Capítulo 16
El viaje de regreso fue bastante bien. Estuvimos platicando acerca de nosotros. Aprendí más cosas que no sabía de él. Le gustaba mucho su trabajo, adoraba la comida china, le gustaba el color verde y azul, el sabor de su helado favorito de ese momento era el de chispas de chocolate, otro de sus hobbies era tomar fotografías de paisajes y animales, y siempre que podía viajaba. Sabía que había muchas otras cosas que no sabía de él, pero a su tiempo las sabría.
Estábamos en la puerta de mi casa. Ya no tenía que sostenerme de las muletas porque mis brazos estaban apoyados en los hombros de Gabrielle y él sostenía mi cintura. Estaba bastante feliz de haber pasado el fin de semana a mí lado. Yo también me había divertido bastante. Tenía los ojos brillantes y, por un momento, me di el lujo de perderme en ellos.
─No quiero dejarte ─susurró.
─Tienes que hacerlo. ─Reí─. Además, mis padres me esperan dentro.
Eso último era mentira. Había marcado a casa para informar que ya iba en camino cuando salí del hotel y mi mamá me había dicho que no iba a estar en casa porque saldrían a comer y luego irían al parque. Pero no podía darle esa información; de lo contrario, se quedaría toda la tarde y tenía que pensar mucho en todo lo que había pasado el fin de semana, y en lo que iba a hacer de ahora en adelante.
─Bien, te dejaré ir. ─Abrió la puerta de la casa y dejó las maletas en el pasillo principal─. Pero parece que no hay nadie.
─Han de estar dormidos arriba ─susurré, siguiendo mi mentira.
─Okey. ─Suspiró.
Se dio la vuelta y, cuando me disponía a entrar a la casa, Gabrielle volvió y me robó un beso. Cuando se separó, me brindó una sonrisa de triunfador. Alcé la vista al escuchar que alguien carraspeaba. Mi mundo se vino abajo. No era la primera vez que me encontraba en ese tipo de situación. Tenía que aprender cuándo aparecerse y cuándo no. ¿Qué explicación iba a dar ahora? ¿Cómo reaccionaría Gabrielle si se quedaba a presenciar lo que pasaba? Tragué saliva y me armé de valor para enfrentar lo inevitable.
─Ian ─susurré.
─Hola, Selene ─saludó impasible.
Me quedé congelada. Ahora ya no podía ni hablar. Bonito momento para acobardarme. Miré a Gabrielle. Él estaba serio, no mostraba incomodidad ni enojo; a decir verdad, no mostraba ninguna emoción. Esto iba a terminar mal.
─Me da gusto verte. ─Estrechó Gabrielle su mano─. Ian, ¿verdad?
─Sí, igualmente. ─Apretó su mano.
─Yo...ya me iba ─dijo Gabrielle. Se giró hacia mí y besó mi mejilla─. Te veo después.
Los dos vimos cómo Gabrielle subía a la camioneta. Una última mirada y luego arrancó. Cuando Gabrielle daba la vuelta en la esquina y desaparecía, al final de la calle, Ian se giró para verme. Tenía las manos en los bolsillos. Llevaba un pantalón de mezclilla, tenis y polo negro. Había estado haciendo ejercicio porque los brazos los tenía más marcados y su espalda lucía mucho más ancha. Como siempre que tenía su presencia frente a mí, no pude evitar sonrojarme y comenzar a sudar.
─ ¿Gustas pasar? ─pregunté señalando con la cabeza la puerta abierta.
─Después de ti. ─Extendió la mano.
Esperaba cualquier tipo de reacción, menos esa. Estaba serio y muy tranquilo. Sus ojos oscuros se veían mucho más profundos y parecía tener la mandíbula tensa. Traté de ignorar mis nervios y me senté en el sillón de la sala. Esperé a que él se sentara en el sillón de enfrente, pero me sorprendió cuando se sentó junto a mí. Demasiado cerca, nuestras piernas casi se rozaban.
─ ¿Quieres algo de tomar? ─pregunté para iniciar una conversación normal.
─No, gracias ─contestó.
─ ¿Cómo has estado? ─pregunté tratando de que continuara la fluidez.
─Muy bien. Mejor, de hecho. Ya me he acostumbrado a la escuela y ahora estoy tomando talleres.
Eso hizo que recordara a su novia. Era uno de los detalles que aún no había contemplado. Una vez que obtuviera toda la experiencia que necesitaba, no sabría cómo demostrársela a Ian si él tenía novia. No era una entrometida y no quería quedar mal con la chica porque, por desgracia, me agradaba. Tendría que esperar, tal vez. Aún no había pensado en ello. Ya llegaría el tiempo de que lo hiciera.
─Y, ¿tú? ─preguntó con las cejas levantadas─. Me alegra ver que ya caminas con muletas.
─Sí, ya puedo sostenerme y caminar unos cuantos pasos. En poco tiempo voy a ser capaz de caminar y correr. ─Sonreí emocionada al recordar todos los avances que había tenido el fin de semana.
─Me da mucho gusto escuchar eso, Selene. ─Sonrió orgulloso.
─Gracias, Ian.
─Y..., ¿tú y Gabrielle...?
─ ¡No! ─grité sonrosándome.
─Pero lo que vi...
─Es sólo mi doctor ─dije apartando la vista─. No significa nada para mí.
Al terminar esa frase, algo dentro de mí se rompió. Alejé el pensamiento con la mano.
─ ¿Estás jugando con él? ─preguntó extrañado.
─Claro que no ─contesté con voz temblorosa─. Él...es complicado.
─Bien. ─Asintió─. Si no quieres decirme, está bien. No voy a presionarte para que me cuentes algo que no quieres.
─ ¿Por qué viniste? ─pregunté cambiando de tema.
─Oh, ¿recuerdas que en la navidad tu familia y la mía la pasan juntos?
Había olvidado aquello. Ian y yo nos volvimos tan unidos como nuestras familias y, desde hace tres años, celebramos juntos la navidad y el año nuevo. Como una enorme familia. Nuestros familiares decían que aquellas reuniones sólo eran para ver cómo sería el futuro. Ellos siempre habían deseado que fuéramos más que amigos. Incluso sus abuelos decían que nos casaríamos en poco tiempo. Ninguno de los dos se sentía así, por lo que lo tomamos como una plática incómoda familiar. Bromas, para ser específicos.
─Sí, claro. Cómo olvidarlo. ─Reí.
─Pues este año mi familia quiere ir a Londres y están invitados a acompañarnos. De hecho, quieren que vengan con nosotros ─dijo entrelazando sus dedos.
─Pues...no lo sé, Ian.
─Mi familia ya habló con la tuya. Al parecer, están de acuerdo ─explicó─. Lo único que tienen que comprar son los boletos de avión. El hospedaje y todo lo demás corren por nuestra cuenta. Creo que lo iban a consultar contigo hoy. Pensé que llegarías antes.
─Salimos un poco tarde. Me parece grandioso. Cuando lleguen mis padres, espero me informen de todo.
Al parecer, mamá había estado hablando con Ian. Le había dicho a dónde iba, con quién, cuando regresaba y ve tú a saber qué más. Ella siempre tan comunicativa. Había dicho que si un chico te buscaba era bueno, pero cuanto más lo hacía, siempre era mejor. Ese es su lema. Yo no voy muy de acuerdo con él, pero es mi madre y así la quiero. No puedo cambiarla en el supermercado.
─ ¡Genial! ─dijo emocionado. Luego su rostro se volvió serio y duro. Comenzó a masajearse las manos, gesto que hacía cuando estaba nervioso─. Selene..., ¿leíste mi carta?
"¿Carta? ¿De qué carta hablaba? Si ni siquiera me había dado regalo en mi cumpleaños, ¿o, sí?"
No pude evitar fruncir el ceño ante su inesperada pregunta.
─ ¿Cuál carta, Ian?
─ ¿Cómo que cuál? ─preguntó ofendido─. La carta...la de... ¿No la has leído? La carta que te di en el hospital junto con las flores.
"¡Esa carta!"
Seguía estando debajo de mi cama en una bolsa negra. No la había leído. No había tenido el valor para hacerlo. Leí todas las demás, menos la de él. No quería saber lo que pensaba en ese momento. No deseaba leer palabras de lástima o consuelo. Lo único que quería era a él. Pero tampoco tuve el valor de decírselo. No he podido hacerlo. Después de seis meses del accidente, había olvidado eso por completo.
─Nnnno ─tartamudeé avergonzada─. Aún no la leo.
─ ¿Podrías hacerlo en estos días? ─preguntó acercando su rostro al mío─. Me gustaría saber lo que piensas.
─Sí, lo prometo. La leeré ─aseguré.
─Bien. ─Sonrió ligeramente─. ¿Te parece si comemos el miércoles dentro de dos semanas? Podríamos hablar de ello ese día, ¿te gustaría?
─Sería perfecto ─asentí agradecida por el tiempo.
─Entonces, me retiro. Debes estar cansada.
─Te acompaño. ─Estiré mis manos para tomar las muletas.
─No te molestes. ─Se acercó y besó mi mejilla de manera dulce y delicada─. Te veré en dos semanas, Selene. Cuídate.
─Igual tú.
Subí a mi cuarto a recostarme un rato. Leería la carta, pero no en ese momento. Me quede dormida al instante.
Una mano delicada acariciando mi cabello me despertó de mis ensoñaciones. Cuando abrí los ojos, me topé con los ojos de mi madre. Me sonreía. La vi mucho más feliz que cuando me fui. Algo había pasado.
─Hola, mamá ─saludé somnolienta.
─Hola, muñeca. ¿Cómo te fue?
─Muy bien ─contesté incorporándome─. Ya puedo sostenerme, mamá. Y también di unos pasos sin necesidad de las muletas.
─ ¿En serio? ¡Ay, hija! Estoy muy feliz por ti, mi vida. ─Me abrazó tiernamente.
─Gracias. Yo también lo estoy, mamá.
─ ¿Quieres algo de comer? ─preguntó alejándose para verme a los ojos.
─Me encantaría. ─Asentí.
Pasé el resto de la tarde con mi familia. Les platiqué acerca del viaje y de todo lo que había vivido mientras estuve ahí. Obviamente, omití unas partes en las que incluían a Gabrielle y a mí en una posición no muy conveniente. Mamá se había emocionado muchísimo con Gabrielle. Bueno, desde que lo conoció había estado emocionada. Sospechaba que ella sabía que algo más que sólo la relación paciente médico que estaba creciendo entre nosotros, pero no mencionó nada. Nos quedamos solas mamá y yo de nuevo en la habitación al anochecer.
─Selene, hay algo que quiero comentarte ─dijo sentándose en la orilla de mi cama.
─Dime.
─Ian vino hace dos días para informarnos algo.
─Sí, me lo topé cuando llegaba a casa.
─ ¿Te contó todo? ─preguntó.
─Sí, ¿vamos a ir a Londres?
─Aún no lo sé, hija. La familia de Ian siempre nos ha tratado muy bien, pero creo que ir de viaje con ellos va más allá. Lo he estado comentando con tu padre y parece que no está seguro de ir ─contestó─. ¿Tú quieres ir, Selene?
─No lo sé, mamá. Supongo que estaría bien ir, pero tengo la terapia y eso.
─Sí, esa es otra de las razones. Si fuéramos, tendríamos que convencer a Gabrielle de acompañarnos.
─ ¿Vendría con nosotros? ─pregunté alzando un poco la voz. No sabía si de emoción o de impresión.
─Sí, de lo contrario, ¿cómo continuarías con tu terapia?
─Sí, supongo que sí ─dije encogiéndome de hombros.
─Selene, ¿ha pasado algo con Ian?
Abrí los ojos alarmada por su cambio súbito de charla.
─Como, ¿qué?
─Pues hace mucho que no viene por aquí. ¿No han hecho las paces desde el día que te dieron el alta?
─No, sí. Ya estamos bien, mamá. Sólo que Ian está ocupado con la escuela y otras cosas ─mentí.
─Pero ¿todo bien? ─preguntó nerviosa.
─Sí. ─Sonreí nerviosa─. Todo bien, mamá.
─ ¿Y con Gabrielle? ─preguntó emocionada.
─ ¿Qué hay con él? ─pregunté sonrojándome.
─Es un buen hombre. Sólo digo que, si lo quisieras, estoy totalmente de acuerdo con eso. Yo te apoyo.
─ ¡Mamá!
─Bueno. ─Acarició mi mejilla─. Descansa, corazón.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro