NUEVE
Y aquí estaba yo, arrepintiéndome mil veces de ser mujer.
Anoche pasé mucho rato conversando con Lucas y quedamos en vernos en la pizzería para salir a comer algo, pero... ¿Qué pasó?
En la mañana me levanté muy animada, luego cuando preparé el desayuno, sin más, me eché a llorar solo porque se me pasó la sal en la comida; al llegar a la universidad me molesté porque se me había quedado el lápiz, y al llegar a casa me sentí miserable.
Me había venido el periodo.
Para algunas chicas es súper normal, pero para otras, como yo, era el mismísimo infierno normalizado en la vida de un mujer.
«¡Ni siquiera quiero tener hijos!»
Estaba acostada en mi cama, Yoce no había llegado puesto que hoy tenía clases de baile, tampoco me tenía que preocupar por cómo iba a venirse ya que tenía transporte, lo que realmente sí me preocupaba era cómo cancelarle a Lucas sin parecer desinteresada, pero sin tener que decirle que tenía el periodo.
No tenía pena de mi periodo, mi naturaleza divina como mujer, la bendición de vida que nos dieron... ¡Vamos! Obviamente me sentía avergonzada de decirle a un recién conocido que mi vagina destilaba sangre. Me negaba a aceptar éste tipo de cosas solo por ser mujer.
Luego de pensar un montón, envié el mensaje de WhatsApp:
Yo: ¡Lucas! Hoy no podré verte, lo siento.
Su repuesta no llegó sino después de media hora, sabía que estaba trabajando, puesto que eran las cuatro de la tarde, por eso me sorprendió que sí respondiera.
ChicoPizza: ¿Por qué? ¿Todo está bien?
Yo: Sí, lo siento, tuve un imprevisto. ¿Será luego?
En lugar de recibir un mensaje, recibí una llamada. La primera llamada de Lucas.
Me senté en la cama con mucha dificultad y contesté:
—Hola —susurré
—¿Estás bien? —su voz era realmente suave, pero masculina.
—Sí, sí —me aclaré la garganta—... estoy muy bien.
«En realidad me estoy desangrando».
—Te escuchas apagada, ¿Segura estás bien?
Me reí.
—¿Cómo sabes que me escucho apagada si solo me has escuchado una sola vez?
—Sólo lo sé —me lo imaginé sonriendo.
—Estoy bien —le contesté.
—¿Entonces? ¿Solo no quieres verme?
—No pienses eso —puse una mano en mi vientre por el dolor—. Es que no estoy en condiciones para salir hoy.
Estaba sudando frío.
—¿Segura?
—Sí.
—¿Me puedes dar la dirección de tu casa? —preguntó de repente.
—No creo que...
—No iré —aclaró—. Es decir, no iré sin tu consentimiento.
—¿Entonces? —pregunté, conteniendo la respiración por el dolor en mis caderas.
—Te mandaré algo.
—¿Qué es? —indagué curiosa.
—Un explosivo, ¿Qué otra cosa sería?
Sonreí por su repuesta.
—Si eres tonto.
—Lo sé —su voz se suavizó aún más—. Tengo que volver al trabajo, me avisas cuando te llegue mi orden.
—De acuerdo. Nos vemos.
—Envía tu dirección —me recordó.
Luego de colgar, le envié un mensaje con mi dirección.
No podía quedarme acostada, ni sentada, ni de pie, ni de ninguna forma. Sentía que en cualquier momento iba a morir, y no estaba dispuesta a morir de esta forma.
«¡Me niego!»
Me levanté con mi teléfono en mano y me puse unas medias antes de ir a la sala de estar. Coloqué una película de acción y me arropé con una sábana que Yoce siempre dejaba aquí. A los minutos de la película, cuando el protagonista hizo explotar un edificio lleno de villanos, me puse a llorar.
—Es que no es justo —hablé para nadie en particular—. Ellos tienen familia, no importa si son malos, tienen una familia que espera por ellos.
Limpié mis lágrimas con la camisa cuando escuché mi teléfono sonar.
—¿Hola?
—Señorita, hay un paquete para usted aquí —me informó Augusto.
—¿Podrías subirlo? —pedí.
—De acuerdo, un momento.
Luego de unos minutos el timbre de mi apartamento sonó. Me levanté y abrí, Augusto sostenía una caja muy ancha en sus manos.
—Gracias —tomé la caja y me despedí.
Era pesada, pero no tanto para desviar mi columna, la coloqué en la mesita de la sala de estar y me senté para abrirla sin tener que inclinarme.
Morí de ternura.
En la caja había una pizza personal de queso, anchoas, jamón y piña; un bote de helado de chocolate, dos cajitas de pastillas para dolor, una para cólicos menstruales, y una caja de té de Manzanilla.
Tomé mi teléfono rápido y entré al WhatsApp.
Yo: Oyeeeee:(
ChicoPizza: ¿Ya llegó?
Yo: Sí... ¿Cómo sabías?
ChicoPizza: Tengo cuatro hermanas jajaja.
Yo: Ésto es muy adorable de tu parte, muchas gracias.
ChicoPizza: Creo que tengo que hacer algo para que dejes de verme adorable;)
Sonreí pícara a la pantalla. «Ay Lucas, cuidado con lo que escribes».
Yo: ¿Cómo qué?
ChicoPizza: Ya veré.
La puerta de entrada se abrió bruscamente y una Yoce radiante entró al apartamento.
—¡Yoce! —ella interrumpió mi regaño.
—¡Apuesto a que no sabes quién está aquí!
Enfoqué mis ojos hacia ella y negué.
—¡Con ustedes, damas y caballeros —hizo una pausa teatral—... el ministro más sexy de cualquier estado... Saint Ozturk!
Había dejado de respirar cuando dijo ministro. Mi corazón había dejado de latir cuando agregó "Sexy" en la misma oración, sin ningún tipo de pudor. Y había muerto cuando Saint hizo aparición en mi apartamento.
—Black —pronunció a modo de saludo.
—Ministro.
Una Yoce toda sonriente se fue hacia la cocina, dejándonos solos. Saint se dió vuelta y cerró la puerta, yo no quería ni moverme.
—¿Cómo llegó hasta aquí? —le pregunté bruscamente ya que habían invadido mi espacio sin mi consentimiento y eso no lo iba a dejar pasar.
—Digamos que tu hermana invitó a mi chófer a su clase de baile... y que yo aproveché la situación para poder venir —llevó su mano izquierda hasta su nuca y la rascó nervioso.
—¿Y a qué debo su... visita?
Él caminó hasta mí y se colocó a un lado de la mesita de la sala de estar.
—Pues... me gustaría invitarte a salir.
Alcé la vista hasta llegar a sus ojos, había un brillo fascinante en ellos.
Las personas se antojaban de invitarme cuando estaba sangrando por la vagina, que vida tan miserable.
—¿Por qué? —pregunté en lugar de dar una rotunda negativa.
Él inclinó su torso hacia mí y pegó sus labios a mi oído, causando que escalofríos invadieran mi brazo izquierdo.
—Estuve pensando y... creo que no me sentiría cómodo superando mi fobia al... sexo, con una persona que no conozco.
Como cada vez que hablábamos de su fobia, él tartamudeaba, pero lo que no hacía, causando admiración en mí, era atemorizarse. Y es que Saint Ozturk era poderoso, no me cansaría de repetirlo y de pensarlo, él podría estar en un contenedor de basura, con la ropa sucia, el cabello largo y mal peinado, pero la gente lo vería y pensaría «Ese hombre debe ser poderoso». Yo lo pensaría.
Saint se enderezó, dejando una sensación de desosiego en mi estómago, añorando su cercanía. Negué internamente a mis reacciones emocionales y me concentré en mis respuestas basadas en una mente fría.
—Entiendo, pero hoy no se podrá —informé, su rostro se arrugó y me miró tratando de entender si lo que había salido de mis labios era una negativa.
—¿Cuándo crees que se pueda? —preguntó, levantando una capa de frialdad. Lo había visto, había visto el cambio en su rostro y en su mirada.
Saint no era diferente a mí, por no decir que era mi igual.
—En estos días no saldré de casa —le informé—, estoy de vacaciones.
—No sabía que tenías vacaciones —respondió rápido, creo que ni siquiera lo pensó.
—Soy mi propia jefa —le recordé.
—¡Ministro! —gritó Yoce, entrando a la sala— ¿Quiere ver películas con nosotras?
Rápidamente mi mirada se posó en ella, me negaba a aceptar que lo que había escuchado era correcto.
—No creo que sea buena idea —le respondió Saint, mirándome de reojo.
—Oh, claro que sí lo es —dijo Yoce muy contenta.
«La iba a matar».
—Yoce, ¿Podemos hablar? —pedí, levantándome del mueble.
Caminé hasta ella, dándole la espalda al ministro.
—¡Oh, Dios mío! —escuché que decía el hombre detrás de mí— ¡Estás herida!
Yo giré mi cuerpo completo para mirarlo y saber a quién se refería, pero no había nadie más allí.
—Oh, oh —susurró Yoce—. Hermana... Creo que se te pasó...
Si hablamos de forma secular, el corazón se me iba a salir por la boca.
Quedé tiesa mirando un punto muerto frente a mí, no quería darle la espalda a Saint, pero tampoco quería mirarlo.
—¡Maldición! —murmuré.
—¡Mack, las groserías! —me regañó Yoce, giré mi cara y la miré con el ceño fruncido.
—¿Mack? ¿Te llamas Mack? —indagó el ministro, paralizando completamente mi corazón.
• • •
*Insertando a un cura muy viejito*
Hola criaturas del señor, hoy nos reunimos aquí para ver el caso de la señorita Black... O Mack, ya me he confundido, que alguien me explique *Mira a todos lados confundido* ¿Nadie?... Pues esperemos el próximo capitulo.
*Insertando a Mai*
¿ #TeamSaint vs #TeamLucas ?
GRACIAS POR VOTAR
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