TREINTA Y UNO
Plan "Atake (1)"
No dormí esa noche.
No había podido dormir, ni siquiera "echar un cabezazo".
Extrañaba con todo mi ser a Yoce, sentía que las paredes se cerraban sobre mí al estar sola en el apartamento, por eso en lo que salió el sol, como a las seis menos un cuarto, tomé una ducha refrescante.
Estaba demasiado nerviosa como para comer, pero me obligué a tomar un batido de banana y me vestí adecuada para la ocasión.
Desde que había comenzado en el mundo de las cosas ilegales, me di cuenta de que siempre tenía que estar bien vestida, pero cómoda. Por eso vestía unos leggins de semicuero y una camisa negra ajustada al cuerpo.
Nunca había sido una mujer con "atributos", refiriéndome a lo que los estándares de belleza consideraban atributos, aunque sí los poseía. Porque obviamente era una humana al igual que todos, creada de forma inexplicable.
El punto es que al vestirme de negro me veía aún más delgada, haciendo casi inexistente mi busto y mi trasero, pero mi madre me había enseñado algo:
"Si así naciste, es porque así debiste ser".
También decía:
"Mal están las personas a las que la cirugía plástica les salió mal".
También me explicó:
"No está mal hacerse una cirugía, está mal pensar que todas las personas que se hacen cirugías son geniales, porque no es así".
En fin, mi madre era muy sabia.
Me aguanté el cabello con una elástica en una coleta alta y guardé el arma en mi espalda baja, entre el cinturón de mis leggins.
A las seis en punto el teléfono fijo sonó avisando la entrada de una llamada. Los únicos que tenían ese número era Yoce y el guardia de turno del edificio así que, imaginando lo que sería, contesté.
—Señorita, los chicos de mudanza están aquí.
—Déjalos subir, por favor —contesté.
Luego de unos minutos el timbre del apartamento sonó avisando la llegada de alguien, miré por la mirilla y me aseguré de que no fuese algo fuera de lo común.
El plan que Axel y yo habíamos hecho incluía irme del apartamento, no necesariamente de la ciudad, porque era muy difícil que Yoce y yo fuéramos expuestas, pero no solo Axel sabía mi dirección, sino también Lucas, quién era una parte esencial de nuestro plan; él podía dar mi ubicación y todo se iría a la mierda.
Entonces luego de pagar y recuperar a Yoce, incluyendo sacar algunos peones del camino, Axel, ella y yo nos iríamos a un lugar seguro, es decir, un nuevo edificio, donde seríamos vecinos y todo estaría bien. O eso esperaba.
Así que los chicos de mudanza sacarían las cosas de aquí y la llevarían a nuestro nuevo lugar de residencia. ¿Por qué ahora? Porque justo ahora solamente Axel, el portero del edificio y yo, sabíamos de la mudanza. En cambio, solo la ubicación de nuestro nuevo edificio lo sabíamos Axel y yo. Estaríamos a salvo.
Abrí la puerta y disimuladamente agarré la culata de mi arma, sin sacarla. Los chicos pasaron, dijeron buenos días y me pidieron instrucciones. Mirando que solamente eran cuatro chicos de aproximadamente veinte años, solté el arma y caminé junto a ellos para darles las instrucciones.
—Tenemos que tener todo listo antes de las siete y media —hablé con vergüenza ya que sabía que era muy poco tiempo—, no creo que sea problema. ¿Están de acuerdo?
Ellos miraron a su alrededor y asintieron.
—De acuerdo.
—Bien. Podemos empezar por los muebles pesados, las camas, los estantes, sofás y esas cosas.
Por la noche había metido en bolsas grandes las pertenencias de Yoce más esenciales. Yo no tenía muchas cosas necesarias, pero Yoce sí, porque ella apreciaba todo lo que tenía y si algo se le perdía nadie podría salvarse de su mirada apagada y decepcionada, así que era mejor evitar cualquier cosa.
La fe que tenía era gigante, confiaba en que Dios estaría junto a nosotros ayudándonos, aunque sea por Yoce, porque si Yoce era feliz nada más importaba.
Los chicos se movieron, sacando todo, dos sacaban una cama y dos sacaban otra, se movían muy rápido porque bajaban a llevar las cosas y subían a por más sin mostrarse cansados.
Mi teléfono no dejaba de vibrar en mi mano, desde las dos de la mañana no había dejado de hacerlo, pero no podía apagarlo, porque estaba esperando llamadas importantes, como la de Leonardo por el dinero, la de Armin por Yoce y la de Axel por el plan.
En esos momentos no necesitaba responder las llamadas de Saint.
Por eso desde las dos, que recibí su primera llamada, no había contestado. Ni siquiera sus mensajes.
"¿Dónde estás?"
"¿Por qué te fuiste?"
"¿Estás bien?"
"Estaré enviando tu pago en unos minutos". Ese había sido su último mensaje y realmente luego de unos minutos había recibido un pago de treinta mil, pero de igual forma no respondí.
Y no sé qué pasaría luego porque como a las cuatro de la mañana comenzó nuevamente a llamar sin detenerse. Estaba enojada, Saint estaba interfiriendo en mi posible comunicación referente al rescate de Yoce y no se detenía.
Pero no quería hablar con él porque toda relación con alguno de mis clientes había sido bloqueda.
Saint fue mi último cliente.
Aunque realmente me acosté con él porque quería y quizás por esa razón era a la única persona, a parte de Axel, Yoce, el portero y Leonardo, que no había bloqueado.
Rápidamente se me ocurrió algo que contestar:
"En éstos momentos estoy ocupada, luego hablamos".
Pero Saint no se quedó con esa respuesta y siguió llamando. En el fondo esperaba que no fuese algo importante, porque no tenía intenciones de responder.
Los chicos terminaron de sacar los muebles grandes y comenzaron por las bolsas negras que contenían los utensilios, los zapatos y la ropa.
Cuando se hicieron las siete y cincuenta ya el apartamento estaba vacío y los chicos se habían ido a la dirección que les mandé, donde un agente inmobiliario se encargaría de ordenar todo, incluyendo las cosas en el apartamento de Axel ya que él también había desalojado, exceptuando las cosas que utilizaríamos en el rescate.
Tomé las llaves de la camioneta, las llaves de mi antiguo apartamento y mi celular.
Antes de cerrar la puerta, lo miré. Vacío. Tal cual como estaba cuando llegué aquí. Había un gran sentimiento de melancolía en mi pecho. Este apartamento había sido pagado con el dinero de la mafia, pero el nuevo, donde estaría con Yoce muy pronto, fue pagado por mi sudor y mis esfuerzos, que a pesar de no ser un trabajo digno, yo sí me había esforzado y había utilizado el dinero para cosas buenas. Porque nunca lo gasté en mí, sino en ella.
Por eso estaba orgullosa de mis malos actos, porque en lugar de seguir haciendo cosas malas planté buenas y eso nadie me lo iba a rebatir.
Cerré con llave y bajé hasta recepción, le entregué las llaves al portero y salí de allí hasta el estacionamiento, tenía que ir rápidamente por el dinero y luego ir con Axel para repasar todo.
Los nervios no me dejaban respirar adecuadamente.
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