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Parte única.

"Un hotel que te hará gritar hasta que tu alma salga de tu cuerpo" rezaba aquel colorido anunció que le había llamado la atención. Le pareció gracioso así que se adentro con su maleta pensando en que manera tan extraña tenían los hoteles para atraer la atención de los clientes curiosos como ella.

— Hola, bienvenida — Saludó amable la recepcionista, ella devolvió la sonrisa — Estas son las reglas del hotel, es importante que las sigas al pie de la letra para una estancia agradable e inolvidable — Le dijo la señorita con cabello negro, ojos de un bonito color azul que resaltaba con su piel morena, se movió dejando ver el cartel dorado con letras negras tras de ella.

Se distrajo un poco leyendo el nombre de la mujer frente a ella, Nico Robin, incluso reviso su celular y aunque le pareció innecesario su mirada terminó desviándose hacia el cartel tras de ella mientras la recepcionista terminaba su trabajo.

"1. No damos servicio a la habitación después de las 10 PM, cualquier excepción debe informarse de inmediato en la recepción.

2. No abra la puerta a menos de que hayan golpeado más de tres veces.

3. Si ve a un niño deambulando en el pasillo del piso 3 regrese de inmediato a su habitación y cierre bien la puerta con llave, no salga al menos en 15 minutos.

4. Cualquier caso de mal olor dentro de la habitación debe ser reportado de inmediato a recepción

5. Si escucha a alguien gritando, llorando o pidiendo ayuda desde la habitación 223 solo ignorelo.

6. Si tiene cualquier duda o problema siempre puede llamar a la recepción, pero si quien le responde tiene una voz rara solo cuelgue y llame de nuevo al amanecer".

— Espero que su estancia en el hotel sea inolvidable — La recepcionista estilo su brazo entregándole la llave junto a una amable sonrisa que igualmente fue correspondida.

Esas fueron las reglas que le dieron y creyó que era una broma, pero eran las once de la noche, su habitación estaba en el tercer piso y ahora estaba aterrada. Escuchaba dos golpes en la puerta y después escuchaba la voz de un niño, el mal olor la estaba mareando y el teléfono que abrazaba desesperadamente ya ni siquiera marcaba los pitidos cuando intentaba llamar a la recepción como había estado intentando desde hace ya bastante.

Había intentado salir para dar un paseo por la ciudad pero al intentarlo un niño, que seguramente era el que le avisaban en las reglas en aquella placa dorada, alentó su caminar. Al acercarse un par de pasos notó que "El niño" solo era un monstruo dentro del cuerpo de un niño, perjudicando su cara, su cabeza y sus extremidades de manera horrorosa.

Toda la cabeza de lo que antes fue un menor estaba cubierta de bocas por distintas partes del rostro, tenía unos enormes cuernos saliendo de lo que creía era su nuca y varias partes de su cuerpo estaban cubiertas por un descuidado pelaje café resaltando las patas de animal que tenía en lugar de brazos y piernas.

Nami sintió como poco a poco el calor se le iba del rostro y este se convertía en una mueca de horror, estaba a nada de gritar aterrada cuando el menor giró hacía ella. la vio y todas las bocas le sonrieron de manera tétrica avisándole sin querer que si no se movía de ahí no lo haría nunca más. Fue más su instinto de sobrevivencia el que la hizo moverse que su propia voluntad, no era valiente, no era ninguna loca que iría directo a la boca del lobo ¡Ella era una simple humana que iba de viaje!

Regresó corriendo a su habitación aterrada porque el niño la estaba persiguiendo igualmente corriendo sobre sus cuatro patas de manera nada humana, cerró la puerta con seguro pero apenas lo hizo escucho como empezaban a golpear la puerta pidiéndole entrar, una y otra y otra vez. El golpeteo no se detenía, la súplica solo la hacía recordar aquellas bocas con esa sonrisa tan tétrica, esa sed de sangre del otro lado de la puerta solo la hacía aferrarse más para no dejarlo entrar.

Respiró constantemente intentando calmarse, las reglas decían que solamente debía esperar quince minutos ¿no es así? Si, eso decía la placa, solo tenía que esperar quince minutos o al menos hasta que aquella monstruosidad se aburriera de esperar a que le abriera la puerta.

Intentó alejarse pero al toparse con la cama sintió como algo viscoso resbalaba por su pierna, tragó saliva con dificultad sintiéndose como un pobre e indefenso perrito chihuahua, se giró lentamente y bajó la mirada tan lento como podía, intentando convencerse de que solamente se había caído la crema de su maleta.

El grito que salió de su garganta se escuchó por todo el hotel, se alejó temblando al ver que la cama no era como la había visto antes de salir de la habitación, parecía ser una especie de boca con demasiados dientes filosos listos para destrozarle todos los huesos de no haberlo descubierto a tiempo ¡Qué suerte había tenido! Ella era de las que se aventaba a la cama lista para dormir.

De solo pensarlo se le heló la sangre ¡Pudo haber sido devorada!

Retrocedió temerosa y tomó el teléfono con torpeza ya que no quería despegar la mirada de los dientes que se abrían y cerraban frente a ella, simulando comerla, la lengua salía de vez en cuando burlándose de ella por tal vez ingresar en ese hotel. Marcó el número de la recepción con las manos temblando, lo intentó varias veces porque su pulso no ayudaba en nada, se sintió tan aliviada cuando contestaron la llamada.

— Buenas noches, habla con la recepcionista del hotel Clamo ad infernum — Le contestó la voz de la amable mujer que la había atendido al llegar.

— Mi cama, mi cama intenté comerme — Balbuceo con la voz temblandole — Y ya pasaron más de quince minutos y-y el niño no se ha ido, estoy en el piso tres, mi habitación es-

— ¿Bueno? ¿Me escucha? ¿Hay alguien ahí? — Le interrumpió la mujer, como única respuesta nada lógica a lo que había dicho haciéndola palidecer al caer en la conclusión de que no la escuchaba y si no la escuchaba no podía pedir ayuda.

— ¿Hola? ¡Hola! ¿Me escucha? ¡Ayúdeme! — Gritó entre lágrimas dejando que el miedo tomará el lugar de su lógica — ¡Sáqueme de este maldito lugar! — Grito histérica al ver como los cajones del tocador frente a ella se abrían dejando ver largas y negras lenguas queriendo alcanzarla.

— Si es una broma le pedimos que no lo haga de nuevo, el hotel está encantado con su estadía aquí así que disfrute el resto de la noche y esperamos que sea realmente inolvidable — Colgó la señorita del otro lado de la línea.

Nami se aferró al teléfono, dejándose caer en el suelo viendo con horror como sus muebles se abrían y cerraban solos, algunos tenían lo que parecían manos pero no podría asegurarlo porque se movían constantemente impidiéndole ver tan siquiera si eran humanas, otros cajones tenían gruesas lenguas que se movían como serpientes, también pudo ver salir de un cajón montón de ojos sobre una cosa larga y verde viscosa que parecían buscarla porque al verla se le quedaron viendo intensamente.

Simplemente le parecía asqueroso, el olor putrefacto que había detectado hace rato se mezcló con la sustancia viscosa que desprendía un olor agrio haciéndole mucho más difícil estar ahí sin embargo no se movería. Si se movía iba a estar al alcance de alguna de esas cosas y sería su fin.

Lo había decidido, ese era el único lugar donde nada se había alterado y si tenía que pasar toda la noche ahí con el teléfono como único protector lo haría para salvarse, ya no era cuestión de glamour, dinero y diversión como lo había sido toda su vida, ahora era cuestión de supervivencia.

Y si algo sabía Nami, y nadie más que sus amigos cercanos sabían, era apañárselas para sobrevivir como fuese.

Sintió cómo algo se enrollaba en su tobillo, ella de inmediato usó el teléfono para hacer que la soltara gritando horrorizada, retrocedió lo más que pudo pero al tocar la pared sintió un extraño líquido empapar su blusa y seguramente también su cabello. Se giró despacio, no queriendo realmente ver que era, solo para toparse que del techo de la habitación escurría un viscoso líquido rojizo con cierto olor metálico.

Era sangre.

— Lo que me faltaba — Se quejó asqueada con las lágrimas en sus ojos — Era una maldita blusa de diseñador edición limitada.

Sin embargo aquel valor que juntó por la molestia se esfumó al sentir como la tomaban del talón, soltó un grito bastante agudo mientras pisaba con fuerza lo que fuese aquella cosa que tomó su tobillo, ni siquiera quiso ver que era para no gritar más. Regreso a la pared, pegada sin importarle la sangre porque eso era mucho mejor a que aquellas asquerosas cosas la estuvieran tocando.

Los segundos pasaron lentos, Nami se sentía un poco más tranquila ya que se había acostumbrado al espantoso escenario frente a ella, no le agradaba, no se sentía cómoda y sus piernas seguían temblando pero ya no sentía su corazón corriendo por su vida, seguía corriendo a gran velocidad, claro, sin embargo ya había bajado el ritmo a uno un poco más humano.

Los golpes en la puerta se hicieron escuchar entre sus latidos — ¿Señorita? — Preguntó una voz del otro lado, eso la emocionó y se acercó a la puerta con prisa pero antes de tomar el picaporte se detuvo.

"En todo el camino a mi cuarto no vi a nadie" pensó, su mano empezó a temblar "También me dijeron que no tenía de que preocuparme por los vecinos si llegaba con compañía".

— Disculpe la hora, soy de la suite del piso de arriba — Le dijo la voz del otro lado de la puerta.

Se asomó por la lentilla de la puerta viendo una extraña jovencita con cabello rosa, lo llevaba amarrado en dos coletas altas y su copete recto tapaba su frente, eso solo hacía resaltar sus grandes y oscuros ojos. Tenía una piel de porcelana que quedaba a juego con sus pequeños labios pintados con un rosa unos tonos más oscuros que su cabello.

Sin embargo eso no fue lo que le causó confusión, sino el extraño estilo que llevaba, aunque no le desagradaba ese vestido negro con corset y un montón olanes negros y blancos no era nada de este siglo, podría jurar que ni del siglo pasado.

— Bueno, si me escucha solo quería disculparme — Comentó con una sonrisa que solo le dio mala espina — Tengo un pequeño jardín y a veces cuando lo riego suele escurrir a la habitación de abajo.

Nami trago duro al escucharlo, giro aterrada a la pared ahora rojiza y solo pudo ahogar un grito con su mano, cuando miró nuevamente por la lentilla se topó con el extraño ojo de la señorita — Ah, pero que hermosas manos tienes — Le sonrió — Se verían hermosas en mi jardín, ya tengo una maceta solo para ti...

Esta vez Nami no pudo aguantar el grito, tapó la lentilla con su mano mientras las lágrimas salían de su cara, ahora ya no quería moverse de ahí. Eso no podía ser peor ¿había entendido bien? ¿Esa mujer tenía un maldito jardín de manos? ¿Lo que escurría por la pared era sangre? ¿Lo regaba con sangre? ¿Por qué regaba un jardín que no iba a florecer? ¿De donde sacaba toda esa sangre?

Tantas preguntas en la cabeza de la pelirroja y ninguna respuesta, tampoco las quería porque eso significaba exponerse ante la mujer y justo en ese momento era lo que menos quería.

Espero unos largos minutos parada frente a la puerta, cuando no sintió el brazo se armó de valor para asomarse nuevamente por la lentilla encontrándose nuevamente con el pasillo vacío. Suspiro aliviada, por fin había algo bueno entre tanto caos.

Se encaminó con cuidado a una de las ventanas de la habitación, yendo paso a paso para no estar al alcance de ninguna de las cosas que salían de los cajones que supuestamente estaban vacíos cuando le entregaron la habitación. Intentó abrir las ventanas para poder respirar algo más que no fuera aquel olor nauseabundo pero solo pudo descubrir que las ventanas estaban selladas.

"Mierda" fue lo único que pensó, ni siquiera en un intento desesperado podría usar las ventanas para salir de ahí a menos de que directamente se lanzará para una muerte segura. Solamente la puerta directo al niño y a la loca de ojos negros, de solo pensarlo le dio escalofríos y reconsideró sus opciones.

Al menos podría lanzar algo contra la ventana para romperla y si era necesario lanzarse lo haría, estaría fuera de ese horrendo lugar y no tendría que toparse con esos locos ¿qué importaban algunos huesos rotos si eso le garantizaba salir de esa?

Al ver por la ventana una vez más noto que el paisaje había cambiado, ahora veía un hombre de cabello negro, no era muy alto y hasta creía que era demasiado delgado, vestía una camisa roja y un pantalón de mezclilla rasgado. No escuchaba lo que decía, solo veía como un rubio con extraña ceja rizada asentía ante lo que él decía y luego se encaminaba hacia la derecha.

Nami esperó igual que el azabache, solo que él estaba emocionado frente a ella, no hizo ni dijo nada en el momento porque no entendía cómo era posible la escena frente a ella, podía jurar que estaba en el tercer piso con vista a la ciudad. Se talló los ojos confundida, incluso se pellizcó a sí misma para comprobar que realmente estaba viviendo frente a ella esa gran mesa y a ese extraño sujeto sumamente emocionado.

Una vez más pudo ver al rubio entrar, traía consigo un carrito desbordando de platos llenos de comida. El rubio los puso en la mesa uno a uno ante la alegría del azabache que se apresuró a comer, cuando el rubio terminó de acomodar todo se puso tras la silla del azabache y se quedó quieto.

Nami supuso que el rubio era un mesero y le puso el nombre de Sanji, recordaba haber escuchado el nombre de un mesero así en sus viajes. Al azabache glotón le puso Luffy, principalmente por su apariencia cómica y pensó que realmente no era tan malo, hasta que la comida se acabó de cada plato que había en la mesa.

El azabache chasqueo los dedos, Sanji recogió todos los trastes sucios mientras Luffy le hablaba con una sonrisa llena de emoción, el inexpresivo rostro del mesero no le dio ni una pista de que estaba pidiendo que se veía tan emocionado. Al seguir el camino del rubio noto que su otra ventana daba vista a lo que se veía que era una cocina, se apoyó más en el cristal intentando ver que eran lo que estaban cocinando pero no tenía un buen ángulo.

Cuando creyó que no iba a poder ver nada uno de los cocineros fue a lo que parecía ser un refrigerador, eso sí podía verlo bien y se lamento tanto porque dentro del refrigerador había diferentes cuerpos colgados, pudo ver una larga cabellera rosa, un hombre musculoso con cabello rojo, otra mujer con larga cabellera azul. El cocinero tomó parte del cuerpo del cadáver que parecía ser uno con piel más morena que los otros.

Ahogó un grito con sus manos, sintiendo las lágrimas juntarse en sus ojos y el líquido subir por su garganta, no lo resistió y vació su estómago en una de las esquinas del cuarto dejando que las arcadas la poseyera por unos largos minutos recordando la alegría del azabache al ingerir los platillos como si fuera lo más delicioso del mundo.

No lo soportó, tomó su maleta y abrió la puerta con determinación, al menos podría huir lanzándole su maleta a la monstruosidad con cuerpo de niño para huir por su vida.

Sin embargo al ir caminando por el pasillo su valentía titubeó al notar que las plantas artificiales que antes había visto adornar el pasillo tenían algo raro. Al acercarse un poco escuchó una extraña risa, al girar vio a la misma joven de cabello rosa con extraño vestido, estaba dándole la espalda por lo que no la había visto por estar concentrada regando las plantas, la pelirroja notó de inmediato que el líquido que salía de la regadera que estaba usando no era transparente.

Era roja.

Y no era tan líquido al notar los grumos que había por el piso, con lentitud levantó su maleta y con todo el sigilo que pudo juntar siguió retrocediendo sin perderla de vista. Las lágrimas mojaban su blusa al ver que las plantas que había visto antes ahora parecían ser manos acomodadas de una manera que realmente habían logrado engañarla al pasar por ahí.

Ni siquiera tomó el elevador, se fue directo por las escaleras corriendo con torpeza apenas cerró la puerta con silencio. Llegó a la recepción con el corazón a punto de salirse de su pecho, no miró nada más solo quería salir de ahí, se enfocó solamente en la puerta y cuando puso un pie afuera suspiró aliviada escuchando a la recepcionista.

— El hotel Clamo ad infernum espera haberle regalado una noche inolvidable.

Y claro que lo había sido, jamás podría olvidar el miedo que había vivido en esas horas, su estómago aún estaba revuelto por todo lo que presenció y necesitaría ir con un buen psicólogo pero al intentar dar un paso noto que algo la retenía, sintió de nuevo su sangre helarse, la calle que hasta hace unos segundos estaba ahí no había dejado ni rastro. Ahora parecía estar dentro de una sala de cirugías, el sudor frío recorrió su nuca, bajo la mirada lentamente notando que un par de manos sostenía sus hombros con tanta fuerza que no podía ni levantar un poco sus pies.

Su miedo aumentó cuando se dio cuenta que en los dedos de aquellas extrañas manos estaba tatuada una palabra que la hizo sollozar, una única palabra que le advirtió cual era su futuro posiblemente sentenciado cuando decidió que sería buena idea pasar la noche en ese horrible hotel.

"Muerte".

Una risita se escuchó a sus espaldas haciéndola llorar más, estaba aterrada, si esa noche ya había visto muchas cosas no creía que fuera nada comparado a lo que le tocaría vivir de ahora en adelante, sintió cómo se inclinaban sobre su oído.

— Ha sido una noche muy divertida — Le dijo una voz gruesa que le erizo de manera desagradable la piel, el aliento putrefacto casi la hace vomitar nuevamente — Si dices una sola palabra a alguien te esperará algo mucho peor que la muerte, a ti y a todos tus seres queridos ¿entendió, Nami-ya?

La pelirroja asintió repetidas veces sollozando ya sin esconder su miedo, los dedos juguetearon antes de apartarse de sus hombros, una extraña risa la hizo sentir que incluso se orinaría del miedo — Estás siendo muy cruel ¿realmente le estás dando esperanza de que saldrá de este lugar?

Nami ahogo un gemido adolorido al sentir que levantaban sus brazos con fuerza, cerró los ojos no queriendo ver al dueño de la segunda voz, una voz mucho más espeluznante que la anterior — El hotel Clamo ad infernum espera haberle regalado una noche inolvidable, señorita — Rio con suavidad — Tan inolvidable que nunca acabará.

Lo último que vio Nami fue aquella enorme araña rosada con partes humanas riéndose de ella, el dolor en su pecho le advirtió que efectivamente le había atravesado por completo el corazón quitándole cualquier esperanza de poder escapar de ese horrendo lugar. No pudo ver como aquella monstruosidad se burlaba de ella y tiraba su cuerpo para que sea uno más de su colección, pronto sería uno más de aquellos monstruos vagando por el hotel en búsqueda de su próxima víctima.

¡El hotel Clamo ad infernum estará encantado de recibirte como huésped! ¡Hay una habitación especial para ti!


¡Hey! Hola ¿cómo están? Como algunos notaron esta parte pertenece a los escritos de "One Piece Week 2020" pero la idea original era publicarlo de manera individual.

Si les gustó no olviden dejar su voto y/o comentario ¡me haría inmensamente feliz que fueran ambos! Me ayuda a saber si les gusta este tipo de contenido.

— Gekko-chan-

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