TREINTA Y TRES
Plan "Atake (3)"
El corazón me latía desenfrenado amenazando con estrellar mi caja torácica e irse corriendo. Cuando llegué a la ubicación nueva miré hacia todos lados sin saber con qué me iba a encontrar.
Mi vista se fijó en los tres autos negros con vidrios polarizados que destacaban de aquel lugar sucio y desolado. Lo que me calmó y me hizo respirar un poco más fue el rostro asustado y vigilante que miraba a todos lados mientras se quejaba de algo que no podía escuchar con claridad.
Yoce.
Sus ojos estaban rojos y debajo de ellos habían sombras, unas que no pensé ver nunca ya que su color de piel hacían casi imposible el hecho de hallarle alguna, pero ahí estaban, marcadas y visibles. Un dolor asfixiante me invadió el pecho al ver a mi hermana de esa manera, quizás tenía estos días sin dormir o quizás había llorado lo suficiente para lograr verse de esa forma.
Apagué la motocicleta y me bajé lentamente, luego esperé paciente con el pulso acelerado. Debía esperar a que llegara Axel ya que él traía el maletín con el dinero y, además, no podía hacer nada cuando Armin tenía a varios hombres junto a él.
En el lugar donde estaba nadie me podía ver, pero yo sí a ellos, por eso los detallé a cada uno. Armin estaba recostado de uno de sus autos, mirando la escena que se producía ante él; había una mujer dándome la espalda, sostenía a Yoce por los hombros y le gritaba, lo supuse por el movimiento rápido y brusco de sus hombros.
Apreté mis manos en puños y arrugué el entrecejo, recordé que Yoce me había hablado de una femenina, pero no lograba saber quién era. Armin pronunció algo y ella soltó a Yoce bruscamente, se dió la vuelta y me permitió verla de frente.
Mi ceño se frunció mucho y los latidos de mi corazón aumentaron su ritmo por la impresión, cuando estuve por perder el control y caminar hasta ella escuché el sonido de unos autos venir hacia mí. Mis ojos enfocaron los autos de Axel y luego cómo los hombres de Armin sacaban sus armas, estando alerta.
Sin esperar nada más, caminé hasta él y lo encaré.
—Mi querida y hermosa Black.
Hice caso omiso a su saludo y fijé mi vista en Yoce, ella tenía los ojos muy abiertos y habían lágrimas acumuladas en sus ojos, y si no fuese porque debía mantener el porte, yo también me hubiese puesto a llorar.
—Hola, Black.
A esa voz no le hice caso omiso, fijé mi vista en ella y arrugué mis labios enojada.
—¿Qué mierda tienes tú que ver en ésto? —pregunté, más brusca de lo que pretendía, pero me felicité.
Ella sonrió altanera y alzó su menton.
—Tengo todo que ver.
Los hombres de Armin alzaron sus armas y no supe la razón hasta que sentí la mano de Axel echarme hacia atrás. Cuando lo miré, detrás de él estaban sus hombres con sus armas también arriba.
—Pensé que vendrías sola —murmuró Armin, caminando lentamente hacia mí.
—Ni estúpida que fuera —respondí mirándolo seria.
—¡No me ignoren! —chilló la tipa imbécil.
—¡Tú te callas! —le grité— Ni siquiera sé que cojones haces aquí.
—Fue mi idea ¿entiendes? Mi idea.
Alcé las cejas e intercambié la mirada de Armin hasta ella.
—¿Y te felicitas, maldita bruja? ¿Ves a mi hermana? ¿La ves? ¿Te felicitas por dejarla de esa manera? ¡Estás loca, Rosie! ¡Loca!
—¡¿Ahora sí recuerdas mi nombre?! —gritó ella— ¡Pues te jodes!
—¡¿Que me joda?! ¡Sí, está bien! ¡¿Pero ella?! —señalé a mi hermana— ¿Qué mierda tiene que ver aquí?
—Es lo que más te duele.
Y sí, me quedé callada. Mi hermana era lo que más me dolía y lo que más amaba, por eso me quemó la sangre ver cómo una puta, porque sí, eso era Rosie, una puta, le causaba aquella mirada decaída y carente de emoción. Esa no era mi Yoce, no lo era.
Miré a Rosie.
—Ni siquiera sé por qué haces ésto —susurré.
Ella bufó.
—No vengas con tu cara de mosca muerta a decir que no sabes por qué hago ésto —Agarró los bordes de su corto vestido y se lo acomodó—, porque sabes perfectamente que has sido una perra conmigo.
—Posiblemente —Admití, recordando nuestro último encuentro.
«—¿Cómo los consigues?
«¡Ja!, Ya quisieras».
—Secretos Rosie, secretos.
—¿Ni por ser amigas? —preguntó haciendo un puchero asqueroso, mostrando claramente su labial barato.
Sonreí más amplio.
—Pero es que tú y yo no somos amigas, Rosie —Y su sonrisa se eliminó».
Sí, había sido una absoluta perra con ella, pero se lo merecía.
—Y dime —Sonrió amplio—, ¿Seguirás siendo una perra aún cuando tu hermana está en mis manos?
Sin poderlo evitar llevé mis manos hasta mi arma y la apunté.
—Deja el jueguito tan jodido que tienes y suelta a mi hermana —Ella no hizo amago de moverse, así que miré a Armin—, dile a tu perra que me dé a mi hermana, yo vine a pagarte y a buscarla, no hay por qué complicar las cosas.
Armin me miró con una media sonrisa y asintió.
—Deja a la niña.
Rosie lo miró indignada al escuchar su orden.
—¡Ese no era el trato! —Le chilló.
—No es mi puto lío, ya me duele la cabeza, quiero terminar con ésto e irme —pronunció mientras me miraba con detalle, intentando trasmitir algo.
Aparté la mirada de la suya rápidamente. A pesar de haber madurado y haber agarrado coraje, me sentía indefensa delante de Armin, los recuerdos me atormentaban y el odio hacia mi misma crecía.
—Axel —Mi mejor amigo me miró y me pasó el maletín.
Las manos me temblaban cuando le pasé el bolso a Armin, él lo tomó, ignorando completamente los chillidos histéricos de Rosie, y se lo dió a uno de sus hombres.
—Confío en que esté completo —murmuró.
—Lo está —Hice el amago de acercarme a Yoce, pero Rosie se puso en medio.
—¡Ella no se va de aquí! —gritó.
—¡¿Qué mierda quieres?! —grité exasperada, aunque en realidad estaba que me cagaba de los nervios.
—¡Quiero verte muerta!
No entendí nada hasta que la ví arrancarle el arma a uno de los hombres de Armin y apuntarme. Inmediatamente todos se pusieron alertas, incluyendo a Armin.
—Es hora de irnos, Rosie —le advirtió, ella negó y fijo su vista en mí.
—Eres una maldita perra que solo me ha quitado mi lugar —comenzó—, cuando llegaste nueva te robaste toda la atención. Los jefes te querían, los clientes te querían, todos en el maldito burdel te querían, ¿Y qué pasó con las otras? Pasaron a segundo plano ¿Qué pasó con las madres solteras que trabajaban contigo? Dejaron de conseguir dinero suficiente para sus hijos. ¿Qué pasó con las demás que tenían responsabilidades en sus casas, como la comida, los estudios, los hermanos? Se quedaron atrás, al lado de tu sombra.
—Yo no tengo la culpa...
—¿No tienes la culpa? —Me interrumpió— Tienes toda la jodida culpa, porque solo piensas en ti, en ti, y en tu maldita hermana. Más dinero para comprarle ropa a Yoce, más dinero para pagar las clases de Yoce, más dinero para Yoce, Yoce, Yoce, ¡Me tenías hasta la madre con Yoce! ¡¿Pero qué pasó luego?! Te fuiste, sí, fuimos felices por fin. Hasta que nos enteramos de que los clientes ya no frecuentaban porque tenían sus jodidos orgasmos contigo.
—Rosie, vámonos, deja el maldito drama —habló Armin, pero Rosie no lo escuchó, y si lo hizo no le respondió.
—¿Sabes por qué trabajo como puta, perfecta Black? —Habían lágrimas acumuladas en sus ojos— Porque tenía un hermano menor. Un pequeño que no tenía culpa de las mierdas que pasan en el mundo, alguien inocente, puro; sí, así como tu querida Yoce, pero él murió...
—Yo... lo siento.
—¡Cállate! ¡Cállate! ¡Deja de mentir! —El pecho de Rosie comenzó a bajar y a subir bruscamente— Mi hermano no merecía morir, él no... Pero me faltó dinero, perfecta Black, me faltó. Y no pude seguir pagando la quimioterapia... y él murió. ¡Si tú me hubieses dicho aquella vez, cómo conseguir, aunque sea, a un cliente más, quizás mi hermano estuviese aquí!
Rosie se acercó aún más y pegó el cañón del arma en mi frente, sentí movimiento detrás de mí y luego todo pasó muy rápido.
Un disparo.
Solo pude ver a Rosie apuntar con las manos temblorosas detrás de mí.
Luego otro disparo.
Y solo pude ver a Rosie caer lentamente frente a mí, sus ojos casi saliéndose de las cuencas y su boca muy abierta. Un hilo de sangre bajó por la comisura de sus labios.
Primero miré a Yoce, tenía los ojos fuera de sus órbitas y miraba a un lugar fijo, pero parecía no mirar nada.
Después miré a Armin, él me miró por última vez, murmuró algo en alemán, asintió y se fue rápidamente junto con sus hombres.
No sabía cómo, pero mi cuerpo giró como pudo hasta estar de frente a los hombres de Axel, pero ahí no estaba él.
Axel estaba en la tierra, con los ojos cerrados y la camisa empapada en sangre.
• • •
Les doy el derecho Pa' que me maten.
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