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DIECINUEVE

Antonio pasó la vía principal y se adentró a la residencia donde estaba el edificio de Axel, a una cuadra de llegar le pedí que se detuviera.

—Muchas gracias, Antonio —me bajé sin esperar su respuesta y esperé unos pasos atrás hasta que él se fue.

Cuando ya no divisé el auto, me giré y comencé a caminar a pasos rápidos hasta el edificio; en el camino, acomodé mi bolso en un brazo y alcé mis manos. Las lágrimas seguían cayendo a borbotones, pero no me podía permitir llorar, si lloraba, perdía el control de la situación y eso significaba perder la posibilidad de una estrategia para encontrar a Yoce.

Una mente fría podía pensar mil veces mejor sin un corazón destrozado. Quité las lágrimas de mis mejillas y luego estrujé mis ojos suavemente, tratando de no hacerlo con tanta fuerza para que no se pusieran rojos, nadie me vería débil, no lo necesitaba.
Los tacones pegaban abruptamente del suelo por la rápida velocidad a la que me movía, miré hacia el frente y pude ver a los hombres de Axel moverse de un lado a otro por el desespero de su jefe.

—¡Macki! —gritó mi mejor amigo cuando me vió acercarme.

—Dime que le diste el collar —hablé de inmediato.

Su mirada se suavizó y negó lentamente.

—Bien, ¿Qué fue lo que pasó? —pregunté tratando de que la voz no se me quebrara, el collar era realmente importante, yo lo tenía, Axel lo tenía, era un maldito GPS que me pudo haber facilitado encontrar a mi hermana.

—Majo se dió cuenta que Yoce no había traído mucha ropa y para distraerla de todo lo que está pasando decidimos llevarla de compras, pero recibí un mensaje de un cliente y tuve que irme a trabajar y no pude acompañarlas... no sé cómo pasó Mackenzie, allí estaban mis hombres, estaba Majo... Yoce solo fue al baño y no regresó —Axel jalaba sus rizos desesperado mientras hablaba.

—¿La buscaron por todo el centro? —pregunté, soportando la presión en mi pecho.

—Sí, eso fue hace tres horas —murmuró suavemente.

—Tres horas —asentí, y luego sonreí con amargura— ¿No se te ocurrió llamarme en el primer instante que no la encontraste?

—Yo sí, pero no quería que...

_No digas nada Axel —lo detuve—. Solo ayúdame a encontrarla.

—Sabes que lo haré.

Asentí.

—Haré unas llamadas —informé y caminé hasta entrar al edificio.

Saqué el celular que había puesto en mi cartera y empecé a teclear mensajes, envié uno a cada uno de mis contactos importantes, mi orgullo no hacía espacio cuando mi hermana estaba en peligro.

Intenté llamar al número de Yoce, pero sonaba apagado, el GPS de su celular no me enviaba nada y ya no sabía qué hacer. Llegué a la habitación y solté mis cosas, las manos me temblaban y sentía un sudor frío recorrer mi espalda.

Salí de allí y me encaminé hasta la habitación donde estaba Lucas, él estaba igual, desnudo, pero ésta vez sin las esposas, y caminaba lento por todo el lugar. No me asusté en lo absoluto, él no podría escapar ni hacer nada contra mí, habían hombres allá afuera y ésta vez no mentía.

—Es hora de que sirvas para algo —murmuré, cerrando la puerta tras de mí.

Él alzó la mirada y la fijó en mi rostro.

—¿Qué?

—Necesito que uses tus contactos para encontrar a mi hermana —murmuré, caminando a paso lento hasta él.

—No sé si te olvidaste que en estos momentos mi familia y mis colegas creen que estoy muerto, o que quizás soy el asesino de mis compañeros —se acercó y acortó el espacio entre nosotros—. Y no debes olvidar que la policía alemana no perdona tan fácil.

—No me interesa si perdona o no perdona, necesito que uses tus contactos —hablé imperativa.

Él sonrió suavemente.

—Y yo te necesito a ti —al terminar de murmurar aquello, tomó mis dos manos y las llevó hasta mi espalda, haciendo con sus dedos como si de una esposa se tratase.

—Es mejor que me sueltes, no voy a...

No me dejó terminar mis palabras ya que su boca se estampó contra la mía.

Fue uno de los besos más desagradables y repulsivos de mi vida. Lucas tenía mal aliento y su lengua lamía mis labios en un forzoso intento de invadir mi boca.
Él llevaba dos días aquí y lo único que le permitían era bañarse, no tenía cepillo de dientes ni ningún producto para el aseo personal. En la madrugada, cuando habíamos follado, no había nada repulsivo en él y lo había disfrutado, pero en estos momentos, cuando mi hermana estaba desaparecida y él tenía mal aliento, me hacía sentir vulnerable y repugnada.

—Detente —murmuré en su boca, pero él me hizo caso omiso y continuó.

Caminó conmigo hasta llevarme a la cama, allí me tumbó y alzó mis manos sobre mi cabeza. Yo había visto una película donde la chica estaba en una simulación y le pasaba algo similar, traté de usar su método de defensa, pero mis rodillas estaban aprisionadas por Lucas.

Sentí su pene presionar mi vientre y sus labios buscar mi cuello, estaba por gritar, abrí mi boca dispuesta a hacerlo, pero Lucas llevó una de sus manos a mi boca y la presionó, silenciándome.

—Sshh, no grites. Vamos a disfrutar —murmuró mirándome, yo negué con los ojos muy grande, pero él continuó besando mi cuello.

En un momento demasiado rápido para saber cómo pasó, Lucas se coló entre mis piernas y antes de que me pudiera penetrar y encontrando mi oportunidad de librarme, enrollé mis piernas en su cadera.

Me impulsé como pude y logré quedar a horcajadas encima de él, sentía mis glúteos presionar su pene erecto. En el movimiento, él había soltado mis muñecas, así que en un impulso de pura molestia y repulsión, alcé mi mano y la estampé en su mejilla.

La palma me empezó a picar y la muñeca se me torció dolorosamente por el impacto tan brusco contra su piel, pero no me importaba. Lucas había estado a punto de violarme.

Me importaba un carajo si hace varias horas habíamos tenido sexo, en éstos momentos había dicho "No" y si él no respetaba mi palabra, lo podía considerar como violación.
Porque es mi cuerpo, es mi decisión, son mis ganas y yo no quería follar con él.

—¡Eres un maldito! —grité, la puerta se abrió bruscamente y los hombres de Axel entraron con los ojos muy abiertos.

Me bajé del regazo de Lucas y los miré.

—Amarren sus manos con cuerdas gruesas, algo que le haga hematomas —ordené.

Ellos asintieron, así que caminando rápido salí de allí. Mi corazón retumbaba con ferocidad en mi pecho, mi boca estaba seca y me sentía sucia, todavía podía sentir el olor de su repugnante boca, así que al llegar a mi habitación me quité el vestido y me metí al baño.

Luego de ducharme y enjabonar mi cuerpo tantas veces como pude, salí del baño y me puse un chandal, junto con una camisa un poco grande.

Miré la habitación oscura, fría y solitaria, las lágrimas empezaron a rodar nuevamente por mis mejillas. Me acerqué a la cama y me arrodillé, colocando mis manos juntas frente a mí.

—Dios, soy yo... Mackenzie —murmuré bajito, con el nudo en mi garganta haciendo difícil mi posiblidad de hablar—. Sé que casi no te hablo y que siempre te culpo de las cosas malas que me pasan... yo no merezco nada de ti, porque he sido mala persona, pero tengo una pequeña hermana... tú que lo sabes todo, puedes estar consiente de cuánto la amo.

Mi nariz estaba tapada y mi voz se escuchaba obstruida.

»Yoce es buena persona, es humilde, inteligente, bondadosa y es mi pilar en esta vida... ay Dios mío, yo solo te pido que la protejas mucho, no le permitas pasar hambre, ni sueño, ni frío, donde quiera que esté, te lo suplico, protégela... las personas buenas no merecen sufrir. Te lo suplico, ayúdame a encontrarla, es lo único puro que he tenido en esta vida. En nombre de tu hijo, amén.

Sin tener fuerzas de nada más, coloqué mi rostro en la colcha y seguí llorando sin control. Mi teléfono sonó dando aviso de una llamada entrante.

Era un número desconocido, y con el corazón casi llegando a mi garganta por la emoción de considerar que era Yoce, atendí.

Solo lo repetiré una vez... tengo a tu hermana, y solo te damos una semana para que pagues lo que debes, sino, ella pagará la deuda por ti.

Y colgaron. Yoce no estaba segura.










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GRACIAS POR VOTAR, LOS AMO

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