Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Epílogo


Y con esto, concluye Una noche en el Sodoma, mi humilde intento de homenajear al género homoerótico y a algunas de mis autoras favoritas. Gracias a todos por haberme acompañado hasta el final de la historia, por haber esperado con infinita paciencia cada capítulo, por reíros conmigo y por adorar a los mismos personajes que yo.

Gracias también a todas aquellas autoras que me han hecho soñar con sus historias, y que han tenido a bien "prestarme" a sus personajes durante un tiempo, para que se pasearan por esta historia. La noche llega a su fin, y ahora, con gran pesar, debo abandonarlos. Espero reencontrarlos de nuevo entre las páginas de aquellos libros que adoro, pero sin olvidar que todos ellos pasaron Una noche en el Sodoma.

_________________________

Noah no sabía dónde meterse. Minutos antes Marc había irrumpido en el Sodoma, y al ver que Samuel y él estaban bailando juntos, los había separado de malos modos para llevarse a su novio unos metros más allá. Desde entonces, la parejita estaba enzarzada en una discusión en medio de la pista de baile.

Él ya sabía, porque el propio Samuel se había quejado de ello, que el nadador era bastante celoso. Con lo que no había contado Noah era con ser el foco y la causa de dichos celos. Varias veces a lo largo de la discusión, los vio mirándole, e incluso gesticulando en su dirección. Incómodo hasta límites indecibles por la situación en la que involuntariamente se había metido, empezaba a barajar la posibilidad de hacer mutis por el foro, pero no quería irse sin al menos despedirse. Con suma cautela, se acercó a ellos, que al verle venir pararon la discusión.

—Samuel... Mejor yo me voy ya, ¿vale?

—Sí, eso —le animó Marc—, tú mejor vete.

Intentó encajar el comentario con ecuanimidad, y marcharse sin decir nada más, pero al ver el rostro avergonzado de Samuel cambió de idea.

—¿Sabes? —dijo, volviéndose hacia Marc—, no sé cuál es tu problema, pero estás muy equivocado conmigo.

—¿Ah sí?

«Hoy no me voy a casa con la cara de una pieza», se dijo a sí mismo al valorar la estatura y los bíceps del novio de Samuel, pero aun así  no pudo evitar continuar.

—Sí. Y con tu novio también. Yo no sé de qué va vuestro rollo, pero Samuel es un tío legal, y no ha hecho nada malo. ¿Y tú vienes como un energúmeno solo porque nos ves bailando? ¿De qué vas?

—No solo has estado bailando con mi novio, que lo sé. Antes le estabas abrazando.

—¿Que yo estaba abrazando a...?

—Ya sé de qué viene todo esto —le interrumpió Samuel, que hasta ese momento se había contentado con observar la confrontación en silencio. Luego se volvió a su novio—. No me puedo creer que te hayas puesto así solo porque nos vieras abrazados. Y para tu información, no fue nada sexual, abracé a Noah porque estaba... —Miró dubitativo a su nuevo amigo antes de continuar—... deprimido. Por culpa del lobezno —añadió en un tono más bajo, en un intento de que Noah le pudiera escuchar.

Pero Noah sí que le escuchó, y se ruborizó violentamente cuando Marc volvió sus ojos hacia él de nuevo, valorándolo como si lo viera por primera vez.

—Pisha, ¿eso es verdad?

—Joder con el andaluz —se quejó—, sí que eres desconfiado.

Ahora fue el turno de Marc de ponerse como un tomate.

—De verdad, estás paranoico. Esto tiene que acabar —aseveró Samuel, ajustándose las gafas al puente de la nariz—. Tienes que aprender a confiar en mí.

—Pero Samu. —Marc parecía casi ofendido—. Yo confío en ti.

—No, no lo haces. Si confiaras en mí no estarías tan celoso todo el día. ¿Y qué si Noah es muy guapo? ¿Y qué si salgo una noche con él? ¿Es que acaso no puedo tener amigos?

—No es eso —y luego, bajando el tono de voz, añadió—: es que no quiero perderte otra vez.

—Pues comportándote así no vas a retenerme a tu lado. Tienes que confiar en que lo que ocurrió entre nosotros no va a volver a pasar, porque ahora sé lo que quiero, y lo que quiero es estar contigo. Pero no seguiré queriéndolo si me haces la vida imposible.

Noah observó cómo Marc bajaba la mirada apesadumbrado y murmuraba algo ininteligible. Samuel se acercó a él y comenzaron una conversación en un tono más pausado y demasiado bajo como para que Noah pudiera seguirla del todo. Tuvo el impulso de alejarse de ellos para darles algo de intimidad, pero no lo hizo. Poco después, fue testigo de cómo Marc sacaba un caramelo de su bolsillo para entregárselo a Samuel, que lo aceptó entusiasmado para acto seguido colgarse de su cuello, más dispuesto, al parecer, a comerse la boca de su novio que el dulce que este acababa de darle.

—A mi sugusito le ha gustado su sugus —pudo oír que decía el nadador, cuando al fin sus labios se separaron.

Noah puso los ojos en blanco ante tremenda cursilería.

—Oh, por favor...

—Lo siento, intentaré no ser tan celoso en el futuro —continuó Marc. Luego se volvió hacia Noah—. Supongo que a ti también te debo una disculpa.

—No pasa nada —contestó con humildad.

Samuel le dedicó una mirada de agradecimiento, como si valorara el hecho de que Noah no se enfadara con su novio por su comportamiento. Luego se puso de puntillas y le besó el cuello a Marc.

—¿Qué te parece si nos vamos a casa a hacer las paces? Te dejaré volver a usar ese huevo vibrador...

Mientras la parejita se hacía carantoñas de lo más empalagosas, Noah suspiró:

—Hay que ver, todos los samueles que conozco son unos salidos.

Pocos minutos más tarde, los tres abandonaban el Sodoma con la intención de coger un taxi. Noah estaba dudando si compartir taxi con ellos y tener que seguir soportando los preliminares de su reconciliación, pero ellos insistieron tanto que no le pareció cortés declinar la invitación, y ya se veía a si mismo apretujado en el asiento trasero del taxi mientras aquellos dos se daban el lote.

El aire fuera estaba fresco y la calle estaba mucho más despejada de gente que cuando entraron. Cruzaban la acera en dirección a la parada de taxis, cuando una voz les detuvo.

—Noah, espera.

Noah giró sobre sus talones, sabiendo de antemano con quién se iba a encontrar.

David se acercaba a él a grandes zancadas, mirándole intensamente. Llevaba un cigarrillo colgándole de la comisura de los labios y, como siempre, estaba guapísimo.

Pudo oír cómo Samuel y Marc cuchicheaban detrás de él, y distinguió con claridad la palabra lobezno, pero no se giró para ver qué decían.

—¿Qué quieres? —Se encaró con David en el momento en el que estuvo lo suficientemente cerca.

—¿Podemos hablar? —le preguntó.

Al mismo tiempo, Noah oyó el inconfundible sonido de la puerta de un vehículo al abrirse y la voz de Samuel, despidiéndose:

—Hasta luego, Noah.

Se giró para ver como ambos se metían en un taxi sin la más mínima intención de esperar por él.

—Joder tíos, no me dejéis aquí tirado —siseó, dándose cuenta de repente de que prefería mil veces estar apretujado con ellos en el asiento trasero de un taxi que enfrentándose con David.

—Te llamo mañana —le dijo Samuel, antes de desaparecer en el interior del vehículo, que segundos después, se ponía en marcha.

—¿Noah? —volvió a oír a su espalda, y por la cercanía de la voz adivinó que David había avanzado sin ser invitado los últimos pasos que les separaban.

—No quiero hablar contigo —respondió, caminando en dirección contraria.

—No te vayas, joder. —David le alcanzó y le detuvo, agarrándole del brazo—. ¿No ves que estoy esperando por ti?

Se giró para mirarle.

—¿Para qué?

—¿Para qué crees tú?

—¿Para follar?

—Para disculparme, niñato.

—¿Esa es tu manera de disculparte?

—No. —David dio una última calada a su cigarrillo y lo tiró al suelo. La colilla cayó en un charco cercano y Noah pudo oír el chisporroteo que hizo al apagarse—. Lo siento, no debí haberte dicho esas cosas.

—Vale, ya te has disculpado —dijo tozudo, empezando a caminar otra vez.

—Noah... —David volvió a tirar de su brazo, pero esta vez le atrajo hacia sí, rodeándole por la cintura, y acercando tanto sus cuerpos que Noah sintió cómo se le acaloraba el rostro—. ¿Es que no te das cuenta de que solo me enfadé porque me muero de ganas por pasar la noche contigo?

—O sea, que sí que quieres follar.

—¿Cómo no voy a querer, al verte bailar de esa manera? Todos los que estaban a tu alrededor querían hacértelo.

—¿Y a ti que más te da lo que quisieran hacerme los demás? —Sonrió con maldad—. Pensaba que tú no te ponías celoso.

—Yo también lo pensaba —confesó David, esbozando su sonrisa ladeada—, curioso ¿eh?

—Sí, curioso...

—¿Entonces qué me dices? ¿Te vienes a casa conmigo?

Sintió que las manos de David avanzaron, osadas, hacia el interior de su camiseta y el pulso de le disparó. Se le ocurrió entonces que era como una presa atrapada por un depredador que había estado acechándolo toda la noche, pero ahora, mientras sentía la erección de David clavándose contra la suya propia, supo que aunque pudiera, ya no quería escaparse. Se perdió un momento en la contemplación de aquellos enormes ojos grises y pensó: «Samuel tiene razón: tiene ojos de lobo». Se acercó tanto a él que pudo sentir su aliento sobre la piel de su mejilla, y cerró los ojos.

—Sí —dijo antes de besarle.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro