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Capítulo 15

Despertamos hasta el mediodía. Ninguno de los dos había pasado una bonita noche y no tuvimos fuerzas para ir al desayuno. La comida empezaba a las dos, así que tuvimos tiempo de sobra. Desperté con besos delicados en mi cuello y mejilla. Fingí que no sentía nada, hasta que sus manos comenzaron a hacerme cosquillas en el estómago. No podía parar de reír.

─Basta, Gabrielle ─reí.

─No te escucho ─continuó.

─Deja de hacerme cosquillas, por favor ─supliqué con lágrimas en los ojos.

─Sólo hasta que digas que soy el mejor hombre que has conocido ─dijo riendo.

─ ¿Qué? ¡No! ─negué retorciéndome.

Era verdad, pero su ego sólo se inflaría un poco más.

─Dilo, Selene. Puedo seguir todo el día.

─Bien. ¡Eres el mejor hombre que he conocido! ─grité tratando de apartarlo.

─Di que soy lo máximo.

─Eres lo máximo ─reí.

─Di que te mueres por mí.

─Me muero por ti ─continué tratando de soportar sus cosquillas.

─Di que me quieres. ─Se detuvo. Lo miré y su rostro serio me dijo que ya no estaba jugando─. Dilo. ─Continuó haciéndome cosquillas.

─Te quiero. ─Paró. Respiré, me senté recargándome en los codos y viéndolo a los ojos repetí─. Te quiero, Gabrielle.

Yo tampoco podía creer las palabras que había dicho. Pero era la primera vez que era sincera con cómo me sentía. En estos últimos meses, había compartido mucho de él, sobre todo mi lado vulnerable y débil. Y tenía que dejar de engañarme al decir que no sentía nada por él, que todo aquello era sólo para poder obtener experiencia y ganarme a Ian. Porque, si era sincera, no había pensado en Ian ni un solo momento en el que estuve con él.

Asombrado por mi confesión, sostuvo mi rostro entre sus manos y me besó. Ni siquiera recordé que mi torso estaba desnudo hasta que me rozó con su pecho. Estuvimos melosos un buen rato. Regodeándonos en nuestra pequeña burbuja vacacional.

Luego nos alistamos para ir a comer. Al otro día, a esa hora, estaríamos regresando a la realidad. Estuvimos un buen rato comiendo. Teníamos mucha hambre y no había prisa alguna para estar en otro lado. Nos habíamos dado cuenta de que una pareja joven, de entre unos 35 y 45 años, nos estaba observando. Parecían recién llegados porque la tarde anterior no los había visto. La mujer nos veía fijamente. Llegué a sentirme incómoda ante su intensidad. Ni Gabrielle ni yo les dimos mucha importancia.

Al terminar, quisimos pasar un rato al sol en la piscina para después entrar al agua caliente y empezar con la terapia. Traía puesta la misma falda y playera del día anterior. Gabrielle me acercó un camastro y me sentó ahí. Estaba acostada entre la sombra y el sol. Él se había puesto una playera y su short de traje de baño. La pareja de ancianos estaba en la orilla de la piscina y nos brindaron un saludo cuando pasamos a su lado.

Gabrielle estaba arrastrando un camastro a mi lado. Yo tenía puestos unos lentes de sol y fingía que estaba leyendo mi libro. Pude apreciar cómo los músculos de sus brazos se flexionaban y estiraban con cada movimiento que realizaba. Luego, como en una película, se levantó la playera y el sol entró en contacto con su piel. Su abdomen era lo más glorioso que una joven como yo, en sus 19 primaveras, podía apreciar. Tomó bronceador o bloqueador entre sus manos y se untó lentamente en su abdomen y brazos. Con un vaso imaginario para la baba, admiraba cada uno sus movimientos.

El ruido de otro camastro al lado del de Gabrielle llamó mi atención. La mujer de la pareja que nos había estado viendo en el comedor estaba sentándose demasiado cerca de nosotros; o, mejor dicho, de Gabrielle. La mujer era alta, rubia, ojos verdes y un cuerpazo de modelo de revista. Lo peor no fue su presencia, sino cómo lucía. Traía puesto el traje de baño más diminuto que había visto en mi vida. Parecía que le faltaban dos tallas más para que le quedara el traje en sus dos partes que alcanzaba a duras penas cubrir.

Y, lo peor de todo, fue que no sólo yo me lo estaba comiendo, sino que ella ya estaba preparándose a Gabrielle en un plato. La mujer se acomodó el traje y se acercó hasta donde él estaba. Lo que dijo a continuación pude escucharlo demasiado claro, como si su intención fuera que la notara.

─ ¿Quieres que te ayude a ponerte en la espalda? ─preguntó con voz provocativa.

De haber tenido algún líquido en la boca, lo había escupido. Recolocándome bien los lentes de sol, dejé mi libro a un lado un momento para cruzar una de mis piernas sobre la otra, y luego volví a centrarme en el libro. Si la mujer quería provocar a Gabrielle, que así fuera.

─ ¿Disculpa? ─preguntó Gabrielle, confundido.

─Con tu bloqueador. ─Señaló su mano─. Puedo ponértelo, si lo deseas.

Vi que se mordía el labio y tocaba su cintura. ¡La maldita vieja estaba coqueteando con él! Gabrielle sonrió. Él iba a jugar su juego. Y yo aquí haciéndome tonta con el libro. No tenía ese cuerpazo, ni era güera, ni alta, sería una burla. Además, no era como si me pudiera levantar y aventarla a la piscina para enfriarle la cabeza. Para mi desgracia, tuve que tragarme mi saliva y esperar a ver qué pasaba.

─No, gracias ─dijo Gabrielle, haciendo que levantara el rostro con la boca abierta─. Mi novia lo va a hacer. Le encanta consentirme ─se giró hacia mí, consciente de que lo estaba observando y no me había perdido nada ─, ¿verdad, amor?

No apartaba su mirada de la mía.

"¿Amor?"

Vi que la mujer me veía con cara de asco y con la boca abierta justo como yo había estado hacía tan solo un momento. Gabrielle me guiñó el ojo y le seguí el juego. Dos podían jugar al mismo juego.

─Sí, amor. Sé que te gusta ponerte adelante, pero te encanta que te toque la espalda. Justo como en el baño de hoy en la mañana, ¿verdad, amor? ─dije cariñosa.

Jamás en toda mi vida había hablado así de melosa. Nunca hablaría de esa forma. Sin embargo, no pude evitar sonrojarme o sentirme nerviosa mientras decía esas palabras. Pude jurar que mi voz sonó más chillona de lo normal. Solo esperaba que ella no se diera cuenta.

─Sí, mi vida. ─Se acercó y se sentó frente a mí. Me pasó el bote y comencé a aplicarle el bloqueador desde el cuello hasta la parte baja de la espalda─. Como ves, no necesito ayuda de nadie, y menos de una mujerzuela como tú. Pero, gracias. ─Sonrió dirigiéndose a la mujer.

─Ustedes no parecen novios ─dijo con una sonrisa maliciosa. No sabía cuándo darse por vencida. Volteé los ojos detrás de mis gafas─. He estado observándolos desde hace rato y no lo parecen.

Así que sí nos había estado viendo. Pensé que yo ya andaba de paranoica con toda la gente del hotel. Ésta mujer estaba acabando con mi paciencia. A fin de cuenta, ¿qué demonios le importaba?

─Mira, niña, ¿por qué no te vas? ─dijo Gabrielle con tono amenazante.

"¿Niña? ¡Pero si es más grande que yo!"

─Me iré cuando me demuestren que son una pareja. De lo contrario, seguiré provocándote.

Pensé que Gabrielle en ese momento la dejaría estar, que la ignoraría ampliamente, pero, en cambio, la retó aún más.

─Bien ─sonrió maliciosamente Gabrielle.

Abrí la boca sorprendida por la osadía que estaba demostrando.

─Gabrielle, déjala. No importa ─susurré deteniéndolo del brazo.

─Ella quiere ver lo que sería estar a mí lado y con gusto se lo voy a enseñar ─dijo serio.

A este hombre le tocaban el ego de machito y salía al instante a defenderlo, sin importar el costo. Miró a la mujer y se giró en mi dirección. Antes de que pudiera negarme, atrapó mis labios en menos de un segundo. Introdujo su lengua y me pegó a su pecho. Le devolví del mismo modo el gesto. Si iba a hacer esto, bien podría aprovechar la oportunidad. Si ya los tres nos íbamos a comportar como niños, que así fuera.

Tomó mi playera y la quitó. Por un momento sentí que estábamos en la habitación. Con manos hábiles, bajó mi falda y me la quitó de un jalón. Temí que la fuerza arrancara mi traje de baño. Me tomó en volandas, todo sin dejar de besarme, y sólo me soltó para sentarme en sus piernas cuando estábamos dentro de la alberca de agua caliente. Me giré para ver si la mujer aún nos veía, pero la vi alejándose de mala gana con todas sus cosas. El hombre que la acompañaba en la comida, no se encontraba en ningún lado.

Sentía demasiada adrenalina en todo mi cuerpo y estaba encendida como nunca. Había olvidado que había más gente mirándonos. Me avergoncé. ¿Qué estaba haciendo?

Él estaba al cien, enfocado en provocar a la mujer y yo no tenía idea de qué hacer con lo que sentía. Tenía demasiado calor y el agua caliente no hacía más que empeorar la situación. Estaba aferrada a él y, cuando se aseguró que la mujer ya no estaba, me miró riendo.

─Eso ha sido bueno ─susurró divertido.

No pensé mucho en lo que estaba haciendo. Me acerqué a sus labios y los absorbí como si mi vida dependiera de ello. Me restregué contra su cuerpo sin importarme quién nos estuviera viendo. Así eran las cosas con Gabrielle. Cada vez que nos tocábamos, un interruptor se encendía. No necesitaba un pretexto para besarlo, para ser así con él. Cada vez que me tocaba, mi necesidad de él incrementaba. Lo deseaba. Demasiado.

─Y esto ha sido mucho mejor ─dijo cuándo me separé de él─. Pero si sigues, no voy a poder contenerme, Selene.

─Lo siento ─dije sonrojándome.

─Será mejor que te ayude con la terapia. Ahora mismo, no puedo salir ─dijo mirando hacia abajo.

Me sonrojé aún más. Aún llevaba las gafas, un poco de privacidad adicional para mí, gracias a Dios. Asentí con la cabeza y tragué saliva. Me recargó en su pecho e hizo que estirara las piernas. Me pidió que las subiera, las dos al mismo tiempo y las bajara. Ya manejaba ese ejercicio a la perfección. Pero era diferente esta vez. El agua caliente hacía que sintiera más pesadas las piernas. Los movimientos eran más difíciles de hacer. Gabrielle, con las manos a los lados, me echaba agua de vez en cuando. Luego me pidió que levantara primero una y luego la otra, como si estuviera pataleando.

Para el último ejercicio que hicimos me tuvo que bajar hasta el último escalón. Hizo que me sostuviera en pie y subiera los escalones. Él me sostenía todo el tiempo. Tardé demasiado. El cuerpo me pesaba y me costaba mucho trabajo subir. Puse un pie en el escalón, que me costó muchísimo y, cuando me aseguré de estar firmemente parada, procedí con el otro. Cuando creí que mi pie estaba bien plantado, resbalé. Gabrielle tratando de detenerme, se sentó en el escalón y caí encima de él. Nuestras bocas chocaron accidentalmente. Me retiré de su lado y sentí mi rostro rojo como un tomate.

─Cuidado ─dijo acariciando con sus nudillos mi mejilla. Me brindó una gran sonrisa─. Puedes tropezar así cuantas veces quieras.

─Lo...lo siento ─dije colocando un mechón de cabello detrás de mí oreja.

─Ven, vamos a que descanses un poco. ─Me cargó y pasamos a la alberca más grande y un poco más fría.

El cambio fue un poco radical. Me sentí más ligera en menos de un segundo. Las piernas ya no me pesaban tanto. Gabrielle hizo que me pusiera detrás de él y me agarrara a su cuello. Enrosqué mis piernas, con ayuda de él, a su cintura y comenzamos a caminar por la alberca. Estaba relajada y ya no sentía la presión de tener que realizar bien el ejercicio. Íbamos hasta la mitad y regresábamos. La gente del hotel había puesto música en los altavoces, sonaba Breathe (2AM) de Anna Nalick.

─Entonces... ¿te gusta hacerles notar a las chicas de lo que se pierden? ─pregunté en su oído.

─Ja, yo diría que tu actuación no estuvo mal ─contestó con una sonrisa pícara.

─ ¿No estuvo mal? Pude haberme llevado un Oscar ─comenté ofendida.

─Yo hice toda la magia.

─ ¿Cuál? Yo no sentí nada.

─ ¿Ah, no? ─preguntó girándose.

Me atrapó en el momento en el que se giró. Puso sus manos en mi cintura e hizo que me sostuviera de él. No me di cuenta cuándo fue que comenzó a caminar hacia atrás, hasta que me percaté que nos encontrábamos apartados de todos, en el rincón de la alberca. Justo del lado donde mis pies no alcanzaban el suelo ni estirándome. Estábamos en lo hondo de la alberca. Había unas escaleras de metal de ese lado y me puso de espaldas a los escalones. Me senté en ellos y sentí su pierna en el escalón de abajo. Con una mano, se sostuvo del tubo y, con la otra, me acorraló para que no me moviera.

─ ¿Qué te propones? Sabes que no puedo nadar bien aún ─dije carraspeando.

Miré hacia abajo y estaba segura de que, si me soltaba, terminaría en el fondo.

─Voy a hacer que te arrepientas de tus palabras, mujer ─amenazó con una sonrisa maliciosa.

─ ¿Ah, sí? ─pregunté nerviosa─. Y, ¿qué piensas hacer?

No tuvo tiempo de contestarme. Se abalanzó a mis labios. La humedad y suavidad entraron en contacto, enviando un millón de electricidad a través de mi cuerpo. Con un jadeo, se impulsó hacia adelante, causando que me pegara más a los escalones. Su mano izquierda viajó a mi pecho izquierdo. Me aparté bruscamente, volteé a todos lados.

─ ¿Qué haces? Alguien puede vernos ─dije avergonzada.

─Entonces, enséñales lo que sucede aquí ─murmuró en mi boca.

─No, Gabrielle ─negué.

No había nadie alrededor. Estaba vacío el lugar. Era casi la hora de la cena y sólo había un niño en las escaleras y dos adultos en la alberca pequeña. Habíamos estado nadando toda la tarde. El sol ya se había ocultado y la oscuridad estaba comenzando a cernirse entre nosotros. Antes de que pudiera decir algo más, Gabrielle metió la mano debajo de mi traje. Gemí, centrando mi atención en él. Una sonrisa de oreja a oreja apareció en su rostro. Se pegó más a mí, impulsándose en el escalón para que nadie nos viera. Sofocó mis gemidos con sus labios. La intrusión de su dedo en mi interior me arrancó un gruñido.

─Estás empapada y no es por el agua de la alberca ─susurró en mi rostro.

Movió su dedo lentamente en círculos y mi boca tomó una enorme bocanada de aire.

─ ¡Dios! ─exclamó excitado─. Estás tan apretada...

Definitivamente, no esperaba que hubiera hecho eso tan de repente. Pero estaba sumamente excitada. Tenía los pezones endurecidos y mi respiración era acelerada. Gabrielle no apartada su mirada de mi rostro para no perderse detalle de mis reacciones. Asegurándose en el escalón, y a que estuviera firmemente sujeta del tubo de la escalera, se soltó para pasar su mano por mi pecho por encima del traje. Gemí con gusto y saqué el pecho hacia adelante para sentirlo con mayor plenitud.

Comenzó a mover su dedo de adentro hacia afuera. Jamás había sentido nada como eso. Era un poco doloroso, pero no quería que se detuviera. De repente, su mano izquierda apartó la copa del traje y atrapó mi pezón entre sus dedos. Para evitar gemir con todas mis fuerzas, enterré mi cara en su cuello y lo mordí. Gabrielle siseó en mi oído y sus arremetidas aumentaron. Su dedo no dejaba de entrar y salir de mí. El agua no dejaba de moverse, pero yo no podía pensar en otra cosa más que en el placer que estaba sintiendo.

─Gabrielle... ─supliqué entre jadeos.

─Vamos, Sel. Vente para mí ─jadeó en mi oído.

Sus movimientos se volvieron más rápidos y apremiantes. Traté de impulsar mis caderas hacia él para aumentar la presión, y cuando ya no pude más, me dejé ir. Aparté las manos de los tuvo y le encajé las uñas en los hombros, convulsionándome sobre él. Para ahogar mi gemido, volví a morderle el cuello, con más fuerza. Gabrielle gruñó salvajemente, pero no hice ademán alguno de querer apartarme. En cambio, apartó las manos de mi cuerpo, me sostuvo de las caderas y, entonces, abrí los ojos. Jadeaba sin cesar en su hombro. Y nadábamos de vuelta a la parte menos honda de la alberca. No hice ni el esfuerzo de mover las piernas, ni nada más de mi ser. Mis brazos eran lo único que me sostenían a él.

─Tus pupilas están dilatas ─susurró─. Estás preciosa, Selene. Brillas.

─Gabrielle...

─Está bien. ¿Más relajada, verdad? ─asentí adormilada. No podía ni hablar. Lo miré y me di cuenta de que él seguía estando igual─. No te preocupes. En la noche voy a hacer que me lo recompenses.

Salimos de la piscina y fuimos directamente al cuarto. Con lo agotada que estaba, le pedí que preparara la bañera. No podía ni estar sentada en una silla, mucho menos tener que enjabonarme. Estaba tan extasiada que no sabía ni lo que estaba haciendo. Gabrielle me colocó en la taza del baño mientras él llenaba la bañera con sales aromáticas y jabón. Lo vi ir y venir dentro del baño, pero yo parecía estar dentro de una burbuja. Ni siquiera me había dado cuenta cuándo había recogido nuestras cosas de los camastros.

Se acercó frente a mí, deslizó sus brazos por encima de mi cabeza y sentí sus manos en mi cuello. Cerrando los ojos, disfrute de su toque. Abrí los ojos para ver cómo los cordones del traje de baño caían frente a mí, liberando mis pechos. No me importó. En ese momento, los había visto más veces que yo en el último par de días. Inclinándose hacia abajo, soltó los cordones de mi traje y me miró. Asentí ligeramente con la cabeza, me colocó los brazos sobre su cuello para que me sostuviera y me puso de pie. La prenda cayó al suelo dejándome en completa desnudez frente a él. Me tomó de las piernas para levantarme y se acercó conmigo en brazos a la bañera. Sentir el agua caliente en mi piel me relajó al instante. Gabrielle se incorporó, pero tiré de él antes de que saliera.

─Entra conmigo ─supliqué.

─ ¿Segura?

─Mmmm ─. Murmuré adormilada.

─Será mejor que lo haga antes de que te ahogues.

Lo vi por el rabillo del ojo queriendo entrar así como estaba.

─No. ─Susurré─. Quítatelo.

Gabrielle me hizo caso y se quitó el traje de baño. Aprecie su desnudez de arriba abajo. Era sexi. Muy. Entró en la bañera y me hizo hacia adelante para que él se colocara detrás. Con suma delicadeza, tomó la esponja de baño y me enjabonó toda. Luego hizo lo mismo con su cuerpo y terminamos por disfrutar del agua caliente un rato. Estaba quedándome dormida sobre su pecho cuando sentí que se movía. Se incorporó y me ayudó a salir. Me secó y arropó como bebé en la toalla para dejarme sobre la cama.

Cuando volvió, llevaba una toalla alrededor de la cintura. Le pedí que me trajera un vestido amplio y larga que tenía. Me lo pasé por la cabeza y ya estaba lista para ir a cenar.

─ ¿Y tu ropa interior? ─preguntó risueño al verme tan adormilada.

─Es mejor así. Al volver, sólo tienes que quitármelo y listo.

Al terminar de hablar, me di cuenta de lo que había dicho. Me sonrojé de la cabeza a los pies y el sueño abandonó mi cuerpo de inmediato.

─Yo...yo... ─tartamudeé.

─Sí, ya entendí ─dijo guiñándome un ojo.

Suspiré y lo dejé estar. Gabrielle se vistió y salimos del cuarto. Al no estar del todo segura de mi fuerza, decidimos usar la silla de ruedas.

Después de cenar, fuimos directamente al cuarto. Estaba ansiosa por su promesa de la tarde. Él parecía estar tan tranquilo y yo, sin embargo, me estaba volviendo loca de la desesperación. Quería seguir. Estábamos en un paraíso; él y yo solos. Sabía que ésta oportunidad no se iba a repetir. Una vocecita en mi interior no dejaba de decirme que tenía que parar, que no podía seguir por ese camino, pero la ahuyenté de inmediato. Ya tendría tiempo para razonar todas mis acciones. De ser así, haber venido con él en este viaje había sido un completo error. Todo lo demás sólo eran consecuencias de ese acto en particular.

No me detuve a pensar, sólo quería actuar. Quería sentirlo. Tenerlo, de cierta forma, sólo para mí, aunque fuera por un momento. Estaba comenzando a ponerme muy nerviosa. Me puse un pantalón y la playera del pijama. Estaba sola en el cuarto de baño y decidí probar algo. Iba a sostenerme, me sentía confiada. Miré al espejo y, con ayuda de las muletas, me puse de pie. Primero dejé una y luego la otra. Me enderecé poco a poco y comencé a reír cuando vi mi reflejo de pie, por sí sólo.

─ ¡Gabrielle! ─grité llena de emoción─. ¡Gabrielle, corre! ¡Ven a ver!

─ ¿Qué sucede? ─entró con el rostro atemorizado. En cuanto vio mi reflejo, hizo el mismo gesto que yo, llenó de felicidad. Se acercó corriendo y me levantó en los aires. Dimos dos vueltas alrededor, con sonrisas en el rostro.

─No puedo creerlo, Sel. ─Besó mi mejilla─. Eres sensacional.

─Lo logré, Gabrielle. Puedo sostenerme en pie. ─Lloré.

Gabrielle se detuvo y limpió mis lágrimas con su pulgar.

─No sabes cuan orgulloso estoy de ti ─dijo sonriendo─. Nunca te des por vencida, Selene. Nunca.

─No lo haré. ─Negué con convicción─. Gracias, Gabrielle. No estaría aquí si no fuera por ti.

─No tienes nada que agradecerme, nena. Me alegra ver tus progresos y compartir tus alegrías.

─Quiero intentar caminar ─dije con la adrenalina recorriendo mi cuerpo.

─ ¿Estás segura? ─preguntó sonriente.

─Sí. ─Afirmé─. Quiero hacerlo.

─Bien. No te preocupes, yo te cuido ─se alejó un poco y estiró los brazos a los lados de mi cuerpo. Me concentré en hacer que mis piernas se movieran. Seguramente parecía un bebé aprendiendo a caminar por primera vez. Moví la pierna derecha primero y puse mi pie firmemente. Luego miré mi pierna izquierda y lentamente arrastré el pie a la altura de la pierna derecha. No podía con la felicidad que estaba sintiendo en ese momento. Iba a empezar con la pierna derecha otra vez, pero no pude sostenerme firmemente y resbalé. Gabrielle me sujetó antes de tocar el piso.

─No pude hacer más que un paso ─dije limpiando el sudor de mi frente.

─Estuvo muy bien, Selene. Lo hiciste tú sola. ─Sonrió, apartando un cabello de mi rostro─. Pero no debes sobresforzarte, puedes lastimarte.

─Sí, tienes razón. ─Tomé las muletas y fui al cuarto.

Me tiré en la cama con los brazos estirados. Estaba muy feliz y no podía quitar la sonrisa de mi rostro. En poco tiempo podría dejar las muletas y caminar con un bastón y, después, con mis propias piernas. Estaba cerca de recuperarme por completo. Habían pasado muchas cosas desde mi accidente. Incluso mi vida había empezado a cambiar desde entonces. Todo lo que sucedía era para bien.

Gabrielle me había seguido a la habitación. Estaba frente a mí, de espaldas. Levantó su playera por detrás y la retiró. Mi sonrisa se desvaneció y comencé a salivar. Estaba atónita ante su desnudez. Cada movimiento era lento, perfecto. Conectó su reproductor a unas bocinas y la canción Make this go on forever de Snow Patrol comenzó a sonar delicadamente; fue como un susurro. Lentamente pasó sus manos por la cinturilla de sus pantalones y tiró de ellos hacia abajo. Era consciente de que lo miraba y estaba segura de que lo estaba haciendo a propósito. Su belleza deslumbraba mi vista. Se giró sobre su hombro y me miró. No estaba preparada para que se volteara, así que me cachó en el acto.

─ ¿Disfrutando de la vista? ─preguntó.

─No me quejo, señor ─contesté poniendo los brazos detrás de mi cabeza.

─ ¿En serio? ─Se giró por completo y, si antes estaba babeando, ahora caía agua por mis labios─. Ahora veremos lo que sucederá.

Se acercó a la cama y jaló mis piernas. Me dejó en la orilla y besó mis labios, luego mi cuello, subiendo lentamente, saboreándome, para llegar hasta mí oreja. Lamió mi lóbulo y tiró de él con los dientes. Enredé mis dedos en su cabello. Recorrió mi espalda y de un jalón me quitó la prenda. Me recostó en la cama. Lentamente bajó hasta el resorte de mi pantalón y lo apartó de mis piernas. Se acercó a mis labios y, sin saber en dónde poner las manos, toqué su pecho.

─ ¿Confías en mí, Selene? ─preguntó con la respiración agitada.

─Sí. ─Afirmé excitada.

Lamió mi oído y rasguñó mi espalda. Quitó su bóxer y mis pantaletas para que nos rozáramos piel con piel. Ahí estábamos, nuevamente completamente desnudos. Sus manos tomaron las mías.

─Puedes tocarme, Sel.

Llevó mi mano a su pecho y me soltó. No muy segura de lo que estaba haciendo, desplacé mi mano a través de su pecho, rozándolo con los dedos. Al llegar a su pezón, le hice lo que él me había hecho en anteriores ocasiones. Con mis dedos rocé sus pezones en círculos, lentamente, saboreando la textura y la forma en la que se endurecían. Gabrielle gimió suavemente y noté su erección en mi pierna. Sintiéndome poderosa, hice lo mismo en su otro pezón. Y, antes de que pudiera detenerme, levanté la cabeza, impulsándome con los brazos, para lamerlos. Lo hice con uno y repetí el gesto con el otro. Gabrielle llevó sus manos a mi cabeza y me sostuvo como si fuera lo más preciado que tenía.

Me aparté lentamente y me dejé caer en la cama.

─ ¿Quieres hacerte hacia atrás? ─preguntó besando mi cuello.

Asentí con la cabeza, se apartó un poco y tiré de mi cuerpo hacia atrás. Gabrielle acomodó las almohadas para que colocara cómodamente mi cabeza en ellas. Por el esfuerzo, tenía la respiración agitada. Gabrielle se sentó sobre sus talones y admiró la vista que le ofrecía. Pasándose la mano por el cabello, suspiró.

─Dios, eres preciosa.

Aparté la mirada, avergonzada. Gabrielle sonrió y besó mi cuello desnudo.

─Me estás provocando sólo haciendo eso ─jadeó─. Voy a tocarte.

En cuanto lo anunció, lo hizo. Sus manos viajaron a mis pechos y comenzó a juguetear con ellos. El contacto de sus labios puso mis pezones erguidos. Mi corazón iba a mil por hora. Cerrando los ojos, me dejé llevar por sus caricias. Me empecé a retorcer en la cama.

─ ¿Quieres que te toque en otro lugar? ─preguntó lamiendo mi pezón una última vez antes de apartarse.

Asentí frenéticamente y mordí mis labios.

─Dime dónde. ─Acarició pezón con su dedo, arrancándome un jadeo.

Me retorcí nuevamente, suplicando con el cuerpo.

─Dime dónde, Sel.

Continúo torturándome.

Sin poder soportarlo durante más tiempo, tomé su mano y la guie hacia abajo. Gabrielle miró nuestras manos y luego mi rostro. Sonrió con satisfacción.

─Puedo entender eso también.

Llevando su mano hacia abajo, llegó a mis pliegues y los separó. Lo miré, expectante. Deslizó un dedo entre ellos y apreté las sábanas entre mis manos.

─Estás empapada ─susurró.

Antes de que pudiera reaccionar, introdujo ese mismo dedo en mi interior. Jadeé y abrí los ojos al instante. Gabrielle entró y salió de mi lentamente. Luego introdujo un segundo dedo. El sonido de mis fluidos y mis jadeos era todo lo que se podía escuchar. Gabrielle arremetió con rapidez.

─Tócate tú también, Sel ─dijo llevando mi mano hacia abajo.

Deslizándola, llegué hasta mi botón de placer y lo toqué. Me contraje ante la súbita sensación. Gabrielle jadeó.

─Acabas de apretarte.

Por puro impulso y, sin pensar en lo que estaba haciendo, observé su erección. Palpitaba y se retorcía ante mis ojos. Me lamí los labios deseando poder tenerla en la boca. Me preguntaba cómo sería su sabor. Ya la había sentido entre mis manos y sabía lo varonil que era, pero quería más. Sin poder mover mis piernas, mi movimientos eran muy limitados. Gabrielle siguió mi mirada.

─ ¿Quieres tocarme?

Asentí lamiendo mis labios. Ese gesto hizo que gruñera y se acercó a mi lado. Sacó los dedos de mi interior para poder abrirme más las piernas e inmediatamente volvió a meterlos. Jadeé por la súbita irrupción y abrí la boca. Tomé su miembro en mi mano y acerqué mi cabeza. Saqué la lengua y lamí la punta, saboreando las gotas saladas que empezaban a brotar. Gabrielle gimió y aceleró las acometidas. Abrí mis labios y dejé que entrara por mi garganta. La saboreé de arriba abajo. Era una sensación nueva, excitante.

Al levantar la vista, tenía los ojos puestos en mí con los labios entreabiertos. No sabía lo que estaba haciendo, pero él parecía estarlo disfrutando. Continué con lo que hacía, intentando no parecer muy torpe en el camino. Apoyándome de mi mano, lo mantuve firme frente a mí. Chupé y saboreé su miembro. Me separé ligeramente, terminando un jadeo en la punta. Gabrielle gimió de placer y di rienda suelta al mío. Volví a tocar mi clítoris en círculos, incrementando el deseo que ya estaba sintiendo en esa zona, y seguía brindándole placer con la boca. Gemí deleitándome en las sensaciones, en lo bien que se sentía estar con él y sabía que estaba a punto de dejarme llevar, de pasar el punto de no retorno.

─ ¿Te vas a venir? ─preguntó gruñendo. Asentí con un gemido─. Espera. Quiero que lo hagamos juntos.

No pensaba cuánto tiempo podía llegar a aguantar. Si seguía tocándome de aquella manera, acabaría de un momento a otro. Comenzó a suspirar y a jadear más rápido. Dijo mi nombre varias veces entre murmullos y eso hizo que mi deseo aumentara aún más, como un remolino subiendo a máxima velocidad. Sentí su miembro palpitando en mi garganta; ya estaba a punto.

─ ¡Ahora, Selene! ─gritó sosteniéndome con su mano libre la cabeza para pegarme a su pelvis.

Los dos nos dejamos ir al mismo tiempo. Sentí su esencia en mi boca. Era salada y la consistencia no era tan líquida como imaginaba. Tragué sin pensarlo dos veces. Al verlo, él se lamía los dedos con mis fluidos. Sonrojándome, se acercó a mi rostro y me besó. Fue el gesto más erótico que le había visto hacer.

Nos desplomamos en la cama, exhaustos. Besó mi hombro desnudo y se acomodó a mi lado. La música y nuestras respiraciones eran lo único que se alcanzaba a percibir. Se levantó y fue al baño para regresar con una toalla pequeña. Limpió mi zona con sumo cuidado. La toalla estaba templada. Se me hizo un gesto muy íntimo. Lo dejé hacer e incluso le permití acomodar mis piernas de forma recta.

Después de ayudarme a ir al baño, nos acomodamos en la cama. Besó mi frente, mi nariz, mi barbilla y mis labios.

─Eso ha sido muy excitante ─susurró.

─Bastante.

Me abrazó y me acurrucó en su pecho. Su respiración acompasada comenzó a arrullarme.

Un pequeño detalle que había estado ignorando se cruzó por mi mente en ese momento.

─ ¿Gabrielle?

─Dime.

─ ¿Tendrás problemas con tu empleo por esto?

Había intimado en la terapia, pero siempre lo hacíamos cuando nadie miraba. Y parecía que nadie sabía lo que pasaba entre nosotros. Pero podía tener problemas si sabían que estábamos teniendo una relación. Había estado siendo egoísta todo ese tiempo, pero ya no podía hacerlo. Él me preocupaba, me importaba.

─No te preocupes por nada. 

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