Capítulo 10
La semana empezó y lo primero que hicieron Vale y Fer fue atacarme con un montón de preguntas. Se aseguraron de que los muchachos no estuvieran con nosotras al momento del interrogatorio. Lo único que les faltaba era una bolsa de palomitas mientras les relataba lo que había sucedido con Gabrielle. Casi no hicieron comentarios, salvo para hacer una pregunta o dos cuando tenían dudas de cómo habían sucedido las cosas.
─ ¿Qué paso después? ─preguntó Vale muy interesada.
─ ¿Ya no eres virgen? ─preguntó Fer levantando la voz.
─ ¡Me llevó a casa! ¡Sólo eso! ─grité sonrojada.
─No puede ser ─dijo Fer decepcionada─. Esperaba más emoción.
─Fer, déjala. Al menos ahora el chico le va a enseñar ─dijo Vale mirándose las uñas.
Nos quedamos calladas. No podía afirmar eso porque no era cierto, pero tampoco podía negarlo porque volverían a estallar los gritos; así que, me limité a verlas en silencio. Pasaron varios minutos y, cuando ellas se dieron cuenta que no decía nada, reaccionaron.
─Selene, le dijiste, ¿verdad? ─preguntó Fer lentamente.
Me miré las manos. Coloqué un mechón suelto detrás de mí oreja y fijé la mirada en los alrededores.
─Selene ─insistió─. ¿Hablaste con Gabrielle de que querías que te enseñara?
Más silencio.
─ ¡Selene! ─gritó golpeando la mesa.
─ ¡No pude! ─grité sobresaltada─. No le dije nada. No toqué el tema con él.
─ ¡Selene! ─dijo furiosa.
─No encontré la oportunidad. Estaba buscando el momento, pero no pude decírselo. Además...el beso había sido... ─me llevé la mano a los labios y juro que pude sentirlos todavía en los míos ─ . No creí que fuera necesario mencionar algo.
─Tienes que hacerlo, Selene. De lo contrario, él no sabrá lo que quieres.
─Lo sé.
─Entonces, hazlo. No esperes mucho tiempo.
─Lo haré. Lo prometo.
─Sólo así podrás ser la mujer de Ian ─intervino Vale.
La mujer de Ian. Esa era mi meta. Todo esto había empezado por él. Yo lo quería. Ya estaba empezando a sentir las piernas, ahora tenía que mejorar en mis habilidades. Pero había algo que me impedía seguir. Cuando estaba con Gabrielle, estaba con él plenamente. No pensaba en Ian, ni pensaba en el futuro, sólo estaba con él, pero no sabía lo que eso significaba. Había comenzado a emocionarme sabiendo que al día siguiente lo vería de nuevo.
Los primeros dos días no pude decirle nada. De hecho, casi ni hablamos. Me trataba como antes de la cita del viernes. Se comportaba como si nada hubiera pasado entre nosotros. Agradecí eso porque facilitaba mi forma de tratarlo. Pero, al mismo tiempo, no podía evitar sentirme un poco dolida. Él no parecía estar afectado para nada, y la única a la que se le revolvía el estómago cada vez que la tocaba, era yo. Aun así, no habíamos hablado de lo sucedido.
Ese día, mamá había ido por mí. No le había contado mucho de lo que había pasado entre Gabrielle y yo. Me había guardado los detalles para mí, no necesitaba oírlos. Lo peor fue que, después de ese día, habló con él para que pudiera llevarme todos los días a casa. Mi madre inventó una tonta excusa que ni un niño se habría creído. Pero Gabrielle, tan amable como era, asintió con una sonrisa encantadora en los labios. Ahora todos los días, después de la terapia, me traía directo a casa.
Pasaron dos semanas y aún no le había dicho nada. Y tampoco había pasado nada entre nosotros. Fer y Vale estaban desesperadas y ya no sabían qué hacer para que le dijera. Una cosa era decirlo y otra cosa era hacerlo. Me daba vergüenza tratar ese tipo de asuntos con un muchacho, que resultó no ser tan muchacho. Yo no era una niña, pero no podía negar el hecho de que era más grande que yo. Mucho más que Ian, incluso. Siempre había sido reservada y no hacía nada de lo que las demás muchachas de mi edad hacían. Era un fenómeno, una especie en peligro de extinción. Y, mientras más tiempo pasaba, más me arrepentía de querer hacerlo.
─Selene, ya no podemos soportarlo. ¿Hablabas en serio cuando dijiste que querías a Ian? ─preguntó Fer, molesta.
─Ssí ─tartamudeé.
La verdad era que, a esas alturas, ya no lo sabía. La presión por parte de ambas me estaba carcomiendo por dentro. Ya no me sentía tan segura como tiempo atrás. ¡Claro que quería experiencia! Pero no estaba segura de quererla de ese modo. Estar junto a Gabrielle me hacía sentir bien y no sabía el rumbo que llevarían las cosas si le mencionaba el tema de la intimidad. Además, tampoco estaba segura de nada de eso. Tenía un mal presentimiento.
─Entonces, vas a tener que decirle. Nosotras organizaremos todo y tú se lo dirás ─se unió Vale.
─Pero ¿cómo?
Estaba segura de que no hablaban en serio. Era imposible que se lo dijera con ayuda de ellas. La única forma de que algo así pasara era que tuviera una oportunidad de ir a su casa. Y era más que imposible de lograr.
─No te diremos el plan porque harías cualquier cosa para arruinarlo ─contestó Fer─. Nosotras nos encargaremos, ya te lo dijimos.
Era viernes y esperaba en la puerta del colegio a que llegara Gabrielle. Hacía un poco de calor y hoy no sentía muchos ánimos de ir a la terapia. Había logrado dar unos pasos y la fuerza de mis piernas era superior. Pero si quería caminar en unos meses tenía que seguir adelante. No iba a darme por vencida. No sólo por Ian, sino también por mí misma. Quería volver a caminar. Salir, correr, estar con mis amigas sin sentirme una carga para ellas. Ya podía sostenerme un tiempo de pie y dar unos pasos con ayuda de un soporte. Según Gabrielle, pronto podría usar muletas y dejar atrás la silla de ruedas.
─Hola, preciosa ─saludó Gabrielle.
─Hola.
─ ¡Gabrielle! ─escuché la estruendosa voz de Fer a pocos metros de donde estábamos. Se acercaba a una velocidad asombrosa. Tuve un mal presentimiento al escucharla─. Hola.
─Hola ─sonrió.
─Verás, hay algo que queremos decirte.
¿Queremos? Me giré y vi que Vale estaba a su lado, apoyándola. ¿Qué estaban tramando estas dos?
─Ustedes dirán.
─Mañana hay una fiesta en mi casa, pero la mamá de Selene no puede traerla. Y supe, por boca de Selene, que tú la estás llevando a su casa después de la terapia.
La miré boquiabierta. ¿Pero de qué iba todo aquello? No podía creer lo que estaba escuchando.
─Sí. ─afirmó.
─Sé que mañana también va y me preguntaba si, ¿podrías llevarla? ─preguntó con una sonrisa encantadora─. Tú también estás invitado. Es para que Selene se distraiga un poco. No ha salido para nada y queremos que nuestra amiga se divierta un poco.
─Sí y si no te molesta... ¿podrías llevarla a su casa después? ─preguntó Vale, interviniendo.
Ahora sí se habían sobrepasado con esto. No podía seguir escuchando tanta tontería. Gabrielle estaría loco si aceptaba algo así. Además, eso iba más allá de ser mi fisioterapeuta. No era como si se hubiera estado comportando como uno hasta ese momento, pero tampoco era mi chofer como para llevarme y traerme como a ellas se les diera la gana. No iba a permitir que esto siguiera.
─ ¡Fernanda! ¡Valeria! ¿Qué demonios hacen? ─pregunté avergonzada.
Estaba a punto de golpearlas. No podía creer su ridículo plan. Esto era traspasar el límite. ¿Cómo se atrevían a hacer esa clase de invitación?
─Me encantaría ─sonrió Gabrielle con un brillo en los ojos─. Pero sólo si Selene quiere ir.
Las tres cabezas se giraron para verme. Podía soportar las miradas de Vale y Fer, porque ya estaba acostumbrada a ellas, pero no la de Gabrielle. Nunca me había visto así. Además, su enorme sonrisa delataba que estaba más que fascinado con lo que estaba sucediendo. Tenía las mejillas más que sonrojadas, y el sol no ayudaba para nada. No podía rechazar esos ojos de cachorrito. Prácticamente estaba implorándome a que aceptara todo el plan. Asentí temerosa de lo que iba a suceder.
─Genial, entonces los vemos mañana a los dos a las siete. Aquí está la dirección ─dijo Fer extendiendo un pedazo de papel.
─Bien. Hasta mañana, chicas.
Tenía la boca tan abierta que casi sentía que estaba tocando el suelo. ¡Éstas viejas no sabían de discreción! Después de ese bochornoso momento, corrimos a la terapia. Ese día también nadamos. Ya podía llegar hasta el otro lado de la alberca. Con ayuda de la tabla y de Gabrielle, por supuesto. Pero ya no me cansaba tan rápido como cuando llegaba solamente a la mitad.
No nos habíamos dicho gran cosa. Estaba empezando a incomodarme. No había dicho nada acerca de la invitación poco ortodoxa que le habían hecho mis amigas, y yo no quería hablar del tema al menos que él lo tocara, así que lo dejé estar.
De camino a casa, nos detuvimos a comer algo. Habíamos quedado todos los viernes de comer juntos antes de que me dejara en casa. Ese día fuimos a un restaurante bar. No estaba muy lleno y nos sentamos a la mitad del lugar. Era más parecido a una cantina y la decoración era tenue, los detalles podían pasar desapercibidos. Un muchacho nos tomó la orden y el silencio incómodo poco a poco se volvía insoportable. Si la comida la íbamos a tomar viéndonos a la cara todo el tiempo, entonces no podría tomar ni un sólo bocado. El muchacho trajo nuestra comida y bebidas para después desaparecer atendiendo las demás mesas.
─Es un lindo lugar ─dije bebiendo mi limonada.
─Me alegra que te guste. No era tan grande y tampoco tenía mucha clientela hasta hace poco ─comentó.
─Es...acogedor. Casi parece más una cafetería que un bar ─comenté admirando a mí alrededor.
─Es curioso lo que hacen con los lugares.
Eso fue todo. No podía seguir comentando nada. Parecía estúpida. No tenía tema de conversación y, en ese momento, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido unas horas antes, lo que sólo dificultaba el proceso.
─ ¿Qué sucede? ─preguntó preocupado.
No me había dado cuenta de que había estado mirándome.
─No es nada ─negué. Ofrecí una de mis mejores sonrisas fingidas.
─Sabes, puedo diferenciar tus gestos y sé que ese que estás haciendo es fingido ─apuntó mi rostro con el tenedor.
─ ¿En serio? ─pregunté nerviosa─. Y, ¿cómo sabes eso?
─Porque te he estado observando. Eres como un libro abierto, Selene ─contestó.
─Genial ─aparté mis ojos de los suyos y centré toda mi atención en el plato.
─ ¿Es por lo que sucedió con tus amigas hoy en la tarde? Si no quieres ir, no vamos. Yo estaría encantado de ir contigo.
─No es que no quiera ir...es...
─ ¿Qué? Puedes decirme lo que sea, Selene ─sostuvo mi mano, lo que hizo que levantara la vista. Acarició mis dedos suavemente y noté cómo mi mano y la suya encajaban perfectamente.
─Es el motivo de la fiesta ─dije con un nudo en la garganta.
─ ¿Por qué? ─preguntó con el ceño fruncido─. Creí que sólo era para que te divirtieras un poco.
─No es así ─negué y aparté la mirada.
─ ¿Qué es, entonces?
─Es mi cumpleaños...por eso es la fiesta ─contesté apesadumbrada.
─ ¿Es tu cumpleaños, Selene? ¿Por qué no me dijiste nada? Tienes que ir a esa fiesta ─dijo animado.
─ ¡No! ─grité.
─ ¿Por qué? ─preguntó confundido.
─No me gustan las fiestas. Además, no quiero...que me vean...así ─señalé todo mi cuerpo.
─ ¿Te avergüenza que te vean en silla de ruedas? ─preguntó con incredulidad.
─Tú no sabes lo que es eso ─gruñí─. No tienes idea de lo que se siente que te vean como una discapacitada. Que la gente te tenga lástima al pasar. Que te trate diferente.
─ ¡No eres una discapacitada! ─gritó alzando un poco la voz.
─Nunca lo entenderías ─susurré.
─Entonces, explícame para poder entenderte.
Hablaba en serio. No vi ni un momento de duda cruzar por su rostro. No estaba bromeando. Él quería saber de mí, quería conocerme y, por la forma en la que me miraba, podía sentir que veía a través de mi alma. Era intimidante, pero sus ojos plateados mostraban bondad y sinceridad.
─Yo...nunca he sido popular en la escuela. De hecho, soy invisible. Paso desapercibida la mayor parte del tiempo. Pero cuando todos se enteraron de mi accidente, muchos desearon ser mis amigos. Me saludaban personas que nunca lo habían hecho y cosas así. Estaban sintiendo lástima. Casi podía leer en sus rostros la frase: "Pobre, estuvo a punto de morir. Por lo menos la saludé antes de que eso pasara." Y cosas así...
Retiré mi mano de la suya y la puse debajo del mantel. Mis ojos se llenaron de agua, pero parpadeé varias veces para alejarlas. Tomé un poco de la limonada, me aclaré la garganta y continué.
─Muchas de las personas que van a ir, lo harán sólo porque me tienen lástima y la otra mitad lo hará por el alcohol y las chicas. No lo hacen por mí, ¿entiendes? No quiero formar parte de una celebración así. No quiero sentirme de esa forma. No quiero entrar a ese lugar para que todos pongan sus ojos en mí.
Ya no pude más. Las lágrimas rodaban por mis mejillas sin control. Mi nariz moqueaba e intentaba sorberlos con las manos. No era para nada atractivo, pero no podía evitarlo. No era mi mejor momento. Todo se me estaba juntando y no sabía con quien más hablarlo.
─Entiendo que te sientas de esa forma ─asintió y limpió mis lágrimas con sus dedos─. No voy a mentirte, Selene. Muchas personas hacen eso y puede que eso suceda mañana en la noche. Pero...Vale, Fer y tus amigos también van a estar ahí. Y estoy seguro de que ellos no te ven de esa forma, nunca lo han hecho. Mira, si no quieres ir, estaré de acuerdo contigo. Pero creo que es un buen detalle por parte de tus amigos. Sí, puede que muchos te vean así, pero ellos van a estar muy contentos de tenerte ahí. Sólo tienes que pensar y verlos a ellos. Olvida a los demás, ellos sólo forman parte del relleno.
Gabrielle me pasó las manos por los brazos, tallándolos, para tranquilizarme. Las lágrimas dejaron de salir, aunque podía sentir cómo mis ojos comenzaban a hincharse. Ya más calmada, solté el aire y asentí.
─Creo...creo que tienes razón. Pero tienes que prometerme algo.
─ ¿Qué cosa? ─sonrió con confianza.
─No vas a separarte de mí lado en toda la noche ─contesté sonrojada─. Eso sonó muy egoísta...
─Lo haré ─sonrió y apretó mi mano─. No tenías que pedírmelo, igual lo hubiera hecho. Estaré contigo todo el tiempo que tú quieras que esté.
En ese momento, el pensamiento de querer decirle que lo quería para siempre a mí lado cruzó por mi mente. Pero eso no era así. No podía ser así. Gabrielle era mi doctor, sólo eso. No podía considerarlo como algo más. No debía. Tal vez podíamos entrar en la categoría de amistad en ese momento, pero sólo eso. No tenía permitido pensar en alguien más que no fuera Ian, pero, últimamente, era en Gabrielle en el único en quien podía pensar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro