Capítulo 17
Pasó una semana antes de poder armarme de valor y sacar de la caja de pandora la carta de Ian. Gabrielle volvía a ser el mismo profesional de siempre. Me sacaban canas sus cambios. Un momento era cariñoso y tierno y, al otro, se volvía profesional y frío. Estaba empezando a preguntarme qué era lo que sucedía exactamente entre nosotros. Pero alejé esos pensamientos de mi mente. La relación entre Gabrielle y yo era sólo física. No involucraría sentimientos donde no los podía, no tenía permitido, desarrollar.
Estaba sentada en mi cama con las piernas estiradas y la carta de Ian en el regazo. Los dedos estaban sudándome y me temblaban las manos. No sabía lo que leería y me imaginé demasiadas veces el contenido. La sugerencia de vernos la semana que viene para discutir la carta no ayudaba para nada. Era desalentador y eso sólo intensificó mi nerviosismo.
Justo cuando tomé la orilla de la carta para abrirla, mi madre entró a la habitación. A la velocidad de la luz, escondí la carta en mi espalda y le sonreí.
─ ¿Qué haces, hija? ─preguntó extrañada.
─Viendo la tele ─dije señalando la pantalla encendida.
Asintió al ver mi televisión encendida.
─Hija, he hablado con tu padre y ya tomamos una decisión ─explicó sentándose─. La próxima semana nos iremos a Londres con la familia de Ian. Hablaré con Gabrielle para ver si nos puede acompañar.
─ ¿Cuándo nos vamos? ─pregunté sorprendida ante la noticia.
─El jueves ─contestó.
Sería después de verme con Ian. Sí, ya me veía. Estaría incómoda todo el camino. Y conociendo a la familia de Ian, viajaríamos juntos. Simplemente perfecto. Navidad era la siguiente semana y pasaríamos ahí también año nuevo. Estaría fuera de casa quince días.
─Así que ve preparando tus cosas.
─ ¿Y cuándo hablarás con Gabrielle?
─Va a venir dentro de un rato y me pareció buena idea que tú hablaras con él. Te llevará por un helado y, entonces, se lo dices ─contestó emocionada.
─Pero...
─Nada de peros. ─Se puso de pie─. Dijo que no tardaría en llegar.
Y así, salió de mi cuarto. Gabrielle vendría a la casa para preguntarle si me acompañaría en mi viaje. Esto no iba a terminar bien. Además, Ian estaría ahí. ¡Definitivamente, no va a salir nada bueno de esto! Quería que viniera conmigo, pero al mismo tiempo, no lo deseaba. La tensión que se sentía cada vez que se topaban era tangible y mi presión arterial y corazón no podían seguir soportando esos encuentros.
Entonces recordé que aún tenía la carta en mi espalda. La volví a tomar entre mis manos, las cuales comenzaron a reaccionar. Pasaron varios minutos antes de decidir abrir la tarjeta. Ya había visto todas las tarjetas que me habían dado, pero la de Ian era especial. No podía leerla porque era de él. Algo que a la fecha aún no comprendía.
Soltando el aire, resignada a lo que iba a suceder, me dispuse a abrir la carta. Ian no era de escribir mucho, pero ante mí tenía una hoja completa con su letra en ella.
Querida Selene,
Lamento mucho tu accidente. No te escribo esta carta para que creas que te tengo lástima. Lo hago porque eres mi mejor amiga y me preocupo mucho por ti. Cuando supe que te accidentaste, pensé que te había perdido para siempre. No podía imaginarme una vida sin ti a mí lado. Has sido la más valiosa amiga de mi vida. No he conocido a nadie como tú y jamás conoceré a nadie igual.
En el transcurso del tiempo que estuve en la escuela nueva, y lejos de ti, me di cuenta cuan dependiente me había vuelto de tu compañía. Quería hablarte y verte todos los días. Quería que supieras todo lo que me pasaba todos los días. Pero creía que lo mejor para ti era que siguieras adelante, sin mí. Nos habíamos acostumbrado a estar juntos todo el tiempo y estar sin ti todos estos meses fueron como si me hubiese sometido a un tratamiento contra adicciones. Me encontraba en la fase de abstinencia cuando conocí a Tamara. Ella me recordaba mucho a ti y, cada vez que estaba con ella, era como si estuviera contigo.
Al poco tiempo, me di cuenta de que eso no estaba nada bien. Ella tuvo la inquietud de que algo no andaba bien conmigo durante semanas. Después de que nos viéramos y fuera tu trágico accidente, se dio cuenta del porqué. Hablamos y me di cuenta qué era lo que pasaba conmigo. Supe por qué mi relación con Tamara no era lo que yo quería y necesitaba. Ella no era tú. Yo quería que fueras ella y las cosas no funcionaban así. Yo te quería a ti, conmigo.
Cuando te confesaste, yo no te veía como una mujer para mí. Me obligué a mí mismo a verte como una hermanita. Alguien a quien tenía que proteger y resguardar. Desde el primer año en que nos conocimos, me di cuenta de que tú no estabas interesada en mí de ese modo y por eso no deseé arriesgarme. Me dije que sólo era cuestión de tiempo para que tus sentimientos cambiasen. Y así fueron, pero los míos también cambiaron en ese momento. Es extraño cómo esperas a que algo suceda y, cuando sucede, ya ni sabes por qué esperabas que sucediera eso.
Fui algo lento para darme cuenta de que mis sentimientos seguían ahí, enterrados en alguna parte. Ahora, esta carta forma parte de un pretexto para expresártelos. Estoy loco por ti, Selene. Todo este tiempo tú has sido la causa de mis sueños y mis desvelos. Te quiero a ti, Selene. Estaré contigo siempre que lo desees e incluso cuando no. La carta es exactamente porque sabía que en este momento no deseas verme, pero espero que pronto lo estés. Soy tuyo incondicionalmente. Lamento haber tardado tanto en darme cuenta de ello. Espero que no sea demasiado tarde para decirte esto, pero estaré tranquilo porque ahora sé que sabes cómo me siento. Qué tan atraído estoy por tus huesos, tu piel, tu personalidad, tu completo ser.
Te amo, tuyo, Ian.
Las lágrimas mojaron la carta. Estaba en estado de shock. No me esperaba ese tipo de palabras. Todo este tiempo Ian había estado sintiendo lo mismo que yo. ¿Por qué no leí la carta cuando me la dio? Estaba tan avergonzada de quién era en ese entonces. Habían pasado tantas cosas. Enterarme que se había conseguido novia fue lo que más me derrumbó. Y, luego, el accidente sólo me hizo sentir impotente, inútil.
En lugar de apoyarme en mis amigos, quienes siempre habían estado a mi lado, hice otro tipo de cosas. A cambio, busqué experiencia en alguien más. Daba por hecho que Ian me querría si me convertía en una mujer. Cambié mi apariencia, mi forma de vestir, e, incluso, creí que tener experiencia con los chicos me haría ser más deseable.
El problema fue que yo di por sentado que él no sentía nada por mí. Fui y me involucré con Gabrielle. Él era un hombre increíble, inteligente, tierno, divertido, amable y muy muy guapo. No quería jugar con él, ni usarlo. Las cosas se me salieron de las manos. Ahora no tenía idea de qué debía hacer. Me sentía la peor persona del mundo. ¿Qué haría ahora?
Para terminar de hacerme sentir fatal, en ese momento sonó el timbre de la casa; y, segundos después, la voz de mi madre diciendo que Gabrielle había llegado. Borré rápidamente las lágrimas de mi rostro, escondí la carta debajo de la cama y verifiqué mi maquillaje en el espejo. Tomé las muletas y salí del cuarto con la mejor sonrisa fingida que podía poner en ese momento. Si salía de ésta, me volvería una actriz profesional al final del día.
Gabrielle me esperaba al pie de la escalera con una sonrisa encantadora. Mi madre había desaparecido del piso de abajo. Gabrielle me saludó con un asentimiento de cabeza y rodeó mi cintura cuando mis pies tocaron el piso. Mi madre salió, quien sabe de dónde, para despedirnos y decirnos que nos fuéramos con cuidado. Lo peor no fue ver a mi madre ahí, sino que mi padre y mi hermano estaban de pie en la entrada de la cocina. Se abrazaban como si estuvieran posando para un foto instantánea. Volvería dentro de unas horas, no estaba saliendo de la iglesia el día de mi boda. Tuve que salir corriendo, o lo más rápido que las muletas me dejaban ir, para quitar de mi mente una imagen tan traumática.
Fuimos al centro de la ciudad a una heladería. Los sabores eran muy exóticos. Había más de treinta diferentes y me tomó demasiado tiempo tomar una decisión. Al final, Gabrielle tomaba de mi helado y yo del suyo. Me encantaba pasar tiempo con él, hacía que olvidara todo lo demás. La carta de Ian seguía dando vueltas en mi cabeza, y ahora tenía que pedirle a Gabrielle que fuera con nosotros al viaje. ¡Maldito destino, si es que existes!
─ ¡Selene! ─gritó Gabrielle.
─ ¿Qué? ─pregunté sorprendida.
─Te he estado llamando desde hace rato, mujer. ¿En dónde estabas?
─Lo siento. ─Me sonrojé─. ¿Qué decías?
─ ¿Por qué tu madre quiso que te trajera por un helado? ─preguntó sonriendo.
Mi madre y su forma sutil de pedir las cosas. Pudo haber dado una mejor excusa. Volteé los ojos y maldije en silencio por tener la familia que tenía.
─Ah, es que... ─Suspiré. Le conté todo el plan que se iba a llevar a cabo la semana próxima─. Por lo que, me gustaría saber..., ¿podrías acompañarnos en el viaje? Mi madre dice que es para que siga la terapia y...
─ ¿Ir de viaje contigo, tu familia, Ian y su familia?
"Vaya, sí que suena mal si lo desglosas de ese modo."
─ ¿Ajá? ─afirmé entrecerrando los ojos.
─ ¿Cuánto tiempo nos iríamos?
─Quince días. Pasaríamos año nuevo allá también ─contesté mirando mis dedos entrelazados.
─Hmm ─dijo pensativo.
Se quedó callado un momento. Sus ojos no me miraban y me alegró, porque podía haber visto cómo mi cuerpo se retorcía de los nervios en la silla.
─Hay algo más que necesito decirte.
Iba a contarle acerca de la carta. Lo había mantenido al tanto de todo lo que había pasado con Ian, y las últimas dos veces que lo vi, él también había estado ahí. Se me hacía justo que supiera la verdad por completo. Ya estaba nerviosa. No podía creer lo que estaba a punto de contarle.
─ ¿Qué es, Selene? ─preguntó preocupado.
─ ¿Recuerdas que el día antes de mi alta Ian me dio una carta? ─pregunté nerviosa y sin mirarlo a los ojos.
─Sí, te encontré llorando en la habitación.
Cómo iba a olvidarlo, fue el día en que nos conocimos. Bueno, al menos como paciente y doctor.
─Yo...no había leído la carta...hasta hoy, hace un rato. Justo antes de que llegaras. ─Tragué saliva.
─ ¿Qué decía? ─preguntó expectante.
Traté de adivinar lo que estaba pensando a través de su expresión, pero parecía sincero al querer saber la verdad. No pude vislumbrar nada más. Sentí una pequeña opresión en el pecho. Esperaba otro tipo de reacción.
─Al parecer, Ian siente lo mismo por mí que yo por él ─expliqué mirando mis dedos.
Ahora que lo decía en voz alta, no sonaba tan convencida. No por lo que Ian sentía, sino por mis sentimientos.
─ ¿Así que también le gustas? ─preguntó sorprendido. Asentí─. ¡Eso es grandioso, Selene! Sabes, yo creo que éste momento es perfecto. Lo mejor es que no vaya con ustedes en el viaje.
─ ¿Qué? ─pregunté algo decepcionada.
Sí, no me estaban gustando para nada sus reacciones.
─Así ustedes pueden pasar juntos todo el tiempo. Por fin vas a obtener lo que querías, por lo que tanto has estado luchando. Estoy muy feliz por ti ─sonrió.
A pesar de que decía estar feliz por mí, algo en su mirada reflejaba dolor. Era el único que se tragaba eso. No estaba feliz por mí para nada. Parecía afligido. No iba a venir al viaje con el pretexto de dejarnos a Ian y a mí a solas. Eso eran tonterías. Había algo que no me estaba diciendo. Pasaría quince días alejada de él, mismos quince que compartiría con Ian.
Gabrielle apartó su mirada de la mía. Se terminó el helado.
Yo, en cambio, había perdido el apetito. No me esperaba ese tipo de reacción. Esperaba otra muy diferente. Por un momento, quería pensar que él se enojaría y lucharía por mí. Que no me dejaría ir, que me diría que tal vez había comenzado a sentir algo por mí. Que todo lo que habíamos estado compartiendo no eran sólo imaginaciones mías.
En mi mente, ese era el momento en el que me confesaba cómo se sentía y se aseguraba de ir conmigo al viaje para impedir que Ian y yo nos quedáramos a solas. Para poder estar conmigo, para seguir cómo habíamos estado. Todos esos besos y caricias no habían significado nada para él. Solo estamos jugando. No debería sentirme molesta, yo había querido esto. Fui yo la que aceptó el acuerdo. Yo solita me había metido en todo ese embrollo. Había querido explorar y sentir lo que se sentía cuando un hombre como Gabrielle te miraba y tocaba como él lo hacía. Pero eso también era mentira. No quería que nadie más lo hiciera, quería que fuera Gabrielle. Siempre había sido Gabrielle.
─Gabrielle...yo...
─ ¿Cuándo te vas? ─preguntó interrumpiéndome.
─El jueves.
─ ¿El miércoles te gustaría faltar a la terapia y hacer algo más?
Levanté la mirada. Estaba viendo su mano danzando de un lado al otro de la copa del helado. Parecía tener las mejillas sonrosadas e incluso podía apostar que estaba nervioso. Ya tenía planes para el miércoles. Vería a Ian ese día. Pero no iba a decirle eso. No podía seguir metiendo la pata.
─El miércoles no puedo ─alzó la vista preocupado ─, porque tengo que hacer la maleta y eso. Pero ¿el martes te parece bien?
─ ¡Sí! ─Sonrió. Le brillaron los ojos─. Te voy a llevar a un lugar muy bonito.
─De acuerdo. ─Le devolví el gesto.
Colocó su mano en mi mejilla y me acercó a sus labios. Succionó mi boca con delicadeza. Variando la presión y retorciendo su lengua lentamente. Me aferré a su cabello y lo obligué a pegarse más a mí. Jadeé en su boca. Cuando nos separamos, nuestros pechos subían y bajaban por la falta de aliento, y nuestros ojos no dejaban de mirarse, como si se estuvieran comunicando en un lenguaje completamente nuevo. Ahí estaba, esos pequeños contactos que me hacían querer más. No podía ser sólo cosa mía, ¿o sí?
Por un momento, me dieron ganas de llorar y el pecho se me comprimió. El beso se sintió como un beso de despedida. ¿Qué estaba pasándome? ¿Por qué todo mi ser no deseaba separase de su lado? ¿Por qué el simple hecho de no poder estar con él estaba carcomiéndome por dentro?
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