
Capítulo 14
Para cuando llegó la noche, decidimos dar un paseo por los alrededores del hotel. Fue bueno que hubiera caballos, de lo contrario, habría terminado exhausta con las muletas. Gabrielle se sentó detrás de mí y él se encargó de guiarnos. El terreno era enorme. Había un montón de tierra fértil y muchas plantas. El camino estaba iluminado por lámparas y farolas cada tanto. El sonido de los grillos y las cigarras, sumado al trote de las pezuñas del caballo, era todo lo que podía escucharse a la redonda.
Queriendo romper el silencio, comencé a hacerle plática.
─Gabrielle.
─Dime ─dijo susurrando en mi oído.
El roce de sus labios y su aliento envió una descarga eléctrica por todo mi cuerpo.
─ ¿Cómo supiste que querías ser fisioterapeuta?
─Tuve una fractura de pierna cuando era pequeño y quedé fascinado por lo que la terapia podía hacer para ayudar a curar esas heridas. No tenía que ver con tomar medicamentos o llevar una venda, iba más allá. La gente pierde musculatura, movimiento, seguridad; en fin, quería que la gente recuperara eso con este tipo de lesiones.
─Ya veo...
─ ¿Po qué el interés repentino? ─preguntó riendo.
─Es que... ─Suspiré─. Tengo que escoger una carrera, es mi último año. Pero no encuentro algo en qué pueda ser buena o que quiera hacer en un futuro.
─Entiendo...
Guardamos silencio un rato, disfrutando de la vista y la tranquilidad nocturna. Me puse a pensar en las razones que Gabrielle había tenido. En realidad, Gabrielle lo había hecho para acercarse a otros y ayudarlos en áreas en las que un médico no podía. Sonaba muy humanitario, pero yo no era así. No es que no me importaran las demás personas, pero había estado tan enfocada en mí que no había pensado en nada más.
─ ¿No hay nada que te guste? ─preguntó sacándome de mis ensoñaciones.
─Nada que quiera seguir haciendo en el futuro ─contesté encogiéndome de hombros─. Pero creo que eso puede cambiar en el futuro.
─Lo hará. Sólo piensa en cosas que te gusten hacer y ve descartando. Puedes ser lo que quieras, Sel ─. La abrazó de la cintura y la apretujó contra su cuerpo.
Asentí efusivamente con la cabeza.
Gabrielle desplazó su mano hasta mi rodilla desnuda y tomó el dobladillo de mi vestido. No me moví, pero por el rabillo del ojo estuve pendiente de cada uno de sus movimientos. Cuando notó que no luchaba por apartar su mano, comenzó a subir el dobladillo con lentitud a través de mi muslo. El roce de la ropa junto con el aire fresco hizo que los vellos se me erizaran. Siguió subiendo y esparciendo el calor por mi pierna. Dejó a un lado la tela y siguió subiendo hasta rozar el elástico de mi ropa interior. Jadeé cuando uno de sus dedos levantó el elástico y tocó la piel que había debajo de éste.
─Gabrielle...
─ ¿Mmm? ─murmuró restregando su nariz por mi cuello.
Movió su dedo un poco más adentro. Y, a pesar de mi poca sensibilidad, definitivamente podía sentir eso. Se movió en círculos lentamente hacia adentro. Podía sentir que mi parte baja se calentaba y humedecía. El aire volvió a soplar y mis pezones se erizaron. Cuando su dedo estuvo a punto de ir mar adentro, reaccioné y sostuve su mano para detenerlo.
─ ¡Gabrielle! ─exclamé con un ligero jadeo.
─ ¿No te gusta lo que sientes? ─susurró y depositó un ligero beso en mi mejilla.
─No es...eso...
─ ¿Quieres que siga? ─Pícaramente lamió mi lóbulo y me arrancó un gemido─. Parece que eso es un sí.
Sin embargo, repentinamente, apartó su mano, recolocó su vestido en su lugar y volvió a colocar ambas manos a su alrededor, sujetando las riendas.
─Tendremos que esperar a más tarde.
Me quedé helada. En menos de un segundo, todo el calor que había esparcido por mi cuerpo desapareció. Quería gritarle que continuara, pero también tenía que moderarse y ubicar en dónde nos encontrábamos. Al llegar al principio del camino, bajamos del caballo y decidimos entrar al hotel para seguir haciendo el recorrido por dentro. Por desgracia, ya no pudimos ir a caballo; sin embargo, los del hotel me prestaron una silla de ruedas para estar más cómoda.
Había juegos de mesa, billar y toda la clase de juegos en la parte trasera del hotel. Una sección de cine en miniatura con sillones y una enorme televisión, estaba pasando un par de puertas. Detrás de las habitaciones, había un carrusel, una resbaladilla y varios columpios en la sección infantil, justo a la mitad de un campo lleno de pasto.
Cuando pasamos de regreso, la alberca tenía varias personas adultas dentro todavía. El vapor del agua caliente podía percibirse con mayor claridad en la oscuridad y con la simple iluminación de los focos incrustados en el suelo. Era una clara invitación a relajarse antes de irse a dormir; aunque, el único inconveniente, eran las repentinas ráfagas de aire frío.
Gabrielle preguntó si quería que nos metiéramos y acepté encantada. Volvimos a la habitación y me coloqué otro traje de baño. Opté por uno de los dos bikinis que me había aventurado a traer. A esa hora de la noche, había ciertas partes de mi cuerpo que podían pasar desapercibidas. Además, era mucho más fácil de poner. Me pasé una camiseta enorme por la cabeza y esperé a Gabrielle saliera. En cinco minutos, salió con un traje largo azul marino.
Volvimos a la alberca. Como estaba más oscuro, Gabrielle insistió en que llevar las muletas podría ser peligroso; así que, nuevamente, me llevó cargando como princesa. Estaba empezando a pensar en dejar de comer si iba a llevarme cargando a todas partes. Yo misma no me aguantaba, no podía ni imaginar cómo es que él me aguantaba sin importar a dónde fuéramos.
Al acercarnos a la zona de las albercas, pensamos en ésta vez entrar en la pequeña, la cual estaba vacía y con poca luz. Además, era mucho más caliente que la otra. Había levantado mi cabello en una coleta alta para no mojarlo. Al principio, fue difícil entrar porque la temperatura del agua era mucho más alta de lo que había pensado, pero poco a poco me acostumbré a estar de pie apoyándome en Gabrielle para no caer. Cuando mis pies se acostumbraron al calor, Gabrielle me cargó por la cintura y me ayudó a bajar un escalón más. Así estuvimos hasta que todo mi cuerpo estuvo dentro y aclimatado. Me sentó en el último escalón y el quedó flotando frente a mí.
─De noche es aún más bonito ─susurré hipnotizada por el paisaje.
─Sí que lo eres.
Sus palabras hicieron que apartara la vista y me enfocara en la suya. Había tanta intensidad detrás de sus ojos. ¿De qué color los tenía exactamente? Eran grises en su mayoría, pero algunos destellos azules y verdes se alcanzaban a percibir. Igual que su cabello. Bajo la luz se veía mucho más claro, pero en la oscuridad era casi negro. Me acerqué a su rostro con la esperanza de que me besara, y lo hizo. Profundizó el beso cuando gemí en sus labios. Me tomó de la cintura y se aseguró que estuviera cogida a su cuerpo. A esa altura, podía escuchar algunos susurros de las demás personas que aún estaban ahí, pero todo lo demás permanecía en silencio. Una de sus manos subió a mi pecho, bajó una de las copas del traje y pellizcó mi pezón. Gemí audiblemente debido al súbito roce.
─Sshh ─siseó juguetón, colocando un dedo en mis labios─. La gente podría oírte.
─ ¿Cómo esperas que esté callada? ─pregunté excitada.
Antes de contestar, volvió a pellizcarme. Intenté reprimir el gemido mordiéndome los labios. Con la otra mano, bajó por mi abdomen y deslizó la mano hasta mi calzón. Aguanté la respiración para ver qué hacía. Mi corazón se aceleró cuando la introdujo y comenzó a descender. La respiración le siguió el ritmo cuando su dedo llegó a explorar mis pliegues.
─Gabrielle ─dije alarmada.
─Tranquila, puedes detenerme cuando quieras.
Hizo un recorrido de besos desde mi cuello hasta mi oreja. Cuando llegó a mi lóbulo, tiró de él con los dientes al tiempo que introducía un dedo. De la impresión, me separé de él. Perdí el equilibrio y me hundí. Gabrielle me sostuvo de los brazos y me sacó. Tuve que tomar bocanadas de aire porque el agua se me había metido por la nariz. Él estaba muerto de risa al tiempo que yo intentaba recuperar el aire y acomodarme el traje al mismo tiempo.
─No te burles ─dije apartando el cabello húmedo de mis ojos.
─Eres tan linda ─comentó con una enorme sonrisa.
─Sí, claro ─dije sarcásticamente.
Gabrielle seguía riendo. Volvió a acomodarme en el escalón y se cubrió la boca para aguantarse la risa.
─No es justo ─comenté sonrojada─. Sólo yo soy la que está nerviosa y alterada.
─Eso no es así ─. Se acercó a mi cuerpo hasta rozar el escalón, tiró de mi cadera hasta pegar su pelvis con la mía. Me sobresalté al sentir la dureza de su parte baja restregándose con la mía─. Estoy igual que tú.
Ahogué un jadeo. Si hubiera sido más valiente, habría hecho algo al respecto; en cambio, me quedé quieta, aguardando a su siguiente movimiento. Sonrió y le dio un rápido y suave beso en los labios antes de separarse.
─Vamos, volvamos para cambiarnos e ir a comer algo.
Al volver a la habitación, tomé una ducha rápida. Fue bastante más sencillo porque Gabrielle colocó una silla dentro de la bañera. Limpié mi cuerpo rápidamente y me envolví en la toalla. Gabrielle entró por mí para supervisar que llegara bien a la cama y luego me dejó cambiarme mientras él tomaba su ducha. Intenté secarme un poco el cabello con la secadora de la habitación, pero ese pequeño desliz en el agua no había ayudado mucho.
Al llegar al comedor, prácticamente estábamos solos. Tomamos un café y un pan para la cena y, al terminar, volvimos derechito al cuarto. Mis ojos apenas habían podido verlo a la cara. Estaba muy nerviosa. A pesar de haberme apartado de él en la alberca, fue lo que menos deseaba. Estaba asustada por lo que estaba sintiendo, pero había querido seguir así. Su cuerpo y el mío generar electricidad cada vez que se tocaban. No, emanábamos electricidad. Lo sentí en el primer instante en el que me miró en aquella cafetería. El hecho de que ahora nuestros cuerpos se tocaran, simplemente confirmó lo que ya sabía.
La hora que más me temía del día era esa. Mi madre me había mandado sola con mi doctor, seguramente porque estaba bajo los efectos de sus encantos, pero si hubiera tenido conciencia, no me habría dejado ir sola a un viaje con él. Y, para el colmo, Gabrielle les había mentido diciéndoles que había reservado dos habitaciones en vez de una. Ahora sí podía comenzar a preocuparme por lo que fuera a pasar esa noche. Intenté distraerme lo mejor que pude durante toda la tarde, pero ya no podía retrasar más el momento. Ahora, compartiría una parte de mi intimidad que sólo había compartido con Ian.
Para cuando estuve recostada en la cama, viendo la televisión en pijama, mi corazón latía desenfrenado y las manos me sudaban. Ni siquiera estaba prestando atención a lo que ponían en la televisión. Hasta el estómago me dolía; sin embargo, Gabrielle proyectaba una comodidad genuina. Traía puesto un pantalón holgado y nada más. Iba mostrando su torso de un lado al otro de la habitación. Era como si estuviera solo y yo fuera una pintura más de la habitación. Estaba tan petrificada que bien hubiera podido pasar por una.
Había estado hablando por teléfono desde que habíamos vuelto, y escuchaba que reía y comentaba acerca de una cena. No le presté mucha atención a lo que decía, pero cada vez que reía, me preocupaba con quién estaba hablando. Dirigí toda mi atención, o intenté hacerlo, a lo que estaba sucediendo en la televisión y dejé de escuchar la plática de Gabrielle. Justo cuando pensé que sería sólo del trabajo, se excusó y salió del cuarto por las puertas de cristal que daban a las albercas; incluso, escuché que cerró la puerta tras de sí, de tal forma que no pudiera escuchar la conversación. Pasaron otros diez minutos y, al ver que no volvía, me acomodé en la cama.
Me despertaron unos dedos en la espalda. No me giré ni me moví. Ya estaba dormida, no iba a levantarme por nada del mundo. Sentí sus labios recorrer mi cuello y bajar por mi espalda. De haber estado de mejor humor, habría ronroneado y pegado a su cuerpo. Levantó mi playera y sentí cómo sus dedos rozaban mi piel arriba y abajo. Sentí que su mano tocaba mi estómago y la deslizaba hacia abajo. Lo paré. Supe que sonreía y lo aparté bruscamente de mi lado. Jalé más las cobijas a mi cuerpo y volví a cerrar los ojos.
─Selene...
Su aliento hizo que se me erizaran los vellos del cuerpo. Había pasado bastante tiempo desde que lo había dejado con su llamada. Lo sabía porque había estado profundamente dormida hasta que me tocó. No estaba para juegos. Estaba molesta. Aún no sabía exactamente el por qué, pero me dio coraje verlo tan sonriente con alguien más al otro lado de la línea. Además de la cantidad de tiempo que invirtió en esa llamada, y el hecho de que tuvo que salir de la habitación para disfrutar mejor de su plática. Definitivamente, eso hace enojar a cualquiera.
─Vamos, Selene. ¿Quieres aprender más? ─susurró en mi oído.
─No. ─Contesté bruscamente.
─ ¿Qué sucede? ─preguntó preocupado.
No contesté. Pude haber refunfuñado un poco, pero ni siquiera abrí los ojos. Estaba tan molesta que podía golpear a cualquiera en el rostro en ese momento. Y él era la persona más cercana e indicada. Si hubiera podido caminar, me habría levantado y salido de la habitación.
─Estoy cansada ─contesté suspirando.
Pensé que eso serviría para que me dejara en paz, pero no fue así.
─No te creo. ¿Qué hice? ─Sentí que se incorporaba en la cama─. Vamos, Selene. ¿Por qué estás tan de mal humor?
Estiré la mano al escritorio junto a la cama y vi la hora en el celular.
─Porque son la una de la mañana. Estoy cansada, Gabrielle. Me fui a dormir hace tiempo, y así quería seguir, ¿está bien? ─contesté sentándome con los brazos y lanzando las cobijas a un lado.
─Fue la llamada, ¿cierto? ─dijo sentándose frente a mí.
─ ¿Qué...? ¡No! ─grité sonrojándome.
─Lo fue. ─Tomó mis piernas y tiró de mí.
Sus piernas me acorralaron. Lo único que podía hacer era acostarme, pero él estaba frente a mí.
─Ya te dije que no ─negué─. Ahora puedes dejarme volver a dormir.
Me recosté de lado, no quería verlo. Él se acercó y subió por mi cuerpo. Comenzó a hacerme cosquillas. Al principio me reí, sin poder evitarlo, y traté de pararlo, pero, después, algo dentro de mí explotó. Mi mano se movió sola hasta su mejilla y se estampó. El ruido fue lo único que me hizo reaccionar. Bajé la mano lentamente y me di cuenta de lo que acababa de hacer. Las pupilas de sus ojos se dilataron y la boca la tenía entreabierta. Sentí mis mejillas húmedas. Cubrí mi rostro con mis manos. La mano me ardía.
─ ¿Selene...?
─Necesito estar sola ─sollocé.
─Pero...
─Por...favor ─supliqué.
Me giré cuando ya no sentí su cuerpo encima del mío. Lo busqué con la mirada por la habitación, pero no lo encontré. Me abracé a la almohada y seguí llorando. No supe lo que me había sucedido. Nunca había reaccionado así. Me sentía sola, insegura y me dolía el cuerpo. Me quedé dormida cuando ya no pude llorar más.
Volví a despertarme al poco rato. Me giré en la cama y me senté. La habitación estaba muy oscura y tenía sed. Había visto una botella de agua junto a la televisión. Quité las cobijas para levantarme, aunque no recordaba haberme vuelto a tapar, pero el sonido de alguien levantándose me detuvo. Y, luego, la lámpara junto a la televisión se encendió. Gabrielle estaba sentado en la silla junto al escritorio.
─ ¿Quieres algo? ─preguntó lentamente.
─Agua. ─Afirmé con la garganta seca.
Intenté ponerme de pie, pero Gabrielle me detuvo.
─No. Yo te la llevo.
Se incorporó del sillón y me ofreció la botella. Se sentó en la orilla de la cama, lejos de mí.
─Ggggracias ─tartamudeé.
Bebí de la botella lentamente. Nos quedamos en silencio. No quise verme en el espejo, pero daba por seguro que lucía muy mal. Ojos y nariz roja, cabello desarreglado, pijama. En pocas palabras: un perfecto desastre. Tenía que disculparme. Eran las cuatro de la mañana y parecía que él había estado sentado en la silla todo ese tiempo. Tenía unas bolsitas debajo de los ojos; lucía muy cansado y mucho más grande.
─Gabrielle...
─No digas nada, Selene.
─ ¡No! ─exclamé arrepentida─. Quiero...disculparme por lo que sucedió. No debí pegarte ni gritarte. Yo... ─Sentí que los ojos se me nublaban.
─Hey, hey. ─Se acercó hasta donde estaba y tocó mi mejilla─. Tranquila, nena. No pasa nada.
─No quería. ─Las lágrimas salían sin cesar─. Yo no...
─Está bien, nena. No te preocupes, Selene. Y te voy a explicar la llamada.
Se entusiasmo en secar cada una de las lágrimas antes de que llegaran a mi barbilla.
─ ¡No! ─negué, sorbiendo mi nariz─. Es tu vida, no necesitas explicar nada.
─Pero creo que así estarás más tranquila y no quiero que malentiendas las cosas, pero sólo si tú quieres escuchar.
Sorbí los mocos con el pañuelo que me entregó. Cuando estuve más calmada, levanté la mirada.
─Está...bien ─asentí, mirándolo fijamente.
─La llamada era de una amiga de la infancia. Su nombre es Andrea. La conozco desde que estaba en pañales. No había sabido nada de ella desde hace cuatro años que se mudó a otra ciudad. No esperaba esa llamada y no quería ser descortés contigo, por eso salí del cuarto. Pero tampoco esperaba que durara tanto la llamada. No quise hacerte sentir así, lo lamento ─explicó sinceramente.
─ ¿Una amiga de la infancia? Y... ¿tú y ella...? Ahmmm...
─No, jamás. Es sólo una amiga y no la veo como algo más. ¿Sabes, Selene? Deberías de saber que yo no hago este tipo de cosas con cualquiera. Eres especial y diferente, Sel. Pensé que ya te habías dado cuenta ─comentó acariciando mi mano.
─ ¿De...verdad? ─pregunté mirándolo.
─Sí. ─Sonrió. Acarició mis mejillas y me besó en la comisura de los labios─. Todo está bien, nena.
─ ¿Cómo sé que no te irás? ¿Cómo sé que al final del día vas a estar ahí para mí? ─pregunté apretando los dientes.
Sólo hasta que terminé de hablar fue que me di cuenta de que lo había dicho en voz alta. Me sonrojé. Tal vez era la falta de sueño la que me estaba haciendo mal. Estaba diciendo todo lo que pensaba sin siquiera procesarlo primero. Estaba siendo egoísta, pero igual no me importó. Necesitaba escucharlo. A pesar de repetirme que nada de eso debía importarme. Aquello era un acuerdo nada más, no podía haber más. Aun así, una parte de mí quería más. Pero ese era el problema, siempre iba a querer más.
─No te dejaré, Selene, pero no puedo prometerte que nunca. No sabemos lo que pasará en el futuro. Puede que te canses de mí y sigas adelante con tu vida ¿Por qué estás tan asustada? ─preguntó preocupado─. ¿Qué pasó?
Recordé cómo eran las cosas en la escuela antes de que Ian llegara a mi vida. Nunca había pasado un buen momento en la escuela. Los pocos amigos que hacía terminaban dejándome de lado para irse con alguien más. Confiar siempre me había costado mucho trabajo. Hablar de mí misma, abrirme con los demás, no era sencillo. Además, las personas podían ser muy crueles; es por eso que optaba por estar sola. No me importaba mucho porque me gustaba pasar tiempo conmigo misma. Siempre había sido así. Pero, después de conocer a Ian, ya no había podido volver a eso. Haber pasado el tiempo con alguien más me había hecho dependiente. Anhelaba tener ese tipo de conexión.
─No sabes lo que es confiar en los demás y que te den la espalda. Todos, al final, se van. Yo creí que Ian se quedaría conmigo, pero él también se fue y se consiguió una novia. Cuando logre caminar bien y haya aprendido lo suficiente, tú también te vas a ir. Así que no digas que no lo harás porque no lo sabes, por favor.
─Selene... ─suspiró─. Es cierto que la gente no es confiable, pero aun así hay gente con la que puedes contar. Yo no digo las cosas sólo por decirlas. Tú me preocupas, Sel, más de lo que crees. Me importas; de no ser así, no habría aceptado tu petición ni estaría haciendo nada de lo que he hecho hasta ahora. Me quedaré contigo el tiempo que tú lo desees. No quiero estar lejos de ti.
Me besó. Se abalanzó a mi boca. Sus manos se enredaron en mi cabello y tiró de mi cuerpo. Me apretó a su pecho y mi boca sólo pudo buscarlo con desesperación. Enterré mis dedos en su cabello güero y tiré de él. Gimió entre mis labios. Sus manos levantaron mi playera y quitaron mi brasier en un nanosegundo. No estábamos deteniéndonos a pensar en lo que estábamos haciendo. Simplemente sentíamos. El sentimiento estaba tan latente y era tan arrebatador, no pude evitar querer seguir adelante. Arrastré mis manos hasta su cintura y jalé de sus pantalones. Puse mi mano estirada en su estómago bajo, dudé un momento y luego poco a poco introduje mi mano hacia abajo. La mano de Gabrielle me detuvo cuando sentí los pequeños vellos que marcaban el camino a mi destino.
─No tienes que hacerlo, Selene ─susurró en mis labios.
─Quiero hacerlo ─contesté con toda la seguridad que poseía.
Soltó mi mano y tiró de mi cuerpo. Nos recostamos en la cama y me colocó sobre él. Nuestros labios no se separaron en ningún momento. A pesar de no sentir las piernas, sentí un cosquilleó en la posición en la que estaba. Gabrielle me tenía sujeta por el trasero y, con la poca sensación que tenía, fue suficiente para saber que su agarre me gustaba. Deslicé mis manos por su pecho hasta llegar a la cinturilla de sus pantalones. Mis manos temblaban, pero él no le dio importancia. Solté el botón y deslicé el cierre hacia abajo. Podía sentir la mirada de Gabrielle siguiéndome en cada uno de mis movimientos. Quise tirar de los pantalones hacia abajo, pero él era muy pesado. Riendo, se alzó sobre las caderas y me ayudó con eso. Me colocó a un lado en la cama para quitarse el pantalón y aventarlo al piso. Luego volvió a tomarme en brazos y me colocó sobre él. El bóxer mostraba lo abultado que estaba su miembro. Me lamí los labios, expectante por lo que hubiera debajo. Deslicé su cinturilla hacia abajo, metí mi mano y saqué su miembro. Era suave y duro a la vez. Estaba impactada. Era la primera vez que veía y sentía uno. No sabía qué hacer ahora que lo tenía en la mano.
La boca de Gabrielle formó una o sin articular sonido. Notó mi inseguridad y tomó mi mano con la suya para guiarla. Mi mano y la suya subían y bajan. Primero con ritmo lento y poco a poco aumentó la velocidad. Gabrielle me soltó para incorporarse y besarme, y no dejé de mover mi mano sobre su pene. Mi respiración se volvió agitada. Él no me estaba tocando a pesar de estar desnuda de la cintura para arriba. Al verlo a la cara, tenía los ojos cerrados y jadeaba.
─Selene..., para...voy a...
Se tensó de la cabeza a los pies. Sus fluidos salieron y resbalaron por mi mano hasta terminar en el piso de su pelvis. Pasaron unos segundos hasta que se relajó por completo. Tomó mi nuca y tiró de ella para besarme.
Con sumo cuidado, me colocó a un lado, se levantó y me entregó un pañuelo para que me limpiara las manos. Se arregló los bóxers y regresó a la cama. Como una pantera, se acercó hasta donde yo estaba.
─Eres increíble ─susurró en mi oído.
─ ¿Estuvo bien? ─pregunté insegura.
─Nena, estuviste maravillosa. Perfecta. ─Besó tiernamente mis labios.
Me abracé a su cuello, rodó en la cama y dejó que me acurrucara en su pecho. Ya no me importaba mi desnudez; al menos no la parte de arriba de mi cuerpo. Estaba cómoda con él. Podía sentir su pecho subir y bajar. Escuchaba el latido de su corazón, frenético. Lo besé en el pecho y, al poco tiempo, volví a quedarme dormida. Había tenido muchas emociones en una sola noche y estaba completamente rendida para esas horas. Incluso el querer recibir algo de él no me importó.
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