros de equipo lo apoyaran y quisieran, demasiado.

Pero el miedo seguía ahí, el futuro con Marian parecía complicarse, tenía tanto miedo de no poder hacerla feliz, que terminó haciéndose realidad. 

Robin y Marian siempre estuvieron interesados uno en el otro, no había discusión, tampoco problemas, su relación transcurría tranquila y fue así desde el principio. 

Robin no tuvo más parejas, simplemente le gustaba Marian, además no tenía tiempo para conocer a alguien más, el estudio minucioso consumía todo su tiempo.

Su tío también había muerto, no tenía a nadie más, envidiaba las relaciones familiares de sus amigos, tan llenas de afecto y con crianzas maravillosas, algo que él nunca tuvo, por eso evitaba permanecer mucho tiempo en las casas de los demás, prefería salir a caminar o comer juntos, de cualquier modo en todos los sitios se llevaban bien. 

Robin podía contar con los dedos de la mano a sus enemigos, uno. Jamás llegaron a pelear directamente pero la tensión que se generaba cuando ambos están en el campo de juego era casi palpable. Harry comenzó la pelea entre ambos con juego sucio, cuando le provocó una lesión antes de un partido importante que no pudo jugar. Robin jamás se atrevería a hacer lo mismo, no eran iguales y prefería no pensar en eso. 

Los fines de semana a Robin le gustaba salir con sus amigos siempre que estos podían, también después de la escuela, cuando el turno de vigilancia cambiaba y era libre, o en las mañanas, antes de la escuela, caminar mucho era su pasatiempo.

Robin miraba su otro yo con atención y se preguntó cómo serían en el futuro. Su deseo más grande era ser un padre como el que no tuvo, alguien con mucho amor para darle a sus hijos y tiempo y atención. 

El miedo a la soledad fue lo último que sintió, antes de que su reflejo se desvaneciera y con él todo a su alrededor. 

Despertó en el suelo, con su cabeza recostada en las piernas de Marian, quien lo miraba preocupada. 

- Eres un idiota, me asustaste, pensé que no ibas a despertar. 

- Cuánto tiempo estuve dormido.

- No lo sé, nuestros celulares tampoco querían despertar - Robin rió y luego se reincorporó tomándose de la cabeza. Marian le abrazó con fuerza y él le correspondió - No vuelvas a asustarme así, quiero golpearte pero ya te golpeaste con fuerza en la cabeza, muy, muy fuerte. 

- ¿Hubo sangre? 

- No puedo ver mucho aquí. Cuando salgamos te revisaré.

- ¿Y vamos a hablar? 

- Como quieras. 

Robin se puso de pie y mientras recordaba todo lo que vio y escuchó le tendió la mano a Marian, ella la tomó y se dejó abrazar por Robin, claramente preocupada porque no entendía lo que pasaba.

- ¿Marian? - preguntó desesperado al sentir un leve cambio y luego el cuerpo de la chica sin fuerzas pero no recibió respuesta - ¿MARIAN? - la chica ni siquiera se movía, también perdió el conocimiento.

2618 palabras 


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