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Capítulo 3

Unos golpes en la puerta del dormitorio me despertaron.

─Selene, se hace tarde. Y dile a Ian que también se le hace tarde ─dijo Diana.

No me di cuenta de que justo a mi lado una melena negra con chinos alborotados estaba aún acostado en mi cama. Mi madre se había dado cuenta que Ian había dormido en mi cuarto. Por lo menos no había entrado al cuarto, porque si hubiera visto que Ian había dormido en la misma cama que yo, seguramente en este momento estaría gritando groserías a los cuatro vientos; sin embargo, me impactó lo tranquila que había reaccionado cuando no lo vio en la cama junto a mi hermano.

─Ian ─lo sacudí─. Ian, tienes que despertar. Se nos hace tarde.

Refunfuñó y se volvió a acomodar. Jaló de mi camisa y acomodo su cabeza en mi regazo. Si anoche no hubiera llegado tan tarde, nada de esto estaría pasando.

─Ian, es en serio ─. Me eché a reír─. Vamos a llegar tarde y mi mamá ya sabe que dormiste aquí.

Eso fue suficiente para que abriera los ojos de golpe. Se levantó y trató de ubicarse en un segundo. Por poco cae de sentón al hacerlo a máxima velocidad. Tenía todo el cabello despeinado y alborotado, me dieron ganas de pasar mis dedos por él. Vi su espalda desnuda y la forma en la que sus pequeños pero notables músculos se contraían al ritmo de sus movimientos, y fue entonces que me percaté de lo que estaba ocurriendo ahí. Había dormido con mi mejor amigo en ropa interior. Me sentía muy avergonzada por lo que había pasado. Jamás hubiera dejado que se quedara conmigo y menos de esa forma. Además, ahora que sabía que sentía algo por él, no podía evitar pensar en situaciones y cosas que antes ni siquiera pasaban por mi cabeza, al mismo tiempo que pensaba en él.

─ ¿Tú...mamá...? ─preguntó frotándose los ojos.

Se sentó en la cama frente a mí.

─Sí, no entró. Gracias a dios ─contesté avergonzada.

─Estás...─me miró entrecerrando los ojos─. ¿Sonrojada?

─ ¿Qué...? ¡No! Claro que no. Levántate ahora mismo ─lo empujé de la cama con los pies─. Tenemos que estar listos en cinco minutos, de lo contrario, llegaremos tarde el último día de clases.

─No sería nada nuevo ─comentó poniéndose de pie.

Hasta ese momento pude apreciar adecuadamente su cuerpo. Nunca me había fijado, pero tenía un cuerpo muy bien formado. Para ser un muchacho de veinte años, estaba en bastante forma. Era flaco pero tenía los músculos del abdomen y los brazos marcados. Con el cabello todo alborotado y los bóxers holgados, daba una pinta muy sexi. Por mi mente cruzó, por un momento, ver esa imagen todos los días en la mañana.

El hecho de que fuera dos años mayor que los demás, era más que suficiente para crear revuelto entre las chicas de nuestra generación. Estuvo dos años en el extranjero por el trabajo de sus padres, por eso se retrasó en los estudios. Y a pesar de verse tan grande, aún era como un niño, por lo menos cada que estaba conmigo.

Me estiré y toqué su cabello, queriéndoselo peinar. Pude apreciar cómo su piel se estiraba, cómo su respiración hacía que su pecho subiera y bajara lentamente. Había madurado un poco y se veía mucho más grande que la última vez que pude apreciarlo. Nunca había entendido qué era lo que las demás chavas veían en él, hasta ese momento. Ian en verdad era guapo y llamaba la atención. Era listo, divertido e inteligente. Además de ser de los pocos chavos que trataba a una mujer como a una dama; sin olvidar resaltar, nuevamente, que era unos años mayor que los demás.

─ ¿Te gusta lo que ves, Selene? ─preguntó risueño.

─ ¿Cómo...?

Me levanté de la cama sin mirarlo a la cara. Me puse a buscar mi ropa del colegio y, cuando la tuve, salí del cuarto sin mirarlo y sin dirigirle la palabra. Fui directamente al baño y me puse la ropa. No podía apartar la imagen de Ian de mi cabeza. Si no hubiera sido por Vale y Fer, no me habría dado cuenta de mis sentimientos por él y nada de esto me estaría afectando. Estaba tan concentrada viéndome en el espejo que no me di cuenta de que había olvidado mi maquillaje en el cuarto, así que regresé por él. Cuando abrí la puerta, me topé con el cuerpo de Ian recostado en mi cama, aún en ropa interior.

─ ¿Qué haces? Llegaremos tarde, Ian ─dije poniéndome el maquillaje.

Tenía los ojos cerrados y parecía que se había vuelto a quedar dormido. Él podría estar listo en cinco minutos, así que terminé de maquillarme y dejé que durmiera otro rato. Pero incluso me peiné y él no se había movido ni tantito. Parecía muerto. Me acerqué a él lentamente y me agaché despacio para comprobar si estaba respirando. Entonces tomó mi muñeca y me tiró a la cama. Comenzó a despeinarme y a hacerme cosquillas.

─ ¡Ian, para! ─grité riendo y retorciéndome.

─No lo haré.

─Por favor ─supliqué tratando de escurrirme por algún lado.

─No iremos a la escuela. Dilo después de mí.

─Tenemos que ir ─. Sostuve sus manos y las alejé de mi cuerpo─. Tienes que vestirte, Ian.

─Bien, pero sólo si prometes que después del baile me dejarás llevarte a un lugar.

─ ¿Después del baile? Prometiste decirme lo que quería saber desde el lunes ─contraataqué.

─Lo haré, pero quiero que veas algo antes de que te lo diga ─dijo serio.

─Está...bien ─contesté dudosa.

─Genial.

Golpeó mi pierna y se levantó.

Rápidamente se puso el uniforme y salió del cuarto. Me alisé el uniforme y salí detrás de él. Vi que se dirigía al baño y bajé a tomar el desayuno. Las piernas comenzaron a temblarme conforme iba bajando los escalones, no quería escuchar lo que mi madre tuviera para decirme. Una cosa era permitir que Ian se quedara bajo el mismo techo que yo y otra muy distinta que se quedara en mi cuarto, aún peor, en mi cama. No estaba lista para escucharlo yo sola, así que volví escaleras arriba y esperé a que Ian saliera.

A los dos minutos, salió del cuarto con el cabello peinado a su manera y una sonrisa en el rostro. Deslumbrante, diría yo.

─ ¿Qué haces? Ya te hacía desayunando. De esta forma, definitivamente vamos a llegar tarde ─dijo tomando su mochila del piso.

─ ¡Iba a bajar! Pero... ─me aclaré la garganta y bajé la voz ─ recordé que mamá sabe que tú...y yo... Ya sabes...

─ ¿De dormir en el mismo cuarto? ─preguntó como si nada.

─Ssssí ─tartamudeé.

─Tranquila. Vamos, bajaré contigo si eso es lo que te preocupa ─dijo estirando su mano.

La tomé y dejé que me guiara en el camino. Se detuvo en la entrada de la cocina y me apretó un poco más. Mi madre estaba en la estufa cocinando algo y mi hermano estaba en la mesa terminando su desayuno. En cuanto escuchó mamá que estábamos guardando las cosas en nuestras mochilas, se giró. Estaba seria y parecía que un huracán iba a caer sobre nosotros en cualquier segundo.

─Ian, lo que paso esta noche no puede volver a pasar. Dejé que te quedaras por la misma razón por la que quisiste quedarte en la casa ─dijo seria.

─Lo lamento mucho, señora. No volverá a suceder. Fue mi culpa. Llegué tarde y Selene no quería despertar a su hermano ─explicó Ian igual de serio.

─Entiendo, pero que no vuelva a pasar ─lo señaló con un tenedor.

─Está bien ─sonrió Ian.

─Nos tenemos que ir ─dije jalando de su brazo.

─Y tú, señorita ─dijo señalándome a mí─, ya hablaremos después ─dijo amenazante.

─Sí, está bien. Adiós, mamá ─terminé de jalar del brazo de Ian y corrí a la salida antes de que me diera el reproche ahí mismo.

En el camino no nos dijimos nada. En la escuela tampoco nos dijimos nada. Mis amigos quisieron saber qué había pasado, si la había pasado bien con Ian, si le había dicho lo que sentía, y yo simplemente les daba la vuelta y cambiaba de tema. No podía decirles lo que había pasado. En cuanto escucharan que él y yo habíamos dormido en la misma cama, pensarían otra cosa, menos lo que realmente había pasado.

Debido a que era el último día, toda la escuela se la pasó en los pasillos o en otros salones. Los maestros pasaban tiempo con sus alumnos y los de último año no dejaban de hablar de su fiesta que se llevaría a cabo en un par de horas. Todos parecían estar contentos y de buen humor, casi excitados. Ian no vino a verme, y luego de tres horas, decidí ir yo a ver qué estaba haciendo.

Lo que vi cuando estuve en la puerta de su salón hizo que una sensación extraña me recorriera el cuerpo, algo que aún no comprendía. Estaba con una chica. Siempre estaba rodeado de chicas, pero supongo que lo que hizo que no supiera cómo reaccionar fue porque esta vez era sólo una. Parecía ser especial a diferencia de todas las demás. Estaban muy cerca uno del otro y sonreían y reían sin parar. La chica de vez en cuando tocaba su brazo y él la abrazaba. Estaba siendo cariñoso con ella, tal vez demasiado. Me entristeció y me sentí mal por estar viendo detrás de la puerta, espiando a mi amigo, así que di media vuelta y me fui.

Una hora antes de que terminaran las clases, los profesores avisaron que podíamos irnos a nuestras casas. Así que tomé mis cosas, y antes de que Ian o los demás me vieran, me fui de la escuela. Me dirigí a una cafetería que estaba entre mi casa y el colegio. Con los auriculares en mis oídos y un té en la mano, me senté en una mesa con sillón. Tenía un par de horas antes de alistarme para la fiesta, así que saqué mi libro para despejar la mente de la imagen de Ian con esa chica, y me puse a leer.

Las primeras dos hojas fueron bien, pero ya en la tercera me di cuenta de que tenía que leer los párrafos varias veces. No podía concentrarme en la lectura y también me percaté que miraba a través de la ventana, como si estuviera viendo más allá de ella. El té se había enfriado y ya no podía percibir su sabor. Formé muchas historias de Ian con esa chica en mi cabeza y todas terminaban haciéndome sentir mal.

─Disculpa.

Sentí una mano en mi hombro. Me quité el audífono derecho para poder escucharlo. Era un hombre de unos veintitantos, cabello negro y de unos ojos plateados con destellos azulados, hermosos. Además de eso, tenía una sonrisa maravillosa. Pero volví a la realidad cuando me di cuenta de que un extraño me estaba hablando.

─Creo que el libro es grandioso ─dijo sentándose a mi lado─. ¿Te ha gustado?

─ ¿Disculpa? ─pregunté sorprendida.

─El libro ─dijo señalándolo─. Te vi desde hace rato, pero parecía que no estabas del todo en la lectura.

─Te diste cuenta, ¿eh? ─dije riendo─. Está genial. Pero sí, no he podido concentrarme desde hace unas dos hojas.

─A mí me ha parecido bastante interesante, pero tengo un presentimiento de que al final el autor va a darle un giro inesperado ─comentó sacando su propio libro de una mochila.

─Creí que era la única con esa mentalidad ─coincidí.

Asombrada, vi como este chico que era bastante mayor que yo, entablaba una conversación de la nada conmigo. Podía jurar que mis mejillas estaban sonrosadas, hablar con otros no era mi fuerte. Pero era inevitable no hacerlo, era demasiado lindo.

─ ¿Qué es lo que te preocupa que no te deja concentrarte? ─preguntó dejando su libro en la mesa.

─Pues... ─suspiré.

─ ¿Un chico? ─ Me sonrojé─. Gané la lotería.

En ese momento, mi celular sonó. Estaba recibiendo una llamada de Fer.

─Disculpa ─dije contestando.

─ ¡¿Por qué te fuiste?! ─gritó al otro lado del teléfono.

─Lo siento.

─ ¿¡Lo sientes!? No es justo, Selene. Ian lleva un buen rato buscándote. Se ha ido a casa pensando que estás ahí. ¿Estás ahí?

─Este...no. Pero ya voy para allá ─dije mordiéndome el labio.

─ ¡Selene! ─gritó furiosa.

─Nos vemos, Fer. No te preocupes ─. Y colgué.

Comencé a guardar mis cosas rápidamente.

─Vaya... ¿Tu madre? ─preguntó el muchacho.

─No, peor. Una amiga ─contesté riendo─. Me tengo que ir.

Me despedí de él con la mano y salí del café. En cuanto cerré la puerta, el muchacho que había estado conmigo me alcanzó y me ofreció una flor. Me quedé quieta, y sonreí sin saber muy bien por qué.

─Estoy seguro de que está loco por ti. Yo lo estaría ─dijo sonriendo.

Luego de eso, volvió dentro. Lo último que vi de él fue su espalda perdiéndose en el reflejo de la puerta de cristal. Después de unos minutos, de olvidar que ese momento había sido muy raro, reaccioné y eché a andar a la casa. Esta vez no fui rumiando la imagen de Ian, sino la de este chico desconocido y su sonrisa. 

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