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VEINTITRÉS

Leonardo sonrió, me colocó de espaldas a la cama y me siguió penetrando, me consumí nuevamente en el placer al sentir su dedo pulgar trazar círculos en mi clítoris, pero no logré llegar a otro orgasmo porque el cuerpo del hombre sobre mí comenzó a temblar y penetrar profundamente, preso del orgasmo.

Dos.

Cuando logró controlar los movimientos de su cuerpo, se acostó a mi lado y suspiró con una sonrisa en los labios.

—Haré más esfuerzo por llenarte, hasta haré un pacto de castidad por ti —comentó, doblando su rostro hasta quedar fijo viendo hacia mí.

Yo me coloqué de lado y sonreí.

—Quiero ver cómo haces un pacto de castidad —reté.

—Haría todo por tí —prometió.

—Lo sé.

—¿Te llamó el ministro? —preguntó de repente, como recordando algo

—Sí. Por cierto, gracias.

—Odio conseguirte clientes, pero estoy a nada de hablarle al alcalde de ti —él se movió y se colocó en la misma posición que yo, de frente.

—Me ayudaría mucho —susurré.

—¿Saint no te ha recomendado?

—No creo, no me ha dicho nada —me encogí de hombros.

Él se levantó de un salto y alcanzó su teléfono en el bolsillo de su pantalón, volvió a la cama y se acostó de espaldas al colchón.

El teléfono sonó varias veces, repicando, estaba en alta voz cuando la otra persona contestó.

Leo —era la voz de Saint.

Amigo —exclamó el hombre a mi lado—. ¿Cómo te va con Black?

Leo me guiñó el ojo en una seña para hacerme saber que le estaba tomando el pelo.

Bien, ¿por qué? —su voz sonaba ahogada.

Me ha dicho que no la has recomendado, ¿no ha hecho un buen trabajo?

Inevitablemente me sentí avergonzada.

No es eso —se aclaró la garganta antes de continuar—. ¿Está contigo?

Sí, está justo a mi lado —respondió Leo, mis mejillas se calentaron y me negaba a pensar que me había sonrojado.

Entiendo. Hablamos luego, ¿Vale? —y colgó.

Leo miró el fondo de pantalla del celular con el ceño fruncido.

—¿Me colgó? —preguntó aturdido.

—Eso hizo —dije divertida.

—Ven acá —pidió.

Yo me acerqué y afinqué mi mejilla de su pecho.

—Me he enterado de que estás en problemas —confesó.

—¿Otra vez? —pregunté enojada.

—Sí —confesó apenado—, pero entiende, te amo y tu seguridad es prioridad para mí.

—Sí, Leo, pero no puedes poner a personas a seguirme, no me gusta —le expliqué.

—Es por tu seguridad —se excusó—. Ahora dime, Black... ¿Sabes que puedes contar conmigo?

Sí, lo sabía, por eso estaba allí con él.

Yo asentí.

—Bien, puedes decirme lo que quieras, si puedo ayudarte, lo haré.

Yo me separé de él y me senté en el colchón, cubriendo mi cuerpo desnudo con las sábanas beige que adornaban la cama.

—He robado dinero a la mafia alemana y ellos se llevaron a mi hermana para obligarme a pagar —hablé rápido, obviando la parte donde ellos creen que soy una soplona—. Pero por más que trabajo y trabajo no puedo pagar el dinero, y ya no sé qué hacer. Estoy desesperada.

Leonardo se levantó y se sentó con los pies en el suelo.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó serio.

—¿Todavía no me conoces? Soy una mujer orgullosa e independiente, en estos momentos me cuesta un mundo decirte esto, pero mi hermana está en peligro y sé que me puedes ayudar —confesé.

—¿Cuánto necesitas?

—Son veintidós millones —dije muy bajito—. Solo me los vas a prestar, sabes que los pagaré, pero realmente prefiero estar en deuda contigo que con la mafia.

—¡¿Qué dices, Black?! —exclamó indignado, volviendo su rostro hacia mí— ¿Cómo crees que te los voy a prestar? Habla con ellos y diles que ya tienes el dinero, no me tienes que pagar nada.

—¡No! —grité— ¡Eso sería un golpe muy fuerte para mi orgullo!

Él se levantó de un salto y me miró con el ceño muy fruncido.

—¡¿Orgullo?! —gritó— ¡¿Cómo puedes hablar de orgullo con tu hermana secuestrada por tu maldito orgullo?! ¡Dime!

Me levanté cuando me vi expuesta.

—¡Te lo pagaré todo! —grité.

—¡No lo voy a aceptar! —gritó devuelta.

—¡Que sí!

—¡Que no!

—¡Que sí!

—¡Que no!

—¡Me casaré contigo!

—¡Que...! Bueno...

Leonardo relajó sus hombros y me miró muy atento, esperando el arrepentimiento de mis palabras, pero no llegó.

—Me casaré contigo cuando pase todo ésto —más calmada caminé hacia él.

—No quiero que te cases conmigo porque te sientas en deuda, no es justo para ninguno de los dos —me hizo saber.

Yo le sonreí ampliamente.

—No seas estúpido —alcé mi mano y la puse en su mejilla—. Te conozco hace años, me has ayudado más que nadie en ésta vida, me amas, me haces feliz y me follas demasiado bien.

Él estalló en carcajadas por lo último.

—Sería el hombre más feliz del mundo si aceptas ser mi esposa —tomó mi cabello y lo acomodó en mi espalda—. Pero vas a pagar la deuda, arreglarás esos problemas que te consumen y luego me darás tú respuesta.

Yo negué.

—Si no aceptas que me casaré contigo ahora mismo, no me casaré contigo —amenacé.

—¿Estás segura?

Yo asentí a su pregunta.

Él rodeó sus brazos por mi hombros y me atrajo a su pecho, invadiendo mi espacio personal con su calidez.

—Voy a estallar de felicidad —susurró, pero yo sabía que él no me creía del todo.

—No te pongas tan cursi —advertí.

—Te aguantas ahora.

Me separé y lo miré con una sonrisa altanera.

—¿Quién viera? Black de Gonzáles, esposa del magnate Leonardo González —Leo me miró con sus ojos dilatados—. Todas las chicas me van a odiar.

—Ya estás acostumbrada —me recordó.

—Sí, pero ahora me van a odiar el doble.

Ambos quedamos en silencio hasta que Leo me miró serio.

—Vamos a llamar a esa gente —me recordó—, así salimos de eso rápido.

—Salimos —pronuncié lentamente.

—Sí, ahora tus problemas serán míos también —dijo orgulloso.

—Ni te creas que los tuyos van a ser míos —comenté ofuscada—. Tengo que hablar con Axel.

—¿Tu mejor amigo? —preguntó confundido, yo asentí— ¿Se encontraron?

—Sí, él me salvó el culo en éstos dias. Se hará responsable de evitar sabotajes de parte de la mafia.

—Quédate esta noche, mañana temprano arreglamos todo —ofreció—. ¿Necesitas el dinero en efectivo?

—Lo robé en efectivo —confesé avergonzada.

—Bien —Leo acercó sus labios a mi cuello y besó— ¿Es un mal momento para decirte que quiero probarte?

Yo negué.

—Voy a bañarme, espera un momento —pedí.

Pasé a su lado y me metí en el baño, directo a la ducha. Mientras el agua caía por mi cuerpo, le rogaba a Dios no haber cometido un error.

No más, ya había sido suficiente.

• • •

¿#TeamLeo O #TeamSaint?

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