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Capítulo 4

Cuando llegué a casa escuché algunos ruidos. Mamá había dicho que pasaría a recoger a mi hermano y de ahí se irían a una fiesta que él tenía. Prácticamente los únicos que iban a estar en la casa éramos Ian y yo. Fer me había marcado para decirme que Ian ya iba para la casa, supuse que los ruidos eran por él.

Cuando fui al cuarto, escuché que la regadera se cerraba. Ian estaba tomando un baño, así que hice lo propio. Me metí en el cuarto y me puse una playera y un short; aún era temprano para alistarme para el baile, así que me puse ropa normal. Al salir del baño, Ian estaba recargado en el barandal de la escalera. Estaba de brazos cruzados y el cabello aún lo tenía húmedo. La expresión de su rostro parecía molesta.

─ ¿En dónde estabas, Selene? ─preguntó serio.

─Por ahí ─contesté al recordar la imagen de él con la chica.

Apreté la ropa contra mi pecho y pasé a su lado sin mirarlo.

─ ¿Por dónde? ─preguntó elevando un poco la voz.

Me siguió de cerca, pero no hizo ademán de tocarme.

─ ¿Por qué te importa tanto? Estoy aquí, ¿no? ─contesté rudamente.

─ ¿Por qué no me dijiste que te ibas a ir? ¿Sabes cuánto tiempo estuve buscándote? ─preguntó siguiéndome a cada paso que daba.

─Lo siento. No era mi intención ─contesté sin dejar de caminar─. Es sólo que creí que te quedarías a platicar más tiempo, por eso no te esperé.

─ ¿Platicar? ¿Por qué pensaste eso? ─preguntó confundido.

─Porque te vi hablando con una chava en tu salón. Creí que te quedarías con ella otro rato y no quise meterme o estorbar ─expliqué.

Salí de la habitación y me siguió todo el camino hasta la cocina. Quería prepararme algo de comer y estaba mirándome los dedos. Podía notar que me estaba viendo. Por un momento, mi espalda se puso rígida, jamás había estado tan recta. Escuché que reía y se tapaba la boca para impedir que saliera su risa. Mi siguiente reacción fue de completa confusión.

─Selene, ¿estás...celosa?

─ ¡Claro que no! ─grité volteándolo a ver.

─Estás sonrojada ─Me sonrojé más─. Creo que eso es un sí.

─No es cierto. Sólo me da vergüenza que me preguntes esas cosas ─me volví a girar para darle la espalda.

─Selene ─tomó mi brazo y me giró para que lo mirara a la cara─. No te preocupes por ella, ¿está bien?

─Ya te lo dije.

─ ¿Está bien? ─preguntó acariciando mi mejilla.

─Bien ─asentí con la cabeza.

─Okey ─asintió y me soltó─. ¿Comiste? ─preguntó viendo la comida que estaba preparando.

─Es obvio que no ─contesté riendo.

─ ¿Te ayudo? ─preguntó con una sonrisa pícara.

─ ¿Cocinas?

─Sé hacer algunas cosas ─contestó levantando los hombros.

─Vaya, Ian sabe cocinar ─me giré y corrí a la ventana─. ¡Cuidado, asesino de paladares suelto! ─grité a todo pulmón.

─ ¡Cállate! ─gritó jalando de mí.

─ ¡Cuidado! ─volví a gritar.

─ ¡Sshh! ─tapó mi boca con sus manos.

Traté de escaparme y quejarme, pero sus manos seguían en mis labios. Me giró y su nariz y la mía quedaron pegadas una de la otra. Nuestras respiraciones se acompasaron. Sus ojos brillaron de alegría y luego cambiaron, me miraba seriamente. No me di cuenta en qué momento bajó sus manos de mi boca a mi cuello. Miraba mis ojos, mi boca y volvía a mis ojos. Se agachó lentamente y acercó su boca a la mía. Iba a besarme. Antes de que nuestros labios se tocaran, el teléfono sonó.

─Prepara algo, por favor ─dije sonriendo y salí de la cocina para atender la campana que nos había interrumpido.

El cuerpo entero me temblaba. Odié y amé que el teléfono sonara. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera sonado? Aquella atmósfera entre nosotros nunca se había dado. Estaba cada vez más y más nerviosa. ¿Podría Ian sentirse de la misma forma que yo?

Ian preparó espagueti. Comió conmigo y luego nos preparamos para el baile. Había decidido llevar el cabello suelto y maquillar mucho mis ojos. Ian tocó a mi puerta y me dijo que en cuanto estuviera lista, estaría abajo esperándome. Me puse perfume y me di los últimos retoques para luego salir. Cuando iba bajando las escaleras, vi que Ian se ponía de pie del sillón y caminaba hasta el pie de las escaleras.

─ ¡Guau, Selene! ─dijo estirando su mano para que la tomara─. Te ves increíblemente hermosa.

─Gracias, Ian. Tú luces muy elegante ─sonreí agradecida y sonrojada.

─Pareces una chica graduada ─dijo dándome una vuelta─. Lástima que no te vaya a ver el próximo año.

─ ¿Qué dijiste? ─pregunté extrañada.

Las últimas palabras habían sido un susurro y no había alcanzado a percibirlas.

─No es nada ─sonrió─. ¿Nos vamos? ─preguntó señalando la puerta.

─Sí ─afirmé.

Ian había rentado un auto para llevarnos al baile. Todo el camino sostuvo mi mano y no la soltó en ningún momento. Estaba empezando a ponerme nerviosa. Había decidido a como diera lugar que le diría a Ian lo que sentía por él. Él también tenía algo que decirme; sin embargo, por más que presioné a mis amigos, ninguno de ellos tenía idea y Daniel no pensaba aflojar la lengua para nada. A esa altura no tenía idea si mis nervios eran por estar ahí con él, por el baile al que íbamos, por querer confesar mi amor recién descubierto o por el hecho de traer un vestido tan elegante. Yo soy de vestir más como hombre que como mujer y un vestido elegante entraba definitivamente en la categoría de mujer.

Al llegar a la escuela entramos al salón principal. Todos los estudiantes lucían muy diferentes. A esa altura podía ver a muchas chicas luciendo sus figuras en vestidos entallados y escotados, sus peinados de salón y sus maquillajes profesionales. Iban todos con vestidos y trajes. Las parejas combinaban y el salón lucía hermoso. Nuestros adornos destacaban con el brillo de las luces, el lugar había quedado perfecto. Muchos de los estudiantes se impactaron cuando vieron lo bien que había quedado. El trabajo de todo aquello se debía a Ian, porque yo solamente lo había ayudado un poco. Podía dedicarse en un futuro al diseño de interiores o algo con manualidades.

El director había puesto una mesa especialmente para nosotros dos. No teníamos que compartir mesa con ninguno de los graduados o alguno de sus familiares. El salón era bastante amplio, razón por la cual la escuela decidió ahorrar dinero y hacer la fiesta ahí. Lo que no sabía la escuela es que ellos tenían la intención de viajar en lugar de asistir a una fiesta, pero como la escuela había organizado todo, ellos aceptaron. Sirvieron la cena con un poco de retraso, pero la comida era digna de un restaurante.

Ian estuvo bromeando todo el rato. Veía a los demás estudiantes y bromeaba de la forma en la que se comportaban o de sus vestimentas; incluso, había estado bromeando de los profesores, incluyendo al director mismo.

Poco rato después, confesó haber estado preocupado ésta tarde cuando me marché de la escuela. A pesar de que él había dicho que no me preocupara por esa chica, no podía evitarlo. Hubo algo en la forma en la que se miraban...por lo menos a ella le gustaba él. Y si a él le gustaba ella...pues...eso no lo sabía.

─ ¡Ey! ─gritó Ian.

─ ¿Disculpa?

─Llevo un buen rato hablándote, pero parece que estás en otro mundo ─dijo bebiendo de su copa.

─Lo siento ─sonreí─. ¿Qué decías?

─ ¿Quieres bailar? ─preguntó señalando la pista.

Habían puesto una canción lenta y esas no se me daban muy bien. En realidad, amaba bailar, pero cuando se trataban de bailes en pareja no resultaba ser una excelente pareja. Terminaba demostrando que tenía dos pies izquierdos, aunque en solitario tenía perfectamente bien mis pies. Así que negué rotundamente con la cabeza cuando me lo preguntó.

─Vamos, no creo que seas peor que yo ─dijo levantándose.

Me ofreció la mano, y después de dudar demasiado tiempo, asentí y la tomé. Conforme más nos acercábamos a la pista, más me temblaban las rodillas, y de un momento a otro, el resto del cuerpo. Nos situamos en la orilla de la pista, cosa que agradecí. Tomó mi cintura y pegó mi cuerpo al suyo. Coloqué mis manos en su cuello reduciendo el espacio entre nosotros. Recargué mi cabeza en su pecho y sentí la suya recargándose en la mía.

─Esto es muy lindo ─susurró en mi oído.

─Lo es ─afirmé.

─Esto es una locura ─dijo riendo.

─Un poco. ¿Quién hubiera dicho que un castigo podría traer tantos beneficios?

─Sí, creo que el director se volvió loco ─contestó abrazándome.

Continuamos bailando varias canciones más. Luego descansamos y volvimos a bailar. A las doce de la noche, Ian quiso salir del lugar para llevarme a otro sitio. El coche nos llevó a través de la ciudad. Llegamos al centro y serpenteamos por unas calles y callejones. Entonces, el coche se detuvo. Me sentía ansiosa por el rumbo en el que estábamos, pero Ian lucía tranquilo y apacible.

─Vamos ─dijo arrastrándome fuera del auto.

─ ¿En dónde estamos? ─pregunté divertida.

─Necesito taparte los ojos. Hay un lugar que tienes que ver ─contestó sosteniendo un paliacate.

─ ¿Bien? ─contesté dudosa─. Pero ¿dónde estamos?

Había varios edificios alrededor. Justo frente a nosotros estaba la puerta de uno muy alto. Tendríamos que regresar máximo a las dos de la mañana a casa, pero no supe qué haríamos en un hotel...

"¡No puede ser! Esto no está pasando. No estoy lista. No podría tener sexo con Ian. Es decir, quiero hacerlo, pero no así. No de este modo. ¿Qué va a pasar?"

─ ¿Lista? ─preguntó levantando las cejas.

─Sí, creo... Sólo...no me dejes caer, ¿okey?

─Jamás.

Salimos del auto, me puso el paliacate en los ojos y empezamos a caminar. Ian sostuvo mi mano. Sentía que la superficie del suelo se volvía muy suave y luego otra vez duro. Entonces nos detuvimos abruptamente. Escuché una especie de campana y descubrí que estábamos en un elevador. Luego el elevador se detuvo y bajamos. Caminamos unos metros más. Mis manos estaban sudando por miedo a caerme, esperando que él no lo notara o no dijera nada al respecto. El piso no se movía y el aire soplaba. El lugar en donde estábamos era abierto. Sentí sus manos en mi espalda y luego en el paliacate. Quitó el paliacate lentamente y luego se hizo la luz.

─Vaya ─dije asombrada─. Esto es...es...hermoso, Ian.

Estábamos en la azotea del hotel. Había una mesa con fresas y chocolate, además de una botella de lo que parecía ser champaña. Todo el lugar estaba iluminado y decorado por velas. Algunas eran aromáticas porque el olor se esparcía a mí alrededor. Era una noche muy tranquila y las luces de la ciudad se podían apreciar como mágicas. La vista era sensacional, lo mejor del lugar porque el hotel por fuera no tenía grandes encantos. Cuando subí al coche, al principio de la noche, jamás me habría imaginado que terminaríamos en un lugar así.

─ ¿Qué es todo esto, Ian? ─pregunté sin dejar de sonreír.

─Es una sorpresa. Hay algo importante que tengo que decirte y me pareció buena idea que fuera en un bonito lugar ─contestó, invitándome a tomar asiento.

─ ¿Bonito? Esto es magnífico.

─Me alegra saber que te gusta.

Nos sentamos en la mesa y comenzamos a degustar de las fresas con chocolate y el champaña. La mezcla de los sabores era asombrosa, se vertían a la perfección en mi paladar. Me estaba poniendo muy nerviosa. ¿Por qué se había tomado tanta molestia en preparar algo así sólo para decirme algo "importante"? ¿Qué sería? Pero, entonces, en ese momento, me percaté que yo también tenía que decirle algo a él. Recordé que iba a confesarme. Nunca lo había hecho. Él sería el primero y esperaba que fuera el primero en todo lo demás también.

─Supe que tú también tienes algo que decirme ─dijo interrumpiendo mis pensamientos.

─Sí... ─contesté nerviosa.

─ ¿Qué es lo que tienes que decirme? ─preguntó acercándose.

En algún momento, durante mis ensoñaciones, se había acercado a mí. No me había dado cuenta de que se había puesto a mi lado y ya no se encontraba frente a mí, como en un principio. Su proximidad me puso aún más nerviosa de lo que había estado en toda la velada. Sus ojos negros se veían mucho más profundos esa noche. Con cada soplido del aire, podía percibir el aroma de su colonia, era deliciosa.

─Dejaré que primero empieces tú ─dije mirando mis dedos.

─Bien ─dijo con el ceño fruncido─. Esto no es sencillo para mí.

Su rostro cambió. Parecía que estaba sufriendo y mi corazón dio un vuelco. Algo no iba bien y supe que lo que iba a escuchar no era bueno.

─Selene...yo...no voy a graduarme contigo el próximo año ─soltó.

Dejé la fresa a medio camino a mi boca.

─No lo entiendo ─negué confundida.

─Me mudaré, Selene.

El corazón se me estrujó. Mis oídos se nublaron con sus palabras. Una parte de mí no tenía idea de lo que estaba pasando. De repente, el aire que soplaba lo sentía helado, entrando a través de mis huesos.

─ ¿Cómo que te mudarás?

─Mis padres han decidido mudarse de casa e iré a una escuela que esté más cerca de la nueva casa ─contestó nervioso.

─ ¿Por qué? ¿No te graduarás con nosotros? ─pregunté sin poder procesar sus palabras.

─No...no lo haré. Es por eso que quise pasar ésta última semana en tu casa, para estar contigo un poco más ─confesó entristecido.

─Pero...no puedo creerlo ─. Los ojos se me humedecieron. Tuve que parpadear varias veces para evitar que las lágrimas se desbordaran. Fue entonces que lo entendí todo─. Aún tenemos el verano, podemos pasarlo juntos, ¿verdad?

─No será posible ─negó, destruyendo mi esperanza─. Nos mudamos mañana mismo y el lunes comenzaré un curso de verano para adaptarme a la nueva escuela. Estaré todo el verano ahí.

─Entonces...no volveré a verte.

─Me volverás a ver, pero...va a ser más complicado y no será todo el tiempo como ahora.

─No es justo ─sollocé sin poder creérmelo.

Ian se iba a ir. No volvería a verlo. Eso lo sabía. Pasaría mi último año de la preparatoria lejos de mi mejor amigo, lejos del chico del que estaba enamorada. Aún había una posibilidad. Si le decía cómo me sentía y resultaba ser correspondida, podría pasar más tiempo del planeado con él y sería su novia. Mataría dos pájaros de un tiro. Jamás podría convencer a sus padres de que lo dejaran terminar la preparatoria en la escuela, pero podía ser su novia y tener esa conexión para que nuestra relación siguiera como si aún estuviéramos en la misma escuela. Así que, tomé aire, enjugué mis lágrimas y me dispuse a decirle lo que tanto ansiaba.

─Lo lamento, Selene. Desearía que las cosas fueran diferentes. No quiero perderte, eres mi mejor amiga ─acarició mi mejilla.

─No necesitas perderme ─dije sonrojándome. Mi corazón palpitaba a mil por hora, y cuando levanté la vista, su ceño estaba fruncido─. Yo quiero hablarte de algo importante.

─Adelante ─dijo serio.

─Hemos sido amigos desde hace cinco años y desde la primera vez que te conocí supe que eras diferente a los demás muchachos. Conforme ha pasado el tiempo te has vuelto muy maduro a mis ojos ─me detuve para verlo. Me miraba, escuchando atentamente a todo lo que estaba diciéndole y eso me dio confianza para seguir; aunque parecía que no estaba diciendo nada coherente─. Hace poco me di cuenta de que...que los sentimientos que tenía por ti...también crecieron. A mí...a mí me gustas, Ian. Yo...yo te quiero. Jamás me había sentido así por nadie. Me gustas mucho.

Pasaron varios minutos y el silencio se cernió sobre nosotros. Cuando levanté la vista, sus ojos buscaban hacer contacto con todo lo que había alrededor, menos conmigo. Comencé a sudar y a temblar. Trataba de hacer que me mirara, pero parecía que no sabía cómo reaccionar. Era obvio que no se esperaba eso. Pero yo tampoco esperaba una reacción así. Por lo menos deseaba que dijera algo, pero ni siquiera podía mirarme a la cara. Después de lo que me pareció una eternidad, carraspeó y se acomodó en la silla.

─Selene...yo...─. Se frotó el cuello y luego agarró su cabello─. Estoy muy feliz de saber que te sientes así por mí y lo aprecio. Pero yo...no me siento de la misma forma. Te quiero y eres una chica fabulosa, sólo que...eres como una hermana para mí, alguien a quien aprecio demasiado, pero no de esa forma.

Y, entonces, supe que todo había terminado para mí. 

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