Al día siguiente nos la pasamos toda la mañana en el salón de cine. Vimos tres películas hasta la hora de comer. En la tarde, salimos a dar un paseo fuera del hotel. Ya me estaba acostumbrando al frío de Londres, pero igual eso no me quitó las ganas de ponerme veinte mil suéteres y gorros. No quería que mi nariz o mis dedos se partieran y los perdiera debido al congelamiento.
Ian y yo no estuvimos solos en ningún momento porque nos dedicamos a convivir como familia. Me la estaba pasando muy bien. Hacía tiempo que no pasaba tiempo con mi mamá, mi papá y mi hermano; así como con la familia de Ian. Con la terapia había estado fuera de casa todo el tiempo, pero no me quejaba de eso en absoluto. Era tiempo con Gabrielle. Todos los meses estuve llenándome de él. Pero ahora era diferente. Ya no era la misma chica del accidente. Era tiempo de estar con mi familia.
El tiempo que logré pasar a solas conmigo misma, lo aproveché para hacer unos cuantos ejercicios, y me di cuenta de que ya podía caminar varios metros sin el bastón y sin caerme. Estaba muy emocionada. Estaba segura de que para año nuevo ya podría caminar y regresar a casa sin bastón, y sin ayuda de nadie. Esperaba que así fuera. Quería contarle a Gabrielle de mi avance, compartir mi felicidad con alguien, pero no podía llamarlo. No era lo correcto.
Después del mensaje que recibí antes de partir, no había vuelto a saber nada de él. Lo extrañaba. Quería hablar con él, escuchar su voz, su risa, ver sus ojos plateados... Me lamentaba haberle dicho lo de Ian. Tal vez si no le hubiese dicho, habría aceptado venir al viaje y estaría conmigo en este momento. No a cientos de kilómetros de mi tacto. Estaba cayendo lentamente en un hoyo oscuro y deprimente. No quería arruinar el viaje con pensamientos así, por lo que me concentré en la diversión y en todos los momentos que estaba viviendo.
La noche de navidad iba a ser única. Nunca había pasado la navidad fuera de casa, por lo que todo este viaje estaba proporcionándome nuevas y grandiosas experiencias. Me puse una blusa de manga larga, una chamarra de lana y unos pantalones de mezclilla. No quería verme demasiado formal, pero tampoco iba a salir en pijama. Ian me alcanzó, o más bien, esperó, al principio de las escaleras para que me cargara y me subiera. Insistí en que no era necesario, pero él igual insistió en llevarme en sus brazos casi hasta la entrada del salón donde se llevaría a cabo la cena.
El salón estaba impactante. Había luz tenue en todo el lugar gracias a los pedazos de tela que colgaban de las lámparas; todas éstas de diversos colores. Hacían que las paredes blancas se transformaran en arco iris. Había mesas redondas para entre 8 y 10 comensales por mesa, adornadas al centro con árboles pequeños de navidad con luces. Al fondo del salón, casi por donde se encontraban los baños, había un enorme árbol de navidad. Tocaba casi el techo del salón. Estaba adornado con esferas rojas y doradas y luces de colores. Una estrella dorada marcaba la punta. Muchos ya se encontraban ahí. Algunos iban más elegantes que otros; aun así, unos cuantos niños iban en pijama.
En nuestra mesa sólo nos encontrábamos nosotros y no tuvimos que compartirla con otra familia u otros comensales. El salón estaba lleno de gente. Estaba impactada de ver cuánta gente pasaba la navidad en un hotel y no es la comodidad de sus casas. Aunque, cuando nos trajeron la cena, supuse que esa podría ser una muy buena razón. Estaba deliciosa.
A la hora de la ensalada, Ian y yo intercambiamos algunas miradas cómplices. Además, Eduardo estaba muy al pendiente de nosotros, porque negaba con la cabeza mientras reía cada que nos veía. Me sonrojé al recordar que él ya sabía todo. Últimamente hacía mi vida pública más de lo necesario. Confiaba en Eduardo, así que no estaba tan preocupada por eso. Y tener a alguien de mi lado en ese lugar remoto, luchando contra la montaña de emociones, aplacaba la rumiación de pensamientos que circulaban a toda hora en mi cabeza.
Al final de la cena, pusieron música. Varios se pusieron a bailar de inmediato; incluso los niños bailaban animadamente alrededor de sus padres. Estaba centrada, hipnotizada, en la forma en la que los demás bailaban. Me recordó la primera vez que baile con Gabrielle. Estábamos en plena calle, y él sólo se detuvo y me sacó del coche para bailar. Fue lindo y divertido. Yo no podía bailar, pero él me llevaba en brazos de un lado al otro en círculos. Si alguien nos hubiera visto, habría pensado que estábamos ebrios. Pero el gesto fue tan espontáneo que no me importó cómo nos viéramos ni lo enojada que había estado en aquel momento.
Eduardo me sacó de mis ensoñaciones tendiéndome una mano frente a mi rostro. Últimamente todos me cachaban cada vez que estaba pensando en algo más.
─ ¿Qué? ─pregunté confundida, como si no supiera lo que estaba pidiéndome.
─Vamos a bailar, Selene ─contestó sonriente.
─ ¿Estás loco? ─Reí─. No puedo bailar, Eduardo.
─Sí, si puedes. Vamos. ─Me tomó del brazo y tiró de mi cuerpo hacia arriba.
Lo siguiente que hizo me impactó al instante. Me levantó del suelo y me llevó hasta el centro de la pista. Giré el rostro hacia Ian implorando que detuviera a su hermano, pero él estaba igual o más sorprendido que yo. Me bajó y me jaló de la cintura para que mi cuerpo se sostuviera del de él. Me pasó los brazos por su cuello y me levantó para que pisara sus pies.
─Eduardo, espera ─negué tratando de zafarme de sus brazos.
─Está bien. Así te moverás a donde yo vaya ─dijo con una sonrisa de lado.
Empezamos lentamente. Tuve que sacar las uñas para sentirme segura de su cuerpo. Era mucho más alto que Ian, le llegaba al pecho. Me sentía una niña a su lado. La gente a nuestros alrededor pasaba de nosotros, estaban divirtiéndose. Bailaban de un lado al otro sin parar. Las mujeres sonreían en cuanto nos veían. Parecíamos la pareja más loca de lugar. Yo encima de los pies de Eduardo. Linda. Me veía como las niñas que ponían los pies en los zapatos de sus papás para poder bailar.
Nuestros pasos lentos no iban acorde al ritmo de la canción September de Earth, Wind & Fire.
─Me alegro de que seas la atención de todos aquí ─susurró en mi oreja.
─Pues yo no estoy tan emocionada como tú ─ladré molesta.
Eduardo soltó una sonora carcajada.
─ ¿Ian ya te habló? Creo que no han tenido tiempo suficiente a solas.
─No, no hemos hablado ─contesté alzando la vista.
─ ¿Te gustaría tener un tiempo con él sin tener que preocuparte por la familia? ─preguntó alzando una ceja.
─Eso sería agradable. ¿Qué estás pensando, Eduardo? ─pregunté preocupada.
─Esto. ─Se detuvo y sacó de su bolsillo una tarjeta de habitación.
Los colores se me subieron al rostro. ¿Qué estaba tramando? ¿En serio esperaba que fuera con él a un cuarto? ¡Está loco! No creo que el plan de Eduardo sea el mejor. Con trabajos podía ver a Ian a la cara, y ahora quería que lo llevara a un cuarto. Definitivamente había perdido la cabeza. Tal vez él y mis amigas podrían llevarse de maravilla. Tenían la misma mente cochambrosa. Los metería a todos en un cuarto y los encerraría para lugar perder la llave en algún lugar.
─ ¿Qué pretendes que haga con eso? ─pregunté mirando la tarjeta en su mano─. Y, ¿de dónde la sacaste?
─Tranquila, no quiero que violes a mi hermanito. ─Rio divertido al ver mi expresión sorpresiva─. Es nuestra habitación. Puedes ir ahí y estar con él un rato. Yo tengo planeado pasar más tiempo aquí en la fiesta. Podrás estar con él un rato sin que la cola de la familia te siga a todas partes. Considéralo mi regalo de navidad. Lo que hagan después, es cosa suya.
Eduardo levantó las cejas, incitando lo que podría pasar después. Era la primera persona que parecía estar cuerdo con sus planes. No sonaba tan alocado como los planes de mis amigas; y, si ya había accedido a los locos planes de mis amigas, podría acceder al plan de Eduardo. Además, él era su hermano mayor. Lo conocía mejor que nadie. Y, cabe en considerar que Eduardo era hombre y uno mayor, así que sus conocimientos podían ser de gran ayuda.
─Pero...yo...
─Anda, no pierden nada. Ya es tiempo de que mi hermano deje de jugar. ─Se giró para verlo y sus miradas se cruzaron─. Tal vez necesite ayuda de tu parte para que le hagas entender. No sé qué es lo que piensa esa cabeza suya.
Suspiré al verlo. Tenía razón. Eduardo me estaba brindando una oportunidad que no podía rechazar. Necesita este momento para aclarar las cosas entre nosotros. Ver si podíamos volver en donde nos habíamos quedado o si continuaríamos con ello. O, en el peor de los casos, si íbamos a separarnos y cada uno iría por su lado.
Así que, queriendo tomar esa oportunidad, acepté.
Me levantó y me llevó de regreso a la mesa. Mi hermano también se había unido a la pista, por lo que Ian se encontraba solo atravesándonos con los ojos. Mis piernas comenzaron a temblar. Había bebido un poco de vino, pero sentía que me había tomado la botella entera. La cabeza me dolía y me daba vueltas. Sin embargo, solté todo a lo que estaba temiendo y me armé de valor para lo que iba a hacer.
Eduardo me colocó en la silla junto a Ian y le enseñó la tarjeta de la habitación. Ian lo miró con el ceño fruncido.
─Chicos, vayan por ahí. Yo los cubriré con la familia ─explicó y nos guiñó un ojo.
─ ¿De qué hablas, Eduardo? ─preguntó Ian confundido.
─Aquí tienes, hermano ─contestó, tendiéndole la tarjeta─. Pueden usarla o no, es su decisión.
Se incorporó y se fue. No podía mirarlo a la cara, estaba más que avergonzada. Ian no decía nada. Run de Snow Patrol sonaba por los altavoces. Miré a las parejas abrazadas y bailando lentamente; unos incluso se besaban. Algo extraño pasó por mi cabeza en ese momento. La imagen del rostro de Gabrielle y el mío sonriendo a mitad de la acera bailando en nuestra burbuja.
El celular vibró en mi bolsillo. Arrastré mi mano para sacarlo, pero la mano de Ian me detuvo. Cuando alcé la mirada, me topé de golpe con sus ojos oscuros e intensos. Me pareció ver un brillo fugaz en ellos, pero la falta de iluminación del salón me hizo dudar. Me tomó en brazos y me sacó del salón. Así, sin decir una palabra al respecto.
La puerta que daba a la terraza estaba ligeramente abierta y una brisa se colaba por ella. Fruncí el ceño cuando fuimos directamente ahí. Salimos y la nieve empezó a caer en mi cabello y por todo mi cuerpo. Los cristales que se suponía que evitaban que el clima entrara al lugar, ahora se encontraban abiertas. No estaba haciendo aire, pero igual hacía frío. Desde esa perspectiva, la terraza se veía mágica. La nieve cubría todo el piso, volviendo el lugar brillante y luminoso. Sonreía admirando lo diferente que se veía de cuando todo estaba cerrado.
Me bajó lentamente, resbalándome por su cuerpo. Dejé las manos alrededor de su cuello y miré su pecho. Me rodeó de la cintura y me acercó a su cuerpo. Se agachó para pegar su frente con la mía y sonrió cerrando los ojos, disfrutando del contacto de nuestra piel.
─ ¿Bailarías conmigo? ─preguntó con una sonrisa bobalicona.
─Me encantaría ─contesté.
Nunca había visto al Ian romántico. Era toda una sorpresa y me pareció muy lindo. Me alegró estar descubriendo nuevas etapas de Ian.
No tuvo que subirme a sus pies porque le pedí que no lo hiciera. Le dije que sería lento, pero que podría moverme. Él no se inmutó y aceptó mi ritmo. No me había percatado que la música se filtraba perfectamente al balcón. Las gotas de nieve en poco rato se transformaron en agua, pero no me importó, estaba disfrutando de estar tan cerca de él. El baile, a pesar de ser sólo eso, se sentía muy íntimo. Nunca habíamos hecho algo así. Nunca me había pasado nada de lo que me había estado sucediendo luego de mi accidente. Para bien o para mal, mi accidente me había traído muchos progresos y experiencias únicas.
No nos dimos cuenta cuándo la canción cambió, pero nosotros seguíamos dando vueltas a nuestro ritmo.
─Creo que ya estamos lo suficientemente mojados ─interrumpió Ian.
─Sí. ─Coincidí limpiando el agua de mi mejilla.
Me sacó del lugar en brazos. Podía caminar, pero él tenía más prisa por llegar a su destino. Literal iba trotando y tuve que sujetarme con fuerza de su cuello por miedo a no querer salir volando. Ambos estábamos empapados, así que un resbalón podía significar otro accidente. No quería volver a lastimarme, apenas iba saliendo de mi primer accidente como para meterme en otro. Pero confiaba en Ian. Me tenía sujetada con fuerza y estaba segura de que me protegería sin importar lo que pasara.
Al notar el rumbo al que se dirigía con tanta urgencia, me sonrojé. Miré la tarjeta que sostenía entre los dedos y leí el número. Luego vi el número que había en la puerta de la habitación y los dos coincidían. Hubo un momento en el que mi cerebro se desconectó de mi cuerpo. Cuando vi sus ojos interrogantes, asentí con la cabeza para indicarle que estaba bien. Fue un gesto que hice por automático, casi no lo pensé.
Ésta habitación era completamente diferente a la habitación en la que nos hospedábamos nosotros. Las paredes eran rojas con dibujos blancos. El piso era de madera de teca. Las cortinas rojas estaban abiertas y mostraban los árboles cubiertos de nieve del exterior. Una alfombra roja reposaba debajo de las camas matrimoniales y un sillón largo del mismo tono se encontraba a los pies de una de las camas. Cada una tenía un buró a los lados y una mesa redonda de cristal se encontraba al fondo.
Ian me depositó en el suelo y admiré la habitación. Se sentía cálida y romántica. Noté una bandeja con dos copas de vino en una de las camas y una botella de vino en hielo en la mesa de cristal. Eduardo estaba muy seguro de que aceptaríamos su invitación. Había mandado a preparar la habitación para nosotros. No tenía idea de cuánto tiempo estaríamos en la habitación, pero si iba a ser toda la noche, esperaba que la excusa de Eduardo fuera realmente buena; de lo contrario, recibiríamos una buena regañada y un extenuante interrogatorio cuando volviéramos
"Espera, ¿acabo de decir que pasaríamos toda la noche juntos?"
─Vaya, parece que mi hermano lo tenía todo planeado ─comentó levantando la botella─. ¿Quieres vino?
─Sí, por favor ─acepté queriendo sentar en la cama. Luego me di cuenta de que estaba toda empapada ─. En realidad, ¿te molestaría si tomo un baño primero?
─Creo que ambos debemos tomarlo.
Me sonrojé y el bastón se me resbaló de las manos. Ian rio y se acercó para levantar el bastón y dármelo.
─Descuida, pervertida. Tú primero. Después entraré yo.
Me aferré al bastón y asentí sin mirarlo.
Corrí al baño y me duché rápidamente. Sólo quería quitarme el agua fría del cuerpo y evité mojarme de más el cabello. Me puse una bata roja que había colgada dentro del baño para poder dejar que toda mi ropa se secara antes de salir. Me arrebujé lo mejor que pude en la tela para ocultar mi desnudez.
Al salir, Ian me miró fijamente y me sonrió.
─Ahí hay una secadora por si quieres secarte el cabello.
─Gracias.
Pasó junto a mí, me dio una palmada en la cabeza y se metió al baño. Escuché cómo el agua comenzó a correr y procedí a aceptar su invitación de usar la secadora. Me senté en una silla que había frente al espejo y me sequé el cabello lo mejor que pude. Cuando ya sólo me quedaban las puntas un poco húmedas, Ian salió del baño con la otra bata puesta. Le sonreí al verlo.
Se acercó a la botella y me sirvió la copa; y, mientras tanto, me detuve a apreciar su espalda ancha. En serio había estado ejercitándose. Su cuerpo poco a poco había ido cambiando a mis ojos. Ya no era el niño flacucho y debilucho de la secundaria, se estaba convirtiendo en todo un hombre. Estaba sorprendida ante su cambio y extrañamente alegre por ello. Tenía una espalda en v fabulosa y sus músculos se flexionaban a través de la bata cada que hacía algún movimiento. Tuve que limpiar la baba que caía de mi barbilla cuando me dio la copa y se sentó frente a mí.
─Esto es extraño ─murmuré con la copa en los labios.
Bebí del vino y sentí cómo la frescura bajaba por mi garganta, aliviándome. Estaba delicioso.
─ ¿Estar en ésta habitación solos es extraño? ─preguntó confundido.
─Sí. Hemos estado solos, pero la habitación...
─Es demasiado, lo sé. ─Sonrió.
Pude exhalar el aire que estaba conteniendo inconscientemente. Me relajé bastante al saber que él estaba igual de nervioso e impactado que yo. Me terminé en unos cuántos sorbos el vino y él se levantó para llenar mi copa nuevamente.
─ ¿Qué vamos a hacer ahora? ─pregunté mirando a todos lados menos a él.
─ ¿Qué es lo que quieres hacer? ─preguntó con una sonrisa enorme en el rostro.
─Háblame de todo ─solté.
─ ¿De todo? ─preguntó extrañado.
─Sí. ─Afirmé─. Quiero saber qué pasó desde que te mudaste. Quiero escucharlo todo.
─ ¿Todo? ¿Estás segura? ─Sonaba preocupado.
Sabía que muchas de las cosas que iba a escuchar no iban a ser bonitas. Para empezar, escucharía lo de Tamara, pero no encontraba otra forma de hacerle hablar acerca de la carta. No quería ser muy directa y exigirle que me hablara de ello, pero tampoco podía seguir esperando a que tocara el tema. Necesitaba escuchar algo, lo que fuera. No quería seguir estando en lo desconocido. Ian ahora se había vuelto un misterio. Y aún me faltaba valor para preguntarle directamente si todo lo de la carta era cierto y si seguía sintiéndose así. Además, si hablábamos de eso, yo también tendría que hablar con él de mis sentimientos y todavía no estaba del todo lista para empezar a aclarar lo que quería. Pero supuse que sería mucho más fácil si escuchaba cómo se sentía el primero.
─Sí. ─Insistí. Iba a sacarle la información de una forma u otra─. Quiero hablar de la... carta también...
─Bien. ─Asintió.
Me acomodé en la cama. Nuestras rodillas se tocaban a través de las batas. Se pasó la mano por el cabello semihúmedo y soltó un largo suspiro. Estaba sintiéndose incómodo. La habitación nos iba a servir para algo, aunque fuera sólo para hablar. Quería escuchar lo que tenía que decirme, sin importar lo que fuera. Si había escrito esa carta, esperaba que sus sentimientos no hubiesen cambiado con el transcurso del tiempo; egoístamente, eso era lo que deseaba.
─El primer día en el colegio fue agotador. Había olvidado lo que era ser el nuevo. Era el único porque nadie entra para el último año ─explicó con una irónica risa─. Pero el segundo día fue mucho mejor que el primero. Los chicos de mi salón me tomaron para el equipo de futbol y vieron que era bueno; así que, a partir de ese momento, comencé a juntarme con algunos de ellos. Ellos me presentaron a más gente, hasta que se formó la bolita que te presenté el día...
Su voz había disminuido de tono. Lo que fuera a decir a continuación, parecía renuente a hacerlo. Hizo una mueca de arrepentimiento por haber mencionado eso. Le di una ligera palmada tranquilizador en la rodilla.
─El día de mi accidente ─dije tranquilamente, quitándole importancia─. Continúa ─lo animé─. ¿Cómo conociste a Tamara?
Las palabras habían salido antes de que me diera cuenta. Últimamente se desconectaba mi cerebro continuamente. No sabía cuándo parar. Pero, a decir verdad, había superado el día de mi accidente. Ya no estaba resentida ni me avergonzaba de mencionarlo como antes. Pero todo eso había sido gracias a Gabrielle. Y, en ese momento, pensar en él no hacía más que dolerme.
"Me pregunto, ¿qué estará haciendo ahora?"
─ ¿Directa, eh? ─preguntó elevando su labio─. Es amiga de un amigo del futbol. Pero creo que ya sabes lo demás.
Se dio la vuelta y llenó su copa.
─ ¡Espera! ─grité confundida─. No puedes dejar ahí la cosa. Quiero escucharlo, Ian.
─Selene, no tiene caso que repita lo que ya expliqué en la carta ─dijo sin mirarme.
─Igual quiero volver a escucharlo. Casi no recuerdo lo que decía la carta. ─Mentí.
─Puf. ─Refunfuñó─. Yo le gusté a ella al instante en que me conoció.
Volteé los ojos en blanco. Daba mi vida a que cualquiera se enamoró de él al instante en que lo conoció. Yo lo había hecho, ¿por qué las demás no? No me sorprendía que hubiese sido de esa forma. Era obvio que él no se fijó en ella primero. Sonaba mal, pero él era así. No tenía especial interés por ninguna chica. Nunca lo había tenido. Ni siquiera por mí, claro estaba.
─Salimos un par de veces en grupo. Me gustaba estar con ella. Era divertida, inteligente y siempre tenía algo que decir. Al poco tiempo, ella...se me declaró. ─Agachó la cabeza y miró sus manos entrelazadas─. Aún no logro comprender por qué le dije que sí... Creo que intentaba quitarme a alguien de la cabeza. Estaba intentando aceptar mi nueva vida. Una vida sin ti. Creí que aceptándola a ella, aceptaba todo lo nuevo. Lo lamento mucho porque sé que sólo la utilicé. Ella es una chica grandiosa, Selene.
"Lo sé. Sólo tuviste que presentármela para saberlo. Era encantadora y adorable. Un ángel."
─Pero yo no pude. Ese día que te la presenté...se sintió mal. Me dolió haberte hecho eso y supe por tu reacción que a ti te dolió más que a mí. Y, luego..., tu accidente... No pude soportarlo.
Negaba una y otra vez con la cabeza. Se sostenía las sienes entre los dedos y apretaba. Levantó la vista un momento y me pareció ver que sus ojos estaban húmedos. Éste hombre había estado sufriendo del mismo modo que yo. Sabía que estaba a punto de explotar. Él necesitaba esto. No quería que me recordara nada de lo que había pasado porque me traía mucho dolor, pero él necesitaba hablar de ello conmigo. Su carta no decía suficiente y sabía que él aún me ocultaba cosas. Por muy doloroso que fuera para ambos, teníamos que hacer eso.
─Cuando vi que habías despertado...supe lo que tenía que hacer. Rompí con Tamara al otro día. Ella no estaba sorprendida, en absoluto. Al parecer, sabía que no dejaba de pensar en ti. Ella se dio cuenta de mis sentimientos el mismo día en que las presenté. Cuando fui a verte...escribí la carta porque sabía que no podría decirte cómo me sentía..., pero me corriste ─explicó con una sonrisa.
Ahora todo estaba más claro. No pude evitar sonreírle de vuelta. Viendo en retrospectiva, había actuado como una niña pequeña. Seguramente los del hospital habían pensado lo mismo.
"Soy estupenda. Yo sólo lo corrí de mi lado. Él podía haber estado conmigo desde el día de mi accidente, pero me encontraba tan afectada que no podía dejarlo estar. No quería que me viera de esa forma porque yo pensaba que él no sentía nada por mí."
No me había dado cuenta de que mi copa estaba otra vez vacía y que la de él había desaparecido. Suspiró y continuó hablando.
─He estado tratando de hablar contigo. Creí que leerías la carta cuando me hubiese ido del cuarto, pero no recibí un mensaje tuyo, ni una llamada, nada. Creí que eso era una negativa a mi declaración.
Era lógico. Yo lo había rechazado a él porque él me había rechazado a mí. Yo también habría sacado esa conclusión. Estaba tan dolido. Parecía que incluso estaba sufriendo físicamente. Le extendí la copa para distraerlo un momento. Me sirvió más vino y, al sentarse, lo hizo más cerca de mí.
─Luego...decidí volver a buscarte y, entonces, te vi con aquel tipo. Tú dices que no es nada y que no tienes nada con él, pero las últimas dos veces que te vi estabas con él, Selene. Yo...ya no sé qué está pasando entre nosotros. Quiero saber qué es lo que sientes por mí, Selene. Mis sentimientos por ti no han cambiado.
Mi mirada no dejaba de buscarlo. No podía hacer contacto con él. Había vuelto a vaciar mi copa. Vi su perfil a través de la suave luz de las lámparas. Era hermoso. Dejé la copa vacía a un lado en la cama. A pesar de tener su rodilla pegada a la mía necesitaba más contacto. Lo necesitaba a él.
Por un momento, dejé de razonar todo lo que estaba pasando. Me impulsé con las manos y me coloqué frente a él. Lo vi abrir la boca, pero antes de que pudiera decir algo, me abalancé a sus labios. Sus labios eran suaves y en él, a diferencia de Gabrielle, no había ni rastro de su incipiente barba. Abrí mis labios para darle paso a su lengua hice lo mismo con la mía. Sabía al licor que habíamos estado bebiendo. Enredé mis manos en su cabello y él tomó mis piernas e hizo que me sentara a horcajadas sobre él. Sentí que sus manos se deslizaban por todo mi cuerpo. Me estaba devolviendo el beso con la misma ferocidad que yo. Estaba tratando de sentir algo; lo que fuera. Pero nada venía. No podía sentir la misma electricidad que había sentido con Gabrielle cada que nos tocábamos.
Puse empeño en lo que estaba haciendo y deslicé mi lengua por su labio inferior. Tiré de él con mis dientes, arrancándole un jadeo. Traté de hacer de todo para sentir. Pero los fuegos artificiales, la adrenalina, el dolor de estómago, el sentir que me faltaba la respiración... Ninguna de esas cosas estaba sucediendo. De repente, me sentí obsoleta. Él no era malo y yo lo quería. Aun así, no podía sentir nada. ¿Qué estaba pasando?
─Selene, ¿qué me estás haciendo? ─Rugió en mi boca y sus manos apretaron mi trasero.
─Yo...no...no puedo.
Me separé negando. Sentía unas irrevocables ganas de llorar.
─Está bien, Selene ─accedió.
Me soltó y me coloqué en la cama nuevamente. No había nada y ahora me sentía avergonzada. Me arreglé la bata en su lugar. Me levanté con ayuda del bastón y me acerqué a mi ropa. Al tocarla, estaba igual de mojada que cuando me la había quitado. Ian se acercó a uno de los cajones y sacó una de sus playeras, unos calcetines y uno de sus pantalones. Me los ofreció y los acepté agradecida. Entré al baño y me cambié. Su ropa me quedaba grande, pero era muy cómoda. Me pasé las manos por el cabello, tratando de acomodarlo lo mejor posible, y salí para encontrarme con él. Él también se había cambiado de ropa.
─Selene ─acarició mi mejilla e hizo que lo mirara─, ¿estás saliendo con alguien?
─Ya te había dicho que no ─contesté molesta.
─Voy a hacer que te enamores de mí, Selene ─confesó decidido. Alcé la vista sorprendida─. Voy a ganarte y voy a tratarte como la mujer que sé que eres. Haré que te enamores de mí nuevamente.
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