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San Petersburgo ya no es lo de antes III

Trabajar, mandar mensajes, salir con Nikolai, hablar con la gata... en eso se había transformado su aburrida existencia hasta finales de agosto y principios de septiembre.

-No te creas que tu trabajo con Sasha será para siempre -gruñó Yakov-. No puedes ganarte la vida en una panadería.

-Sí, papá. Lo que sea -masculló rodando los ojos.

Esa conversación se repetía varias veces a lo largo de las semanas.

De igual manera se repetía una con Lilia y que había empezado a molestarle bastante, pero no podía ventila lo que pensaba sin confirmar lo que ella estaba pensando.

-Yuri, por mucho que no te agrade la idea, debes visitar a un terapeuta -preguntó de forma casual-. No quiero que se descarrile tu vida.

-Creí que estabas de mi lado -era todo lo que le respondía.

-Lo estoy. Y justamente por eso irás con un psicólogo -respondió tajante.

Él no estaba nada feliz con ese tipo de decisión.

Pero las sesiones con el psicólogo le fastidiaron bastante y para el segundo encuentro acabó abandonando el consultorio tras dar un portazo.

Él no necesitaba a alguien que le dijera cosas que ya sabía, como se aferraba demasiado al recuerdo de Otabek y los demás porque no tenía amigos. Yuri sabía muy bien que no tenía amigos, ¿cómo no lo iba a saber?

Pero también le fastidiaba que sacara sus propias conclusiones, como que era demasiado egoísta y pretendía que el mundo fuera miserable para todos solo porque en su interior se sentía así. Era por ello que presuntamente Yuri trataba mal a los demás.

El psicólogo era solo un estúpido. La única persona con la que podía descargarse sin que le contestase enigmáticamente -como su madre-, lo regañase -Yakov-, le respondiese condescendiente -Yuuri-, se riera en su cara -Sasha- o que lo analizase -el psicólogo- era el anciano Nikolai.

Y ese pensamiento lo hizo deprimirse aún más. Yuri de verdad no tenía amigos.

-No todos los psicólogos son malos -se encogió de hombros mientras fumaba con una anticuada pipa sobre el sofá de su apartamento.

-Ya, pero no necesitan andar diciéndote esas cosas -se cruzó de brazos muy molesto.

-Pues es su trabajo, Yuri. La gente va para que le digan cosas de ese tipo.

-Yo no quiero que me diga cosas de ese tipo... ¡Se suponía que solo iba a escuchar lo que yo tenía que decirle!

-No necesitas pagarle a alguien para que te escuche.

Con eso quedó terminado el tema del psicólogo.

El único ser vivo que lo escuchaba sin pedir absolutamente nada a cambio era su gata. Yuri tuvo que regresar a sus sesiones de descargo con la bola de pelos que se lamía el trasero cada vez que su dueño escupía el corazón en frente de ella.

-Estoy harto de todos. Quiero reemplazar a todas las personas de mi vida.

Y que me devuelvan a Mila, Leo, incluso a JJ. Que regrese Otabek.

Quería estamparse la cabeza contra la pared a ver si se hacía explotar su propio cerebro y no tenía que pensar más en el asunto.

¿Por qué las cosas no habían podido detenerse cuando todos paseaban a través de Roma, tan felices y unidos? O quizás en los comienzos, como en Londres o Dublín, donde nada malo les había acontecido aún.

Definitivamente tener una probadita del mundo no le hacía bien a nadie. Ahora Yuri era un ser insaciable que se sentía como tigre enjaulado adentro de su propia ciudad.

-Mi vida es como una montaña americana -suspiró un día mientras abrazaba a la gata contra su pecho-. Un día normal, otro vacío, otro lleno de furia... aunque más que nada es miserable.

-Yuri Plisetsky, ¿sigues hablando solo? -masculló Lilia desde el pasillo.

-¡Pues no tengo con quien hablar! -le gruñó a su madre.

Sintió que la puerta del cuarto se abría de golpe. Armani dio un salto y huyó despavorida hacia debajo de la cama.

-Si salieras del dormitorio más que para comer o trabajar tendrías amigos -olfateó un poco el ambiente-. Y si te dieras una ducha, incluso mejor.

-¿De qué sirve bañarse? -musitó con el rostro enterrado en la almohada. Lilia lo obligó a darse vuelta.

-¿De qué sirve echarse a la cama y culpar al mundo de tu vida miserable?

-Hoy no es un buen día -contestó Yuri dándole una mirada fulminante.

-Entonces ve y mejóralo.

Tras decir eso, lo dejó en su cuarto con todos los pensamientos alborotados y bastante confundidos.

Una noche de septiembre, ya a pocas semanas de comenzar el otoño, Yuri fue a cenar a la casa de Nikolai y decidió pasar allí la noche debido a la fuerte ventisca que le impediría llegar hasta el hogar de su padre.

A Lilia no le agradó mucho la idea en cuanto le avisó, podía sentirlo en el tono de su voz a través del teléfono. Pero Yuri de vedad quería quedarse.

-¿Más pirozhki? -le preguntó Nikolai desde la cocina.

-Pues no me negaré a eso -contestó Yuri, echado encima del sofá y jugueteando con algunos adornos de la casa.

-Temo que Lilia me acuse de engordarte -rió Nikolai apareciendo por el marco de la puerta-. Luce un poco estricta respecto al tema.

-Es que era bailarina -intentó defenderla-. Ah, pero ya qué. Eso no evita que tenga patatas fritas escondidas debajo de la cama.

-No lo dije como algo malo. Solo me resultaba curioso.

Yuri no dijo nada. No quería que el pobre hombre sintiera que se ponía a la defensiva por cualquier cosa.

-Oye... -lo llamó luego de mordisquear su cuarto pirozhki de la noche.

-¿Sí, Yurachka?

-¿Me puedes hablar de tu hija?

Se hizo un pequeño pero muy tenso silencio.

-Oh -fue todo lo que Nikolai musitó-. No estaba esperando eso.

Yuri se levantó del sofá, acomodándose para escuchar una nueva historia acerca de su pasado. La más importante de ellas podría decir.

-Me lo puedes contar todo. Incluso sus... motivos. Solo quiero saber -dijo en un tono que tal vez sonaba un poco amargo-. Es simple curiosidad.

Nikolai se encontraba ordenando algunos adornos de los estantes, evitando contestar a las preguntas incómodas de Yuri.

-Todos cometemos errores. Y los errores de un hijo no condicionan al padre, aunque haya sido la persona que lo crió. Muchísimo menos es al revés. Conozco personas maravillosas que vienen de padres de mierda.

No pienses en su nombre, se gritaba a sí mismo.

-No creo que te guste escuchar lo que ella está haciendo ahora -murmuró finalmente sin mirar a Yuri.

-Me gustan los padres que tengo -se apresuró a decir- ¡Lo que no quiere decir que no me guste pasar tiempo contigo! ¡Porque me gusta!

Nikolai se animó a soltar una risita algo ronca.

-No juzgo las acciones de mi hija, pero eso no quiere decir que yo haya estado de acuerdo -empezó a decir-. Tenía veinte años cuando se embarazó de un noviecito suyo que la dejó en cuanto lo supo. Y supongo que no estaba lista o simplemente no quería asumir responsabilidades. Mi esposa y yo no podíamos obligarla a conservar un bebé que ella no pretendía cuidar. Merecías encontrar una madre que sí quisiera serlo.

-Vaya -dijo luego de unos segundos de hacer gestos involuntarios con el rostro-. Supongo que era de esperarse.

-Natasha siempre fue algo difícil. Le costaba asumir responsabilidades -Nikolai se encogió de hombros-. Hemos tratado de darle lo mejor en su vida, a ella y a mi otro hijo, Kaz. Supongo que a veces no alcanza.

-¿Costaba? -repitió aquel verbo que le hacía algo de ruido. Sentía que la piel empezaba a ponérsele de gallina.

Nikolai entonces soltó una especie de risa mezclada con bufido, un poco nerviosa.

-Ah, no está muerta, Yurachka -le dijo-. Hablo en pasado porque quiero creer que ya es una persona más centrada.

-¿Y es que no hablas con ella? -preguntó para luego morderse la lengua. No quería herir a Nikolai de ninguna manera.

-Hablamos muy poco ya que casi no viene a Rusia. Vive en París con su marido y... sus hijas.

-Oh.

Aquello puede que sí le pinchara en el corazón, de una manera penetrante, fría y dura. No estaba esperando algo como aquello.

Nikolai no quería revelar ningún otro detalle. A Yuri eso le molestaba ya que significaba que tenía que responderle con algo más que un lastimero monosílabo.

-París -fue todo lo que salió de su boca-. Qué curioso.

-¿Lo es? -preguntó con algo de duda.

-He estado hace poco allí, y de tantas cosas que pasaron, no creí que podría sumar a la lista el hecho de que mi madre biológica reside allí.

-La vida es curiosa. Nos ata a lugares y personas en los momentos menos esperados.

Yuri solo se encogió de hombros. Tuvo que dejar su pirozhki a medias sobre el plato ya que tenía el estómago cerrado.

-Tal vez tú estés atado a París; destinado a volver alguna vez por motivos que escapan a la razón.

-Puede -contestó con la mirada clavada en el techo.

O puede que en París no le esperara más que destrucción.

-Yuri, tenemos que hablar.

La voz de Lilia se oía más intimidante y seria de lo usual. Yuri podía diferenciar las ligeras variaciones y sabía muy bien que ahora le esperaba una charla que no iba a agradarle.

Solo esperaba que no fuera acerca de Nikolai. O de la creciente actitud nefasta y desinteresada que Yuri tenía sobre todo.

-Tú sabes que te he dicho que no quiero presionarte por nada pero hay algo que ya no puede esperar más.

-¿Qué cosa? -preguntó con mucha seriedad. Lilia parpadeó un par de veces antes de responder.

-Ya me tengo que volver a Moscú. Bueno, no ya. Pero no puede pasar de estas semanas.

Yuri tragó saliva con nerviosismo.

-¿Tú vendrás? -lo atacó su madre.

-No sé -respondió con toda la firmeza y tono duro que era capaz de hacer.

Lilia ladeó un poco la cabeza, observando con nuevos ojos a su hijo. Casi como si estuviera teniendo unas ideas no tan bonitas al respecto.

-Yuri -volvió a decirle- ¿Ha pasado algo en Moscú? ¿Algo que yo debería saber?

Frunció las cejas de inmediato ante aquellas insinuaciones.

-¡Claro que no! ¿Cómo piensas eso? -chilló indignado. Lilia apretó los párpados.

-Primero pensé que no querías volver a Moscú por el tema de la universidad pero empiezo a temer que hayas tenido otros motivos para huir de casa y negarte a regresar ahora.

-¡No es nada de lo que te estás imaginando!

-¿Y qué es, entonces?

Soltó un bufido burlón, aunque más para sí mismo que para su madre. No sabía cómo ventilar sus pensamientos sin quedar como un mocoso caprichoso.

No podía ir y decirle a su madre que regresar a Moscú lo hacía sentir como si todo acabara. Volver a su antigua vida era su derrota personal.

Mucho menos se animaba a decirle en voz alta -no aún- que una pequeña semillita en su cabeza estaba cultivando nuevos y alocados pensamientos acerca de pasar sus días muy lejos de allí, sin pertenecer a ningún lugar y a todos al mismo tiempo.

-¿Me das unos días más para pensarlo? -preguntó fingiendo inocencia.

Lilia suspiró abatida.

-Tienes suerte porque aún no me voy.

-Gracias, mamá.

-Y volverás a terapia. No me importa si es aquí, en Moscú o en China, tú necesitas que alguien te ayude antes de que se te desordenen todas las ideas.

Yuri asintió, como el hijo bueno que pretendía fingir ser.

De todas formas, no planeaba quedarse por allí mucho tiempo más.

No solo tomaba turnos extras en la panadería de Sasha si no que paseaba a los perros de los amigos de Nikolai los sábados por la mañana. Aparte de eso, ayudaba con cargamentos a los mismos ancianos o cualquier otro trabajo efímero que se le presentaba.

Yuri no era millonario, claro que no. Pero al menos Yakov no había cumplido con su amenaza de no mantener más a su hijo rebelde. Estaba bastante satisfecho de que Yuri pasara tiempo trabajando y aunque no lo decía en voz alta, le enorgullecía que el padre de Sasha le llevaran las buenas palabras que la muchacha tenía para decir sobre él.

-Vaya, vaya -dijo Sasha luego de que unos clientes abandonaran el local-. Te veo bastante animado trabajando.

Yuri se encogió de hombros con un gesto algo aburrido.

-Gracias a ellos es que me pagas. No es que lo haga por amor al trabajo o lo que sea, bruja.

Sasha empezó a sonreír de forma pícara. No era una buena señal.

-¿Será que estás ahorrando para algo en particular? -preguntó divertida- ¡Tienes que llevarme a donde sea que vayas!

En aquel mismo momento, un mensaje entró al teléfono de Yuri. Se levantó de un salto en cuanto lo vio, encaminándose hacia la salida del local.

-Me voy a tomar un descanso -avisó sin esperar respuesta.

-¡De acuerdo! -dijo Sasha con su voz cantarina- ¡Pero no te demores! Recuerda que no sé usar la caja registradora...

Yuri ignoró la cháchara de aquella chica y se apresuró en leer las líneas que acababan de llegar a su bandeja de mensajes de Facebook de parte de Yuuri Katsuki.

¿Um? ¿Consejos para qué lugar deberías visitar? ¡Tú no pierdes el tiempo! Haha.

La verdad es que no tengo ni idea porque Viktor y yo solemos ir a lugares que podrían gustarles a los niños, y esos no suelen ser los mismos que le recomendaría a un adolescente independiente.

Mira, te dejo el contacto de mi amigo; sí, el que estaba esa vez que se alojaron en el Ice Castle. Está por graduarse de su máster en periodismo de viajes y suele armar paquetes por internet para algunos novatos, te será de mucha ayuda.

Abajo iba adjunto un link hacia otro perfil de Facebook, que tenía como portada dos rostros que Yuri recordaba bastante bien.

Eran Phichit y su novio de rostro amargado del cual no recordaba el nombre.

Y la verdad es que en aquella foto lucía solo un poquito menos amargado. Se le hacía impensable que ese tipo hubiera podido conquistar el corazón del simpático Phichit, aunque Yuri realmente no los conocía. Quizás ambos tenían más que ofrecer que lo mostrado a los demás.

Antes de que pudiese arrepentirse, envió un mensaje a Phichit Chulanont.

Solo esperaba no equivocarse con todas esas locuras que se le presentaban en la vida.

La respuesta no llegó a Yuri en forma de mensaje ni tampoco lo hizo a un horario prudente: se despertó en medio de la madrugada por una llamada telefónica vía Facebook que estaba empezando a aturdirlo.

-¡Hola, Yuri! -chilló alguien al otro lado del teléfono- ¿Cómo has estado? ¡¿Y Mila y los demás?! Déjame decirte que me ha sorprendido bastante al recibir tu mensaje ya que no me esperaba que pudieras encontrarme en Facebook hasta que leí parte de que Yuuri te envió... ¡Y déjame decirte que eso me sorprendió más! Pero no es que me moleste que me estés hablando, ¡Para mí es un honor! ¡¿Eh?! -aquello se escuchó un poco alejado del auricular- Seung dice que estoy desvariando mucho ¡También dice hola!

Yuri pudo escuchar claramente una voz a lo lejos que decía no, no he dicho hola.

-Phichit, son las... -alejó el teléfono de su oído para observar la hora- ¡Las cinco de la puta mañana!

-Ay, perdón -rió sin sonar apenado-. Es que me emocioné tanto que ni me fijé qué hora debía ser en... alto, no tengo ni idea de en dónde estás ahora.

-San Petersburgo -masculló intentando no elevar la voz. No quería que Lilia lo descubriera-. A ver si lo tienes en cuenta de ahora en más.

-¡Anotado! -exclamó con emoción- Ahora, no has respondido a ninguna de mis preguntas.

-Ni lo pienso hacer ahora. Te llamo a un horario prudente.

Entonces colgó la llamada, arrojando el teléfono encima de la mesa de luz.

El cual comenzó a sonar otra vez a los muy pocos segundos.

-Me cago en este pesado -farfulló mientras volvía a tomar el aparato- ¡Phichit! ¡Déjame dormir!

-Pero tú me has contactado -dijo con inocencia y un poco temeroso.

-No para que me hables a esta maldita hora.

-Bueno, ya. Pero igual estás despierto así que no le hace nada que hables conmigo.

Yuri enterró la cabeza en la almohada, conteniéndose de soltar un grito. Armani bufaba al lado de su cabeza por haberla despertado.

-¿Yuri, sigues ahí? ¡Yuri!

-Te escucho -gruñó finalmente.

-No me has dicho cómo están los demás.

-No estoy con los demás, y no te atrevas a preguntar más allá de eso -contestó tajante.

-De acuerdo...

Se hizo un pequeño silencio en el cual Yuri se vio muy tentado de apagar el teléfono e irse a dormir.

-¿Me dices que quieres que te ayude a organizar un viaje por Asia? -preguntó Phichit para cortar el silencio.

-No, no por Asia. No quiero hacerme un maldito tour.

No sería lo mismo, casi quiso agregar. Soltó un suspiro algo cansado.

-Me gustaría visitar un solo lugar en particular y... no sé, tal vez hacer algo. Un voluntariado arreglando techos o salvando pájaros, ¡qué sé yo sobre eso!

Si Lilia estuviera escuchando a Yuri hablando acerca de hacer voluntariados, la mujer se estaría riendo en su cara.

-¡Oye, aquí en Tailandia hay muchas cosas divertidas! Podrías trabajar con niños, ancianos...

-No sé si pueda soportar tanta diversión -masculló con sarcasmo. Phichit no pareció notarlo.

-¡Uf, te oyes como Seung! -se rió- ¡También podrías ser voluntario en un campo de elefantes! ¡Seung y yo lo somos!

-¿Elefantes?

-¡Ajá! Bañamos y alimentamos a los elefantes bebés, y aunque es voluntario y todo eso, nos alojan en una pequeña sede donde nos ofrecen también comida. Creo que es algo perfecto para un chico adolescente.

-No sé...

¿Qué diría Yuri en su hogar? "Mamá, papá, me voy otra vez de casa y esta vez es para cuidar elefantes en Tailandia".

Ya podía imaginarse a sí mismo atado con camisa de fuerza y encerrado en su cuarto de Moscú.

-¡Hey, es solo una sugerencia! Hay muchos tipos de voluntariados aquí en Tailandia, y lo bueno es que el país no es tan costoso. El sudeste asiático es uno de los mejores lugares para vacacionar.

-No me voy de vacaciones.

-¿Ah... no?

-No. Estoy en busca de otra cosa.

-Oh.

Sobre si la encontraría, o no, Yuri no estaba seguro. Pero en aquellos momentos no tenía absolutamente nada que perder con intentarlo.

Bueno, nada que perder excepto una suma de dinero que no tenía en su posesión.

-¿Así que te quieres ir a Tailandia? -preguntó Nikolai arqueando una ceja.

Ambos estaban descansando en una banca en el Letniy sad, o Jardín de Verano, un gran complejo que se encontraba en un islote entre una de las orillas del río Nevá, el río Moyka y el Canal del Cisne de San Petersburgo. El hermoso color verde que semanas atrás decoraba ese lugar comenzaba a verse opacado por los marrones del inminente otoño.

-Sí, algo así -resopló Yuri.

-¿Algo así? -replicó el anciano.

-Me quiero ir a cualquier lado. Resulta que Tailandia estaba en mi camino.

Nikolai soltó una risa algo burlesca.

-No me imagino qué camino tomaste para que se te apareciera Tailandia en él.

Yuri se abrazó las rodillas con algo de nerviosismo. Era la primera persona -de su ciudad y su entorno más cercano- con la que hablaba acerca de aquel loco deseo.

Necesitaba alguien que le dijera algo real, no lo que quería escuchar -como Sasha haría- ni tampoco una negativa rotunda -como sus padres terminarían diciendo-. Nikolai era el mejor punto medio.

-¿Qué te detiene de irte ahora? ¿Es acaso dinero? -curioseó.

-¡No, no! -mintió. Yuri no iba a aprovecharse de aquel buen hombre- Es que... me da un poquitín de miedo.

Y no estaba mintiendo, de verdad.

No se olvidaba que su último viaje -hace poco más de un mes, pero que parecía habían pasado siglos de ello- acabó con su corazón hecho trizas.

Lo único que lo consolaba es que estaba tan destrozado que no tenía manera de romperse más. De lo contrario, quizás incluso encontrara una manera de enmendar al menos una parte de las piezas.

-¿Y viniste a que te ayude a encontrar el valor? -le preguntó.

-Supongo. No sé. Creo que quiero que alguien me diga la verdad por una vez en la vida.

-No existe una verdad absoluta, Yurachka. Si tú crees que debes seguir volando hasta que encuentres lo que estás buscando, yo no seré quien te detenga.

-No quiero que me detengan -se cruzó de brazos-. Me gustaría que me entendieran en lo que siento que debo hacer.

-Es difícil siendo que te cierras demasiado en ti mismo.

-Algunas cosas me orillaron a esto.

-Ah, pero es porque nosotros mismos permitimos que esas cosas pasen.

Yuri se apretó el puente de la nariz con fuerza. Eso lo concentraba en no ponerse más emocional de lo que debía. Sintió la pesada mano de Nikolai encima de su hombro, lo cual casi lo dejó al borde de las lágrimas.

-Apenas nos encontramos y ya tendré que dejarte ir, pero sé que esa es la naturaleza inquieta de algunas personas, ese tipo de gente que siempre está en busca de algo más. Y de cierta manera me alegra descubrir que tú eres así.

-¿Y qué pasa cuando esas personas inquietas necesitan asentarse? -inquirió Yuri mirando hacia el precioso lago del Jardín de Verano, un lugar que parecía como el hogar de las míticas hadas- ¿Algún día serán capaces de dejar de trotar por el mundo y conformarse con lo que tienen a mano?

-¿Por qué querrías conformarte con ello si puedes tener todo el mundo en las manos? -respondió el abuelo con una críptica sonrisa.

-No todo el mundo -musitó Yuri con un labio tembloroso.

-Todo lo que tú quieras del mundo... debes ir a recogerlo. El mundo no te lo dará en bandeja de plata pero tampoco te pondrá obstáculos mortales. Con un poco de esfuerzo y voluntad de tu parte, podrías obtener lo que quisieras.

-¿Qué pasa si la otra persona no quiere poner esfuerzo y voluntad de su parte? -preguntó de manera inconsciente mientras jugueteaba con las hojas secas que caían de los árboles.

Nikolai se llevó una mano al mentón. Al parecer, no estaba esperándose que Yuri se refiriera más a un alguien que un algo.

Ni siquiera él se esperaba confesar aquello. Trataba y trataba dejarlo oculto en un rincón de su corazón pero eran esas charlas tan profundas las que conseguían desenterrar el recuerdo de Otabek.

Y no solo de Otabek, sino de la persona que Yuri fue a su lado un chico; intrépido, diferente, querido. A veces se preguntaba si lo extrañaba más a él o lo que este provocaba en su persona.

Estaba seguro que no podía averiguar eso en San Petersburgo ni Moscú.

-Yuri, si otro no quiere poner de su voluntad, le agradeces con una sonrisa y migras otra vez en busca de más cosas que le hagan bien a tu alma. No reduzcas tu felicidad a una sola persona.

Era difícil, claro, cuando esa persona era la única que consiguió provocar un éxtasis -y no, Yuri no hablaba de lo físico- demasiado cercano a lo que el mundo conocía como plenitud.

Una noche. Otabek y Yuri no habían necesitado más que eso. Ahora Yuri se pasaría toda la vida tratando de dejar atrás todo lo que esa noche le causó, pero si quería hacerlo más le valía comenzar en aquel mismo momento.

-Te extrañaré -dijo Yuri finalmente-. Te llamaré cada vez que pueda y vendré a San Petersburgo a visitarte especialmente.

Nikolai esbozó una cansada sonrisa, una donde las arrugas se le marcaban y podían enseñarle a Yuri que estaba acostumbrado a las despedidas; que si bien podían doler, con los años aceptabas que eran parte de la vida. Tal vez él pudiera aprenderlo también.

Le tendió los brazos al cuello y se dejó abrazar sin prejuicios ni quejas por aquel amable anciano que había caído en su vida como si de un ángel guía se tratara.

Muchas veces, las mejoras -y las peores- personas caían en tu vida por accidente. Esa era una lección que Yuri no necesitaba porque la tenía más que comprobada.

-Gracias, abuelo -le dijo al final.

-Gracias a ti, Yurachka. Me has devuelto un motivo para darle sentido a mi anciana existencia -fue lo que Nikolai le respondió, su voz tan entrecortada que hizo que Yuri derramara una lágrima encima de su hombro.

Yuri empezaba a sentirse exactamente igual que en las horas previas a su escapada hacia Londres. Estaba tal vez incluso más nervioso porque ahora conocía un poco del mundo, sabía que era un lugar hermoso y aterrador que estaba lleno de situaciones inesperadas.

No dejaría que eso lo detuviera.

-Te juro que te lo devolveré -le dijo a Sasha luego de que ella le alcanza un pasaje recién comprado con destino a Asia.

-Ay, Yuri -rió ella-. Venga, no hay apuro. Solo nunca le digas a Yakov que fui yo la que te ayudó porque mi padre se enojará conmigo por fomentar a los jóvenes a que cometan locuras.

-Mira, en serio te voy a pagar -masculló-. Gracias, no eres tan bruja como aparentas ser.

-Podemos fingir que te he despedido y esta es mi indemnización, así no te sientas tan mal -le susurró en el oído-. Ahora ve y conquista Bangkok por mí. Hace tanto que no voy que empiezo a sentir que me olvido de la ciudad.

-Déjame adivinar: fuiste por última vez hace menos de seis meses -espetó con sarcasmo, aunque en el fondo estaba bromeando amistosamente con ella.

-De hecho fueron menos de tres -se encogió de hombros-. Es que tiene playas bonitas y no conseguiré este bronceado en Rusia.

Antes de que Yuri pudiese escaparse, Sasha lo aprisionó entre sus flacuchos y bien formados brazos a modo de despedida. Por una vez, se dejó abrazar. Luego de que la chica le facilitara el viaje más que demencial que estaba por realizar, lo mínimo que podía hacer era darle con el gusto.

Y entonces simplemente le quedaba hablar con Lilia y Yakov, a quienes les pidió que lo esperasen en el comedor de la casa del último. Lo más probable es que ambos esperasen una respuesta de Yuri acerca de en qué lugar elegiría vivir -si San Petersburgo o Moscú- ya que Lilia planeaba volverse a casa a fines de semana.

Debía ser valiente. Sé tan valiente como lo fuiste mientras corrías alrededor del continente, se dijo.

-¿A qué se debe esta pequeña reunión? -preguntó Yakov con su ronca voz, un poco sospechando que nada que a él iba a agradarle saldría de la boca de su hijo.

-Supongo que decidiste qué es lo que harás con tu futuro -intervino Lilia mientras acariciaba a una adormecida Armani sobre su regazo.

Y vaya que lo había decidido. Le hacía pensar que Lilia lo conocía más de lo que él mismo lo hacía, con esa mirada tan observadora y calculadora que ella poseía.

Yuri carraspeó, inspiró una buena cantidad de aire antes de plantarse, firme y decidido, para decirles:

-Claro que ya decidí. Me iré a Tailandia a hacer un voluntariado. Mi vuelo sale mañana en la mañana.

¡Y volvemos otra vez al ruedo! :D

Tal vez sientan que la decisión de Yuri es muy apresurada y algo irreal (aunque en este fic pasan demasiadas cosas irreales, yo lo sé y lo hago a propósito) pero parte del cambio de Yuri vendrá con su viaje en solitario. Yo, personalmente, siento que di lo que tenía que dar en San Petersburgo y es hora de que este fic recupere su ritmo frenético.

Otra cosa que he visto en muchas personas (y un poco lo he vivido, pero no soy tan impulsiva como Yuri) es que uno cuando prueba la libertad de los viajes siente que necesita más, y le agarra un vacío y un encierro en el mismo hogar al regreso, que a veces se hace imposible de soportar.

Ya estamos entrando en la recta final del fic :c las ciudades y capítulos son contados con los dedos de las manos pero puede que de a poco volvamos a tener los capítulos largos para alargar un poquito la despedida.

Cajita de teorías, la que sea, pueden dejarlas aquí -->

Este capítulo lo terminé anoche y planeaba corregirlo pero la verdad es que no me siento muy bien así que perdonen los dedazos u otro error que vean :c

¡Muchísimas gracias por todo el amor, votos, comentarios y demás de este fic! Siento que crece a pasos agigantados cada vez más y no podría estar más agradecida con todos ustedes. Simplemente gracias por acompañar a Yuri en esta aventura de autodescubrimiento <3

Próximo capítulo: ¡Entre el jueves y viernes, en lo posible! Si me demoro es porque quedará más largo de la cuenta ;)

¡Besitos!

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