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DIECISIETE

Capítulo dedicado a: hanipoleoo Gracias por todo el apoyo, t amooo

***

—¡Me lastimas! —gemí.

—¡No te muevas Black! ¡Así te lastimas más! —se quejó Saint mientras me tomándome de los hombros para detenerme.

—¡Me duele!

—Esta bien, quédate quieta, te lo sacaré —murmuró él, su aliento chocando en mi oreja.

—No quiero —chillé—. Después para meterlo me duele de nuevo.

—Te lo meteré con cuidado, ya —me tranquilizó él.

¿Que está pasando? Verán...

Recordaba estar sumergida en mis pensamientos, preguntándome cómo Saint podía ser tan perfecto, hasta que no pude más y me lancé a besarlo, pero no salió bien.

Mientras tomaba su labio inferior entre mis labios, él aferró mi cintura con sus manos, pegándome a su cuerpo. Me había correspondido y estaba feliz, pero cuando intenté profundizar el beso, poniendo mi rostro de lado, sentí un tirón en mi oreja.

Mi arete largo, se había enganchado al cuello de la camisa de Saint y no podíamos sacarlo.

—Saint con cuidado —susurré. Una mueca de dolor adornaba mi rostro.

Él movió sus manos como pudo y empezó a hacer movimientos en mi oreja. No quería que me sacara el arete porque sabía que cuando me lo pusiera nuevamente me iba a doler demasiado, sentía a mi pobre oreja ser violada con cada movimiento.

—Ya está —murmuró él e inmediatamente sentí un gran alivio en mi lóbulo.

Me enderecé y pude divisar mi largo arete guindado de su camisa, alcé mis manos y empecé a soltarla.

—Odio tu arete —se quejó Saint.

—Yo igual.

Logré soltar el arete, pero por el movimiento la camisa se había hilado un poco, Saint lo miró y restó importancia con un movimiento de hombros.

—Ven, yo te lo pongo.

Le di el arete y él acercó sus manos a mi oreja y me lo colocó.

Cuendo había terminado, no hizo el ademán de alejarse, se quedó allí, viendo mi cuello.

—¿Comemos? —pregunté en un hilo de voz.

Él me miró con los ojos entrecerrados y luego asintió.

Me senté nuevamente en el taburete mientras que Saint llenaba unos platos con pasta, salchichas y suficiente salsa de tomate. En silencio se sentó junto a mí y empezamos a comer.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó de repente, nos habíamos sumergido en un silencio tortuoso.

—Veinticinco —contesté luego de masticar.

—¿Y Yoce? —preguntó luego.

Aclaré mi garganta antes de responder.

—Tiene quince, ¿Por qué?

—Es muy inteligente —murmuró con una sonrisa en sus labios, también sonreí.

—Si que lo es —suspiré pesadamente—. Cuando no vivía conmigo, las personas que la cuidaban no le permitían estudiar, así que comenzó muy tarde la secundaria, pero por su inteligencia, la adelantaron dos años, y ahora está en el grado correcto.

—Vaya, ¿Por qué no la dejaban estudiar? —preguntó curioso, él ya había terminado de comer mientras que yo llevaba a penas la mitad de la comida.

—Eran personas despreciables, no querían gastar dinero supuestamente innecesario —tomé el jugo de piña que Saint me había dado y lo llevé a mis labios, terminé de tomar y lo coloqué en su lugar— ¿Qué quieres hacer ahora?

—¿Quieres ver una película?

Yo asentí.

Él se levantó y agarró mi plato aún con comida, se había dado cuenta que no seguiría comiendo, me levanté y lo ayudé con los vasos.

—Estás en la universidad ¿no? —preguntó mientras organizaba los utensilios en el lavaplatos.

—Si, en el último año de relaciones internacionales —contesté orgullosa.

—Eso es genial, felicidades.

Sonreí ampliamente.

Estar a punto de graduarme era uno de mis mayores logros, estaba orgullosa de mi misma, fue complicado, puesto que tenía el odio de la mayoría de mis compañeros por haberme acostado con sus padres o sus novios, o sus hermanos, pero necesitaba el dinero, y deuda no ve trabajo sucio, o eso decía yo.

Saint terminó de lavar los platos y luego caminó hasta la sala, yo, en cambio, me quedé en la cocina enjuagando mi boca y sacando los chocolates de la bolsa, cuando caminé hasta la sala, divisé un gran televisor y una película en pausa, mientras Saint estaba en una esquina hablando por teléfono.

—¿Que día es hoy? —lo escuché preguntar al teléfono— Exacto, mira como sabes... ahora me gustaría saber, ¿Se debe de llamar al ministro en su día libre? No quiero excusas, no... todo lo que deba atender del trabajo lo haré en mis horas laborales, que para eso sirven. No te quiero faltar el respeto, pero... ¡Sí! ¡Seré el presidente! ¡por esa jodida razón me estoy alterando! No me llamen en mis horas libres... no es mi problema, soluciónalo, para eso te pagan.

Él alejó el celular de su oreja y colgó, yo estaba con las cejas levantadas por lo que acababa de presenciar.

Saint se había enojado.

Su ceño estaba demasiado fruncido y había una mano en su cadera, su respiración era acelerada y tenía los labios en una pequeña mueca, se veía realmente encantador.

—¿Estás bien? —me atreví a preguntar. Él asintió, pero no dijo nada.

Yo caminé hasta el sofá más grande y me senté, los chocolates los puse en mis piernas; poniéndome cómoda e ignorando a Saint, le puse play a la película y me propuse comer los chocolates.
Cuando llevé uno a mi boca, un suspiro sonoro de placer salió de mis labios, estaban deliciosos, ni tan amargo ni tan dulce, pero no debía morderlos primero, por lo que coloqué el que había mordido en la caja y tomé otro.

Pasé mi lengua por toda su extensión, era redondo así que lo giré lentamente mientras pasaba mi lengua sin pudor por su contorno, cuando terminé de recorrerlo con mi lengua, lo sostuve bien en mi mano y lo metí a mi boca casi hasta la mitad, y luego lo saqué, chupando.

Fijé mi vista en la pantalla del televisor mientras comenzaba de nuevo mi exhaustivo recorrido por los contornos del chocolate, estaban dando una película de miedo, o eso parecía, ya que habían muchas personas gritando en el infinito mar azul.

—¡¿Que es lo que haces?! —exclamó Saint, sacándome de mi momento de concentración.

Lo miré mientras terminaba de pasar mi lengua descaradamente por el chocolate.

—¿El qué? —pregunté inocente, después de lamer mis labios brillosos por el afrodisíaco.

Él me veía con el ceño fruncido y con la respiración agitada, pero a diferencia de hace un momento, esta vez no parecía molesto... parecía extraño.

—Deja de hacerlo —pidió.

Yo seguí lamiendo la bola de chocolate, pero antes murmuré:

—¿El qué?

Saint miró hacia el techo y suspiró pesadamente, luego a pasos rápidos y furiosos se acercó hasta mí, arrancando el chocolate de mis manos y colocándolo en la caja.

—¡Oye, si te...

Pero él silenció mis quejas estampando sus labios con los míos.

Su boca aún tenía el sabor dulce de la piña, mientras que yo tenía el sabor del chocolate, su lengua no pidió permiso para invadir mi boca y mis dientes no pidieron permiso para jalar de sus labios. Saint tenía inclinado su torso hacia mí, sosteniéndose con sus manos del espaldar del sillón, mientras yo enderezaba mi espalda para poder alcanzar bien su boca.

Sentí el cambio.

Saint empezó a respirar agitado y sentí su frente sudada, un sudor frío, mientras su cuerpo se puso caliente y tembloroso.

De forma brusca se alejó de mí y, estando de pie, me miró abrumado. Sus manos viajaron rápido hasta su rostro y se estrujó allí, yo coloqué la caja de chocolates a un lado y me levanté poniendo una mano en su hombro.

—Está bien, está bien —susurré.

—Quiero hacerlo Black —murmuró entrecortado—, pero no puedo.

—Ya, tranquilo, es con calma ¿recuerdas? —pregunté deslizando de arriba hacia abajo mi mano por su hombro— Al menos me besas, eh.

Sonreí, tratando de mostrar calma.

Él relajó sus hombros y me miró como niño pequeño.

—Cuando tenía ocho años —parecía costarle pronunciar cada palabra—... el nuevo novio de mi... madre... me obligó a verlos mientras tenían relaciones sexuales, y ambos disfrutaban de eso.

Sin saber qué hacer, pero sintiendo el impulso, rodeé mis brazos por su torso y lo abracé, afincando mi mejilla en su pecho.

—Ella no se opuso nunca... y yo... los tuve que ver hasta que cumplí trece años y escapé de casa —sus fuertes brazos rodearon todo mi cuerpo—. Viví en la calle por mucho tiempo... ¿Sabes los niños que ves en la calle hurgar en la basura? Yo fui uno de ellos, y me es imposible no culpar al sexo de todas mis desgracias.

Apreté mis brazos a su alrededor y mostré mi comprensión a través de aquello. Claro que entendía, lo podía entender mejor que nadie.

—Es hora de tomar ésto en serio, Saint —pronuncié, y luego sonreí—. Serás un sátiro luego de que superemos tu fobia.

• • •

Estaré subiendo en Instagram cómo me imagino a los personajes.

Tengo tres novelas nuevas en curso, dos de misterio y una erótica. Si quieren pueden echarle un vistazo.

GRACIAS POR TODO

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