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Caminando a Viena

(N/A: Dar play al video en la escena correspondiente)

Tras veinte minutos de intenso debate, el grupo decidió que pagar los costosos boletos de tren hasta Viena les generaría un gasto que los dejaría muy cerca de la bancarrota en el caso de no conseguir a tiempo las tarjetas de JJ. Yuri tampoco quería eso. Si bien era un viaje en grupo, él seguía siendo un poco el que quedaba fuera del grupo y no sería sensato pasar ni siquiera un solo día sin nada de euros que le pertenecieran sólo a él. Porque no era solo el tren a Austria -que se le iban unos 500, mínimo- sino las comidas, el posible alojamiento hasta que el RBC les tramitara la tarjeta... sin contar todos los inevitables gastos extras que podían surgir.

-Hagamos autostop -propuso Mila-. Quizás pase una camioneta o lo que sea dispuesto a llevarnos.

-¿No has visto las películas de terror? -chilló JJ- ¡Nos podría recoger algún loco asesino!

-Oh, ya cállate.

Decidieron que lo mejor era esperar a primera hora de la mañana para hacer autostop. A la noche podían esperarse cualquier peligro un grupo de jóvenes de clase media -alta, en el caso de JJ- y a merced de las personas más peligrosas. Pasaron entonces la noche en una cafetería abierta las 24 horas donde tuvieron que sobrevivir con un café y unos sándwiches para pasar el aburrimiento.

La mañana siguiente, hacía un azotador sol por la autopista DK1 de Varsovia. Se tomaban turnos para alzar un dedo hacia la carretera donde todos eran ignorados. Ni siquiera cuando Mila se ató la camiseta y dejó a la vista su pálido vientre.

Yuri estaba echado sobre la hierba con una chaqueta encima de su rostro así no se le insolara la delicada piel. Mila estaba sentada a su lado, Otabek y Leo a varios metros de distancia mientras que era Leroy quien tenía el dedo alzado como idiota a los autos que pasaban.

-Y pensar que en un principio querían que hagamos autostop -masculló JJ alzando las manos-. No todo el mundo es tan compasivo, y nadie llevará a un grupo de chicos que lucen como hippies.

-Solo Leo luce como hippie -intervino Yuri.

Yuri evitaba hacer muchos comentarios ya que él sabía muy bien que su presencia entorpecía las cosas. Mucha personas estarían dispuestas a recoger a cuatro jóvenes pero era muy poco probable eso si eran cinco.

Y él no planeaba hacerse a un lado por ningún motivo. No ahora que sabía lo que era viajar con gente medianamente agradable, que podía entender la razón de que a la gente le gustara tener amigos.

Además, todo el tema del autostop se le hacía algo exagerado. Aunque por otro lado le agradecía que no tuviera que quedarse completamente pobre por unos pasajes de tren a Viena.

Leo se levantó de un salto y empezó a buscar algo en su maleta. Finalmente dio con un cuadernillo de tamaño considerable al que le arrancó una de sus hojas. Ya que ninguno tenía plumones, pidió prestado un delineador de Mila con el cual escribió en enormes letras: VIENA.

Así se paró en el mismo lugar que antes. Los brazos en alto por tantos minutos que Yuri podía vérselos temblar.

Cuando ya casi daba por perdida esa tonta idea, una lujosa camioneta comenzó a desacelerar lentamente y a maniobrar para estacionar cerca de los muchachos. Yuri solía ver ese tipo de vehículos en Moscú, precisamente en los barrios más lujosos y ricachones.

Y quien salió del auto, ciertamente era un ricachón que usaba trajes a la medida de Ralph Lauren. Sus anteojos incluso se veían costosos, ocultando unos ojos escrutadores de color azul eléctrico.

-Tengo lugar de sobre para llevarlos conmigo a Viena -dijo con voz grave y un fuerte acento ruso.

Todos los que habían permanecido en el suelo se alzaron con la sorpresa de aquel héroe salido de la misma nada. Otabek lo miraba con los ojos entrecerrados, casi desconfiando un poco de la buena suerte o las intenciones de ese hombre.

-A cambio de un pequeñísimo favor -terminó de decir.

-¡Disculpe, buen hombre! Pero no hacemos favores sexuales, ni siquiera Mila -trató de bromear JJ.

El hombre agitó su oscuro cabello con una sonrisa un tanto maquiavélica. Yuri tenía muchas ganas de correr hasta Otabek solo para chillarle que nada en ese hombre decía trigo limpio.

-Oh, no es nada alarmante, grave o que atente contra sus integridades, eso lo prometo -alzó las manos de forma inocente-. Mi nombre es Georgi, por cierto.

La camioneta apestaba a humo de cigarrillo y colonia cara de hombre. JJ estaba en el asiento de adelante con Georgi mientras que atrás debían amucharse para pasar las siguientes siete horas en la autopista hasta llegar a Viena.

Yuri estaba hiperventilando porque estaba en el medio, justo entre Mila y Otabek. Inevitablemente, su codo chocaba contra la suavidad de su camiseta y la cálida piel de su estómago, que subía y bajaba con cada respiración que daba. Lo mismo pasaba con sus piernas, por mucho que Yuri intentase, no podía evitar que al menos una fracción de su cuerpo lo tocase.

-Recuerdo cuando era joven y audaz -suspiró el hombre-. Con mi novia también nos fuimos de gira por Europa.

-¿Y en dónde está ella ahora? -inquirió JJ. Yuri estuvo tentado de patearle el asiento por hacer una pregunta tan personal e inadecuada.

Georgi frunció el entrecejo, apretando sus nudillos fuertemente contra el volante.

-Con su nuevo novio.

-Oh -murmuró JJ de manera muy silenciosa.

-Georgi -lo llamó Mila con familiaridad aunque tenía algo de nerviosismo- ¿Qué favor necesitas en Viena? ¿Tú no estás yendo para ahí?

-Pues de hecho me tengo que ir a Bratislava con urgencia, pero necesitaba hacer algo en Viena. Ahora que están ustedes... -alargó las vocales- Pensé que podrían echarme una mano así como yo lo estoy haciendo.

A Yuri eso no le daba ninguna buena espina pero no revelaría ninguno de sus pensamientos ante ese hombre. Se veía inofensivo a simple vista, algo enojón como cualquier ruso que se respetase y, sin dudas, muy adinerado. Sabía muy bien que no tenía que confiarse de ese cuadro tan inocente.

-¿Y se puede saber por qué hacían autostop para una distancia tan larga? -preguntó con curiosidad- Usualmente, los mochileros toman cortas rutas para así incluso ver más ciudades.

-Tengo que recoger una cosa del RBC -respondió JJ con liviandad-. Y el más cercano está en Austria.

La última sílaba la dijo tras dar un pequeño salto en su lugar. Yuri descubrió que era porque Otabek acababa de pellizcarle el brazo que daba contra la puerta.

-¿RBC, eh? ¿Son canadienses?

-Pues... sí. Queríamos vivir un poco de la buena vida europea -habló Mila-. Y probar muchas experiencias, ya sabes... como hacer autostop.

-Tienen suerte que no los ha detenido algún otro descarado. Hay gente que cree que por llevarte en su coche ya le debes un polvo o una mamada.

¡Y tú nos vas a usar para quién sabe qué! quiso gritar Yuri. Aunque claro, podrían simplemente huir en cuanto tuvieran la oportunidad sin tener que devolverle el favor al misterioso Georgi. A él no le importaba para nada aprovecharse.

Mila carraspeó, tratando de mirar el paisaje por encima de Leo.

-¡Qué vista más bonita! -exclamó- ¿En dónde estamos ahora?

-Estamos por cruzar la frontera con República Checa. Cruzaremos ciudades preciosas como Ostrava o Brno en unas cuantas horas. Por ahora, les sugeriría echarse una siesta.

Ni de coña, pensaba Yuri. JJ ya se veía acomodado contra el respaldo como para empezar a cabecear.

-¡Jean, tú eres copiloto! -gruñó Yuri- ¡Concéntrate!

No sería fácil escapar con uno de ellos dormido. Aunque podría ser mera fantasía y exageración de su loco cerebro, Yuri podía notar que nadie estaba del todo relajado. Escudriñaba también el arrepentimiento por haber aceptado ir en la lujosa Audi color azul marino de ese ricachón.

-¿Y si jugamos a algo? -propuso Leo- Dios, me estoy aburriendo demasiado.

Pero sabía bien que no era solo el aburrimiento sino la ansiedad por llegar. Leo tamborileaba ansiosamente los dedos sobre la base de la ventanilla. Al final, todos secundaron su infantil idea de elegir un juego de carretera para matar el tiempo de viaje con un posible mafioso.

Así que Yuri ignoró las emocionadas -pero también temblorosas- voces de sus compañeros al jugar con Georgi. El único que se mantenía apartado del juego igual que él era Otabek. Ambos intercambiaron una mirada que Yuri no podía descifrar del todo qué significaba.

-Todo va a estar bien -le dijo con una sonrisa bastante sincera.

Ojalá te refirieras a otra cosa con esa frase, Otabek, era lo que pensó mientras dejaba que su mente divagara durante varias horas.

El viaje se había hecho casi eterno hasta que el grupo llegó a los límites de la ciudad de Brno, en República Checa, donde Georgi dijo que debía frenar unos momentos para recargar el combustible. La estación estaba casi en medio de la nada, no más que kilómetros de autopista hasta que dieran con la civilización.

En cuanto Georgi se bajó unos minutos de la camioneta para cargar la gasolina, Yuri se acercó hasta el oído de Otabek, la espalda pegada al respaldo y encogido sobre sí mismo.

-Hay que distraerlo e irnos -susurró.

-No hay forma de que podamos huir acarreando todas nuestras cosas -contestó en el mismo tono.

-Tenemos que decirle que haremos su favor y luego desaparecer -opinó JJ desde adelante, también agazapado en su asiento.

-¡No! Si es peligroso de verdad entonces podría mandar a buscarnos después.

-No sabe que vamos a ir a Budapest...

-¡Pero gracias a ti sabe que usamos dinero del RBC!

Segundos después regresó Georgi, silbando entonadamente y con unos cuantos paquetes de dulces frutales que les ofreció a todos ellos. Casi todos declinaron con amabilidad excepto JJ, que decidió arriesgarse y aceptarle uno.

Yuri estaba ya seguro que iba a patearlo en cuánto se bajaran.

-Así que... Georgi -habló Jean mientras lamía su caramelo- ¿Qué favorcito era el que necesitabas?

-Necesito que lleven un maletín muy importante cerca del anochecer -dijo sin preocupación-. No les tomará mucho tiempo. Además, no hay apuro... ¿no?

-¡No, claro que no! -rió JJ- ¿Apuro de qué íbamos a tener? Si seguro nos quedaremos paseando por Viena mucho rato.

Los nervios estaban matando a Yuri. Ni siquiera se dio cuenta en qué momento le agarró los dedos a Otabek, apretándolos con tal fuerza que lo escuchó soltar un pequeño siseo de molestia, pero nunca apartó la mano. Yuri trató de musitar una leve disculpa pero Otabek le sonrió y le aseguró que no era ningún problema para él.

Poco a poco la belleza de Viena empezó a hacerse notar: la perfecta mezcla arquitectónica de la ciudad, que se fusionaba en un estilo único e inigualable donde el modernismo y el tradicionalismo coexistían armoniosamente. Desde los gigantes edificios de acero y cristales hasta las iglesias góticas y la magnificencia barroca del Palacio Belvedere, la antigua residencia de la legendaria familia Habsburgo además de la sede de gobierno del Imperio Austro-Húngaro.

-Los entiendo -dijo Georgi al ver las bocas abiertas y maravilladas de los demás presentes-. Yo también me puse así la primera vez que visité Viena.

Soltó un suspiro nostálgico.

-Por muy de anciano que suene, no duden en asistir a algún concierto de la Filarmónica de Viena. Créanme, niños, es algo de lo que nunca se arrepentirán.

Leo ahogó un jadeo de emoción. Yuri pudo ver sus decaídas cejas al pensar que no tendrían ningún tiempo para conocer la ciudad de la música, la cuna de cientos de artistas que hasta hoy en día el mundo recordaba. Sería una tremenda decepción para alguien que apreciaba tanto dicho arte, más ahora que conocía la verdad detrás de su inmenso amor por la música y aquella la belleza y melancolía que era capaz de desprender al mismo tiempo.

-¿A dónde estamos yendo?

-Al banco, claro está. Sé dónde queda el edificio del RBC. No me cuesta nada alcanzarlos -contestó Georgi-. Luego les explicaré mejor hacia dónde tienen que ir a dejar al maletín para que pueda partir a Bratislava y llegar a alistarme para mi compromiso de la tarde.

-Que amable -bufó Yuri sin darse cuenta de lo odioso de su comentario.

Al parecer, Georgi tampoco lo notó. Aunque también se veía como el tipo de persona que decide hacer oídos sordos a las cosas que no le gustaban.

Durante el transcurso entre la ida al banco y la espera a que JJ saliera de una maldita vez para que pudiera abandonar a ese loco se sintió una eternidad. Estaban afuera del auto ahora para poder estirar las piernas pero Georgi no dejaba de revolotearles alrededor como buitre hambriento. Todos ellos estaban con sus maletas encima lo que hacía bastante tentador el salir corriendo y dejar al pobre idiota de Leroy a su suerte.

Pero Yuri era el único al que esa idea le parecía tentadora.

-¡Hey! -escucharon la voz del canadiense mientras bajaba apresurado por las escalinatas del RBC- ¡Listo! ¡Nos podemos ir a Bu-... buscar el hotel! -se corrigió con una sonrisa inocente. Bien jugado, por esta vez.

-Excelente. Así dejarán sus cosas y me harán mi favor -intervino Georgi.

-Basta de usar la palabra favor... -suplicó Leo en voz baja cerca de Yuri.

Georgi sacó de la cajuela un maletín de cuero que se veía bastante costoso. No quería ni imaginarse qué podría estar guardando en su interior. Se acercó hasta Otabek y la depositó sobre sus fortachones brazos. El chico la aceptó con algo de vacilación.

-Necesito que vayan a la Karlsplatz en el distrito homónimo, justo al frente de la estación del U-Bahn encontrarán un pequeño edificio verdoso al lado de una patisserie. Toquen el portero que llama al piso número 2, apartamento 4. Entreguen este maletín a una mujer llamada Anya Pétrova.

-Eh...

-Es de vital importancia que le entreguen esto ¿de acuerdo? Piensen en ustedes mismos allí tirados en la autopista de Varsovia antes de que yo lo recogiera -siguió diciendo. Se acomodó el saco-. Ahora, tengo un asunto muy importante en Bratislava y tengo una hora hasta Eslovenia. Eso sin contar el tráfico y el tiempo que me tomará prepararme. Si me disculpan...

No se gastó en estrechar las manos de ninguno de los presentes. Simplemente se calzó los lentes, agitó una mano y se metió en su Audi. Antes de irse, bajó la ventanilla y alzó su dedo pulgar hacia los jóvenes.

-Davai, camaradas -exclamó al tiempo que pisaba a fondo el acelerador.

De repente ya no estaba. Solo quedaban ellos cinco, perdidos en medio de Viena y con un maletín de dudoso contenido que entregar a solo Dios supiera qué clase de persona era esa tal Anya.

-Arroja ese maletín a la mierda -exclamó Yuri a Otabek- ¡Ahora! Huyamos antes de que tenga tiempo de enterarse a dónde fuimos.

-¡Él sabrá que no lo entregamos! Oh por los santos... -Leo empezó a dar vueltas sobre sí mismo- ¿Y si adentro tiene drogas? ¿Armas? ¿Dinero robado?

-¿De verdad te preocupan las drogas después de que pegaste un viaje a Saturno cuando estuvimos en Dinamarca? -le preguntó Yuri dándole un golpe en el pecho- ¿Y luego de que Leroy se robara un tótem?

-¿Podemos no hablar del tótem? -pidió JJ con surgida molestia.

Yuri alzó las manos con exasperación. Otabek seguía apretando fuertemente el maletín contra su pecho, su rostro incapaz de denotar una sola emoción acerca de lo que estaban viviendo. Mila se agarró el rostro con ambas manos.

-Esto es malo.

-¡Vaya, yo que pensaba que era la principal atracción turística de Viena!

-Chicos, chicos -dijo JJ posando una mano sobre el hombro de cada uno-. Adentro podría no haber nada malo o ilegal... quizás hay perritos de peluche. O muchos chocolates.

-¿Y si lo abrimos? -propuso Mila mordiéndose una uña, la cual ahora se veía completamente despojada del barniz rojo que la cubría horas atrás.

-¡Oh, no! Si hay algo de verdad malo ahí no creo poder soportar la culpa. Ya sabes: ojos que no ven, corazón que no siente -dijo Leo en su idioma. Yuri no podía entender lo que decía pero al parecer los demás sí.

-Opino que hagamos lo que considere Otabek -soltó JJ-. Es el único que tiene la barrita de sentido común siempre cargada, él nos salvará de esta.

Todos giraron hacia donde yacía Otabek con el maletín. Sus ojos se movieron en varias direcciones, pasando por los expectantes rostros de cada uno de sus amigos y también de Yuri.

-Hay que dejar el maletín -dijo finalmente-. No solo es la opción más segura sino también la correcta.

-¿La más segura...? -replicó Yuri- ¡Mira si adentro hay una bomba! Con todo el terrorismo de estos musulmanes de mier-...

Se detuvo. Otabek tenía la boca apretada y Yuri sentía que su propio corazón se ponía igual. Deseó tener una navaja con la cual arrancarse la boca así no tuviera que seguir metiendo la pata a cada rato con Otabek. Los otros tres estaban bastante silenciosos.

-No negaré que tienes razón, pero dudo mucho que sea una bomba -contestó calma-. Por favor, no entremos en pánico por un minúsculo maletín que probablemente no contiene nada muy importante si Georgi decidió dárselo a un par de desconocidos que no puede cuidar ni una tarjeta de crédito.

Nadie quería admitirlo pero, como era usual, toda la razón iba para Otabek.

Todos estaban famélicos por probar bocado desde la madrugada y, dado que los más fatalistas como Yuri o Mila creían que morirían por culpa del maletín, se compraron unas salchichas vienesas ahumadas y en trocitos con algunas salsas para acompañar además de varias porciones de strudel de manzanas. Yuri apenas sí pudo proba bocado pero JJ estuvo bastante gustoso de tomar las sobras que dejó.

-Para romper la tensión, quisiera que hagamos una lista de todas las posibles cosas que saldrán mal -habló Leo.

-Nos van a robar todo.

-O secuestrar.

-O usar nuestros cuerpos para un culto a algún santo de la muerte.

-¿O violar? -Mila se mordió ahora otra uña esmaltada.

-O... -canturreó JJ- Puede que nos agradezcan que nos condecoren con algún premio.

-Ya basta. Dejemos de pensar en todo eso -regañó Otabek. Nadie le prestaba atención.

-¿Y si en ese maletín hay películas snuff? Oh Dios... ¡¿Y si somos la carnada para una película snuff?!

Yuri caminaba firme, intentando no demostrar de más el pequeño malestar que sentía y fingiendo que sí podía ser valiente incluso ahora. Él era una persona impulsiva y que no temía arriesgarse pero era lo suficientemente inteligente como para saber que algo no pintaba demasiado bien, que era mejor alejarse. Pero en aquellos momentos no había posibilidad de dar vuelta atrás por lo que solo quedaba la opción de ir erguido hasta la casa de Anya Pétrova a dejar el maletín y mirar el paisaje austríaco de paso en el camino.

Antes de llegar a la estación de U-Bahn que los dejaría justo en Karlsplatz, circundaron algo perdidos por varios edificios famosos de Viena: la Biblioteca Nacional de Austria, varias catedrales del más puro estilo gótico, el ayuntamiento. Al menos cuando recordara el viaje podría decir que tuvo un pequeño atisbo de la preciosa Viena.

-¿Es esa casa de allá?

-Pareciera ser que sí...

Era un edificio de no muchos pisos, justo al lado de una pastelería francesa llamada Lyon. Los cincos estaban amontonados entre sí frente a las escaleras que llevaban al portero eléctrico que los comunicaría con Anya. Yuri contuvo la respiración un par de minutos.

-¿Quién se sacrificará? -preguntó JJ sin dejar de mirar al frente.

-Yo opino que tú seas el héroe.

-Iré yo -dijo Yuri con decisión.

Otabek lo tomó del antebrazo con cierta fuerza. Los dos intercambiaron una intensa mirada hasta que el kazajo suspiró y le dio el maletín. Yuri pensó que cualquier otra persona se hubiese sentido abandonada ante esa acción pero a él le emocionaba un poco que lo considerara lo suficientemente capaz como para hacerlo.

Dio unos lentos pasos por los escalones hasta que tocó el botón correspondiente por más segundos de los que debía. El corazón le latía tan fuerte que ya casi no podía escuchar nada de lo que pasaba a su alrededor.

-Wer ist da? -dijo una ronca voz femenina al otro lado. Yuri dio varias bocanadas antes de responder en inglés.

-¿Se encuentra Anya Pétrova?

-¿Quién la busca? -contestó ahora en el mismo idioma.

-Vengo de parte de un hombre llamado Georgi a dejar un encargo.

Silencio. Yuri se giró a mira a los demás al otro lado de los escalones, que lo miraban con cierta expectativa y ansiedad.

-¿Hola?

-Estoy aquí, ¿dices que vienes de parte de Georgi...?

-Sí -musitó-. Dijo que era urgente entregarle un maletín a Anya Pétrova ¿Se encuentra ella...?

-Soy Anya Pétrova.

Aquello fue lo último que dijo antes de que se escuchara la alarma eléctrica que abriría la puerta en cuanto Yuri la empujara. Se apresuró a hacerlo y, antes de meterse, les hizo una seña a los demás para que lo siguieran. El primero en acercarse fue Otabek.

El pasillo y las escaleras estaban bastante a oscuras y ninguno tenía idea de dónde había un interruptor. También temían que encender las luces pudiese molestar a la gente peligrosa que viviera allí.

Una mujer ya estaba esperándolos afuera del apartamento. Tenía largo cabello, castaño y sedoso perfectamente acomodado en bucles. A pesar de que estaba usando una bata para dormir, tenía la boca pintada de coral y los ojos perfectamente sombreados.

-Debo decir que me ha tomado por sorpresa -dijo ella-. Pasen.

-Creo que es mejor que le demos el maletín y ya porque tenemos mucha prisa -se apuró a contestar JJ.

-Quiero que pasen -ordenó con gran autoridad antes de meterse.

-¡Ay, sí señora!

Mientras entraban en fila india al pequeño apartamento -y bastante moderno y limpio, considerando lo anticuado del edificio-, Yuri se dispuso a inspeccionar cada pequeña cosa que le sirviese de pista. Si bien casi todo estaba acomodado, había unas cuantas camisetas recién planchadas descansando sobre el sofá, que estaba muy seguro pertenecían a un hombre.

-¿Cómo es que han terminado haciéndole un favor a Georgi? -preguntó con una mueca de desagrado.

-Señora, nosotros solo queríamos entregarle su maletín, tenemos un compromiso importante...

-¿De verdad Georgi les ha dicho que me entregaran esto con urgencia? -soltó una risa irónica- ¡Qué típico de él! Y ni siquiera venir a dar la cara...

Ninguno le respondió. Los cinco simplemente se dedicaron a mirarse de reojo con algo de confusión.

-Quiero que veas con sus propios ojos lo que han tenido que traerme -Anya rodó los ojos.

Puso una combinación en el maletín la cual hizo abrirlo al instante. Anya lo destapó entonces y soltó una carcajada al ver su contenido, como si fuese exactamente lo que ella había estado pensando que tendría. Lo giró encima de la mesa hacia el lado en que el grupo estaba agazapado, sus cabezas chocando entre sí para enterarse de lo que realmente estaba pasando.

Y Yuri sintió que el corazón se le caía a los pies. No sabía si de alivio o de enojo.

El maletín estaba lleno de chucherías. Cartas y sobres arrugados, un poco de ropa interior con agujeros, fotografías de rollo instantáneo con manchones en rojo sobre el rostro de quien parecía ser Anya... al lado de Georgi. Incluso había unas rosas secas y también un peluche de conejito decapitado.

-No entiendo nada -fue Otabek el primero en decir algo.

-Georgi es mi ex novio. Sigue molesto porque le fui infiel con su mejor amigo -contestó Anya como si fuese algo normal.

Yuri arrugó la nariz con molestia hacia esa mujer. Por un segundo había pensado que ese Georgi era un loco de atar pero ahora estaba seguro que el maletín era una venganza bastante barata para el tipo de traición que había tenido que sufrir.

Leo estaba riendo a carcajadas pero no por el tema del maletín en sí sino que reía histéricamente de los nervios acumulados. Yuri podía verle las manos temblar. JJ miraba en shock al peluche decapitado, mientras que Mila a su lado tomó lo que parecía ser la única fotografía sana.

En ella se veía a Georgi, igualito a como lo conocieron horas atrás, abrazando por los hombros a una rubia mucho más bonita que Anya. Ella le besaba la mejilla mientras él reía, con la Torre Eiffel de fondo para contemplar el panorama romántico.

-Está escrito atrás -notó Yuri tratando de leer. Mila lo giró y recitó en voz alta:

-Espero tú y Leonid sean felices juntos. Aunque no creo que tanto como Dominika y yo lo somos. Con el amor que alguna vez les tuve; Georgi.

Se hizo un pequeño silencio en la sala, todos procesando la cadena de hechos que se habían sucedido en el día y los habían dejado en donde ahora estaban.

-Dominika -volvió a decir Mila mirando la foto- ¡Por eso se fue a Bratislava! Su novia es eslovena...

-Georgi tiende a ser algo dramático y teatral -completó Anya con un encogimiento de hombros-. Lamento que hayan tenido que formar parte de su escenificación.

-Y yo lamento que seas tan cruel como para haberlo engañado con su mejor amigo -espetó Yuri sin cuidado.

Anya le alzó una ceja y lo miró de arriba abajo. No pareció haberle afectado en lo absoluto las palabras del chico, ni que decir que sintiera culpa por su infidelidad. Él se creía a sí mismo cruel muchas veces pero ahora podía ver que existía gente que había tocado fondo, tan profundo que ya no eran capaces de volver a levantarse.

El grupo se despidió de Anya -Yuri ni siquiera se gastó en hacerlo- y abandonaron rápidamente su apartamento. Nadie era capaz de articular palabra de todo lo que acababa de ocurrirles.

-¿Iremos a Budapest, entonces? -inquirió Mila para levantar los ánimos del ambiente.

-Aquí dice que tenemos dos horas y media en tren -leyó Leo en celular-. No sirve de mucho que vayamos ahora y nos arriesguemos a no encontrar alojamiento.

-¿Entonces pasaremos otra noche en la estación? -suspiró JJ sobándose la parte baja de la espalda.

-Podríamos tal vez aprovechar algo que ofrezca Viena -pensó Otabek, que por alguna razón estaba mirando hacia Yuri-. Hay muchas cosas por hacer, estoy seguro.

Leo esbozó entonces una pequeña sonrisa. Los demás lo miraron con curiosidad por aquel gesto.

-Tengo una pequeña idea. Pero tendremos que dejar las maletas en los lockers de la estación.

Entre los otros cuatro se dispararon miradas de aprobación. Los ojos de Leo estaban brillando por algún motivo.

-Y... usar nuestra mejor ropa, también.

La parte de la mejor ropa fue algo difícil ya que según Yuri, su mejor ropa consistía en unos jeans ajustados con las rodillas rasgadas y una chaqueta de cuero que tenía en los puños el dobladillo hecho con tela animal print.

Como no era adecuado para el lugar que visitarían, tuvo que cambiar sus jeans por unos pantalones negros y una chaqueta de cuero sencilla que fue le fue prestada por Otabek. Le andaba increíblemente enorme pero al menos se veía más de etiqueta que la suya. Trataba en vano de que su perfume no lo embriagara pero era una tarea un tanto difícil.

JJ tenía un saco de traje que Yuri no sabía para qué lo cargaba. Mila usaba un vestido de cuentas junto con unos tacones. Leo una sencilla camisa con un lazo prestado por JJ. Otabek iba muy similar a lo que solía usar siempre, su cabello perfectamente acomodado con el agua que robaban de los baños públicos.

-No digan que no lucimos como protagonistas de una película de agentes secretos -decía JJ arrojándole un beso y un guiño a su reflejo en un escaparate.

-Lucimos como las personas que los agentes secretos perseguirían.

No estaban demasiado lejos del lugar al que debían asistir. La noche estaba ya cayendo en Viena y la gente salía de sus hogares para disfrutar de la vida nocturna: los bares, clubes o simplemente un paseo por las finas calles de la ciudad. Otros tantos iban directamente a donde el grupo se dirigía: la Ópera Estatal.

Desde una calle antes ya se podía ver el amontonamiento de la gente, ansiosa por entrar a disfrutar de la bella música clásica. Yuri, aunque le pesase admitirlo, era un poco fan. El haber crecido con una madre profesora de ballet lo había hecho vivir en medio de Beethoven, Mozart, Strauss, Chopin, Bach, Wagner y más que nada el ruso Tchaikovski. Recordaba los finos acordes de los pianos, los violines, los oboes, contrabajos, clarinetes y trompetas. Todo en una perfecta sintonía que parecía hacer magia en tus oídos y corazón, una sensación de que todos esos bellos sonidos no podían funcionar de otra manera que no fuese juntos.

Estaba emocionado. No sabía si tanto como lucía Leo, un amante empedernido de la música y a la admitía abiertamente deberle la vida. Hasta Mila y Jean tenían un brillo de emoción al ver la elegancia de la Ópera. Y Otabek...

Tenía una sonrisa nostálgica, la misma que Yuri estaba seguro se plastificaría en su propio rostro cuando el maestro de orquesta diera la orden de comenzar.

-Hoy tocarán el concierto para piano n° 5 de Beethoven... ¡El Emperador! -exclamó Leo agitando el folleto.

-Amo Beethoven -susurró Otabek, sus mejillas teñidas de un ligero rubor.

-Duh, ¿Por qué crees que insistí en venir? -respondió su amigo mientras le pasaba un brazo por los hombros- Tu felicidad es nuestra felicidad, Beka.

-Supongo que si es por Otabek puedo soportarlo -se encogió de hombros JJ.

Tras hacer la larga fila y pagar las modestas entradas, encontraron unos asientos libres casi al final de la Ópera. Estaban algo lejos del escenario pero Yuri sabía que eso no importaba cuando la música era lo que entraría por cada poro de tu piel. Era un lugar majestuoso, con asientos de terciopelo rojo y una inmensa lámpara circular incrustada en el techo ligeramente abovedado, o al menos ese efecto daban las figuras dispuestas.

Había ancianos, adultos, muchos jóvenes como ellos. Todos listos para unirse como un solo receptor ante el fino y bello lenguaje de la música.

No notó después de un par de minutos que Otabek estaba observándolo embelesado, perdido en la mirada de Yuri que vagaba por todos los rincones de la Ópera.

-Veo que también eres un fan -dijo como un hecho. Yuri no tenía energías para tratar de ocultarlo.

-Soy hijo de una bailarina. Incluso de pequeño hice un tiempo... -suspiró- Es inevitable recordar cosas.

-Yo siempre quise hacer ballet -confesó Otabek con un tono nostálgico-. Pero mis padres se negaban rotundamente. No importaba cuánto lo pidiera...

Yuri se removió en su lugar para tener una mejor visión del kazajo. Él tenía ahora la mirada clavada en sus propios dedos.

-Decían que agradeciera que tenía los hombros anchos de un hombre fuerte -siguió diciendo con un gesto amargo en el rostro-. Que el ballet era para las niñas occidentales y los homosexuales.

Suspiró abatido. Yuri jugueteó con sus propios dedos, un poco queriendo tomar los de Otabek. En ese momento no había tiempo para recordar sus miedos o rencores.

-Pero un día Mila y su madre me llevaron en secreto, cuando tenía trece -se rió, pasándose la palma de la mano por la nariz.

-¿Y qué ocurrió? -preguntó con la voz ligeramente ronca.

-Fui un desastre. Fallé en todo lo que me pidieron.

Respiró con fuerza por la boca. Yuri lo miró alzar la vista al escenario, los ojos cubiertos por una muy fina capa acuosa que no parecía permitirse salir.

-Y por años... le di la razón a mis padres -siguió diciendo, negando ligeramente con la cabeza-. Pensé que quizás era cierto que el ballet no era para mí. Jamás volví a probarlo.

Su mano se apretó en un puño que depositó encima de su boca. Yuri tenía la garganta completamente cerrada, incapaz de decir ni una sola palabra ante el recuerdo de Otabek.

Se quedaron en silencio unos minutos, escuchando el bullicio de todos los que llegaban y los cuchicheos animados del resto de sus amigos. De pronto las luces bajaron y los murmullos comenzaron a apaciguarse. Solo quedaba la iluminación semi anaranjada del escenario, que se empezó a llenar de todos los músicos junto con sus instrumentos. El pianista por un lado, los violinistas en su sector, los instrumentos de viento un poco más alejados y los contrabajistas detrás de los metales.

-El primer movimiento es el Allegro -murmuró Otabek cerca del oído de Yuri. Este le sonrió con diversión.

-Claro que lo sé.

El director de la orquesta entonces se subió a su podio, haciendo una mínima reverencia a todos los presentes. La gente aplaudió con muchas ganas a aquel hombre mientras se posicionaba buscando sus partituras. Alzó la batuta dando unos toquecitos en la madera antes de agitarla en el aire.

La orquesta comenzó a tocar. El lugar entonces se vio inundado por la fuerte y espectacular música de Beethoven que marcaba su inicio con los instrumentos de viento que daban paso a las maravillas notas del solo de piano. Yuri sintió que la emoción lo transportaba al siglo XVIII, a una época de reyes y nobles que también se sentaron en donde él estaba ahora para disfrutar la música de maravillosos artistas.

El movimiento era suave y dulce por ratos, salvaje y osado en sus momentos de mayor intensidad. Yuri abandonó aquel pasado que no conocía para adentrarse en el suyo propio, en las frías mañanas de Moscú cuando su madre le enseñaba a hacer un plié, un arabesque y le animaba aunque sus fouetté le salieran del asco. No hacía mucho que lo adoptaron y aquella fue una de las pocas maneras que tuvo para conectar con esa extraña mujer llamada Lilia. No tenían que hablar. Simplemente se dejaban llevar por la música y la fluidez de los pasos que poco a poco hacía suyos. Se tomaban una taza de bebida humeante después de sudar largas horas, sobándose los adoloridos pies que más tarde ponían en cuencos llenos de perfumadas sales de baño.

Con Yakov la cosa llegó mucho más tarde, cuando lo llevó por primera vez a patinar sobre hielo. Y pensó que eso jamás podría haber sido posible de no ser por el fino ballet que aprendió con su madre. El hielo era maravilloso pero Yuri sentía en los últimos años que la mala relación con su padre y su orden de querer arrastrarlo a San Petersburgo lo alejaban más de esa otra pequeña pasión.

Se imaginó entonces que Otabek también tendría una historia con la música y el arte. Todas las personas lo tenían. Algunos escribían para escapar de la realidad, otros admiraban al cine deseando construir algo igual de precioso, muchos pintaban para sacar el cúmulo de emociones que amenazaban con ahogarlos.

La vida misma podía decirse que era arte. Vivir transformaba la monotonía de existir en arte, no importa lo que otros dijeran.

Su viaje era arte. Un arte bizarro y desordenado, pero no menos válido por ello. Para Yuri había sido un escape de la realidad pero apenas ahora, observando con piel de gallina a la Orquesta Filarmónica de Viena tocar con una sofocante y hermosa pasión, se daba cuenta que no solo estaba apreciando el arte sino también creándolo.

Se dio cuenta que había estado llorando solo al sentir la completa humedad de sus mejillas bañadas en lágrimas de emoción, tristeza, miedo, alegría ¿Él era capaz de sentir tantas cosas a la vez con un poco de música bonita? ¿Tan fácil era?

Su mano izquierda encontró la de Otabek. Y la otra buscó enredarse entre los dedos de Mila, que también tenía sus bonitos ojos azules enrojecidos de emoción pero la sonrisa tan ancha que le deformaba las facciones dejándola mucho más hermosa. Era arte, lisa y llanamente.

Quizás fueran cosas de Austria, el país que más valoraba el arte en todas sus formas: desde las más modernas hasta las viejas técnicas tradicionales. Solo necesitabas un empujoncito en Viena para ver las cosas como Yuri lo hacía, o eso creyó él que era lo necesario.

El Allegro llegó entonces a su momento de mayor clímax. La emoción de los clarinetes y oboes, el piano danzando de forma que opacaba de una manera no intrusiva a la dulzura del violín. Sintió que su pulso retumbaba en toda la sala al son de la música mientras el auge comenzaba a descender para finalmente acabar.

Y lo hizo, con la multitud rompiendo en aplausos y lágrimas, saltando de sus asientos para aplaudir aquel maravilloso primer movimiento. JJ hasta chillaba de forma poco elegante pero nadie podía culparlo. Yuri no estaba seguro si podría soportar los otros dos que le seguían.

-Hermoso -murmuró Otabek completamente hipnotizado hacia el escenario.

-Tantas, tantas cosas lo son -respondió Yuri sin pensárselo.

Otabek giró a mirarlo inmediatamente. Y le sonrió con complicidad. Los dos siguieron aplaudiendo hasta que las luces se apagaron por completo en la mágica Ópera de Viena.

Un destino completamente inesperado, porque yo pretendía que estén de paso por Austria nada más antes de llegar a Budapest. No quería incluirlo por ciertos recuerdos que tengo pero al final la belleza del país de la música me terminó ganando y no me arrepiento de nada ¡Espero les haya gustado!

La canción que dejo es la que ellos escuchan en la ópera pero la versión que hizo la Filarmónica de Londres para una serie que me tiene medió obsesionada ahora sense8 ♥️ y que hasta me dan ganas de hacer un AU para un fic algún día

Dos noticias importantes:

¡Subí el fic de Anastasia! Se llama Stolen Kingdom para quien no lo vio y le interesa leerlo ♥️

La otra es que seré jueza en un concurso de premios para fanfics de YoI llamado Vkusno Awards. Muchas categorías están llenas pero hay otras que todavía tienen puestos libres, por si alguna es escritora y le interesa participar c: pueden encontrar el link en mi tablero ¡Va a ser muy divertido!

Es todo por hoy :D cada vez nos acercamos más y más a París... Muchas gracias por todos los votos y mensajitos hermosos de todos los días ♥️ hoy estoy ya sin tiempo y apenas llegue a escribir el cap (sin corregir mucho :c). Y espero que el proximo este para el viernes con suerte.

¡Besitos!

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