DOS
Capítulo 2
Narra Black.
Había llegado viernes, el día más esperado por las mujeres que trabajan igual que yo. Pero a mí no me preocupaba el día, podría ser el mismísimo lunes y estaría de igual ánimo que hoy.
-¿A qué hora es tu cita?
Mi hermana hacía ondas en mi cabello mientras preguntaba cada cosa que se le ocurría.
-A las ocho -le respondí.
-¿Y es muy importante?
Yo asentí a su pregunta.
-Es el ministro.
Vi su reflejo por el gran espejo, ella alzó las cejas y su boca se abrió en sorpresa.
-Vaya mierda -murmuró
-Deja las groserías, Yoce -regañé.
-¡Tú las dices!
-¡Yo no tengo quince años! -le recordé.
-Eres muy impertinente, Black.
-Lo sé.
Ella hizo un sonido extraño y siguió rizando mi cabello. Respondí el sinfín de mensajes que tenía por WhatsApp, personas pidiendo rebajas, algunos queriendo mis servicios gratis, un montón de imbéciles que solo pensaban con la polla.
No había llegado hasta donde estaba haciéndole mamadas gratis a nadie, y no iba a comenzar a hacerlo.
-Recuerda cerrar las puertas bien, ¿De acuerdo? -pedí cuando me di cuenta de que ya había terminado con mi cabello.
Me puse de pies y empecé a prepararme, haciendo lo que me faltaba. Era una necesidad estar perfecta físicamente, porque el ministro del estado no solo era una posición política, o siquiera un hombre con dinero, el ministro era un hombre que robaba suspiros a su paso, que imponía orden, respeto y poder. Y yo necesitaba eso, sobre todo el poder, y hoy era mi oportunidad, hoy conseguiría prestigio y una lista interminable de clientes con mucho dinero, así que debía prepararme como si de una evaluación de belleza se tratase.
-Vale, tú te cuidas ¿Ok?
Escuché con mucha claridad aquella pregunta que expresaba más de lo que debía.
Mi hermana con sus quince años había pasado por demasiadas cosas, la mayoría de las experiencias fueron malas, y la necesidad que me embargaba de borrar aquellos recuerdos malos era irrefrenable, lo necesitaba tanto como respirar. Y doy la vida por ella, cada gota de sudor en mi frente quiero que sea para su beneficio, sino, no vale la pena sudar, no vale la pena nada.
-Lo haré -prometí-. Ahora súbeme aquí, por favor.
Me acerqué hasta ella y le di la espalda para que subiera el cierre del vestido, porque bajarlo me era sumamente sencillo, pero subirlo era misión imposible.
-Recuerda comer -comencé-. Si te sientes mal, como dolor de cabeza, de estómago, resfriado, fiebre menor de treinta y nueve, en la gaveta del baño hay pastillas, si es algo más grave llámame inmediatamente. ¿Estamos?
Ella asintió, pero no fue suficiente, así que repetí:
-Yoce... ¿Estamos?
-Estamos.
-De acuerdo, te amo mucho. No le des ni agua a esos cabrones -ella asintió, entendiendo a qué y quién me refería. Tomé mi bolso de mano y la miré de frente-. ¿Mi maquillaje?
-Estupendo como siempre -afirmó con una sonrisa-. Te amo más.
Le di un gran abrazo y salí del apartamento. Al llegar a la calle un auto negro con vidrios polarizados estaba aparcado frente a la entrada, caminé hasta la puerta del piloto y toqué dos veces, la puerta se abrió y un hombre de unos cincuenta años con traje negro bajó y se ubicó frente a mí.
-Señorita -su voz era profunda y con un deje de paternidad-. Soy el chófer del ministro, vine por usted.
Yo asentí, estaba informada de aquello.
-Soy Black -me presenté-, mucho gusto.
El hombre aceptó la mano que había extendido hacia él y sin soltarme me guió hasta el asiento trasero. Quería ir en el asiento del copiloto, pero las veces que tomé ese lugar los choferes eran menores de cuarenta y no me iban a hablar de sus preciados hijos, así que mejor me quedaba atrás.
-Yo soy Antonio, es un placer -terminó respondiendo para luego cerrar la puerta a mi lado.
El trayecto fue corto y el auto estaba sumido en un susurro silencioso, las calles estaban llenas a pesar de las nubes que se formaba en el cielo como presagio de que se avecinaba una tormenta.
Nos detuvimos frente a un hotel de muy buena calidad, Antonio me abrió la puerta del auto y me llevó hasta recepción, dijo el nombre de su jefe y la recepcionista caminó a paso controlado hasta el último piso. Giré mi cuello para destensar los músculos y respiré hondo cuando la puerta de la habitación se abrió y la chica se regresó sin pronunciar palabra alguna, dejándome sola en aquel pasillo.
Sin esperar invitación entré.
Todo estaba tranquilo, un fondo musical de Jazz sonaba por toda la estancia, las luces estaban a medias permitiendo ver algunos lugares y otros no. Mis ojos dejaron de escanear la habitación y se fijaron en el hombre sentado junto a la cama; cuando pude reconocer al ministro, estiré mi mano y cerré la puerta, di pasos seguros hacia él y me ubiqué lo suficientemente cerca para no parecer una puta mojigata y lo suficientemente lejos para no parecer una puta desesperada. Todo estaba nivelado.
-La famosa Black -comentó él, y parecía más bien alguna clase de reproche.
Se levantó y caminó hasta el pequeño estante repleto con botellas de alcohol.
-Ministro -pronuncié lentamente, como si saboreara su posición.
Él chistó.
-Vamos a coger, puedes llamarme Saint.
Me agradaba su realismo, parecía no ser de esos clientes que se obsesionaban, y eso empezaba a ponerme tranquila, aunque no confiada.
-Saint... -pronuncié en voz alta para grabarlo, dejando la "t" por más tiempo en mi lengua.
-Ahora, ¿Me repites tus reglas? -se detuvo con bebida en mano- Quiero que todo quede claro.
Yo asentí, él me extendió la bebida y sin chistar la tomé.
-Dos mil por orgasmo, no acerques tu boca a mi cuerpo, siempre se usa condón ya sea para ti o para mí, y no me llames para hablar, porque no me interesa hablar, a menos que me pagues.
Él asintió a mis palabras.
-¿Eso es todo?
Asentí a su pregunta y llevé el vaso de vidrio a mis labios.
-¿Y tú? ¿Tienes alguna regla? -pregunté yo esta vez.
-Todo lo que dijiste me parece correcto -secundó-. Ahora lo que quiero saber es otra cosa, ¿Por qué cobras dos mil por orgasmo y no por hora?
Yo giré los ojos con desdén. Empecé a acercarme más a él, percibiendo otra porción de su perfume masculino.
-Hay clientes que duran cinco minutos -le aclaré-, por orgasmo gano más, y si es con uno de esos hasta me compro una casa.
-Muy inteligente.
Yo asentí y me acerqué, su barba era lo que más se percibía a simple vista de su rostro. A parte de su facciones masculinas y maduras lo demás era coquetería y morbo.
Eso era Saint Ozturk para cualquier mujer en éste estado y fuera de él, sexo andante, orgasmos prometidos, dominación, morbosidad, todo en una sola persona.
Coloqué el vaso en una mesita cercana junto con mi bolso de mano, llevé las manos a mi espalda y ubiqué el cierre del vestido, antes de poder bajar un cuarto, las manos de Saint cubrieron las mías.
-Yo lo hago.
Asentí a su petición y me quedé quieta en mi lugar; sin quitar su mirada de la mía, sus dedos se deslizaron por mi espalda llevando el cierre con él.
Mi ropa interior vinotinto hizo de aquel ambiente algo más erótico e íntimo. Dejé caer el vestido a mis pies y di dos paso hacia delante para dejarlo atrás, me acerqué aún más a Saint y llevé mis manos hasta su camisa blanca de botones, solté uno por uno, lentamente.
Cuando entré a la habitación, había pillado todo, su forma favorita de dar placer y su forma favorita de recibirlo, sabía que le gustaban las cosas lentas y eróticas, no rudas y sexuales. También sabía que bebía alcohol para quitar la sensación seca de su boca por el deseo, lo sabía porque también hacía lo mismo.
Sabía que no estaba casado y que no tenía hijos, lo supe por su porte y el peculiar brillo de maldad en sus ojos diciendo "No tengo a nadie a quien quiera, puedo destruir el mundo sin inmutarme". Sabía que solo conseguiría darle dos orgasmos esta noche porque no me iba a permitir llegar a más.
También sabía que me llamaría mañana para concertar otra cita.
Su camisa desabotonada dejaba al descubierto un pecho cubierto de incipientes vellos y unos fuertes músculos, dando a entender lo ejercitados que estaban, también había una línea recta en el medio de su cuerpo, descendía poco más arriba de su "v" y ascendía poco más debajo de su abdomen.
Estaba buenísimo.
-Continúa -me susurró, su aliento chocando en mi frente.
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